Un Lobo le Aúlla a la Luna (pero después se va a casa)

Harry Potter - J. K. Rowling Wednesday (TV 2022)
M/M
G
Un Lobo le Aúlla a la Luna (pero después se va a casa)
Summary
Puede que Harry sea el director de Nevermore, pero eso no significa que Yoko no intente darle un empujón en la dirección correcta cuando la luna llena se alza. Después de todo, ella había vivido dos siglos y tiene el derecho a entrometerse en los asuntos de su excompañero de clases.O: Harry es un hombre lobo triste y Yoko es una vampira que intenta ayudarlo sutilmente. Mientras tanto, Draco intenta ser un buen alcalde.

—Así que, esta noche hay luna llena.

Harry levanta la mirada de su escritorio, viendo al estudiante que audazmente interrumpe en su oficina. No le sorprende ver a una chica de lentes oscuros, que él reconoce como Yoko Tanaka. Ella era una antigua compañera de clase y una de las vampiresas que se han quedado en Nevermore por bastante tiempo. Según tenía entendido, Yoko llevaba dos siglos en la escuela. También tenia conocimiento que Yoko solamente se quedaría este ciclo escolar, ya que la chica quería pasar su tercer siglo (“y último” le había dicho Yoko, después de preguntarle cuanto vivía en promedio un vampiro) viviendo fuera. Quizás se fuera a vivir con su novia, que no se quedó después de la graduación. Las sirenas no solían quedarse más de lo necesario, de todos modos.

Él levanta una ceja, interrogante. No puede verla, pero seguramente Yoko rueda los ojos detrás de sus lentes oscuros. Sin embargo, Harry también vacila al pensar que la chica haga esto, es demasiado seria como para hacer una expresión explicita de irritación o molestia.

A diferencia del alcalde. Ese hombre parecía más un niño que un adulto.

—Iras con la manada a Jericó —continúa diciendo, como si estuviera exponiendo hechos y no estuviera preguntando—, como todos los años, para que no hagan desastres demasiado graves en el pueblo.

—Sí. Tiene una idea bastante exacta de lo que hago en cada luna llena, señorita Tanaka. ¿Debería preocuparme?

—Quizás, director, debería preocuparse más por lo que dicen.

—¿Disculpa?

—La manada ha comenzado a hablar, ya sabe. El estricto control que tiene con ellos (con todos, en realidad) cada vez que se desvían a Jericó se les hace… sospechoso. Piensan que, o usted respeta al alcalde y no quiere causarle problemas (todos saben el trabajo duro que está haciendo el alcalde Malfoy para poder limpiar a Jericó de las cuestionables acciones y decisiones del exalcalde), o que usted…

—¿Qué yo que, señorita Tanaka?

—…esta un poco enamorado del alcalde y solamente quiere bajar a Jericó a verlo.

—¡Eso es ridículo! —exclama Harry, tirándose hacia atrás en su silla y cruzándose de brazos—, ¿por qué querría ver a ese… patán? ¡Me ha hecho la vida de cuadritos desde que llegue a Jericó!

Yoko alza las cejas.

—Creo que “patán” no es una buena definición. El señor Malfoy es bastante inteligente y educado como para ser uno —corrige con suavidad, y Harry quiere gritar, decirle que ya lo sabe. El maldito era demasiado encantador como para ser categorizado erróneamente como patán—, pero le doy la razón sobre el asunto de hacer su vida algo miserable. Él no fue un niño amable, tuvo bastantes prejuicios, como todos los niños normie que crecieron bajo el manto del anterior alcalde.

Ahora lo único que quiere hacer Harry es enfurruñarse en un rincón, con su lobo queriendo empujarlo físicamente hasta Jericó. Estaba impaciente, y tenía una energía nerviosa desde la mañana, que intento deshacer rebotando una de sus piernas. Por supuesto, él ignora lo que quiere su lobo y se sienta en su escritorio, revisando algunos papeles que ya había leído antes, y que estaban desparramados en su escritorio. Quizás era el director más desordenado que alguna vez vio Nevermore. Pasa horas así, hasta que aparece Yoko para hablarle inútilmente sobre la luna llena de esta noche.

Harry no comprende cual es el sentido de esta conversación, y solamente quiere terminarla de una vez. Se siente demasiado expuesto como para estar cómodo. Mientras el sufre de la interacción social, su lobo parece tener las orejas bien paradas, escuchando con atención cada palabra de Yoko (él realmente hace retumbar su pecho con un gruñido, molesto por el recordatorio de la infancia del alcalde). Y no era porque Yoko estuviera hablando de algo interesante, más bien, era porque Yoko estaba hablando de alguien. Era realmente vergonzoso y mortificante el comportamiento anhelante de su lobo cada vez que alguien habla del alcalde.

—Además, es realmente revelador que usted sea un partidario tan entusiasta por las reelecciones. Esta bastante claro que apoya indiscutiblemente al alcalde, además de ser un benefactor generoso. Uno pensaría que su odio público haría que estuviera en contra de que el señor Malfoy volviera a tener el puesto de alcalde.

—Soy consciente la ayuda que Malfoy ha dado estos años. Es mejor que su padre, eso es seguro.

Ambos se quedan en silencio.

Harry recuerda cuando llego a Jericó a los doce años, el alcalde apenas había tomado el puesto; el odio entre los normie y los excluidos era más fuerte que nunca en la historia de Jericó. Resulta que el alcalde era claramente antiexcluidos, con un discurso de rencor y odio, llamándolos una plaga, que no deberían estar cerca de sus hijos, de la amenaza clara que eran los estudiantes de Nevermore, que tenían el descaro de desfilar por sus calles. Lucius Malfoy, el anterior alcalde, se aferro al miedo de la comunidad normie para incitarlos a ser groseros con los estudiantes, a escupirles y golpearlos. Fue tanto el desorden, que la escuela tuvo que cancelar las salidas de fin de semana a Jericó.

Fueron ocho años bastante difíciles, y definitivamente Harry llego en un mal momento. Pero, a pesar de eso, tuvo una vida estudiantil tranquila, como lo querían Remus y Sirius.

—Lo es —finalmente termina Yoko, con voz calmada—. El señor Malfoy no es como su padre. Aunque me pregunto que lo hizo cambiar de opinión, él parecía bastante intolerante cuando niño.

—Supongo que creció y maduro.

—Sí, creció… muy bien. Tiene los rasgos de su madre, ella era realmente hermosa.

El lobo se sintió disgustado, y, muy maduramente, se enrollo en una bola de pelos, resoplando molesto y celoso. Harry también quería hacerlo, pero se conformo con controlar sus rasgos y parecer indiferente.

—Lo era, sí.

—¿De casualidad el cambio de opinión del alcalde no está relacionado con sus escapadas…?

—¡Señorita Tanaka! —chillo indignamente, nervioso y a la defensiva—. Creo que esta llegando tarde a clases.

—Por supuesto —dice, a pesar que ambos sabían que esta era la hora del almuerzo—. Nos vemos, director.

Cuando se va, Harry se desploma hacia delante, golpeando su frente con el borde del escritorio. Gruñe de dolor y presiona sus manos en el lugar adolorido.

Él cierra los ojos, suspirando.

No era la primera vez que Yoko parecería interesada en ese tema en particular, sabia lo intrigante que resultaba sus actitudes cuando fue adolescente. Era un alumno revoltoso, y que se escapara de la escuela por las noches hizo maravillas para su popularidad. No podía quedarse quieto, tenía demasiada energía que quemar, y las actividades extracurriculares no parecían funcionar. Remus intento calmarlo diciéndole que era normal para un cachorro de su edad ser así (cuando lo dijo parecía culpable, pero Harry deliberadamente lo ignoro), y Sirius se encogió de hombros y le relato que fue peor en Hogwarts, así que no era quien para replicarle. Además, ellos no eran sus padres, por más que fueran sus tutores legales.

Cometió algunos errores en la adolescencia, como todos, pero había uno que destaca dentro de su mente. Cada que lo recuerda su lobo rasguña patéticamente su pecho, con gemidos lastimeros, e intenta hacer que Harry se mueva y vaya a pedir perdón por su estupidez, intentar salvar lo que hace años quemo.

Pero no lo hace, porque no tiene derecho. Lo arruino y lo único que le queda por hacer es aceptarlo, aceptar que la cago y que destruyo la frágil confianza que había construido entre ambos. Todo por elegir las palabras equivocadas en un momento delicado y que se suponía era feliz.

Harry vuelve a suspirar. La manada no estaba equivocada.

Él en realidad iba con ellos solamente para poder ir a Jericó sin sentirse patético.

 


 

Todos saben que Harry Potter era un excluido al pie de la letra. El hombre literalmente no se separaba de su escritorio, y era bastante deprimente verlo. Siempre se obligaba a salir por cuestiones puramente profesionales, como los eventos mensuales que creo el alcalde para unir a ambas comunidades. O si es luna llena, y la manada esta ansiosa por convertirse en lobos y jugar como cachorros tontos. Harry finge que esta entusiasmado por acompañarlos, pero solamente esta impaciente por ir a Jericó. Aunque nunca va al pueblo, más bien, lo rodea por el bosque, siempre trotando hasta que puede visualizar una casa específica y acostarse en una roca cómoda, con los ojos fijos en las ventanas hasta que las luces se apagan. Y, aun así, Harry se mantiene quieto hasta que sale el sol y esta obligado a irse.

Es un ritual que hace cada luna llena sin falta, incluso cuando no era director y solamente era un profesor.

La manada conoce su extraño comportamiento, así que no dicen nada cuando él se aleja después de darle una buena charla sobre controlarse y no ir más lejos que los límites de Jericó, aunque le lanzan miradas curiosas antes de desaparecer entre los árboles. Generación tras generación era siempre lo mismo. Harry comenzaba a creer que la curiosidad era un rasgo de los hombre lobo, al menos en los más jóvenes.

Cuando llega a la propiedad, Harry se desliza fácilmente por las sombras de la noche, acomodándose para cuidar la casa desde la lejanía.

Esta perdido en sus pensamientos, hasta que su nariz capta un olor desagradable. Harry olfatea el aire con su nariz húmeda y fría, caminando distraídamente para verificar de donde viene (es un poco hipócrita de su parte intentar averiguar, ya que antes se estaba quejando mentalmente de la curiosidad de los cachorros jóvenes), y se da cuenta que el olor proviene de la casa que estaba cuidando, lo que hace vacilar a Harry.

Pero Harry no tiene las riendas esta noche.

Su lobo, una enorme cosa de pelaje negro y con inusuales ojos verdes, los guía en un alegre trote hasta un costado de la casa. Harry se siente determinado, a pesar del miedo que golpeaba su corazón. Se grita a si mismo que se detenga, que no puede cruzar los limites de esta forma (que era, para rematar, invasiva), pero su lobo suelta un resoplido y sigue avanzando, teniendo más libertad que cuando el sol esta en lo alto.

Harry puede decir que su lobo (y él mismo) había estado irritado desde la noticia de una nueva vecina. Que resulto ser la nueva secretaria del alcalde. Y que aparentemente, según rumores, esta bastante interesada en el alcalde. Lo que lo ponía de los nervios eran las sugerencias obscenas que sugerían por el pueblo, incluso entre sus alumnos. Eran ellos dos por horas y horas, y algunas personas inevitablemente comenzaron a hablar sobre lo que hacían cuando nadie los veía.

Los rumores lo tenían mordiéndose las uñas, caminando en círculos en su oficina. ¿Y si eran verdad? ¿Quizás Malfoy quería seguir adelante? Malfoy no había estado con nadie desde esa noche hace muchos años (diez años para ser especifico; su aniversario estaba a la vuelta de la esquina. Harry tiene la fecha grabada en las retinas), y parecía esperar que le diga algo, ya que, cada que se veían, se iba oliendo a decepción e irritación. Pero tampoco le lanzaba alguna pista sobre lo que esperaba de él, y eso lo estaba volviendo loco. Harry se sentía como un cachorro pateado y abandonado cuando el alcalde se daba la media vuelta, con el ceño fruncido estropeando sus hermosos rasgos.

Al parecer, su lobo decide que ya es suficiente de autocompasión. Además, ciertamente estaba algo preocupado por el olor que emanaba de la casa del alcalde Malfoy. ¿Qué estaba haciendo como para que huela tan terrible?

Se acerca sigilosamente, golpeando sus almohadillas suavemente contra la grava, a una ventana de la planta baja. Por suerte, era lo suficientemente alto en dos patas como para lograr asomarse por la ventana. La vista era realmente buena, ya que podía ver la sala de estar. Pero estaba vacía, así que la vista no le servía de nada. O eso pensó, hasta que se da cuenta que también tiene una perspectiva de las escaleras, de las cuales apareció Malfoy. Parecía apurado, casi cayéndose de las escaleras mientras se resignaba a dejar su bata abierta. Tenía ojeras, y lo único que quería era arrastrarlo a una cama y arroparlo.

Su lobo aplana sus orejas, soltando un sonido miserable mientras miraba con ojos tristes. Su preocupación aumenta, y quiere estar allí, con él. Desea que Malfoy lo note, que le sonría como cuando tenían dieciséis y aun no había dicho la mierda que dijo, justo después de tener su primera vez.

Fue perfecto hasta que Harry abrió la boca.

Debería decirle a tu padre sobre esto, ¡su cara cuando se entere que su hijo tuvo sexo con un excluido!”, había dicho riéndose, y Malfoy, no, Draco en ese entonces, lo miro con ojos en blanco, sin ninguna emoción. Cuando le pregunto, con una voz demasiado tranquila, a que se refería, Harry respondió que: “Le vendría bien una lección de humildad, escuchar como su hijo, intocable, se lo follo un hombre lobo. Seguro que lloraría de la vergüenza”.

Fue entonces donde Malfoy se levantó, en silencio, y se fue sin decirle ninguna palabra, ni siquiera una mirada. No lo entendió en ese momento, y ciertamente no ayudo que Harry se sintiera herido por el trato frio de Malfoy, y por ende dejaran de hablar.

Pero ahora lo entiende, y eso lo hace peor.

Porque, por supuesto, Draco creyó que Harry había tenido sexo con él solamente para molestar a su padre, y alardear de haber robado de la virginidad que le había confesado; porque, por supuesto, Draco creyó que se acostó con él solamente por ser un Malfoy, el hijo único del alcalde y que todos los excluidos odiaban.

Para Draco, todo fue un plan retorcido para poder vengarse de Lucius Malfoy.

Y era culpa de Harry, ya que nunca le dijo a Draco que también era su primera vez; nunca le dijo que quería más que sexo con él.

Nunca se atrevió a decirle sus sentimientos.

Nunca le ha dicho que ha estado, en estos últimos diez años, sentado obedientemente como un perro, esperando. ¿Qué cosa? Harry no lo sabe. Quizás espera que Malfoy le lance un hueso, algo que le indique que todavía lo quería en su vida.

Su vida era un desastre, y el lobo de Harry se ha sentido miserable desde entonces.

Ahora esta asomado por la ventana de Malfoy, con una preocupación injustificada, mirando con grandes ojos de cachorro como Malfoy desaparecía en la cocina, la fuente del horrible olor.

El lobo resopla mientras deja caer su cabeza entre sus patas, empañando levemente el cristal. Hacia frio, pero no es como si Harry pudiera sentirlo. Se queda en la ventana, viendo hipnotizado como el cristal volvía a ser transparente. Es entonces cuando se da cuenta que Malfoy dejo de moverse ruidosamente por la cocina.

En su lugar, esta en las escaleras, mirándolo.

La cola entre sus patas traseras se mueve enérgicamente y sus orejas se levantan, y Harry no puede evitar lanzar un ladrido emocionado. Por fin tenía la atención de Malfoy, y solamente le costó una década. Pudo haberlo hecho peor.

Muy dentro de su subconsciente, Harry sabe que esto es terriblemente espeluznante, y que estará mortificado mañana por la mañana. Pero, por ahora, su lobo esta feliz, y Harry estaba contento por tener esos ojos grises fijos en él por más de cinco segundos, y sin el desdén habitual.

Malfoy está congelado en las escaleras, mirando como en su ventana hay un perro demasiado grande (que sabía era un lobo, pero se negaba a llamarlo así). La cola de Harry se meneaba con entusiasmo, casi pareciendo un borrón, y su lengua estaba afuera. Tenia en su hocico una sonrisa de perro.

El lobo ve a Malfoy suspirar pesadamente, aunque sus ojos brillan con algo que Harry, como lobo, no puede descifrar. Sus pensamientos están demasiado confusos y eufóricos como para poder leer la expresión del otro.

Realmente hace un gemido triste cuando Malfoy vuelve a desaparecer.

Pero se anima rápidamente cuando escucha la puerta principal abrirse, y como la melodiosa voz de Malfoy grita:

—¡Ven aquí, Potter!