
Ojos grises
Primero de Septiembre, el Expreso a Hogwarts traza su camino otro año más; los estudiantes de último año disfrutan el camino, pues saben que el siguiente noveno mes no abordaran.
Los de nuevo ingreso sienten nervios cada segundo que el tren avanza en espera de una nueva etapa de su vida.
Y los Merodeadores, bueno, ellos asaltaron el camioncito de dulces, conversando sobre sus breves vacaciones, en ocasiones se lanzaron golosinas en protesta o simplemente porque sí. Su vagón se llenó de risas contagiosas, maldiciones al aire y magia. Los sentimientos de bienvenida o despedida no llegaron a ellos, su segundo año se encontró a unas horas de llegada.
Sin embargo, la felicidad y las bromas se detuvieron en algún punto.
El Expreso a Hogwarts puso en marcha su destino unas horas atrás, y Sirius en cada avance se encontró más ansioso, sus manos dejaron de bromear quedando quietas en sus piernas, se apretaron entre ellas con más frecuencia, sus piernas siguieron un ritmo: arriba, abajo, arriba, abajo, arriba, abajo. Se detenía en un lapso de dos segundos antes de seguir el mismo patrón.
Reía, lo hizo por largo minutos, pero sus pensamientos cada vez tomaron más control, resonaron en su mente, e irónicamente escucho la voz de su madre, en cada andar le gritó con más fuerza que la anterior.
"Sirius, amigo mío,” James lo llamó, borrando el eco agresivo que llenó su último pensamiento. “¿Podrías decirnos que te tiene así?" James inclinó su cuerpo levemente hacia delante, prestando atención preocupado.
Sirius quedó estático, dejando que su mirada se quedará en sus manos apretadas. No era bueno ocultando sus sentimientos, su tío Alphard siempre se burló de él por ser un libro abierto: “𝘕𝘶𝘯𝘤𝘢 𝘥𝘦𝘫𝘢𝘴 𝘦𝘭 𝘮𝘪𝘴𝘵𝘦𝘳𝘪𝘰, 𝘱𝘦𝘲𝘶𝘦ñ𝘢 𝘦𝘴𝘵𝘳𝘦𝘭𝘭𝘢.” A él ciertamente no le importaba, los libros fáciles de leer eran mejores, no había acertijos complejos que descifrar, rompecabezas de emociones que juntar, citas de autores extravagantes dejadas a un lado con elocuencia. Le gustaron los libros sencillos, porque él mismo era uno.
Ahora mismo, no le gustó serlo. En cambio, sintió culpabilidad al arruinar la diversión de sus amigos con su inquietud. Levantó la cabeza y los observó. Ellos no quitaron sus ojos sobre él mientras esperaban respuesta alguna, la preocupación era genuina.
Sirius se dio cuenta que sus amigos sabían que algo andaba mal con él desde el principio, lo habían dejado ser, esperando a que el mismo les contara lo que invadía su mente de aquella manera.
Cuando conoció a sus tres mejores amigos, no sabía que lo serían, eso fue hace un año exactamente, en tan solo ese tiempo ya los amaba con toda su alma, él podría dársela si alguno de ellos lo pidiera.
"Mi hermano." En un susurro se derrumbó en el asiento, dejando caer su cabeza en el hombro de Remus. Sirius jugó tentativamente con las mangas del suéter de Remus antes de seguir hablando. Amaba también los suéteres de Remus, eran cálidos. "Es su primer año."
Sus amigos tomaron esa inquietud como una preocupación genuina de un hermano mayor hacia su hermano pequeño, tal vez lo era, pero también había una razón más compleja en el fondo de aquello.
"Le irá bien, Sirius." Remus le dio un golpecito en la sien, mientras los demás sentían en apoyo.
"Si, amigo." Peter dejó a un lado la envoltura de un dulce extraño, mostrando ambos pulgares arriba. El dulce que probó lo hizo graznar como pato cuando intentó seguir hablando. La cabina estalló en risas por la manera graciosa en la que Peter había emitido aquel sonido. Por supuesto que los merodeadores no desaprovecharon la oportunidad de hacer bromas, incluso a ellos mismos. Al calmarse, retomó la plática, "Estará bien Sirius, ya sabes, es un Black, no tendrá problemas en adaptarse."
Aunque las palabras fueron dichas en apoyo, Sirius sintió una pesadez que inundó nuevamente sus pensamientos, Peter no percibió ese hecho, sin embargo, James lo hizo, y pudo jurar que Remus también.
𝘌𝘴 𝘶𝘯 𝘉𝘭𝘢𝘤𝘬.
Su apellido siempre habla más por ellos que ellos mismo, su familia se enorgullece de eso. Pero, ¿el? él quiere ser conocido por él mismo y no por el historial de sus locos antepasados. No estaba seguro si para Regulus fuera lo mismo, su madre se encargó de mantener a su otro Heredero bajo control, los pensamientos y sentimientos de su hermano se enterraron sólo para sí mismo.
"De todos modos,” James habló llamando nuevamente su atención, girando su cabeza en todas direcciones, en busca de algo “¿Dónde está el pequeño bebé Black?" o de 𝘢𝘭𝘨𝘶𝘪𝘦𝘯.
"𝘖𝘩, 𝘑𝘢𝘮𝘦𝘴, si Reggie te escucha llamarlo así te hechicería después de convulsionar." Soltó una fuerte carcajada al imaginarse la situación.
Tendría que cuidar a James de su hermano si quería de su mejor amigo por muchos años, y cuidar de su hermano para que no se convirtiera en homicida el primer año de Hogwarts.
"Bueno," encogió los hombros en un movimiento desinteresado "él no lo sabrá porque no está aquí, ¿verdad?" su tono de voz se volvió cuidadoso, fingiendo un escalofrío.
Sirius sonrió, negando en suspiro, "No sé dónde esté.” dijo finalmente. “Subí al tren antes que él.” llevó las manos al rostro dándose cuenta de la equivocación tan grande que hizo. “Oh, Merlín, debí buscarlo desde el principio, ¿cierto? Fue una mala idea dejarlo atrás. Debe estar en un compartimiento solo o buscándome, ¿lo haría? Quizá yo deba hacerlo” habló con rapidez, las últimas palabras fueron dichas en un susurro para el mismo, una reprenda.
Se había alejado de sus padres en el instante que tuvo oportunidad, la tensión con sus progenitores empeoraba en cada respirar. Él no tenía el ánimo de escuchar las réplicas ni amenazas de su madre, no quería observar el disgusto en las facciones de su padre, así que se despidió con un simple “nos vemos” desaliñado y poco aristócrata, ignorando la vibración de magia oscura proveniente de su querida madre. Encontró a todos sus amigos entre los Potter, la señora Potter parecía estar avergonzando a su hijo porque el pequeño James se encontraba rojo mientras los demás reían. Se unió a ellos, olvidando por complemento a su hermano. Lo recordó poco después de subir al tren cuando la ansiedad comenzó a consumirlo.
"Sirius, solo respira.” tranquilizo apretando sus manos en forma de mantenerlo con ellos y no en sus pensamientos. “Tu hermano puede estar ya haciendo amigos."
"Remus tiene razón."
“Descuida, todo resultara bien” James declaró tan seriamente que Sirius no cuestiono otro resultado que no fuera ese. 𝘖𝘩, estaba tan jodidamente agradecido de tener a sus amigos.
“Espero” Suspiro en el hombro del hombre lobo, tratando de dejar salir toda la tensión y unirse a las bromas restantes del viaje.
Sirius se preparaba para saltar de su angustia interna, esperando el momento adecuado para hechizar a James, probaría un encantamiento inofensivo que sacó de un viejo libro que el tío Alphard le obsequió en alguna navidad.
Sin embargo, la maldad se vio interrumpida cuando Peter soltó un chillido asustado, y James brincó con la varita en mano pronunciando un “𝘗𝘦𝘵𝘳𝘪𝘧𝘪𝘤𝘶𝘴 𝘛𝘰𝘵𝘢𝘭𝘶𝘴”.
“Uhm, eso estuvo cerca” dijo con una sonrisa condescendiente.
Los otros tres chicos repasaron rápidamente los últimos tres segundos, sin entender porqué una maldita planta, que definitivamente tenía la intención de morder a Peter por la forma en que los dientes y una larga lengua se enrollaron en su dirección, se encontraba con ellos en el vagón.
“¿James, qué diablos es eso?” Sirius ladró una risa, tomando la planta del suelo, mirándola de cerca.
“Oh, escuché que Lily quería una planta carnívora.” mencionó tímidamente arrancando la planta de las manos de su amigo, sus mejillas se enrojecieron pero su rostro demostraba una satisfacción por conseguirle algo a la chica que le gustaba.
“𝘈𝘩, 𝘦𝘭 𝘢𝘮𝘰𝘳 𝘫𝘰𝘷𝘦𝘯” se dejó caer en los brazos de Remus dramáticamente con sus manos en el pecho. “¡Oye!” acusó ante el hechizo punzante que James le regaló con mucho gusto.
☆
James sentía picazón en las palmas de las manos, ansioso por darle el regalo a Lily, pero la ceremonia de los de primer año parecía tardar siglos.
El sombrero seleccionador entraba y salía de las cabezas de los estudiantes gritando el nombre de la casa a dónde pertenecían.
Sirius estaba en las mismas que James, su estado era peor que en el tren, sin embargo, él no tenía ningún regalo que dar a una chica, no, su hermano aún no era nombrado, y la ansiedad recorría la sangre de Sirius.
Cuando regresó a la casa ancestral de los Black, 12 Grimmauld Place, en navidad, no recibió gritos, ni maldiciones por parte de sus padres, no, ellos lo recibieron sin las molestias extras, lo trataron igual que antes, como si la clasificación de casa no les causará más locura. Todo parecía ir como antes, y tal vez, solo tal vez, eso debió preocuparse, debió prestar atención, porque cuando entró buscando a su hermano, todo lo que obtuvo fue su silencio.
El mismo niño que lo abrazo desesperado antes de marcharse por primera vez a Hogwarts, a quien le prometió contarle todas sus aventuras en su primer año, lo ignoro.
En esas vacaciones Regulus no habló con Sirius. Y en las siguientes obtuvo algunas palabras sin ninguna respuesta en claridad. Todo fue ambiguo. Regulus ya no evitó hablarle, pero nunca dijo algo más allá de palabras vacías entre murmullos. Sirius había tenido la esperanza de que una noche su hermanito entrara a su habitación para conversar, como antes, o tal vez le diera una explicación para el comportamiento que experimentaba, aunque Sirius lo sabía, ese era el castigo que sus padres le otorgaron por desdichar el nombre de los Black al entrar con los leones. Los hermanos Black tuvieron una ruptura, imposible de pegar, las cicatrices quedaron marcadas. Ellos fueron obligados a eso.
Sirius dejó de esperar en las entrañas de su habitación la presencia de la persona que más amaba en el mundo.
Prometió, en la lejanía, proteger a su hermanito, comenzando en la oscuridad de los Blacks, quebró la hermandad frente a los ojos de su familia, odiando el destello en los ojos de su hermano antes de girarse e ignorar todo.
Lo protegerá, él lo hará.
"Regulus Black" Nombró la subdirectora, leyendo el pergamino.
Sirius detuvo el movimiento ansioso de sus pies, volteando rápidamente al llamado de su hermano.
Remus pegó su cuerpo a él, dándole apoyo que le tranquilizara, mirando con atención al menor Black. Peter siguió su ejemplo, dándole un golpe a James y trayéndolo de nuevo al mundo.
La curiosidad de James por el pequeño bebé Black, le hizo levantar el rostro y ver con atención cuando la Profesora McGonagall lo llamó.
El menor de los Black subió las escaleras con elegancia pulcra, sus pasos eran seguros y su espalda la mantuvo recta. James vio los pequeños rizos que colgaron ordenadamente en la parte de la nuca del chico, le era imposible apartar sus ojos de aquella figura. Detalló el movimiento de su espalda al caminar, era definitivamente más pequeño que Sirius, no solo de complexión, la estatura del chico parecía estar a dos o tres centímetros más abajo, pero incluso con esa diferencia, la silueta de sus piernas era larga y delgada. La visión de James se interrumpió por el giro que el pequeño Black hizo al sentarse en el distintivo viejo banco.
La respiración de James se cortó por un momento.
Regulus Black no era como el idiota de Sirius dijo y James lo odiaba por eso.
Los hermanos Black tenía un gran parecido en cuanto apariencia; barbilla puntiaguda, mandíbula marcada, pómulos elegantes, cabello negro con una postura aristócrata y ojos-
James comparaba la belleza en apariencia de los hermanos, detallando en algunos puntos las similitudes y en otros el pequeño detalle de distinción de cada uno, sin despegar ni un segundo sus ojos de Regulus, quien pareció encontrar su mirada intensa, porque miró hacia la mesa de los leones cuando fue gritado el nombre a la casa en la que pertenecía: Slytherin.
El pequeño bebé Black dejó caer su mirada sobre él.
Sus ojos eran jodidamente grises, por Merlín. Fue solo un instante en el que conectaron, y sin embargo, deseo que el gris estuviera en todos los lugares.
Grises impasibles e indiferentes, pero vehementes.
Regulus Black no sabía que esa mirada le promovería la muerte, y James por su parte, tampoco entendería lo que eso significaba.