Enfermedad

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Enfermedad
Summary
George esta en cama por un resfriado que afecta a la mitad de todo Hogwarts y queda al cuidado de su hermano gemelo.

George era el típico chico juguetón y alegre, era el rey de las bromas junto a su hermano gemelo y no podría estar más que satisfecho por haber caído en la casa de los leones. Sin embargo, había algo que lo ponía de los nervios, y era nada más y nada menos que Fred.

A finales del año pasado había ocurrido un accidente que lo llevó a tener sentimientos confusos por su gemelo, algo que nunca espero sentir realmente y que aún ante los ojos de la comunidad mágica era un delito, claro, para algunos, pues quienes lo llevaron a pensar en aquello aquel día parecían más que despreciarlo, aceptarlo, e incluso amarlo.

Recuerda bien los pasillos y el gran comedor adornado con los respectivos encantamientos y demás cosas que avisaban, aunque no era necesario,  las fiestas de navidad, árboles en las esquinas de las salas comunes, un enorme banquete en el gran comedor y por supuesto, aquellos muérdagos en las puertas que los profesores insistían en quitar, más volvían a aparecer en segundos por obra de los alumnos mayores y desesperados por algo de acción.

Cuando piensa en ello cree que quizá no fue la mejor idea esperar a ver los resultados de una de sus tantas bromas bajo una de las estructuras que se hacían pasar por puertas, y no se daría cuenta de ello hasta poco rato después, cuando la conmoción de las chicas que pasaban era demasiada como para no ser notada.

Primero empezó con risas cómplices de las hermanas Patil, luego, las extrañas miradas que le dirigieron un par de Slytherin y, finalmente, el grito eufórico de dos chicas de tercer año, pudo identificarlas con Ravenclaw debido al uniforme.

—¡Un muérdago!—gritó la más baja de ambas, una sonrisa iluminando su rostro mientras señalaba hacia arriba, al lugar exacto en que ambos se habían parado.

Ambos miraron hacia arriba automáticamente y al ver que era cierto se miraron nuevamente, la diversión brillando en los ojos de Fred, el nerviosismo corriendo por su cuerpo al darse cuenta de la situación en la que se encontraban y luego, el entendimiento tras una mirada de su hermano.

—Te quiero mucho hermano—recitaron juntos mientras se daban las manos, riéndose entre dientes al creerse libres de aquella peculiar situación, claro que aquello no sería tan fácil, debió imaginarlo, o tal vez no, eran gemelos, y aunque era un secreto a voces que en las familias sangre puras ocurría mas incesto del que hablaban, ellos creían romper el molde.

Tal vez así hubiera sido si las chicas que los habían metido en aquel lío se hubiesen conformado, tal vez si ellos se negaban más, tal vez, tal vez, tal vez, tal vez.

En cambió, recordó la voz de su hermano, clara, con una nota de diversión bailando en cada palabra, la que utilizaba cuando le hablaba a los niños de primer año para convencerlo de comprar algún artefacto de prueba.

—Solo uno, no más—dijo Fred, una sonrisa juguetona en los labios, sin dar muestra alguna de los nervios que en cambio, se lo comían a él por dentro.

No estaba realmente seguro de si solo sería uno, después de todo, las chicas podrían ser muy insistentes y persuasivas algunas veces, una muestra de aquello era la autora anónima que, indirectamente, había provocado aquella situación, todo por un par de libros que empezaron uniendo a los conocidos como “los mayores rivales de Hogwarts” en una historia de amor ficticio, todo quedaría hasta allí si luego no hubiesen aparecido más, todos con distintas parejas, siendo demasiado tarde para buscar culpables cuando se dieron cuenta que para la mitad más crédula de Hogwarts eran pareja.

George suspiro, y a diferencia de su hermano, mostró todo su nerviosismo mientras deslizaba los brazos alrededor de su cuello, queriendo tomarlo como ancla ante toda aquella atención por la situación tan peculiar, una vez hecho e intentando no prestar atención a los gritos de emoción de las chicas, unieron sus labios en un beso, fueron apenas pocos segundos, en los que Fred puso las manos en su cadera y luego de dudar en si mover los labios o no, lo hicieron, compartiendo el beso más extraño en toda su época estudiantil, pero ante su pura perplejidad, uno de los más cómodos.

Por supuesto que aquello no duró demasiado pues el grito de las chicas alertó a más alumnos cercanos a su posición y con ello, a sus profesores, quienes ni lentos ni perezosos empezaron a rastrear el porqué los gritos y George, temiendo ser atrapado en aquella situación empujó a su hermano tirándolo cómicamente al piso y se alejó riendo con nerviosismo, justo a tiempo en que una enojada McGonagall llegaba a escena.

—¿Qué esta pasando aquí?—interrogó la profesora con seriedad, observando al tumulto en busca de culpables.

Las chicas empezaron a explicar a la vez con emoción, y mientras ellas trataban de aclarar todo los gemelos se escabulleron lejos del lugar, él teniendo aquella extraña sensación de que algo había cambiado; y odió tener razón sobre ello.

Desde ese día no pudo ver de la misma manera a Fred, en ciertas ocasiones se veía tentado a besar sus labios, se distraía demás viendo sus ojos y su rostro se volvía completamente rojo cuando le mostraba sus habituales muestras de afecto, era algo que no dejaba de dar vueltas en su cabeza, llevándolo a creer por más de una vez que, a pesar de ser un parentesco lejano, estaba empezando a mostrar signos de pertenecer a la familia Black.

—¿George? ¿te sientes mejor?—la voz de su gemelo lo obligó a volver a la realidad, y observó a su hermano en la puerta de la habitación.

A la llegada del otoño llego también una fuerte gripe que término contagiando a la mitad de los alumnos, la señorita Pomfrey tenía la enfermería llena y por ello algunos alumnos debían reposar en sus habitaciones, con cuidado de sus compañeros y la supervisión de algún profesor y la enfermera cada tanto.

—Sí, ya no tengo fiebre—respondió con voz ronca a causa del dolor en su garganta, era molesto hasta cierto punto.

—Te traje algo—una sonrisa traviesa surcó los labios de Fred y él no hacía más que preguntarse que podría ser.

¿Dulces?.

¿Más bombas del doctor Fillibuster?.

¿Comida?.

El pelirrojo sano se metió en la cama junto a su hermano, cerró la cortina e invocó un hechizo silenciador que descolocó por completo al otro, más solo se limitó a dirigirle una mirada que demostraba su inmensa curiosidad; una que solo acrecentó cuando con un movimiento extraño de su varita, apareció una pantalla frente a ambos.

—¿Cómo hiciste eso?—preguntó, pero fue acallado por su hermano tras otro movimiento de varita.

Una imagen se mostró en la pantalla, una chica sentada en una cama de sábanas blancas, con una cabellera rubia que le llegaba a la cintura y se ondulaba ligeramente en las puntas, ojos grises tan claros que hipnotizaban y una piel tan blanca y pulcra que contrastaba totalmente con la vestimenta que llevaba, consistiendo solo con ropa interior de encaje negro y medias hasta los muslos con un lazo vinotinto a los costados, todo aquello acompañado de un collar con una pequeña cadena que brillaba como una clara invitación a tomarla.

George no podía sentirse más descolocado ante la situación, aquello era en definitiva algo nuevo.

—¿Fred?—inquirió en un hilo de voz, atento a aquella imagen y con preguntas sin respuestas formulándose en su cabeza a una velocidad alarmante.

No sabía qué estaba ocurriendo, qué pretendía su gemelo con ello, y solo pudo ahogar un grito cuando la escena cambió repentinamente, mostrando a la chica ahora sobre un hombre, restregándose indecorosamente frente a él mientras compartían un beso desesperado.

Quiso reclamar, golpear a su hermano y darle fin al hechizo, no obstante, cuando miró a su lado un nudo se formó en su garganta. Fred tenía los ojos cerrados y la mandíbula apretada, sus mejillas teñidas de un tenue color rojizo y el brazo moviéndose de aquella forma que solo podía tener una explicación, una que lo alarmaba bastante; su mirada bajo con lentitud, siguiendo al brazo que se movía y su boca se secó al ver que estaba tocando un bulto que se marcaba en su pantalón.

Un jadeo escapó de sus labios ante aquella sorprendente y candente imagen, más se obligó a apartar la mirada, sintiendo aquel cosquilleo y tibieza característica de la excitación acumulándose en su vientre.

—¿Sientes vergüenza?—preguntó Fred con la voz afectada por la situación y George quiso morir al sentir el primer tirón en su miembro, Fred se acercó a su hermano poniendo una mano sin vergüenza alguna sobre su entrepierna, causando que su gemelo diera un respingón de sorpresa y apretara sus labios, negándose a dejar salir el gemido que aquel toque podría provocarle—.Estás muy duro.

Intentó alejarse lentamente, moviéndose entre las sábanas en busca de cualquier rincón que le permitiera alejarse de la sensación cálida que proporcionaba la mano de su hermano, más sólo atinó a soltar un jadeo de sorpresa cuando la fricción empezó y trató de alejar su mano sin contemplaciones, pero fue demasiado lento, él tenía conocimiento de la destreza de su gemelo en cuanto a la magia sin varita, más nunca pensó ser víctima de ello, no al menos hasta que con un simple movimiento de manos su pantalón y ropa interior hubieran desaparecido, dejando su miembro erecto y húmedo al aire.

—¡F-fred! ¿¡Por Melín qué haces!?—inquirió con exaltación, sus mejillas ya sintiéndose calientes por la situación.

—Vamos, no eres así de inocente, te sentirás mejor—George, casi incapaz de moverse al ver su erección cautiva entre las manos de su gemelo solo pudo observar como se deslizaba por la cama, escabulléndose entre sus piernas y tomando una posición en la que jamás creyó verlo.

Su respiración se corto unos segundos con la primera lamida, una exploratoria en la que solo usó la punta de su lengua, humedeciendo un poco más la punta de su miembro con su saliva, pasándola con calma por cada vena que entraba en su campo de visión.

—P-para. Espera—pidió en un gemido, colocando una de sus manos en la cabellera pelirroja en un intento de mantenerlo lejos de sí en vano.

Fred no estaba dispuesto a escucharlo, dirigiéndole solo una sonrisa antes de engullir la punta de su miembro de forma lenta, rodeándolo de aquella cálida humedad que hasta ese momento le era tan desconocida y que amenazaba con hacerlo perder la cordura, o al menos lo que quedaba de ella.

Empujó una vez más, ya sin fuerzas para detener aquella agradable sensación que le provocaba escalofríos y le hacía ver todo borroso, y dejó de resistirse, sus dedos se enredaron en los mechones de cabello cuando empezó un vaivén tortuosamente lento, logrando que su cabeza cayera hacia atrás y sobre la almohada, gimiendo bajo y murmurando cosas ininteligibles cuando las succiones empezaron, fuertes, provocando el temblor en sus piernas y aquel reflejo que le instaba a halar del cabello de su hermano.

—Fred, y-ya joder—logró pedir en un pequeño momento de lucidez, uno que se iba tan rápido como venía.

El chico creyó que había logrado alejarlo cuando sintió el aire frío golpear contra su humedecido miembro, y tuvo que mantener la boca cerrada para evitar retractarse y pedir de nuevo que volviera aquella deliciosa sensación, más por segunda vez aquel día su respiración quedo atascada en su garganta mientras observaba como su gemelo solo abría su pantalón y lo bajaba junto a su bóxer, su propia erección rebotando contra su abdomen.

—No seas aguafiestas George, yo todavía no he recibido nada—canturreó el chico y con movimientos felinos subió a horcajadas sobre él, un jadeo escapando de sus labios ante el roce de sus miembros.

La fricción empezó, lenta y constante, provocando gemidos y jadeos que se escuchaban sobre los de la chica en la imagen flotante, sus respiraciones estaban agitadas y no resistiendo mucho más se besaron, un beso desesperado en el que luchaban por obtener el control.

Pronto un escalofrío los recorrió a ambos, avisando que ya no les quedaba mucho de aquella deliciosa sensación. George fue el primero en acabar, gimiendo ahogadamente en la boca de su acompañante y temblando a causa de los espasmos que le provocaba el clímax, Fred lo siguió poco después, gruñendo a causa del placer.

 

—¿Te sientes mejor?—preguntó George con una sonrisa juguetona y la respiración agitada.

Fred, que estaba un poco perdido solo atinó a darle suavemente en la cabeza y sonreír.

—Podrías solo haberme dado la poción—murmuró.

George negó y ambos rieron en voz baja, compartiendo un suave beso.

 

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El sonido de los cubiertos chocando contra los platos y las conversaciones en susurros de los alumnos llenaba el gran comedor, ya había pasado una semana desde la inevitable epidemia de gripe que había azotado Hogwarts y se veía nuevamente el correr de los alumnos recuperados por los pasillos  tratando de ponerse al día con las clases perdidas.

Los gemelos se encontraban charlando animadamente de la nueva receta para dulces pica-pica que tenían desde hace un tiempo en mente mientras engullian con tranquilidad una cantidad exorbitante de tostadas, cuando el golpe de un libro cayendo sobre la mesa llamó su atención, miraron al frente, encontrándose con el cabello esponjado y la mirada seria de Hermione, detrás de ella se podía ver a Ron esforzándose por no bostezar y a un Harry bastante somnoliento, probablemente por la sesión de estudio titánica que les había impuesto la castaña después de enterarse que no habían hecho ninguno de sus deberes al ella haber caído enferma junto a la mitad de Hogwarts.

—Tenemos una pregunta para ustedes—aclaró la chica cuando estuvieron a punto de volver a su conversación.

—¿Y cual sería esa pregunta?—quiso saber Fred, untando una tostada con demasiada mantequilla.

—Si pudieran desear cualquier cosa y eso se les cumpliera ¿qué desearían?.

Los gemelos fruncieron el ceño un momento y se miraron, utilizando aquel lenguaje que nadie podía descifrar pero que ellos conocían tan bien, finalmente observaron a la chica con una sonrisa.

—Que George se enferme de nuevo—dijo Fred con una sonrisa y George se encogió de hombros y asintió a su lado, llevándose una extraña mirada del trío dorado.