Harry Potter y el delineado de Malfoy

Harry Potter - J. K. Rowling
M/M
G
Harry Potter y el delineado de Malfoy
Summary
Draco Malfoy amaba pintarse las uñas, cuidarse el cabello, pero sobre todo, amaba delinearse. Pero el que fuese un chico femenino no significaba que no podía ser dominante y someter a cualquiera que desease.Fanfiction slash del universo del universo de Harry Potter.Smut/ Romance ¿?Drarry, en la academia, canon compliant hasta la guerra.Especial "feliz cumpleaños, Draco".Todos los personajes son pertenecientes al universo de Harry Potter, de J.K Rowling, yo sólo me divierto con ellos.
All Chapters

La falda

Potter, Potter, Potter.

Potter gimiendo su nombre.

Potter rogando por su toque.

Potter corriéndose dentro de su boca.

Aquello fue todo lo que siempre imaginó y más. Draco siempre fue consciente de lo mucho que deseaba a Potter, de lo mucho que había estado esperando aquel momento en el que su rival eterno presentase algún momento de claridad —y tal vez debilidad— para complacer todos esos deseos que se vio a sí mismo estado reprimiendo por años.

Una vez. Una sola vez y será suficiente.

O por lo menos eso fue lo que había pensado por un largo tiempo. Draco quería... no, necesitaba creer que con una sola vez bastaría, que la lujurian y el deseo se detendría una vez que consiguiera poseer el cuerpo de Harry Potter de alguna manera. Pero no.

Lo sucedido en el salón de clases no le había bastado. Ni un poco.

Es más, el encuentro logró, de alguna manera, empeorar por mucho los deseos y fantasías de Draco hacia el moreno.

Aquel suceso hizo que Draco se diera cuenta de que Potter era más que un capricho, más que un deseo. Draco Malfoy quería a Harry Potter y lo quería por más de un rato. Quería poder poseer su cuerpo cada que se le antojase, quería que el moreno suplicase por su tacto y quería ser el único que lograse complacer a Harry. No la Weaslette, ni Chang o cualquier otro; él.

Draco anhelaba a Potter y lo ha hecho por más tiempo del que él hubiese estado consciente.

Quería a Harry Potter sólo para él y Draco siempre obtenía lo que quería.

 

Harry se estaba volviendo loco y esa locura tenía nombre y apellido.

No tenía ni la menor idea de por qué había permitido que Malfoy jugase con él de tal manera y mucho menos sabía por qué lo estaba disfrutando tanto.

Desde aquella tarde, Malfoy se instaló en la mente y cuerpo de Harry y se negaba a salir de allí, torturándolo a diario. No había día en el que Harry no pensase en lo ocurrido en esa aula vacía y tampoco hubo día en el que no deseara que ocurriera de nuevo.

Pero, para su mala suerte y sorpresa de nadie, Malfoy amaba hacerle la vida de cuadritos a Harry, y esa ocasión no iba a ser la excepción.

El muy maldito lo había estado ignorando desde hace más de una semana. ¿Cómo se atrevía? Literalmente hace menos de un mes se lo había estado comiendo con la mirada hasta comérselo de manera literal, ¿y ahora ni siquiera un "hola"?

Vaya que Draco Malfoy era un hijo de puta.

Y para colmo, el muy imbécil cada día se ponía más guapo —si es que eso era posible—. Harry no sabía si era producto de su imaginación o es que de verdad Malfoy se esforzaba cada vez más en verse tan jodidamente apetecible, pero fuera lo que sea que fuese, no sabía por cuánto tiempo más podría contener las ganas de acorralarlo contra una pared y besarlo hasta correrle ese hermoso labial magenta con el que adornaba sus labios.

Agradecía al universo, Dios o lo que sea que sea que se encargase de manejar su vida que, por fin, había llegado el fin de semana, por lo que ya no tenía que soportar ser ignorado por Malfoy. Lo que no agradecía era que tenía que estar solo por dos días. Dos larguísimos días en los que su cerebro parecía estar dispuesto a torturarlo hasta la locura con la imagen del recuerdo de Malfoy.

¿Por qué tenía que tener tan buena memoria cuando de detalles tontos se trataba?

Las manos de Malfoy apretando sus muslos, su chongo despeinado, el labial corrido, sus pupilas dilatadas y sus mejillas sonrojadas. No le molestaría verlo así más seguido.

Malfoy, Malfoy, Malfoy. ¿Por qué ese maldito tenía tanto poder sobre él? ¿Por qué con una sola mirada lograba adueñarse de sus sueños y mudarse a sus pensamientos?

Harry gimió, sintiendo cómo la frustración se apoderaba de él. Se revolcó una vez más entre sus sábanas y hundió su cuerpo en el colchón.

Debería salir, dijo una voz dentro de su cabeza. Debería estar afuera divirtiéndome, emborrachándome y follando con un desconocido, no sufriendo por un idiota. Un bonito idiota.

Si era sincero, era su culpa no estar afuera divirtiéndose con sus amigos. Después de todo, él había sido quien rechazó la invitación de Ginny y George para salir de joda y terminar con una resaca monumental bajo la excusa de que tenía muchos deberes.

Mentiroso.

No tenía ni un sólo pendiente escolar. Sin tareas, ni proyectos, nada. Sólo él y su malhumorado trasero que habían elegido quedarse echados en la cama todo el jodido día.

Incluso Ron y Hermione le ofrecieron ser su mal tercio con tal de no dejarlo solo todo el día, siendo rechazados fríamente por su compañero de piso.

Ahora se arrepentía, claro está.

El sonido del teléfono fijo de la cocina lo sacó de sus pensamientos. Destapó su cuerpo y caminó con pasos lentos y pesados fuera de su habitación. Se adentró en la gastronomía del departamento, que se veía sumida en la oscuridad, puesto a que no se había molestado en levantarse de la cama en todo el día, mucho menos en salir a cocinarse algo. Durante todo el fin de semana había sobrevivido de las sobras de comida que Ron dejaba en su habitación y comida chatarra que tenía en su buró.

Levantó el teléfono esperando encontrarse con la voz de Hermione, diciéndole que tanto ella como Ron habían olvidado las llaves del departamento, pero eso no sucedió. En su lugar, sus oídos se vieron aturdidos por estruendosa música y una voz por encima de esta que le gritó:

—¡Oye, idiota! ¿En serio no piensas venir?

Una voz que reconocería en donde sea.

—¿Ginny?  —preguntó Harry, sintiendo que tenía que gritar para que su amiga lo escuchase por encima de todo el ruidero—. Ya te lo dije, hoy no puedo. Tengo mucha...

—Ah, no —interrumpió ella—, que ni se te ocurra venirme con esa mierda de nuevo, Potter. ¿Acaso crees que no conozco tu tono de "estoy mintiéndote descaradamente a la cara"?

Harry apretó los puños. Bien, ahora Ginny estaba consciente de que le había mentido y, conociéndola, seguramente estaría furiosa.

—De acuerdo, perdón —musitó Harry sintiéndose culpable—. Es sólo que... estos días no he estado muy bien, ¿sí?

—Cállate —escupió Ginevra, y recién ahí Harry notó lo ebria que estaba—. Estoy harta de tus mentiras. ¿Por qué no estás aquí, Harry? ¿Es que acaso ya no me quieres?

Genial, justo lo que necesitaba: una Ginny enojada y borracha.

—No, Gin, sabes que no es eso —Intentó sonar calmado, pero la idea de que su hermanita sustituta estuviera en un club llenó de magos ebrios y potenciales violadores no le era para nada tranquilizante—. ¿Dónde está George?

—No lo sé, creo que lo vi salir con Angelina y... ¡deja de cambiar el tema, idiota! —chilló ella—. No tendrías que preocuparte por mí si estuvieras aquí.

Harry apretó el teléfono fijo en su mano, sabiendo que aquello, probablemente, era su karma por mentiroso.

—Quédate ahí, Gin, voy para allá.

Harry nunca fue fan de los clubes o las fiestas. Siempre había encontrado el ruido como algo estresante y jamás logró encontrar lo llamativo de emborracharse en un lugar lleno de gente desconocida que bien podría aprovecharse de él dado a su estado de ebriedad. Cuando quisiera emborracharse, siempre podía llamar a Ginny y George, y ellos llegarían a su departamento con toda la licolería de Londres en sus manos.

Y, a pesar de haber ido a un sin fin de fiestas después de la guerra, nunca les encontró lo interesante. Era una pena, ya que rechazaba por lo menos dos invitaciones por semana. Después de todo, Harry Potter tenía que ser el único joven de veinte años que aborrecía tanto la idea de salir de fiesta y tomar hasta perder la memoria.

No obstante y para su mala suerte, una de sus mejores amigas era la mayor fanática fiestera jamás concebida.

Cuando no estaba estudiando periodismo en la academia o entrenando quidditch, Ginny vivía en clubes, bares y casas ajenas. No es que Harry no estuviese acostumbrado a ir por su hermana sustituta a toda clase de lugares estrafalarios y de mala muerte, no, en definitiva ese no era el problema, por lo menos no dentro de su amistad. Es más, Harry era el mayor fan de Ginny "tan divertida como ebria" Weasley.

El problema, en esta ocasión, era el lugar al que tenía que ir para recogerla. Más que el lugar era el tipo de gente que se encontraba ahí.

Solamente a Ginny y George Weasley se les ocurriría amigarse del clan Slytherin.

Quién iba a decir que Ginny y Pansy Parkinson tuvieran tantas cosas en común. Cuando la chica le comentó a Harry por primera vez de su repentino enamoramiento por una vieja compañera escolar, Harry nunca se esperó que Ginny llegara al desayuno semanal en la madriguera tomada de la mano de Pansy Parkinson. La Pansy Parkinson,

Si era honesto, Harry no pensó que la relación de la menor de los Weasley con la mejor amiga de cierto rubio que lo tenía loco fuese para largo. Al fin y al cabo, Ginny jamás duraba más de un mes con sus parejas.

Pero no. Por supuesto que la intuición de Harry tenía que fallar.

Así que allí estaba, parado frente a la puerta del club situado a la mitad de la avenida muggle londinense que Parkinson frecuentaba con sus amigos. Sí, todos sus amigos.

Se detuvo frente al establecimiento escuchando como la música era amortiguada por las paredes del local.

Aspiró profundo, calmándose a sí mismo, pensando en qué tal vez él ni siquiera estuviera allí dentro. Que, tal vez, odiaba las fiestas y los clubes tanto como él, y que simplemente haya decidido quedarse en casa.

Exhaló el aire que estaba reteniendo en sus pulmones, apretó los puños y se adentró en las entrañas del club nocturno.

El aire caliente y aroma a alcohol chocaron contra su rostro en cuanto puso un pie dentro del club. Joder, cómo detestaba eso. El club era iluminado únicamente por luces de colores que cambiaban al ritmo de la ensordecedora música. Había jóvenes adultos por todos lados, bailando, cantando, tomando hasta perder la consciencia y riendo en el proceso.

Caminó esquivando gente y esperando que nadie lo reconociese. Después de todo, sabía que había gente desquiciada en el mundo del periodismo que haría lo que sea por tener una foto de Harry "aguafiestas" Potter en una de las discotecas más populares entre los jóvenes magos para publicar en la primera plana.

Harry recordó con amargura que el que el estilo de vida de la menor de los Weasley se basase en gran parte en estar en lugares como estos cada fin de semana era, entre muchas otras cosas, una de las principales razones por las que su relación no había funcionado. Después de todo, era mucho menos estresante pensar en su amiga metida en un club nocturno haciendo quién sabe qué con quién sabe quién que pensar en su novia haciéndolo.

Se movió entre la multitud buscando con la mirada a Ginny. No obstante, encontrar a cualquier persona dentro de ese lugar parecía ser de todo menos posible. Sumándole a eso el hecho de que, gracias al movimiento, era imposible caminar sin tambalearse como loco.

Se dirigió al fondo del establecimiento, direccionándose directamente hacia el área que era conocía como "El Nido de Serpientes", donde solían habitar los antiguos miembros de la casa Slytherin.

Tuvo que pasar por encima de un grupo de adolescentes, que ni siquiera deberían estar allí, que estaban demasiado ocupados prendiendo sus porros mal enrolados como para reclamarle a Harry que, prácticamente, se había abierto paso entre ellos por medio de empujones.

Y ahí, justo en el fondo de la discoteca, en un sillón que, claramente, estaba reservado para el grupo de Parkinson, se hallaba Ginny Weasley.

Trepada encima del regazo de su novia y en medio de una acalorada sesión de besuqueo.

Harry no pudo evitar arrugar la nariz al toparse con la imagen. No todos los días ves a tu ex-novia/hermana postiza trepada en la mejor amiga de quien te hizo la vida imposible en la escuela —y lo seguía haciendo a día de hoy—.

—¡Ginny! —gritó por encima de la música acercándose hacia ellas, pero la mencionada no pareció oírlo.

—Heeeey, Potty —saludó Parkinson entre besos, que sí lo había escuchado. Claramente ella también estaba ebria.

—Hola —devolvió el saludo Harry incómodo. Se acercó a su amiga y la tomó por uno de sus brazos—. Creo que debería llevármela.

Pansy frunció el entrecejo y se aferró aún más a la cintura de su pareja.

—No lo creo, Potty —masculló la chica—. Piérdete.

Genial. Iba a ser una de esas noches.

Suspiró cansado. Decidió que no estaba de humor para lidiar con la fastidiosa y ebria Pansy Parkinson, por lo que procedió a jalar el brazo de Ginny, buscando que la chica le prestase atención.

—Harryyyy —canturreó Ginny sonriente—, ¡viniste!

—Sí, Gin, vine a buscarte —contestó—. Vámonos por favor.

—Pe... pero no me quiero ir —se quejó Ginevra, pero para ese punto sus quejas no eran más que murmullos poco entendibles dado a su estado de ebriedad—. Quiero quedarme aquí, ¡con Pansy!

Desvió la mirada incómodo al ver cómo Pansy sonreía ante la mención de su nombre y mordía coquetamente el cuello de Ginny, que soltó un muy poco pudoroso gemido.

—Sííí, no creo que debas quedarte aquí —argumentó él, jalándole con un poco más de fuerza el brazo—. Sabes que no debes viajar por flú cuando estás ebria. La última vez tuve que ir por ti a Moscú sólo porque tú no podías formular palabras de lo borracha que estabas la noche anterior.

—¡Déjame! —gritó, intentando zafarse de su agarre—. Yo... yo no estaría así de borracha si tú... si hubieras venido conmigo. ¡Mal amigo!

—Oh, genial, no recuerdas cómo hablar correctamente pero sí recuerdas que estás enojada conmigo.

Ginny abrió la boca y en un inició Harry pensó que seguiría discutiendo, pero en lugar de eso, ella echó su cuerpo hacia adelante. Harry la miró confundido una milésima de segundo antes de notar que sus tenis nuevos eran bañados en un líquido espeso y caliente.

¿Por qué le pasaban estas cosas?

 

Su garganta escoció al entrar en contacto con aquella vaga imitación del whisky de fuego, pero eso poco le importó. Tampoco le importó que la música fuera vulgar y estridente, penetrando violentamente sus canales auditivos; mucho menos le interesaron las miradas lascivas que el grupo de jóvenes magos le dedicaban de vez en cuando desde una de las mesas que se encontraban detrás de la pista de baile, ni cómo miraban sus piernas que eran únicamente adornadas por unas medias de encaje negro y una falda blanca.

Nada de eso le importaba, no esa noche. Se sentía como el rey del mundo.

Draco era el rey del mundo.

Bailó despreocupadamente de la mano de Theo, dando vueltas sin sentido y pasos que, a pesar de verse entorpecidos por el efecto que el alcohol tenía en él, no dejaban de ser completamente hipnotizantes para cualquiera que tuviera la suerte de verlo.

Al cabo de un rato, aquellas miradas que antes le habían parecido halagadoras se convirtieron en una molestia y, a pesar de que había intentado por todos los medios no darles importancia, aquella molestia escaló a ira cuando uno de los imbéciles que estuvieron observándolo por lo que parecían años se levantó de la mesa. El idiota caminó tambaleándose hacia él con aires de grandeza y una sonrisa petulante, que no hizo más que sacarle una carcajada a Theodore.

—Tranquilo, bonito, ya puedes dejar de desvestirme con la mirada —habló él, y Draco tuvo que retener las ganas de vomitar que se formaron en su estómago al oler el aliento del joven, ahogado en alcohol.

El extraño hizo el ademán de rodear la cintura de Draco con las manos, pero Draco fue más rápido, removiéndose al instante del contacto del imbécil-y-borracho-desconocido.

—¿Yo?, ¿desvestirte con la mirada? —espetó Draco con una sonrisa burlona—. No sabía que el alcohol adulterado causaba alucinaciones.

—Oh, vamos, bonito, —Se inclinó hacia Draco—, sé que te mueres de ganas por tenerme —Draco le miró con desagrado, escuchando las carcajadas de Theo a sus espaldas.

Empujó con una mueca de asco formada en el rostro al extraño hacia atrás. ¿Por qué la gente ebria no podía mantener un equilibrio decente sin echársele encima a la primera persona que se cruzara por su camino?

—Te he dicho que te alejes —escupió enojado. Acto seguido se dio la vuelta y se propuso tomar el brazo de Theodore para alejarse de allí—. Vamos, parece que éste imbécil no aceptará un "no" por respuesta.

No pudo dar ni dos pasos cuando sintió una mano ajena rodeando su cintura e impidiéndole moverse de lugar.

—Esto ya no me parece gracioso —espetó el borracho, ahogando a Draco con su aliento a alcohol—. Deja de hacerte el difícil, marica.

Draco furioso, conectó su mirada con aquel borracho desconocido. Lo miró con repulsión y odio antes de verterle encima el vaso lleno de whisky de fuego que llevaba en la mano.

—¡¿Qué parte de "no quiero" no entiendes, puto cerdo?! —le gritó desprendiéndose de su agarre y alejándose lo más rápido posible de la pista de baile sin siquiera molestarse en mirar hacia atrás, o acudir a los gritos de Theodore.

Corrió entre el gentío abriéndose paso por medio de empujones y pisotones. Ignorando cualquier queja que recibiese por ello. Buscó con la mirada la primera puerta que estuviese a su alcance, entrando a la puerta negra que se localizaba en el fondo del pasillo y daba la entrada al baño de hombres.

Cerró la puerta detrás de sí, y pegó su espalda a la misma, dejando que su respiración saliese entrecortada de su pecho y advirtiendo el nudo que se formó en lo profundo de su garganta, obstruyendo el paso a la atosigante necesidad de coger aire que se había adueñado de sus pulmones.

Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás. Odiaba al mundo, a los idiotas que creían que sólo por ser un chico femenino eso lo hacía débil y sumiso. El que disfrutará de vestirse con cosas que tradicionalmente se consideraban femeninas, maquillarse, pintarse las uñas o cuidarse el pelo no lo hacía menos hombre, y mucho menos un chico fácil de dominar.

Draco jamás había sido sumiso y su expresión de género no cambiaría aquello y estaba harto de que la gente pusiese sus estúpidas expectativas y estereotipos de género sobre él.

Se sentía humillado y furioso. Tanto que lo único que lo sacó de su espiral de emociones fue el sonido de la puerta de uno de los cubículos abriéndose y pasos que se dirigían hacia los lavabos del baño.

Abrió los ojos de golpe y fijó su mirada en el oscuro ambiente de aquel baño público, sólo para encontrarse con la última persona con la que querría encontrarse en ese preciso momento.

—Tienes que estar jodiendome.

 

Harry miró con sorpresa a Draco Malfoy, que estaba parado contra la puerta del baño viéndolo su típica cara de fastidio.

Tuvo que hacer un esfuerzo extra para no prestar demasiada atención a las piernas de Malfoy, que se dejaban ver por debajo de la falda que traía y eran adornadas por unas bonitas medias de encaje.

¿Cuándo había comprado una falda, y por qué se veía tan jodidamente bien usándola?

—¿En serio? —le espetó—. Ya entendí que estás obsesionado conmigo, pero ¿seguirme incluso en fines de semana?, eso ya es demasiado, hasta para ti, Potter.

Harry boqueó unos segundos, mirando indignado al rubio.

—¡Yo no..! Yo no estaba siguiéndote, grandísimo tarado —masculló, furioso—. De hecho, lo último que quería era encontrarme contigo.

—Ya. —Alzó una ceja incrédulo—. Hagamos como que te creo.

—En serio, vine buscando a Ginny. Me llamó ebria molesta porque no estaba aquí con ella... Ella y George me invitaron a venir con ellos, pero no tenía ganas de salir, pero entonces George se fue a quién sabe dónde y yo no podía dejar a Ginny sola, la encontré besando a tu amiga, Parkinson, y cuando me la quise llevar a casa me vomitó encima y...

—Potter —interrumpió Malfoy tajante—, no me tienes que contar tu vida sólo... —Llevó su mano derecha a su frente—. Sal de mi vista.

Harry le miró avergonzado, reconociendo que había compartido más información de la que le habían solicitado. Pero no iba a dejar que Malfoy supiera que lo había avergonzado.

—Tú empezaste —contraatacó de mala gana, sacándole a  Malfoy una sonrisa socarrona.

—Contestas como un niño pequeño, Potty —se burló mientras se cruzaba de brazos.

Y Harry por alguna razón sintió como su corazón daba un vuelco ante el apodo pronunciado por los labios de aquel fastidioso joven. Sabía que era una tontería, que aquel era uno de los miles de apodos que los ex-slytherin usaban para referirse a él. No sentía eso cuando Parkinson lo llamaba así, o cuando Zabino o Nott lo hacían. Pero con Malfoy... Malfoy era diferente.

Siempre había sido así.

—¿Sabes qué? No tengo tiempo para esto —masculló iracundo—. No tengo tiempo para tus juegos.

—¿Mis juegos? —inquirió Malfoy ladeando la cabeza. Un mechón de cabello cayó por su frente y Harry podría jurar que su pulso se detuvo por un instante—. ¿Qué juegos, Potty?

Otro vuelco.

Maldito apodo. Maldito Malfoy y malditos sus labios apetecibles pronunciando dicho sobrenombre. Y maldecía aún más a sus estúpido ojos que no habían despegado la mirada de los rojos y carnosos labios del joven.

—Sabes bien —gruñó Harry, aún sin dejar de observar los belfos de Malfoy—. No puedes hacer esto. Me das el mejor orgasmo de mi vida y luego me castigas con la ley del hielo. ¿Qué clase de persona hace eso?

La sonrisa de Malfoy se extendió aún más.

—Bueno, eso no lo sabía —contestó con simpleza—. Pero sí sé dos cosas.

Harry entró en pánico al ver esa mirada depredadora reflejada en los ojos de Malfoy. La misma mirada que había portado cuando lo acorraló en el salón de clases.

Tenía que salir de ahí rápido antes de hacer algo de lo que más tarde se arrepentiría.

—¿Que tienes que quitarte de la puerta si quieres que salga del baño? —habló sarcásticamente, intentando desviar el comentario de Malfoy y salir del baño lo más rápido posible.

—Sé que no has dejado de ver mis labios desde que empezamos a conversar. —Empezó a caminar lentamente hacia él y Harry definitivamente no se quedó embelesado viendo sus largas y lechosas piernas—. Y también sé que te mueres porque te dé más de lo que te dí en el salón.

Harry aguantó la respiración cuando sintió los finos dedos de Malfoy abarrotados de anillos posarse sobre su mentón.

—De verdad tengo que irme —farfulló nervioso.

—Ah, ¿sí? —Acercó más sus rostros, hasta el punto en el que Harry pudo oler la esencia de cereza que bañaba el lápiz labial de Malfoy—. Es una lástima. Porque de verdad quiero terminar lo que empecé.

La mano de Malfoy se posó alrededor de su cintura, mientras que la otra viajaba desde su mentón hacia su pecho. Comenzó a guiar a Harry hacia atrás, únicamente deteniéndose cuando la espalda baja del moreno tocó uno de los lavabos.

—¿No... no nos estábamos peleando? —susurró Harry contra el rostro de Malfoy.

—Mmm, sí —contestó él, manteniendo el contacto visual—. Pero he tenido una noche muy dura y ahora todo lo que quiero es relajarme. —Apretó el agarre de su cintura—. ¿Puedes darme lo que quiero, Potter?

Harry se perdió brevemente en los ojos del joven que lo tenía aprisionado contra un sucio lavabo del baño de aquella discoteca que él tanto detestaba. El ruido de la música que azotaba las afueras del baño quedó amortenciando, siendo reducido a simple música de fondo mientras se perdía en la ligera heterocromía que adornaba los orbes de Draco Malfoy.

Sin siquiera ser consciente del movimiento de su propia cabeza, Harry se encontró asintiendo.

Malfoy esbozó una sonrisa complacida antes de atacar sus labios. La familiar sensación de agresión y deseo que no había sentido desde aquel día en el salón de clases lo inundó una vez más, mientras se sentía hechizado por los besos del joven.

Malfoy mordió bruscamente el labio inferior de Harry, ocasionando que éste en reacción, abriese la boca, esperando ansiósamente la intrusión de la caliente y húmeda lengua de Malfoy en su interior al mismo tiempo que buscaba rodear el cuello del rubio con sus brazos.

No obstante, Malfoy evitó que Harry llevase a cabo ambas acciones. Separándose abruptamente de él, posicionando ambas manos en su cadera y volteando a Harry agresivamente contra el lavabo, causando que Harry se encontrase con el espejo frente a los mismos, topándose así con su reflejo y el de Malfoy, que aprovechaba el desconcierto de Harry para dirigir sus manos al cinturón del moreno, deshaciéndose de él.

Harry miró atento cómo los ágiles dedos de Malfoy se deshacían de su pantalón y comenzaban a frotar su notable bulto por encima de la ropa interior.

—¿Emocionado, Potty? —se burló Malfoy apretando la erección de Harry.

—Mira quién habla —espetó Harry, que hace rato se había percatado de la presencia de la rigidez de Draco presionada contra su trasero—. Parece que alguien está encantado de verme. —Restregó su culo contra el miembro de Draco.

—Lo dice el que estuvo haciéndose pajas mentales con mis piernas por cinco minutos.

Malfoy comenzó a embestirlo por encima de la ropa. Harry se doblegó contra el lavabo, aún sin despegar los ojos de su reflejo en el espejo, incapaz de ignorar cómo el placer coloreaba sus ojos y el sonrojo se extendía por su rostro al mismo tiempo que sus labios tenían tintes de borgoña provenientes de lápiz labial del chico al que hace menos de un minuto había besado.

—¿Vas a follarme o no? —musitó Harry, que ya no tenía la cordura suficiente como para pensar en otro insulto. No cuando la falda de Malfoy se mecía de lado a lado mientras lo embestía de esa forma.

—Paciencia, Potty. —Detuvo las embestidas y Harry casi lloriquea cuando eso sucedió, evitándolo exitosamente. Lástima que no pudo evitarlo más cuando las manos del chico abandonaron sus caderas y se dirigieron al elástico de su ropa interior, bajándola finalmente hasta el suelo. Acto seguido, la atención de Malfoy se centró en el culo de El Elegido, pasando sus manos a éste y propinándole un firme apretón—. La verdad es que sí que estoy encantado de verte. Y más cuando estás aquí, con el culo parado hacia mí, desesperado por que te folle.

Sintió las manos de Malfoy pasearse por todo su trasero. Acariciando, tocando, apretando. Pero era tan lento.

La desesperación comenzaba a aflorar en su interior.

—Malfoy, apúrate —gimió Harry echando hacia atrás su culo, deseoso de que Malfoy comenzase con lo verdaderamente bueno.

Atisbó la sonrisa de Malfoy por medio del reflejo del espejo antes de que el mismo se arrodillase frente a su trasero,

—Paciencia, Potter, te aseguro que esto te gustará tanto como mi verga —contestó Malfoy, separando sus nalgas.

Harry tuvo que morder su labio para no estallar en gemidos cuando sintió la lengua de Malfoy rozar su entrada. Sumiéndose sin pudor alguno en la hendidura de sus nalgas, adentrándose en lo profundo de la cavidad anal de Harry. Apretó las manos en el lavabo con tal fuerza que sus nudillos se tornaron de color blanquecino y en las llemas de sus dedos se podía apreciar el color rojizo de su sangre.

La lengua de Malfoy logró traspasar la estrechez del canal de Harry, insertándose en él y paseándose alrededor del mismo, haciendo que el moreno sintiese cómo sus rodillas flaqueaban. Y justo cuando Harry creyó que no se podía sentir más placer, los labios de Draco se unieron a la ecuación. Succionando. Chupando. Besando.

Pudo sentir el aliento de Malfoy en su interior, al mismo tiempo que sentía cómo su entrada se dilataba gentilmente, permitiendo que Draco introdujera sus dedos en el interior de su recto. Harry echó la cabeza hacía atrás y dejó salir los gemidos que se habían estado escondiendo en lo profundo de sus cuerdas vocales. Se permitió sentir cómo Draco Malfoy se lo follaba con ayuda de su lengua y dos dedos. El sonido de los gemidos, jadeos y la obscena sinfonía de embestidas generadas por aquella lengua y esos habilidosos dedos.

La lengua de Malfoy serpenteaba en su interior, mientras que la mano que tenía libre se dirigía a su miembro, masturbándolo deliciosamente lento. Él sentía que podría morirse en cualquier segundo. Morir siendo follado por la lengua de Malfoy, morir a cada lamida, a cada embestida, cada chupada.

Podía sentir cómo sus músculos se tensaban y su espalda se arqueaba, preparándose para recibir el tan ansiado orgasmo.

Pero entonces, y justo cuando estaba por correrse, Malfoy se detuvo.

Harry dejó salir un jadeo, sintiendo cómo Draco se ponía de pie y regresaba una de sus manos a su cadera. Miró atento por el reflejo, cómo el chico bajaba su ropa interior —bragas de encaje negro que hacían juego con las medias— y alzaba su falda, mientras le regresaba la mirada por el espejo. Mirándolo como un depredador mira a su presa.

Viéndolo como si se lo quisiera comer. Como si lo quisiera devorar. Draco Malfoy lo iba a devorar.

Respiró hondo, sabiendo qué era lo que venía. Pero ni eso lo pudo haber preparado para la firme estocada con la que Draco Malfoy se incrustó en su interior. Firme. Agresivo. Tajante. Pasional. Justo cómo su relación.

Pasaron unos segundos en los que Malfoy no hacía más que observar detenidamente las expresiones de Harry a través del espejo, esperando cualquier gesto que le indicara que podía continuar; mientras que Harry se limitaba a sentir con cada nervio de su cuerpo la manera en la que su entrada engullía el grosor palpitante de Malfoy.

Harry relajó el rostro, acostumbrándose a la sensación, y el rubio tomó eso como una señal de que podía continuar.

El vaivén que Malfoy inició distaba de ser lento o cuidadoso. En su lugar era agresivo y firme, ocasionando que el sonido de sus pieles chocando se instalara en el baño y Harry tuviera que hacer esfuerzos para mantener su agarre sin carearse.

El miembro de Malfoy entraba y salía velozmente del viscoso agujero de Harry, compenetrándose desenfrenadamente en el canal de Harry una y otra vez, golpeando su próstata con cada embestida, mientras que su cadera era sometida a sentir cómo las uñas de Malfoy se clavaban en ellas, dando casi por seguro que dejaría marcas.

—¡Malfoy! —gritó Harry, comenzando a mover sus caderas contra el pene de Malfoy, profundizando aún más las estocadas.

—Merlín, Potter, mírate —jadeó Malfoy, acelerando el ritmo—. Tan guapo para mí, gimiendo mi nombre. Te follaré hasta sangrar, como siempre he deseado. Apuesto a que eso te encantaría, ¿a que sí? —gruñó, sin esperar respuesta de su parte—. Estás tan apretado, joder. Me encanta.

—¡Malfoy... mierda, Draco! —gimió Harry.

Los ojos de Malfoy se iluminaron al escuchar su nombre de pila, siendo eso lo último que necesitaba para venirse dentro de Harry. Inundando la entrada del moreno entrada de su caliente y viscoso semen. Siendo eso el incentivo que Harry necesitaba para alcanzar su propio orgasmo. Sentir a Draco en su interior. Sentir cómo lo llenaba de su semen.

Malfoy lo abrazó por la cintura y se recargó en su hombro, besando su cuello. Y Harry no pudo evitar pensar que no le molestaría sentir a Malfoy así más seguido.

—Si dejas de hablarme esta vez, te juro que te mato —Harry fue el primero en hablar después de recuperar el aliento.

Malfoy dejó salir una risita.

—Merlín, no. No pienso dejar de hablarte. —Rio contra su cuello—. Pero desearás que lo haga.

—Tonto —musitó Harry, presionando su cabeza contra la de Draco—. Te ves muy lindo en falda.

—¿Sí? —Sonrió—. Tú eres lindo.

Harry sintió sus mejillas calientes y el corazón pesado debido al comentario de Malfoy.

Lástima que lo tuvo que arruinar al decir:

—Así que... ¿El mejor orgasmo de tu vida, eh?

Le puso una mala cara y Draco soltó una sonora carcajada.

Sí, en definitiva podría acostumbrarse a eso.

Sign in to leave a review.