
Chapter 11
Susan necesitaba recopilar la información antes de actuar. Mostrarse débil y vulnerable era la estrategia perfecta. Era lo que Malfoy quería, era la reacción que demandaba. No tenía ni idea, de a cuantos había engañado, a cuantos había espiado, usando sus encantos. Draco Malfoy era su presa, pero para ello, debía hacerle pensar que era el verdugo.
- ¿Cuánto sabes? – dijo con voz titubeante.
- ¿Quieres que hable delante de tu novio? – dijo él, riéndose - ¿Cuánto sabe él?
- Por favor, Draco – dijo ella acercándose – necesito saber cuánto sabes ¿Se lo has contado a Voldemort?
- No lo llames así... - dijo en un tono exigente.
- Al señor Tenebroso.... – corrigió la Ravenclaw - ¿Se lo has contado?
- No... - dijo él – aún...
Susan respiró profundamente, con el corazón latiéndole a mil por hora.
- No me gusta ir con la información a medias – dijo Draco – la del dibujo se parece mucho a ti. O, mejor dicho, es una réplica casi exacta de ti.
La Reina de vestiduras azules miró a Draco, moviéndose levemente en el mural. Estaba enfadada. Susan miró a su retrato de reojo, viendo en su expresión lo que ella sentía por dentro: la más tormentosa furia.
- Primero vi las figuras y pensé en los fundadores de Hogwarts – dijo Draco – cada uno vestido del color de una casa. Y me pregunté si acaso erais la reencarnación de ellos. Pero el pequeño Ed me parecía poca cosa, como para ser la reencarnación del mismísimo Salazar Slytherin... un traidor a la sangre, más que obviamente con sangre mezclada... no, no podía ser. Así que seguí investigando.
Susan notó el brazo de Henry pasando por detrás de su espalda, en un gesto protector. Pero el muchacho no dijo nada, simplemente escuchaba a Draco sin entender, mientras comenzaba a levantar levemente su varita. Susan lo miró a los ojos, mientras con la palma de su mano le hacía bajar su arma lentamente. Henry se encontraba totalmente perdido, miraba alternativamente a la Susan del retrato y a la real, con un nerviosismo palpable en su cara.
- Luego vi los dos mundos dibujados, uno a cada esquina superior ¿Los ves, Davies? – dijo él Slyhterin señalando – y recordé los gritos del profesor Kirke, las preguntas del Señor Oscuro... Quiere saber cómo viajar a otros mundos.
La muchacha se enfureció aún más, pero optó por mostrar una mirada triste. El profesor. Malfoy había estado en el mismo lugar en el que guardaban a Digory. Era una alimaña. Era hijo de Mortifagos, sí, pero había tomado la decisión de seguirlos.
Miro a los mundos a los que Draco señalaba. Uno era claramente la tierra. El otro debía ser Narnia, pero nunca había visto un mapa tan amplio de sus continentes, no conocían, en la era dorada, aún tanto de la geografía lejana a su reino.
- Me pareció mucha coincidencia – dijo el Slytherin – cuatro reyes, idénticos a los Pevensie, vestidos con los colores de sus casas, y dos mundos distintos girando sobre si mismos lentamente...
Susan Pevensie estaba preparada para atacar, pero no era impulsiva. Necesitaba que el chico terminara de hablar. Necesitaba que Malfoy dijera todo lo que sabía.
- Ese cambio en vuestra mirada... ese "algo" distinto – dijo el chico, como escupiendo sus palabras - Habéis viajado ya ¿verdad? Sabéis lo que el Oscuro quiere saber.
- Sí – mintió la chica.
- Lo sabía... - dijo él – en cuanto lo sepa, vendrá a por vosotros, Susan Pevensie.
- ¿No hay otra manera? – dijo en un tono triste - ¿No hay otro trato posible?
- Puedes darme esa información – dijo Draco – y el Tenebroso no tendrá motivos para perseguiros.
- ¿Entonces aún no lo sabe? ¿No sabe que nosotros tenemos algo que ver?
- Sospecha... como sospecha de todos los cercanos al profesor, pero no... aún no lo sabe.
- Y si te digo el secreto ¿Nos dejarás fuera de esto?
- Sí – dijo el, ávido de una respuesta – mientras sea yo quien se lo cuente al Señor Oscuro. Desde que escuché lo que, buscada del Profesor, supe que era lo que tenía que descubrir... como ganarme su favor.
Henry tomó una postura más agresiva, levantando de nuevo su varita en un gesto de furia. Pero Susan se quedó dónde estaba, mirando al Slytherin con ojos tristes.
- ¿Qué me dices, Susan? – dijo Draco – me contarás la verdad... o dejarás que la pequeña Lucy pague el precio.
- Está bien – dijo, tajante – te lo diré.
Henry se giró, sin comprender. Susan procuró calmarlo con la mirada mientras se separaba de su brazo y se acercaba a Malfoy, con la varita guardada en el bolsillo y las manos medianamente en alto.
Draco sonrió mientras la chica se acercaba a su oído. El Slyhterin espero, expectante.
Poniendo toda su confianza en el Gryffindor, Susan movió una de sus manos, por detrás de la cabeza del Slytherin, imitando el movimiento del hechizo propulsor.
- ¡Depulso! – tronó la voz de Henry.
El hechizo impactó sobre el joven Slytherin, haciéndole chocar con la pared más cercana tras ser propulsado por la fuerza del rayo de luz que salió de la varita de Henry.
Susan no perdió el tiempo. En otro movimiento rápido, sacó su varita de su bolsillo y gritó con todas sus fuerzas:
- ¡Petrificus Totalus!
Draco quedó inmóvil, en el suelo, en un gesto que desde arriba resultaba patético. Susan Pevensie, orgullosa de sí misma, se acercó al Slytherin lentamente, con la varita en la mano, se agachó junto al chico.
- Bien, Malfoy, se acabó este pequeño juego. Ahora es mi turno.
Susan no pudo evitar sonreír levemente al decir aquellas palabras. Estaba cansada del Slytherin. Estaba cansada de que siempre estuviera él un paso por delante.
- Ahora, vamos a jugar bajo mis términos.
Susan se acercó aún más a su aterrorizada expresión, y poniendo la varita en la frente del muchacho, susurró:
- Obliviate.
Encontrar a Hannah de vuelta mejoró mucho la noche para Peter. Conoció a otros compañeros de su curso, de distintas casas, que resultaron ser mucho más agradables de lo que él pensaba. Susan Bones acabó por sacarlo a bailar, lo cual acabó por sorprender al resto de asistentes, que no podían explicarse como el reservado Peter Pevensie podía llegar a bailar tan bien. Nadie sabía que tenía más años de practica que los años de vida que tenía cada asistente en la sala. Había estado décadas bailando en grandes salones.
Para cuando llegó la hora de recoger, Peter se sorprendió a si mismo al darse cuenta de que no tenía tantas ganas de irse a la sala común como esperaba.
Los Gryffindor salieron juntos y en silencio. Peter observó a sus compañeros mientras avanzaban sigilosamente por los pasillos. Cada vez que llegaban a una esquina, uno de ellos se acercaba al borde y se asomaba a comprobar que el camino estaba libre de profesores.
Dadas las horas de la madrugada, era casi imposible que ni siquiera Filch siguiera patrullando a esas horas. Pero encontrar a todos ellos al mismo tiempo podría suponerle a Gryffindor un gran traspiés para conseguir la copa de la casa de aquel curso.
Incluso Romilda Vane permanencia en silencio. Parecía otra persona.
McLaggen hizo una indicación para que avanzaran por el pasillo. Todos giraron al mismo tiempo, en silencio, cuando de un momento a otro, unos pasos comenzaron a escucharse cuando ya habían recorrido la mitad.
Romilda se agarró a su brazo con nerviosismo, mientras Colin Creevey y Delmeza Robbins intentaban refugiarse, inconscientemente tras ellos.
Todo pasó como en cámara lenta para Peter. La bota de Filch apareció por la esquina del pasillo. El mayor de los Pevensie, como por instinto, lanzó un silencioso hechizo confundus en su dirección, tras el cual agitó rápidamente su varita sobre las cabezas de los presentes, en un tiempo récord.
Aquel sin duda, fue el mejor hechizo desilusionador que había hecho hasta el momento. Los presentes se volvieron tan transparentes que poco más y se habrían vuelto invisibles. Filch, aturdido por el primer encantamiento, se giró en su dirección durante varios segundos.
Peter respiró lentamente, aun notando el brazo de Romilda, que permanecía a su lado, inmóvil. El conserje permaneció unos segundos en esa postura, mientras el muchacho notaba como la magia fluía por sus venas, esforzándose por mantener tantos hechizos tan potentes al mismo tiempo.
Por un momento pensó que no durarían lo suficiente. Pero el desaliñado conserje desapareció por el pasillo justo en el momento en el que él y sus compañeros comenzaban a ser visibles de nuevo, mientras el hechizo caía como liquido hasta sus pies, dejándolos de nuevo a la vista.
Todos los presentes se giraron a Peter en una mezcla de alivio y admiración. Nadie dijo una palabra, pero sonrieron en su dirección, dispuestos a avanzar por el pasillo de nuevo.
Peter respiró de nuevo antes de que su corazón volviera a paralizarse cuando una voz a su espalda lo sobresaltó.
- Impresionante – dijo su nuevo admirador – realmente impresionante.
Peter se giró, asustado, con el ceño fruncido y una cara culpable. Ante él se encontraba ahora el Profesor Horace Slughorn, que no parecía para nada enfadado con el grupo. Solo miraba a Peter Pevensie, como un niño que acaba de descubrir un nuevo juguete.
Peter se dio cuenta entonces, que habría preferido el castigo, a lo que aquella mirada implicaba: acababa de ganarse un puesto privilegiado en el Club de Slughorn.
Susan observó como la expresión de Malfoy se volvía de repente confusa. Sabía que tenía que ser muy clara en aquel instante. Agitando de nuevo la varita, volvió a hablar al muchacho.
- Ahora vas a volver a la Sala Común, y mañana cuando te despiertes habrás olvidado este encuentro, el mural y todo lo que has hablado conmigo al respecto anteriormente. Recordarás lo que escuchaste hablar a Voldemort con el profesor, pero nada de lo que has descubierto en este castillo y hablado conmigo con respecto a la existencia de otros mundos. Ahora vete.
La Ravenclaw apartó la varita, dejando de sentir la presión que se generaba desde la punta de abeto hasta la cabeza del muchacho. Malfoy se levantó, sin mirarlos, como si no estuvieran allí, y comenzó a subir decididamente la escalera, sin mirar atrás.
- Eso ha sido... escalofriante – dijo Henry, rompiendo el silencio – y de alguna manera, increíblemente atractivo.
Susan sintió como se sonrojaba.
- Espero no haberte asustado – dijo la chica – esto es mucho más importante de lo que parece, sino no... no habría hecho algo así.
- En ningún momento he pensado algo distinto – dijo con una sonrisa – me ha pillado por sorpresa, sí... pero parecía grave. Has hecho lo que tenías que hacer para proteger a los tuyos, hasta ahí he entendido.
Susan sonrió levemente, enternecida. Sin pensarlo mucho, se acercó al chico y lo abrazó con fuerza, dejándose cubrir por sus brazos. Soltó un suspiro. Con Susan Pevensie, cuando el peligro llamaba a la puerta, pensaba primero, actuaba después, y sentía el miedo al final. El chico se quedó en silencio, acariciando la melena de la chica con sus dedos.
- Puedes borrar mi memoria si quieres – dijo, de la nada.
La chica levantó la cabeza para mirarlo a los ojos. Lo decía en serio.
- No he entendido del todo que ha pasado... - dijo él – pero si prefieres que no recuerde nada, estaré conforme.
- No – dijo, sin pensar, lo cual era extraño en ella – no, no quiero borrar tu memoria.
El chico permaneció serio un segundo y luego sonrió de nuevo.
- Bien... mejor – dijo el Gryffindor acompañando a la Ravenclaw hacia la salida – habría sido una pena olvidar ese abrazo.
Susan se dio la vuelta en el primer escalón, con una misteriosa expresión en su cara. De nuevo, perdiendo su extremadamente desarrollada capacidad de raciocinio, se dejó llevar por su impulso una vez más, y plantó un sonoro beso en la mejilla de Henry.
El muchacho se quedó pasmado varios segundos, mientras contemplaba a la chica subir las escaleras. Se llevó la mano a la cara, al punto donde la chica había plantado sus labios, y lo acarició.