
Últimamente era difícil saber en quién podías confiar.
La guerra cada vez estaba más cerca, si es que se podía considerar que no había empezado ya. Incluso en Hogwarts, siempre protegidos de lo que ocurría en el exterior, nadie podía ignorar los periódicos cargados de noticias sobre enfrentamientos y altercados entre magos. El mundo mágico no era lo que Lily se había esperado con once años al recibir su carta: nada de fantasía ni cuentos ni hadas. Al fin y al cabo, y por mucho que los sangre pura quisieran considerarse superiores a los muggles, todos seguían siendo humanos.
Desde hacía unos meses, los seguidores del Señor Oscuro habían dejado de esconderse y sus ideas no dejaban de difundirse entre los magos. La Marca Tenebrosa ya era conocida por todos; incluso algunos alumnos la llevaban y la mostraban orgullosos. Hogwarts, por más que el profesor Dumbledore dijera que era el lugar más seguro del mundo, había dejado de ser un hogar para Lily para convertirse en un lugar donde siempre tenía que estar guardándose las espaldas. En el último mes, la habían maldecido dos veces, había pasado casi tres horas encerrada en un armario y había perdido la cuenta de las veces en las que alguien la había llamado “sangre sucia”. Los profesores no hacían mucho por parar estos ataques, y Lily, que siempre había sentido un gran respeto por la autoridad de Hogwarts, empezaba a perder la paciencia.
Sin embargo, nada hasta ese momento había dolido tanto como la traición de Sev.
Lily no era idiota. Sabía que su amigo llevaba años juntándose con malas compañías, con Slytherins sangre pura que no dudarían en torturarla si alguna vez llegaban al poder. Sabía que el chico había sido cruel con otros alumnos y que les había insultado, aterrorizado y maldecido igual que alguien lo había hecho con ella. Pero siempre pensó… bueno, siempre pensó que el Sev dulce del que se había hecho amiga en su infancia regresaría. Al fin y al cabo, él tampoco era más que un mestizo. No había que ser muy inteligente para darse cuenta de que nunca estaría realmente a salvo entre sus supuestos amigos.
Lily se había pasado cinco años defendiendo a Sev. Intentando convencer a sus amigas de que, debajo de esa fachada arrogante, había un chico amable. Marlene y Mary habían pasado de mirarla con incredulidad a hacerlo con pena. Probablemente pensaban que, en lo referido a Sev, nunca sería totalmente objetiva.
Incluso se había enfrentado a Potter y sus amigos desde el primer día para que le dejaran en paz. Aunque la relación con sus compañeros había mejorado con el tiempo, Lily había recordado los primeros días en Hogwarts, cuando gran parte de su propia casa se la había mirado con desconfianza después de ponerse de lado de un Slytherin. Por mucho que le hubiera dolido sentirse tan sola, nunca se había arrepentido de su decisión, aunque Sev jamás se acercaba a ella si estaba rodeado por sus compañeros. Parecía que se dividía entre dos mundos, sus amigos y ella, siempre alternando, pero nunca decidiéndose por ninguno.
Hasta que la había insultado y se había convertido en un verdadero Slytherin.
Lily suspiró, apartando el recuerdo de su mente. Las palabras habían sido lo de menos. Como ya había dicho, estaba acostumbrada a oírlas. Había sido su mirada lo que más le había dolido: durante unos segundos, había querido hacerla daño. Lily estaba segura de que Sev se arrepentía de lo que había dicho (al fin y al cabo, llevaba persiguiéndola desde el día anterior para disculparse) pero ella se había cansado de sus excusas. Si Sev había decidido en qué bando quería estar, ella también lo había hecho.
Tardó unos segundos en darse cuenta de que había alguien detrás suyo. Había decidido esconderse en los jardines de Hogwarts para que nadie la molestara, pero no debería extrañarse de que alguien la hubiera encontrado. Sin delatar a la persona que la observaba, pensó en quién podría ser. Mary y Marlene quedaban descartadas: las dos se movían como un pack y era imposible que Mary se mantuviera en silencio durante más de cinco minutos. Sev no podía ser, porque sería incapaz de no deshacerse en disculpas en cuanto la hubiera visto. Quizás era Remus; de sus amigos, era el más silencioso de todos y más de una vez la había asustado al aparecer sin que le viera.
Pero, cuando se giró para mirarle, solo estaba Potter.
Lily resopló, volviendo a mirar al frente.
—¿Qué quieres?
Potter dio un par de pasos tentativos, pero no se acercó demasiado.
—Solo quería saber como estás. Mary y Marlene dicen que ayer llegaste tarde a vuestra habitación, y que esta mañana te marchaste antes de que nadie se despertara. Por clase tampoco has aparecido, y eso que Pociones es tu favorita…
Lily miró hacia su compañero por encima del hombro. Llevaba la túnica torcida (una parte de Lily quiso quitarle puntos por llevar mal el uniforme, aunque sabía que eso también la perjudicaría a ella) y se pasaba una mano por el pelo, aunque, esta vez, no parecía hacerlo para impresionarla sino por nervios. Sus ojos se cruzaron durante unos segundos y, al final, Lily suspiró y le hizo un gesto para que se acercara.
—Estoy bien— respondió, y no se quejó cuando el chico se sentó a su lado. Estaba tan cansada por los últimos días que su presencia casi era reconfortante.
—Lo que Sniv… lo que Snape dijo fue horrible— rectificó Potter, cuando Lily le dirigió una mirada asesina.
—No es como si fuera la primera vez que me lo dicen. Además, vosotros le provocasteis.
Potter se removió, un resquicio de su orgullo asomándose.
—Él y sus amigos habían estado molestando a unos Hufflepuff de primero— se defendió—. Supongo que no estuvo bien atacarle cuando estaba solo, pero esos chicos tampoco podían defenderse.
La pelirroja no contestó. Una parte de ella todavía quería defender a Sev, pero se contuvo. Se había cansado de intentar justificar lo injustificable: si mañana Severus le enseñaba la Marca Tenebrosa, ni siquiera le sorprendería.
—Siento que acabaras metida en la pelea— murmuró Potter, y el arrepentimiento en su voz hizo que Lily le mirara. Como ella, estaba sentado con los brazos en las rodillas, sus ojos fijos en el lago—. Y no debería haberte dicho nada sobre salir conmigo. Ya sé que no quieres, aunque creo que sería mejor partido que el calamar gigante.— El comentario la hizo sonreír, a su pesar, y Potter copio su gesto al darse cuenta— De todas formas, lo siento.
—Está bien— dijo Lily, tras unos segundos—. Yo también siento haberte gritado así. No debería haber pagado contigo mi enfado con Severus.
Potter volvió a mirar al suelo ante la mención del Slytherin.
—No es mi persona favorita— dijo, y Lily casi puso los ojos en blanco ante la afirmación— y ahora mismo me cae todavía peor, pero…— Parecía que le costaba pronunciar las palabras— sé que era tu amigo. Y siento que todo haya acabado así.
Y Lily supo que lo sentía de verdad. James Potter podía ser un arrogante y un presuntuoso, pero también era sincero. Lily ya lo sabía, por supuesto, pero en esos momentos en los que la guerra empezaba a llamar a su puerta, no podía dejar de estar agradecida por saber que, al menos alguien, no iba a traicionarla. Asintió una vez más, para agradecerle sus palabras, y ambos se quedaron en silencio.
—Gracias— dijo Lily, minutos más tarde, cuando el viento empezaba a sacudir sus túnicas en un aviso de que pronto tendrían que volver al castillo—. No tenías por qué quedarte.
—No quería que estuvieses sola— respondió él, y Lily volvió a sorprenderse por la calidez de sus palabras. Cuando le sonrió, él siguió hablando, de nuevo mostrándose algo incómodo—. Sé que nunca nos hemos llevado muy bien, y seguramente sea solo por mi culpa, pero me ha gustado estar aquí contigo y… bueno, me gustaría que pudiéramos llegar a ser amigos. Si quieres claro.
Lily nunca había visto a James Potter tan nervioso. Supo que iba a contestar casi antes de hacerlo.
—A mí también me gustaría— reconoció, y tuvo que contener la sonrisa al ver la expresión de felicidad que puso su compañero. Solo por ver su reacción, añadió—. James.
Cuando los ojos de su nuevo amigo se abrieron como platos, ya no pudo evitar soltar una risa.
—Amigos— dijo James, y ella asintió. Su alegría era tan contagiosa que Lily deseó haber hecho esto años atrás—. Bueno, pues, como tu amigo— cada vez que decía la palabra su sonrisa se ensanchaba más— creo que tengo derecho a decirte que deberíamos volver al castillo. Y estoy seguro de que no has comido hoy. Si nos damos prisa, llegaremos antes que nadie al Gran Comedor y podremos cenar antes de que llegue el resto, si es que todavía no quieres hablar con nadie.
Mientras hablaba, James se levantó del suelo y le extendió una mano para ayudarla a hacer lo mismo. Aunque no le hacía falta, Lily la aceptó.
—Aunque sea tentador— reconoció cuando volvían al castillo—, creo que debería dejar de huir de Mary y Marlene. Quizás una charla de chicas ayude.— Le miró de reojo antes de añadir— Aunque con esta también me siento mejor.
James sonrió y no dijeron nada más hasta que llegaron al Gran Comedor.
Aunque el chico había dicho que podrían llegar antes que nadie, tanto sus amigas como los Merodeadores ya estaban sentados en sus habituales sitios, y todos se quedaron mirándolos con los ojos como platos cuando los vieron aparecer juntos. Black (por supuesto) fue el primero en hablar.
—¿Ya no os vais a matar entre vosotros?
Mary le dio un golpe en la nuca.
Lily le sonrió por última vez a James antes de que sus amigas la arrastraran a un abrazo colectivo. Por suerte, ninguna de ellas habló de Snape ni de James en lo que quedaba de cena (aunque Lily estaba segura de que esa charla empezaría en el segundo en el que las tres entraran a su habitación), sino que Mary empezó a hablar sobre el Ravenclaw con el que se estaba viendo en ese momento. Lily agradecía la distracción, y ni siquiera se le ocurrió echarle un vistazo a la mesa de Slytherin para ver si Sev se encontraba en ella. Aunque si lo estaba, pensó, todavía algo resentida, esperaba que viera lo mucho que se reía con sus verdaderas amigas.
La cena acabó y las tres chicas se levantaron para ir a su dormitorio rápidamente. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de marcharse, Lily se detuvo y miró hacia los Merodeadores. Los cuatro amigos, pese a haber estado sentados al lado de ellas, apenas habían cruzado un par de palabras con las chicas, quizás porque Mary o Marlene les habían pedido que no lo hicieran. De cualquier forma, Lily supo que no podía irse sin despedirse de James.
—Hey, Potter— le llamó, y los ojos del chico se mostraron confundidos al ver que volvía a utilizar su apellido. Ella no le dio tiempo para pensarlo—. Creo que me he equivocado. Supongo que, a fin de cuentas, sí que eres mejor partido que el calamar gigante.
Lo último que Lily oyó, después de darse la vuelta, fue la voz de Black.
—¡Eso ni siquiera es un buen cumplido, Potter!