
James Potter estaba feliz, acababa de ganar el partido de Quidditch más importante de la temporada contra nadie menos que Slytherin. Se encontraba saliendo de los vestuarios de Gryffindor en dirección a la Sala Común donde se estaban los demás festejando el triunfo. Era el último en cambiarse, ya que disfrutaba de la soledad y el sonido de las gotas de agua de la lluvia torrencial golpeando contra el suelo y las paredes externas del castillo lo relajaba de sobremanera (especialmente luego de un partido importante) y le hacía olvidarse de todo, como si estuviera hipnotizado. Eso, junto a la sensación que le producía volar alto en su escoba mientras sentía el viento en su cara eran de sus cosas favoritas.
El azabache adoraba ganar los partidos, pero las interminables felicitaciones y vitoreos que le seguían a cada victoria durante, por lo menos, una semana eran demasiado agobiantes y molestos para él. No mal interpreten, adoraba a sus compañeros y las fiestas, pero muchas veces era algo excesivo.
De repente divisó una figura debajo del diluvio, acurrucada en medio del Campo de Quidditch.
—¡Hey! ¿Qué haces bajo la lluvia? Te vas a enfermar —. Exclamó algo divertido, pero al no obtener respuesta y al ver que el otro no tenía intenciones de moverse de donde estaba, comenzó a preocuparse.
Aún sin estar al alcance de las gotas que caían del cielo se acercó para cerciorarse de que estuviese bien, pero, al ver de quién se trataba corrió hacia su lado sin importarle volverse a mojar.
—¿Regulus? ¡Merlín! ¿¡Reg, qué te pasa!?
El chico menor estaba en el suelo, a la mitad del campo de Quidditch, con sus rodillas pegadas a su pecho, la cabeza entre estas y podían escucharse pequeños sollozos amortiguados a través de las mismas.
El azabache se agachó enfrente del menor de los Black, no sabía qué le pasaba y estaba muy preocupado, toda su atención estaba centrada en el chico que tenía delante, ya no importaba su ropa empapada, ni su pelo escurriendo agua, mucho menos el hechizo impermeabilizante que tuvo que colocarle a sus gafas.
Regulus, al sentir a alguien junto a él levantó su rostro, dejando ver a un niño totalmente roto y asustado, tenía los ojos rojos e hinchados por el llanto, estaba temblando como una hoja y cada vez se le hacía más difícil contener los sollozos.
—A-ayúdame p-por favor, Ja-James —. Habló entre sollozos incontrolables, su voz completamente rota.
El corazón de James se encogió, le dolía ver al niño de ese modo. Ya sabía lo que tenía, un ataque de pánico, Remus solía tenerlos cuando acababa la luna llena, por lo que tenía idea de lo que debía hacer.
Tomó al chico entre sus brazos y lo apretó contra su pecho, abrazándolo.
—Reg, escucha mi voz, ¿sí? —el contrario asintió en su pecho —cuenta los latidos de mi corazón, por favor.
—N-no, no pu-edo.
—Sí, sí puedes Reggie, concéntrate sólo en el sonido de mi voz y los latidos de mi corazón.
—N-no escu-ucho na-nada —. Estaba cada vez más angustiado y asustado.
—No pasa nada, Reg. Te ayudaré, cuenta conmigo —el chico volvió a asentir. —uno
—U-uno
—Dos
—Do-os
—Tres
—Tr-tre-tres —su respiración era cada vez más agitada y su voz más temblorosa —N-no está funcionando —. Se separó y miró a James, había verdadero miedo en su mirada color plata.
—Ehh okay, respira conmigo ¿bien? inhala, exhala, muy bien, de nuevo, inhala, exhala.
—No sirve Jam-es, o-otra cosa.
James se estaba desesperando, nada estaba funcionando para calmar al niño junto a él y se estaba quedando sin opciones, tenía mucha curiosidad por saber el motivo de su estado de vulnerabilidad, ya que ni siquiera Remus terminaba de ese modo luego de una luna llena. Pensándolo un poco más, su amigo Moony siempre estaba acompañado y tenía la certeza de que no estaba sólo, pero no estaba seguro de que Regulus se sintiera de la misma manera, por lo que probablemente eso haya impulsado su ataque de pánico.
—Bien, no te desesperes, intenta relajarte y pensar en tu lugar feliz.
—No t-tengo, Lucius ya se-e graduó, e-el padre de Se-everus no qu-quiere dejar que a-asista a Hogwarts y-y Barty e-está amenazado por su pa-padre por lo qu-e no puede ha-hablarme, además Sirius me o-odia.
—Reg... Sirius no te odia, él jamás podría, todos los días se preocupa por tí.
—Ya-a no importa, n-no puedo re-espirar.
—Cierra los ojos y concéntrate en el sonido de la lluvia, por favor —. Lo último le salió como una súplica ahogada, el miedo creciente en los ojos de James era tremendamente obvio y se colaba en su voz, haciendo que el de gafas se odiara por eso, ya que debía parecer tranquilo, o de lo contrario, Regulus jamás se calmaría.
Regulus hizo lo que le dijo (o más bien, suplicó) el chico que aún lo abrazaba, su tacto se sentía cálido y cómodo, pareciera que lo sostuviera con cariño, pero el menor de los Black descartó esa idea, era imposible que el azabache lo quisiese siquiera como amigo, sólo lo ayudaba porque era una persona con un gran corazón y él era alguien que necesitaba ayuda.
La sola idea de que sus sentimientos podrían algún día llegar a ser recíprocos lo hacía reír de su propia estupidez. Alguien tan bueno y noble como lo era el chico de gafas no podría sentir algo más que odio, repulsión y desconfianza hacia una serpiente como él.
Sin darse cuenta habían pasado los que podían ser minutos o segundos, no lo sabía con certeza, lo que sí sabía era que sus pensamientos negativos no lo dejaban concentrarse en nada de lo que James le pedía y que se sentía un inútil por no poder hacerlo y provocar que el maravilloso chico frente a él perdiese el tiempo.
Mientras, el de gafas estaba entrando en pánico ya que nada funcionaba y el estado del niño del que estaba profundamente enamorado no hacía nada más que empeorar.
—Ya-a dé-jame, nada está fun-cionando y-y so-sólo pierdes tu tiempo c-con-migo.
—¡No! Jamás digas eso de nuevo, Reggie, no eres una pérdida de tiempo —. El chico negaba fuertemente con la cabeza, algo alterado. —Intenta fijar la vista en algo y poner tu mente en blanco.
—N-no veo nada, to-todo está borroso —. Contestó temblando como una hoja, con las palabras de James retumbando en su mente, tratando de entender el tono alterado que había utilizado mientras intentaba hacerle entender que valía la pena.
—Lo siento por esto, Reg.
—¿Por qu- —no pudo terminar, sus palabras quedaron ahogadas en su garganta sin posibilidades de de salir debido a que sintió una cálida presión sobre sus labios, pudo saborear un dulce sabor a tarta de melaza mezclada con el agua de la lluvia y la salada de sus lágrimas.
No podía creerlo, debía de ser un sueño porque no tenía ningún sentido, ¡James Fleamont Potter lo estaba besando! todo pensamiento coherente había desaparecido de su mente. Sin darse cuenta del momento en el que movió sus labios al compás de los de James se encontró a sí mismo correspondiendo el beso que el más alto había comenzado.
Sus labios encajaban a la perfección, como dos piezas de rompecabezas, pareciera como si estuviesen hechos para encontrarse.
Segundos después la legua de James lamió el labio inferior de Regulus, pidiendo acceso, el cual le fue otorgado casi inmediatamente, por lo que el músculo húmedo y caliente del azabache se adentró en la cavidad bucal del más joven, explorando cada rincón de la misma.
Mientras sus lenguas luchaban arduamente por el control del beso y sin cortar este mismo, Regulus trepó sobre James, sentándose a horcajadas sobre su regazo, posando sus blanquecinas manos en el cuello contrario, tirando hacia él para profundizar el beso, mientras que James hacía lo mismo con la cintura del más joven, pegando sus cuerpos, ambos necesitados de más contacto.
Todo rastro del anterior ataque de pánico había desaparecido. La lluvia se había encargado de borrar el rastro de lágrimas del rostro del menor de los Black, todo lo que quedaba era el casi imperceptible gusto salado que estas le habían dejado al beso.
Todo era mágico para Regulus, estaba teniendo su primer beso bajo la lluvia, luego de un partido de Quidditch, una escena con la que todos alguna vez habían soñado, pero lo más mágico e increíble para el chico de ojos plata era el hecho de que James Potter, jodidamente popular, tremendamente sexy y el chico del que llevaba enamorado hace más de un año era el que lo estaba besando.
Aunque, como siempre, todo lo bueno tiene un fin, la falta de oxígeno se hizo presente, por lo que ambos chicos tuvieron que separarse.
Al hacerlo se miraron a los ojos y las dudas no tardaron en llegar a la mente atormentada de Regulus y, seguido a estas, la vergüenza. Su cara se pintó de color carmín, estaba tan avergonzado que no podía ni mirarlo a la cara, por lo que escondió su rostro en el cuello del contrario, tenía ganas de desaparecer ahí mismo y nunca reaparecer, sin mencionar que la posición en la que estaban (la cual era completamente su culpa) no ayudaba a su causa.
Intentó concentrarse en cualquier otra cosa que no fuese el chico delante de él. Empezaba a anochecer y la fría lluvia, que no había amainado en absoluto, empezaba a calar sus huesos.
El chico de gafas no estaba mejor, había una gran posibilidad de que el contrario en ese momento lo odiase, ahg era un idiota impulsivo, la única parte buena en toda esa desastrosa situación era que al menos había funcionado y su ataque de pánico había parado. Los colores subieron a su rostro cuando se dio cuenta de la posición en la que se encontraban y se intensificaron cuando el más chico escondió su rostro en su cuello.
Sentía al contrario temblar, para ser honestos no estaba seguro de quién de los dos era el que temblaba , estaba nervioso y la fría lluvia calaba sus huesos. Tal vez ambos temblaban, no podría asegurarlo al cien porciento.
—Emm... yo lo-lo siento, Reg, por favor no me odies, es que tu ataque de pánico no hacía más que empeorar y-y yo no sabía qué más hacer y luego me dejé llevar y-
—Tranquilo —. Lo interrumpió Regulus sin sacar su rostro del cuello contrario, por consecuencia sonando amortiguado y provocándole agradables cosquillas en el cuello a James, que casi instantáneamente se convirtieron en miles de descargas eléctricas que fueron enviadas a través de toda su columna vertebral, haciéndolo estremecer. El menor de los Black adoraba el aroma característico de James y podría ser la primera y última vez que tuviese la oportunidad de tenerlo tan cerca de él, necesitaba aprovechar cada segundo. Además, si lo miraba a los ojos no podría contenerlo más y se largaría a llorar enfrente de él y eso era lo último que quería, pues las palabras del azabache habían roto su corazón, aunque nunca hubiese tenido verdaderas esperanzas. —Lo entiendo, no pasa nada, yo jamás podría odiarte, James —. El alivio invadió a James, tanto que soltó un suspiro, pero retuvo el aliento una vez más cuando Regulus volvió a hablar. —Gracias por ayudarme aunque para hacerlo tuvieras que hacer una cosa tan repulsiva como lo es besarme, eres una gran persona.
Por más que hubiese intentado evitarlo, su voz se quebró mientras hablaba. Lo único que quería en ese momento era escapar de ese lugar lo más rápido posible para llegar a su cuarto y lamentarse en paz sobre lo horrible que era su vida.
Intentó levantarse del regazo contrario sobre el que todavía se encontraba sentado (otra razón más para avergonzarse), pero el chico de gafas se lo impidió.
James estaba sorprendido, confundido y en su pecho se alojó una terrible presión que se sentía como una puñalada al corazón. ¿Así era como se veía a sí mismo?¿Así era como lo veía a él? La voz rota con la que el chico que se encontraba sobre él pronunció esas palabras le indicó que había algo más grande detrás de sus palabras, algo como... ¿Un corazón roto? ¿Podría ser? Él sabía lo que se sentía, durante años Lily lo había rechazado una y otra vez, eso afectaba su autoestima, siempre lo hacía aunque él no dejara que los demás lo notasen. Pero no podía ser... Tal vez, sólo tal vez...
Cuando sintió que el chico intentaba levantarse lo supo, supo que sería su única oportunidad y, aunque la posibilidad fuese mínima no la perdería. Corría el riesgo de que sus palabras no tuviesen nada que ver con un corazón roto y fuesen más bien porque pensaba que James era repugnante por haberlo besado siendo un traidor a la sangre (aunque realmente no creyera que Regulus tuviera esos prejuicios de la sangre pura) o tal vez creía que lo repugnante era un beso entre dos hombres, pero igualmente se arriesgaría, lo daría todo por el que creía, era el amor de su vida y ya tendría tiempo de odiarse a sí mismo luego por arruinar todo y hacer que el chico lo odiase si su plan no funcionara.
Entonces, reuniendo toda su valentía Gryffindor que siempre alardeaba tener, antes de que Regulus pudiera siquiera terminar de pararse, James se lo impidió, tomándolo del cuello con ambas manos, atrayéndolo hacia un dulce y tierno beso donde se transmitían todos los sentimientos que no se atrevían a confesar con palabras.
Era lento, dulce y cariñoso. James sentía fuegos artificiales en su interior al poder volver a saborear el delicioso sabor a chocolate y menta impregnado en los labios de su pequeño Regulus, que creyó, jamás volvería a sentir en otro lugar que no fuesen sus sueños.
Al separarse, James lo miró con amor y le sonrió con dulzura. Estaba feliz, ya que Regulus no había rechazado de ninguna manera su contacto, lo que muy probablemente significaba que sus sentimientos eran correspondidos por el menor de los Black. Este último pensamiento lo llevó a reunir (nuevamente) el valor suficiente para confesarse.
—Me gustas muchísimo, Regulus Black, nunca más vuelvas a menospreciarte de esa forma, no lo mereces porque eres una persona maravillosa —. Dijo limpiando las lágrimas de emoción que cubrían las mejillas contrarias, aunque la lluvia ya se hubiese encargado de ello al instante que abandonaron sus orbes color plata.
—También me gustas mucho —. Fue lo único que atinó a decir Regulus antes de abalanzarse sobre los labios de Potter, juntando nuevamente sus bocas.
Al separarse la mirada de James cambió de puro amor a terror profundo al divisar a lo lejos a Sirius, corriendo mojado bajo la lluvia y gritando incoherencias agresivas dirigidas hacia su mejor amigo, el cual con un tono completamente asustado pronunció —¡Mierda, Sirius va a matarme antes de experimentar el amor! —Luego, recordó la posición en la que se encontraban y gritó más asustado aún, ya que nadie quería ver a un Black enojado —¡SOY CIERVO MUERTO!