
5
5
El aroma de Potter había dejado de funcionar. No. No era verdad. En realidad, Potter dejó de desplegarlo. Eso sólo quería decir una cosa, estaba asustado y tuvo que centrarse en controlarse a él mismo.
Con la seguridad que el Alfa estaba haciéndole sentir perdida, Draco no pudo quedarse quieto.
—¿Qué diablos está pasando? —murmuró mientras caminaba de un lado a otro de la sala de espera como un león enjaulado, ¡Oh!, y él no era un león—. Llevan ahí dentro más de una hora —añadió mientras miraba la puerta que los separaba de las salas de atención. Cruzó los brazos contra su pecho porque no podía dejar de temblar.
Demonios.
Nunca pensó pasar por esto. Cuando había sido adolescente, creyó que sería un Alfa, que nunca mostraría debilidad por nada ni nadie. Así lo habían criado sus padres. Cuando su segundo género se presentó y descubrió que era un Omega en medio de una guerra y estando en el lado incorrecto, amigarse con su lado más sensible fue muy difícil. No sólo era que se volvió susceptible, sino que debió cuidarse de los Alfas babeando por Omegas vírgenes y sin reclamar. Agachar la cabeza ante una voz de mando era otra acción de aquellos días difíciles de sobrellevar.
Cuando la guerra finalmente terminó, y salió libre (debe reconocer que gracias al testimonio de Potter), Draco se fue de Inglaterra. En Francia conoció al padre de Scorpius, y le ayudó a lidiar con esa parte que nunca pensó sería suya, el lado Omega. Cuando se quedó sin su protección y regresó, estaba acostumbrado a las emociones que su Omega sentía, pero ahora mismo, estaba en un limbo sin dirección.
Era su hijo quien estaba siendo atendido al otro lado de la puerta por Sanadores en San Mungo. Su hijo había llegado inconsciente al hospital y hasta ahora no sabía nada de él.
—No lo sé —Respondió Potter que retorcía las manos desde los asientos, angustiado—. No lo sé... —repitió.
Cuando la puerta finalmente se abrió, ambos se acercaron de un salto.
—¿Señor Potter? —dijo el sanador que entró en la sala de espera. Tenía el pelo canoso y era casi tan alto como ancho. El maldito le sonreía solo a Potter. Draco frunció el ceño.
—El papá de Scorpius soy yo —exclamó Draco—-. ¿Cómo está mi hijo? —El sanador miró a Potter confundido pero aceptó lo que decía Draco. Aunque claro, a él no le dedicó una sonrisa.
—Su hijo no tiene ningún problema serio y va a estar bien.
No hubo un señor Malfoy, pero Draco podía vivir con eso. Su hijo estaba bien. No tenía ningún problema serio.
—Gracias —murmuró a la vez que se apoyaba contra el costado de Potter, que estaba a su lado, dejando que su cuerpo encajara perfectamente en sus brazos.
—Ha sufrido una fractura limpia en su brazo, pero ya la hemos sanado. Habrá que estar atentos a cómo evoluciona durante las próximas semanas para asegurarnos de que los huesos se hayan soldado correctamente.
Aún tembloroso, Draco asintió.
—Comprendo.
—¿Podemos verlo? —preguntó Potter. El sanador volvió a mirarlos con cautela, ya sin una sonrisa sus labios cuando sus ojos miraban a Potter. Draco entendió que era un Beta, Potter un Alfa que estaba mirándolo como un Alfa, por lo que el Beta estaba peleando con vociferar su duda o no, o si quiera si volver a coquetear o no.
—Sí, en unos minutos —al parecer, el sanador no pudo con el aura Alfa de Potter de ese momento—. También tiene un chichón del tamaño de un huevo en la cabeza. No creemos que sufra una conmoción, pero sería conveniente que se quede aquí a pasar la noche para mantenerlo vigilado. Si todo va bien, mañana mismo podrá irse a casa.
Pese a que todo decía que su hijo estaba bien, Draco apenas podía controlar el ritmo de su corazón. Por supuesto que el Beta se dio cuenta, y con Potter fuera de su liga, el Beta palmeó su hombro amistosamente. Demasiado.
—Sería conveniente que su hijo no lo viera tan asustado, señor Malfoy —dijo amablemente, esta vez agregando el señor Malfoy—. ¿Por qué no se toma unos minutos para refrescarse antes de entrar a verlo?
Draco volvió a asentir mientras Potter lo miraba con el ceño fruncido, luego, miró al Sanador al mismo tiempo que bajó el brazo por su cintura y lo estrechó instintivamente contra su costado. Potter volvía a tener el control de su aroma y desplegó todo lo que decía Alfa.
—Yo me ocupo de Draco, Sanador —dijo—. De hecho, yo me ocuparé de Draco y Scorpius.
El sanador apartó su mano de inmediato de su hombro.
—Ha sido un placer conocerlos. Ojalá hubiera sido en otras circunstancias. Si tienen alguna duda, sólo tienen que llamarme.
—De acuerdo —dijo Potter mientras el Sanador volvía a marcharse. Draco se volvió hacia él.
—Scorpius va a estar bien —dijo, aliviado. Tras el miedo y la tensión que había pasado, se sentía totalmente agotado.
—Lo sé, cariño, lo sé —Potter enterró el rostro en su pelo y bajó hasta su cuello, aspirando profundamente su aroma. Draco alzó el rostro hacia él, inhalando también el aroma del Alfa de Potter.
En otras circunstancias lo hubiera apartado, tal vez le hubiera lanzando una maldición, en las actuales, sólo se llenó de aquel aroma maravilloso y sintió como la seguridad volvía a apoderarse de él.
—No sé qué habría hecho hoy sin ti —confesó, estremeciéndose al recordar el miedo que había pasado—. Yo... yo... no sé qué decir. No sé cómo agradecértelo.
Potter le besó en la frente y lo estrechó cariñosamente entre sus brazos.
—En ese caso, no digas nada. No es necesario —No estaba acostumbrado a contar con el apoyo de un Alfa para ocuparse de su hijo. Desde que Scorpius había nacido lo había hecho todo solo. Esto se sentía bien, pero no lo estaba—. Ahora vamos a lavarnos la cara para ir a verlo —dijo Potter. Draco se dio cuenta que también iba a necesitar unos minutos para recuperarse. Hablar sobre lo que Potter le dijo en la mansión tendría que esperar.
***
—¡Tengo un huevo en la cabeza! —se quejó Scorpius en cuanto vio a su papi entrar a la sala, esforzándose por parecer asombrado y no apunto de llorar mientras miraba que Harry Potter estaba allí. También tenía varias raspaduras a lo largo de la mandíbula, lo había visto en el espejo que una enferma le alcanzó para lavarse los dientes, y lo sabía porque le ardía—. Los niños dirán que es un huevo de dragón y estoy maldito. —sintió sus labios temblar. No podía llorar. No tenía que llorar.
—Creo que no deberías preocuparte por eso ahora —dijo su papá a la vez que apartaba con delicadeza un mechón de pelo de su frente—. ¿Te duele algo más? —preguntó.
Scorpius frunció el ceño y se arrepintió. Le dolía el huevo en la cabeza, aun así, apretó los labios y se lo aguantó mirando a su papá.
—No. Sólo la cabeza. Y me arde la cara —quería llorar—. Papi —llamó a su papá, ya sin contener una lágrima. Cuando su papá se acercó, Scorpius ocultó su rostro del Alfa Potter, ¿que pasaba si lo veía y pensaba que era un hijo muy débil y rechazaba a su papá por eso? No podía permitirlo. No sabía por qué el Alfa estaba allí, pero podía aprovechar la situación. Scorpius se tragó los mocos y acercó su rostro al oído de su papá—. ¿Por qué está el Salvador aquí, papi? —las mejillas de su papá se sonrojaron. Scorpius frunció el ceño y se tuvo que tragar otro par de mocos y esforzarse mucho para que no se le cayeran las lágrimas por el dolor de su frente.
—Se enteró que un niño se escapó de la cama para irse a su sala de juegos y corrió a salvarlo. Ya sabes, es El Salvador.
Oh. Scorpius se puso triste. El Alfa no estaba allí por su papá, sino por él. Él quería que estuviese allí por su papá. Y su papá acababa de recordarle que se había escapado en sus horas de sueño.
—Lo siento —lloró—. Pensé que quería ser tu Alfa —Ya no podía contener sus lágrimas y miró al Salvador—. ¿Por qué no quieres ser el Alfa de mi papi? —preguntó—. Estuvo enfermo.
—Scorpius —escuchó a su papá y se calló, mordiéndose los labios.
—Scorpius —dijo el Alfa—, no te preocupes por tu papá. Cuidaré de él. Y mañana vendré con él para llevarlos a casa.
Scorpius no entendió nada.
¿Estaba aceptando ser el Alfa de su papá o no?
***
Eran más de las doce cuando Draco y Potter llegaron a Malfoy Manor después de dejar a Scorpius dormido. Estaba claro que Potter estaba deseando poder hablar con él a solas, de manera que lo vio armarse de valor y decirle:
—Quiero hablar contigo, Draco.
Draco hizo un esfuerzo por ignorar el efecto que la presencia de Potter ejercía sobre su corazón y apartó la mirada.
—Sí, supongo —dijo con frialdad—. Yo también tengo algo que decirte: quiero que te vayas de aquí y no regreses.
Potter dio un paso hacia atrás, como si lo hubiera golpeado.
—¿Quieres que me vaya? —alzó una mano en el aire—. Pero... sé que lo sientes, el lazo... esto que…
Draco suspiró. Ese era el problema. Potter había llegado diciendo que era su Alfa y él su Omega y él prácticamente se había dejado hacer. Eso no estaba bien. No podía estar bien. Potter y él no podían tener algo. Nunca. Draco había pasado seis años criando solo a Scorpius. Así debería seguir siendo.
—Eso no cambia nada —contraatacó—. Tú y yo siempre hemos sido enemigos. Te quise lanzar un innombrable en sexto solo porque me viste llorar, ¿recuerdas? Tengo esto —descubrió su brazo izquierdo, dejando ver su más grande error—. Y tú tienes eso —señaló su frente, donde yacía la cicatriz en forma de rayo—. Intenté matar al director, envenené a una alumna en el proceso, casi maté a tu amigo Weasley. ¡Te rompí la nariz! —Claro, en aquella época no se sabía que él sería un Omega y Potter un Alfa—. Eres un Auror, eres de los que revisan una vez al mes esta casa... eres…
—Soy tu pareja destinada. Eres mi pareja destinada. Pensé que… Aún no sé cómo no me di cuenta que algo nos unía cuando nos trajo el Carroñero Greyback... justamente a esta casa. Eso que dices... que éramos enemigos, creo que nubló mi visión. Mi celo se adelantó después de que te vi, y eso es otra señal de pareja destinada.
Draco ignoró esa información
—Tengo un hijo —agregó Draco.
—No estás marcado. Y de estarlo, tengo entendido que falleció. Y adoro a Scorpius. Es más, ¿sabes qué quiero hacer? —Draco negó—. Quiero quemar toda esa maldita escuela donde no hacen nada por aminorar las molestias que recibe. Quiero exponer a esas sucias familias por querer humillarlo —Draco sintió que su corazón se deshacía—. Quiero mantenerlos a salvo. A ti y a Scorpius.
—¿Mantenernos a salvo? —repitió Draco—. Scorpius y yo estamos perfectamente a salvo…
—Por eso me pidió lleno de esperanzas si podía ser tu Alfa. Apuesto a que ni siquiera fue la primera vez que interceptó a alguien en la calle —las mejillas de Draco se pusieron rojas. No, lamentablemente no lo había sido, pero era la primera vez que alguien aceptaba la propuesta de su hijo—. Y están a salvo, como dices, excepto cuando un mal nacido quiere "disciplinar al hijo de un mortífago" en la calle, o cuando la prensa aplaude esas acciones. Draco, ¿me quieres? ¿Me reconoces cómo tu Alfa? —preguntó Potter con suavidad.
No. Te odio.
Entonces recordó la noche en Malfoy Manor que mencionó Potter. Él ya se había presentado como Omega. Sabía que Potter se había presentado como Alfa. Lo había olido en el tren en séptimo año, cuando pasó cerca de Ginevra Weasley. Su nariz había picado, pero era tan pequeño el rastro. Además, ni siquiera había intentado saber cómo sabía que era de Potter. Tal vez recién ahora estuviera entendiendo por qué. La cosa es que por eso, cuando su tía Bellatrix le acercó aquel rostro desfigurado, no lo supo por los ojos ni la cicatriz en forma de rayo, sino por el golpe de su olor en su nariz y la picazón.
Potter tenía razón, las pruebas habían estado ahí. Ellos nunca lo habían visto.
—Eso no tiene nada que ver —replicó de todas formas, no dispuesto a admitir sus sentimientos por él en aquellos momentos. ¿Cómo podía amar a un hombre que fue su enemigo toda la vida? ¡Merlin! Él se la pasaba burlándose de Potter. Había insultado a su mejor amiga llamándola Sangre sucia inmunda. ¿Quién iba a aceptarlo en su vida después de eso? Esa pesadilla ya la había vivido con la familia del padre de Scorpius quien los negó en cuanto el Alfa falleció.
—Yo creo que sí tiene que ver —intervino Potter. Draco negó con la cabeza.
—Puedo mentir mañana a Scorpius por ti.
—No. Ya ha sufrido bastante y no quiero que sufra más. Iré.
—¿En serio...?
—¿Si lo quiero? Sí.
Draco tuvo que rascarse la nariz, tenía los hombros relajados, y ya no estaba tan alterado. Hizo una mueca. Potter, maldito desgraciado.
—Ya estoy tranquilo, Potter. Deja de tirar tu basura de aroma Alfa —respiró hondo—. Carajo, de verdad eres mi pareja destinada. A mi también se me adelantó el celo, peor, los supresores no funcionaron.
—Draco…
—De acuerdo. De acuerdo, Potter. De acuerdo.
***
Draco pensó que Scorpius era muy pequeño para que ciertos berrinches y enigmas duraran en su cabeza más de un día, tal vez por eso, al día siguiente, había perdido toda su seriedad y berrinche con el que miró a Harry la noche anterior y rió cuando se vio en sus brazos.
—No tienes por qué llevarme en brazos —dijo su hijo, riendo—. Ya no me duele ni siquiera la cabeza, Harry. Aunque sigo teniendo el huevo de Dragón.
¿Harry? Eso sorprendió a Draco que se acercó y acarició el cabello de su hijo, observando su risa despreocupadamente de todo.
—Scorpius —dijo Harry—, nunca viene mal un paseo gratis —y se apartó de la puerta para que Draco la pudiera abrir.
—¿Cómo iremos? ¿Aparición? —preguntó Scorpius, haciendo un mohín.
—Red Flú —respondió Harry. La expresión de su hijo cambió, una más feliz—. ¿No te gusta la aparición?
—No. Me descompone el estómago.
Durante la noche anterior, Harry y Draco habían hablado. Eran pareja destinada. Estaban ahí todas las señales. Draco no podía mirar a otro lado. Sabía la leyenda que su madre le contó una vez, las parejas que se negaban a estar juntas, prácticamente vivían para morir de tristeza.
—¿Sabes, Scorpius? —dijo Harry camino a las chimeneas V.I.P—. Esta navidad te debo un gran regalo.
—¿Por qué? Me he portado mal —Su hijo lo miró de reojo y Harry rió—. El abuelo me dijo una vez que cuando uno se porta mal no recibe ningún regalo.
No volvieron a hablar hasta pasar a Malfoy Manor. Draco se acercó y empezó a limpiar las ropas de Scorpius ya en el suelo, esperando respuesta de un Harry que se reía y decía:
—Pues yo considero que te has portado muy bien, porque cuando te acercaste a mí jamás pensé que de verdad tu papi fuera mi Omega. Jamás pensé que iba a enamorarme de él y de ti.
Los ojos de su hijo brillaron ante la palabra mi Omega, sin embargo, cuando Harry terminó de hablar, frunció el ceño.
—¿Estás... enamorado de mí? —preguntó Scorpius.
—Los quiero a los dos —dijo Harry a la vez estiraba la mano para acariciar la mejilla de Draco y veía a Scorpius.
—¡Te lo había dicho, papi! —Scorpius empezó a tirar de su túnica, llamando su atención— ¡Te había dicho que era tu Alfa! —su hijo rió y se frotó los ojos para secar una lágrima furtiva de felicidad—. Tengo que decirle a Prim. Ella debió decírtelo. ¡Priiimmmm!
Scorpius se fue corriendo y Draco suspiró.
—En serio, Potter. Ha pasado un día. Decírselo así... ¿no supone un problema si no funciona? Y no vuelvas a hacer ese gesto —se refregó la mejilla.
Harry lo ignoró, por supuesto.
—Uno —se acercó—, no es ningún problema, lo nuestro funcionará. Dos —estiró de nuevo su mano y le volvió a acariciar la mejilla—, te encantó este gesto.
Scorpius volvió corriendo y tiró de la manga de la camisa de Harry.
—¿Significa eso que vas a marcar a papi y serás mi padre?
Harry rió.
—Creo que eso es un hecho.
La boca de Scorpius formó una “O”:
—¿Ya lo has hecho? ¿Eso quiere decir que voy a tener un hermano o una hermana?
—¡Scorpius! —Draco estaba colorado por su hijo.
—¿Qué? —su hijo lo miraba sin entender por qué lo regañaba, eso estaba claro—. Eso dijo la abuela, que cuando un Alfa marca a un Omega, tienen un hijo.
—Tengo que hablar con tu abuela. No sé qué cosas te anda diciendo.
Harry, en cambio, estaba sonriendo embobado. Él no tenía ningún problema con verse con más hijos.
—Aún no lo marco, pero no tardaré mucho, ya lo verás —le guiñó el ojo.
***
Once años después.
Scorpius suspiró al ver la hora. Era su cumpleaños número 17, y el día que sabría su segundo género. Estiró el cuello de su camisa cuello alto y se revolvió el cabello en un gesto nervioso. Estaba casi seguro que sería un Beta o un Omega. Aunque había más chances de ser un Beta. No tenía un problema con eso, especialmente porque la persona que le gustaba era Alfa.
Sabía que tenía chances de ser Omega, no certeras, pero podría. Según los libros tenía la piel indicada. Su abuela solía decirle “tienes la piel de un digno Omega, blanca y delicada”. Ese era su rasgó más certero. La duda era su altura, era más alto de lo que su papá lo había sido. Según los datos que tiene, puede que incluso más alto que su padre biológico, y era un Alfa. Y bueno, la verdad es que tenía músculos bien marcados porque, como su padre, jugaba al Quidditch, aunque al contrario suyo, su padre nunca había desarrollado el cuerpo de un deportista exactamente.
La otra duda era que durante un juego, si tenía que empujar con sus hombros o ir al choque cuerpo a cuerpo, no lo dudaba, iba.
Scorpius sabía que no sería un Alfa, las chances eran mínimas por no decir nulas. Tenía altura, pero no el cuerpo indicado. No era tan grande como Harry, por ejemplo. O el amigo de Harry, Ron. Scorpius tenía un cuerpo decente, uno que no encajaba ni en Alfa ni en Omega.
No quería ser Alfa siendo honesto, en cambio, siendo Beta seguiría teniendo chances con la persona que le gustaba.
—De acuerdo —dijo su papá, sacándolo de sus pensamientos—. Te hemos perdido, ¿en qué piensas tanto, Scorpius? —Scorpius se dio cuenta que su papá lo miraba. Estaba en Malfoy Manor. Le habían permitido salir, no solo porque cumplía la mayoría de edad, sino porque si se presentaba como Omega o Alfa debía pasar su celo sin supresores, y era mejor estar en casa.
Scorpius desplazó la mirada a la persona al lado de su papá. Harry también parecía preocupado. Las cosas entre ellos, recuerda Scorpius, no fueron fáciles. Aún recuerda algunas peleas. Hoy comprende que su papá estaba acostumbrado a hacer todo solo, y de repente, Harry estaba allí para ayudarle en todo. Todo cambio cuando su papá ya tenía la marca en el cuello, se volvió más cariñoso.
Entonces, algo lo distrajo. A su lado, estaba dando saltos su pequeño hermano James de ocho años, sus manos extendidas con una caja en su dirección.
—Lo siento, James —tomó la caja.
Su hermano no se percató de nada y sonrió.
—¡Feliz cumpleaños, Scorpius! —y se lanzó a su brazos. Scorpius rió y le devolvió el abrazo.
James era un niño que lo extrañaba la mayor parte del año que estaba en Hogwarts, según sus palabras se aburría demasiado, por lo que, cuando descubrió el reloj dentro de la caja le pidió ayuda para ponerselo. Sonrió cuando vio el grabado: Scorpius Hyperion Malfoy Potter. Con algo en su garganta, miró a sus padres.
—Lo siento, yo…
—Tu segundo género —terminó su padre Harry.
—Sí —respiró hondo—. Sé que no deberían pensar tanto en eso, pero…
—Exacto —intervino su papá—, no importa cuál sea tu segundo género, no deberías darle tantas vueltas.
Scorpius decidió que no quería ver la preocupación en los ojos de sus padres y se olvidó un poco de ello, sin embargo, cuando no hubo celo al terminar la velada, Scorpius respiró aliviado.
Era un Beta.
No iba a sufrir un celo, pero sus otros sentidos se abrirían. De pronto, olfateó por primera vez los verdaderos aromas de las personas a su alrededor. Siempre había estado siguiendo el aroma de su papá, pero… ahora que realmente lo olía, era más fuerte, más rico, más maravilloso. Y podía sentir la marca de Harry en él y algo más, un rastro más allá de la marca.
Curioso.
James tenía rastro del aroma de su papá mezclado con el de Harry, formando uno propio. Él no tendría esa combinación, eso lo dejó perplejo por unos minutos. Fue cuando su papá sacó algo más.
—Escucha, yo sé que… esto es algo que tal vez debí darte hace mucho también —le pasó una caja más pequeña, de color blanca y moño rojo. Scorpius la tomó. Podía oler con facilidad y ese aroma no lo conocía.
No.
Lo conocía.
Levantó la muñeca y se olfateó a él mismo.
—Es de… —su papá asintió y al mirar a Harry lo vio asentir mientras abrazaba a su papá, por lo que abrió la caja.
—Es de padre biológico, lo único que me quedó de él —le dijo su papá—. Y creo que era del colegio al que iba.
Scorpius sabía que su padre biológico no había sido en sí una mala persona. Cuando tuvo edad suficiente, su papá le contó toda la historia de su amor, y jamás le habló mal de él. Es cierto, no lo había marcado porque su familia se oponía. Y lamentablemente, había fallecido antes de su nacimiento aunque sí llegó a conocer su existencia. Su papá de hecho le contó que cuando se enteró estaba dispuesto a marcarlo aún en contra de su familia, pero entonces, falleció misteriosamente. Sus abuelos paternos nunca quisieron conocerlo, por lo que tampoco pudo llevar el apellido de su padre biológico, por lo que la verdad, no sabía cómo sentirse. Solo podía saber que el aroma era aceptado.
Al abrir la pequeña cajita, Scorpius descubrió un anillo con una piedra celeste y una B en el medio. Parecía un escudo. El anillo estaba grabado. Allí estaba el nombre de su padre biológico. Por alguna razón, se le volvió a hacer un nudo en la garganta.
—¿Hay algún problema si lo uso? —preguntó.
Harry entendió que la pregunta era para él, porque le sonrió y Scorpius olfateó su aroma de tranquilidad. No había ninguno.
—No, ninguno —aun así, Harry se lo dijo en voz alta—. Te pertenece.
Rayos.
La verdad no recuerda cómo es que a sus seis años corrió detrás de este hombre, era solo que muy dentro sabía, de alguna forma, que era el Alfa de su papá, pero ha sido su mejor travesura en toda su vida. Sonrió y corrió a abrazarlo.
—Te quiero mucho, papá —le dijo.
Ahora, solo esperaba no equivocarse con la persona que le gustaba. Scorpius a veces solo sentía esas cosas, y hasta ahora nunca se había equivocado.
Fin