The Missing parts of History [Traducción]

Harry Potter - J. K. Rowling
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The Missing parts of History [Traducción]
Summary
En retrospectiva, Harry podía admitir que tocar cosas al azar en Grimmauld Place no había sido una buena idea. Sin embargo, era un poco tarde para eso.Varado en el tiempo, sin camino de regreso a casa, Harry tuvo que aprender a hacer frente a su vida mientras vivía en los años 50.Por extraño que parezca, Orion Black no se parecía en nada a lo que esperaba. Abraxas Malfoy tampoco. O sus amigos, en su mayor parte.Honestamente, tratar de mantenerse al día fue agotador.
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Chapter 31

31/10/1954
Parte 1


-¿Seguro que los dos van a estar bien?-. Preguntó, sentándose contra la cabecera.

Hadrian estaba fuera haciendo sus ejercicios diarios y Abraxas estaba a su lado, aún tumbado en la cama, con un brazo bajo la cabeza, jugando despreocupadamente con los pocos cabellos que se habían desprendido de la trenza que utilizaba para dormir.

Sabía que se repetía una y otra vez sin necesidad, pero no podía evitarlo. Había temido dejar a Hadrian solo el año pasado, aunque había sentido que no tenía otra opción, y tener a Abraxas aquí debería mejorar las cosas en ese aspecto. Debería. Pero la idea de que Hadrian participara en el ritual esta noche lo inquietaba.

-Por última vez, sí. Yo me ocuparé de él, Orión, y tú volverás mañana por la mañana. No va a pasar nada, y si pasa me las arreglaré-. Dijo el rubio, mirándole.

Se frotó los ojos con la mano, dejando escapar un suspiro cansado. A su lado, Abraxas se giró para tumbarse de lado, más cerca de él, apoyándose en el codo y apoyando la cabeza en la palma de la mano.

-No tienes de qué preocuparte, Orión, hoy apenas vamos a salir-.

-Sabes que no es eso lo que me preocupa-.

-No, te preocupa que Hadrian pueda reaccionar negativamente al ritual debido a la pieza del Alma-.

-Y porque es el aniversario de la muerte de sus padres-.

-Eso también, pero por muy emotivo que se ponga, eso no es un problema. No me importa ayudarle a superarlo y no es ninguna vergüenza emocionarse en Samhain-. Abraxas dijo.

-Supongo que tienes razón-.

-Por supuesto que la tengo-. Dijo con altanería.

Abraxas se sentó, empujándose sobre sus rodillas para encontrarse con sus ojos uniformemente, una de sus manos alcanzó a Orión y ahuecó la parte posterior de su cabeza, tirando de él hacia adelante hasta que sus frentes se encontraron. Cerró los ojos e inspiró profundamente. Acciones tan simples no deberían ser tan reconfortantes como lo eran.

-¿Vas a estar bien?-.

-Por supuesto-.

-Abraxas-.

-Orión-.

Se miraron a los ojos y él se rió. Podía ver lo mucho que Abraxas quería comentar sobre su comportamiento maternal en la arruga de sus ojos, su alegría cuidadosamente oculta detrás de los ojos azules claros centelleantes. Frota sus narices, una burla que no debería permitirse, y empuja hacia atrás. Abraxas le suelta con un mohín.

-Me voy a duchar-.

🌿🌿🌿🌿🌿🌿

No sabía cuándo había trasladado su ropa formal al apartamento, puede que la mezclara con algunas de sus otras túnicas cuando se dio cuenta por primera vez de que no tenía suficiente ropa allí, en algún momento entre el cumpleaños de Abraxas y su viaje a Italia.

Era extraño vestirse así cuando sabía que Abraxas y Hadrian lo verían. Tenía dos tipos de ropa formal la normal, que usaba en público, y la tradicional de su familia. Era un conjunto que sólo usaba cuando estaba con la Familia de Sangre y muy poca gente fuera de ellos lo veía.

Sorprendentemente, era una de las pocas prendas formales que tenía que no incluía túnicas. Zapatos elegantes, pantalones negros lisos, una camisa de vestir azul oscuro bajo el chaleco negro bordado en plata, su sello de Heredero de la Casa Black grabado en los gemelos de plata que llevaba. Se puso la chaqueta y se ató los cinco botones laterales con sus respectivas cadenas de plata y siguió con el manto azul noche oscuro con el escudo de su familia en la parte exterior en blanco, cadenas que lo ataban alrededor de su cuello mientras caía sobre su hombro derecho y le llegaba a la parte superior del muslo.

Por suerte, Abraxas ya se había ocupado de su pelo, una trenza corona que llevaba a una coleta baja, una goma de pelo azul enjoyada que la mantenía unida junto con unos cuantos hechizos bien colocados. Llevaba el reloj de bolsillo en el bolsillo derecho, con la cadena colgando por fuera. Incluso había dejado que el hombre le maquillara ligeramente, nada que se notara y, desde luego, nada de sombra de ojos ni pintalabios, pero Abraxas estaba tan emocionado que no había podido negarse. A decir verdad, le gustaba el delineador negro en los ojos y la fina línea plateada bajo ellos.

Por alguna razón, sin embargo, siempre se sentía demasiado vestido y de alguna manera desnudo así, era demasiado rígido, demasiado apretado, la ropa se le pegaba a cada músculo y delineaba su cuerpo de una manera a la que nunca podía acostumbrarse.

Se roció un poco de colonia en el cuello y las muñecas y, poniéndose un par de suaves guantes azul oscuro, salió de la habitación. No quería llegar tarde al castillo.

-Orión, ¿estás...?- Hadrian se había cortado en mitad de la frase tras alzar la vista hacia él, con el rubor apareciendo en sus mejillas y la boca abierta por la sorpresa.

Sin mirar pudo darse cuenta de que el ruido ahogado sobre la zona de la cocina era Abraxas. ¿Había hecho algo malo?.

🌿🌿🌿🌿🌿🌿

-Eres guapo-. Oyó la voz atónita de Abraxas desde detrás de él.

Hadrian realmente debería estar preocupado por cómo el hombre casi había muerto hace un momento, pero su mente todavía estaba tratando de procesar ver a Orion tan... Él era... A la mierda, estaba bueno, ¿de acuerdo? Y no era como si Abraxas hubiera dicho algo que él no estuviera pensando ya.

-Te ves bien-. Él forzó hacia fuera también, intentando conseguir que su boca no fuera tan seca.

-Gracias. ¿Qué pasa con ustedes dos?-.

-Nada-. Contestaron, instantánea y sincronizadamente.

Se levantó y caminó hacia ellos, ya que Orión estaba mucho más cerca de Abraxas, mirando atentamente a Orión. Nunca había visto al hombre vestido así. ¿Qué era, una especie de príncipe? Aunque, era un Black, ¿así que tal vez? Mirando a Abraxas, pudo ver al rubio no tan discretamente barriendo sus ojos sobre Orion también, así que se alegró de saber que no era el único tomado por sorpresa.

Abraxas salió de su aturdimiento primero, alcanzando la mano de Orión y haciéndolo girar en su lugar una vez.

-¿En serio, Abraxas?-.

-Bueno, necesito verlo todo, ¿no? Nunca he visto este traje antes-.

-Es tradicional, normalmente es sólo para la familia. Se confundió y no estaba de humor para ir a cambiarme a Grimmauld-.

-Bueno, me consiguió una vista muy bonita, así que no me quejo-. Abraxas guiñó un ojo, con una sonrisa socarrona en la cara que hizo que Orión se sonrojara.

-Es diferente. Te queda mejor que la túnica, la verdad-. Dijo, filtrando un poco de su aversión por las túnicas.

Orión soltó una carcajada, le cogió la mano y, haciendo una lenta reverencia y sin romper el contacto visual, le besó los nudillos. Vaya, era su turno de sonrojarse. No era justo. Orión se inclinó un poco para darle un beso en la sien a Abraxas de esa manera suya que lo hacía parecer extremadamente grácil e hizo que la sonrisa de Abraxas se volviera un poco extraña.

-Tendré en cuenta tus opiniones, pero casi nunca uso esto. No me gusta lo apretado que está-.

-Lástima-. Dijo Abraxas, ganándose una mirada cariñosa de Orión.

-Me temo que debo irme, y con un poco de suerte no volverás a verme vestido así-.

-Lástima-. Repitió Abraxas, enfatizando la palabra. -Baja aquí, gigante-.

Abraxas tiró de Orión hacia abajo lo suficiente como para dejar una mirada en su mejilla, con cuidado de no manchar el maquillaje allí, y puso sus brazos alrededor de su cuello en un abrazo rápido. Fue un poco incómodo para él, sin saber qué hacer ahora. No tuvo mucho tiempo para reflexionar, ya que se sintió atraído por un brazo fuerte e instintivamente trató de poner sus brazos alrededor de Orión. Merlín, olía tan bien, que se enterró en el pecho del hombre, sólo un poco.

Terminó demasiado pronto, en su opinión, y se retiró sólo para que Abraxas pusiera un brazo sobre sus hombros, medio presionado contra su costado.

-Estaremos bien aquí, así que ve a divertirte con tu familia, ¿de acuerdo?-.

Orión los miró antes de asentir a regañadientes, no del todo convencido.

-Puedes llamarme por floo cuando quieras, vendré lo antes posible-.

-Está bien, está bien, nada va a salir mal, Orión. ¿Verdad, Rian?-.

-Sí. ¿Nos vemos por la mañana?- Dijo.

Estaba un poco nervioso por todo aquello, pero Abraxas se había pasado las dos últimas semanas enseñándole lo que harían y cómo y preparando los materiales que necesitarían, así que estaba seguro de que, como mínimo, el rubio sabía lo que hacía.

Orión asintió y se dirigió a la chimenea, saliendo en un estallido de llamas verdes tras una última mirada hacia atrás.

-No podemos dejar que nadie lo vea así-.

-¿Qué?- Repitió, confuso.

-¡Cualquier bruja o mago que lo vea vestido así se lo va a robar, Hadrian!-. No pudo evitar la carcajada que se le escapó de la garganta. -¡Es un asunto muy serio, Rian!-.

-Sí sí, te he oído pero... no creo que nadie pueda robar a Orión a no ser que él quiera ser robado, ¿así que eso es realmente un problema?-.

-Hay muchas maneras de cautivar mágicamente a alguien, Hadrian. Si no fuera tan moralmente reprobable, hasta yo lo consideraría-.

Parpadeó, sorprendido. Menos mal que Abraxas se atenía a su extraña moral. Frunció el ceño. Bueno, si era así, menos mal que sólo la familia veía así a Orión. Tomó una respiración agitada, los ojos se convirtieron en rendijas.

-¿Qué?- Abraxas preguntó.

-Nada. Nada-. Se contuvo, moldeando su rostro en uno más neutral.

Walburga era la prima de Orión. Santo cielo, más le valía a la arpía no hacer nada o podría matarla.

-No digas eso, que sabes algo-.

-Sí, tienes razón. Menos mal que a Orión no le gusta vestirse así. ¿Empiezo con la comida?-.

-¿Seguro?-.

🌿🌿🌿🌿🌿🌿

A pesar del repentino cambio de humor de Hadrian, el día continuó con normalidad. Estaba bastante confundido por la conclusión a la que había llegado Hadrian, pero la mirada asesina que el adolescente le había lanzado por un momento le había hecho callar. Hadrian se lo contaría cuando estuviera listo y Abraxas realmente esperaba que nada estuviera realmente mal.

Al menos le alegraba saber que Hadrian estaba tan poco dispuesto a que Orión los abandonara como el propio Abraxas. Orión lo mataría si llegaba a enterarse de su pequeña picardía, pero como era una conversación privada se sentía seguro sabiendo que Orión no se enteraría de lo que había hecho. Sabía que era muy posesivo, no querer que nadie más viera a Orión vestido así , pero maldita sea, por fin se había dado cuenta de que Orión era suyo, suyo y de Hadrian, y aunque no impediría que el hombre persiguiera a otra persona si lo deseaba, Orión no había hecho ningún intento de alejarse de lo que fuera que tuvieran los tres.

No era una relación, pero ciertamente tampoco era una amistad normal. A veces le preocupaba que Hadrian se sintiera forzado a seguirles el ritmo sin entender realmente lo que pasaba, y entonces el adolescente iba y se sentaba en su regazo -(aún no lo había superado)- o se acurrucaba con Orion en la cama y lo dejaba pasar. Obviamente, Hadrian se sentía muy cómodo con su dinámica y a él le gustaba lo fácil y doméstica que era. Ni Orión ni Hadrian esperaban que fuera otra cosa que lo que era, no les importaba cuando se perdía en la magia o cuando tenía problemas sensoriales o cuando tenía que irse a la Mansión y solían ser muy reconfortantes cuando volvía y...

Bueno, decidir compartir su Ritual de Samhain con Hadrian fue así de fácil después de todo. Aunque tradicionalmente sólo lo harías con la familia, con alguien en quien tuvieras plena confianza, no le resultó difícil considerar a Hadrian lo suficientemente cercano. Sabía que la parte de "completa confianza" no se cumplía realmente, no desde que supo que Hadrian tenía bastantes secretos que no estaba dispuesto a compartir con Abraxas, no le importó pasarlo por alto.

Hadrian nunca había intentado hacerle daño o usar en su contra la información que Abraxas le había dado sobre sí mismo, por delicada o privada que fuera, así que no tenía ninguna razón para no confiar en el adolescente.

Ciertamente confiaba más en Hadrian que en Druella, con quien intentaba evitar pasar el mayor tiempo posible, así que no era una decisión difícil de tomar. Su familia no dejaba de sacar el tema de la falta de Herederos y sabía que pronto empezarían a ser contundentes al respecto. Habían hecho lo mismo con su falta de esposa y él seguía resentido por ello.

(No la quería, la odiaba, quería escapar, y mirando a los dos hombres con los que casi vivía no podía encontrar otro lugar en el que prefiriera estar más. La idea de acostarse con alguien siempre le había resultado difícil y verse obligado a hacerlo por un Heredero al que tratarían más como un objeto que como una persona, un medio para un fin y nada más...).

Había compartido sus pensamientos con sus amigos y ellos se habían sentido tan sombríos como él estaba seguro, Orión estaba siendo empujado hacia el matrimonio lentamente y Hadrian simplemente odiaba la idea de forzar a alguien de esa manera. Se sintió aliviado cuando le apoyaron en lugar de burlarse de él por no ser capaz de afrontarlo por sí mismo.

Hacía tiempo que había renunciado a llevarse bien con Druella y después de tantos años luchando simplemente no tenía más energía que poner en ello.

Samhain en la Mansión Malfoy hoy sería una reunión familiar completa y él no quería ir, así que quedarse con Hadrian y enseñarle el ritual y las tradiciones le atraía mucho más.

A medida que la Sociedad de Magos había evolucionado, también lo habían hecho sus tradiciones. Con la creación de Hogwarts, la Rueda del Año y sus festivales se habían extendido entre los mágicos, y con el Estatuto del Secreto en vigor desde 1689 habían tenido que encontrar diferentes formas de celebrarlos discretamente, más aún cuando los muggles habían empezado a vivir en ciudades mucho más grandes y a aumentar en número.

Alguien que vivía en un apartamento como Hadrian no podía salir a la calle y encender una hoguera nocturna sin llamar la atención de la gente, razón por la cual los mágicos solían preferir vivir en el campo, en casas grandes donde viviera toda la familia y con mucho espacio que pudiera protegerse.

Sin embargo, como lo que contaba era el espíritu del día -(sin juegos de palabras)-, la gente había encontrado formas de mantener sus tradiciones en lugar de tener que posponerlas o mudarse. Samhain era el día en que el velo de la Muerte era más delgado, cuando los espíritus y las hadas tenían más poder en el reino de los mortales de lo normal, la celebración que marcaba el final de la cosecha y daba la bienvenida a la "mitad oscura del año". De hecho, la magia de los magos oscuros era más potente -(aunque no de forma perceptible, representaba simplemente una conexión más profunda con la tierra)- en esta época del año.

Se habían creado velas especiales, incrustadas con círculos rúnicos específicos que las mantenían encendidas, guardas creadas para evitar que la magia del ritual se filtrara y alertara a muggles desprevenidos, cristales mágicos que ayudaban a que la magia se concentrara a través de ellos. Sinceramente, Abraxas nunca los había necesitado personalmente, aunque no le importaba demasiado.

Se pasó el día acompañando a Hadrian en silencio, no quería estar solo, y el adolescente tuvo que tener una paciencia infinita para soportarlo. Incluso ayudó a preparar la cena, aunque eso había molestado a Hadrian. Al parecer, era un incompetente en la cocina y tenía "prohibido cocinar por tiempo indefinido".

Sinceramente, no era tan malo. Bueno, quizá un poco, pero Hadrian le había sonreído con cariño, así que no estaba tan preocupado. Se dedicó a despejar el salón, dejando el sofá contra la pared con la mesa baja al lado y dejando el resto de los muebles en el despacho para que no ocuparan espacio, y a dibujar cuidadosamente el círculo ritual y sus respectivas runas con la tiza sólida que Orión le había dejado.

Incluso dibujando sólo el círculo, ya podía sentir la magia natural surgiendo y reuniéndose dentro del apartamento. Delgados hilos de magia natural, libres y brillantes y de todos los colores, empezaron a formarse ante sus ojos, bailando y parpadeando a su alrededor. Al otro lado de la habitación, hilos mucho más ligeros rodeaban a Hadrian, finos alambres que se enrollaban alrededor de todos sus miembros y se extendían a lo lejos como no lo hacían en ninguna otra situación.

Magia vital, suministró la mente de Abraxas. Magia de la Muerte, susurró su instinto. Hermoso, gritó su corazón, y Abraxas no se molestó en calmarlo.

Sonrió, se acercó al adolescente y se echó sobre su espalda, abrazándolo por la cintura. Hadrian lo miró y le devolvió la sonrisa.

🌿🌿🌿🌿🌿🌿

-¿Listo?- preguntó Abraxas, con un cuenco que contenía tinta oscura en las manos.

-Supongo-.

-Muy bien, ven, ponte dentro del círculo-.

Así lo hizo. El círculo era... Bueno, había dos círculos concéntricos con sólo siete pulgadas de diferencia de diámetro, el más grande de cinco pies de ancho, y las runas estaban dibujadas en el espacio vacío entre ellos. Una estrella de siete puntas estaba dibujada en el centro y los cuatro puntos cardinales estaban marcados con una sola runa que detallaba un elemento específico, donde Aire representaba el Norte y Tierra el Sur. Abraxas dijo que prefería esta combinación para simbolizar el Cielo y la Tierra, ya que resonaba mucho más con él, en lugar de utilizar el agua como contrapunto del Aire, que gustaba a la mayoría.

Realmente no lo entendía, pero Orión había dicho que era algo que se aprendía en la Magia Ritual y que Abraxas lo había recogido de él y de la experiencia. Que algunos elementos representaban a una persona más que otros y que la forma de representarlos a menudo los reflejaba. Seguía sin entenderlo del todo, pero supuso que era porque cada persona era diferente y, por supuesto, cada uno tenía sus preferencias.

Abraxas mojó el dedo índice en la tinta y luego se lo llevó a la frente, dibujando la runa Raidho (ᚱ) justo en el centro, entre las cejas. Luego siguieron Ansuz (ᚨ) en la garganta, sobre su manzana de Addam, Nauthiz (ᚾ) en ambas sienes, Eihwaz (ᛇ) y Sowilo (ᛋ) en el dorso de cada una de sus manos, Thurisaz (ᚦ) en la parte superior del pecho, y la última, Hagalaz (ᚺ), en la nuca. Temblaba cada vez que las manos de Abraxas rozaban su piel e intentaba concentrarse en cualquier otra cosa mientras Abraxas dibujaba las runas sobre sí mismo, cuidadoso y concentrado en cada trazo como un pintor dando los últimos retoques a una obra maestra...

A diferencia del año pasado, ahora podía sentir claramente cómo Samhain afectaba al mundo, no había sido un cambio repentino, sino uno que se arrastraba lentamente. Si no fuera por las runas que ahora tenía en la piel, no se habría dado cuenta de la cantidad de magia que impregnaba la habitación, cálida a pesar del clima cada vez más frío de octubre que entraba por la ventana abierta.

-Siéntate, recuerda que tienes que estar lo más cómodo posible. Y ten cuidado de no borrar o desdibujar las líneas-.

Haciendo lo que le decían, Hadrian tuvo cuidado de dónde ponía los pies mientras adoptaba una posición con las piernas cruzadas. Frente a él, Abraxas dejó el cuenco fuera del círculo exterior, cogió la vela ritual púrpura aún sin encender y se sentó también, con ambas piernas dobladas bajo él.

El rubio colocó la vela entre ambos, en el centro de la estrella, y le tendió la mano. Hadrian la cogió y clavó los ojos en los del hombre, que le sonreía suavemente. Bastó una chispa de magia de sus manos unidas sobre la vela, la magia mezclándose y fusionándose, para que la mecha prendiera fuego y el círculo ritual comenzara a emitir un tenue resplandor dorado en respuesta a su alrededor.

Tragó saliva, con la boca seca, cuando Abraxas le soltó la mano e inició un lento cántico en latín, con voz relajante y tranquilizadora en la silenciosa habitación. Le daba sueño, lo sabía. Le resultaba difícil hilvanar pensamientos y, con una última mirada a Abraxas, sintió que entraba en un trance muy distinto al de su oclusión, como una nube nebulosa que cubría su mente, mientras la magia que los rodeaba empezaba a zumbar cada vez más fuerte en sus oídos.

🌿🌿🌿🌿🌿🌿

Su mente... ¿Dónde...?

Estaba corriendo, el abuelo había adquirido un nuevo Abraxan para sus establos, uno que le había prometido a Abraxas que podría aprender a montar ahora que tenía cinco años.

Podía oler a Hadrian -(La voz de Orión aún era clara y fuerte en sus oídos)- La mano de su madre en su mejilla -(La mirada decepcionada de su padre)-.

Estaba en el Salón de Baile del Ministerio, pero se había perdido, mamá le había soltado la mano y él había estado tan distraído... No sabía dónde estaba y tenía miedo.

-No te preocupes, niño, tu Familia siempre te protegerá-.

Ah, había pasado mucho tiempo, ¿no? ¿Cuándo había sido la última vez que había oído la voz de la Tía Abuela con tanta facilidad?.

-¿Qu'est-ce que l'amour, grand-mère?-. [¿Qué es el amor, abuela?]

-L'amour est douleur, Étoile, c'est sacrifice et dévotion-. La abuela ya era vieja y no podía levantarse de la cama. A Abraxas le gustaba entrar a hurtadillas y sentarse junto a su cama, a ella nunca le molestaba que le hiciera preguntas inocuas. -Tu trouves quelque chose de si important que tu ferais n'importe quoi pour le garder et tu te bats pour ça de tout ton être, avec ton âme, et tu n'abandonnes jamais, peu importe les difficultés qui se présentent à toi-. [El amor es dolor, Estrella, es sacrificio y devoción] [Encuentras algo tan importante que harías cualquier cosa por conservarlo y luchas por ello con todo tu ser, con tu alma, y nunca te rindes, por muy difíciles que se pongan las cosas].

-¿N'est-ce pas difficile?-. [¿No es difícil?].

-Ah, rien de facile ne vaut la peine à la fin, tu ne penses pas?-. [Ah, nada fácil vale la pena al final, ¿no crees? -.]

Sintió que le invadía el rubor, no recordaba aquella conversación, había sido una de las últimas, ¿no?.

-Oh, ¿un Peverell? No, no exactamente. Qué suerte tienes-.

-¿Por qué?-.

Pero el sueño ya había desaparecido.

-Bienvenido-.

-Ha pasado tiempo, ¿verdad? Has crecido tanto-.

-Escucha a tus padres, jovencito, ellos saben lo que hacen-.

-La familia es lo primero, pequeño Abraxas, recuérdalo siempre-.

-No dejes que tu Don te aleje de la realidad, por muy agradables que sean los sueños-.

-La magia puede parecerte viva, hijo, pero al final no lo es, recuérdalo-.

-Lo has estado haciendo bien, sigue así-.

-Desearía...-

Abrió los ojos. Todavía podía oler las flores favoritas de su tío abuelo, sentir el tacto áspero de su tío y oír la suave voz de su difunta prima cantando su canción favorita por milésima vez consecutiva.

Solía ser tan molesto.

Tenía la boca seca, pero sentía los ojos llenos de lágrimas. Cómo... No se suponía que fuera así. Tan profundo y tan claro y tan, tan desgarrador. ¿Cómo...? Levantó la vista y sintió que se le quedaba la respiración entrecortada.

Era como si pudiera verlos, los espíritus de personas que habían fallecido hacía mucho tiempo aferrándose a cada hilo que conectaba a Hadrian desde el suelo, un millón de recuerdos que apenas podía ver precipitándose y expandiéndose hasta que no había nada más que la abrumadora sensación de emoción pura y sin adulterar. La habitación estaba llena a rebosar, y todo ello provenía de Hadrian, inocentemente sentado allí, tranquilo salvo por las lágrimas que resbalaban lentamente por su rostro desde sus ojos cerrados, algún que otro sollozo escapando de sus labios.

Quería alcanzarlo, estrechar al adolescente entre sus brazos y no soltarlo. Esto... Esto estaba tan fuera de lo normal que no sabía qué podría pasar si lo hacía, si accidentalmente sacaba a Hadrian de su meditación. La magia del adolescente era un vórtice de confusión a su alrededor, tratando de aferrarse a fantasma tras fantasma sin suerte, y el corazón de Abraxas se rompió por él.

Nunca podías aferrarte a los que pasaban, era mejor dejar que sucediera, disfrutar de la conexión. No podía culpar a Hadrian por intentarlo, no cuando nunca había conocido a su familia mágica, cuando ésta era la primera vez que casi podía acercarse a ella.

Se suponía que el ritual permitía una conexión más profunda con sus parientes fallecidos, pero era, como mucho, un débil intento de sentirlos, una breve percepción de los sentimientos, una sensación de conexión.

Esta noche se sintió como si hubiera hablado con su abuela paterna, en Francia, cuando tenía nueve años, un par de meses antes de su muerte. Entonces pensó que había entendido sus palabras, ahora sabía que no, en absoluto. Sentía como si aún pudiera saborear el viento, cabalgando a lomos de un joven Abraxan, viendo cien caras de docenas de antepasados que nunca había conocido. Oír sus voces como si estuvieran allí mismo, sentados a su lado y contándole una historia.

Se levantó sobre piernas temblorosas, dejó escapar una lenta exhalación y salió del círculo sin hacer ruido.

Se dirigió a la cocina y preparó dos tazas de chocolate caliente -(ya que no podía estropearlo)- antes de ir a sentarse en el sofá. Puso un amuleto de estasis en una de las tazas, dejándola sobre la mesa y se sentó a esperar, bebiendo lentamente.

Cada persona tardaba un tiempo diferente en realizar el ritual, unos más y otros menos, y siempre era mejor no molestar a alguien que no hubiera terminado.

Aún le temblaban ligeramente las manos.

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