
Ursula Flint
Tic
La Biblioteca Grandes Monasterios, propiedad de la familia Flint desde hacía siglos, estaba bajo la vigilia aguda de Ursula, la hija de Quentin, el patriarca. Una mujer hermosa, pero muy severa, dispuesta a echar a quien fuera que intentara alterar la paz en uno de los lugares más perfectos del mundo, según ella. Fue la bibliotecaria desde que su tía Josephina dejó de serlo para convertirse en ministra de magia.
Tac
Cuando tenía veinticinco años, algunas voces susurraban sobre ella, sobre su soltería. Algunos lamentando que se estuviera echando a perder. Otros la acusaban de estar alejando pretendientes por su independencia y fuerte carácter. Algunas se atrevían a insinuar que disuadía a los hombres que se derretían a sus pies por su ambición de encontrar un hombre lo suficientemente rico. Lo que esas voces no sabían es que Ursula tenía un pretendiente que prácticamente besaba el suelo que ella pisaba y que no intentaba arrebatarle su independencia. El profesor de pociones de Hogwarts, Phineas Nigellus Black. Heredero de la impresionante casa Black y con una seriedad y ambición similares a las suyas.
Tic
Se casaron a los veintiocho, y dos años después tuvieron a su primogénito, el heredero de la familia Black. Sirius Black II, en honor al fallecido hermano mayor de Phineas. Un niño muy sano, ambicioso como sus padres. Luego llegó Phineas Junior cuatro años después. Y después de él, Arcturus II, en honor al tío de Phineas, y después Belvina, hasta que nació el último, Cygnus II, en honor al abuelo de Phineas. Para entonces, los susurros sobre Ursula casi habían cesado. Casi.
Tac
Su marido se convirtió en director, y ella estaba inmensamente orgullosa. Pero si ya tenía la herencia de Phineas y su trabajo, que podía alimentar sin problemas a toda su familia, ¿por qué seguía trabajando? Es más, ¿por qué siquiera trabajó en primer lugar?
Tic
El murmullo de las hojas de los libros que llenaban la biblioteca le relajaba enormemente. El tictac del reloj de cuco que había detrás de su escritorio, el sonido que hacía al rasgar el papel que tenía delante, apuntando todos los libros que entraban y salían, quienes los tomaban y cuando. La rutina la mantenía cuerda, como un reloj bien engrasado. Se sentía bien, completa. Cuando sus hijos crecieron les enseñó a respetar su lugar sagrado, y así lo hicieron, yendo religiosamente cada sábado después de comer hasta que llegaron a Hogwarts. Hasta que Phineas Jr. se reveló.
Tac
La marca quemada en el tapiz de Grimmauld Place aún olía a magia oscura. Su marido había tomado la red fluu para irse a Hogwarts, intentando ocultarse a sí mismo el hecho de que su segundo hijo, su adorado Phineas, los había traicionado. ¿Qué habían hecho mal, como padres, para que su hijo apoyara a esa gente? Ursula sabía ahora que debía haber detenido sus preguntas cuando era pequeño, cuando aún podía convencerlo de no destruir su familia.
"Mamá, ¿por qué los muggles son malos?"
Tic
Ahora el reloj está roto, lleva años sin sonar. Desde que Phineas se fue, desde que Regulus lo hizo también, Ursula se ha quedado desengrasada, sin hacer ni un solo ruido, por miedo a que vaya a destruir el complicado sistema que tanto había trabajado por mantener.
Tac