
A sus diez años había muchas cosas que Harry no entendía, cosas simples como el hecho de que cada vez que su tía cortaba su cabello hasta dejarlo al ras o totalmente disparejo, este al día siguiente volvía a su forma original, manteniendo todos los esfuerzos de la alterada mujer en una acción no menos que inútil.
Tampoco entendía por qué debía usar las ropas de Dudley si estas no le quedaban bien, demasiado grandes, muy holgadas y con agujeros que con el tiempo Harry aprendió a parchar con retazos de tela que encontraba sueltos en el taller de costura de su tía o de las ropas sin uso de Dudley que por alguna razón los Dursley se negaban que él usara.
Nunca logro comprender las personas en general, no parecían tomarle la más mínima importancia a diferencia de otros niños que parecían incluso llevarse bien con sus maestros mientras él era relegado en un rincón, sentado en silencio en una solitaria silla junto a la calefacción. Tampoco por qué a Dudley aparentemente le alegraba la infelicidad de Harry o el hecho de que tuviera que cocinar para todos en casa mientras él debía conformarse con los retazos del desayuno o que incluso le impidieran tener una manta sin parches en la alacena. Demasiadas cosas incomprensibles, pero a las cuales había aprendido a ignorar porque bueno, si él es un invitado en casa de los Dursley tal vez las cosas deberían ser así, no todo, pero si le estaban dando un techo lo menos que podía hacer era darles una mano tal como lo había dicho el tío Vernon.
Sin embargo, pese a los constantes esfuerzos por aprender a aceptar ese tipo de cosas en su estilo de vida, había algo dentro de él que le gritaba que las cosas no tenían por qué ser así. Tenía el derecho a tener amigos, ropa de su talla y un plato de comida caliente.
Nadie debía cortarle el cabello contra su voluntad ni levantarse con el sol para preparar una comida que escasamente le dejaran probar, que si alguna cosa llegase a salir mal él se las tendría que ver con las consecuencias.
Tampoco que debía ser el saco de boxeo de su primo y la razón de la mirada de horror de su tía, cada que algo aparentemente anormal pasaba cuando él estaba presente.
A veces respondía, no siempre, pero cuando se encontraba lo suficientemente agotado de su pequeña boca se profería una infantil protesta, estallando incluso en el momento más absurdo, porque había veces en las que simplemente estaba tan harto y quería un abrazo de una madre que no conocía o una palabra de aliento de un padre del cual no recuerda el sonido de su voz.
Anhelaba lo que Dudley tenía con sus padres, porque por más horribles que fuesen con él, ese par trataba a su desagradecido hijo como si este fuera la cosa más hermosa que pudieran tener en sus vidas, incluso si Dudley parecía más un cerdo que un humano Harry realmente podía reconocer un amor genuino de sus padres hacia él y lo envidiaba tanto como lo anhelaba.
Entonces, acababa de cumplir diez años y fue enviado sin cenar por su tía Petunia cuando en un ataque de rebeldía se negó a limpiar el desastre que había hecho Dudley con sus amigos en el jardín tras una tarde de juegos en la que Harry se la paso encerrado en su habitación porque en este tipo de reuniones que suele tener su primo es él quien sale con moretones.
Solo recibió un airado grito de: —¡Niño insolente!
Después el tío Vernon lo condujo hasta la alacena que finalmente cerro con llave desde afuera y a Harry solo le quedo recostarse en el incómodo colchón, mirando al techo y a una pequeña araña que era su única compañía.
Acababa de cumplir diez años y no sabía cuándo las cosas cambiarían.
Una parte suya quería llorar, sin embargo, hace tiempo se había cansado de eso. Aun así, no podía dejar de comparar los cumpleaños de su primo con los suyos y en cómo Dudley conseguía cosas tan hermosas con comida deliciosa y a su grupo de amigos jugando en el patio mientras este año no se le fue obsequiada ni siquiera un calcetín con agujeros.
Continuamente se preguntaba, ¿qué se sentirá ser un hijo? No sabe de sus padres y las pocas veces que sus tíos los mencionan no es más que para hacer comparaciones poco gratas del parecido de Harry con su padre o de cómo es tan insolente como su madre.
"Un par de lunáticos inservibles, al igual que tú." Había dicho Vernon una mañana que se encontraba inusualmente molesto con Harry, lo que no era novedad. Lo único diferente es que ese día, tras ser dichas aquellas palabras, la ira de Harry fue tanta que sintió como si una corriente de energía atravesara su cuerpo, para que después los focos de las lámparas estallaran, haciendo que todos en la sala gritaran del susto.
Desde ese día no volvió a escuchar que llamaran a sus padres de aquella forma en la casa o no al menos en su presencia.
Enojarse por ellos era la única cosa que Harry podía hacer para sentirlos más cerca, aun si ni siquiera conocía sus rostros, él solo sabia que debía defenderlos pese a lo que los Dursley dijeran de ellos.
Las horas siguieron pasando y Harry escucho las risas de Dursley al despedirse de sus amigos igual de tontos que él y aquellas risas le produjeron un malestar más familiar del que le gustaría admitir, recordando como Dudley había alejado hasta al único niño que había tratado de hablar con él convirtiéndolo en un rechazado en la escuela.
Realmente se esforzaba por no llorar, no quería hacerlo, pero era difícil cuando escuchaba a los padres del tonto de su primo, desearle las buenas noches y la promesa de irle a leer un cuento más tarde, aun cuando su primo siempre los rechazaba mientras seguía sonando el canal de deportes de fondo el cual raras veces le dejaban ver.
Entonces, todas las luces fueron apagadas y la última fracción de brillo desapareció de la alacena, sumiéndolo en la completa oscuridad que cobijaba al pequeño cuerpo que se aferraba a una raída manta que mordía con todas sus fuerzas para evitar llorar aun si sus esfuerzos eran inútiles y sus lentes ya se habían empañado.
Cuando el reloj sonó con aquel distintivo tono que marcaban las doce y con esto su décimo cumpleaños finalmente había terminado y el cansancio del día lo estaba venciendo, solo pudo desear que el siguiente año le dieran una manta más gruesa para cubrirse del frío.