Strawberries and Whisky - Grindeldore

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Strawberries and Whisky - Grindeldore
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El prado

Escena retrospectiva:

 

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La manta de picnic que gracias a un hechizo simulaba las constelaciones del cielo nocturno estaba colocada bajo un frondoso árbol, la luz del sol se colaba entre las hojas y la brisa rozaba sus rostros brindando la temperatura perfecta para estar al aire libre.

El aroma de las flores se colaba en sus fosas nasales ya lo lejos el sonido de las aguas del río generaba la sensación de calma.

Ambos descansaban sobre la manta con los ojos cerrados y los brazos fungiendo como almohada detrás de la nuca. La canasta con comida preparada por Albus reposaba en el centro de la misma esperando el momento en que los magos decidieron abrirla para comer.

—¿Por qué rayos alguien le pondría chocolate a la fruta? Los muggles en verdad son extraños, Albus. Y tú les sigue la corriente. No pienso comer eso, la próxima vez me toca preparar la comida.

—Oh vamos, Gellert, no lo has probado, te prometo que las fresas son deliciosas, pero el chocolate las hace exquisitas. No te vas a arrepentir. Además al menos yo me esforcé, tú compraste la primera botella de vino espumoso que viste en la tienda.

—En mi defensa agregaré que cuando intenté preparar la limonada algo salió mal, estaba horrible. Creo que confundí la sal con azúcar. No podía hacerlo probar eso.

El de rizos castaño rojizos ríe y gira colocándose sobre su derecho hombro para observar al rubio que descansa a su lado, quién lo imita y suelta una ruidosa carcajada.

—No es justo que no me dejaras usar magia, de no ser así lo habrías conseguido. Debes admitir que sin esa chica rubia tú tampoco lo habrías logrado, Albus. Además creo que te sobre esforzaste, ve esa canasta. Parece un regalo para el primer ministro de magia. —Frunce los labios con molestia llevando su mirada a la del castaño—. Sabes, creo que esa chica gusta de ti, se le veía muy emocionada mientras acomodaban la fruta en la canasta. —El rubio vuelve a recostarse sobre su espalda y cierra los ojos respirando pesadamente, el mayor observa en silencio mientras una maraña de pensamientos inunda su mente—. Tal vez deberías invitarla a salir.

—En... ¿en verdad piensas eso? —responde con un ligero tartamudeo después de unos segundos de silencio—. Creí que solo estaba siendo amable, me gusta comprar cosas ahí, pero esta era una ocasión especial. —Murmura lo último casi para sí mismo, y al darse cuenta de que el de ojos heterocromáticos lo escuchó las mejillas se tornan ligeramente carmesíes—. Bueno, porque no fue fácil convencerte de hacer el picnic, Gellert; Además dudo que ella guste de mí, estás exagerando —carraspea tratando de cambiar el rumbo de la conversación.

—Eso es porque no prestas la suficiente atención, o tu crees que ella abraza a todos sus clientes, porque de ser así, vaya que es amable. —Abre los ojos, levanta una ceja y lleva la mirada al castaño que de pronto se sienta sobre la manta.

Albus tiene la mirada perdida en el campo, el viento revuelve su cabello provocando que los rizos cubran parte de su rostro. El rubio se incorpora, acomoda un mechón rebelde detrás de la oreja del castaño dejando a la vista sus orbes azules y masajea dulcemente su mejilla con el pulgar, haciendo que este vuelva en sí.

—Oye, Albus ¿estás bien? —sujeta su rostro entre los dedos y frunce el ceño ante la falta de respuesta.

El de cabellos caoba cuya mirada estaba perdida vuelve a tener vida al encontrarse con la particularidad tonalidad en los ojos del rubio.

—Te propongo un pequeño duelo de magia, —suelta de repente ocasionando que las manos del rubio abandonen su rostro, quien parpadea pesadamente tirando de su cuerpo hacia atrás por la repentina ocurrencia— si gano, tendrás que probar las frutas con chocolate y los sándwiches. de mantequilla de maní con mermelada. Si pierdo... puedes usar magia para traer las grageas de todos los sabores y el pastel de calabaza que dejé en el refrigerador esta mañana.

Gellert sonríe de lado ante la idea y asiente poniéndose de pie. Tiende una mano para ayudar al castaño que la recibe gustoso.

—Vamos toma tu varita. —comienza a alejarse creando un espacio para el improvisado duelo— Mmm, necesitamos reglas. Prohibido usar maldiciones imperdonables, claro está. Oh, y nada de golpes, por favor, Albus, no somos muggles. ¿Listo?

El castaño se coloca en posición de duelo, asiente con la cabeza y sin esperar la confirmación del rubio lanza el primer hechizo.

—Confundo.

—Protego. —Los labios se le curvan en un déje de sonrisa ante la sorpresa—. Eso es trampa para Dumbledore, no estaba listo.

—Lo siento pero, en verdad quiero que pruebes las fresas. Gafe. —Un rayo azul sale velozmente de la varita pasando apenas a un lado del ojiazul que logra esquivarlo.

—Petrificus totalus.

—Partis Temporus.

—Desmaius.

—Crapio —contraataca el rubio, formando una espesa capa de humo grisáceo impidiendo que el más bajo pueda verlo. Aprovechando la oportunidad para moverse sigilosamente a la izquierda con la intención de sorprenderlo.

—Flipendo —dice el de rizos rojizos una vez que el humo comienza a disiparse y logra visualizar a su oponente.

—Estato everte.

Ambos hechizos impactan y los magos vuelan por los aires cayendo bruscamente sobre el césped.

—Rictusempra —grita el heterocromata recuperándose de la caída; una vez el hechizo llega a su destino la risa del castaño inunda el claro. Se pone de pie creyéndose victorioso y de repente su varita abandona su mano.

Gira el rostro anonadado ante lo que acaba de presenciar. Su rival usó magia no verbal para despojarlo de su varita.

—Albus Dumbledore, eso es trampa —resopla ofendido tras ponerse de pie.

La risa cantarina de Albus resuena en sus oídos, comienza a acercarse claramente molesto hacia donde se encuentra el castaño rodando en el suelo; éste envuelve su estómago con sus brazos, ríe ruidosa y cálidamente sin control alguno. De sus ojos salen pequeñas lágrimas que no se preocupan por retirar. Cuando finalmente logra ponerse de pie el rubio los devuelve al suelo haciendos rodar.

—Dijiste que nada de golpes, Grindelwald —grita el ojiazul entre risas ahora provocadas por las manos del rubio sobre sus costillas—. Aléjate de mí.

Giran sobre el césped alejándose cada vez más del árbol.

—Usaste un hechizo no verbal, eso no estaba permitido.

—Pues debería mencionarlo en las reglas.

El rubio detiene los giros y se coloca sobre él, sentándose a horcajadas, aprisionandolo mientras sus manos se encargan de sujetarle las muñecas, evitando que se escape.

—No dijiste nada de hechizos no verbales —contraataca acomodándose sobre sus codos y levantando ligeramente el rostro sin percatarse de la poca distancia que lo separa del rubio hasta que su aliento le rosa los labios y éste los entreabre, provocando que su mirada se pose en ellos—así que gané. —Sonríe y pasa saliva pesadamente, sus ojos van a los del contrario para después volver a sus labios.

El rubio parece petrificado al notar la repentina cercanía cuando el tibio aliento del ojiazul se cuela en sus fosas nasales e involuntariamente recorre el rostro con la mirada, admirando la imagen que le regala de los rizos rojizos, despeinados por el juego, la mirada azul cielo. , las mejillas rosadas por el esfuerzo; Finalmente sus ojos se posan en los finos labios, admirando el leve tono color cereza.

Los dos corazones se acompañan en un ritmo frenético hasta que el rubio suelta las muñecas del castaño, se aleja lentamente y se permite tratar de regular su respiración. Tira de sus revueltos rizos antes de levantarse dejando confundido al de ojos color cielo.

Involuntariamente ambos están preguntándose qué sucederá después de esto porque aunque ninguno de los dos sepa con seguridad lo que el otro siente, no pueden ya negarse la recíproca atracción.

—Entonces, no se diga más, vamos por esa canasta, Al. ¿Necesitas ayuda?

—No, —carraspea desviando la mirada de la mano que le tiende el contrario— puedo solo gracias, mejor adelántate, busca tu varita y sirve el vino.

 

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El pop de la botella lo devuelve a la realidad y comienza a sacar la comida sobre la manta.

—No puedo creer que perdí ese duelo. No sabía que pudieras usar magia no verbal, Albus. Realmente me sorprendiste.

—Imagina dónde estarías si me hubiera esforzado —responde soltando una carcajada que llega hasta lo más profundo del rubio, revolviendo su estómago.

—Oye no seas tan malo, fue un duelo digno. De no ser porque eres un tramposo te habría ganado —responde pasándole un vaso con vino espumoso de manzana y dando un gran trago al suyo.

—Deja de dar excusas, Grindelwald, sabes que soy mejor que tú. —Muerde una fresa y un suave gemido sale de sus labios cuando el ácido sabor de la fruta inunda su boca—. Mmm... ahora ven aquí, quiero ver tu cara cuando pruebes las fresas. Están deliciosas, te vas a comer tus palabras.

El gesto de asco en el rostro de Gellert ilumina sin proponérselo la mirada de Albus, que se acerca lentamente hasta depositar la fruta en la boca del contrario mientras sus labios se curvan en una sonrisa.

 

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—Por todo lo que está bien en este mundo, Albus tenemos que volver con esa chica rubia.

Gellert se encuentra tumbado de lado comiendo la última fresa de la canasta, cuando termina de masticar chupa uno a uno sus dedos y vuelve la mirada llena de súplica al de cabellos rojizos sentados frente a él.

Albus sonríe suavemente de lado negando con la cabeza.

—Oh Merlín, esto es... magnífico, ¿por qué no me había obligado a probar esto antes, Al?

—Porque eres un obstinado, Gellert. En todo el camino no dejaste de pedirme que volviéramos por el pastel de calabaza.

—Si puedo tener más de estas no vuelvo a pedirte pastel. Creo que son lo más delicioso que he probado en mi corta vida.

—Eres imposible. Si quieres que volvamos con Lina a la pastelería debes aceptar probar cosas nuevas, aunque éstas provengan de algún muggle.

—Tú ganas, probaré cosas nuevas. Pero con una condición —tamborilea sus dedos sobre el muslo del contrario bajando la mirada.

El ojiazul frunce el ceño elevando una ceja al saber lo ocurrete que el otro mago puede ser pero decide seguir el juego.

—Te escucho—responde con una suave sonrisa.

—Iremos a un bar en el Londres mágico el próximo fin de mes. Habrá una noche de karaoke y después un concurso con shots de whisky de fuego, es en dos semanas. Tendré mi venganza porque definitivamente no me ganarás en ese.

El castaño lleva la mano a su barbilla finciendo considerar su elección.

—Mmm no lo sé, —resopla pesadamente— no suena exactamente como mi actividad favorita, además esa noche es luna llena, tenía planes para elaborar una poción que ayudará con sus síntomas a los hombres lob...

—Oh, vamos Dumbledore, no seas aguafiestas —interrumpe bruscamente el rubio, frunciendo el ceño con frustración ante la probable negativa del rizado que lentamente se cruza de brazos, muerde su labio inferior y sonríe, conocedor de que su plan para frustrar al rubio está funcionando—. Solo es una noche, si llegamos temprano podrás hacerla y si no la siguiente luna llena yo mismo te ayudaré a prepararla.

—No se diga más, acepta el reto, —responde extendiendo la mano para sellar el trato. El contrario la toma y ambos asienten— será divertido ver tu cara de sorpresa al perder dos veces contra mí.

Un quejido de molestia se le escapa al rubio que jala por el hombro al ojiazul desestabilizándolo lo suficiente para que abra los brazos permitiéndole llegar a sus costillas, desatando una tormenta de risas que se va apagando de a poco.

—Ahora por favor llévame a casa, Albus, comí tanto que podría rodar.

Las risas de ambos vuelven a hacerse presentes, esta vez con mayor intensidad, hasta quedar tumbados sobre la manta con lágrimas en los ojos, envueltos en una pequeña burbuja de felicidad.

 

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