Sera-ce Encore Toi Et Moi Contre Le Monde ? Comme Toujours Dans Mes Souvenirs ?

Harry Potter - J. K. Rowling Miraculous Ladybug
F/M
G
Sera-ce Encore Toi Et Moi Contre Le Monde ? Comme Toujours Dans Mes Souvenirs ?
Summary
Esta historia está publicada para que no se borre. No hacedle caso por ahora.Título: "¿Seguiremos siendo tú y yo contra el mundo? ¿Como siempre en mis recuerdos?" El francés es directamente traducido de google.Era devastador, desolador. ¿Alguna vez habéis visto un paisaje en ruinas?Y delante tuya, una persona a la que conocías de dos maneras diferentes. Y también la silueta de un hombre antes vestido del que había provocado todo esto. En sus manos, dos objetos yacían. Unos pendientes y un anillo.Entonces, el hombre pide un deseo, sin saber las consecuencias que acarrearía. Pero no funcionó. Habías visto antes cómo el hombre arrancaba los pendientes y cómo estaba uno de los pendientes un poco roto.El deseo, en vez de cumplirse, se transformó en otra cosa. Ya no estaba activo, pero el poder del hombre era la transformación y con la rotura en los pendientes, se transformó en otra cosa. El deseo de una vida, una oportunidad más, se convirtió en eso mismo. Pero no en lo que el hombre esperaba. Todo se volvió negro y...Te despiertas en pánico, con una confusión de recuerdos y llorando. Antes o después, te das cuenta de que ya habías vivido una vida, esta era solo otra oportunidad.

Despierta, respira y ponte en pánico

Era devastador, desolador y terrorífico. ¿Alguna vez habéis visto un paisaje en ruinas? ¿Un paisaje que antes conocías y que ahora no puedes reconocer? ¿Un paisaje que habías contemplado mientras saltabas de edificio en edificio? ¿Y que todo lo que te rodea está hecho escombros y cenizas? ¿Con edificios caídos? ¿Cuerpos inertes entre todo el caos que no se iban a volver levantar por sí solos? ¿Grandes monumentos reducidos a pequeños trozos con formas extrañas? ¿Y el olor a sangre y humo y ceniza? De estas cosas que te hace que te preguntes que qué ha pasado.

Y delante, justo en frente tuya, otra persona a la que conocías de dos maneras diferentes, aunque no habías sabido que eran la misma persona hasta hace unas horas, cuando ella cayó y tú no tuviste más remedio que retirarte, huir e intentar contraatacar. Sigue viva, hace nada comprobaste su pulso, pero está inconsciente. Y, un poco más allá, la silueta de un hombre antes vestido con el traje del culpable que había provocado todo esto. En sus manos, dos objetos yacían. Unos pendientes que se estaba poniendo y un anillo que antes habías tenido tú en tu dedo hace solo unos segundos. Y tu dedo también lo habías tenido.

Entonces, el hombre pide un deseo, sin saber las consecuencias que acarrearía. Porque oh sí, hay consecuencias ante las acciones de uno y más si se habla de los poderes que establecen ese equilibrio del mundo. Una vida por otra, una bendición por una maldición. Así es el equilibrio, así es el mundo.

No estás seguro de su deseo, no puedes escucharlo y, sinceramente, no puedes escuchar nada de nada salvo un molesto pitido desde hace un buen rato. Solo recuerdas que era algo de una vida, una oportunidad, gracias a las charlas de villano que suelen salir en cómics y en dibujos animados pero que por alguna razón el hombre también hacía a pesar de que fuera contra el sentido común.

De todas formas, fuera cual fuere el deseo, no funcionó, no del todo. Habías visto antes, estando cerca de tu compañera, cómo el hombre le arrancaba los pendientes sin importarle la sangre y las orejas de quien los tenía antes. De esta manera, y de alguna forma a cámara lenta, viste horrorizado cómo estaba uno de los pendientes un poco roto, seguramente del golpe que recibió antes y probablemente la causa de que a tu compañera le fallaran los poderes y que, por ende, cayera inconsciente.

El deseo, en vez de cumplirse, se transformó en otra cosa. Ya no estaba activo, pero el poder que el hombre había estado usando era la transformación y con la rotura en los pendientes, se transformó en otra cosa. En cualquier otra situación ni siquiera sabrías que fue culpa de la rotura, pero la raja estaba brillando de más cuando el deseo se pidió aunque el hombre no se dio cuenta, estando demasiado entusiasmado de que su deseo se cumpliera al fin. El deseo de una vida, una oportunidad más, se convirtió en eso, en otra vida y en otra oportunidad. Pero no en lo que el hombre esperaba. Todo se volvió negro y...

Adrien se despertó en pánico. Había sido muy real. ERA real. Lo podía sentir en sus huesos, en sus memorias. Porque eran justo eso, recuerdos reales de situaciones por las que pasó una vez. Respirando hondo, intentando tranquilizarse, pudo recordar que no todas las memorias están ahí. Sabía quién era su compañera, la que había estado siempre ahí, y muchas de las peleas en las que lucharon juntos, codo con codo y mano con mano. Incluso tenía memorias de momentos en los que no había pelea y se encontraban con otro lado distinto. Como Adrien y Marinette, como Chat Noir y Marinette (en esos momentos en su balcón hablando de todo y nada a la vez).

También recuerda a sus amigos y cómo era su vida civil en general: solo y encerrado en casa pero con amigos afuera.

Sin embargo, no recordaba en qué en orden había sucedido cada cosa. Algunas memorias eran fáciles de poner en orden, como que conocer a Plagg había sido antes de ser Chat Noir. Pero había cosas como recordar que fue a una fiesta y que se lo pasara genial pero no recordar nada útil para saber cuándo pasó (como si fue una fiesta de Halloween o de Navidad).

Tampoco recordaba la identidad del hombre que causó todo el desastre. Sabía que perdieron, que el miraculous de Ladybug estaba roto cuando se pidió el deseo y que este deseo tuviera algo que ver sobre una vida. Pero quién era exactamente el culpable o sus cómplices estaba fuera de su alcance.

Encima de todo eso, recordaba también otras memorias, muchas menos a pesar de que el otro set de recuerdos no estuviera completo. Estas memorias sí estaban completas... bueno, no recordaba cosas de cuando era un bebé y bastantes de su infancia, pero como todos. Parecían más actuales pero a la vez menos potentes que las anteriores. Eran muy parecidas al primer set, pero había algo distinto. Solo algunos detalles que en realidad cambiaban todo el tablero. Magia. Magia no relacionada con los Miraculous. Emilie, su madre, había muerto antes y había sido una bruja...

No del todo. La familia Graham de Vanily era mágica, pero sus descendientes se fueron quedando sin magia generación tras generación hasta que todos sus descendientes fueron squibs, gente sin magia que descienden de familias que sí lo eran. Su madre y su hermana habían sido las squibs herederas de la familia al ser descendientes directas. De hecho, tampoco era que quedaran más. Lo habían sido porque ahora el heredero era Adrien, tanto por ser el mayor (su madre y su hermana eran gemelas, pero su madre era la mayor y, encima, él era mayor que Félix) como por ser el único con magia (Félix no tenía).

Su padre (a quien ya no llamaba así cuando no tenía que guardar las apariencias. Adrien aprendió a que un padre no era así de negligente. Había sido difícil para él, pero aceptó que ya no lo veía como su padre) no era mágico ni pertenecía a una familia así. Aunque sabía de la existencia de los mágicos al estar casado con su madre. Sin embargo, no veía la magia como algo interesante. Al principio era algo atrayente, había muchas posibilidades. Pero lo interesante se fue cuando vio lo estancada que estaba la magia y los que la usaban. Especialmente su sentido de la moda y su cabezonería de no ponerse a la moda. De todas formas, la magia no le era muy útil y encima había muchos grandes tabú que no podías cometer y muchos prejuicios. No era tan peligrosa. La tecnología era más interesante y útil, y podía llegar a ser más peligrosa según Gabriel.

Pero no le quitó los libros que su madre había heredado de su familia. No tenía ningún motivo para arrebatárselos y además no les eran útiles. Bueno, libros y otros objetos. Según su madre cuando aún estaba viva, su familia tenía más cosas, pero estaban en la bóveda de un banco al que no podía acceder ella porque no tenía magia y él porque era demasiado pequeño.

No era que dudase de su madre, pero si no fuera por las memorias de su otra vida y las cosas extrañas que le pasaban a veces cuando sus emociones eran fuertes en esta vida... sería muy difícil de creer.

Al menos se había calmado un poco ahora que estaba reorganizando un poco sus memorias. Estaba ahora en su habitación, una sin las fotos que tenía con sus amigos ni los pósteres de Ladybug.

Ladybug... No, ahora no era el momento de ponerse en pánico.

Tenía en esa vida once años, unos pocos meses antes de su décimo segundo cumpleaños. En teoría, una carta tenía que llegarle el verano en el que tuviera once años, o eso fue lo que dijo su madre. Había una escuela ahí en Francia, pero su madre también decía que le llegaría una de la escuela de Escocia. Los nombres no los conocía, ya habían pasado generaciones desde que hubo alguien mágico en la familia y ni su madre se sabía los nombres.

Normalmente, iría a la escuela de Francia, pero la madre de su madre era de una familia mágica inglesa y Emilie no se llevaba muy bien con su padre que era el que le dio el apellido Graham de Vanily (que era la parecer una antigua familia con mucho poder antes de que se fueran quedando sin magia). La familia de su abuela materna no era tan distinta de los de Francia según su madre, pero su abuela era la persona que más le ha apoyado en la vida a su madre. Así que ella siempre quiso que él fuera a la escuela de Escocia. Adrien estaba de acuerdo, para él, que no sabía mucho del tema, sería prácticamente lo mismo. Gabriel estaría de acuerdo aunque solo fuera por honrar el deseo de su querida esposa.

Y el nombre de la familia de su abuela materna era Black. Bastante absurdo.

"Plagg, ¿te puedes creer que...?" Empezó a decir. No llegó a terminar la frase porque se dio cuenta de que Plagg no estaba. Adrien estaba acostumbrado a tener a Plagg siempre a su lado.

Pero ahora no estaba. Adrien se sentía encerrado, aprisionado en esas cuatro paredes de su tran habitación. El pánico volvía a apoderarse de él, necesitaba salir de ahí.

Aunque normalmente se solía escabullir por la ventana, también sabía otras formas de salir a hurtadillas ahora que no tenía los poderes que Plagg le daba.

Así que corrió a más no poder hasta la salida. Cualquier otra persona hubiera montado un jaleo con las sonoras pisoteadas contra el suelo, pero Adrien llevaba siendo Chat Noir por años, la agilidad y la forma de moverse sin hacer ruido de los gatos ya estaban prácticamente integrado en él.

Consiguió salir sin que nadie lo notara y corrió por las calles de París. No había mucha gente, solo unos pocos coches pasando. El cielo estaba oscuro, seguramente las una o las dos de la noche.

Por fin, se paró y se apoyó contra una pared. Necesitaba ese aire fresco, o lo más fresco posible en una gran ciudad como París.

Uno, dos, tres, cuatro... siguió contando números en su cabeza para tranquilizarse.

Entonces, oyó una pequeña exclamación cerca suya. Abrió los ojos que había cerrado para tranquilizarse y vio a un señor mayor que se había caído a unos cinco metros de él. Adrien, por supuesto, le ayudó a levantarse con cuidado.

"Gracias joven." Le agradeció el señor.

"No hace falta que me agradezca." Le dio una sonrisa. El viejo se le hacía familiar. No sabía de dónde pero sentía que le había visto antes. La situación también era muy parecida.

Se despidió del señor, ya era hora de volver. Llegó a su casa y se encerró en su habitación un poco más tranquilo.

Pero se dio cuenta de que había algo en el bolsillo de su pijama (y se dio cuenta. Había salido en pijama. Qué vergüenza. Menos mal que no había habido mucha gente). Metió la mano y encontró una caja. ESA caja que tanto le sonaba.

La abrió y se puso el anillo inmediatamente. Tenía que serlo, ¿no?

Plagg apareció de repente.

"Adrien. Estás aquí." Parecía igual de sorprendido que él. Y estaba ahí, Plagg estaba ahí y le recordaba.

Entonces lo que había pasado no fue un sueño. Fue real y París se había convertido en una ciudad en ruinas. Habían fallado y Le Papillon había ganado. Había pedido su deseo pero no se cumplió como él quería.

Estaba en otro mundo, en otra vida. Tenía otra oportunidad. Una oportunidad que no hubiera necesitado si hubieran conseguido derrotar a Le Papillon.

El pánico volvió y esta vez no consiguió parar. Empezó a llorar en silencio.

"Échalo. Déjalo salir." Plagg estaba haciendo lo que podía para tranquilizarle. Plagg estaba ahí y a lo mejor esto podía arreglarse.