
4 La historia de Harry
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La historia de Harry
El autocontrol no era exactamente el fuerte de Harry pese a ser Auror, aunque hizo su mejor intento para no entrar en pánico cuando Draco le informó que acababa de romper aguas y estaba a punto de dar a luz.
Draco rompió aguas y está de parto en mi casa.
No puedo entrar en pánico.
Harry, piensa. Piensa.
En su esfuerzo por estar cuerdo, Harry mandó un Patronus a Hannah.
Eso fue hace diez minutos. Seguía sin respuesta.
Joder.
Tampoco podía llevarlo a San Mungo porque no importaba que fuera Harry Potter, nadie lo atendería.
Mierda.
Después de varios minutos de angustia, había conseguido llevarlo hasta la cama y proveerse de todo lo necesario en estos casos, bueno, la verdad era que Draco le dijo todo lo que necesitaba:
—Toallas, Potter —Draco apretaba de vez en cuando los dientes debido al ataque de otra contracción—. Agua caliente y agua fría —Harry movió su varita. Bendito al cielo que era un mago. No le costó nada llamar dos recipientes y calentar el agua y tener en otro agua fría—. Tijeras —¿Tijeras? No importaba, mandó un Accio—. Más toallas —Harry sabía mucho de bebés pero nada de partos—. Ah, y un cordón fino, lo más fino que tengas—Entre todas las instrucciones Draco sufría contracción y contracción—. Ah, un recipiente vacío.
—Ya, ¿eso es todo? —Rayos, Draco no pudo responder porque sufría otra contracción. Viendo como el dolor lo hacía retorcerse y gritar todo lo que le daban los pulmones, Harry intentó tranquilizarlo sin dejarle siquiera sospechar que lo que estaba viendo lo hacía estremecerse hasta el tuétano.
Maldición.
Soy un Auror. He visto a gente morir. He visto heridos terribles.
¿Cómo Ron logró acompañar a Hermione durante su parto? ¿Cómo sobrevivió?
Estaba avivando el fuego de una salamandra en el cuarto cuando oyó la voz débil de Draco que lo llamaba desde la cama. Cruzó la habitación y se arrodilló al lado de Draco.
—Hannah no contestó, ¿no es así?. Debe estar ocupada, ¿verdad? —le preguntó con los ojos llenos de preocupación.
—Me temo que así es.
Ya era media hora desde que mandó su Patronus.
Draco se quedó en silencio, con la mirada perdida en la nada. Harry no sabía qué hacer, solo sabía que no quería hacer ninguna pregunta estúpida.
—¿Quieres que te traiga algo? Dijiste que en tu casa tenías todo planeado. Ibas a hacerlo solo , ¿no es así?
—Si, pero... por favor... por favor, Potter, no se te ocurra moverte —respondió Draco moviendo la cabeza justo antes de agarrar las sábanas y retorcerse de dolor hasta el punto que gotas de sudor empezaron a mojarle la frente.
—No te preocupes, estoy aquí —tenía que ayudarlo de algún modo, hacer que se sintiera a salvo. Le habría gustado sentir parte del dolor que estaba sintiendo. Agarró un paño húmedo y se lo pasó por la cara y el cuello mientras le susurraba palabras de aliento, asegurándose que todo iba a salir bien—. ¿Cómo estás? —le preguntó cuando otra contracción pasaba. Sabía que se trataba de una de esas preguntas estúpidas que no quería hacer, pero los nervios lo estaban traicionando.
Draco lo miró con ojos fatigados.
—Como si un camión me hubiese pasado por arriba y sus ruedas hubieran pasado exactamente por encima de mi panza. Lo siento, se me han olvidado las comparaciones mágicas. ¿Cómo sería? ¿Un Hipogrifo me hubiera golpeado? —Draco intentó hacer un chiste estupido con algo que pasó en tercero.
A Harry se le dibujó una sonrisa, pero esto confirmaba que la comunidad mágica estaba equivocada. Malfoy estaba lejos de ser un cobarde, ahora mismo estaba siendo muy valiente, enfrentándose con bromas para burlar el dolor.
—Tengo que decirte algo, Potter —le dijo mientras buscaba su mano. La agarró con fuerza cuando Harry la cedió sin protestar.
—Dime, Malfoy.
—Tengo mucho miedo.
Era obvio.
—Lo sé.
—El bebé llega un mes antes de lo esperado.
—Todo va a salir bien —jamás en su vida había sentido tanta impotencia—. Los dos juntos vamos a hacer que salga bien, ¿de acuerdo?
—De acuerdo —Draco cerró los ojos y su respiración se hizo más lenta—. Dime algo que me distraiga, cualquier cosa.
—¿Cualquier cosa?
—Sí, no sé. Háblame de aquel día.
Draco seguía sosteniendo su mano, pero Harry ya no estaba perplejo por lo bien que se sentía. No. Estaba perplejo por la pregunta.
—¿Qué día?
—El día que supiste que eras un mago —le respondió apretándole la mano—. Creo recordar una entrevista en la que dijiste que fue el mejor día de tu vida.
Harry titubeó.
—Sí, sí. Mis tíos, muggles, no eran muy buenos ¿sabes? Odiaban la magia. Odiaban todo lo que no parecía normal. Jamás me dieron dinero. Yo no supe que era rico hasta que Hagrid me lo dijo. La única ropa que tenía eran las prendas de mi primo que era cinco veces más grande que yo. Ahora entenderás, si es que recuerdas, las ropas enormes que usaba. Salir de allí y encontrar mi lugar me salvó la adolescencia —lo miró y comprobó que Draco parecía más relajado que antes, eso le dio fuerzas para seguir con su relato—. Era verano y hacía mucho calor. Yo dormía debajo de las escaleras, mi tía me despertó para que les hiciera el desayuno. Entonces, recogí el correo y vi que una carta estaba dirigida a mi. Recuerdo que me sorprendió mucho que alguien me enviara algo.
—La carta de Hogwarts —susurró Draco antes de que su rostro se pusiera tenso ante la llegada inminente de otra contracción.
—No hables, Malfoy —le susurró—. Intenta respirar y piensa que pronto vas a ser... mamá.
—¡Oh, Merlin, Potter! ¡Papá! Voy a ser papá.
—De acuerdo, papá. Serás papá.
—Yo puedo hacerlo, ¿verdad?
—Claro que puedes.
Unos segundos después, había pasado otra terrible contracción. Draco se humedeció los labios.
—Entonces... la carta, recibiste la carta, Potter.
¿Qué?
Ah, sí.
—Sí. Verás, mi tío se dio cuenta que me quedé con la carta y estaba por leerla, bueno, mi primo se lo dijo y mi tío me la quitó. No pude leerla, pero al día siguiente me llegó otra. Me la volvieron a quitar. De pronto, llegaron muchas. No pude leer ni una. Mi tío lo intentó todo ¿sabes? Tapó el buzón con madera, clausuró la chimenea. Cuando vio que las cartas y las lechuzas que las traen no nos dejarían en paz, nos sacó de casa. Nos llevó a una choza en medio del océano, solo se podía llegar en bote. Era mi cumpleaños ¿sabes? Y ellos estaban durmiendo. Nadie me saludó, así que me dibujé un pastel en el piso y me saludé a mi mismo. Entonces, pasó.
—¿Qué pasó?
—Hagrid nos encontró y tiró la puerta abajo. Mis tíos y mi primo se despertaron. Mi tío amenazó con una escopeta a Hagrid —puso los ojos en blanco—. No tenía ninguna oportunidad. Hagrid me dijo feliz cumpleaños, me dio pastel, y mi carta. Así me enteré que era mago. Que mis padres lo eran. Ah, y Hagrid le regaló una corda a mi primo por intentar comerse mi pastel de cumpleaños —rió ante el recuerdo.
Harry lo recordó como si hubiera sido ayer mientras daba un suave masaje al hombro de Malfoy.
—Cuando me llevó al Callejón Diagon, cuando me dijo que mis padres me dejaron dinero, cuando me di cuenta de que era real y estaría lejos de mis tíos por meses, bueno, supe que mi vida cambiaría —se le hizo un nudo en la garganta—, que tal vez pudiera ser feliz. No entendía mucho las razones por las que era famoso ¿sabes?. Crecí como muggle. Cuando llegué a Hogwarts fue increíble. No por la fama. No. Solo, supe que de verdad podía ser feliz.
En la habitación no había más ruido que sus respiraciones y el chisporroteo de las ramas en el fuego.
—Y entonces aparecí yo y arruiné un poco tu felicidad —acotó Malfoy.
A Harry se le escapó una sonora carcajada.
—Algo así. Éramos unos críos, Malfoy. Tú lo tenías todo y yo nunca había tenido nada. Fue divertido, me hacía sentir normal, tener un nemesis quiero decir.
—Sí, fue un buen momento. Especialmente cuando dejé entrar a los mortífagos al castillo.
—O cuando no le dijiste a tu tía Bellatrix que era yo, ¿te acuerdas? ¿en Malfoy Manor? ¿Cuando los carroñeros llegaron conmigo a tu mansión? Draco, sabías que era yo, y mentiste. Frente a tu tía —la mirada de Draco fue ilegible—. Me salvaste, Malfoy.
***
Draco lo recordaba. Y recordaba la razón por la que mintió aquella fría noche respecto a la identidad de Potter. Era más simple de lo que cualquiera podría imaginarse. Fue porque Draco confiaba en Potter. Sabía que él podría liberarlo de Lord Voldemort, de sus castigos, de sus exigencias, y con ello, liberar a su familia.
Ahora mismo confiaba en Potter para que su bebé llegara al mundo sano y salvo.
Draco llevaba toda la vida superando retos y aquel iba a ser uno más.
Otra explosión de dolor se reflejó en su cara y en todo su cuerpo. Harry seguro no sabía demasiado sobre partos, pero era obvio que las contracciones eran cada vez más frecuentes. El niño no tardaría mucho en nacer.