
2 A salvo
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A salvo
La mente de Draco se llenó de imágenes de tazas de chocolate caliente, mantas polares y la calefacción en la sala de su casa. Era una sensación agradable solo interrumpida por los desagradables pinchazos que sentía en el vientre. Su bebé estaba dando patadas como un jugador muggle de fútbol
—¿Malfoy?
Aquella voz que en su niñez había odiado pero en su juicio abogó a su favor lo obligó a abrir los ojos. Ya no estaba en el auto de Potter.
Por cierto, ¿Qué hacía Potter manejando? Miró alrededor, estaba sin sus camperas, solo en el sweeter ancho y gris que esa mañana se había puesto, cubierto por varias mantas, en una habitación que no reconocía.
Echó un vistazo. A su lado había una mujer de pelo castaño muy claro y ojos amables que reconoció al instante. Hannah Abbott. Su madre le habló de ella en una de sus visitas mensuales, alentando a llamarla porque atendía a los marcados que San Mungo rechazaba. Nunca tuvo valor para contactarla.
—Finalmente, Malfoy. Es bueno verte despierto. ¿Qué tal te encuentras?
De pronto se le llenó la mente de preguntas y no tardó en hacer la más importante:
—¿El bebé?
—Está bien. Tú también —le respondió. Tuviste muy buena idea al encender esas cosas muggles que Harry me contó —Draco se llevó las manos al vientre y suspiró aliviado—. Gracias a Merlín que él te encontró —añadió mirando a su espalda.
Draco siguió su mirada y así descubrió a Potter sentado en una enorme silla con tapicería de terciopelo verde. Algo se estremeció dentro de él cuando el verde de sus ojos detrás de sus lentes lo miraron.
—Hola, Malfoy.
—Potter —El Salvador. El Niño que Vivió. El Elegido. El chico que salvó a su madre y a él de Azkaban—. Muchas gracias —le dijo con una sincera sonrisa.
—No ha sido nada.
—Nos has salvado la vida a mi bebé y a mí, a mí no me parece que eso sea nada.
—Me alegro de haber estado allí.
Era obvio que seguía sin aceptar su agradecimiento. Siempre intentando ser humilde. Tan Gryffindor. Él, en cambio, había aprendido a dejar su orgullo Slytherin atrás.
—Yo también me alegro. Ha pasado el tiempo.
La mirada sombría de Harry se detuvo unos segundos en su vientre antes de contestar.
—Sí, muchos —Tenía la voz profunda pero amable, aquello le recordó el muchacho brusco que demostraba la máxima brusquedad con él. Merlin, si ellos dos se odiaban públicamente.
—¿Hay alguien a quien podamos llamar? —los interrumpió Hannah.
—No.
—¿Y tu marido? —sugirió Harry con dureza.
Draco retiró la mirada con una repentina sensación de agotamiento y estiró sus manos para que Potter las viera.
—¿Acaso ves algún anillo, Potter? —Harry frunció el ceño y Draco suspiró—. No hay nadie, solo mi bebé y yo. Iba de visita a Malfoy Manor. Mi visita mensual, programada y permitida del mes —dijo entonces—. Supongo que la perdí. Solo debería de volver a casa —empezó a moverse cuando Hannah puso una mano sobre sus hombros.
—No. Creo que por el momento deberías quedarte donde estás. Harry, Malfoy necesita quedarse. Si bien es cierto que parecen fuera de peligro, encuentro nutrientes muy bajos. Creo que el peso de Malfoy también está por debajo de lo que debería de estar —lo miró—. Harry me dijo que tienes ocho meses —Draco asistió—. Bien, reposo por ahora. Necesitas estar en observación.
Potter no mostró más que aquella cara de frustración pero asintió.
—De acuerdo, yo me encargo de él —el tono de su voz era tan duro que a Draco le dio un vuelco al corazón. Estaba siendo una carga para el Salvador.
Mierda.
—No quiero causar ninguna molestia —dijo inmediatamente—. Puedo irme ahora mismo. Seguro hay un hotel... muggle —uno mágico nunca lo aceptaría.
—No, no —interrumpió Hanna—. Sigue nevando muy fuerte y hace muchísimo frío. No debes moverte en tu estado, es lo que estoy intentando decirte, Malfoy.
—Te quedarás aquí —afirmó Harry—. Hay demasiadas habitaciones, nadie notara una ocupada. Mejor dicho, no hay nadie que pudiera notarlo tampoco.
Fue entonces cuando Draco volvió a mirar a su alrededor y reconoció una multitud de objetos. Había un reloj de plata con la insignia Black, el apellido de soltera de su madre. Sus agujas eran serpientes. Había varios tapices que rezaban sangrepura y podía reconocer los hechizos que impedían moverlos, los nudillos de la cama donde estaba acostado en ese momento estaban adornados de serpientes.
Joder. ¿Estaba en Grimmauld Place? ¿La vieja casa Blanck? Y esta debía de ser la habitación de Regulus Black.
Se le aceleró el pulso y notó un sudor frío recorriéndome el cuerpo. Estaba claro que lo habían afectado las horas que había pasado en mitad de la tormenta. Se recordó que parte de su supervivencia como muggle era no volver al pasado. Aquí estaba regresando como incentivo de los objetos y la decoración.
Mierda.
—De verdad, no puedo quedarme aquí —insistió de nuevo con voz temblorosa. No podía dormir en un lugar que le traería de regreso todos sus errores, todo su sufrimiento—. Tengo que ir a un hotel.
—Lo que tienes que hacer es relajarte. Esta noche no estás en condiciones de enfrentarte a nada. Al bebé no le vendría bien —añadió Hannah al tiempo que se volvía hacia él desde la puerta—. Descansa, Malfoy —dijo antes de salir de la habitación.
Harry estaba de pie cerca de la puerta. Draco se sintió inquieto al ver que se quedaría solo en la habitación, viendo colgar de la puerta un estandarte de una serpiente que se le iba formando la palabra Slytherin alrededor.
—Gracias —le dijo con una tranquilidad que no sentía—. Es muy generoso por tu parte, Potter. Solo me quedaré esta noche…
En ese momento sintió una dolorosa punzada en el bajo vientre que se había hecho demasiado habitual en los últimos días. Estaba claro que su pequeño ya tenía ganas de ver el mundo.
Y yo también me muero de ganas de verte, pero dame un poco más de tiempo, pensó.
—Relájate mientras bajo por algo de cena. ¿Qué te parece un poco de sopa? —la voz de Potter se relajó.
—Perfecto —respondió, agradecido.
—Kreacher está en lo de Andrómeda, ayudándole. Será mi cocina.
Entonces, se quedó solo. El Gran Potter, el heroico Potter. Debió haber imaginado que seguía con ese complejo de salvar así fuera a su enemigo. Como en la sala de menesteres, recordó. Intentó frenar el recuerdo allí. No era grato recordar el fuego que por meses y años fue su peor pesadilla.
Estaba seguro que Harry seguía siendo el tipo que era noticia todos los días. Sus aventuras y desventuras como portadas de revistas y periódicos. Hizo una mueca. Esperaba que nadie se enterara que tenía un marcado en su casa, aunque podía imaginar el titular "Gran corazón".