
XII. QUÍMICA
Theodore Nott había quedado muy impresionado con la declaración de Draco y sus sentimientos hacia Hermione Granger. No es que la mujer en cuestión no fuera digna de admirar, pero representaba absolutamente todo lo que a magos de su estatus se les prohibía. Hacer una lista de los pros y contras era innecesario, no existían pros, así de sencillo.
Y aun con esto en mente, en ausencia de Draco, se propuso acercarse a ella de alguna manera para empezar a conocerla y ver qué había visto su amigo en ella que lo había orillado incluso a dejar el país en un intento por olvidarla.
No fue una tarea fácil. Implicaba empezar a relacionarse con quienes si acaso había alzado a ver alguna vez. Con un Weasley quedaba descartado; o sea, tampoco es que estaba tan desesperado para rebajarse a ese nivel. Potter podría ser una buena opción si no fuera el jefe de aurores, eso significaba que podría sospechar de algún motivo oculto, algo que no estaría lejos de la realidad. Longbottom no era tampoco fiable, ahora era un poco más seguro que el nervioso niño que había conocido, pero siendo también un auror prefería mantener la distancia. Con el paso de las semanas, siguió analizando qué podía hacer para acercarse al ministerio con alguna excusa viable.
Recordó que Terrence Higgs, el esposo de Pansy, trabajaba en el Departamento de Deportes y Juegos Mágicos, así que se dirigió a la biblioteca de su casa para hacer un poco de investigación. Por ese tiempo, El Profeta había publicado un reportaje dejando al descubierto que el Cuartel General de la Liga de Quidditch de Gran Bretaña e Irlanda estaba pasando por una crisis de tipo legal. A pesar de que se dedicaba a la elaboración de pociones para el Hospital San Mungo de Enfermedades y Heridas Mágicas, este era el fuerte de Theo.
Habiéndose empapado con lo necesario para impresionar a Terrence, visitó a Pansy con el pretexto de ver a Daisy, la pequeña hija del matrimonio Higgs, vaticinando que Terrence despotricaría con lo mal que estaba el departamento en el que trabajaba. Habiéndolo aconsejado como quien no quiere la cosa sobre qué hacer para mejorar la situación, días después supo que había tenido éxito en su plan.
Un patronus con forma de águila llegó una tarde a su laboratorio y la voz de Terrence le anunció:
Mi jefe desea una reunión contigo lo más pronto que se pueda. Ven hoy mismo si es posible.
Satisfecho con el primer paso de su plan, se reunió con Oliver Wood y ya después todo fluyó como el agua. Se convirtió en un consultor externo del ministerio; meses después estaba ayudando al departamento de aurores y fue cuestión de tiempo para llegar hasta la propia Subsecretaria, su objetivo meta.
Hermione era inteligente y vivaz, siempre ávida de conocimiento; había dado la vida incluso para salvar el mundo de esos que la habían despreciado por su condición de bruja nacida de muggles, y luego de eso, los trataba como sus iguales sin rencor, como estaba sucediendo con él. Para ella, todos eran magos o brujas, sin importar el origen y la admiraba por eso. Quizá seguía siendo una insufrible sabelotodo y demasiado perfeccionista para su gusto, pero había lidiado con ese tema con Draco también, así que sabía que por ese lado congeniarían.
Estaba seguro que, aparte del enamoramiento que Draco tenía por ella, probablemente él nunca había llegado a conocer muchas facetas de la mujer, y realmente deseaba que ambos se trataran y vieran lo diferentes que eran de lo que habían sido en su juventud. En lo poco que había tratado con ella y conociendo a fondo a su mejor amigo, estaba seguro que al tratarse, descubrirían tener una compatibilidad mental y emocional, y por la forma que Draco había hablado de ella meses atrás, la atracción física estaba implícita, a sabiendas de que Malfoy era un hombre guapo a ojos de las mujeres, no tanto como él, por supuesto.
Seguro de que si no ponía un granito de arena, Draco se mantendría soltero el resto de la vida, ya que siempre encontraría una excusa para no verla, mucho menos invitarla a salir, Theo se levantó esa mañana jueves con el firme propósito de aprovechar que su amigo los había visitado para hacer algo, propósito que se incrementó cuando al verla, Hermione había hecho cierto comentario en tono melancólico que lo había intrigado. «Cada quien ya fue juzgado y cumplió su condena cuando así se dispuso». ¿Estarían ambos pensando en la misma persona? ¿Sería que Draco no le era indiferente? El instinto le decía que no y eso lo motivó aún más a actuar para propiciar un encuentro entre él y Hermione. Necesitaba hacer que se encontraran para que Draco, de una vez por todas, la enfrentara. Estaba casi cien por ciento seguro que a Hermione no le molestaría y esa idea lo emocionaba aún más.
Saliendo del despacho de la subsecretaría con un plan en mente, se dirigió al departamento de aurores. Ron pasó a su lado y si acaso lo determinó, algo que realmente agradeció y componiendo la más coqueta de sus sonrisas, le preguntó a la asistente si podía hablar con Harry.
—El Auror Potter está en una junta con el señor ministro, pero debe estar pronto a terminar. Si trae algún documento para él, puede dejarlo conmigo que yo se lo haré llegar.
—Oh… —puso su cara de misterio y bajó la voz al mínimo para darle mayor suspenso—, esto es completamente confidencial, seguro que comprendes que no puedo…
—Claro, claro —respondió con nerviosismo la joven, utilizando el mismo tono de voz, apenas audible a pesar de que no había nadie alrededor—, no hay problema. Tome asiento, por favor. ¿Desea un té o café?
Draco se las pagaría si por culpa de tomar tanto café, no dormía esa noche, pero el sacrificio era por una buena causa.
—Un café con leche pero sin azúcar, si es tan amable.
Cuarenta y cinco minutos más tarde, Kingsley Shacklebolt salió de la oficina de Harry, saludó levemente con un asentimiento de cabeza a Theo y se despidió de la secretaria quien entró inmediatamente a hablar con Harry. Instantes después, tuvo el visto bueno para entrar.
Theo le dio un informe sobre el avance que llevaba de uno de los casos en los que estaban trabajando en conjunto, y después, antes de irse, preguntó.
—Por cierto, diría que tú que eres el adecuado para recomendarme. Mi esposa cumplió años ayer y quiero llevarla a un lugar tranquilo y agradable en el Londres muggle para celebrar. Me han dicho que el ambiente es más ameno y quiero sorprenderla, y quizá tú sepas dónde puedo llevarla que la deje impresionada. Ya sabes lo difíciles que son de complacer. —Harry rodó los ojos en clara muestra de estar de acuerdo.
—Ni me digas… Casualmente, el domingo nos reunimos varios para celebrar el cumpleaños de Hermione, en un pub que se llama The Founder's Arms, en Southbank, a orillas del río Támesis. Es uno de sus lugares favoritos desde que se inauguró pues tiene una vista espectacular del río y la ciudad; te recomiendo que se queden en la terraza y no en el interior. Hemos ido varias veces porque a Ginny también le encanta.
—Suena exactamente como lo que buscaba. Gracias, Potter.
Satisfecho con el éxito de su plan, se apareció cerca de Southbank e inspeccionó la zona. Si de alguna manera, como le había contado tiempo atrás, Draco había llegado a conocer a Hermione a través de sus compañeros aurores, probablemente sabría del pub que Harry había recomendado, así que, asegurándose de cuál debía ser el punto de encuentro ideal, se apareció en su casa, envió dos notas muy similares y luego fue en busca de Daphne para llevarla al lugar. No iba a pasar por alto la recomendación.
La tarde siguiente, oculto a pocos metros del lugar donde había citado a Draco y Hermione, los vio llegar. Tenía claro los sentimientos de Draco y pudo constatar con gran alegría, que efectivamente, Hermione estaba todo menos enojada con el encuentro y casi podría jurar que veía la química que había entre ellos.
—¿Cuándo volviste? —había preguntado ella con mirada brillante.
No necesitaba saber más, su pequeña travesura había sido un éxito. Con una sonrisa de satisfacción, regresó a su hogar ancestral. De ahí en adelante todo dependía de ellos.