El novio de Tom

Harry Potter - J. K. Rowling
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El novio de Tom
Summary
Alzó una ceja,jamás había visto a un muggle por esos rubros que pareciera tan rico,uno de esos mocosos tendría suerte seguro que un millonario filántropo vendría a adoptarlo o a abusar de él,que la gente nunca tenía buenas intenciones.El auto estaba abierto,alguien había salido de ahí,y un enorme tipo estaba al lado de la puerta del carro para cuidarlo,habían otros tres más alrededor de la zona muy bien repartido de gafas oscuras.Había algo raro ahí.— ¡Tom Riddle! — Sintió un escalofrío subir por su espina dorsal,esa voz la conocía. — Te reconocería donde fuera.Draco.No,no podía ser.Pero así era.*********Draco va a visitar a Tom en su orfanato
Note
AU ubicado en los 90's,la historia de Tom Riddle es casi igual solo que es de la misma época que Draco,solo quería aclararlo por si no se entiende.Es todo fluff.Draco es mayor,aunque es más bajo que Tom porque me imagino a Tom muy alto para su edad,solo son dos años de diferencia.Quería ver a Tom más joven por una vez.

Era un lugar tranquilo. 

En realidad, la vida en el orfanato no era tan mala ahora que había crecido y era uno de los pocos que podían "salir becados a un internado la mayor parte del año". Nadie se acercaba a él ni lo molestaba por orden de las directivas del orfanato. 

Era curioso cómo en Hogwarts era tan adulado por sus habilidades, pero en el lugar donde creció todos le tenían miedo, gracias a historias sobre cosas extrañas que suceden a su alrededor y rumores sobre su conexión con el diablo, que mal o bien eran ciertos. Veía a la gente pasar por la ventana del comedor. 

Siempre almorzaba solo. 

No es que no pudiera hacer amigos, simplemente no quería tenerlos y los demás siempre lo abrumaban. Tenían problemas por montones, los cuales a nadie le importaban, terriblemente molestos. 

Suspiró, viendo el calendario ahora. Recién habían pasado tres días desde que regresó de Hogwarts. Tener quince años y ser un adolescente que no podía usar magia era realmente estresante, sobretodo porque todo lo que aprendía se quedaba en nada más que pensamientos almacenados hasta Hogwarts. 

Alguien debía romper esa estúpida ley. Faltaba mucho para volver, pero ya quería hacerlo. Nunca podría ser comparable dormir en un castillo que en una vieja cama de maderas rotas y junto a otros niños. 

De nuevo, el bullicio estaba más presente, ahora a tal punto en que perderse en su palacio mental era prácticamente imposible. 

¿Qué estarán viendo? ¿Un pájaro de color extraño o algún tipo de muggle con inventos raros para vender, los cuales esos huérfanos jamás podrían comprar ni aunque vendieran todos sus dientes?

 

— ¡Es tan elegante!

 — ¡Una limusina! ¡Jamás vi a alguien llegar aquí en una de esas!

Volteó, oficialmente interesado hacia la ventana en la que ese montón de niños tenían la cara pegada. Todos se habían levantado para gritar y jadear de asombro por lo que veían. Se levantó discretamente. Él era alto, así que no tuvo que hacer mucho para divisar qué había afuera.

Un auto muy largo, de color negro, abrillantado, pulido, sin manchas y una figurilla de plata en la capota: una serpiente.

 

Alzó una ceja, jamás había visto a un muggle por esos rubros que pareciera tan rico. Uno de esos mocosos tendría suerte, seguro que un millonario filántropo vendría a adoptarlo o a abusar de él, que la gente nunca tenía buenas intenciones.

El auto estaba abierto, alguien había salido de ahí, y un enorme tipo estaba al lado de la puerta del carro para cuidarlo. Habían otros tres más alrededor de la zona, muy bien repartidos de gafas oscuras. Había algo raro ahí.

— ¡Tom Riddle! — Sintió un escalofrío subir por su espina dorsal, esa voz la conocía. — Te reconocería donde fuera.

Draco.

No, no podía ser.

Pero así era.

Volteó apresurado, con los ojos bien abiertos, miraba al chico elegantemente vestido, aunque como un muggle, de traje y corbata, sonriendo brillante con las manos en los bolsillos de su gabán café claro. Era un chico de séptimo año, más precisamente un chico con el que pasaba muchísimo tiempo, uno al que había besado antes de partir en el tren, solamente para probar.

Tenía dudas sobre su sexualidad, desde que había besado a al menos cinco chicas sin éxito, de que ninguna le gustara, ni un poco, nada en lo absoluto.

Su plan había sido conseguir una esposa rica y sangre pura, una que tal vez no le importara mucho tener un esposo mestizo al que darle todo su dinero para organizar sus movimientos políticos. Todo se había arruinado.

 

Con otros chicos no funcionaba siquiera pensar en intentarlo, eran... feos.

 Draco era deslumbrante y tenía un cabello claro muy suave, era su amigo, bueno, más bien el chico se autodenominó así luego de empezar a hablar en segundo año, cuando Draco estaba en cuarto. 

Sí, era mayor que él aunque era una cabeza más bajo. Pasó de la nada, estuvo obsesionado con la idea durante semanas, como una voz maliciosa susurrándole que lo hiciera. 

En medio de una plática tranquila de quién sabe qué cosa, antes de abordar el tren, pensó que Draco hablaba demasiado, de hecho, era irritante a veces lo mucho que se desviaba del punto, pero estaba bien porque podía verlo mover los labios, sonreír, a veces rozar su lengua con sus dientes superiores y hacer gestos con su boca cuando estaba enojado, era muy expresivo. 

Lo besó, porque pensó que se veía muy guapo con su bufanda verde y mejillas rosadas, y odiaba no ceder ante sus impulsos. 

No fue suave, estaba desesperado, ansioso y fue apresurado, lo tomó por la nuca para que no se separara, escuchándolo jadear en su boca. Cuando sonó el último aviso, tomó su maleta y subió al tren como si nada, dejando pasmado al chico en la estación, mirando a la nada y con la boca semiabierta. 

Y ahora estaba acercándose hacia él que estaba almorzando solo, con ropa ligera que podría considerarse casera y no tan bien peinado como otros días, aunque seguía siendo más presentable que muchos de esos idiotas muggles. 

— Draco. — Dijo tropezando con su propio acento británico urbano en vez del ensayado, miró al chico de arriba a abajo, asegurándose también de que no hubiera nadie detrás de él. — ¿Qué haces aquí?

Los chismosos que estaban susurrando cosas sobre el chico rubio, cosas seguramente sobre su ropa o lo bonito que era, realmente era un chico bastante hermoso como para ser real, sus ojos eran claros y expresivos, tenían una forma almendrada, un poco felina. 

No es que no abundaran los rubios, pero su cabello era más tirando a blanco, demasiado rubio y sus rasgos muy distintivos. Se quedó paralizado cuando el rubio se acercó, cara a cara con una sonrisa confiada rozando su nariz, Draco iba a besarlo. 

— ¡Ah, olvidé que eras francés!

Exclamó en voz alta, siendo consciente de que todos lo miraban, pasó por alto los labios del chico para besar su mejilla. Draco se alejó extrañado, incluso un poco herido por su comportamiento, y Tom le envió una mirada de advertencia, sintiéndose nervioso por primera vez en años.

— Deberíamos irnos para hablar a solas, justo ahora. — Habló entre dientes, tomando el brazo del chico.

— ¿En serio? ¿Iremos a tu habitación? — Preguntó en voz baja el rubio mientras era arrastrado por el de cabello oscuro con entusiasmo.

Su tono parecía algo sugestivo.

— A donde tú quieras, pero vámonos de aquí. — Murmuró hacia Draco, mirando de reojo cómo todos los demás los estaban viendo y hablando sobre ellos. Seguramente no iba a tener paz ese verano.

Cerró la puerta con llave, ese era un lugar pequeño pero lo suficientemente privado y alejado de miradas y oídos chismosos.

 

 

— ¿Estás loco? — Le daban muchas, muchísimas ganas de gritarle en serio, Draco no parecía entender por qué el chico estaba tan molesto. — ¿Cómo se te ocurre hacer algo como eso?

— No entiendo por qué rechazaste mi beso, ¿no fuiste tú quien lo hizo primero antes de subir al tren? — Hizo un pequeño puchero, sentándose en una de las cajas de madera que había en ese extraño lugar. Había una escoba muy rara con cerdas de cuerdas o algo así y un balde.

— ¡Sí, así es! — Exclamó, quién sabe si su rubor era por el enojo o por vergüenza.

— ¿Entonces por qué no quisiste...?

— ¡Este es el mundo muggle! ¡Aquí te queman si eres un hombre y besas a otro! ¿Siquiera estás consciente de eso? — Lo tomó de los hombros, sacudiendo su cuerpo muy fuerte. El mayor se quedó callado, bastante apenado por su desconocimiento, mirando a Tom con los ojos vidriosos. — No debiste venir llamando tanto la atención.

Espetó un poco resentido con su afán de llamar la atención presumiendo su dinero. Tom querría poder tener esa habilidad.

Era de su conocimiento que Draco, si bien odiaba a los muggles, también sabía pocas cosas de ellos. Pensaba que aún quemarían a una bruja y no dudaba que así fuera si creían que la persona realmente era una bruja. Pero con la gente homosexual... no tenías que tener poderes o habilidades para ser totalmente despreciado y asesinado con brutalidad.

Era una desventaja si seguía en esa porquería de orfanato.

— No lo sabía, lo siento mucho. — Dijo en voz baja, poniendo sus manos sobre los brazos ajenos. Se veía muy conmocionado y no sabía qué hacer con eso. Le formaba una sensación rara en el estómago. Draco nunca se disculpaba con nadie, pero ahora parecía vulnerable. — No quiero que te enojes conmigo...

Seguía viéndose lindo, y ahora no había nadie ahí.

No, no debería. Probablemente a Malfoy no le gustaría ser besado en un almacén de limpieza que estaba severamente abandonado.

Suspiró y dio un leve apretón en los hombros del rubio, indicándole que todo estaba bien. Sonrió un poco para convencerlo más, porque le devolvió la sonrisa.

— Está bien, ahora dime por qué estás aquí. — Esperaba que fuera realmente importante. No quería pensar que hubiera venido tan teatralmente a visitarlo para nada en especial.

Las mejillas del rubio se tornaron rosadas, mirándole con un poco de timidez.

— Bueno, eres mi novio. Tengo que sacarte de vez en cuando a comer y, además, este lugar es indigno de ti. — Se dio el tiempo de mirar alrededor. — Espero que no duermas aquí o algo así, conociendo cómo viven los muggles...

Novio.

Se sentó en una de las cajas de madera, totalmente anonadado y sintiéndose algo mareado.

¿Novio?

— ¿Novio? — Casi se ahogó al pronunciar esa palabra. Todo eso sucedió tan deprisa. ¿Cómo Draco había llegado a esa conclusión?

Fue entonces que un montón de recuerdos le golpearon la cabeza.

"¿Entonces somos cercanos?"

"Eres la persona más cercana a mí, Draco. Diría que eres mi único amigo."

Todas esas veces que habían dormido juntos, esas veces que habían ido a comer, que se habían reído a costa de la desgracia de otros, los días en que pasaba por el salón de Draco a recogerlo para ir a almorzar al gran comedor.

"Eres mi persona favorita, Tom."

"Y tú la mía. Ahora, déjame estudiar."

— Pensaba que jamás ibas a besarme. Empecé a creer que tendría que esperar a que cumplieras 16 por lo menos. — El rubio soltó una risa tierna, ajeno completamente a la crisis que había dejado en el más joven. — Me tomaste por sorpresa.

Ahora muchas cosas que hacía Malfoy tenían sentido. Draco estaba coqueteando con él todo ese tiempo desde que estaba en segundo año. No lo hacía por amabilidad, simplemente lo favorecía por encima de todos. Eso confirmaba su teoría de que nadie hacía nada sin esperar algo a cambio, pero su satisfacción intelectual podría ser para luego.

Jadeó sorprendido cuando sintió los labios tibios encima suyo. Había olvidado cuánto le había gustado ese beso. Se había concentrado mucho en que sus planes se habían arruinado porque no podía tocar a una mujer sin hacer una mueca.

En cambio, Draco olía tan bien. Su sabor era aún mejor, como a menta y fresas. Sus labios jamás habían sido mordidos, entonces eran suaves. Sospechaba que usaba labial de algún tipo. De hecho, era un poco más delicado y cuidado que otras chicas, pero no dejaba de ser en esencia un varón.

Cerró los ojos, dejando que el cuerpo del más bajo se pusiera encima suyo. El rubio estaba sentándose en sus piernas, rodeando el cuello del de quinto año con sus brazos. Era terriblemente sumiso a veces, pero parte de eso siempre le había gustado.

Sus manos fueron hacia las piernas del rubio, quien lo alentaba a hacerlo. Se sentía acorralado y realmente no le importaba.

Se equivocó en algo. Malfoy estaba muy cómodo besándolo en los almacenes.

— Me alegra que seas tan receptivo ahora, Tom. — Susurró entre el beso. No pudo evitar fijarse en su sonrisa de labios rojos y algo hinchados. Quería maldecirlo porque le hacía sentir que algo subía por su cuerpo, que lo hacía sentirse confundido, un cosquilleo. — Siempre parecías algo frío.

Odiaba desearlo, odiaba que le gustaran los hombres, o más bien que le gustara Draco.

 

— Me gustas mucho. — Sintió el beso en su mejilla y las palabras dichas en su oído. Ahora ese cosquilleo era similar a un montón de mariposas chocando contra su estómago. Miró esos ojos grises.

Estaban brillantes y llenos de emoción.

Su pecho dolía, su zona baja igual. No sabía que podía suceder algo como eso. ¿Draco sentiría que está "emocionado" por el roce entre ambos? Debería mantener la calma, iba a pasar dentro de poco.

— Claro que te gusto, soy tu novio. — Exclamó confiado en lo que decía, cuando en realidad se acababa de enterar hace unos minutos de que tenía un novio en primer lugar. ¿Iba a refutar? No, porque Draco era dramático e innecesariamente caprichoso. Seguro lo odiaría por siempre y le haría la vida imposible si insinuaba que lo estaba rechazando.

(Nota del autor: Harry confirma)

Ahora que lo pensaba, debía asegurarse de que Draco no supiera nunca que había besado a otras chicas. No sabría cómo excusarse, ya que el chico pensaba que salían desde hace mucho, mucho tiempo.

La risa burbujeante del millonario sobre sus piernas fue bastante reconfortante. No sabía que necesitaba eso. Tal vez ser novio de Malfoy no sería tan malo.

Se preguntaba qué tanto estaría dispuesto a hacer por él. La perversa curiosidad no dejaba de picarle.

— Salgamos de aquí, odio estar ocultándome de muggles estúpidos. — Dijo Draco muy inconforme, seguro recordando las palabras de Tom sobre quemar homosexuales. — Te llevaré a comer en el mundo mágico. Seguro allá sí podré besarte o tal vez hacer otra cosa a solas.

Nunca se hubiera imaginado que escucharía la voz lasciva del rubio mimado de séptimo año en su oído, tratando de seducirlo.

Tener un marido rico sonaba mucho mejor para su futuro.