
SAMHAIN
Draco se despertó y se encontró solo en la cama como era casi lo usual entre semana, dado su desagrado por madrugar pero esa mañana de martes había sido diferente. Era de madrugada, según constató pues aún estaba muy oscuro, así que estaba intrigado por saber dónde estaba su esposa.
Salió de su dormitorio y se dirigió hacia el dormitorio de Paul, el menor de sus hijos. Los quince años que tenía de conocerla y convivir con ella no habían pasado en vano y como había supuesto, estaba sentada en el centro de la cama, con el peluche de jirafa que había sido su favorito en la infancia en su regazo. Una taza de chocolate caliente casi intacta humeaba en la mesa de noche. Él se acercó con paso lento, se sentó a su lado y la abrazó.
—Buenos días —murmuró en su cabeza luego de darle un beso.
—Hola… ¿Qué haces despierto? —le inquirió aún ausente.
—Me sentí solo sin ti —le dijo besando su hombro y abrazándola con fuerza.
Hermione tenía treinta y ocho años, su cuerpo había cambiado por haber tenido a sus dos hijos, pero Draco la veía más hermosa que nunca. Pocas veces la había visto deprimida: la muerte de Emma hacía cuatro años por un infarto del corazón, el día que Liam partió hacia su primer año en Hogwarts hacía tres, la partida de Paul al colegio en septiembre pasado y esa mañana.
Hacía doce años que había nacido su hijo menor y era el primer año que ella no lo pasaría con él, que no lo celebrarían juntos. Con Liam nunca había tenido ese problema porque había nacido el trece de agosto, pero ahora su esposa estaba viviendo en carne propia el Síndrome del nido vacío del que había hablado George Granger, algo que había vivido él de forma muy similar cuando en su momento, su única hija también había dejado la casa para ir a Hogwarts, un vacío muy similar al que también había dejado la muerte de su esposa. A raíz de eso, el señor Granger se había mudado nuevamente a Inglaterra y había vuelto al lugar donde había pasado su infancia por lo que vivía rodeado de familiares.
—Mi pequeño bebé… —dijo Hermione sobre su pecho casi a punto de llorar.
—Se lo pasará genial con sus compañeros. Ya viste que Liam se encargó de comprar el fin de semana todos sus postres y caramelos favoritos para que celebren en la noche. Y le haremos llegar nuestros regalos.
—Ni siquiera están en la misma casa…
—Con lo guapo que es, estará rodeado de todas sus admiradoras y estoy seguro que ni se acordará de nosotros —le dijo en son de broma. Su hijo menor era una copia exacta de él a su edad y a Draco le encantaba molestarla con ese hecho.
—¡Draco! —le golpeó suavemente el pecho—. Es muy joven para esas cosas…
—A mis doce años… —empezó a narrar con grandilocuencia sabiendo que el tema siempre la enervaba.
—¡No me interesa escuchar nada de eso! —lo interrumpió enérgicamente pero él sabía que estaba sonriendo.
—Hermione, estoy seguro que Liam encontrará la forma de colarse en la sala de Ravenclaw, no fue por falta de inteligencia o ingenio que no quedó en esa casa, sino por abundancia de astucia.
—Paul es tu viva imagen física pero Liam tiene tu personalidad. Ninguno sacó algo de mí…
Draco invocó una foto que estaba sobre un mueble y en el cual se mostraban los dos hermanos. Ambos habían sacado sus ojos grises, pero el cabello de Liam era rubio oscuro mientras que Paul era rubio platino. Hermione sonrió al ver el bucle de sus hijos abrazándose mientras sonreían a la cámara. Ambos los amaban con locura.
—Tienen tu valentía… nunca se dan por vencidos… y no temen expresar sus sentimientos.
Draco la abrazó con ternura y así, se quedaron dormidos cerca de dos horas más.
Para el desayuno encontró en la mesa el Accio Story del día y como cada treinta y uno de octubre, mostraba en primera plana una foto y un reportaje sobre el Samhain, la festividad celta que había dado origen al Halloween. Todos los años era lo mismo… ¿Acaso no tenían otra cosa que publicar el último día de octubre?
En las páginas internas, encontró un pequeño reportaje que Zacharias Smith aclaró, sería el último que su periódico haría con respecto al decreto. Era un resumen de todas las parejas y sus respectivos hijos, presentando de primero los que habían nacido durante el primer año de matrimonio.
—¿No te parece mentira que hayan pasado ya quince años? —preguntó ella leyendo ávidamente la lista.
—Se pasó tan rápido como pasar la hoja de un libro… ¿Recuerdas la locura que fue ese primero de septiembre de dos mil catorce?
—Creí que nunca terminaría de llenarse el Expresso de Hogwarts —rió Hermione volviendo a su tostada.
La mayoría de los niños nacidos por las disposiciones del decreto matrimonial habían entrado ese año a su primer curso en el colegio, incluido el revoltoso James Sirius Potter, el ahijado de su esposa y que contaba como por diez pues había heredado el sentido del humor de los gemelos Weasley.
Justin y Pansy Finch-Fletchley: Jacob, Julianne.
Dennis y Astoria Creevey: Robert.
Seamus y Daphne Finnigan: David, Roger.
Theodore y Lisa Nott: Theseus, Hellen.
Blaise y Susan Zabini: Matthew, Frank, Sussie.
Ronald y Mandy Weasley: mellizos Thomas y Marie, Camila.
Terry y Luna Boot: Anne, Eric, Archie.
Dean y Morag Thomas: Adele, Charles.
Ernie y Sally Macmillan: Theresa.
Wayne y Padma Hopkins: gemelos Deval y Prasad.
Michael y Lavender Corner: Victoria, Richard, Jaime.
George y Alicia Weasley: Daniel, gemelas Gina y Astrid.
Percy y Katie Weasley: Sophie.
Lee y Cho Jordan: Sarah, Eric.
Anthony y Parvati Goldstein: Rebecca.
Kevin y Tracey Entwhistle: Adrian.
Draco y Hermione Malfoy: Liam, Paul.
Gregory y Marietta Goyle: William.
Draco dejó de leer pues Greg había muerto de viruela de dragón poco antes de que su hijo entrara a Hogwarts y eso aún le dolía.
Percy y Katie, Astoria y Denisse, entre otros, se habían divorciado cuando al pasar los cinco años, Vinda Dearborn quien para ese momento se había convertido en Jefe Supremo del Wizengamot, había logrado derogar el decreto. No había podido anular los matrimonios realizados, pero luchó durante tres años para que fuera posible el divorcio y logró también buscar cómo dejar inválido el juramento inquebrantable con esas parejas.
En el caso de Percy y Astoria al menos podría decirse que habían encontrado en su antiguas parejas un amigo verdadero que, de no ser por la selección, no hubieran conocido. Por el bienestar de sus hijos, después del divorcio llevaban una relación cordial, pero para ellos nunca había llegado el amor, nunca había sido posible una convivencia sana. Evidentemente, no todos nacían para vivir con alguien o tenían las mismas preferencias.
Por otro lado, fuera del decreto, los Potter habían tenido además de James, a Albus y luego a Lily. Los Longbottom tuvieron a Benjamin y Alice.
Draco dejó el periódico y tuvo una idea para animar a su esposa.
—¿Te gustaría almorzar hoy donde fue nuestra primera cita?
—¿Me está haciendo una proposición romántica, señor Malfoy? —le dijo sentándose en su regazo y viéndolo con picardía.
—Está usted algo triste hoy, señora Malfoy, y estoy seguro que un buen scone, un paseo por Green Park y que a lo mejor me permitas decirte lo hermosa que estás cada día te animará.
Hermione empezó a jugar con sus rubios flequillos y luego acarició el perfil de su rostro. Su roce aún lo hacía estremecer como la primera vez que se habían acariciado.
—¿Ya te dije hoy cuánto te amo? —le preguntó ella con voz sugerente.
—Hoy no… —respondió y ella se inclinó y le dio un pequeño beso en los labios.
—¡Te amo!
—¡Te amo!
Y diciendo eso, la abrazó pegándola a su cuerpo y empezó a besarla con suavidad. Cerró los ojos y se dejó llevar por el momento hasta que sintió que un beso no sería suficiente para saciar su sed de ella, ese deseo que no había mermado con los años sino todo lo contrario. Soltó su largo cabello y hundió una mano en él mientras con la otra presionaba su espalda como si deseara fundirse en ella. El fuego en su interior se avivó cuando la escuchó emitir quedos gemidos de placer; acarició su piel y estaba completamente erizada de anticipación.
—Creo que otra vez vamos a llegar tarde a la junta de final de mes —le dijo ella sonriendo.
—Ya están acostumbrados… que mientras tanto se encargue mi padre.
Y sin más dilación, los apareció en su dormitorio para construir un nuevo recuerdo, convertir una fantasía en legado, volviéndose a prometer amor para siempre. Adoraría a esa mujer hasta que Merlín se lo permitiera, y deseaba que fuera por toda una eternidad.