
XXI. BARBIE
Draco aprovechaba cada oportunidad que tenía, sin importar el día de la semana, para visitar a Hermione. No obstante, el trabajo con el Caso Diamante, como lo había nombrado, y otro en Bulgaria, estaban consumiendo la mayor parte de su tiempo, esto sin contar los negocios familiares; estaba volviéndose loco por no haberla visto en la última quincena.
Durante muchos años el estar ocupado casi el cien por ciento de su vida no había sido un problema; pero ahora que tenía una relación con Hermione lo odiaba porque deseaba pasar más tiempo con ella, especialmente en ese momento que secretamente mantenían una relación más formal. ¿De qué le servía tener a su entera disposición un traslador que le permitía moverse entre Lauterbrunnen y Londres como si estuvieran a pocos metros de distancia si no contaba con las horas suficientes para compartir con ella aunque fuera un almuerzo? ¡De absolutamente nada!, y eso lo frustraba.
Sin embargo, no todo se vislumbraba gris en el horizonte. Se acercaba diciembre y con él la fiesta anual que hacía el ministerio de magia británico para sus empleados y colaboradores con motivo de la Navidad. Nunca había participado, ni siquiera cuando era un empleado, pero le había llegado la invitación la noche anterior y el saber que sería una oportunidad para compartir con Hermione, le ilusionaba aunque faltaba un mes para dicha fiesta.
Draco no había vuelto a ver esas fechas con los mismos ojos después de haber cumplido dieciséis años, pero definitivamente estaba dispuesto a hacer nuevos recuerdos que le dieran un sentido otra vez a la celebración.
Si todo seguía como hasta ese momento, sería la primera vez que se verían rodeados de sus amigos y compañeros de trabajo y se sentía un poco travieso al encontrarse con ella sin que nadie supiera que estaban juntos. Hermione había insistido en seguir manteniendo su relación solo para ellos dos con el fin de disfrutar más sin que la comunidad mágica los estuviera mortificando con los ya conocidos prejuicios, pero especialmente porque ella le temía a los Malfoy y su posible reacción. La comprendía perfectamente: él tampoco quería enfrentarlos. Aun así, habían acordado hacerlo público antes de que Hermione visitara a sus padres en Australia el próximo febrero, ya que deseaba acompañarla a ese país.
Esa mañana de sábado, Draco llamó a Cavell y le pidió que le preparara algo ligero para desayunar, luego se reunió con Olivia para entregarle unos contratos de arrendamiento que había firmado y finiquitó otros pendientes; tenía planeado sorprender a Hermione ese fin de semana y si todo salía como esperaba, estaría con ella para el almuerzo.
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Hermione se encontraba en el dormitorio de su casa cuando escuchó la voz de Draco llamándola en la primera planta. Su corazón dio un vuelco ante la sorpresa y ni siquiera recordó lo poco presentable que estaba para recibir visitas. La última vez que se habían visto habían modificado los hechizos de protección para que Draco se pudiera aparecer dentro de su sala de estar y esta era la primera vez que lo usaba, así que bajó corriendo las gradas emocionada por la situación, encontrándose con un Draco con las mangas dobladas a la mitad del antebrazo y sin corbata, tan informal que parecía irreal, pero tan guapo como siempre. Se preguntó cómo se vería en otro color que no fuera el negro y se propuso tomarlo en cuenta la próxima vez que fuera de compras, quizá podría intentar con una camisa azul oscuro para empezar.
—¡Hola! —saludó aferrándose a su cuello, inspirando el aroma de su colonia de sándalo. Él besó su mejilla y luego suavemente sus labios—. ¡Qué bonita sorpresa!
—No podía dejar pasar este día sin verte —respondió con ojos brillantes por la emoción para luego besarla nuevamente, esta vez con mayor intensidad.
—¡Lo recordaste! —le dijo aún más emocionada cuando el beso acabó.
—Por supuesto —le dijo besando con ternura la punta de su nariz—, nuestro primer mes juntos.
Poniéndose en puntillas, Hermione se aferró a su cuello emocionada, a sabiendas de que por lo general los hombres no recordaban ese tipo de detalles. Draco la abrazó por la cintura y ella tuvo que hacer un esfuerzo para que unas lágrimas de felicidad no salieran de sus ojos.
—¿Qué estabas haciendo? —escuchó en su oído—. ¿Ya almorzaste?
—Aún no… —Se soltó del abrazo y le tomó una mano—. Estoy ordenando un poco mi cuarto… Por cierto, debo estar hecha un desastre —comentó cohibida percatándose que vestía completamente informal y probablemente tenía el cabello hecho un nido de pájaros.
—Un lindo desastre —le dijo con mirada traviesa, acomodando unos mechones tras sus orejas. Ella hizo un gesto de fingido puchero—. ¿Y qué acomodas en ese cuarto tuyo?
—Cierto, nunca lo has visto. Ven y te muestro mis pequeños recuerdos de la niñez —le dijo jalándolo escaleras arriba luego de tomarlo de una mano.
Había muchas cosas en el suelo, como fotos, cartas, juguetes, y muchos libros. De repente se sintió avergonzada por el desorden, pero intentó no darle importancia y se sentó nuevamente en el piso haciendo un gesto para que Draco la imitara. Tomando el pañito de microfibra que estaba usando previamente, continuó limpiando la cara de la barbie Angel Face que le habían regalado sus padres cuando tenía seis años. Nunca había sido de jugar con muñecas ya que siempre había preferido leer, por lo tanto esa era la única que tenía.
—¿Luchaste por defender tus derechos como bruja y no puedes limpiar y acomodar todo esto con magia? —le preguntó con sonrisa arrogante.
Hermione se quedó de una pieza ante la verdad de su observación y no sabiendo cómo responder, le lanzó el pañito al pecho.
—No seas odioso, me estaba aburriendo.
—Quisiera invitarte a almorzar en Sunserley House si te… ¿Es esto lo que creo que es?
Draco estaba viendo con asombro la nota que el profesor Gilderoy Lockhart le había enviado en segundo año deseándole que se recuperara pronto luego de haber tomado la poción multijugos, algo que por supuesto no podía contarle a Draco pues sino tendría que dar muchas explicaciones.
El mago empezó a leer imitando los gestos del remitente.
—«A la señorita Granger, deseándole que se recupere muy pronto, de su preocupado profesor Gilderoy Lockhart, Caballero de tercera clase de la Orden de Merlín, Miembro Honorario de la Liga para la Defensa Contra las Fuerzas Oscuras y cinco veces ganador del Premio a la Sonrisa más Encantadora, otorgado por la revista Corazón de Bruja». ¿Se puede ser más pomposo en esta vida? —preguntó con burla.
—No sé, dímelo tú —le dijo ella con mirada maliciosa. Se notaba a leguas que él estaba haciendo un esfuerzo por mantenerse serio.
— ¿Cómo es que aún guardas esto? Lockhart era un idiota.
Hermione le quitó la carta riéndose.
—La verdad, no lo sé. En su momento fue algo que me emocionó, pero tienes razón, quizá es momento de deshacerme de eso.
Hermione lo observó por unos instantes y luego, invocó su varita y quemó la nota. Posteriormente empezó a acomodar todo con hechizos que una vez le había enseñado Molly Weasley y en menos de tres minutos todo estaba limpio y ordenado por lo que le dijo a Draco que se arreglaría para ir a almorzar con él. Eligió un pantalón blanco, un suéter a la cadera color palo rosa y botines café, luego se hizo una cola alta, se maquilló rápidamente, aplicó perfume y buscó el abrigo impermeable. Dando una última mirada al espejo, sonrió y fue en busca de su novio.
Era la primera vez que visitaba esa mansión y se quedó maravillada por la belleza del lugar. Draco los había aparecido en uno de los jardines y aunque no tenía el esplendor de un paisaje primaveral, ya que la mayoría de los árboles habían perdido sus hojas, las ramas desnudas se alzaban elegantes a pesar del paso del viento sobre ellas.
—He visto a Theo ayer —le comentó ella mientras caminaban tomados de la mano por uno de los senderos que los llevaban hacia la casa—. No me ha dicho nada de ti, pero su mirada era muy clara. Sentí que quería que yo iniciara el tema, pero no me di por enterada.
—Lo amenacé con dejarlo sin descendencia si volvía a interferir en algo, así que no dirá nada, pero sé a lo que te refieres, su mirada puede ser bastante persuasiva. En todo caso, no te preocupes, estoy seguro que fue su manera de decir que te acepta.
—Vaya… ¿Así que debo sentirme halagada?
—Digamos que en mi caso, Theo es Potter y Blaise es Weasley…
—Quiero mucho a Ron, pero no me importa lo que piense de nosotros.
—Exacto, pero es diferente con Potter, ¿cierto? —Ella asintió—. Así sucede con Theo y Blaise.
—Sigo temiendo ese momento. —De repente se sentía aprehensiva.
—Ya te lo dije… lo resolveremos cuando suceda.
Y diciendo esto, besó su coronilla.