Strawberries and Whisky - Grindeldore

M/M
G
Strawberries and Whisky - Grindeldore
All Chapters

Café frío

Gellert:

 

⁘ ✺ ⁘ ✺ ⁘ ✺ ⁘ ✺ ⁘ ✺ ⁘ ✺ ⁘ ✺ ⁘ ✺ ⁘ ✺ ⁘

—No me estoy arrepintiendo, pero acabo de recordar que nunca lo había hecho, en cambio tú… seguro lo has hecho cientos de veces.

La carcajada que sale de mi boca sin que pueda contenerla hace que se vuelva hacia mí con el rostro ofendido.

—Estás jugando, ¿no? Albus, no me he acostado con medio mundo mágico, fueron apenas algunas chicas y ya te dije que solo buscaba una distracción, algo de placer, nunca tuve nada serio con ninguna, nada fue como esto, nada como nosotros. —Tomo su mano para entrelazar nuestros dedos y llevo mi mirada hacia estos.

—Solo lo dices para que no me sienta mal.

—Está bien, no voy a negarte que algunos hicieron eso, pero estoy seguro de que nada es lo mismo por el simple hecho de que estoy contigo. Al, tú vuelves todo diferente, lo haces único. Ni siquiera me puedo atrever a compararlas contigo, con lo que siento cuando estoy contigo.— Suspiro pausadamente y dejo caricias reconfortantes sobre el dorso de su mano—. Aunque si no te sientes bien haciendo está bien, ven aquí, solo quedémonos recostados. Haré ese hechizo que te gusta tanto en tu techo para que podamos ver las estrellas. Estoy seguro de que si pudieras lo pondrías en el techo de Hogwarts o ¿es de ahí de dónde lo aprendiste?

Tiro de su brazo para traerlo conmigo a la cama y acomodarnos entre las sábanas. Con un gesto pensativo y una sonrisa de lado como si le hubiera dado una gran idea se acomoda a mi lado derecho colocando su cabeza sobre mi pecho, acaricio su cabello con gentileza, tratando de acomodar los ya deshechos rizos.

Su brazo se abraza a mi torso y su mirada encuentra mis ojos cuando tomo la varita para hacer el hechizo, después nos perdemos en las infinitas constelaciones.

Nos quedamos sumidos en un cómodo silencio mirando el techo y cuando creo que se ha quedado dormido lo siento llevar una mano a mi espalda, rozando apenas la superficie de mi piel con suaves caricias, que suben lentamente hasta mi cabello. Me toma de la nuca juntando nuestros labios en un beso que me toma por sorpresa y me arrebata un gemido cuando su lengua invade mi boca de forma demandante.

—Albus —susurro en medio del acalorado beso en busca de aire— Al, vamos a dormir, ya tendremos tiempo maña…ahh… —Lo siento llevar una mano a mi miembro para masajear toda su longitud apretándolo plácidamente. Sus labios van a mi oreja y comienzo a pensar que tiene un fetiche con estas cuando tira de ella para empezar un recorrido descendente de besos por mi cuello.

—¿Estás cansado? —dice suavemente contra mis labios acomodándose sobre su codo haciendo un puchero que me encantaría besar—. Creí que por ser más joven tendrías más energía. Vaya decepción. —Suelta un suspiro y se acerca peligrosamente a mis labios hinchados alejándose justo cuando está a punto de tocarlos, retira su mano de mi miembro semierecto y de un salto está de pie abandonándome en la cama.

Alargo el brazo antes de que de un paso y lo retengo tomando con firmeza su muñeca pero sigue dándome la espalda.

—No estoy tan agotado ¿Qué pretende decirme? Oh vamos, no soy tan joven. —Mi pulgar recorre su mano en busca de su atención—. Albus, soy menor por menos de un año. En todo caso salgo con un anciano.

Gira el cuerpo hacia mí con una expresión molesta de sorpresa. El ceño fruncido, la boca abierta.

—¿Me acabas de llamar anciano?

—Me hiciste sentir como un bebé.

—Pagarás por esto, Gellert, ven aquí —, dice antes de lanzarse hacia mí buscando mis costillas para hacerme cosquillas. Por suerte soy más veloz y lo giro en el aire para colocarlo bajo mi cuerpo. Noto la sorpresa en su rostro antes de que atrape sus labios entre sus dientes con una media sonrisa y mis manos se pierdan en la piel de su torso haciendo retorcerse bajo mi cuerpo.

La habitación se llena con las risas de ambos cuando sus manos llegan a mi pecho, giramos entre almohadas y sábanas hasta que los dos jadeamos por aire y nos detenemos cayendo rendidos en el reino de Morfeo con el otro entre los brazos.

 

✺ ⁘ ✺ ⁘ ✺

La suavidad de unos labios en mi mejilla me hace despertar abriendo pesadamente los ojos. Y no es hasta que recuerdo lo ocurrido que espabilo, abro mis ojos con sorpresa, las comisuras de mis labios se elevan sin que pueda evitarlo, porque sus hermosos orbes oceánicos están frente a mí, y podría jurar que brillan aún más que ayer.

—Buenos días, Albus.

Estiro mis brazos sobre mi cabeza como si fuera un gato y lo observa recorrer mi anatomía. De pronto soy consciente de mi desnudez, de lo poco que cubren las sábanas, pero lo que logra pintar mis mejillas de carmín es el recuerdo de la noche que vivimos. Aún tengo su sabor en mis labios, siento el ardor que causaron sus uñas descendiendo por mi espalda. Tengo muy presente todos los sonidos que ya nada va a borrar de mi memoria: sus suspiros y jadeos, mi piel chocando contra la suya, mi nombre saliendo entre gemidos de su boca. Si no fuera por el hecho de que ninguna prenda cubre mi cuerpo diría que me está desnudando con la mirada.

El rizado pasea sus ojos por cada rincón de mi cuerpo, desde la pierna derecha que ha quedado descubierta hasta mi cadera pudorosamente cubierta con la sábana. Se detiene en mi abdomen donde el fino vello desciende hasta perderse. Posa una tibia y temblorosa mano sobre mi pecho para finalmente buscar mis ojos.

—Siento haberte despertado, pero necesitaba saber que no había sido solo un sueño. —Confiesa tras una suave exhalación.

—Pues si es un sueño que nadie me despierte porque pasó la noche más mágica de mi vida. Además ¿por qué otra razón habría amanecido desnudo en tu cama?

—Se nos podría haber ocurrido un ajedrez mágico de prendas por cada pieza perdida…

Frunzo el ceño porque ni siquiera soy tan bueno jugando ajedrez.

》Guardaré la idea para un futuro cercano.

Me sonríe de oreja a oreja cuando acomodo un mechón de cabello para que despeje su rostro.

—Y si intentamos hacer lo mismo que antes?

—¿Exactamente de qué hablas, Albus?

Froto mis ojos como si eso lograra eliminar la confusión.

—Ya sabes… cuando me guiaste para que no estuviera tan perdido.

—Dumbledore me duele la cabeza ¿de qué estamos hablando exactamente?

—Es que en verdad quiero montarte.

Toso ahogándome con mi saliva y parpadeo repetidas veces preguntándome si desperté o sigo sumido en un sueño. Pero cuando mis ojos llegan a los suyos me doy cuenta de que no es un sueño porque en estos hay un brillo nuevo, su rostro resplandece y la luz que se cuela por la ventana no hace más que agregarle un toque angelical.

—Ah, Al... —Siento una repentina punzada que recorre de lado a lado mi cráneo haciéndome llevar mis manos a la misma y cerrar los ojos con fuerza.

—Demonios, debí darte las pociones anoche, pero era lo último que tenía en mente, mírate no puedes ni pensar.

Trato de masajear mis sienes y poco a poco consigo abrir los ojos, tolerando medianamente la luz. Escucho al de rizos cobrizos abandona la cama, de pronto tiene entre manos tres pequeños tubos de ensayo y un matraz.

—Hice pociones, una para el dolor de cabeza, náuseas y deshidratación. Yo las tomé anoche, incluso le di a Gemma. Agrega el contenido de los tres en el matraz, mezcla y bébelo, necesito café. Oh, además estábamos hablando de algo.

Cuando se asegura de que tengo bien sujetos los tubos de ensayo toma mi cabeza, deposita un beso en mi frente y se aleja a largos pasos regalándome la imagen de su cuerpo sin prenda alguna.

Para cuando está por cruzar la puerta da media vuelta asegurándose de ocultar una parte de su cuerpo con esta, pero dejando a la vista sus firmes glúteos, me barre con la mirada, abre a boca como si fuera a decir algo para inmediatamente cerrarla, se muerde suavemente el labio inferior tratando de impedir que las finas curvaturas de su boca vayan hacia arriba y se marcha sin más, dejándome con mil ideas de lo que le quiero hacer cuando regrese.

 

✺ ⁘ ✺ ⁘ ✺

—Gell, aquí tengo tu café. Media cucharada de azúcar y una y media de café… ¿Gellert?

Salgo de detrás de la cortina y lo levanto entre mis brazos logrando que su grito de sorpresa me reviente el tímpano haciéndome cuestionar mi inteligencia porque aún me duele la cabeza como si una enorme roca me hubiera golpeado, pero lo hago dar vueltas suavemente para despeinar los alocados cabellos cobrizos.

— ¿Qué haces?, bájame —la risa precede a cuidadosos golpes con los codos (porque sostiene una taza humeante en cada mano) hasta que lo deposito con cuidado sobre la alfombra.

No me resisto un instante más, tomo casi posesivamente su nuca y lo beso. Su lengua pide permiso cuando gira de costado profundizando el beso pegando su torso al mío.

Me separo de golpe ahogando una queja cuando el líquido caliente de las tazas se derrama por mi espalda regresándome al presente.

—Lo siento, lo siento —repite mientras despeja el escritorio donde coloca cuidadosamente las tazas. —¿Te duele?

—No, en realidad creo que era caliente.

Me golpea suavemente el hombro cuando su risa invade el cuarto y yo solo quiero besarlo una y otra vez hasta que nos quedemos sin aire o el tiempo se detenga, lo que ocurre primero.

—Por Merlín, está muy roja. Haré un hechizo, solo déjame encontrar mi varita.

—Albus, no me duelo.

— ¿Dónde la déjé? —Empieza a levantar las prendas prolijamente abandonadas en el piso de la habitación sin encontrar lo que busca.

—Dumbledore, distensión, ven aquí conozco una mejor manera de lidiar con mi dolor.

Una ceja se eleva con interrogación, luego su ceño se frunce.

No lo dejo formular la pregunta porque mi boca busca la suya nuevamente con desesperación, como si nunca hubiera sentido sus labios y él después de unos segundos de sorpresa me corresponden con la misma intensidad.

—Cuéntame más —, susurra contra mis labios, su aliento hace que un escalofrío me atraviese de arriba a abajo.
Paso saliva ruidosamente y con algo de trabajo me separo de él, siendo consciente de las zonas de piel que tocaban sus manos porque ahora estas están frías.

Me acerco al escritorio, trato de despejar las hojas y libros que desde inicios del verano tenemos siempre regados dejando libre un espacio en la superficie de madera.

—Recuesta tu pecho aquí.

Albus me mira de nuevo con una ceja alzada pero da un paso hacia enfrente. Lo tomo de la mano y lo ayuda a colocarse sobre su pecho dejando su cuerpo expuesto ante mí.

—Te haré retorcerte solo con mi lengua y mis dedos, cariño.

Puedo observar su piel erizarse solo con la frase, girar el rostro buscando el mío y esa expresión hambrienta es todo lo que necesito para buscar la botella de lubricante antes de colocarme de rodillas con las manos apretando su cadera.

—Y eso ¿cómo te ayudará a ti con el dolor?

—Hará que se me olvide.

Beso cada porción de piel que queda frente a mi boca, desde sus muslos hasta los glúteos y unos hermosos jadeos ahogados salen con dulzura de su boca. Juego con mi lengua sobre su periné impidiendo tocar su ahora miembro semi endurecido arrastrando la humedad de mi saliva hasta llegar a su entrada contraída.

—Relájate, Albus.

El nombrado toma aire profundamente y cuando lo escucho exhalar me acerco de nuevo rodeando el aro muscular con patrones circulares aún sin irrumpir, en espera de que la tensión se disipe. Mis manos masajean la suave piel.

—Gellert… —su voz se vuelve un susurro que me hace perder la cordura y sin esperar más me introduzco dejando que mi lengua conozca todas sus paredes hasta aprenderlas.

Un incómodo suspiro invade mis oídos cuando agrega un dedo al apretado orificio. Tomo el lubricante y derramo una basta cantidad sobre la suave piel y comienzo a introducirlo con mi dedo dejando una mordida en su perfecto glúteo derecho.

Cuando lo siento listo agregado otro dedo con más lubricante que ha comenzado a escurrir llegando hasta su enrojecida erección.
Mis movimientos comienzan a tomar velocidad cuando lo siento lo suficientemente relajado. Curvo los dedos buscando su próstata y en unos instantes se pone sobre los codos soltando maldiciones moviéndose hacia mis dedos en busca de un mayor contacto.

—Todo bien?

—Solo… ah, no te detengas —, responde entre gemidos con la respiración cortada. —Se siente muy bien.

Se vuelve a tumbar sobre la mesa cuando el tercer dedo amenaza con entrar. Tomo su miembro con la otra mano para distraerlo de la incomodidad y comenzar a masturbarlo lentamente haciendo que los sonidos que intenta acallar cerrando la boca suenen el doble de excitantes. Mi pulgar acaricia su glande esparciendo el líquido blanquecino y mi boca se concentra en dejar pequeñas marcas sobre cada porción de piel disponible.

—Gell, creo que voy a…

Detengo los movimientos y abandono su miembro mientras con delicadeza retira mis dedos de su interior húmedo.

Una queja aguda llega a mis oídos.

—Quiero que te vengas conmigo dentro de ti. —Le digo al tiempo que me pongo de pie pasando mis manos por su espalda dejando besos repartidos por los hombros.

Sus mejillas se pintan de rojo cuando voltea con el cabello hecho un caos probablemente por tanto tirar de él pero me sonríe con picardía mirando hacia abajo haciéndome notar lo duro que estoy.

—Ven aquí —, extendiendo una mano para que la tome y nos lleve hasta las revueltas sábanas.

Me siento en la orilla de la cama pero él se queda de pie.

—Siéntate sobre mis muslos —le sugiero palmeándolos con mi mano libre.

—Gel…

—Pecado de reproches, ven. Sé qué quieres esto pero te asusta. —Tiro un poco de él hasta que sus piernas están una a cada lado de las mías.

Lo envuelvo protectoramente con los brazos y lleva los suyos a mi cuello introduciendo sus dedos entre mi cabello.
Me piero en su mirada.

—Albus no sé si no te dejé bien en claro algo anoche pero… te deseo más de lo que había deseado a alguien alguna vez. Nunca podrías compararte con alguien más porque estás fuera de todos esos estándares.

Baja la mirada impidiendo la mía.

—Y me gustaría que tú tampoco lo hagas. No puedo cambiar mi pasado, no puedo borrar las bocas que besé o desaparecer a todo aquel que ha pasado por mi cama pero ellas no me importan, ya no.

Sus ojos vuelven buscando los míos y le sonrío acariciando su cintura.

—Quiero vivir todo contigo como si fuera la primera vez porque se siente distinto. Esto que tenemos es distinto.

—Mmm, pues entonces tal vez tendrás que esforzarte un poco más demostrando ese deseo que mencionas —susurra sobre mis labios, su tibio aliento llega antes de que se unan con los suyos.

El beso es suave pero lleno de anhelo y pasión.

Antes de que me de cuenta me tiene tendido sobre la cama. Sus manos están en todos los lados y aún así me parece insuficiente porque quiero sentirlo en todas partes.

Llevo dos dedos a su entrada y gime entre el beso moviendo tranquilamente sus caderas buscando profundizar el contacto. Lo atraigo más hacia mí, hasta que su pecho choca contra el mío con cada respiración.

—Estoy listo.

—Quería estar seguro —digo sobre sus labios antes de irrumpir en su boca nuevamente. Su lengua acaricia la mía con desesperación arrebatándome un jadeo.

Su palpitate miembro rosa con el mío entre nuestros acalorados abdómenes provocando una adictiva pero leve fricción. Decidido los tomo con una mano y comienzo a tirar de ellos con rapidez hasta que estamos tan duros que goteamos, pero antes de corrernos me detengo.

Me obligo a separarme de su adictiva boca y soltando ambas erecciones me recorro hasta que estoy recostado contra las dos almohadas de la cama.

Albus conjura un accio sin varita trayendo el lubricante que dejó sobre el escritorio y gatea hasta llegar a mi.
Llena una de sus manos de la dulce sustancia y la esparce sobre mi miembro tomándolo con firmeza.

—Cuando creo que ya no puedes sorprenderme vuelves a hacer magia no verbal, sin varita.

—Y aún no has visto nada —, dice mirándome desde abajo antes de volver a colocarse sobre mis muslos—. Estuve leyendo algo sobre un masaje prostático, creo que sería divertido si me dejaras intentarlo continuar...

No aguanto un segundo más y lo beso.

Se desplaza y toma mi erección colocándola entre sus hermosos glúteos. Ambos jadeamos cuando mi glande sobre pasa el aro muscular y se contrae sobre él apretándolo con fuerza.

—Mierda, Albus… —se queda quieto un instante pero antes de que la duda llegue de nuevo a sus ojos me acerco hasta invadir su cuello dejando una travesía ascendente de besos hasta su mandíbula. Sus manos toman mis hombros presionando con fuerza, cuando lo siento bajar sobre mi eje cada vez más muerto la unión de su cuello con el hombro ahogando un grito, él jadea entrecortadamente.

Una de mis manos va a su espalda y toma su glúteo pellizcándolo mientras con la otra me encargo de estimular sus rozados pezones hasta dejarlos erectos y sensibles por el paso de mis dientes.

Lo siento tomar confianza cuando a los pocos segundos su cadera deja de estar estática para comenzar con cortos movimientos circulares y como le prometí llevar mis manos a sus caderas para ayudar a acompañar el suave meneo.

—Esto se siente bien pero, si además subes —digo apenas en un hilo entrecortado de voz sobre su oído ejerciendo un poco de fuerza para elevarlo—. Y después ah… bajas, se siente mucho mejor.

Asiente con la boca entreabierta imitando el movimiento que acabo de hacer. Trato de no moverme con el afán de no lastimarlo y dejo caricias que van de sus glúteos a su espalda.

Sutilmente la cadencia de movimientos se vuelve más rápida, me dejo perder entre las abrumadoras sensaciones: la suave presión de sus uñas en mis hombros, su lengua casi peleando con la mía, el cómo aprieta mi erección cada que desciende enérgicamente, su respiración entrecortada por el esfuerzo, el tacto tibio y la suavidad de las sábanas, me piedo entre tanto placer.

Mis uñas se encajan en su espalda, mis dientes mordisquean sus labios, de pronto solo puedo concentrarme en acompañar sus movimientos con las manos sujetas con devoción a su cintura.

Me recuesta colocando las manos sobre mi pecho y se apoya en el colchón sobre las rodillas para poder elevar más la cadera. Se inclina para besarme con hambre y aprovecho la posición para aumentar la velocidad de mis movimientos casi envolviéndolo en un abrazo mientras irrumpo en su interior empotrádome profundamente a un ritmo casi frenético produciendo sonidos que deberían considerarse obscenos.

—Oh, por Merlín justo ahí —, su voz se pierde entre gemidos de satisfacción que me arrebatan lo poco que conservaba de cordura.

Se separa de mis brazos para dar brincos más desesperados. Lo veo llevar la mano a su erección pero antes de que logre su cometido la tomo.

—No te toques, Albus, sigue moviéndose. Trata de encontrar nuevamente ese punto. —Llevo mis manos a su cintura—. Déjame guiar tus movimientos y demuéstrame que solo esto, que solo sentirme en tu interior es suficiente para llevarte a la cima.

—Si no quieres que me corra en este momento cierra la boca —dice con la voz rasposa y me doy cuenta de que sus pupilas están dilatadas porque la claridad de su iris se ha perdido en la oscuridad del deseo.

Atrapa sus labios en una sonrisa y reinicia el suave vaivén con su cadera apoyando las manos sobre mi pecho, moviéndose tranquilamente hacia adelante y hacia atrás, pongo presión sobre sus caderas con los dedos provocando una coloración rojiza en la zona, trato de cambiar la dirección. de sus movimientos haciendo que dé saltitos hasta que salgo casi en su totalidad para volver a perderme dentro de suyo. Procuro mantenerme quieto, dejándolo encontrar los lugares correctos para brindarse placer, pero contenerme es más difícil de lo que esperaba, inevitablemente me muevo buscándolo y las embestidas se encuentran a medio camino porque llevando mi cuerpo hacia arriba.

Flexiono las rodillas para que pueda recargar su espalda sobre ellas y buscar otro ángulo de fricción.

—Albus, pon tu espalda sobre mis muslos, y tus manos a los lados, puede que te guste más la sensación si cambias la posición.

Me mira confundido pero acepta la sugerencia recargando su cuerpo sobre mí. Da un alto brinco y se detiene jadeando sonidos incomprensibles. Sus paredes se aprietan alrededor mío y me pongo sobre mis codos hasta sentarme soltando gemidos impidiendo correrme.

—Gellert…

Lo dejo subir y bajar hasta que los movimientos comiencen a ser descontrolados provocando que mi erección salga de él. Toma aire y esta vez yo llevo mi miembro a su entrada. Se penetra sobre él con tal bestialidad que de ser posible me pondría aún más duro. Lo observa con admiración y me dejo llevar ayudándolo a bajar con más rapidez. El sudor recorre nuestras pieles volviéndolas resbaladizas. Siento mis músculos contraerse y el calor subir a mi rostro cuando su espalda se curva aún más hacia atrás y el semen comienza a bañar su pecho.

Me aprieta exquisitamente, llevándonos al orgasmo con frenesí provocando que me corra en su interior con fuerza. Siento su cuerpo laxo caer recargado en mis muslos pero sin detener del todo los movimientos con la cadera.
Lo atraigo hacía mí con ambas manos saliendo cuidadosamente de él admirando como el líquido escurre por sus muslos. Nos coloco de lado enredando mis piernas entre las suyas y lo beso con cuidado, siento sus manos ir a mi espalda y mi cabello. Nos abrazamos dejando tibias caricias en la piel contraria.

—Gellert… —sus orbes azules buscan los míos llenando mi mundo de luz.

-Mmm.

—Te quiero —confiesa con una sonrisa entre dientes.

—También te quiero, Albus —, respondo atrayéndolo aún más, queriendo romper todo el espacio que haya existido alguna vez entre los dos.

Se recuesta sobre mi pecho y después de unos minutos de cómodo silencio nuestras respiraciones se vuelven una, me siento vencer por el sueño, por lo que antes de que ocurra dejo fluir las palabras que llevo tiempo guardándome.

—Al, ¿recuerdas cuando me llevaste esas fresas con chocolate y te dije que era lo más delicioso que había probado en mi vida?

—Por supuesto, no quería darme ninguna y tuve que luchar para al menos probarlas —una breve risa sale de mis labios iluminando su mirada, me sonríe de vuelta.

Paso mi brazo sobre su cabeza, para tomarlo por los hombros y atraerlo más hacia mí.

Llevo mis labios al tibio oído del otro mago.

—Pues… creo que estaba en un error, —menciono apenas en un susurro, como si estuviera confesando un secreto— porque tus labios, Albus, son lo más delicioso que he probado en mi vida y no creo poder cansarme de ellos nunca.

—Yo…

—Oh, no tienes que decir nada.

—Espera, solo quería que supieras que… ese día cuando me tiraste en el césped, fue la primera vez que quise besarte. En realidad iba a hacerlo pero… te fuiste.

—Albus, estaba muerto de miedo.

Mis dedos tiran de mi cabello con frustración, porque ahora quiero tratar de explicarle la situación.

》Hacía unos días que yo había aceptado que tenía sentimientos hacia ti y fue una lucha terrible conmigo mismo porque eras la persona más importante para mí, la luz de… mi oscura vida, pero había una posibilidad de que tu corazón no sintiera lo mismo. Por eso me fui. Intenté sin éxito distraerme con la comida ese día y los siguientes con demasiadas cosas pero nada lograba sacarte de mi mente.

— ¿Ni siquiera tus ganas de encontrar las reliquias?

—Ni siquiera eso.

El ojiazul dirige el rostro hacia mí y no puede evitar juntar nuestros labios en un beso dulce, sin prisa, de movimientos lentos que de a poco se vuelve más pasional cuando delinea mi labio inferior y permite que nuestras lenguas ansiosas se vuelvan a encontrar con ligeros. Roces que nos hacen perder el aliento hasta separarnos en busca de aire.

—Albus, no sé qué ocurrirá con mi vida mañana, en un mes o en un año, pero estoy seguro de que te quiero en ella, te necesito a mi lado. Porque, —tomo delicadamente su mentón para que nuestras miradas se encuentren—. Llámame loco pero no creo poder vivir sin ti.

—Ni yo sin ti, Gellert. Llegaste justo a tiempo a mi vida, me apartaste del abismo en el que estaba por caer, me ayudaste a salir del pozo en el que no sabía que estaba sumido. Te necesito en mi vida porque nunca nadie me había motivado tanto a seguir mis ideales, a… improvisar cosas—, sus dedos pasan con devoción por mi despeinado cabello, acariciándome entre suspiros.

》Nadie me había enseñado a correr sin miedo a caerme o se había perdido una noche de fiesta por ayudarme a elaborar una poción. —Me rio en voz baja negando suavemente con la cabeza porque aunque no se lo haya dicho si él me lo pidiera haría más que eso, le daría todo de mí.—. Quédate Gell, quédate conmigo. Hagamos una vida juntos, seamos felices. —Su nariz rosa la mía con delicadeza.

—No hay algo que quiera más que esto, Albus Dumbledore.

Me acerco hasta que nos fundimos en un suave y cálido beso.

—Por cierto, Gell aún sabes a fresas.

—Mmm, creí que eras tú quién sabía a fresas. Yo bebe whisky de fuego toda la noche.

—Bueno pues no importa porque a partir de hoy el sabor de las fresas y el whisky siempre me recordarán a ti.

 

⁘ ✺ ⁘ ✺ ⁘ ✺ ⁘ ✺ ⁘ ✺ ⁘ ✺ ⁘ ✺ ⁘ ✺ ⁘ ✺ ⁘

Sign in to leave a review.