
Chapter 3
Regulus se arqueó hacia atrás, tomando su pierna y haciendo una mariposa. Barty tomaba con firmeza de la pierna y Regulus se sentía una estátua en plena exposición. Cuando su compañero dio la señal, soltó su pierna, hizo el impulso necesario con ayuda y saltó, dando una vuelta en el aire y cayendo en los brazos de su pareja.
—Muy bien.—Susurró Barty cuando lo apoyó en el suelo, Regulus sonrió. Llevaba practicando esa rutina un par de semanas, y era la primera vez que la caída salía sin fallas.—Si nos sale así de bien un par de veces más, podemos presentarla en el show.
—Muero de hambre.—Regulus se desató el cabello, atado en una media cola que le servía para que sus rizos no le molestaran durante el entrenamiento, y se masajeó el cuero cabelludo durante unos segundos. Barty lo abrazó por detrás y enterró su rostro en su cabello, aspirando su aroma sin sutileza.—Barty, para, tengo el pelo sucio.
—Tienes rico olor, a jabón y flores. ¿Emparedados?—Barty se alejó pero no dejó de tocarlo, mantuvo una mano en su cintura y empezó a caminar.
—Ah, sí, ¿y quizás chocolate? ¿Queda chocolate?—Buscó a Barty con la mirada para que le consintiera el capricho, a veces, si les sobraba un poco de dinero, se escapaban a las ciudades o pueblos que visitaban con el circo, y se compraban golosinas, especialmente chocolate.
—Queda chocolate, lo tengo bien escondido, ya sabes, para que Dorcas y Marls no lo encuentren.
—Malditas zorras, que se compren sus propios dulces.
Salieron de la carpa en la que estaban entrenando y se dirigieron al sector donde momentáneamente habían armado la zona de comida. Varias mesas largas, junto con banquetas de madera, que se habian acomodado entre el sector para comer, y el sector para preparar y cocinar todo.
Caminaron directamente a la mesa para cortar verduras, que tenía restos de lechuga, algunas pieles de tomate y varios restos de papa que dejaban en evidencia que alguien había estado pelando tubérculos. Por lo genera los artistas libres ayudaban entre todos a preparar la comida, pues Riddle no estaba dispuesto a pagarle a un grupo de cocineros reales, pero los lunes era día libre para todos, sin ninguna función, entonces se había declarado día de preparado libre.
Regulus agarró las mejores hojas de lechuga que encontró y un tomate, mientras que Barty corría a la mesa de embutidos a buscar fetas de pavo y queso de cabra. Mientras que Regulus cortaba el tomate en rodajas, comiéndose algunas en el proceso, Barty volvió con dos pedazos de baguette bajo el brazo y un plato metálico con el fiambre.
—Al mío ponle ajo también.—Barty apoyó todo en la mesa y dio la vuelta para apoyar el mentón en su hombro, viéndolo preparar todo.
—Ay, no, Barty, que después te huele la boca a ajo.
Barty se rió con la boca cerrada y sintió la vibración de su garganta en el hombro.—Te encanta mi boca de igual manera.
—No cuando huele a ajo, mon chéri.—Barty se rió más fuerte, alejándose un poco para no dejarlo sordo y Regulus sonrió, terminando de acomodar los ingredientes en cada sandwich y agregando ajo solo al de su novio.
—Eres como un vampiro.
—Mi sueño desde que empecé a leer.
Cada uno con su emparedado, se encaminaron a la mesa para comer. Allí notó a Pandora sentada en una esquina, frente a ella estaba Evan, que cargaba a la pequeña Luna entre sus brazos, haciendo muecas raras e intentando sacarle una risa. Pandora los vio casi al instante, saludándolos con la mano y eso llamó la atención de Evan, que les dedicó solo un movimiento con la cabeza.
Regulus se sentó al lado de Dora, y Barty al lado de Evan. Y justo cuando iba a darle el primer mordisco a su emparedado, Luna levantó los brazos hacia él y rió en voz alta.
—¿Cómo lo haces, Reg?—Evan se quejó.—¿Cómo puede ser que mi sobrina te quiera más que a mí?—Evan dejó que la pequeña Luna se subiera a la mesa y gateara hasta Regulus, que la tomó entre sus brazos, besando su mejilla, y la sentó en su regazo. Con el beso la niña volvió a reír.
—Es un encanto natural.—Luna se quedó allí tranquila, jugueteando con los anillos de su mano izquierda, mientras Regulus comenzaba a comer. La observó de reojo, con un cariño que guardaba especial y solamente para ella. Luna sonreía risueña, con sus cabellitos finos y rubios, casi blancos, y su piel blanca y sonrosada. No pudo evitar inclinarse y besar su cabeza. Olía a jabón y a Pandora.
—¿Estuvo bien la práctica?—Pandora lo observaba con una sonrisa. Se la notaba cansada, pero feliz. Hace poco había vuelto a participar en las presentaciones oficialmente. Regulus había estado reemplazándola en algunos shows, había cedido sus días libres a cambio de que Riddle no obligara a Pandora y Xenophilius a deshacerse de la criatura.
—Sí, Barty dice que si la rutina nos sale sin fallos un par de veces más, podemos presentarla.
Cuando Regulus conoció a Pandora, tenía el cabello más corto y siempre lo llevaba atado con trenzas, con flores incrustadas entre las hebras. Regulus la recordaba, de la función en la que había conocido a Barty. La mujer más hermosa que jamás había visto, se presentó con una sonrisa gentil y a sus ojos se sintió como un ángel. Le tomó las manos en forma de saludo y lo llevó por todos los vagones del tren del circo, que recién partía de París, para mostrarle todo lo que había para ver.
“Mi nombre es Pandora” le dijo, con una sonrisa contagiosa y un sonrojo natural, “Sé que seremos mejores amigos, lo puedo sentir en mi cabello. Y mi cabello nunca se equivoca.” Regulus creyó que estaba loca, pero le agradó. Nunca había tenido amigos, más allá de sus primas. Era muy dificil conocer gente cuando estudiabas en casa con una institutriz privada.
Pasados los meses descubrió que el cabello de Pandora realmente nunca se equivocaba. “Esta será una mala función, lo siento en mi cabello” Dijo una vez, la misma noche, horas más tarde, uno de los acróbatas cayó de tres metros de alto. “Hoy terminará muy mal, mi cabello me lo dice” dijo la misma noche, que al finalizar la función, descubrieron que un señor del publico, abuelo, había fallecido.
Cuatro años más tarde, Pandora lo despertó en la madrugada con el llanto atorado en la garganta. Regulus al ver el estado en el que se encontraba se levantó de inmediato, sin quejarse al verse interrumpido su sueño, y la sostuvo con delicadeza, temiendo que se rompiera. “Estoy embarazada, Reg, lo puedo sentir en mi cabello y ya sabes que…” “Tu cabello nunca se equivoca…lo sé.” Regulus le rogó a Riddle, semanas más tarde, que le permitiera reemplazarla hasta que ella pudiera volver a trabajar.
No era la primera vez que Riddle veía una presentación suya, pero sí era la primera vez que se encontraba a metros y metros sobre el suelo, colgado de los brazos de Evan, bajo la atenta mirada mezquina de quien esperaba que cayera, en un trapecio fijo. Cuando Tom Riddle, satisfecho con su actuación, anunció que podía reemplazar a Pandora, él y Evan se encargaron de preparar rutinas que no involucraran a Regulus saltando de trapecio a trapecio, ni haciendo mortales en el aire que solo aumentaban las posibilidades de que se estampara contra el suelo. Fueron los meses más difíciles de su vida, pero lo haría otra vez si eso significaba tener a la niña que apadrinaba entre sus brazos una vez más.
—¿Hacia dónde partimos mañana?—Barty habló con la boca llena, y Regulus le dedicó una mirada reprobatoria, su novio le guiñó el ojo y él respondió rodando los suyos.
—Londres.
Evan intentó robarle el sandwich a Barty y Barty lo golpéo con suficiente fuerza en el hombro como para hacerlo tambalear. Saldrían hacia Londres en la madrugada, y llegaría bien al anochecer del día martes si no se encontraban con ningún contratiempos. De esa manera la primera función se haría el día miércoles por la noche, a Barty y Regulus no les tocaba presentar así que Regulus aprovecharía y se escaparía por las calles de Londres, y si tenía el permiso, se llevaría a Luna también.
—¿Y Xeno?—Barty preguntó cuando ya se había terminado el emparedado, limpiándose las manos en el pantalón y estirando una de ellas para acariciarle la mejilla a Luna, que sonrió y amagó a agarrarle un dedo.
—Practicando con Marlene, Snape los tiene bajo supervisión por el error de la otra vez, ¿lo recuerdan? El público creyó que era parte del show, pero ya saben lo que dice Riddle…
Existían serios problemas sobre la perfección en el lugar, y Regulus se había acostumbrado muy rápido a dar todo de sí, después de todo era digno hijo de su madre y siempre había ido más allá de la perfección solo para complacerla.
—Les toca presentar en la primera función, ¿no? Oí que estaban entrenando a una tercera contorsionista.—Regulus preguntó. Se rumoreaba que había llegado una chica nueva, pero desde que lo había oído, no había tenido el placer de conocerla. Regulus y Barty llevaban días entrenando y trabajando sin darle mucha atención al resto del mundo.
—Sí, Mary. Es muy linda. Riddle tiene la ambición de agrandar al grupo de conorcionistas. Oí que es algo que está haciendo el circo ruso.
Regulus abrazó a Luna contra su pecho y la meció. Pensó en Londres, había participado en varias funciones allí, pero la última vez que había visitado la ciudad de verdad, recorriendo las calles y entrando a los locales, fue la primera y única vez que acompañó a sus padres a buscar a su hermano al expreso escolar. “Podemos valer las horas de viaje” Dijo su padre cuando le propuso a Walburga ir todos juntos, ella accedió sin meditarlo “Me parece bien, podemos pasar por la modista.” Poco recordaba de esa tarde y era de los únicos recuerdos familiares que conservaba, pues para el siguiente receso Sirius ya tenía doce años, y las peleas ya eran algo constante en la casa. Sus padres creyeron que si tenía la edad para desobedecer, tenía también la edad para pasar diez horas sentado solo para llegar a casa.
Recordaba una librería pequeña a la que se había metido con Sirius, y se preguntó si tantos años después seguía en pie. Recordaba el día pacífico, y allí en su mente, algo le decía que ese día había sido el último lleno de paz antes de que se declarara la guerra, pues esas fueron las vacaciones en las que Sirius comenzó a hablar de sus nuevos amigos.
Pandora le acarició el hombro y Regulus se volvió conciente de lo ensimismado que estaba en sus pensamientos. Luna dormía entre sus brazos y Dora le hizo una señal para que se la pasara, acción que Regulus hizo con delicadeza y suavidad. En algún momento Evan había desaparecido, y Barty lo observaba, con la cabeza recostada sobre sus brazos sobre la mesa.
—Iré a acostarla, y creo que ustedes también deberían tomar una siesta.—Comentó con una pequeña risita. Regulus le hizo un último mimo a Luna, antes de que Pandora comenzara a caminar hacia las carpas donde estaban armados los dormitorios provisorios.
Barty lo seguía mirando, así que Regulus copió la posición en la que estaba recostado y lo miró también, robándole una sonrisa que mostraba los dientes y embellecía sus ojos.—¿Quieres ir a dormir un rato al sol?
Regulus quería, así que se incorporó, lo tomó de la mano y lo arrastró a un lugar levemente alejado de la zona donde el sol daba hasta entrada la tarde, junto a un pequeño arroyo que habían estado aprovechando para cocinar y lavar cosas.
Se echó allí en el pasto y Barty lo acompañó al instante, cediéndole un brazo para que usara como almohada y usando la otra mano para acariciarle el rostro. Regulus le dio un beso a su almohada provisoria y Barty rió bajito.
—¿Vamos a pasear por Londres en nuestro día libre?—Barty asintió, acariciando su mejilla y repasando sus labios, Regulus se sonrojó a pesar de los años y le besó el pulgar.
El sol lo obligaba a cerrar los ojos, y cerrar los ojos lo dejaba abrazado inmediatamente por el cansancio, así que se acurrucó subiendo un poco más las piernas y enterrando su cabeza contra el hombro de Barty, y se dejó arrastrar por el sueño. Antes de quedarse dormido del todo, sintió la mano de Barty acariciar su mejilla, ásperas y cálidas, hasta que lo acunó más contra su cuerpo.
Se despertó con frío, acurrucándose más contra su única fuente de calor. Barty lo apretó más en sueños, y Regulus finalmente abrió los ojos para ver que horas eran. El sol estaba casi oculto y podía oír a varios de sus compañeros hablando en la zona de las mesas. Barty roncaba suavemente contra su cabello y tenía las mejillas levemente sonrojadas por haber estado al sol tanto tiempo, imaginó que se encontraba igual. Estiró una mano y lo picó en el pómulo, sin llamar mucho su atención.
—Barty—susurró, picándolo una vez más. Barty frunció el ceño, apretando los ojos y aún así siguió durmiendo—Barty, ya bajó el sol.
Barty despertó cuando pasó una mano por su mejilla y pellizcó con suavidad. Se restregó los ojos con una mano y bostezó sin decir nada. Ambos se incorporaron en silencio, sin alejarse mucho, y emprendieron camino al campamento con los meñiques entrelazados. No era un secreto su relación, y desde el inicio a nadie pareció molestarle. A nadie, excepto al grupo de Snape, que odiaban ver a la gente feliz.
—¿Chocolate caliente? Puedo pasar a calentar leche camino a la habitación.—Barty asintió, y llegando al camino que dividía entre el comedor improvisado y las habitaciones, se despidió besando su mejilla. A Regulus no le molestó que no hablara, sabía que estaba cansado y que a veces tenía esos bajones de energía.
Cuando llegó a la zona de comida había varias personas comiendo en las mesas y en las mesas para cocinar solo estaba Dorcas, que se estaba armando un sandwich. Se apresuró en tomar una botella de leche de las cajas de carga y caminó a paso rápido hasta donde estaba la pequeña fogata que usaban para cocinar. Las brasas estaban ardiendo, así que supuso que alguien se había preparado algo caliente. Vertió la leche en una de las teteras de metal en desuso y la colgó arriba de la fogata, poniendo más madera y unas hojas de periódico abandonadas.
—¿Y Bartolomeo?—Dorcas se acercó al oír todo el ruido que estaba haciendo, antes de que él pudiera acercarse a ella. Regulus la saludó con un movimiento de cabeza, como siempre había hecho, y se cruzó de brazos viendo el fuego y aprovechando la calidez que desprendía.
—Estaba cansado, así que fue directo a la tienda.
Dorcas no dijo nada más, se acomodó al lado suyo y se cruzó de brazos también. La luz del fuego abrillantaba su piel oscura y los adornos que tenía trensazados en el cabello, probablemente gracias a Pandora, también brillaban. Dorcas había tardado en acostumbrarse a su presencia, pues le causaba mucho conflicto que sea el reemplazo de Alice, a quien consideraba una hermana, pero finalmente se habían vuelto muy buenos amigos. Especialmente cuando comprendió que donde estaba Pandora, estaba Regulus también. A los pocos meses de su llegada, ya eran capaces de estar en la misma habitación sin que Dorcas le tirara miradas de odio, y también de entablar una conversación sin que se mencionara el nombre de Alice.
—Marlene esta obsesionada con la chica nueva, ¿la conociste ya?—Dorcas lo empujó suavemente con el hombro para llamar su atención y Regulus giró a verla con la ceja levantada.
—¿Mary? Todavía no me la crucé, ¿obsesionada dices?
—Al parecer es buenísima, y no tuvieron que entrenarla mucho. Talento nato.
—Voy a acercarme al ensayo general del miercoles para verla actuar entonces.
—¿No se quedarán a la función?
—Le dije a Barty de ir pasear, quizás llevar a Lunita. Hace poco recién recuperé los días libres y…la última vez que paseé por Londres era un niño.
Dorcas asintió, mirándolo por el rabillo del ojo y sonrió de lado.—Traigan más chocolate.
—¡Dorcas!
—¡Ustedes tienen dinero, Reg!—Dorcas se quejó, pero al mismo tiempo no pudo contener la risa y se tapó la boca, ignorando la mirada de reproche que Regulus le dedicó a la vez que se agachaba y sacaba la tetera con leche del fuego, que ya hervía.
—Tenemos dinero porque no lo gastamos en joyas cada vez que vamos la feria.
—Eso es porque a tú usas siempre las mismas joyas, ¡que te regaló Barty! Una dama no puede usar siempre lo mismo, Regulus.
—No me hables de lo que pueden o no hacer las damas.
Regulus se despidió de Dorcas con un choque de mejillas y rápido, pero no tan rápido para que no se le volcara la leche, ni se quemara, caminó hasta su tienda compartida. Barty estaba sentado en el suelo con dos tazas metálicas a un costado y cortando una barra de chocolate negro en pedacitos que iba repartiendo en cada taza.
—Hey, traje leche caliente, ¿te sientes más descansado?—Barty levantó la mirada cuando cerró la cortina detrás de él al entrar y asintió con una pequeña sonrisa. Tenía el cabello completamente despeinado y aún tenía rastros de cesped entre los mechones de pelo.
Regulus se agachó para servir la leche caliente, que inmediatamente empezó a derretir los trocitos de chocolate, y dejó la tetera a un costado para que ninguno se quemara. Barty revolvió un poco las tazas con una cuchara y abrió los brazos para que Regulus pudiera sentarse en su regazo, acción que realizó de inmediato.
Era la primera vez en semanas que podían hacer esto, luego del año entero que estuvo reemplazando las rutinas de Pandora, y también cumpliendo su parte en sus rutinas compartidas con Barty, Regulus terminaba demasiado cansado como para no dormir ni bien tocar su cama, recién hace relativamente poco que Pandora había comenzado a estar en condiciones de participar en los shows una vez más, sin riesgos de cometer errores que molestaran a Tom Riddle, Regulus recuperó sus días libres y el suficiente descanso como para poder tener estos momentos tranquilos y silenciosos que tanto adoraba desde que había conocido a su salvador.
Al día siguiente partirían a Londres.
✩✩✩✩
La primera mañana en Londres, Regulus y Barty durmieron hasta pasadas las diez, cuatro horas más de las que por lo general dormían los días que ensayaban desde la madrugada. Regulus se despertó enredado entre las sábanas y acurrucado contra el cuello de Barty, que lo abrazaba dormido de costado con una sola pierna tapada. Con mucho cuidado se escapó de sus brazos y lo tapó para que pudiera seguir durmiendo, y muy rápidamente se cambió con su ropa cotidiana cuando no le tocaba entrenar.
Afuera de las tiendas para dormir, el circo entero estaba en funcionamiento, preparando todo para la primera función del día. Estaba un poco fresco, pero no tanto para sufrir estar afuera. Regulus se encaminó a la carpa principal para fijarse si Pandora estaba allí y esquivó a los hombres con escaleras que estaban acomodando las gradas donde se sentarían los espectadores. En el suelo había un par de panfletos de los cientos de panfletos que Riddle había mandado a repartir por la ciudad.
“VEN AL CIRCO DE LA LOCURA. LA MAGIA ESPERA DARTE LA MANO PARA MOSTRARTE EL PARAÍSO” Bajo las letras mayúscula había una ilustración de Marlene cotorcionada hacia atrás, tocándose la punta de los pies. En los panfletos estaban casi todos ilustrados, Regulus, sin embargo, no permitió se parte de eso hasta años más tarde de llegar, cuando estuvo muy seguro de que nadie lo reconocería.
Dejó el panfleto en el suelo, donde lo había encontrado, y se apuró en llegar a la arena. Evan y Pandora estaban en el aire, practicando rutinas en trapecios enfrentados, con Marlene y Sybil, que estaban preparadas cada una en una tarima para lanzar los trapecios si se quedaban sin impulso. Abajo en el suelo estaba Xenophilius con Luna, que jugaba con unos pequeños muñequitos de madera que Xeno le había tallado cuando Pandora aún estaba embarazada.
—Xeno, buen día.—Se acercó y se agachó al lado de ambos, para así darle a Luna un beso en la cabeza, justo en el centro, donde la mayoría de sus cabellitos se unían. Luna levantó ambas manos y lo tomó de las mejillas con un poco de fuerza, haciéndolo reir.
—Regulus, buen día. ¿Barty sigue durmiendo?
—No lo desperté porque últimamente estuvimos ensayando muchísimo. Igual no faltará mucho para que se levante.—Luna perdió el interés por completo en los animales y se trepó a su pecho para que la sostuviera, Regulus la levantó y la hizo reir.
Xenophilius se estiró en su lugar y miró hacia arriba, donde Pandora se balanceaba de un lado al otro para luego soltarse, dar una vuelta y agarrarse de los brazos de Evan, que estaba colgado de los pies en el otro trapecio. Regulus nunca perdió el miedo de que pudieran caer.
—Quería preguntarles si estaba bien si me llevo a Luna a pasear por Londres con Barty.—Luna acariciaba sus bucles caídos, mientras Regulus le acomodaba la camisa con bolados para que no le diera frío en la espalda.
—Por mí está bien, pregúntale a Panda por las dudas, pero no creo que haya problema mientras que vuelvan para el toque de queda.
—Por supuesto, vamos a pasear un poco, quizás comer algo. ¿No cierto, Lunita?—Regulus se perdió en la mirada cielo de la niña que se rió al oír su nombre y él la abrazó.
Luna y Evan bajaron cuando llegó la hora para que Xenophilius, Marlene y la famosa Mary, a la que Regulus le presentaron un poco a las apuradas, les tocara comenzar a practicar. Barty llegó sobre ese momento también, con dos tazas de té y dos pedazos de budín de pan envueltos en una servilleta, metidos en el bolsillo. Luna pasó de sus brazos a los de Barty cuando se hubo acomodado y Regulus aprovechó para tomar su taza de té.
—Pan, le preguntaba a Xeno si estaban bien con que Barty y yo nos llevaramos a Luna a pasear hoy.
Pandora le sonrió mientras se destrenzaba el cabello, quitándose las flores que dejó a un costado, y se lo peinaba con los dedos. Le robó un mordisco a su budín de pan, que al instante pasó hacia Evan que también lo mordisqueó, y asintió.
—Me parece perfecto. Así no va a estar en el caos. ¿La buscan después del almuerzo?
—Dale, nos llevaremos la carriola también.
Mary era, sin duda alguna, una mujer talentosa y una muy buena adquisición para el grupo de contorsionistas. A pesar de haber llegado hace poco, Regulus no encontró ninguna transición extraña en la secuencia que solía ser de dos personas. Marlene y Xeno ya eran un grupo muy conocido cuando Regulus llegó al circo, y se habían llevado bien al instante y aunque con Marlene no pasaban tiempo juntos, cuando la encontraba dando vueltas con Dorcas, siempre la pasaban bien y a Regulus lo tranquilizaba que él y Barty no fueran la única pareja homosexual de la comunidad del circo.
Pasado el mediodía, luego de almorzar estofado de legumbres, Barty y Regulus tomaron a la preciosa Luna, que Pandora había vestido para deslumbrar con un vestido rosado y un sombrerito a juego, se encaminaron al centro. El cielo estaba levemente nublado, pero no parecía que fuera a llover. Le avisaron a Snape, que no les dirigió la palabra, pero anotó que se iban, y se desentendieron del circo, al menos por una tarde.
Aunque querían ir de la mano, llamarían mucho la atención, así que Barty empujaba la carriola de canasta, para la que Xeno y Panda habían ahorrado durante el embarazo, y Regulus llevaba a Luna en brazos, que estaba demasiado despierta para quedarse quieta. Había bastantes personas a esa hora, pero como recién entraban a las primeras horas de la tarde, la calle no estaba repleta y amontonada. Entraron primero a una tienda chiquita y no muy elegante vendía víveres, y le pregunto al hombre que atendía, si le molestaba que dejaran la carriola adelante.
—No, está todo bien.—Respondió saludando a Luna con un pequeño vaivén de su mano. La niña le sonrió.—Que disfruten su compra.
Regulus y Barty fueron directamente a la sección pequeña que había destinada a las golosinas y compraron un par de barras de chocolate, para las que habían ahorrado, y Regulus, muy a su pesar, agarró una específicamente para Dorcas y Marlene.
—¿Llevamos algo para Lunita?—Barty preguntó. Regulus buscó entre las góndolas alguna que estuviera destinada para suministros infantiles y encontraron solo una que tenía pequeños frascos con papillas de fruta.
—Dudo que le guste, pero podemos llevar uno para probar.
Luego de pagar en el mostrador, se despidieron del amable hombre que los había atendido y caminaron un poco más, con Luna ahora en la carriola, hasta un parque. Un parque no tan grande, con algunos juegos de madera destinados a los niños. Había algunas mujeres sentadas en bancos, con sombrillas para sol que realmente no servían de nada, aunque lo harían si llovía. Por el parque caminaban algunas parejas y en los juegos había un par de niños, jugando y en la arena una mujer con un bebé sentado, que toqueteaba la arena y reía.
Intentaron darle la papilla a Luna, pero ella no le prestó mucha atención. Finalmente abrieron una de las barras de chocolate, la más pequeña que habían comprado, y se sentaron en el pasto, contra un árbol, a observar. Barty inmediatamente sacó de su bolsillo uno de los animalitos de madera que le había robado a Xeno y se puso a jugar con la niña. Regulus se acomodó contra el árbol y se quedó mirándolos. Barty siempre estaba feliz rodeado de la alegría de Luna, desbordaba amor, y era algo que adoraba ver. Podía ver esa imagen de Barty por siempre, sonriendo ante cualquier cosa que la niña hiciera, levantándola entre risas y dejando que lo despeine y lanzándola al aire para hacerla reír. Regulus lo amaba.
En lo que jugaban, una mujer se les acercó, la misma que jugaba con el niño en el arenero. Regulus se enderezó un poco incómodo y Barty le acomodó el sombrerito a Luna, que con todo el juego se le había caído.
—Hola. Es una niña preciosa, Harry y yo queríamos saber si podemos conocerla.—La mujer se arrodilló a una distancia prudente, para no incomodar, supuso Regulus y sonrió. Una mujer verdaderamente preciosa, con cabellos rojizos que estaba seguro que al sol brillarían como el fuego, y ojos verdes intensos, como los del niño.—Mi nombre es Lily.
—Hola, Lily. Nosotros somos Barty y Regulus, y esta es la pequeña Luna.—A Regulus le dio gracia la voz que usó para hablar, la misma que Xeno y Pandora usaban para dirigirse a su hija.—Hola, Harry.—Barty movió la mano de Luna en modo de saludo, aunque no hizo falta mucho para que la niña quisiera gatear hasta Harry con curiosidad.
—¿Es hija tuya?—Lily se acercó con un poco más de confianza y se sentó de piernas cruzadas. Regulus admiró la posición porque a él, en el pasado, jamás lo hubieran dejado sentarse así.
—No, no. Es nuestra sobrina—Barty le regaló un señalamiento con la cabeza y Regulus le ofreció a Lily un pedazo de chocolate que ella aceptó.
—Su mamá está trabajando hoy, así que la cuidamos nosotros.—Regulus decidió participar de la conversación. Harry y Luna jugaban con el cesped y el único animalito de madera que traían encima, un ciervo con cuernos al que Pandora le había enredado un moño en uno de los cuernos.
—Que lindo que la cuiden. Nuncas los había visto por acá, ¿son nuevos en la zona?
—Estamos de paso, viajando por trabajo. ¿Tú eres de aquí?—Regulus no dijo de que trabajaban, y se apresuró un poco a cambiar de tema, temía que si se enteraba en donde trabajaban, no se lo tomara muy bien.
—Vivimos aquí toda la vida, aunque mi marido vivio un tiempo en la India por su madre, y su hermano es de Francia.—Lily se apoyó hacia atrás y miró un segundo al cielo, luego giró a verlos y sonrió al ver que Harry jugaba con el muñeco mientras Luna gateaba hacia Regulus, que le estiró los brazos.
—¿Su hermano es de Francia y él hindú?—Barty preguntó curioso y
—Hermanos de corazón diría, pero…¿quien hace diferencia? Es parte de la familia, el padrino de Harry de hecho. Se conocen desde niños. Más o menos somos una familia armada por el corazón.
—Sabemos perfectamente lo que dices.
—¿Ah sí? ¿Son también hermanos? Ya que dijieron que Luna es su sobrina.
Regulus apretó a Luna contra su pecho y olió su cabello con aroma a manzanilla, sin saber si responder o no lo que les estaba preguntando. Barty también se tensó levemente, pero no borró su sonrisa.
—Ah…no…nosotros somos amigos, diría. No hermanos.
Lily los miró durante un segundo con una sonrisa de lado y Harry gateó hasta donde estaba Luna, que al verlo pidió bajar de sus brazos y Regulus la dejó suavemente sobre el cesped una vez más.
—No quería incomodarlos, entiendo igual. El padrino de Harry también tiene un amigo.—Les guiñó el ojo y Regulus se puso rojo porque jamás había visto a una mujer hablar tan abiertamente con desconocidos, ni revelar sus pensamientos tan abiertamente cuando podían causar polémicas indeseadas.
—¿Francés dijiste que era el padrino de Harry?—Regulus se trabó con sus palabras por los nervios y Lily soltó una carcajada que lo sonrojó, especialmente porque no se tapó la boca avergonzada.—Parles-tu français?
Lily lo miró sorprendida solo por un segundo y luego soltó otra risa pero más suave. Harry al escucharla reír, rió también y eso desencadenó también la risa cantarina de Luna, que hizo reír a Barty.
—Juste un peu.
—Barty y yo nos conocimos en Francia, soy de allí.
—Tienes un poquito de acento, pero hablas muy bien inglés. ¿Estudiaste?
—Sí, con un profesor privado.
Pasado un ratito más, en el que Lily les contó un poco sobre ella y lo que hacía en su tiempo libre, sacó un reloj de su cartera y al notar la hora se disculpó y se despidió, deseándoles buena suerte y que se volvieran a encontrar. Como estaba bajando el sol, Barty y Regulus también juntaron sus cosas, metieron a Luna en la carriola, y siguieron paseando.
Encontraron una librería a unas manzanas y Regulus no pudo resistirse a entrar, así que le pidió a Barty que lo esperara un minuto, que daría una rápida pasada por la tienda y saldría. Llevaba tiempo sin pisar una librería y al entrar una oleada nostálgica le acarició el rostro.
—Buenas tardes.—Saludó al señor que estaba en la entrada, quien le sonrió y siguió escribiendo algo sin prestarle mucha más atención.
El recinto estaba vacío, olía a hierbas aromáticas, como si hubieran prendido un incienso, y estaba cálido, gracias a una pequeña salamandra que se ocultaba en la esquina del mostrador. Regulus se escabulló por las primeras estanterías y acarició con cuidado los libros solo por acariciarlos. Hasta que llegó a la sección de ficción y terror. Acarició el libro de Drácula y uno de Edgar Allan Poe en el lomo, y finalmente agarró Frankenstein.
Lo compró porque era el último libro que se había comprado antes de huir de casa, pero que no había tenido tiempo de leer. El hombre le sonrió al aceptar el dinero y se lo envolvió “por si llovía”, a pesar de que Regulus le dijo que tenía una bolsa para llevarlo y que no vivía muy lejos. Se despidió del señor, que esperó verlo pronto, y de la calidez del ambiente, que era un sentimiento que llevaba tiempo sin recibirlo, el de una librería.
Barty seguía afuera, a un costado y debajo de un toldo porque las nubes se veían cada vez más oscuras, y con Luna encima, que parecía estar quedándose dormida mientras lo escuchaba hablar. Cuando lo vio acercarse, Luna le estiró los brazos, así que Regulus dejó el libro bien resguardado en la carriola y la tomó con mucho cuidado, poniendo el brazo debajo de su cuerpo para sostenerla y abrazándola contra su cuello. Luna se acomodó al instante.
—Espérame que pasaré por el baño, está allí nomas.—Barty le dejó la bolsa con el resto de las cosas y cruzó la calle con grandes zancadas.
Regulus meció a Luna de un lado a otro y sintió como apretaba su camisa entre los pequeños puños, aprovechó entonces para acostar su rostro en su cabecita.
—¿Estás cansada, Lunita? Ya volvemos a casa, y tu mamá ya estará terminando.
Regulus tarareó en su oído hasta que oyó unas estruendosas risas que lo hicieron girar por pura curiosidad. A lo lejos, pero no tan lejos, un hombre riendo levantaba a un bebé en brazos, que miraba muy sonriente por una vidriera. El hombre estaba despeinado y vestido de traje, con un par de redondos anteojos adornándole la cara. Reconoció al bebé porque estaba vistiendo lo mismo que en el parque. Harry reía viendo por la vidriera y le fue imposible no reconocer el parecido entre él y el hombre. El hombre le revolvió el estómago porque algo le decía que lo había visto en otra parte.
No tuvo mucho tiempo de pensar al respecto, porque fue un segundo el que pasó y la puerta de la tienda por la que Harry miraba se abrió y salió otro hombre. A Regulus se le congeló el pecho y le falló la respiración. Estaba tan igual que tuvo que desviar la mirada. Lo oyó reír y exclamar el nombre del niño y reconoció su voz. Escucharlo se sintió tan pesado que dio un paso hacia atrás, como si de esa manera pudiera fusionarse con la pared de ladrillos para que no lo viera. Quiso volver a ver, porque tenía que estar seguro, aunque le pesaba tanto el corazón, que no podía no estarlo, pero entonces Barty llegó y se puso entre él y ellos.
—¿Regulus? ¿Te encuentras bien? Estás muy pálido.—Barty agachó un poco la cabeza para buscar su mirada y él no la desvió. Le latía el corazón en la garganta y temió que no le saliera la voz para hablar, entonces carraspeó y tragó con dolor el nudo que se había formado.
—Volvamos, Barty.
Volvieron en silencio, y a pesar de que le dolían los brazos de tanto llevar a la niña, no la dejó en la carriola y la abrazó todo el camino, porque Luna se sentía como un anclaje a la tierra, lo salvaba de deshacerse en sus pensamientos y volverlo a ver. Cuando llegaron, Luna ya había dado su último acto y los recibió en la parte de atrás de la carpa. Regulus se despidió silencioso y, tomando la mano de Barty por primera vez en toda la tarde, lo llevó hasta su tienda compartida.
Desde que lo había visto, desde que lo había oído, un frío latente se había instalado en su columna y necesitaba que desapareciera antes de consumirlo. Barty no dijo nada al respecto, aunque parecía consternado. Se cambiaron en silencio y se prepararon para dormir sin comer. Cuando Regulus se encontró acurrucado y completamente arropado contra el corazón que con su latir tanto lo calmaba, aspiró el aroma natural de Barty y habló por primera vez en lo que se sintieron como horas.
—Creo que vi a mi hermano hoy.