
Año 1 Primera parte
Hay algo que nadie dice acerca de ser vidente: es terriblemente aburrido y anticlimático.
Saber lo que va a pasar semanas antes de que ocurra es fantástico cuando se trata de un examen sorpresa en sus lecciones privadas o de lo que podría convertirse en un accidente grave mientras juega con sus amigos, puedes prepararte en consecuecia y de vez en cuando evitar los resultados más catastróficos. Pero saber lo que te van a regalar por tu cumpleaños o ver tu fiesta sorpresa antes de que ocurra es lamentable, son pequeños gestos y lo que sus padres creen que son microexpresiones de superioridad cuando caminan por el Callejón Diagon lo que le dice que este año recibirá una escoba pese a que aun no podrá llevarla a Hogwarts, hace años que renunció a sorprenderse y prefirió permitirles a sus padres pequeñas falsas victorias ya que nada supera la sonrisa de su madre cuando cree que ha logrado sorprenderlo con su regalo, o el orgullo en el rostro de su padre cuando cree que Draco permanece ignorante en ciertos temas “de adultos”. Por eso prefiere quedarse callado acerca de ciertas cosas, le gusta cuando otros se sorprenden, es una pequeña misericordia frente a la decepción que siente él mismo cuando descubre algo que aún no debería saber.
Harry Potter irá a Hogwarts y saberlo incluso antes de abordar el tren es decepcionante, la noticia se esparce como pólvora y la emoción de sus compañeros lo llena de envidia. De no haber visto la tonta cicatriz su visión podría haberlo descartado como otro niño aleatorio de la vida de Draco y no haberle mostrado nada más que una conversación corta en Hogwarts, pero en el momento que vio el tan aclamado rayo (es más como una grieta que nace en la línea del cabello y termina casi en media frente) debajo del desastre que era el cabello de Harry lo supo. Harry Potter iría a Hogwarts y las posibilidades de que Draco tuviera un primer año normal se habían desplomado a casi cero.
Cuando llegó su carta de Hogwarts pasó casi una semana con la visión parcialmente nublada, la llegada de esa carta había traído a la mesa una discusión que no podía retrasarse más. Si bien con los años Draco había aprendido a cerrar la boca acerca de sus visiones, sus padres aún no estaban seguros de enviarlo tan lejos de su supervisión bajo la mirada atenta de adultos que claramente no se tragaban la mentira de que habían sido controlados por Voldemort, la presencia del profesor Snape apenas era un alivio y más un atenuante a su preocupación, durante esa semana pasaba de verse a sí mismo subiendo al expreso de Hogwarts a verse con un uniforme de Beauxbatons e incluso en un par de ocasiones se vio a sí mismo continuando con lecciones particulares, era imposible mantenerse al día en el cambio en la opinión de sus padres al punto en que empezó a marearse con la velocidad que cambiaban sus visiones. Para el final de la semana las discusiones se habían calmado y sus padres se establecieron en un silencio tranquilo y, finalmente, Draco pudo verse a sí mismo despidiendose de sus padres en la plataforma 9 ¾ sin la niebla parcial que había nublado su visión a lo largo de la semana.
La última semana de vacaciones trata de ver lo que depararía el año escolar pero el ojo interior se sintió repentinamente nublado, lo que no es raro ya que las avalanchas de nuevas posibilidades eran difíciles de navegar. ¿Vislumbrar el futuro de tres personas que seguían una rutina diaria sin contar a los elfos domésticos o las visitas ocasionales de su padrino? Fácil, había pasado años aprendiendo las pseudo microexpresiones de sus padres, en este punto de su vida lo único que realmente podía sorprenderlo era una visita sorpresa de su padrino. ¿Vislumbrar el futuro en una escuela llena de niños desconocidos y profesores nuevos? Sonaba como una buena forma de tener dolores de cabeza constantes y direcciones contradictorias, la perspectiva lo emocionaba y lo aterraba a partes iguales.
Cuando finalmente escapa del abrazo de su madre y logra subir al tren, ya puede vislumbrar destellos de niños anunciando por todo el tren que Harry Potter irá a Hogwarts.
Echa un vistazo a las probabilidades que surgirían a raiz de ir a buscarlo y decide que no le gusta la idea de ser encontrado por Crabbe y Goyle tan pronto, por lo que en su lugar decide leer alguno de los libros que trajo para el viaje mientras espera pacientemente a que sus amigos lo encuentren. Las pequeñas sorpresas, como una nacida de muggles preguntando por el paradero de un sapo, son momentos de absoluta felicidad para Draco incluso si ya sabe tres posibles soluciones exitosas para el problema, es un soplo de aire fresco encontrarse a sí mismo ayudando a atrapar el tonto sapo de Longbottom a través del tren, incluso si sabe que el pobre niño volverá a perderlo nada más bajar. Crabbe y Goyle tardan casi la mitad del viaje en encontrarlo (mucho mejor que los tres cuartos que había visto en un principio) y durante el resto del viaje las conversaciones se dividen entre lo genial que será estar todos juntos en Slytherin y en cómo sería genial que Harry Potter fuera a Slytherin también, el brillo en sus rostros impide que Draco mate sus esperanzas diciéndoles lo poco que ha logrado ver. Sin conocer bien su personalidad, a Draco le era completamente imposible prever con exactitud en qué casa de Hogwarts estaría el niño.
La única sorpresa que tuvo en la selección fue que Granger, la niña que ayudó a Neville a encontrar su sapo, terminó en Gryffindor en lugar de Ravenclaw como había previsto, seguramente la propaganda favorable de la casa debió haber inclinado la balanza. Neville terminó también en Gryffindor en lugar de Hufflepuff, pero eso tenía que ver más con la autoritaria abuela del niño que, de forma nada sutil, intentaba que su nieto emulara a su hijo a cada paso del camino. Su propia selección en Slytherin no es más que el resultado de una ardua discusión con el sombrero seleccionador que sigue insistiendo en que Ravenclaw podría ayudarlo a expandir su conocimiento del ojo interior, mientras que Draco defiende que Slytherin le permitiría un margen de maniobra más amplio sin el escrutinio de ser el primer Malfoy que no termina en Slytherin.
Ahora, ¿otra cosa interesante del ojo interior? Incluso si no te dice con exactitud lo que va a ocurrir, es un excelente juez de carácter, si a Draco le dieran a elegir entre tener a un perro o a su ojo interior juzgando el carácter de las personas a su alrededor, fácilmente renunciaría a tener una mascota. Fue esta preciosa habilidad la que le dijo que la madre de Blaise Zabini era terriblemente peligrosa y dado que desde que conoce a Blaise y a su madre el pobre niño ha tenido al menos media docena de padrastros, no es ahora que empezará a ignorar el hormigueo incómodo que siente cuando dirige su mirada a la mesa de profesores.
Quirrell emana peligro, tiene un aura oscura que no coincide con su comportamiento tembloroso o con su tartamudeo constante. Más allá de las ventajas de su ojo interior, Draco ha sido educado para identificar el peligro en los adultos en todas las formas posibles. Es por esto que a lo largo de su primer mes en Hogwarts, cuando el profesor Quirrell toca a alguno de sus compañeros, vigila sus manos atentamente pero jamás parecen detenerse más allá de un simple roce accidental, sus manos siempre parecen estar pegadas a su cuerpo y en realidad no mira a ninguno de sus compañeros de clase más de lo necesario por lo que descarta rápidamente su primera y peor suposición.
La oscuridad de su aura es más pesada y turbia alrededor de su turbante, Draco no puede imaginar una situación en la que eso tenga el más mínimo sentido, tal vez el peligro no está en el hombre, sino en su forma de pensar, pero en ningún momento se lo ha visto menospreciando a los hijos de muggles o a los mestizos. El peligro no identificado pone a Draco de los nervios, pero sin pruebas concretas de lo que este hombre podría estar haciendo lo máximo que puede hacer es advertir a su padrino del potencial peligro.