Can you help me with my tie?

Harry Potter - J. K. Rowling Harry Potter and the Cursed Child - Thorne & Rowling
G
Can you help me with my tie?
Summary
Scorpius siempre había sido demasiado bueno haciendo el nudo de la corbata de Rose. Hasta que deja de serlo.
Note
TW: TCA (Anorexia), anemia, body checks (chequeos corporales)Bueno, primero que nada hola <3 Quiero decir que realmente esta historia no fue planeada de esta manera, fue planeada de una manera completamente distinta en la cual quería agregarle un poco de romance, pero al final decidí no hacerlo, me pareció algo mucho mejor hacer algo como esto. Quiero que sepan que mi intención nunca va a ser romantizar esta clase de transtornos, me gustaría mucho que comentaran para críticas o diciéndome que les pareció.Si les gustó, no olviden dejar kudos !! <3 (@minhovny Alexito, espero que te guste, no es lo que prometí, pero te prometo sacar algo soft pronto)

Rose llegaba tarde a clases de nuevo, al menos eso es lo que dijo el reloj cuando lo miró. Eran las 8 de la mañana, el desayuno estaba a quince minutos de terminar y ni siquiera recordaba que clases seguían. Simplemente tomó su uniforme, sin ponerse la corbata y bajó corriendo, evitando a todos los alumnos de grados mayores que se habían quedado dormidos en los sofás, al parecer aún no comprendían que tener fiestas un domingo por la noche no iba a ayudarlos en nada, pero ella no era quien para juzgarlos.

Llegó unos minutos después al Gran Comedor, ignorando a todos los rezagados aun en las mesas y simplemente agarró un par de tostadas y un jugo de calabaza, terminándolo en dos largos tragos, sintió que se ahogaba, pero lo ignoró, McGonagall iba a matarla si no llegaba pronto a clases.

Ya había llegado tarde, eso lo supo estando a pocos metros del salón y viendo los pasillos vacíos, pero aún tenía esperanza, y eso se cumplió al ver la puerta abierta, cuando entró simplemente fue recibida con estudiantes charlando amenamente y algunos desvelados durmiendo, respiró profundamente antes de caminar a un asiento vacío al lado de su amigo, Scorp. Se veía más ojeroso que de costumbre, sus ojos cerrándose mientras recargaba su barbilla en su puño y su suéter, que le sentaba bien a inicios del año, ahora estaba holgado sobre sus hombros.

Cada día Rose se sentía más preocupada, pero mientras veía como a Albus no parecía importarle, intentó no tomarle importancia tampoco, si algo le pasaba, él les contaría. Ella confiaba en eso.

–¡Scorp! Buenos días, hermoso. – dijo mientras se sentaba a su lado, no tenía el suéter de Gryffindor y no se había puesto bien la corbata haciendo que él pusiera los ojos en blanco.

–Buen día, Rosie. – Dijo él, tomando la corbata entre sus manos, empezó a hacer el nudo, sus dedos delgados normalmente ágiles, estaban bastante torpes, y ella no pudo evitar notarlo al paso de los días.

–¿Qué tal dormiste? Ya sabes, después de saber que los derrotamos en la copa de Quidditch. Otra vez. – rio mientras le guiñaba un ojo, su mejilla recargada sobre su mano mientras lo veía con atención, su mirada enfocándose en sus facciones y el color de su piel ¿Se había vuelto más blanco?

–Ja, ja, que chistosa. – él puso los ojos en blanco antes de sacar de su mochila el libro de transformaciones, dos plumas, su bote de tinta y un pergamino, a veces no entendía como podía tener tantas cosas en su mochila, pero recordaba que era el mejor mago de la clase, claro que sabía cómo hacer que su mochila no pesara. – Nah, estuvo tranquilo, pero Albus me ayudó en eso, estaba demasiado cansado para lanzar un hechizo silenciador. – ella le sonrió, le gustaba escucharlo, pero la profesora entró antes de que pudieran seguir hablando, parecía… molesta, y no dejaba de ver de reojo hacia donde nosotros estábamos. Rose no pudo evitar ponerse alerta y mantener una mirada neutra mientras estudiaba la mirada de su profesora. Los hechizos fueron sencillos, cosa que la descolocó mucho, normalmente a finales de año, hacía un repaso de los hechizos más difíciles que habían visto, pero esta vez no.

Pero eso no fue lo que más la confundió, cada hechizo que Scorpius murmuraba o hacía, salía mal o simplemente no funcionaba, Rose se preocupó tanto que simplemente tomó la varita del rubio con suavidad y se la quitó de las manos, recordaba una historia que su madre le había contado de su padre cuando era pequeña, cuando él la había defendido de burlas y por tener la varita rota, el hechizo le rebotó y salió bastante mal para él. No quería arriesgarse a que a su amigo le pasara algo parecido, el chico solo parecía frustrado, y cuando estuvo a punto de quejarse y arrebatarle la varita, como normalmente haría, la profesora llegó frente a ellos, con mirada seria.
–Señor Malfoy, lo espero en mi oficina después de clases, tengo que hablar con usted sobre algo importante. – Scorpius se puso verde antes de asentir. En cuanto la profesora se alejó, el chico simplemente le arrebató la varita a la chica mientras la miraba molesto ¡Y tenía todo el derecho de estarlo!

–¿Ves lo que provocas? Ahora por tu culpa me meteré en problemas.

–Pero yo no quería-

–Sólo cállate ¿Quieres? No ayudas en nada. – Scorpius se levantó del asiento en cuanto la clase terminó, ignorando a la chica pelirroja, pero ella se mantuvo firme, y preocupada, su amigo cada vez tenía una peor actitud, pasivo al principio o por momentos, para a la mínima provocación explotar en enojo o en llanto. Cada día más pálido y con las ojeras más marcadas, y eso que siempre que le preguntaba a Albus, él le decía que Scorpius era el primero en dormirse y el último en levantarse. Además de sus manos huesudas, ella nunca pudo verlo sin su sudadera, a veces ni siquiera se quitaba la túnica, pero ese hecho sólo hizo más obvia su delgadez, empezaba a ser preocupante, había días que simplemente parecía que si alguien lo tocaba, se rompería, como un delgado cristal.

Rose se quedó afuera del despacho de la profesora, estaba tan ansiosa y preocupada que ignoró todo sentido común y sacó una de las orejas extensibles de su tío George, él le dijo que cuando era joven las ocupaba para espiar conversaciones, saber chismes, y en tiempos de guerra, conocer planes de los cuales quería ser parte. Ella los usaría para ayudar a su amigo ¿Eso tenía algo de malo? Tal vez lo moral, pero no le importaba.

Al parecer la conversación ya había comenzado, pero ella prefirió ponerle toda la atención posible para entenderla.

–… Eso no es normal, señor Malfoy ¿Hace cuánto que no puede hacer un hechizo correctamente? – ¿Scorpius no podía hacer hechizos correctamente? ¿Por qué?

–Ya se lo dije, profesora, no es nada, sólo estoy cansado y eso debilita mucho mi magia, debería saberlo. – Era lo que él siempre nos decía, pero no parecía convincente ahora que volvía a escucharlo.

–No le creo ni una palabra, señor Malfoy, y usted sabe porque es, lo mejor que puede hacer en este momento es decir la verdad, no le sirve de nada mentirme.

–¿Por qué lo dice, profesora? Estoy perfectamente, sólo cansado, es todo. – El tono de su voz cada vez se volvía más tenso y podía jurar que tenía su típica mueca de hartazgo que siempre tenía cuando no quería seguir con una conversación, pero siguió. – No necesito ir a la enfermería, mucho menos a San Mungo, es ridículo. – podía jurar notar un poco de asco y algo parecido al miedo cuando nombró al hospital mágico; espera un momento ¿San Mungo? ¿Por qué? ¿Estaba enfermo? Bueno, Rose sabía que su madre había tenido una enfermedad de sangre degenerativa, pero nunca habría pensado que Scorp la heredaría ¿Sería eso?

–Señor Malfoy, si me permite mencionarlo, no se ve bien, está pálido, ojeroso, no puede mantener atención en clase, bajó demasiado de peso desde inicios de este año y se pone demasiado irritable ante cosas mínimas, como ahora. – la profesora soltó un suspiro, parecía cansada, y preocupada. – Mi único deseo es ayudarlo, es un alumno excepcional, además de que tu padre también fue un excelente alumno, a pesar de su comportamiento, y no puedo negar lo innegable – Una sonrisa se escuchó en su tono antes de continuar. –, pero que lo seas no significa que voy a dejarme engañar por tu sonrisa. No te he visto en el Gran Comedor desde hace un mes, o más, incluso puedo decir que ni siquiera te he visto por los pasillos el fin de semana, le niegas a la señorita Granger-Weasley y al señor Potter las salidas y ya no te veo tanto con ellos, Scorpius ¿Qué está pasando?

–Nada ¡Nada! ¡No está pasando absolutamente nada! ¿Por qué son tan insistentes? ¡Estoy bien, mejor que nunca incluso! ¡¿Por qué no me pueden dejar en paz?! – Tuvo que quitar rápidamente la oreja y hacer un rápido encantamiento de invisibilidad, aunque fuera mínimo para no ser encontrada por él, pero no pareció importarle cuando abrió la puerta de golpe y salió corriendo por el pasillo, se quedó de piedra mientras procesaba la información, un fuerte nudo creciendo en el estómago de Rose y subiendo como vómito hasta su garganta.
Las cosas empezaban a hacer sentido en su cabeza mientras caminaba rápidamente por el pasillo hasta la biblioteca, como en inicio de año empezó a decir que estaba a dieta, como evitaba quitarse la túnica cuando hacía calor, cuando les negaba salidas a Hogsmade justificándolo con sus tareas, junto con sus faltas al Gran Comedor en las horas de comida para estudiar… la palidez que iba volviéndose amarillenta en su piel, sus ojos siempre brillantes y optimistas volviéndose opacos y vertiginosos, su bipolaridad cada que algo no le gustaba o no se sentía bien. Y lo que a ella le parecía tan angustiante era su delgadez, no lo había notado, o tal vez no quería hacerlo, como sus huesos se marcaban de manera casi exagerada en sus manos o en su cuello, como su cara pasó de ser infantil y levemente angulosa a ser solamente huesos con carne pegada en ellas, como el color rosado en sus mejillas se volvió simplemente un color gris opaco.

Como en las vacaciones no podía dejar de tomar café y luego faltaba a clases que eran por la mañana, pero siempre tenía las mejores calificaciones, como se pasaba las tardes en la biblioteca o en la sala común. Como ya ni siquiera se esforzaba en ver a ambos de sus amigos en sus entrenamientos.

Sintió como si el peso la aplastara, el conocimiento de eso era tan abrumadoramente desagradable que le dieron ganas físicas de vomitar. No podía ser, no pudo haber sido tan tonta y ciega ¿Cómo?

Pero claro, era tan obvio, era tan obvio desde hace meses.

Todos los días Rose le pedía que le hiciera el nudo de la corbata, era inútil en eso y lo sabía, y Scorpius siempre había hecho los nudos más bonitos que ella había visto.

Todos los días, siempre pasaban los meses, sus manos cada vez más torpes, él cada día más perdido, como si algo… lo atormentara. Sus dedos… el simple hecho de pensarlo era horrible. Sus dedos habían pasado de ser largos dedos, normales en un adolescente, con su vitalidad y la agilidad propia de un gran hechicero y un experto en la costura a tener la vitalidad de un anciano en sus últimos años, huesudas y en los días de más frío, estaban moradas y resecas, como un fantasma.

¿Cómo no lo había notado? ¿Cómo no lo habían notado? Si Albus lo sabía… era un maldito, era una escoria. Sus pasos se aceleraron convirtiéndose en un trote mientras iba hacia las mazmorras. Necesitaba hablar con Albus, urgentemente, definitivamente no quería que esto se convirtiera en algo pasajero o sin importancia, se trataba de su mejor amigo: la salud y la vida de su mejor amigo.
Fue junto a unos chicos de tercer año de Slytherin, se veían sorprendidos y dudosos, pero les dijo quien era su primo y la dejaron pasar, Albus era un cazador de Quidditch bastante querido entre los Slytherin; en cuanto entró fue a donde estaba Al, su cabello desordenado y su risa estridente podía escucharse por todo el lugar. Tomó su brazo con firmeza, regalando una sonrisa amable, pero hueca a los chicos que estaban ahí.

–Perdón, chicos, tengo que hablar con mi primo un momento. – Dijo antes de halar a su primo con ella, llevándolo a un rincón de la sala común, lanzó un rápido hechizo silenciador al aire antes de soltar un suspiro y mirarlo. Estaba ansiosa y aún se sentía mareada por toda la información. – ¿Sabes lo que está pasando con Scorp? – Albus parecía desconcertado por un momento mientras negaba lentamente, parecía hasta incluso desinteresado.

–Eh ¿No? De hecho no me ha querido dirigir más que pocas palabras desde hace semanas, está demasiado raro ¿Por qué? ¿Tú sabes? – Ahora parecía nuevamente interesado, sus brazos cruzados contra su pecho mientras la miraban con una ceja arqueada. Rose negó.
–No… pero quiero saber, tengo una sospecha, aunque – tragó saliva antes de soltar un suspiro, un nudo formándose en su garganta. –, no es la sospecha más bonita… necesitamos encontrarlo, te explicaré en el camino.

Albus no dijo ni una palabra mientras le contaba, se notaba pálido, aún peor de lo que nunca lo había visto, ni siquiera después de lo que había pasado con mi abuelo.

–Probablemente tenga un trastorno alimenticio… o algo peor. – dijo con voz débil mientras seguía caminando, habían buscado en la biblioteca, en su habitación, por los pasillos, en el jardín, pero no lo encontraron.

–Probablemente… – respondió el primo de Rose, su mirada seguía perdida, como si no pudiera creer todo lo que le estaba diciendo. Decidieron ir a la enfermería, a pesar de todo, Rose confiaba que la profesora hubiera convencido a Scorpius de ir, y personalmente esperaba que estuviera ahí, que estuviera a salvo.

Cuando llegaron, no pudimos entrar, no completamente, las voces de madame Pomfrey y la profesora McGonagall se escuchaban a través de las paredes, parecían estar discutiendo, pero sus palabras se difuminaban en el aire, probablemente por algún tipo de hechizo silenciador. Mientras más se acercaban, más nerviosos se ponían, las manos de Rose temblaban y Albus tenía el rostro cada vez más tenso.
Lo que vieron al llegar al lugar de las camillas los dejó helados.

Scorpius sentado en una camilla, con el cuerpo pálido y el torso desnudo, huesudo, su piel pegándose a sus costillas y sus clavículas, el estómago casi completamente desaparecido al estar tan hundido en su cuerpo, igual que sus brazos, tan delgados que podían ver los huesos con una facilidad abrumadora, Rose jadeó con temor al ver los moretones que se esparcían por su pecho y sus brazos, algunos eran pequeños y otros eran ya un poco viejos, tenía un moretón bastante feo en el antebrazo, recordó que se había golpeado contra una pared por accidente hace unos pocos días, pero ¿cómo se había hecho tan grande? El chico de la camilla volteó a verlos y se quedó de piedra, mirando con sorpresa y miedo a sus amigos.

–¿Qué están haciendo aquí? – Preguntó con un dejo de voz, sus manos agarrando con fuerza la orilla de la camilla mientras los miraba incrédulos. Albus no dijo ni una palabra, sólo se acercó, su rostro furioso, su mandíbula tensa y sus manos apretadas a sus costados, parecía que podía romper cualquier cosa en ese momento.

–Y todavía preguntas ¡Vinimos por ti! ¿Qué carajos? ¿Por qué no nos dijiste nada, eh? ¡¿Acaso estás loco?! ¿Qué estás haciendo, Scorpius? Te estás arruinando ¡Te estás matando en vida! ¿Por eso nos alejabas? ¿Para que no supiéramos? Pues no sirvió de nada fíjate ¡Y todavía tienes el descaro de preguntar por qué estamos aquí! Estamos aquí por ti, porque estamos aterrados y porque ninguno de los dos tenía ni una puta idea sobre ti por semanas ¿Sabes lo preocupados que estábamos?

–Al… deberías calmarte un momento. – Dijo Rose mientras tomaba a su primo del brazo y lo halaba hacia atrás, el nudo en su garganta poco a poco se hacía más apretado al ver a su amigo en la camilla, no podía quitar la mirada de esos moretones por más que quisiera.
Hace años ella había escuchado a su madre hablar de la anemia con una de sus tías, una amiga suya la tenía, dijo que la anemia formaba moretones que no parecían tener una razón real, además de que si era por algún tipo de trastorno alimenticio, tan solo empeoraba. No quería creerlo, tenía demasiado miedo por él.
–¡No voy a calmarme! – gritó de nuevo, temblando con fuerza. – Estábamos más que preocupados, intentamos estar para ti y solo nos separabas ¿Crees que eso es justo? ¡Sólo queremos ayudarte! ¿Qué no-?

–¡Cállate! – le devolvió Scorpius, su propio cuerpo temblando con fuerza, pareciendo como si en cualquier momento explotaría en pedazos, mientras se aferraba con más fuerza a la camilla, su rostro por primera vez mostrando una emoción genuina después de meses. – ¡Sólo cállate! ¿Quieres? Esto no es mi culpa ¡¿Por qué estás culpándome? ¿De verdad piensas que yo quería que esto pasara?! ¡Sólo quería ser un chico normal con un cuerpo normal! ¿Tan difícil es de entender? – Rose se acercó más a Scorp, con nerviosismo, no quería alterarlo más, sabía que solo empeoraría las cosas.

–Scorp, escúchanos, sabemos que no es tu culpa ¿Okey? Sólo estamos preocupados… y yo- – No quería decirlo, era cruel, pero Rose estaba decepcionada ¿tan mala amiga había sido para que él no le hubiera dicho lo que estaba pasando? ¿Tan malos amigos fueron ambos como para que no tuviera la confianza de contarlo? –, yo estoy preocupada por ti, eres mi mejor amigo y nunca imaginamos… nunca imaginamos esto, Scorpius.

–Yo no quería esto. – Dijo mientras sus ojos se llenaban de lágrimas, Rose solo sonrió, limpiando sus lágrimas suavemente con sus pulgares, no podía soportarlo, ya no.

–Lo sé. – Le respondió antes de abrazarlo, sintiéndolo temblar en sus brazos, o tal vez eran ambos los que temblaban incontrolablemente, Albus aún estaba asustado, nunca enojado, no podía enojarse con él, estaba enojado con la situación, con lo que estaba pasando y por las consecuencias de todo.

Nada cambia de una noche a la mañana, ni siquiera en esa situación, pero el hecho de que poco a poco los tres hubieran aceptado que algo estaba pasando, pudo mejorar mucho toda la situación y dar luz a el problema, que era el trastorno de Scorpius.
Las recaídas que Scorpius tenía dolían, eran como un clavo ardiente que no se iba y que se clavaba en su espalda cada que llegaban, pero poco a poco todo fue mejorando, volver a conocerlo y ver ese brillo que siempre lo había caracterizado, de vuelta en los ojos de su amigo fue el mejor alivio que cualquiera de los dos pudo tener.

–¡Scorpius! ¿Puedes ayudarme con mi corbata, por favor? Voy tarde al trabajo.

–Ay, Rose, ya no eres una niña, por Merlín, te recuerdo que ya tienes 20 años y que tienes que aprender a hacer tu misma el moño, además, ya puedes hacer hechizos para-

–Sólo ayúdame ¿quieres? – Fue una rutina que siempre la mantenía aliviada y a la vez alerta, simplemente era un chequeo diario, sus dedos ágiles haciendo el nudo de la corbata, una revisión a la que ella siempre le ponía atención.

Hoy, sus dedos estaban llenos de vida, largos y saludables, como siempre debieron de haber sido. Su Scorpius había regresado.