
CONOCIENDO EL NUEVO MUNDO
Todo el castillo parecía embrujado. ¡Había fantasmas y los retratos hablaban! Echó el grito al cielo cuando vio al primer fantasma, un señor bigotón que su cabeza le colgaba del cuello. No se despegó de Jiraiya mientras avanzaban por los pasillos del castillo rumbo a la oficina del viejo Dumbledore, quien, para su mal gusto, se rió un poco ante sus reacciones.
Se detuvieron en una pared en donde había una gárgola con unas armaduras que también se movían. Dumbledore dijo algo chistoso y la gárgola se movió, como si fuera un mecanismo de rieles y ruedas, hacia atrás dejando el paso libre para que unas escaleras de caracol surgieran del suelo. Contuvo el grito de emoción que amenazó con salir de su garganta cuando vio eso. Dumbledore entró en las escaleras y les dijo que lo acompañaran. Jiraiya asintió, pero pudo notar lo tenso que estaba y que seguía sin confiar en el anciano. Naruto no tenía idea de por qué, pero se le hacía extraña la actitud de Jiraiya. Estuvieron en la escalera, y estaba por subirlas cuando estas comenzaron a moverse como si fueran eléctricas, aunque no había nada eléctrico allí. No tardaron mucho para llegar a unas grandes puertas de madera oscura. Estas se abrieron solas y los dejaron pasar.
Era fascinante para Naruto la oficina de Dumbledore. No era nada parecido a la del Hokage en la aldea. Había varias estanterías llenas de libros y de varias cosas brillosas. Notó un sombrero puntiagudo algo polvoso, copas doradas y muchos artefactos que ni sabía qué eran. En el medio había un escritorio de madera con más artilugios. De todo en la oficina, hubo algo que le llamó mucho la atención, y eso fue el extraño pájaro de color rojizo. Notó que el pájaro se pavoneaba, como intentando mostrar su plumaje. Naruto encontró eso divertido.
—Le agradas a Fawkes —dijo Dumbledore, con un tono entre divertido y amable—. Es un poco vanidoso con los invitados. Es un Fénix, lo he tenido desde hace varios años.
Naruto abrió demasiado los ojos. Los Fénix eran conocidos en la Hoja como aves míticas. Nunca habían sido vistas, pero siempre se les contaba ese relato de aquellas aves que renacían de las cenizas. Era como un breve recordatorio de que todo saldría bien después de un suceso oscuro.
—Bien, ahora podríamos empezar a hablar de cómo es que usted conoce a mi estudiante como si fuera un niño al que quería —gruño Jiraiya. Naruto nunca lo había visto tan tenso desde que se enfrentó a Orochimaru con la Abuela Tsunade.
—No hay por qué exaltarnos, ¿señor…? —respondió Dumbledore.
—Jiraiya.
—Bien, señor Jiraiya. Puede tomar una taza de té —dijo mientras una tetera de porcelana comenzaba a pasear sola y les servía en dos tasitas que no había visto antes. Cuando estuvo servido, Dumbledore continuó—. Hace veinte años, el señor Namikaze llegó aquí, justo a la misma habitación que ustedes. No tenía idea de quién era o cómo había entrado aquí, pues nadie puede aparecerse dentro de Hogwarts, así que eso solo me desconcertó. Por suerte, no apareció en un lugar más público. Esa habitación se llenó de esas runas que he estudiado por años, pero no he logrado comprender muchas de ellas —hizo una pausa mientras tomaba un trago de té—. Cuando vi quien entró, encontré al joven moribundo. Se veía asustado y escupía sangre. Lo llevé al ala médica y allí esperé a que se recompusiera para que pudiera decirme qué le había pasado.
»Él despertó al tercer día, lucía tan desorientado e intentó atacarme, pero su cuerpo aún no respondía muy bien. Cuando se logró calmar, bueno, él no quiso contarme mucho. Le dije en dónde estaba, pero él nunca pareció entenderme, hasta que lo escuché hablar y me di cuenta de que su idioma era el japones. Después de eso, pude saber más de dónde venía y qué hacía aquí. No sé mucho sobre su mundo, pero es muy parecido al nuestro.
—¿Mundo? —murmuró Jiraiya, interrumpiendo a Dumbledore—. ¿Qué quiere decir con eso? Lo escuchamos decir que este era el mundo mágico, pero no conozco ninguna tierra con ese nombre.
—Eso es porque de dónde vienen, no existe tal cosa. Con el señor Namikaze logramos intuir que se trataba de dos mundos distintos unidos por un lazo más allá de nuestro entendimiento. Al parecer, hay una relación entre nuestra magia y el chacra, la energía que ustedes usan. El señor Namikaze fue capaz de encontrar ese lazo, aunque no de la mejor forma. Después de esclarecer eso, él se puso a trabajar en volver a su mundo, pero nunca me dio alguna idea de qué estaba haciendo. Solo se vino a despedir y disculpar, pues decía que nuestros mundos no podían enterarse de la existencia del otro por razones pacíficas. No lo contradije, la naturaleza humana a veces es muy oscura. A la semana, él se había marchado.
—Así que eso fue todo lo que sabe sobre Minato —dijo Jiraiya—. Es la única vez que lo vio.
Dumbledore rió un poco y negó con la cabeza. Los ojos de Naruto se abrieron por la sorpresa, al igual que los de Jiraiya.
—Vino en más ocasiones. Teníamos la idea de que conocer cómo era el mundo del otro era fascinante. Tanto él vino a mi mundo como yo fui al suyo. Por supuesto, él siempre fue quien usó la técnica para aparecernos. Intenté aprenderla, pero era un secreto muy bien guardado —comentó mientras soltaba un suspiro y cerraba los ojos por un segundo—. Hace quince años fue la última vez que lo vi. Solo vino a decirme que era probable que no viniera por un tiempo.
No sabía qué pensar. El Cuarto parecía tener varios secretos que nadie sabía, ni siquiera su maestro. No podía imaginar cómo era el Cuarto de joven, parecía un joven rebelde que como uno bastante recto como lo hacían ver todos en la aldea. Eso le pareció divertido, pero no a Jiraiya, quien tenía las cejas fruncidas y la tensión en sus hombros había aumentado.
Se quedaron en un muy tenso silencio. Eso solo lo estaba poniendo nervioso, por lo que comenzó a ver todo el lugar otra vez. Ahora estaba en otro mundo, algo que no creía. Pero había esa prueba de la magia, que también podría ser algún tipo de Jutsu. No quería pensar en eso por más tiempo, por lo que dejó la taza de té en la mesa y miró a Dumbledore.
—¿Qué es este mundo? ¿Cuál es la diferencia? —preguntó. Arqueó una ceja como para acentuar su punto.
—En este mundo existe el concepto de magia, algo que suena un poco extraño para ustedes —respondió mientras también dejaba su taza—. Aquellos que poseemos magia somos llamados magos y brujas. Pero también hay quienes no tienen magia, son llamados muggles. Como tal, nuestra comunidad permanece oculta de aquellos que no poseen magia por razones diversas.
—Oh, vaya —murmuró Naruto mientras asentía. Era un poco sencillo entender eso—. Esconden sus dones por eso.
—Y ¿quién les enseña a usar su magia para bien? —preguntó Jiraiya.
—Bueno, para eso es este colegio. Hogwarts es un colegio para enseñarles a jóvenes magos y brujas como controlar su magia por seis años. Les enseñamos a manipularla para que no ocasionen descontroles cuando estos se sienten abrumados. Muchos niños de aquí nacen de familias mágicas, pero también hay quienes son hijos de muggles. Aquellos que tienen la habilidad de poseer magia dentro, pueden ser testigos de sucesos extraños para todos, como cambiar de color el pelo, desaparecer cosas, y muchas otras más. A los diez años se les hace llegar una carta para que ingresen aquí.
Eso sonaba un poco a la Academia, en donde había niños que venían de familias ninja o de clanes, y quienes venían de un entorno civil. Quien quisiera entrar, podía hacerlo, aunque el problema era la colegiatura. Naruto nunca tuvo que preocuparse por ello a pesar de ser huérfano, había apoyos para niños en esa situación, aunque recibían libros de segunda mano. Otra cosa extraña fue eso, pues nunca recibió libros de segunda mano, siempre fueron nuevos y aparecían en su dormitorio cada inicio de ciclo escolar. En un principio sospechó que el Viejo los traía, pero nunca pudo afirmarlo.
—Así que este lugar es una escuela —murmuró Jiraiya mientras se pasaba una mano sobre el cabello.
—Ahora, me gustaría preguntar algo —dijo Dumbledore mientras parecía ponerse un poco más serio—. ¿Cómo es que llegaron aquí?
Sintió que la vergüenza subía por su cuerpo. Sus mejillas se calentaron un poco e intentó hacerse pequeño, pero una mano sobre su hombro le dijo que tenía que hablar. Y, gracias a Dios, fue Jiraiya quien lo hizo.
—Estábamos en un viaje, por lo que buscaba algunos materiales y herramientas para pasar la noche cuando se me cayó este kunai —dijo mientras le quitaba a Naruto el kunai del Cuarto—. Minato era mi alumno, por lo que lo tenía guardado desde hace varios años. Nunca creí que se activaría cuando lo lanzara. Caímos aquí después de eso. Solo queremos volver a nuestro mundo.
El lugar quedó en silencio de nuevo. Naruto se preguntó por qué Jiraiya mintió sobre lo que pasó. No lo cuestionó en voz alta, pero iba a hablarlo después, cuando estuvieran solos.
—Lamentablemente, no sé cómo ayudarlos —dijo Dumbledore—. El señor Namikaze era el único con el secreto para viajar de un mundo a otro. No tengo mucha idea del cómo lo hizo o qué se necesita. Sé que hay algunas runas que utilizó para irse la primera vez, y están bien grabadas en las paredes de aquella habitación, pero nunca pude descifrarlas.
—Puedo iniciar desde allí —respondió Jiraiya de inmediato—. También tengo un poco de conocimiento sobre los sellos. Creo poder saber qué es lo que hizo Minato cuando estuvo aquí. Aunque necesitaré un tiempo para poder lograr un avance.
—Puede verlas todo el tiempo que guste, aunque estamos por iniciar el nuevo año escolar en cuatro días. No sé cómo es que podamos ocultarlos por ese tiempo sin que nadie sospeche sobre ustedes. Las cosas han estado muy tensas los últimos años, y esperamos algunas visitas extranjeras en un par de meses.
—Fuimos entrenados para adaptarnos a la situación, no creo que haya algún inconveniente en permanecer ocultos.
Esperaban que Dumbledore dijera algo o asintiera, pero eso no llegó. De repente la sonrisa que les dio se les hizo un poco extraña. Naruto se sintió un poco nervioso por lo que Dumbledore estaba por decir.
—Podríamos hacer algunos arreglos para que no permanezcan tan ocultos aquí.
—¿Eso sería? —preguntó Jiraiya.
De repente Naruto fue el centro de atención. Eso no lo puso más cómodo. Quiso hundirse en el sillón en el que estaba sentado.
—Podríamos hacerlos pasar como visitantes de una escuela extranjera oculta en Japón. Naruto podría ser un alumno de intercambio, y así podría aprender muchas más cosas durante su estancia —y Dumbledore cambió su vista a Jiraiya—. Me temo que con usted no tengo alguna opción. Le ofrecería el puesto de Maestro contra las Artes Oscuras, pero ya hay alguien para el puesto. Podría meter otra materia, pero no sé cuál. También sería muy complicado hacerlo sin meterme en peleas con el ministerio.
—¿Enseñan, creo que mencionó, runas? —preguntó Jiraiya—. Podría hacer algo para aparentar un poco ser un maestro. Puedo enseñarles un poco y eso también ayudaría a mi alumno —dijo mientras lo abrazaba por los hombros.
—Ya hay una maestra que enseña runas —respondió Dumbledore—, pero tal vez pueda hacer algo al respecto. Podría ponerlo como un ayudante de la profesora encargada de esa materia. O dividir sus sesiones para abarcar distintos temas. Pero seguimos con el problema de poder evitar al ministerio.
—Supongo que eso del ministerio es tu gobierno. Es fácil manipularlos o corromperlos —respondió Jiraiya como si hablara del pan—. Un poco de dinero bastará. O podríamos engañarlos. Eso suena mejor, creo. Podría falsificar algunos papeles para hacerme pasar por un profesor de dicha escuela. ¡Incluso podemos inventar una escuela ficticia!
—No creo que sea tan fácil hacer eso.
Naruto sintió que sobraba un poco en la habitación. No había hablado desde hacía un buen tiempo.
—¿Por qué no solo lo ocultan? —sugirió Naruto.
—No se puede. Muchos de los agentes del ministerio estarán aquí por todo el año escolar —soltó un suspiro y se recostó en su silla—. Tal vez pueda salirme con la mía una vez más. Hablaré con el ministro para llegar a un acuerdo.
El callejón Diagon era una calle llena de varios locales con cosas mágicas que sonaban un poco absurdas y parecían más una mala broma. ¡Vendían escobas para bolar y sombreros negros de punta muy grandes! Iban acompañados del guardabosques, un hombre tan alto que parecía un gigante, llamado Hagrid. Al parecer, ser un estudiante requería comprar muchas cosas para su nueva etapa escolar. Maldijo eso, no quería volver a estudiar. Pero primero, debían ir por dinero que, para la sorpresa de todos, había una cuenta de su mundo.
Caminaron hasta el banco del mundo mágico, Gringotts. Era un gran edificio de mármol blanco y con un par de puertas gigantes de bronce. Al entrar, a cada lado de la puerta había unas personas feas y pequeñitas, eran duendes, los encargados del banco. Un poco más adentro estaban varios duendes en escritorios haciendo cuentas, y hasta el fondo había otro que parecía ser el encargado. Se acercaron a uno de los duendes.
—Disculpa, quiero ver la bóveda… Namikaze —dice Jiraiya. El duende alza su vista de sus papeles como si estuviera molesto, lo que puso nerviosos a los tres.
—¿Su llave? —dijo, su tono serio como si los viera con desconfianza.
—Aquí —dijo Jiraiya mientras le entregaba la llave al duende.
Después de que el duende mirara la llave por un segundo, este los miró a ambos. Se tardó mucho más en Naruto, pareciendo ver algo en él que lo hizo sentirse un poco confundido.
—Acompáñenme.
Comenzaron a caminar hacia donde estaban las bóvedas, una red de cavernas con varios rieles para poder llegar a donde sea que estuvieran sus tesoros.
—Vaya, no creí que tuvieran una bóveda aquí —comentó Hagrid. Él no sabía que venían de otro mundo, creyó que eran un maestro y un alumno de intercambio más—. Es un poco fascinante saber cómo son los animales del oriente. ¿Has visto un dragón chino?
—No, pero he visto cosas peores —comentó Jiraiya, y la mirada que le dio Hagrid lo hizo suspirar—. Un zorro enorme, por ejemplo. O una gran babosa que puede dividirse en más pequeñas.
—Guau, nunca había escuchado de una babosa así. Me gustaría un día ver alguna.
Naruto asintió un poco. Sabía a qué babosa se refería Jiraiya. La invocación de la abuela Tsunade era extraña y fascinante. Verla en toda su gloria había sido desconcertante. También lo eran los sapos, sobre todo el jefe Sapo, tan grande como el demonio sellado en Gaara. Y también estaba, para su disgusto, la invocación de Orochimaru. Era fascinante la gran serpiente que podía invocar, pero era malvada. Estaba seguro de que todas las serpientes eran malvadas. También las personas que se aliaban con ellas no estaban muy cuerdas.
Llegaron a un carrito y se subieron los tres. El duende pareció ver algo en la parte de atrás del carrito antes de que este avanzara demasiado rápido. Soltó un grito de emoción mientras oía los jadeos de Jiraiya y Hagrid. Era divertido el carrito. Pero esa emoción terminó muy rápido para su decepción. Los tres se bajaron, aunque Hagrid necesitó varios respiros para estabilizarse.
Frente a ellos había una puerta negra con un numero de bóveda 568. La abrieron con la llave que tenía Jiraiya por alguna extraña razón. Solo dijo que el Cuarto le dejó algunas cosas antes de morir. Cuando abrieron la bóveda pudo ver una habitación un poco pequeña, pero con varias monedas en tres tipos de materiales, al igual que unos cuantos libros y muchos artilugios brillosos, como copas, collares y ese tipo de cosas. Eso lo dejó sorprendido, no sabía que el Cuarto coleccionaba eso.
—Vaya, tienes varios Galeones —dijo Hagrid.
—¿Sabes cuánto vale cada moneda? —preguntó Jiraiya, a lo que Hagrid se le quedó viendo un poco desconcertado.
—Bueno, un Galeón, esos de oro, valen diecisiete Sickles, esos son los de plata, y esos valen veintinueve Knuts, son los de bronce. Por obvias razones, los galeones son la moneda más grande.
—¿Cuánto necesitaremos? —Naruto le preguntó a Jiraiya.
—Toma varios de cada uno. Es mejor que nos sobre a que nos falte —respondió Jiraiya—. Según dijo Dumbledore, las varitas son un poco caras, pero te ayudarán mucho a ti.
—¿Por qué?
—Bueno, después de que te fuiste a dormir, todavía me quedé a platicar un poco con él. Llegamos a la conclusión de que la magia y el chacra es la misma energía, solo que se desarrollaron de distinta forma en nuestros mundos. En nosotros, la energía es más concentrada y viene en mayores cantidades. Y notaste ese palo, ¿verdad? Eso son las varitas, y pueden ayudarte a controlar tu «magia» para que salga de la mejor forma. Es más útil que nuestros sellos, ya que no necesitas controlar tu chacra para no agregar de más, la varita ya lo sabe.
Naruto se emocionó ante la idea de la varita. ¡Ya no tendría que sudar cuando gastaba demasiado chacra en su Rasengan o sus clones! Aún seguía molesto por tener que cursar la escuela, otra vez, pero podría aprender algo de estos magos. Se imaginó como el primer ninja mago del mundo, lo que solo lo hacía sentir mucho más poderoso. Ninguno de sus enemigos podría anticipar lo que sucedería si aprendía unos cuantos hechizos poderosos.
—¿Cómo se consiguen los Galeones, Hagrid? —preguntó Jiraiya.
—Oh, bueno… trabajando —respondió él. Parecía verlos de forma extraña, no es que fuera raro, mucha gente lo hacía por sus ropas.
—Eso ya lo sé —gruñó Jiraiya—. Quiero decir, si hay otra forma de obtenerlos como con medallas o algún mineral.
—Oh, ja, ja. Por supuesto, puedes darles a los duendes una buena cantidad de oro y ellos te darán galeones, también puede ser la plata y el bronce para tener Sickles y Knuts. No sé cómo será el cambio, pero puede ser.
Naruto se perdió en el hilo de esa conversación. ¿Por qué importaba eso? Ya tenían el dinero, lo más fácil era solo gastar lo necesario y después irse. Los duendes le daban un poco de miedo.
—¿Por qué te importan sus monedas? —le preguntó a Jiraiya.
—Se me hizo raro que su bóveda tuviera bastantes monedas —contestó mientras daba un paso al frente y guardaba algunas monedas—. Digo, no es que fuera pobre, pero siempre guardó todo en la aldea. Solo que cuando murió, todos sus fondos habían… —y se quedó callado. Parecía haber llegado a algo, pero no le dijo a Naruto.
—¿Habían…? —cuestionó Naruto mientras miraba al rostro algo irritado de Jiraiya.
—Nada que importe, en realidad. Podemos aprovechar esto para comprarte todas las cosas necesarias y un poco más de ropa. No encajaremos si seguimos vistiéndonos con estas ropas.
—¡Vamos a usar sus sombreros raros y esos vestidos! —exclamó, indignado, Naruto.
Después de una gran explicación sobre que los ninjas debían aprender a adaptarse a su entorno, aceptó usar los extraños vestidos de todos. Después de eso, Naruto entró un poco más al fondo de la bóveda y rápido vio un papel. Lo levantó y estaba por leerlo, pero Jiraiya se lo arrebató.
—Creo que guardaré esto, Naruto —dijo mientras lo guardaba.
Se quedó un poco enojado después de eso. Salieron de la bóveda y comenzaron a ver la lista de todos los materiales y cosas que iban a necesitar para su cuartada. Iba a salir caro. Necesitaban varios libros para las materias, su uniforme y varias cosas que parecían tan raras a los ojos de Naruto.
Cuando salieron de Gringotts, comenzaron a andar por todo ese pequeño mercado. Con la ayuda de Hagrid pudieron ubicar varios de los locales que vendían todo lo que necesitaban. El uniforme fue raro, parecía ser un traje que usaban mucho los civiles cuando iban a una fiesta muy formal, pero también llevaban esa extraña túnica negra que los hacía lucir muy pomposos. La señora que atendía se mostró un poco sorprendida al saber que era un estudiante de intercambio (le agradeció a Dios de que ella no preguntara más). Después siguieron caminando para obtener calderos, algunos materiales raros, tintas, plumas, pinceles, pergaminos.
Hasta el final fueron por lo que más le interesaba, la varita mágica. Seguía siendo un palo para él, pero un palo muy útil según lo que explicó Jiraiya. Llegaron a esa extraña tienda polvorienta. No había nadie allí para atenderlos. Le habían pedido a Hagrid si podía ir a comprar algunas cosas que no tenían ni idea para qué, pues iba a ser raro que dos magos no tuvieran varita. Por lo tanto, solo estaban él y Jiraiya. Vieron a todos lados de la sala para buscar algo, pero solo había cajas de a montones. Y después salió el dueño, un viejo canoso y flaco.
—Vaya, así que ustedes dos son de los que me habló Dumbledore —dijo a la ligera. Eso solo los tensó, creyeron que nadie sabía sobre su estado—. No se preocupen, el secreto está a salvo conmigo, soy Ollivander. Bien, ¿Quién va a ser el primero?
—Yo lo seré —dijo Jiraiya mientras daba un paso al frente.
—¡Excelente! Quédese quieto mientras intentó averiguar cuál será perfecta para usted.
Una cinta métrica apareció volando y comenzó a medir a Jiraiya por todas partes. La cinta se movía por sí sola mientras medía el cuello, los brazos, las piernas, todo de Jiraiya. Después de unos segundos, el señor Ollivander se marchó hacia unas cajas y sacó una varita. Se la entregó a Jiraiya.
—Pruébela —dijo, su rostro parecía estar esperando a que Jiraiya explotara—. Solo transmítale su magia.
No pasó nada. Le arrebataron la varita en unos segundos y volvió con otra. Fue lo mismo. La tercera que le pasaron mostró un gran cambio. Todo el lugar pareció temblar un poco mientras las luces parpadeaban. El rostro del señor Ollivander pareció iluminarse con eso.
—Madera de ciprés y núcleo de fibra de corazón de dragón. Treinta y dos centímetros. Flexible —comentó el señor Ollivander—. Bastante interesante.
—¿Por qué interesante? —preguntó Naruto. Estaba un poco curioso viendo la varita de Jiraiya. No la veía muy diferente de las anteriores.
—Bueno, la madera de ciprés siempre la he considerado muy afortunada para un mago valiente. He tenido la dicha de saber que aquellos que poseen esta madera tienen una muerte heroica mientras protegen a los suyos.
Los ojos de Naruto se abrieron un poco más por la sorpresa. Era nuevo para él saber eso. Las varitas no solo eran como kunais, parecían tener algunas profecías consigo. No pudo esperar mucho más a que la suya dijera algo grandioso sobre él, como que sería un líder nato o era un verdadero mago sin igual. Dio un paso al frente mientras la atención del señor Ollivander estaba puesta en él. Pasó el mismo proceso con la cinta métrica.
Le pasaron una varita algo oscura y con un tamaño pequeño. Naruto la miró esperando a que sucediera algo. Le puso un poco de chacra como al kunai, pero no sucedió nada. Se la arrebataron como cuando fue el turno de Jiraiya. Le pasaron otras seis, incluso en una casi sintió que todo iba a explotar. Nada de eso sucedió, por suerte. Le entregaron otra varita. Y todo cambió, cuando puso su chacra en ella, sintió una calidez que lo envolvía y como se sentía mucho más seguro de poder usar su chacra. Fue bastante emocionante y, a la vez, tan tranquilo.
—Madera de manzano con núcleo de pelo de unicornio. Treinta centímetros, semiflexible —dijo el señor Ollivander mientras una sonrisa se le formaba en el rostro—. Ideal para personas con ideales nobles y con una gran fidelidad al mago que la use. Pero debe ser cuidadoso, debe manejarla de buena forma si es que no quiere que su núcleo muera.
—¿El núcleo puede morir? —preguntó Naruto. No entendió bien eso, no veía a la varita como algo vivo.
—Cada varita es como una extensión de su cuerpo. Es un reflejo de nuestro ser, y si no es tratada como se debe, puede dejar de funcionar y tendremos que ponerle un nuevo núcleo. Eso solo es para su varita.
Después de pagar sus varitas (treinta y dos Galeones por las dos), estaban listos para volver al castillo de Hogwarts. Encontraron a Hagrid un minuto después. Pero Jiraiya pareció ver algo más en otra hoja de materiales y dio una sonrisa que lo asustó.
—Bueno, necesitas un traje de gala, Mocoso —dijo mientras parecía estar regodeándose en algo que lo pondría en vergüenza—. Supongo que habrá una fiesta y deberás asistir.
Se quedó sentado frente aquel hombre que, a pesar de parecer un anciano tranquilo y amable, lucía como alguien fuerte. Conocía bien esa mirada, era la misma que tenía su maestro antes de que muriera por Orochimaru. Jiraiya podía decir que este lugar era mucho más de lo que les rebeló Dumbledore, pero no podía indagar más sin parecer muy sospechoso. Tenía que jugar bien sus cartas para poder salir de este lugar sin ninguna repercusión.
—Entonces… ¿Cómo quedó mi puesto dentro de su colegio? —preguntó después de haber estado en un incómodo silencio por un buen par de minutos.
—He logrado un acuerdo con el ministerio. Para ellos, ustedes son solo representantes de una nueva escuela que se dará a conocer en los próximos años en el continente asiático —respondió Dumbledore mientras parecía lucir un poco divertido—. Como tal, he conseguido una plaza para usted y para Naruto. Será un maestro de Hogwarts en su estadía aquí, pero no será de runas. Solo le tengo una propuesta, podría enseñar magia sin varita.
—Quiere que les ayude a controlar su «magia» como si fueran ninjas —murmuró Jiraiya—. No creo que sea de mucha ayuda. Digo, puedo ver que son muy dependientes de sus varitas, lo que les quita versatilidad si es que llegan a entrar a una batalla real, pero para poder controlar y manipular la «magia» —aún no se adaptaba al término— se necesita entrenar desde que uno es un niño. Por lo que platicamos un poco ayer, tiene a adolescentes. Ellos son los más temperamentales para poder enseñarles algo sin que salgan heridos. La magia o chacra es una energía muy moldeable con respecto a los sentimientos. No creo poder enseñarles mucho.
—También me planteé eso, señor Jiraiya —dijo Dumbledore, su tono más cansado y parecía estar pensando en algo más—. Pero como dijo, no pueden valerse por sí mismos sin sus varitas. Hemos estado bajo tensión por unos años, necesito que mis alumnos puedan estar protegidos. Solo pido que haga el intento de poder enseñarles algo.
Vio verdadera preocupación en el rostro de Dumbledore. Él mismo sabía lo que se sentía no poder defender a todos los que te importan. Así le había sucedido con su equipo Genin. Soltó un suspiro y dijo:
—Está bien. Haré lo mejor que pueda por sus alumnos, pero no prometo avances muy grandes.
La sonrisa de Dumbledore creció y asintió mientras parecía estar más relajado que antes. Ahora tenía un problema mayor, nunca fue un maestro de Academia. Había tenido un equipo Genin, pero ya no necesitaba enseñarles mucho de teoría, solo a pelear y trabajar en equipo. Fue sencillo, pues los tres niños que había tenido bajo su tutela habían sido amigos por varios años. Enseñarles a varios niños y adolescentes iba a ser agotador.
Recordó otra cosa que quería preguntarle a Dumbledore.
—¿Por qué pidió un traje de gala?
—Oh, habrá un baile al final de este año. El baile de Navidad, así que todos los alumnos de Cuarto año en adelante podrán asistir. Creí que sería bueno para el señor Uzumaki poder disfrutar de esa velada.
—Bueno, creo que será necesario darle lecciones de baile si quiere impresionar a la chica que vaya a invitar. —comentó mientras sentía que la diversión lo invadía. iba a ser divertido este mundo.