
Remus se preguntaba cómo había llegado a ese momento. Cómo y cuándo había sucumbido a aquel ser de aspecto de sucubo y alma de arcángel.
Todo instinto en su cuerpo le exigía atacar, le demandaba pelear. Pero allí estaba de todas formas, con los suaves labios de Sirius succionando su cuello.
Era innegable que se sentía débil, mareado, a punto de desfallecer incluso, pero su propia maldición lo había hecho pasar peores momentos como para que la de él lo quebrara.
Remus se preguntaba cómo había llegado a ese momento. Cómo y cuándo había sucumbido a aquel ser de aspecto de sucubo y alma de arcángel.
Todo instinto en su cuerpo le exigía atacar, le demandaba pelear. Pero allí estaba de todas formas, con los suaves labios de Sirius succionando su cuello, prohibiendose emitir quejido alguno.
Era innegable que se sentía débil, mareado, a punto de desfallecer incluso, pero su propia maldición lo había hecho pasar peores momentos como para que la de él lo quebrara.
Una vez saciado, Sirius colocó un paño sobre la herida del castaño, no sin antes lamerla para asegurarse de no desperdiciar sangre, por supuesto.
Ambos se mantuvieron en silencio durante un tiempo con Remus reacostándose suavemente sobre la mano que presionaba el paño contra su nuca. Simplemente mirándose a los ojos, saboreando el alma del otro sin restringirse, sin apenarse.
Rojo contra avellana.
Sangre contra carne.
Colmillos contra garras.
¿Qué más había por decir al respecto?
"¿Cómo te sientes...?" Cuestionó Sirius con una poco característica timidez asomándose por su garganta con cada palabra que dejaba salir.
"Mejor que la primera vez." Las mentiras piadosas nunca fueron su fuerte, pero, por mucho que fuera una persona honesta, había ciertos momentos, ciertos pequeños y vulnerables momentos en los cuales unía su corazón con aquel chico de tal forma en la que ambos sentían lo mismo, y ninguno de los dos podía permitirse dañarse aún más de lo que ya estaban.
Otra situación poco característica de Sirius se dio cuando este se quedó en silencio, con la mirada fijada en su recientemente reabierta herida tras retirar el paño de su cuello.
El pelinegro lamió sus labios aún pudiendo saborear la sangre del joven hombre lobo en su lengua. Un leve sonrojo asomaba por sus pálidas mejillas.
¿Sabía este lo que realmente significaba aquello? ¿El que tomara el dolor como si nada?
Sabía cuán malo era, pero no comprendía mayor muestra de amor que el dolor. Era todo lo que comprendía como tal hasta hace un par de años después de todo.
En ocasiones se sentía mal por utilizarlo de la forma egoísta en la que su corazón quería, pero no había emoción que sobrepasara el poder que tenía su placer al ver aquellas marcas en su cuello cada mañana, cada tarde, cada noche. Aquellas que el chico portaba tan despreocupadamente y mostraba sin importarle quien las viera. Aquellas que eran muestras de cuanto podía soportar por Sirius.
Sin embargo su momento se acabó al un joven mago entrar a la habitación, estaba en un apuro tal que no notó el ambiente y mucho menos la cercanía de sus compañeros.
"¡Por Merlín! ¿Saben dónde dejé mi libro de adivinación?, voy a llegar tarde de nuevo" Se quejó el rubio ceniza dando tiempo suficiente a sus compañeros para que se acomodaran.
"No tengo idea" Murmuró Remus manteniendo el contacto visual, sin disminuir la intensidad.
"¿Revisaste en tu baúl?" Cuestionó Sirius negándose a ser quien desviara la mirada.
Definitivamente nada podía salir bien de su situación. Pero estaban dispuestos a tomar el riesgo.