
Chapter 2
—¡Tienes que irte mañana! Pero es muuuuuy temprano —se quejó Percy.
—Es... Supongo que sí, muy temprano. Destrozaré mi horario de sueño por completo —murmuró Harry, con una sonrisa para Percy.
—Acóplate bien, Harry, me escribes, ¿sí? —murmuró, pasando un brazo por lo hombros de Harry, quien asintió levemente, con un sonrojo.
Cuando la hoguera estaba por finalizar, Harry se levantó con pesar, dejó un beso en la mejilla de su amigo y caminó a la cabaña junto a sus tíos.
Era extraño, saber que tenía mucha familia, cuando por nueve años creyó fielmente que Petunia era su única familia.
Tal vez la mayor parte del tiempo los de Ares lo molestaban, incluso puede que los de Afrodita lo molestaran más que los de Ares, pero los quería a todos.
Caminó a su baúl y tomó la poción que estaba buscando: la que le ayudaría con la dislexia y su mala vista. Era mejor que llevar lentes siendo semidiós, nunca sabías cuando podrían ser atacados por un monstruo, perderles en batalla y perder la vida más rápido.
La bebió de un solo trago y sintió ganas de vomitar, además, le comenzó a doler la cabeza, aunque se le pasó recordando las palabras de Percy.
"La dislexia no es cool".
***
Despertó con un sobresalto, era Katie, quien lo había golpeado en el estómago.
—¿¡Pero qué te pasa Katie!?
—¡Se hace tarde idiota!
—¿Qué hora es?
—Cinco con veinte.
Harry se atragantó y se levantó corriendo, se duchó rápidamente y se colocó su vestimenta habitual, no lo podían culpar, de todas formas no podía llegar a la estación con las túnicas de Hogwarts.
Faltando veinte minutos corrió a la cabaña de Poseidón, tocó como si su vida se fuera en ello hasta que Percy, con un rastro de saliva en la barbilla salió, le dedicó una sonrisa y le dio un fuerte abrazo que el semidiós le devolvió, aún atontado por el sueño.
—Te prometo que voy a escribirte, Sesos de Alga —dijo con burla, pero de manera sincera.
—Te voy a extrañar Harry —murmuró, con un bostezo.
Harry se miró nervioso, faltaban menos de quince minutos para que el tren partiera.
—Te quiero Perce —dijo, dándole un último abrazo, sintiendo como Percy le dejaba un beso en los cabellos.
—Supongo que hasta pronto.
Harry se mordió el interior de las mejillas, no quería irse, aunque al final se separó del niño y activó el traslador.
Apareció detrás de un pilar cerca de la pared del andén nueve y diez, atravesó la pared arrastrando su baúl —iba demasiado tarde para detenerse a por un carrito— y subió rápido al tren, apenas con tiempo para buscar un compartimento vacío, pues el tren comenzó a andar.
Se sentó en un asiento cualquiera, cerrando la puerta del compartimento y la cortina, dejándose caer rendido ante el sueño.
Maldita diferencia horaria, la aborrecía.
***
Harry miró a los fantasmas que estaban en el recibidor, unos se miraban nerviosos y otros cuantos trataban de ignorarlo, diciendo lo felices que estarían si quedaban en sus respectivas casas.
—¿Tienen permiso de estar aquí? —murmuró Harry.
"La mayoría, lo están". Dijo su "padre" en su cabeza. O bien era la voz de la esquizofrenia y no lo sabía.
Todos caminaron al Gran Comedor en dos filas divididas por estatura, Harry estaba entre los primeros y eso, de cierta manera, lo avergonzó.
La profesora dejo un banquito y, sobre el banquito, un sombrero raído y remendado. Todos lo miraban fijamente, así que Harry hizo lo mismo, aunque se sentía ansioso por estar un una misma posición por tanto tiempo.
¡Él culpaba al TDAH por completo! Era un martirio tenerlo fuera de batalla, solo lo hacía ver como un niño problema, justo como decía Petunia.
El sombrero comenzó a cantar y Harry se habría extrañado de no haber convivido durante mucho con los hijos de Hécate y los semidioses en general.
La canción hablaba de las cualidades y aptitudes que acogía cada casa, no le interesaba ninguna en particular, no creía caber en ninguna. Así de sencillo.
—Abbott, Hannah.
—Hufflepuff.
Y así fueron pasando un montón de niños más: Bones, Susan también fue a Hufflepuff; Bott, Terry, fue a Ravenclaw; mientras que Brown, Lavender fue la primer Gryffindor aclamada por el sombrero. Millicent Bulstrode fue a Slytherin.
Pasaron más alumnos, Harry realmente no prestaba real atención, su mente estaba distraída vagando por el gran comedor.
—Potter, Harry.
Harry volvió en sí y pasó rápidamente, sentándose y rogando por desaparecer en las sombras e irse a casa.
Con todos los que amaba y le importaban.
—Mmmm, ¿pero qué tenemos aquí...? ¡Un semidiós!
Harry rodó los ojos. —Soy legado de Deméter, y campeón de Hades. No soy un semidiós.
—Pero eres igual de poderoso que cualquiera de ellos. Veo la lealtad, sí, claramente, oh, y tu defecto fatídico es el poco control de tu ira y el rencor excesivo...
—Solo termine mi selección, por favor —pensó débilmente, si es que eso se podía.
—¡Hufflepuff!
Harry caminó tranquilamente a su mesa, y unos minutos después, ya estaban cenando.
Evitó hablar con los muchachos que estaban sentado a su alrededor, ya que eran mayores, podrían estar entre los 14 y 16 años, casi gimió con pesar.
Miró a la mesa de los profesores, buscando con desespero a la profesora McGonagall, quien asintió y apareció algo de fuego inofensivo para él, que olía como pan recién horneado, ahí dejó caer la mejor porción de su comida, ante las miradas indiscretas de la mayoría de los presentes.
Harry se encogió de hombros y comenzó a comer tranquilamente, decepcionándose un poco por la falta de azul en su comida, convivir con Percy le había afectado.
Después de anuncios de posibles muertes en caso de ir al pasillo prohibido, todos partieron a las salas comunes, los prefectos los iban guiando por atajos, pasaron las cocinas y llegaron a donde había cinco barriles, les explicaron que de tocar un barril equivocado o, en su defecto, en un ritmo equivocado, quedarían empapados de vinagre.
Harry fue conducido por el pasillo izquierdo, al parecer tendrían habitaciones individuales.
Se duchó y, apenas tocó la almohada cayó rendido.
***
Ese día era sábado, sin embargo, Harry despertó apenas el sol estuvo en su máximo esplendor sobre el cielo, gruñó y se tapó por completo la cabeza, no queriendo levantarse, sin embargo lo hizo, quería enviar una carta y su Tío Hermes le dejó usar el Hermes Express para hacer llegar las cartas sin mucho esfuerzo.
Se vistió y fue a la sala común a esperar a los demás primeros años, le habían dicho que ese día les ayudarían a orientarse en el gran castillo, Harry lo agradecía enormemente.
Una niña con dos coletas castañas ya estaba esperando también, se saludaron e intercambiaron nombres, al parecer ella era Sally-Anne, se llamaba como la mamá de Percy, eso lo hizo sonreír solo un poco más.
En el gran comedor se les entregaron sus horarios de clases, el Lunes, a primera hora, tendrían Defensa Contra las Artes Oscuras junto a Ravenclaw, después encantamientos con Gryffindor, Transformaciones de nuevo con Ravenclaw y Pociones con Slytherin. Al parecer todos los miércoles tendría Astronomía y era la única clase que las cuatro casas tomaban juntas.
De cierta manera eso de las casas era como las cabañas en el campamento, aunque no creía que los fundadores de Hogwarts te incineraran vivos solo por sentarte en la mesa que no te correspondía, rodó los ojos, pero continuó comiendo sus waffles con moras, estaba seguro de que Percy los amaría.