
03
Hermione y Edmund limpiaban calderos en el salón de pociones. Draco no se había presentado al castigo, pero Hermione intuía que era porque el jefe de slytherin era su padrino.
Había un silencio muy incomodo, pero de alguna manera la chica encontraba eso reconfortante. Seguía adolorida de los golpes de ayer, y sumándole a eso había peleado con Ron, dejando a Harry en medio de la discusión, aunque a este último también lo había insultado la noche anterior antes de ir a su habitación y llorar.
Edmund, por su parte, no sabía que decir. No entendía el termino sangre sucia, tampoco a la chica castaña a un lado de él y algo le decía que era mejor no abrir su boca por ahora.
El profesor Snape los había dejado dos horas limpiando calderos y a penas habían pasado treinta minutos.
- ¿Qué hacen aquí para que queden tan asquerosos? - preguntó Edmund, pues el desconocía las clases todavía. Ese había sido su primer día y solamente había tenido clase de herbología y aritmancia No le parecía nada del otro mundo y le encontraba un poco de parecido a narnia. Si hubiera una escuela ahí definitivamente sería como esa.
Si bien no esperaba que Hermione le contestara, esta lo hizo.
- Normalmente se hacen pociones inofensivas, pero los ingredientes o cantidades incorrectas te dan ese resultado - Hermione le contestó mientras no dejaba de tallar calderos.
- ¿Realmente es real o solo estoy soñando? - preguntó. Pues aunque el estuviera siendo rey de una nación mágica, no creía que hubiera dos mundos mágicos distintos.
- Eso mismo pensé la primera vez que oí hablar de Hogwarts.
- ¿No sabías de su existencia?
- Realmente no, crecí en el Londres humano - Hermione no dijo muggle, pues asumió que Edmund todavía no aprendía los términos mágicos - iba a la escuela normal y de repente un día llegó una carta donde decía que yo era una bruja y tenía una plaza en esta escuela. Mi mundo cambió drásticamente.
- Pensé que todos aquí sabían de su magia cuando nacían.
- Muchos sí, son los sangre pura o mestizos, pero los nacidos de muggles hemos sido muy invisibilizados, la mayoría de los puristas de sangre nos llaman sangre sucia por lo mismo, es un insulto, realmente no tenemos sangre mágica directa o algún apellido importante que justifique que estamos aquí.
- ¿Y que es un muggle?
- Una persona no mágica.
- Ahora entiendo, nadie me había explicado eso...
- Todos aquí asumen que ya lo sabes y nadie ve importante enseñártelo. Está en los libros, si te gusta leer puedo recomendarte algunos para que te adaptes.
- Lo apreciaría mucho, me hubiera gustado un libro cuando llegue a narnia hace dos años...
- ¿Realmente es real? - Preguntó Hermione, incrédula, pues todavía no se creía aquella historia del pelinegro.
- Yo tampoco creía cuando mi hermana, Lucy, nos contó. Luego lo vi con mis propios ojos y no volví a dudar de ella.
Cuando Hermione iba a comenzar a hacerle más preguntas, Snape llegó diciendo que ya se podían ir.
Ambos se vieron y decidieron caminar juntos al gran comedor mientras Edmund decía que Snape daba miedo y Hermione le contaba algunos datos sobre aquel maestro.
Al entrar al comedor ambos chicos se despidieron amistosamente y Edmund se dirigió a la mesa de su casa. No tardó en cruzar palabras con algunos chicos.
Por su parte, Hermione se dirigió a su asiento habitual, que era a lado de Ron y Harry, pero el chico pelirrojo estaba celoso.
- Veo que ahora si te dignas a aparecer - dijo Ron groseramente cuando Hermione se había sentado en la mesa. La castaña lo observó por unos segundos y decidió no decir nada.
- No seas grosero, Ron - George le pegó un zape mientras veía como la chica se había puesto cabizbaja.
- Por eso no tienes novia - agregó Fred.
Harry estaba callado, pues por una parte no quería que su mejor amiga estuviera más tiempo con un chico extraño que con ellos, pero también sabía que Ron era un estúpido que hablaba de más.
- No tengo novia porque las chicas con unas tontas que están tras el primer chico de pelo negro que encuentran - el pelirrojo menor contestó a sus hermanos.
- Y los chicos son unos idiotas con baja autoestima que piensan que solamente porque existen en el circulo social de alguien no necesitan hacer más esfuerzo para conquistarla - contestó la castaña.
- Por lo menos yo no me voy a besar al salón de pociones con el primer chico que me tolera más de cinco minutos - Ron atacó.
- Eres un idiota engreído - fue lo ultimo que dijo Hermione antes de pararse de la mesa y caminar hacía la salida.
- Ron, creo que te pasaste está vez... - fue el único aporte de Harry.
Los gemelos se fueron tras Hermione, para ver que podían hacer por ella.
"que idiota" pensó Edmund mientras se paraba de la mesa y trataba de seguir a los gemelos.
Fred y George sabían el escondite favorito de Hermione, pues varias veces la habían encontrado ahí cuando sabían que la castaña no estaba de ánimos para soportar a Harry y Ron.
Entraron a un viejo salón escondido debajo de las escaleras de la torre de Raevenclaw y lograron apreciar a Hermione llorando en la oscuridad.
Los gemelos no eran buenos consolando, más si se trataba de una chica, así que se quedaron congelados esperando a saber que decir.
- Váyanse, quiero estar sola.
- Hermione, no debes dejar que el idiota de Ron te haga sentir de esa manera - George Weasley fue el primero en hablar.
- Ron siempre me hace sentir que todo es mi culpa, incluso cuando me invitan a una cita y él no lo hace, se enoja como si yo debiera guardarle alguna clase de respeto. Ya me tiene harta...
- Es hombre, no sé que esperabas - Fred se acercó a la chica a darle un abrazo, logrando que esta riera por su comentario.
- Y ojalá Harry me defendiera, pero soli se queda callado y no dice nada - expresó Hermione.
- Trataremos de hablar con ellos, Mione, no te preocupes - George se unió al abrazo tratando de que la chica se sintiera protegida.
- Deberían regresar, yo me quedaré un rato más aquí - Hermione les sonrió mostrándoles que ya se encontraba de mejor humor y los gemelos, después de despedirse con cara de preocupación, salieron de la habitación.
Hermione se quedó ahí, sola, pensando en que tenía que hacer para que la gente dejara de ser idiota.
Realmente ella trataba de encajar con Ron y Harry, pero sentía que últimamente ninguno de los dos la entendía en lo más mínimo, ni siquiera hacían el esfuerzo ni trataban de apoyarla. Simplemente la dejaban pasar.
Sin darse cuenta, la castaña comenzó a llorar de nuevo.
Estuvo una hora más aislada de todos, pues le daba vergüenza ver a la gente que había escuchado la discusión con Ron.
Se armó de valor y finalmente salió de su escondite, cuando estaba cerrando la puerta del viejo salón, logró ver a Edmund recargado en una pared. El pelinegro observaba la ventana con paciencia, tenía las manos en los bolsillos de su pantalón y estaba pensativo.
Cuando escuchó el sonido de una puerta cerrándose, volteó a ver a Hermione.
- Te estaba esperando, quería entrar pero preferí darte tu espacio, sé que todos lo necesitamos de vez en cuando - El chico narniano le sonrió a la castaña.
Hermione se ruborizó un poco, pues no esperaba que nadie la hubiera ido a buscar.
- Gracias, Edmund. Aprecio bastante eso.
- Ron es un idiota, no le hagas caso.
- Eres la tercera persona que me lo menciona.
- Pues entonces debe ser verdad.
Hermione y Edmund tomaron camino hacía la sala común de Gryffindor, iban conversando todo el camino. Se sentía un ambiente cálido y acogedor.
- ¿Iras a Hogsmade? es el pueblo de por aquí, siempre vamos los sábados.
- Supongo que sí, ¿Quieres ir conmigo? no conozco nada y me vendría bien una guía turística.
- ¡Claro! me encantaría enseñarte todo el pueblo, te va a encantar. Es muy bonito.
Ambos chicos ya habían llegado a la entrada de la sala común de la castaña, y, para sorpresa de ambos, un pelirrojo estaba esperándola en la entrada.
Cuando observó que venía acompañada cambio su cara preocupada a una enojada, cosa que no pasó desapercibida por Edmund y este solo se rio internamente.
- Buenas noches, Hermione. No le hagas caso al idiota aquel, por favor - Edmund le dió un beso en la mejilla a la chica, solo para que Ron se enojara más y se retiro para tomar camino a su sala común.
Hermione se volvió a poner roja, por segunda vez en el día y entró a su sala común, ignorando completamente a Ron que estaba parado en la entrada.
Se encontró a Harry frente a la chimenea y este quiso ir a abrazarla, pero la castaña solo pronunció:
- Eres un idiota, pero menos idiota que Ron. Así que si quieres que te perdone me tienes que comprar un kilo de ranas de chocolate.
Después de eso, tomó camino a su habitación y se tiró a su cama para reflexionar sobre su día.