La vez que Harry recibió un regalo

Harry Potter - J. K. Rowling
Gen
G
La vez que Harry recibió un regalo
Summary
Harry: Gryffindor, no me sorprende, eres igual a tus padres. Esfuérzate, no quiero tener problemas con tus profesores y menos con el Director, él conoce bastante bien mi temperamento. Tía Petunia Para Ron aquella carta debía ser mandada por una persona demasiado insensible. Harry relajó un poco sus facciones y metió la carta en su bolsillo; aun estando en el castillo, tía Petunia se preocupaba por él. Harry ya está acostumbrado a las muestras de afecto de su tía. Sus favoritas son las cartas (y los regalos.)
Note
Solo quería una historia donde Petunia tratara bien a Harry y terminó en esto. Es mi primera historia en AO3, está en Wattpad también, pero ya va siendo hora de que extienda mis fronteras. (sobre todo con lo que Wattpad está haciendo)En fin, espero disfruten <3

Harry oyó al sombrero gritar la última palabra a todo el comedor. Se quitó el sombrero y anduvo, algo mareado, a la mesa de Gryffindor, la casa de sus padres.

La pregunta de cómo reaccionarían fue opacado por la enorme sonrisa que se formaba en su rostro. No contuvo la risa cuando lo recibieron con aplausos y ovaciones, sobre todo mientras los gemelos Weasley gritaban: «¡Tenemos a Potter! ¡Tenemos a Potter!»

Buscó a Ron entre el tumulto que se le acercaba para felicitarlo y presentarse. Lo encontró sentado en la mesa de Gryffindor, sonriendo en su dirección.

Ron estaba muy orgulloso. Gracias a su gran explicación de cómo eran todas las casas Harry se veía feliz por la decisión del sombrero. Le brindó hechos que no tenían nada que ver con su opinión personal; cualquier mago en el mundo mágico sabía que Gryffindor ganaba el premio de la mejor casa de Hogwarts.

Luego de la gran celebración y la avalancha de preguntas sobre cómo era ser Harry Potter, el Director dio su discurso (fueron unas palabras sin sentido, que hicieron a Harry dudar si debía reírse o no) y los instó a comer. Al finalizar, fueron llevados a sus habitaciones para descansar un poco. Sólo que a diferencia de sus compañeros, Harry prefirió permanecer despierto, escribiendo bastante apresurado una carta dirigida al número 4 de Privet Drive.

Tía Petunia:

¡Lo hice! ¡Estoy en Gryffindor!

Harry

Con rapidez y como si la hubiera llamado, Hedwig apareció y extendió su pata. Harry le entregó algunas golosinas que tenía a la mano y la vio volar lejos apenas amarró la carta en sus patas.

A la semana, varios notaron que pasaba la mayoría del tiempo esperando la hora de los correos, revisaba cada lechuza a una velocidad que ni en las clases de Transformaciones empleaba. La profesora McGonagall en reiteradas ocasiones lo descubrió en medio de la clase contemplando el cielo, ella le propinó tarea extra que no se molesto en hacer, al menos hasta que tuviera señal de Hedwig.

Finalmente una mañana en la que los estudiantes estaban demasiado ocupados con las tareas de Pociones como para prestar atención a lo que él hacía, a la mesa de Gryffindor llegó el correo que tanto esperaba. Necesitaba aprovechar que tenía un momento para si mismo, porque desde que se le había pasado la emoción, notó que se volvía agotador que le estuvieran observando en todo momento.

Harry:

Gryffindor, no me sorprende, eres igual a tus padres.

Esfuérzate, no quiero tener problemas con tus profesores y menos con el Director, él conoce bastante bien mi temperamento.

Tía Petunia

Para Ron aquella carta debía ser mandada por una persona demasiado insensible. Harry relajó un poco sus facciones y metió la carta en su bolsillo; aun estando en el castillo, tía Petunia se preocupaba por él.

Desde que era pequeño, su tía se esmeraba por darle a entender que no le agradaba, pero en realidad cada acción que hacía provocaba el efecto contrario. Si Harry tenía problemas con sus compañeros, en la mente de su tía ir a defenderlo y quejarse frente a toda la institución era una forma de avergonzarlo de la peor manera; si a Harry se le dañaban sus lentes, tía Petunia creía conveniente comprarle unos nuevos, porque no estaría acostumbrado a ellos y eso le molestaría. Harry no podía estar más agradecido: conocía a su tía, esa era su forma de expresar su cariño.

Tía Petunia:

Sí, gracias. Prometo no destruir nada.

¡Hice nuevos amigos! Uno de ellos es Ron, nos conocimos en el tren. ¿Recuerdas a la señora con varios hijos pelirrojos que nos ayudó a cruzar el andén?, es uno de ellos.

Sobre mis notas... creo que es mejor no hablar de eso, todavía falta mucho para el final del año escolar.

¡Y conocí al director! Es raro y parece estar loco, pero me agrada.

Eso es todo... te quiero.

Harry

. . .

Así llegó la navidad, que en el mundo mágico (como Ron le informó con anterioridad) se llamaba Yule.

El día de Yule Harry encontró el paquete que esperaba acompañado por una carta. Como de costumbre, lo abrió apenas lo tuvo en sus manos; los regalos eran su parte favorita.

Recibió muchas cosas después de ingresar a Hogwarts, pero no se comparaban a los que su tía preparaba cada año. El paquete traía varios objetos: unos guantes rojos, pantalones y un suéter con un león en el medio. Harry sabía que no era lo único que venía dentro. Leyó la carta luego de conseguir en el fondo algunas mercancías de Gryffindor un poco desgastadas.

Navidad, Harry:

Este año estuve inspirada como puedes notar, ahora que estas en Gryffindor me será muy sencillo tener ideas. Me encantará saber que piensan tus compañeros de tu totalmente (y no exagero) maravilloso suéter tejido a mano. Espero y no te avergüence usarlo. Quiero fotografías. (Los pantalones son un poco anchos, por si creces.)

Los guantes combinan muy bien con el suéter, te recomiendo usarlos juntos, te hará ver más colorido.

Ah, casi lo olvido. Te adjunté algunas cosas de tu madre. Era una fanática de su casa, me atrevo a decir que no existía en Hogwarts alguien tan apasionada y competitiva como ella. Ya están en un estado deplorable, pero ella no desechaba cosas innecesarias y nuestros padres lo guardaron en una caja llena de polvo. Lo encontré, así que me quería deshacer de ellos. Nada más. Eso es todo...

Aléjate de los peligros. Severus no deja de enviarme lechuzas con una nueva historia tuya. Nada de ogros, o vuelos sin permiso, o espejos mágicos o...

Harry se detuvo para saltar esa parte. La cantidad de cosas que había hecho en pocos meses aún le sorprendía y tampoco planeaba rememorar alguna de ellas; además, le molestaba el hecho de que Snape estuviera quejándose con tía Petunia.

Como lo normal era que los visitara una vez al año, tenerlo como profesor era el martirio que él prometió que sería en su cumpleaños. No entendía cómo su madre lo soportó en su momento.

En fin, estoy a un pie de ir a Hogwarts otra vez. Ya viste la cara de Dumbledore después de lo del orco en el baño. Por Dios, ¿cómo es posible que se considere el lugar más seguro en el mundo mágico?

Casi se le escapa una risa pesando en cuándo o si debería siquiera recordarle que era un trol lo que había amenazado su vida y la de sus amigos en el baño; o si debía quejarse porque no fue su culpa que Malfoy fuera un idiota demasiado terco como para dejarlo en paz.

(Me preocupa que tus compañeros te sigan incomodando, recuerda que debes afrontarlos. Tú eres una persona, no un objeto al cual mirar. Algunas veces los magos pueden llegar a ser bastante insensibles. Cualquier cosa, hablaré con Severus para que ponga orden a sus estudiantes, ¡a este paso saldrán igual de tontos y molestos como él!)

Juro que los vecinos no dejan de mirarme raro con esa cantidad de aves en el techo.

Tía Petunia

Harry escuchó a Ron chistar a sus espaldas. Imaginó que se había acercado para leer cuando lo vio demasiado quieto.

—Amigo, tienes una familia muy rara y no creo que sea por ser muggle.

Sin embargo, Harry no hizo más que reír: también tenía un regalo de su familia, uno hecho únicamente para él.

No dudó en mostrarle su suéter a Ron, quien lo miró unos segundos bastante consternado.

—Creo que tu tía y mi madre se llevarían bien —dijo Ron, mostrando su suéter rojo oscuro como si explicara todo. Luego señalo un paquete deforme—. Lo siento, mi madre. Le dije que creías que no tendrías muchos regalos y... oh, no —gruñó—, te ha tejido un suéter.

Harry abrió el paquete y encontró un suéter tejido a mano, más grueso que el que tenía puesto y de un color verde esmeralda, y todo acompañado de una caja de dulce de leche casero.

—Mi madre nos teje uno cada año y el mío siempre es rojo oscuro. Detesto el rojo oscuro —Se quejó Ron—. ¿No podrías decirle a tu tía que me teja uno de un color distinto? No sé, naranja con los Chudley Cannons, por ejemplo.

—Es muy amable de parte de tu madre —dijo Harry, probado el dulce, que era delicioso. Le preguntaría a Ron qué eran los Chudley Cannons en otro momento—. Le diré a tía Petunia, como agradecimiento por el regalo.

Ron aceptó la oferta y se metió un caramelo a la boca.

—Siento que terminaremos llenándonos de suéteres a este paso.

. . . 

La carta que recibió Petunia unos días después mientras tejía traía consigo una cantidad de información inesperada:

Para tía Petunia:

Gracias, los estoy usando.

Y lo siento, no puedo prometer nada, creo que algo está pasando en Hogwarts, algo grande.

No te preocupes, si Dumbledore está aquí, nada puede lastimarnos.

Ahora que lo recuerdo, Ron se preguntaba si podría tener uno de su equipo favorito de Quidditch; te mandó una revista donde están ellos y las especificaciones. Es un poco exigente.

Si puedes me gustaría que hicieras uno para sus hermanos, fueron muy amables conmigo. También envíe sus tallas.

Hermione (la niña que conociste la otra vez) también pide uno, aunque no lo diga. Rojo, si es posible.

Por cierto, la madre de Ron me hizo un dulce y quería saber si sería posible que nos enviaras tus galletas de mantequilla; son mis favoritas y quiero que los demás las prueben.

(Y no te preocupes, aunque sigo sin acostumbrarme a toda la atención que recibo, no creo que escale a mayores. Seguro se les pasará y dejarán de tartamudear cada vez que me acerco. por otro lado ¡no por favor! Snape ya es lo suficiente malo conmigo, si lo regañas podría volverse peor. No sé si eso es posible, pero siento que buscará la manera.)

Harry

Petunia no esperaba que aquel regalo provocara una lista de nuevos proyectos por hacer. Además, necesitaba pensar como le diría a Harry que dejara de prometer cosas a sus amigos, solo faltaba que terminara enviándole otra carta donde invitaba a todos a su casa y conociendo cuanta ilusión le hacia, le sería difícil negárselo.

Lo más preocupante no era eso, si no cómo Dumbledore se estaba comportando con estos problemas nuevos. La cantidad de sucesos «sin explicación» o «casualmente no planeados» eran demasiado constantes como para ser solo un «pequeño descuido por el que no deberían preocuparse», como había sugerido Dumbledore a sus acusaciones. Harry era su sobrino, si tenía que pelear por los derechos del niño con el mago más poderoso del mundo mágico, lo haría.

Tal vez se arrepentiría de dejarle a Harry, pero ya era tarde. Solo necesitaba actuar como la muggle descuidada y insensible por unos años más. Tarea difícil teniendo a Harry Potter en peligro todo el tiempo.

Tomó su pluma, mojó la punta en tinta y le escribió la respuesta.

Harry:

Lo voy a hacer, ya que se lo prometiste a tus amigos.

Ten cuidado.

(No estaba pidiendo tu opinión jovencito, Severus ya es un adulto como para que ande descargando sus frustraciones o lo que sea que crea que justifique sus acciones en niños. Es una vergüenza que se llame profesor cuando ni siquiera puede poner sus conflictos personales a un lado al evaluar a sus estudiantes. Mira que ponerte una D, ¡en Pociones! Llevas ayudándolo desde que tenías nueve. Ese pelo grasoso conocerá lo que es un acondicionador pronto... Y su ahijado Draco sabrá de mí el verano que viene. Severus lo consiente demasiado.)

Y Harry... también te quiero.

Tía Petunia

Mientras tanto en Hogwarts todos los Gryffindor podían asegurar que Harry Potter no se quitaba aquel suéter navideño, aun pasadas las fechas.