carrusel

Aespa (Band)
F/F
G
carrusel
Summary
¿Cuál es el problema, Karina? Parece como si hubieras visto un fantasma.
Note
no sé tal vez puede serno cobra sentido si tienen expectativa alguna

Por estas cosas es que a Karina no le gustaba aceptar trabajos en fiestas privadas. Siempre salía algo mal. Y todo empeoraba sabiendo que no conocía a ninguno allí, ni al resto del personal de atención o al de cocina, a los invitados todos portando lujosas máscaras y antifaces y mucho menos a la chica con un antifaz con orejas de un conejo blanco.

Su línea de trabajo no es sospechosa para nada, pero de nuevo, si te juntas con suficientes personas de mucho dinero y que tiran reuniones exclusivas, todo puede ser sospechoso. Usualmente no es ella la encargada del catering, no tiene el conocimiento ni certificados necesarios, pero la experiencia luego de ser azafata tantos años la ayuda a orientarse. O al menos así debería ser.

Todo es un caos, y no sabe si ese es el concepto de esta orgía y a todos se les olvidó mencionárselo. Hay gente sobre la mesa siendo parte de actos demasiado vergonzosos para sus ojos, la comida no debería estar ahí ni tener ese uso, no debería entrar por esos agujeros, no sirven para eso, esos fluidos no se mezclan, la consistencia es asquerosa y, y ella debería seguir caminando como todos los demás mozos y azafatas presentes.

Bandeja en mano con algún cóctel que no reconoce, ni por presentación ni aroma, si es que puede oler algo todavía en este lugar. Hay una mezcla de carne y sudor y comida y gente y ropa fina y cara y tal vez fuego, o sangre. Metal. No está segura. Todo esto le da náuseas y le gustaría vomitar pero tiene la máscara puesta y sacársela involucraba no solo revelar su identidad ante todos estos desconocidos, sino probablemente también ser el centro de atención de toda esta lujuria.

No es muy ostentosa, es toda de color blanco con un maquillaje celeste en los párpados y los labios pintados en carmesí. A diferencia de los demás presentes, ella se camufla bien. Algo que les dijeron y que le sorprendió fue que su uniforme era lo único que los distinguiría, sin embargo les dejarían escoger sus propias identidades.

Ella es Karina. Es el nombre de una cantante que pocos conocen y que ella misma no sabe quien es, vio el nombre en el celular de una persona en la parada de buses y se decidió por ese. Hay una variedad de razones, suena lindo, nadie la conoce, no llama lo suficiente la atención y sobre todo, no tiene nada que ver con ella.

Su bandeja queda vacía y camina a la barra. Es un panorama similar al de la mesa del buffet.

Una persona musculosa la golpea por casualidad y con un gesto le pide perdón, Karina lo ignora, la persona se arrodilla y empieza a acariciar sus piernas, empieza desde abajo y sus manos empiezan a subir de manera peligrosa por sus rodillas, acariciando sus muslos. No sabe que hacer, no porque tenga miedo o le falte fuerzas para mandarle a volar.

1- Queda prohibido el retiro de las identidades durante el evento.

Nadie la está viendo. Todos están demasiado enfocados en sus perjuicios y sus deseos y sus exaltaciones.

2- No dirigirle palabra alguna a los presentes.

Dado la posición en la que se encuentra podría golpearlo en la cara, quitarle su estúpida máscara de una patada, enterrar sus tacos cuadrados en su boca y pisotear las manos que la han manchado.

3- No utilizar fuerza física hacia cualquiera de los presentes sin importar las circunstancias.

Suspira hondo, camina en la dirección opuesta porque las últimas dos veces en la noche que le hicieron algo similar, por suerte la dejaron en paz.

El rompimiento de alguna de estas reglas, significará la culminación del contrato con el colaborador.

Y ojalá la culminación del contrato solo fuera eso, y no su muerte.

La detiene de su pierna izquierda y se incorpora, de pie es el doble de su tamaño, parece también sobrepasarla mucho en fuerza pero no tanto en inteligencia así que ve a su alrededor por algo que la ayude a salir de este mal rato. La bandeja se encuentra en el suelo y ella la señala para recogerla. La persona niega con la cabeza.

Karina se pregunta si a estas personas también les dieron algún tipo de reglamento o es que esto es algún tipo de purga donde todo esta permitido hasta que la fiesta termine, hasta que entren los primeros rayos de sol y todos queden hechos polvo como si de vampiros se tratase.

La única razón por la que Karina sigue acá es su curiosidad, su idiotez y muy importante, su sentido de la supervivencia.

Ve unas orejas blancas de conejo posicionarse al frente suyo, es más baja que ella por varios centímetros y está imponiéndose frente esta persona que la ha estado molestando e impidiendo hacer su trabajo.

La abraza por la cintura rodeando sus brazos junto con ella, tiene las manos delgadas y las orejas blancas la golpean en la cara, mueven un poco su máscara y entra en pánico.

Por alguna razón, la otra persona se va, y esta coneja blanca se ha convertido en su salvadora. Puede ver la mitad inferior de su rostro, una mandíbula fina, una cara pequeña, labios apetecibles y rajados por la resequedad, agrietados que se muerden juguetones. Es una mujer, o un hombre con rasgos muy femeninos, espera en serio que sea una mujer.

Con sus uñas largas y transparentes remanga su uniforme, Karina la mira expectante. Con sus uñas largas y transparentes marca en su piel su nombre, Karina aprieta las manos aguantando la incomodidad. Con sus uñas largas y transparentes, escribe Winter y Karina sonríe debajo de su máscara.

No logra ver sus ojos, el antifaz lo cubre por completo con esos orbes rojos como pelotas. Es un antifaz muy realista, tanto así que la chica salta por doquier y esquiva los cuerpos contundentes mientras escapa por un pasillo.

Karina no ha roto ninguna de las reglas por el momento, espera que Winter tampoco.

Por las siguientes dos horas, si es que su reloj biológico no le está fallando, piensa en Winter, en su nombre significando invierno, en las orejas blancas, en la nieve, en su resplandor en ese opaco salón, en sus labios llenos de grietas, en su piel blanca, en sus uñas largas, en sus ojos rojos. Piensa en Winter tanto que olvida que no puede hablarle a esta gente cuando choca de casualidad con un par de personas follándose entre sí y se le escapa un

—Lo siento.

La miran, los tres detienen sus actos, con sus miembros aún introducidos en el otro, sin romper contacto físico, miran a Karina y a través de esas máscaras ella puede ver no solo su miedo reflejado, sino el pavor que los tres sienten, por ella y por sí mismos.

Actúa como si no hubiera pasado nada, trata de mantener la calma, muerde su labio inferior y sus ojos enrojecen, no puede ponerse a llorar ahora, debería arrancarse la lengua de un mordisco para no volver a hablar, ni esta noche, ni cuando salga el sol, ni nunca más.

Una cabellera rosada la pasa corriendo, tiene en unas correas a dos hombres que la siguen descalzos y de rodillas, rojas como los ojos de Winter. Ella ofrece una bebida de su bandeja y la chica lo toma, deja ver su sonrisa y le tira un beso, intenta seguir su camino pero se da la vuelta, encara a Karina, acaricia su cabello lacio sujeto en una cola, Karina no se inmuta, no teme cuando ve detrás de esta mujer que la acaricia, a Winter.

La bebida cae de su mano con un golpe de la más baja y Winter hace un puchero, cubre con su mano pequeña el rostro de la chica de cabellos rosados y ella lame entre sus dedos. Cuando ríe no se escucha ruido alguno, ni melodía, pero sabe que ha de ser estruendosa por la manera en la que todo su cuerpo se mueve y altera, cubre su boca y sigue su camino. Los hombres en las correas van detrás de ella y avanzan por sobre los vidrios rotos y el líquido de la bebida en el suelo.

Ahora con su bandeja llena, Karina ofrece una bebida, sus manos tiemblan aún por lo sucedido antes, por el recuerdo de su propia voz retumbando en sus oídos, por las disculpas que nunca debió dar, por la falsa amabilidad que caracteriza tanto su trabajo.

Winter sacude la cabeza.

Karina señala sus labios, sabe que un par de cócteles no cuentan como una manera sana de hidratarse.

Winter señala sus propios labios y luego los de la máscara de Karina.

Toma su rostro entre sus manos, y por la apertura entre su identidad y ella misma puede sentir la piel fría de esta chica. Los ojos rojos casi a su altura y sus labios sobre su máscara.

Muerde su lengua para no decir nada, para que ni el mínimo aliento salga porque la pueden matar por esto, o la pueden matar a Winter por esto que ha hecho.

Y tal como la primera vez, se aleja saltando, soltando risitas audibles, la gente la mira por sobre todo el ruido, Winter se detiene y mira a Karina.

Está esperando que haga algo.

Se agacha en segundos y las botellas caen al suelo del impacto de la bala.

Winter se incorpora y salta un poco más.

Hay un silencio corto pero terminal, la gente se queda tiesa por segundos antes de sucumbir a sus instintos. Y a los gritos y a la fuerza y a los golpes entre unos y otros.

Karina nunca había escuchado el sonido de un arma al disparar, en los pocos minutos que han pasado de esta masacre, todavía intenta mantener la compostura, mantener sus piernas firmes y la bandeja en alto.

Tiene que seguir al conejo blanco.

Camina con la cabeza en alto porque si mira al suelo, solo verá su final. Deja la bandeja en la barra, mira una de las bebidas, tiene un sombrero de copa alta en miniatura y lo guarda en su bolsillo. Sigue al conejo blanco y finge ver su rastro en la nieve. Finge ver las huellas hundidas y no la sangre en forma de sus tacos.

Tiene que seguir las reglas.

No retirarse la identidad. No hablarle a nadie. No usar fuerza física contra nadie.

Tiene que seguir las reglas al menos hasta que consiga alcanzar a Winter.

La paga debe ser tan malditamente buena como estuvieron diciendo o esto no valdrá nada la pena, piensa Karina.

 

-

 

No era una regla como tal, pero Karina y los demás contratados no habían salido de la zona del salón, exceptuando cuando entraron al lugar, y lo hicieron con los ojos vendados, de lo único que podían confiar era de sus demás sentidos adormecidos por alguna droga pero Karina recuerda bien escuchar el mar, o un río, escucha el agua cuando llega y huele la humedad pero ahora mientras corre por estos pasillos detrás de la coneja blanca, solo ve paredes rojas tintas y ventanas delgadas y largas donde ve tierra y verde como si estuviera dentro de un bosque.

El pasillo es interminable y a pesar de que es una línea recta en la que avanza escuchando los tacones de la chica al frente suyo, tiene la horrible sensación de que se va a perder, o de que, en todo caso, ya lo hizo. Su voz no escapa de su garganta y quiere llamarla por su nombre pero es peligroso, aún cuando no hay nada que parezca de riesgo entre estas cuatro paredes y ventanas, teme que hablar sea lo que la mate.

Y no puede morir cuando aún no ha llegado a ella. Su cuerpo tiembla de la emoción, de la adrenalina, cuando llegan a la puerta de un ascensor. No recuerda haber llegado por uno, así que este camino que toman debe ser diferente por el que ella entró.

La chica se detiene frente a la puerta y Karina se coloca al costado suyo, viéndola, Winter voltea y sus dos ojos rojos la miran curiosa, Karina gira el rostro, mira sus zapatos, mira sus manos, mira la bandeja vacía aún en su mano con la que ha corrido, y escucha el botón del ascensor presionarse. Winter lleva una sonrisa en su rostro y una risita escapa de ella.

Esperan que las puertas se abran y ven un sinfín de sus rostros, es Winter quien pasa primero tomando de la mano a Karina y arrastrándola con ella, ambas no dicen palabra alguna y Karina mira el perfil de Winter en el reflejo del espejo, mira sus dedos rodeando su muñeca, sus uñas largas, su postura relajada y juguetea con la bandeja en su mano mientras bajan (o suben) a algún círculo de este infierno. La música del ascensor se detiene y solo es ahí que Karina ha notado su ausencia.

Lo que ven al frente no es un pasillo largo ni un salón enorme, es una habitación con una cama grande y una puerta en la pared opuesta, la cama está desordenada y Winter se acerca, la huele, hace una mueca y saca la lengua en una arcada. Karina no se agacha a oler la cama, Winter la jala y abren la puerta. Debe estar volviéndose loca, porque es la misma habitación, las mismas sábanas, las mismas paredes y la misma puerta. Van habitación tras habitación hasta que llegan a una con la cama bien tendida y escuchan gemidos de la puerta que le sigue. Sus mejillas se sonrojan y la cabeza la siente caliente, siente como Winter aprieta con fuerza su muñeca y con la otra mano intenta abrir la puerta, Karina la detiene dejando caer la bandeja y los gemidos cesan.

Hay voces y un idioma que no comprende, Winter parece que sí porque entra en pánico, mira a su alrededor, retrocede y en el proceso le pisa un pie a Karina, se esconde detrás de ella y suelta su muñeca, suelta la correa y Karina queda de pie frente a un hombre grande y de barba, detrás suyo hay otro en la cama encima de una chica de grandes músculos y vellos rubios.

Winter suelta la correa y Karina tiene la bandeja de metal en su mano y el hombre al frente suyo, tan grande como es, no ha caído al suelo noqueado pero definitivamente le sangra la cabeza y aún está procesando lo ocurrido.

Al parecer tendrán que tomar el camino largo. Regresan por las puertas y toman el ascensor, hay gritos y la puerta se demora un siglo en cerrarse, Winter da saltitos y se mueve de un lado a otro presa de la ansiedad, presiona el botón repetidas veces como si esto fuera a ayudar en algo y ambas ven una mano más grande que sus caras interponerse entre ambas puertas.

Con la fuerza de este hombre es posible que rompa la puerta con sus manos desnudas. ¿Por qué tanta desesperación? ¿Por qué los quejidos? ¿Por qué el sollozo? ¿Qué esconden estas palabras que Karina no conoce?

—"Tienes que terminar lo que empezaste" —susurra Winter.

La bandeja de metal resulta ser muy útil, es tan filosa como un cuchillo y las puertas se cierran gracias a Dios, gracias a Karina. Winter ve los restos sangrantes en el suelo y con el dedo índice toca el líquido, lo intenta ver a través de sus dos grandes ojos rojos, lo huele y Karina no alcanza a detenerla cuando se lo pone en la lengua.

El ascensor se detiene en seco. No sabe en que piso están porque los botones no tienen números ni letras ni nada que los diferencie uno de los otros fuera de su posición.

Si antes no sabía si subían o bajaban ahora está cien por ciento segura que están bajando, cayendo, a una gran velocidad, su estómago se revuelve y sujeta con tanta fuerza la bandeja que la palma de su mano sangra un poco, sus cuerpos están en el aire y solo sabe que apenas lleguen a su destino, si no son ambas, al menos una de ellas acabará muerta.

Y Karina prefiere que sea ambas, por eso abraza el cuerpo pequeño de esta desconocida con toda la fuerza que tiene y espera que el golpe sumerja sus almas entre sí y la estaque con sus huesos.

No hay golpe alguno ni muerte, no hay dolor y un poco se decepciona por eso pero cuando ve el antifaz resbalar del rostro de Winter, la decepción se ha tornado en alivio y gozo.

—Tenemos que regresar al vestíbulo, tomar el otro ascensor.

Su voz es firme y neutra, le parece imposible asociar las risitas que ha escuchado de ella con esta que ve ahora. Cabellos castaños rojizos por encima de sus hombros, piel blanca y unas orejas que yacen en el suelo mientras ambas intentan incorporarse.

Karina no se quita su máscara. Tiene miedo.

—¿Qué pasa? ¿Te comió el ratón la lengua?

Una coneja mejor dicho.

—No hay otro ascensor.

Winter sacude y acomoda su ropa, se quita los zapatos y su estatura se reduce en cinco centímetros.

—¿A qué te refieres?

—El pasillo por donde fuimos, esa puerta es la única que hay, la otra por donde entramos no tiene ningún ascensor. La cocina y bar son abiertos así que no hay forma que haya otra salida por allí.

Le sorprende la calma con la que habla ella misma.

—Entonces tendremos que hacer que nos encuentren.

La chica sonríe y Karina siente un frío recorrerle la espalda. Tira los zapatos a un costado chocando contra el espejo del ascensor todo roto, Karina intenta ponerse de pie pero su mano cae en un vidrio y el dolor la distrae temporalmente. La otra cae con fuerza sobre su cuerpo y sus rodillas se lastiman al igual que las palmas de sus manos.

Y tiene a Winter encima suyo, quizás no de la manera que más le gustaría, el antifaz ya no cubre sus ojos pero aún puede ver ese tinte rojo en ellos, las heridas en la nariz y la mejilla haciendo juego, la nariz que empieza a sangrarle, los labios entre partidos y ojalá la besara en esos momentos.

Mientras la golpea, sujetándola con todo su peso encima de sus caderas, Karina solo puede pensar en lo bien que se ve, se distrae a sí misma del dolor y agarra de las piernas a la chica, no hace ningún intento a moverla o a incorporarse ella misma. Deja que la siga lastimando de esta manera porque sabe que tiene una buena razón para ello, por más que aún la desconozca.

3- No utilizar fuerza física hacia cualquiera de los presentes sin importar las circunstancias.

A pesar de su tamaño, Winter pega mucho más fuerte de lo que esperaba. La máscara lastima aún más su rostro si añadimos los puñetazos que le está propinando. Las manos en su cuello en un intento de asfixiarla, Karina levanta sus rodillas y patea en un impulso de su cuerpo de querer sobrevivir y Winter sonríe sobre ella como el ángel que es, como el ángel que la llevará a la salida de este lugar.

Suelta su cuello y la deja respirar.

—¿Por qué no te defiendes?

—No quiero que me dejes de tocar.

2- No dirigirle palabra alguna a los presentes.

Winter mira a su alrededor, siguen entre los espejos de este ascensor pero puede escuchar pasos, escucha las armas siendo cargadas, la mirada y puntería fijas.

—¿Ah sí? En ese caso

1- Queda prohibido el retiro de las identidades durante el evento.

Su rostro queda expuesto y es menos de un segundo que siente los labios de Winter sobre los suyos antes de escuchar el disparo, las voces que aseguran el perímetro y que todo se torne negro.

 

-

 

Ex miembro de las fuerzas especiales y prófuga, Kim Minjeong, presuntamente muerta luego de operativo llevado a cabo de manera individual. Viva o muerta. No se ha encontrado su cuerpo. Recompensa. Se busca recompensa. Se busca Kim Minjeong. Fuerzas especiales bajo escándalo por corrupción, trata de personas y múltiples asesinatos. Kim Minjeong, alias Winter, encontrada muerta debajo de un puente, desmembrada. Kim Minjeong, alias Suspicaez, se lanza de un edificio de veinte pisos y muere instantáneamente. Recompensa falsa. Más de treinta y seis muertos en operativo. Prensa exige respuestas. Kim Minjeong, alias Baby Rabbit, encontrada muerta con- encontr- encontrada- no ha sido encontrada- encontrada viva- perdida.

Kim Minjeong, alias Winter, se busca viva o muerta.