
Y aquí estaba de nuevo. Otra noche de lunes en el Camarote 22 escuchando los lloriqueos de su mejor amigo por alguien que no valía la pena. Siempre era lo mismo con Viktor: encontraba a una chica inteligente, bonita y preferentemente castaña, se enamoraba y dejaba que lo pisotearan cada vez que quisieran.
-Tal vez solo eres un maldito masoquista- dijo en un último intento por sacarle una sonrisa a su amigo.
-¿Te parece que eso ayuda, Lottie?
Charlotte arqueó una ceja, mirándolo con desprecio. Viktor sabía lo mucho que odiaba los diminutivos y no iba a soportarlo aunque su amigo estuviera triste, de hecho, estaba aún sorbiendo sentado a su lado en la gigantesca alfombra que cubría el camarote.
-No sé cuántas veces vas a repetir este estúpido ciclo- contestó- Te ha pasado con Dannah, Monique, Frances…incluso he olvidado los nombres de las demás y ahora mismo estás dejando que te haga cagada la idiota de Granger.
Hermione Granger era el nuevo dolor de cabeza de Charlotte. Tenía 17 al igual que ellos, era la mejor amiga del mayor de los Potter y básicamente cumplía con las características que Krum tendía a buscar en las chicas. No estaba segura de que le cayera mal del todo, más bien le caía mal que Viktor no se despegara de la niñata. Incluso ella había sido a quien había rescatado durante la segunda prueba del Torneo de los Tres Magos.
Cada fin de semana, desde que habían llegado a Hogwarts, Hermione entraba al camarote y se marchaba a la mañana siguiente dejando a Viktor lloriqueando como un niño luego de (tal vez) el mejor polvo de su vida, de verdad que si no era eso, Charlotte no tenía ni idea de lo que ataba con tanta fuerza a su mejor amigo con esa leona.
-Lo que pasa es que no me comprendes- Viktor resopló, reacomodándose sobre la alfombra- Nadie te ha hecho lo mismo, no puedes saber cómo me siento.
Era cierto, en parte. Charlotte era más de las que jugaba con los sentimientos de las personas, pero solo lo hacía por obtener la atención de la persona que le interesaba en realidad, alguien que solo la veía como su amiga y alguien que estaba obsesionado con Hermione Granger.
-Entonces explícame.
-No sabes lo desquiciante que es ser simplemente usado y desechado. Es lo que hace toda la gente conmigo, se aprovechan de mi fama, de mi habilidad, no se toman el tiempo de conocerme de verdad, antes de que pueda hacerlo se marchan.
El pobre niño rico, pensó Charlotte y se aguantó las ganas de rodar los ojos.
-Deberías hablarlo con Hermione.
-Lo he hecho y me ha ignorado, bastó con que lo mencionara para que se vistiera y se largara. Era incluso más temprano que la última vez. Solo quiero que me conozcan, quiero dejar de verme al espejo y preguntarme a donde fue todo el mundo, la única persona en este maldito bote y en esta maldita escuela eres tú.
-¡Bingo!- exclamó Charlotte- Pensé que nunca pensarías en mí, es decir, sé que no soy castaña pero podría funcionar.
Viktor clavó la mirada en ella de forma perspicaz y se limpió las lágrimas una vez más.
-Eres la única persona que no podría soportar perder.
-Así que es eso- una sonrisa ganadora apareció sobre el rostro de Charlotte- Tienes miedo de perder a alguien, por eso prefieres no atarte, en el fondo prefieres sentirte usado a tener algo que puedes perder. Cobarde, si me lo preguntas.
Charlotte se acostó sobre la alfombra, juntando su cabeza con la de Viktor y suspiró. Era su oportunidad y no iba a desaprovecharla.
-Escucha, puedo ser la otra parte- dijo sinceramente- Puedo ser tu martes y así no tendrás que deshacerte de la diversión del fin de semana ni del consuelo de los martes. Puedes tenerlo todo, Viktor.
-¿Y no te sentirías mal?
-¿Mal? – Charlotte soltó una carcajada- ¡Claro que no! Igual seré la mejor parte de tu vida. Yo te quiero de verdad y tengo la familia menos convencional de todas. No me perderías, estaría contigo de martes a martes y luego eres libre de ir con Granger o con cualquier persona que elijas.
Menos convencional, por decir lo menos. Sus padres., Lucius, Severus y Narcissa eran todo menos convencionales y ni hablar de sus hermanos porque cada uno era más extraño que el anterior. Pero esos son otros temas.
-Yo no…
-Sí, no estás seguro- dijo levantándose- No debes decidirlo ahora, puedes decírmelo el martes siguiente.
-¿Así que es nuestro día?
-Lo ha sido desde que tener el corazón roto se convirtió en tu hobby favorito- soltó, antes de cerrar la puerta tras ella.
La semana siguió su curso, abriéndose paso día con día y llegando al afamado viernes en el que Hermione Granger se aparecía en el Camarote 22 para no salir de ahí en todo el fin de semana. Charlotte la escuchó entrar desde el 21, donde escribía una carta para sus padres.
Sus padres. Mentiría si dijera que no extrañaba a los tres y a sus hermanos, Noruega quedaba muy lejos y cada día que pasaba en ese barco dejándose carcomer por sus problemas no le ayudaba a sentirse mejor.
En eso, un fuerte estruendo se oyó en el pasillo y su curiosidad la llevó a asomarse por el agujero en la puerta de su camarote: Hermione acababa de azotar la puerta del 22 y ahora mismo desaparecía por el pasillo a paso decidido, veloz y a pensar de Charlotte, muy enojada. Se alejó de la puerta cuando escuchó un par de nudillos golpear contra la madera y abrió.
No tuvo mucho tiempo para pensar, simplemente retrocedió a trompicones al encontrarse con Viktor del otro lado de la puerta y en menos de lo que se cuenta a cinco, se vio enredada en un beso con su mejor amigo.
-Pero si todavía no es martes- dijo al sentir que Viktor no tenía intenciones de soltarla, en realidad, la tenía presionada contra la pared.
-No me importan los días, ya eres lo mejor de mi vida- respondió su mejor amigo entre dientes, haciéndola reír de manera nerviosa antes de continuar en lo que estaban.