
HUMO
El martes siguiente, Draco estaba revisando unas cuentas cuando de pronto un pensamiento cruzó por su mente, algo en lo que verdaderamente no se había detenido a pensar. Alzó la mirada a las altas paredes, luego la pasó por los pisos de mármol, la lámpara colgante…
La mansión había sido sometida a remodelaciones con tal de borrar el paso del Señor Oscuro por ella, pero aún había muchas habitaciones en las que no habían trabajado. Prácticamente evitaban el ala oeste del cuarto piso; aún podía sentirse el vestigio de la magia oscura en la mayoría de habitaciones de esa zona.
Invocó un folder de un estante y empezó a pasar uno por uno los pergaminos. A pesar de lo hermosa que pudiera ser Malfoy Manor, supo que ese no podría ser el hogar de Hermione Granger. Tenían otras propiedades en Wiltshire y algunas más a lo largo del Reino Unido; sin embargo, sintió que ninguna de esas era adecuada.
Cerró el folder y levantándose, caminó hasta la ventana. Desde ese ángulo no podían verse los jardines, esa vista daba hacia el bosque. Sin dudarlo, se dirigió hacia la chimenea, echó los Polvos Flu en las llamas y al volverse estas de color verde esmeralda, se introdujo en ese fuego mágico que no quemaba y dijo el lugar de destino. Pegó los codos a su cuerpo para no golpearse o desviarse de su camino e instantes después llegó a la agradable oficina donde Gregory Goyle se perdía entre el abundante humo que emanaba su pipa.
—Te lo he dicho antes, te vas a morir pronto si sigues fumando esas porquerías.
—No me saludes tan efusivamente, Malfoy, tanta miel empalaga.
Draco sonrió de lado y se sentó elegantemente frente al escritorio de su antiguo compañero de aventuras. Más que amigos, ese mago en su época de colegio había sido una especie de lacayo bajo sus órdenes.
Gregory había intentado sonreír también, pero los tres años pasados en Azkaban por haber usado la Maldición Cruciatus en estudiantes le habían esfumado toda la alegría y sus pequeños ojos se veían más apagados que nunca. Draco esperaba que eso mejorara al casarse, aunque fuera bajo las condiciones del ministerio. Del intimidante y corpulento adolescente no quedaba más que el recuerdo. Y aun así, había algo en lo que sí había sido bueno a pesar de su tristeza, de la escasa inteligencia y poco talento mágico y eso eran en los bienes raíces. Por eso estaba ahí.
—A qué debo el honor de su visita, señor Malfoy —le dijo con tono pomposo que sabía que a él le agradaba en sus primeros años de Hogwarts.
Draco le explicó lo que deseaba y Gregory le mostró varias opciones; él eligió cuatro, enrolló los pergaminos y se los llevó con la esperanza de que alguna de esas propiedades fuera del agrado de Hermione y con un alivio en su mente, regresó a casa.
Casualmente, esa misma noche recibió una lechuza con una invitación de la bruja para ir a almorzar comida italiana al día siguiente. Vio el rollo sobre su escritorio y envió una respuesta positiva. Le gustaba mucho la gastronomía italiana y sintió que al menos tendrían ese gusto en común.
A la hora acordada, se apareció cerca del lugar indicado y con las manos en los bolsillos del pantalón, esperó si acaso dos minutos hasta que la vio caminando en su dirección. Esta vez iba con un pantalón jeans azul y una blusa color blanco, pero su cabello suelto largo hasta la cintura peinado ordenadamente fue lo que llamó más su atención.
Ella esbozó una débil sonrisa, la primera que le dedicaba sin que pareciera forzada y eso le sorprendió. Deseó que esa tarde pudieran llevarse mejor que cinco días atrás. La bruja lo saludó con un hola apenas audible y el asintió con la cabeza. Ingresaron al lugar y permitió que ella eligiera la mesa, luego ordenaron lo que iban a comer y de repente un silencio incómodo se instauró.
—¿Supiste lo de Millicent Bullstrode? —empezó ella con preocupación.
Draco se tensó; su antigua compañera de casa había sido emparejada con un hijo de Walden Macnair, quien además, era diez años mayor. No aceptando casarse con el hijo de un mortífago y verdugo, había intentado maldecirlo pero el hechizo se había vuelto contra ella, quebrado su varita y provocado una quemadura importante en el brazo, que aunque no comprometía su vida, sí dejaría feas cicatrices como recordatorio de haber desafiado al ministerio. Se encontraba en San Mungo y esa mañana había salido la noticia en los periódicos.
—Sí… muy lamentable, pero estábamos advertidos. Evidentemente las amenazas del ministerio no eran solo eso; realmente no podemos hacer nada por evitar los matrimonios y esto servirá como enseñanza por si a alguien se le ocurre hacer algo contra sí mismo o su pareja.
—Es prehistórico… odio todo esto…
Hermione estaba muy tensa y él pensó que a lo mejor lo que traía en el bolsillo de su camisa calmaría su estado de ánimo. Lo sacó y con disimulo, bajo la mesa, agrandó los pergaminos.
—He estado pensando en dónde podríamos vivir. Yo… —Hermione alzó la cejas, intrigada—. Malfoy Manor está descartada…
—¿Por qué? —preguntó interrumpiéndolo. Algo similar al alivio se reflejó en su rostro y eso lo animó a hablar.
—Bueno… no creo… Creí que no te gustaría… Yo mismo no me siento cómodo viviendo ahí. Muchas veces he pensado en rentar un apartamento, pero no quiero dejar a mis padres solos y ellos están demasiado apegados a ese lugar, a pesar de las circunstancias. Estamos ocupando solo una parte de la mansión.
—Te agradezco ese detalle —le dijo con ojos turbios—, para ser sincera, estaba muy mal imaginando que podrías insistir con vivir ahí.
—Lamento no haberlo aclarado antes, pero al caer en cuenta de… supe que no era una opción para ti… —carraspeó—. Estuve viendo estas cuatro posibilidades, pero si ninguna te complace, podemos ver otras más. Aún tenemos tiempo.
—No tienes que complacerme —comentó poniéndose a la defensiva.
Él intentó con todas sus fuerzas no resoplar por la frustración. Por supuesto que no se lo iba a poner fácil. Envió hacia lo más profundo de su mente las ganas que tenía de zarandearla por ser tan obstinada y con tono serio, esperando no alimentar el fuego que parecía que ella estaba empezando, le dijo:
—¿Es mucho pedir si deseo que tú elijas el lugar donde viviremos?
Hermione pareció atragantarse con el discurso que quería escupir y con los ojos muy abiertos tomó los pergaminos y en silencio los ojeó.
—¿Es necesario que sean mansiones señoriales?
—La última opción es un penthouse en Mayfair. Es de poco más de quinientos metros cuadrados, cinco habitaciones, muy espacioso, acabados de alta gama —repitió todo lo que le había dicho Gregory—, pisos de madera, alfombras lujosas, cocina completamente equipada, acabados en mármol en baños y cocina, grandes ventanales con hermosas vistas a Grosvenor Square, completamente amueblado.
—Esto es… ¡demasiado! —murmuró analizando las fotos—. ¡Pero precioso! —Sus ojos brillaban—. Debe ser muy costoso rentar en esa zona.
—Los Malfoy no rentamos, los Malfoy compramos —dijo intentando no parecer arrogante, pero estaba feliz por haber atinado en algo con ella, quien había abierto la boca por su respuesta—. Podemos ir a verlo cuando gustes.
—No es necesario si ya lo viste.
—En realidad no he ido. Esperaba que fuéramos juntos, si estabas de acuerdo. Tengo las llaves de estos cuatro lugares y podemos ir en cualquier momento.
Hermione asintió aún incrédula por la situación y al final quedaron ir dos tardes después.
Durante la comida le contó sobre su ida al parque con Ginny y los demás y lo emocionante que había sido para su amiga a pesar de que no había podido disfrutar de muchas atracciones o abarcar más lugares por su embarazo. Él le dio una pincelada de lo cohibido que se había sentido en el cumpleaños de su tía, conociendo al pequeño Lupin y rodeado de muchos desconocidos más. Al final de la noche, ambos se despidieron y se retiraron a sus hogares. Draco no pudo evitar una mueca de felicidad; casi podía catalogar esa salida como exitosa.