Corbata de tweed, chaqueta de cuero

Harry Potter - J. K. Rowling
M/M
G
Corbata de tweed, chaqueta de cuero
Summary
Cuando tu jefe es un capullo, tu padre una persona a la que no quieres ver y tu ex novio anuncia que se va a casar con la mujer con la que te puso los cuernos solo te queda una solución: emborracharte en la cena de Navidad de la empresa.Y conocer al guapo fotógrafo con chupa de cuero. // O esto estaba pensado para ser un fanfic navideño, pero al final solo es un Remus periodista enamorándose de un Sirius fotógrafo.
Note
No tengo beta, morimos como los Merodeadores en el canon.Este trabajo también ha sido publicado en Wattpad por mi misma (VernicaCalvete). No copiar.No apoyo a JKR y sus opiniones de TERF.

 

 

 

 

* * * * * POV Remus* * * * *

 

Una pequeña gota de vodka mezclada con limón resbalo por su barbilla. No acostumbraba a beber vodka, él siempre había sido de whisky o del ron más barato cuando era adolescente, pero trabajar en uno de los periódicos más importantes de Reino Unido hacía que las “bebidas de la clase media” se convirtieran en coloridos cocteles llenos de ginebra o de vodka. Remus casi había tenido que pelear con la camarera para que no le echara a su bebida ningún tipo de bebida con colorante neón que no haría nada bien en su estómago. El efecto de esa bebida actuaria del mismo modo que si ahora se comiera un kebab…

Ojalá estuvieran aquí Lily o Mary, ellas le regañarían por ser tan escatológico, pero es lo que pasaba cuando estaba borracho y molesto. No es que estuviera molesto por estar borracho, o molesto porque estaba borracho, no: Remus estaba molesto y borracho, las dos cosas y puede que sí o puede que no tuvieran algo que ver una cosa con la otra.

Aunque la noche es joven, Remus no descartaba re-cenar un kebab y cagarse en la elegante puerta del dúplex de su ex novio cabronazo.

−¡Ah, Lupin! –Lo que le faltaba- Mi chico de las películas, ¿cómo te lo estás pasando?

Remus hizo un gran esfuerzo para girarse con una sonrisa increíblemente falsa en su rostro para mirar directamente a su jefe. Horace Slughorn estaba frente él rodeado de su horda de chupaculos, los botones de su traje granate (hortera) peleaban por no salir disparados debido a su enorme barriga, que unida a su bigote le hacía parecer una morsa elegante, como la del cuento de Alicia en el País de las Maravillas.

−Es una fiesta maravillosa, señor. –El Remus que entro a la facultad de periodismo con apenas 18 años se estaba retorciendo ante su hipocresía, sin saber que había aprendido a ser hipócrita debido a su experiencia como periodista.

−¡Mucho mejor que las de Gales, sin duda! –La broma, que no tenía nada de gracioso, hizo reír a Slughorn y a sus loritos seguidores, mientras que Remus luchaba para no tirarle su copa medio vacía de vodka con limón a la cara.

El recordatorio de que no había podido ir a Gales para las Navidades escocia. Aunque por lo general, sus visitas al pueblo al que había nacido acababan con él y su padre peleando, sobre todo en Navidades, cuando la ausencia de su madre se hacía más evidente y sus diferencias aumentaban, el hecho de que Remus se tuviera que quedar en Londres para pasar las fiestas con su escritorio lleno de trabajo y que encima el capullo de su jefe se regodeara en eso le daban ganas de convertirse en animal y destripar a Slughorn y a sus lamebotas y después bañarse en su sangre.

Sus mejores amigas estarían orgullosas de él: había pasado de ser escatológico a pensar como un psicópata de manual.

Lo bueno de sus pensamientos sangrientos es que le habían hecho desconectar de la charla (más bien monologo) estúpida que estaba teniendo su jefe, saliendo de su ensoñación cuando un flash le hizo ver estrellas de colores, lo cual hizo que se le revolviera el estómago. Maldito vodka…

−¡Nos vemos el lunes, Lupin! –Horace le dio una palmada en el hombro, seguida por otras diez de su grupito de imbéciles. Por cada palmadita, Remus maldecía internamente alguna de las mejores palabrotas que el idioma ingles y gales habían inventado.

−Eso sí que es cara de estar pasándoselo bien. –Dijo una voz ligeramente burlona.

Remus tardo unos instantes en darse cuenta de que era el fotógrafo el que estaba hablando.

Destacaba como un pulgar dolorido entre tanto periodista venido a más con sus trajes en rebajas (o quizás el único que llevaba un traje en rebajas era Remus, pero eso no importa). Tenía el pelo largo sujeto en un moño que dejaba escapar algún rizo, su chaqueta de cuero parecía de segunda mano y a Remus le pareció ver que debajo de la chupa llevaba una camiseta de alguna banda. En su oreja no cabía un pendiente más, todos en tono plata a juego con el piercing que llevaba en el medio de su labio inferior en forma de aro. Pero más que su bisutería, lo que más destacaba en esa cara angulosa y ligeramente pálida eran unos ojos tan grises y tan brillantes como el maldito flash de la cámara que llevaba en la mano (con uñas pintadas de morado, cabe añadir).

En resumen: era increíblemente guapo y era increíblemente el tipo de Remus. Pero si había algo en él que también era increíble es que se convertía en un imbécil cuando estaba borracho y encima quería ligar, aunque no es que ligara mucho (Lily y Mary no estarían de acuerdo con esta línea), él era más de los que se dejaban entrar. Así había sido como conoció a Robert. Una noche de fiesta, unas cuentas miradas y Robert había iniciado la conversación que les llevaría a tener una relación de dos años, un alquiler compartido y un futuro planeado.

Era una historia maravillosa que contar a sus futuros nietos, hasta que se enteró que Robert había conocido a Nancy de la misma forma en la que conoció a Remus cuando aún estaban juntos. Y se acostaron esa misma noche en el coche de Remus mientras Remus estaba peleando por teléfono con su padre porque el estúpido de su jefe no le había dado vacaciones para el cumpleaños de su madre y así visitar su tumba y deprimirse.

Remus, porque era estúpido, hubiese perdonado a Robert si solo hubiese sido una vez, pero no fue una vez y mucho menos iba a perdonar a su novio cuando le encontró follandose a Nancy en el sofá de su apartamento compartido. Y saber qué hace solo una semana Robert le había pedido matrimonio a Nancy en un viaje a Islandia con las auroras boreales de fondo le hacían querer ahogarse en su vaso de vodka.

−A lo mejor con otra copa no tendría esta cara. –Termino contestándole al fotógrafo, el cual soltó una carcajada que casi parecía un ladrido.

−Creo que has bebido demasiado, chico de tweed. –Ante la mirada evaluadora que le lanzo el fotógrafo, Remus tuvo ganas de retorcerse y arreglar precisamente su corbata de tweed amarillo- Aunque –Continúo hablando- No diría que no a una pinta.

−En esta mierda de sitio no sirven pintas, solo bebidas demasiado dulces. –Otra carcajada. Sin duda al fotógrafo le gustaba el humor seco y sarcástico de Remus, punto a su favor.

−Conozco un sitio donde venden cosas de calidad y donde me puedes contar porque esa cara de Grinch.

¿Estaba ligando? ¿Remus o el fotógrafo? Mierda, a lo mejor sí que iba un poco borracho y eso hacía que le costara entender en condiciones la conversación. La verdad es que no importaba mucho, porque Remus se bebió de un trago lo que quedaba de su copa y acepto irse con el fotógrafo con chupa de cuero.

−Por cierto, soy Sirius. –Dijo mientras salían del hall del hotel donde se celebraba la fiesta.

−Remus, encantado.

 

* * * * *

 

Diez mensajes sin leer en el grupo “Supergays”:

Lily:Remus????????

Lily:Sigues vivo???????

Mary:Si te han secuestrado di “Woody Allen es mi director de cine favorito”

Lily:O “estoy de acuerdo con que Toy Story 4 se llevara el Oscar”.

Mary:Las fiestas de empresa son peligrosas, te lo dijimos.

Lily:REMUS JOHN LUPIN

Lily:CONTESTA

Mary:COGE EL TELEFONO

Lily:Como te llame de nuevo y no me contestes estoy llamando a Scotland Yard

Mary:Y al gobierno, sabes que tenemos contactos

 

Por fin, el tono que Remus había asignado para Lily penetro en sus sueños y le hizo abrir los ojos, lo cual fue un grandísimo error.

Su lengua tenía el tacto de una suela usada de zapato y su cabeza dolía como si tuviera un oompa lompa dentro montando un musical con una taladradora y un martillo mecánico. Por no hablar de las náuseas, ffyc.

A ciegas estiro la mano hasta conseguir coger su teléfono, sorprendiéndole brevemente que su mano no se chocara contra la lámpara Saxhyttan que había comprado en Ikea solo porque a Mary le hizo gracia el nombre.

−¡Remus John Lupin! ¡¿Dónde estabas y porque no coges el maldito teléfono?! –Grito la voz de Lily Evans por el altavoz en cuanto descolgó la llamada, haciendo que soltara un ruido de queja ante el pinchazo en sus sienes.

−Por favor, no grites.

−¿Qué no grite? ¡¿Sabes lo preocupadas que estábamos?! Mary estaba buscando fotos para tus carteles de búsqueda.

−Lils, tengo demasiada resaca… -Se lamentó. Apreciaba la preocupación de sus dos mejores amigas, pero no podía aguantar una charla al estilo mamá gallina de Lily sin un vaso de agua y una aspirina- Deja al menos que consiga un poco de agua.

−¿Ah sí? –La voz de Lily sonó demasiado dulce- ¿Dónde vas a conseguir agua?

−Pago mis impuestos para tener agua del grifo. –Dijo sarcásticamente.

−No del grifo de tu casa, amadan, porque yo estoy en tu casa y aquí no estas.

−Claro que estoy en mi casa… -Remus hizo un gran esfuerzo para abrir los ojos, encontrándose cara a cara con un cuadro que claramente él no tenía en casa y no pertenecía a una de las colecciones de Ikea.

Era una pareja de dos hombres, claramente desnudos y acariciándose íntimamente (por no decir que uno estaba masturbando al otro) pintados en un fuerte color rosa fucsia que haría gritar a la misma Barbie. Las náuseas y el dolor de cabeza desaparecieron al momento del cuerpo de Remus para ser sustituidas por muchas alarmas, porque esa no era su habitación.

−No estoy en mi casa… −Murmuro, aunque Lily le escucho, porque resoplo a través del móvil.

–Muy bien, Sherlock ¿dónde narices estas?

Esa era una muy buena pregunta. Porque no solo estaba en una habitación desconocida, sino que su ropa estaba burlándose de él en una silla. Y es que un rápido análisis de su cuerpo le dijo que estaba en calzoncillos en una cama que no era suya.

−Oh, Fy Nuw

−¿Remus? –Dijo Lily por el teléfono, su tono de voz preocupado, mientras él entraba en angustia silenciosa- ¿Dónde estás?

–No tengo ni idea.

−Mary llama a la policía. –Remus quería decirle a Lily que no hacía falta, que no estaba herido y por tanto no tenían que llamar a la policía.

Seguramente sus pocas neuronas no borrachas se habían encargado de conseguirle un hotel con una opción de cuadros para sus habitaciones un poco extrañas, pero su teoría se fue a la basura cuando vio que en la mesilla de donde había cogido su teléfono móvil había un pequeño trozo de papel con una caligrafía curva sacada de la mejor adaptación de Jane Austen donde ponía su nombre.

Con manos temblorosas y esperando que en la nota pusiera que le habían extirpado un riñón de manera ilegal, la abrió y empezó a leer.

 

Remus,

Espero que la resaca no te esté matando ahora mismo, porque lo único que puedo ofrecerte para combatirla es un poco de té de jengibre (cajón número tres al lado de la nevera, tetera en el armario justo arriba).

Le prometí a mi amiga que le entregaría las fotos por la mañana, así que no creo que pueda estar contigo para el desayuno. Aun así, si no entras en pánico, puedes esperarme hasta que vuelva, mi casa es tu casa. O bien entrar en pánico, irte, recuperarte de la resaca y llamarme (603111958). También te dejo una tarjeta del salón de Reg (Mi hermano), por si acaso: si no contesto a mi móvil, seguro que estoy allí.

Con amor, Sirius

P.D: No parecías mal tipo anoche, pero si eres un ladrón no te lleves la Play Station, por favor

 

Los recuerdos llegaron a Remus de manera arrolladora. Una carcajada que parecía un ladrido, una chupa de cuero gastada con olor a colonia, un pub con música indie y unos besos de los cuales no podía casi recordar nada.

−Sirius…

−¿Qué? –Remus se había olvidado que tenía a su amiga pelirroja al teléfono.

−Dime que no has llamado a la policía.

−Explícate, Lupin.

−No estoy secuestrado, simplemente… -Remus sabía que le estaba empezando a crecer un sonrojo en las mejillas- Me fui con alguien a casa anoche. Bueno, a su casa, no la mía.

Hubo silencio al otro lado del teléfono antes de que una maldición en irlandés, la cual haría sonrojar a un pirata, se escuchará junto a una risa que claramente pertenecía a Mary.

−Voy a matarte, ¿me escuchas Lupin? Y me desharé de tu cadáver, lo juro.

−Perdón.

−Podrías haber escrito que estabas echando un polvo borracho y así no estaría a punto de escupir mis tripas de la preocupación.

Sirius no se había equivocado: estaba entrando el pánico. Y dejando de lado como una persona que conoció ayer en la fiesta de Navidad de su empresa le podía conocer tan bien, Remus tenía que moverse, no podía quedarse aquí, en una cama que no era la suya y medio desnudo.

−Lily, te llamo luego.

−Más te vale. Queremos detalles.

−Sí, luego os cuento. –No dejo que Lily se despidiera, porque corto la llamada en cuanto termino de hablar.

Se puso de pie un poco tambaleante y, muerto de vergüenza y esperando que Sirius no fuera un loco que tenía cámaras espías en su cuarto, se metió la mano en los calzoncillos. Nada al tacto le dijo que había tenido sexo, es más, se conocía la suficiente y confiaba en su buen juicio para que no hubiese hecho nada sexual con Sirius. Unos besos vale, pero más no, básicamente porque era muy triste no recordar exactamente muy bien unos besos ¿pero un polvo? Ni en las peores comedias pasaba eso.

Así que, intentando controlar su pánico lo mejor posible y no vomitar por la resaca en una casa que no era suya, se vistió en tiempo récord con el traje que llevaba anoche, aunque no consiguió encontrar su maldita corbata. Dándola por perdida, decidió que ya se compraría otra si la necesitaba y se dispuso a huir de allí como si acabara de robar un banco.

Solo cuando fue a recoger las llaves de su casa, que estaban también en la mesilla, se quedó unos segundos mirando la nota y la tarjeta negra y plateada de “Ink Star Tatoo” que le había dejado Sirius para que se pusiera en contacto con él.

Remus tenía dos opciones o irse sin mirar atrás y olvidarse del guapo fotógrafo, siendo objeto de bromas por parte de sus amigas de lo que había pasado, o se guardaba la tarjeta y la nota, se tomaba un día completo para lamentarse y decirse que no volvería a beber y llamaría a Sirius.

Y aunque se burlara de las comedias románticas navideñas, a Remus le gustaban, así que, obviamente, se guardó la tarjeta y la nota en el bolsillo.

 

* * * * *

 

Tres días. Eso fue lo que tardo Remus en asumir lo que paso aquella noche y en ahogar su pánico en chocolate y en una buena conversación en la que Mary y Lily le convencieron para que se pusiera en contacto con Sirius.

−¿Qué puede pasar? ¿Qué sea un imbécil? –Dijo Mary mientras los tres estaban apretujados en el sofá de la casa de las chicas- Pues le dices “gracias por cuidarme en mi borrachera y por esos besos, pero no”.

Mary lo hacía parecer muy fácil, pero si Remus se había tomado tres días era por algo. Para empezar por el pánico, siendo seguido por la vergüenza de que el alcohol había hecho que hubiera lagunas, y para terminar más vergüenza cuando Remus, revolviéndose los sesos, había conseguido recordar algunas cosas de esa noche. Cosas que eran buenas. No solo había habido besos, también conversaciones interesantes y mucho tonteo por parte de ambos.

Así que, eso le dejaba a Remus con la única opción de llamar a Sirius. Y lo había intentado, claro que sí, pero cada vez que iba a la información de contacto del chico se quedaba en blanco ¿Qué iba a decir? ¿Y si su voz sonaba rara por teléfono? ¿Y si Sirius se hubiese olvidado de él? ¿Qué pasaba si era un número falso y le habían gastado una broma? Remus odiaba esta inseguridad que estaba seguro no tenía hasta que Robert fue una rata traidora.

Es más, Remus casi se planteó no hacer nada y olvidarse definitivamente hasta que Mary, harta de verle con “cara de perro apaleado” (palabras textuales), le convenció para no llamar a Sirius, pero si para ir al estudio de tatuajes del hermano de Sirius, ¿por qué porque no? Mary lo hizo parecer como una gran idea… Hasta que Remus estuvo en frente de la puerta.

El nombre del salón, “Ink Star Tatoo” estaba pintado en color verde en la ventana, unas astas de ciervo rodeaban la tipografía que le recordaba a como Sirius había escrito su nombre en la nota que le había dejado. No se podía ver el interior desde fuera, y Remus no quería asomarse y parecer un poco desquiciado, aunque estar más de dos minutos parado en la puerta sin entrar no le estaba haciendo mucho bien a su imagen.

Así que, sin ser creyente, se santiguo mentalmente, conto hasta diez, tranquilizo su respiración y entro al salón.

Remus no era un experto en decoración de salones de tatuaje, pero había acompañado a Mary y Lily por lo menos a tres y todos eran extremadamente similares: mucho negro, mucho rock and roll y muchas fotos de tatuajes enormes en espaldas, pechos, brazos y piernas decorando las paredes. “Ink Star” no se parecía en nada a esos salones. Las paredes eran blancas y todas estaban decoradas con pequeñas esculturas y cuadros coloridos que nada tenían que ver con los tatuajes. En una pared había un enorme sofá repleto de cojines, y en frente de él había una mesa echa con pales pintados en rosa y verde, a juego con el neón que estaba frente al mostrador donde estaba Sirius.

No se esperaba estar frente a frente al chico tan de repente, porque Remus no estaba muy seguro de lo que decir, haciendo que se quedara paralizado en la puerta, como un conejo frente a un lobo.

Pero entonces, “Sirius” alzo la cabeza y dejo en claro que esa persona no era Sirius, pero se parecía mucho. Pese a que su cabello era negro, largo y rizado y sus rasgos faciales igual de angulosos, sus ojos, a esa distancia, parecían verdes y no había ningún piercing en su labio inferior.

−Buenas, ¿tenías cita? –Dijo el casi clon de Sirius con una voz que tampoco se parecía a la de Sirius.

−Yo… Esto… −Una ceja negra y partida se arqueo ante su tartamudeo- Estoy buscando a alguien. –Su voz sonó algo aguda por la rapidez con la que hablo, lo que le hizo hacer una pequeña mueca y a que esa ceja se arquera aún más.

−Si buscas a James vendrá dentro de unos instantes, ha ido a por café. –Dijo el otro chico antes de volver a mirar lo que, ahora Remus se fijaba, tenía pinta de ser un cuaderno de bocetos.

−No sé quién es James, buscaba a Sirius.

La mirada verde o azul, ahora Remus no estaba muy seguro porque parecía cambiar según la luz, se volvió a alzar para mirarle fijamente de una manera que Remus tuvo la tentación de esconderse detrás de algo.

−¿Eres Remus Lupin? –Remus asintió, pues estaba seguro de que si hablaba ahora le saldría un gallo- ¿Remus Lupin el periodista borracho? –Remus hizo una mueca.

−Es la peor definición que han hecho de mí en años, y eso que fui un niño gay en una escuela pública del Gales rural. –El chico en el mostrador alzo ligeramente un lado de la boca, como una pequeña sonrisa divertida que rápidamente desapareció.

−Sirius también hablo de lo sarcástico que podías ser. Le llamare, puedes sentarte.

Lo único que Remus capto de esa frase fue que Sirius le había hablado a alguien de él. A alguien que, ahora que lo pensaba bien era claramente su hermano, aunque no era capaz de recordar su nombre. Algo con “r” que esperaba no fuera Robert, sería una coincidencia horrible.

−Gracias…

Remus se sentó en el sofá, el cual era muy cómodo y desprendía un olor muy agradable a cítricos para tener una sensación de deja vu cuando se fijó bien en los cuadros que decoraban las paredes. Al igual que el que tenía Sirius en su habitación, estos mostraban a parejas en diferentes poses sexuales con vivos colores del arcoíris. Remus intento luchar contra el sonrojo, no quería quedar como si fuera una virgen ante el hermano tatuador de Sirius.  

−Estos no están en venta. –Intervino el hermano de Sirius, que tenía su móvil en la mano, pero no apartaba la mirada de Remus- Pero los de detrás de ti sí, los pinta mi marido.

Remus miro por encima del hombro para ver cuadros del mismo estilo, sus ojos captando uno donde una pareja de dos hombres, uno de ellos muy parecido al chico con el que estaba hablando, era chupado ahí abajo, por otro hombre con cabello rizado y gafas. Ahora sí, Remus estaba sonrojado.

Sonrojo que no disminuyo cuando el otro empezó a hablar por teléfono en francés con, Remus suponía que era, Sirius. Por supuesto Remus no recordaba que Sirius sabía hablar francés, lo cual era otra cosa de la lista de cosas que le gustaban de Sirius. La llamada no duro mucho, y después de colgar, lo único que volvió a decir el hermano de Sirius fue que Sirius estaba en camino. No dijo si iba a tardar, ni nada más, solo que venía. Lo cual no hizo nada por tranquilizar a Remus, que de vez en cuando notaba alguna que otra mirada del tatuador en su dirección mientras la suya propia no sabía a donde mirar porque esos cuadros le ponían ligeramente nervioso.

La puerta se abrió y otro hombre entro en el salón mientras tatareaba una canción y llevaba dos cafés en una pequeña bandeja de cartón. Era casi tan alto como Remus, y eso que Remus era alto, su piel era morena, haciendo que su pelo negro y rizado destacara del mismo modo que sus gafas y pendientes dorados. Debajo del abrigo se adivinaba un jersey rojo que iba a juego con las manchas del mismo color que manchaban sus vaqueros (Remus no estaba seguro si eran un accidente o moda) y unas botas que parecían de cowboy (esto si era moda, pero Remus no iba a fingir que la entendía)

−He vuelto, amor mío. –Las últimas palabras fueron dichas en español mientras entraba como si fuera el dueño del lugar en el salón, la mirada fija en el hermano de Sirius.

−Tenemos visita. –Dijo el chico, lanzándole una mirada ligeramente burlona a Remus y haciendo que el chico de gafas de mirara.

−Oh… −Una amplia sonrisa en la cara del chico de cabello rizado hizo que aparecieran hoyuelos en ambas mejillas- ¿Vienes a tatuarte con Regie? –A Remus no le dio tiempo a responder, porque Regulus respondió por él.

−Es Remus, el periodista de Sirius.

Remus iba a negar que él fuera “el periodista de Sirius”, con periodista a secas estaba bien, pero un gritito salió del chico de gafas, haciendo que diera un pequeño brinco en el sofá debido a la impresión que le dio, pues no se lo esperaba.

−¡Madremía! ¿Remus Lupin? ¡He escuchado tanto de ti! –El chico se acercó rápidamente hacia él y le ofreció una mano como saludo- James Potter, mejor amigo de Sirius y esposo del mejor tatuador de Londres –Señalo al chico en el mostrador, que sin duda se lo estaba pasando en grande ante la explosión verbal de su marido- ¡Tienes a Sirius enamoradito perdido! ¿Entonces eres el que escribe sobre cine en El Profeta?

James Potter le estaba dando mucha información y muy rápidamente, haciendo que Remus se sintiera un poco agobiado, haciendo que solo pudiera responder a la ultima pregunta.

−Sí, escribo en la columna de… −Pero James no le dejo seguir, porque intervino, a la vez que saltaba prácticamente por encima de la mesa de pales para sentarse al lado de Remus.

−El Profeta es una mierda, prefiero El Quisquilloso, que lo llevan Pandy y Xeno ¿Les conoces? Seguro que Sirius te hablo de ellos ¿Te hablo de mí? ¿Y de Regulus? ¿Y de Marlene y Dorcas? ¿O quizás de Frank y Alice? –Definitivamente, eran demasiadas preguntas.

Mon soleil, cálmate. –Intervino el que Remus suponía que era Regulus, saliendo del mostrador- Le estas agobiando un poco.

−Oh. –James le sonrió a Remus como una pequeña disculpa- Tengo TDAH, así que a veces puedo ser demasiado.

−No eres demasiado. –Discutió rápidamente Regulus, con el ceño ligeramente fruncido. Remus no sabía si James había escuchado a su pareja o no, porque volvió a girarse hacia Remus.

−¿Sabe Padfoot que estás aquí?

−¿Padfoot? –Pregunto Remus, lo cual hizo que James sonriera ampliamente de nuevo y se lanzara de cabeza a contarle a Remus la historia de cómo James Potter había conocido a Sirius Black.

 

 

 

 

 

 

 

* * * * * POV Sirius * * * * *

 

Le gustaba hacer fotografías, eso era un hecho, pero no le gustaba cuando tenía que hacer este tipo de fotografías.

Por lo general era Marlene quien se encargaba de los eventos y Sirius el que se quedaba en el estudio, pero Marlene había tenido una gripe horrible, así que le había tocado a él hacer de tripas corazón e ir al St. Ermin’s Hotel para fotografiar a los aburridos tipos de El Profeta.

Y, por supuesto, Sirius se estaba aburriendo muchísimo. No sabía cómo Marlene podía aguantar con su cordura a salvo en estos eventos, porque él, a la segunda foto a tipos trajeados, ya quería colgarse de la araña de cristal. Suponía que los cocteles ayudaban, pero él nunca había sido de cocteles, lo cual era una cosa más para odiar estas fiestas.

Pero el motivo principal por el que Sirius odiaba estas fiestas es porque le recordaban demasiado a las fiestas a las que le arrastraron sus padres cuando era niño, utilizándole a él y a Regulus como trofeos para mostrar lo buenos, inteligentes y guapos que eran los herederos de la casa Black. Su disforia atacaba cuando pensaba en esos momentos, haciendo que Sirius tuviera ganas de meterse en una ducha de agua muy caliente para quitarse la extraña sensación que tenía en el cuerpo. Algo que sin duda hubiese hecho cuando era más joven, o mejor dicho A.J.P., es decir: “Antes de James Potter”.

Sirius y James no estaban destinados a ser amigos, siendo ambos de diferentes extractos sociales. Sirius había crecido en mansiones de Londres con su padre banquero y su madre ama de casa; James en una auto caravana recorriendo el mundo con sus padres documentalistas. Sirius había ido a los mejores colegios que el dinero podía pagar; James no habría podido entrar a Hogwarts sino fuera por la beca que recibió por su talentosa habilidad con la pintura. Lo demás, como se suele decir, fue historia. James necesitaba un amigo que no se burlara de su TDAH, Sirius necesitaba a alguien que le viese a él y no a la persona que era antes. Así que James empezó a ser Prongs y Sirius se convirtió en Padfoot.

Fue gracias a James, aunque sobre todo a Euphemia y Fleamont Potter, sus padres, que Sirius conoció la libertad de retratar el mundo detrás de una cámara. Y, por supuesto, a dar los pasos necesarios para convertirse en el hombre que era hoy y a llevarse a Regulus de esa casa de pesadilla. Ciertamente, nunca estuvo en sus planes que su mejor amigo y su hermano pequeño terminaran casados y regentando un estudio de tatuajes donde vendían las obras de James y Regulus dejaba crecer su creatividad con los tatuajes que hacía. Aunque rápidamente aprendió a ver las ventajas de que sus dos personas favoritas del mundo mundial estuvieran juntas (lo que no le gustaba ver tanto eran los autorretratos que James hacía de Regulus y de él teniendo sexo).

−¡Chico, haznos una foto! –Pidió un hombre con un bigote de morsa. Sirius puso su mejor cara de “soy profesional, estoy trabajando y, por tanto, no voy a mandarte a la mierda” y se preparó para sacar otra foto más a otros tipos con traje caro que se creían superiores por llevarlos.

Pero su mirada se clavó en uno de los hombres que tenía en su rostro una mirada de “yo no quiero estar aquí”, muy semejante a la que Sirius llevaba hasta hace unos instantes.

No llevaba un traje caro como sus colegas, y la corbata amarilla de tweed no combinaba del todo bien, pero eso no importaba porque era increíblemente atractivo. No tenía una belleza común, sino más bien era de esos hombres que ves, te gustan y no sabes exactamente porque, como Mads Mikkelsen o Matt Smith (hombres pertenecientes a la lista de Sirius de “Me los follaría y les llamaría daddys”). Tenía una buena mata de rizos castaños con destellos rubios, destellos que también parecían salir de sus ojos, porque la mejor forma de definir el color de sus iris era el ámbar, como esas piedras de Jurassic Park.

Puede que “desconocido con tweed” hubiese saltado unos puestos en su lista de “me los follaría y les llamaría daddys”, porque sin duda, Sirius hizo la foto pensando en él, no a los hombres que le rodeaban. Ese también fue el motivo por el que Sirius se quedó después de hacer la foto y no huyo como había estado haciendo durante todo el evento hasta que le pidieran una foto más. Tenía la necesidad de hablar con el desconocido, porque Sirius no desaprovechaba una oportunidad, y aunque fuera una charla sin sentido, la tendría, al menos así podría decir que su noche no había sido una completa mierda.

−Eso sí que es cara de estar pasándoselo bien. –Quizás no era lo mejor que decir, si lo pensaba, pero los ojos dorados rápidamente se enfocaron en él, y aunque estaban ligeramente borrosos por un principio de borrachera, estos le recorrieron de arriba abajo.

Si Sirius tuviera orejas de perro (animal con el que sus amigos le comparaban muchísimo y de donde venía su mote) estas estarían en punta y dirigidas al “desconocido del tweed”, ¿eso era interés?

−A lo mejor con otra copa no tendría esta cara. –Sirius no pudo evitar la carcajada que salió de su boca porque, claramente, eso era interés. Puede que al final le agradeciera y todo a Marlene por coger la gripe.

−Creo que has bebido demasiado, chico de tweed. –Porque la voz era un poco espesa, pero, como se había explicado antes, Sirius no se negaba a las oportunidades- Aunque no diría que no a una pinta.

−En esta mierda de sitio no sirven pintas, solo bebidas demasiado dulces. –Otra carcajada. Le gustaba la sinceridad del tipo.

−Conozco un sitio donde venden cosas de calidad y donde me puedes contar porque esa cara de Grinch.

A lo mejor estaba yendo demasiado rápido, y casi seguro que no había hecho las suficientes fotos (lo que significaba que Marlene le mataría mañana), pero si el chico de tweed aceptaba tomar unas pintas, parecía buen tipo y no resultaba ser un transfobo, Sirius esperaba acabar la noche teniendo sexo con un chico muy guapo. La Navidad se había adelantado.

−No puedo conducir. –Dijo el de ojos ambar.

−No pasa nada, tengo mi coche, yo conduzco. –Sirius resolvió rápidamente y casi se puso a hacer un baile de la victoria cuando el chico de tweed acepto con un asentimiento y tuvo la desfachatez muy sexy de terminar su copa de un trago. Dios, Buda, quien sea, que no sea transfobo, por favor.

Olvidando sus ganas de follar y recordando que lo normal en estos procesos es preguntar el nombre, Sirius decidió presentarse mientras salían uno al lado del otro del hall del hotel.

−Por cierto, soy Sirius.

−Remus, encantado.

 

* * * * *

 

Sirius le mando un mensaje a James en cuanto Remus desapareció por la puerta del baño.

Prongs, estoy jodido, me he enamorado

Y James, demostrando que a veces podía ser un amigo deficiente, solo le contesto con el sticker de la mascota del mundial de Qatar, la banderita del orgullo y una interrogación.

Pero ciertamente, Sirius estaba jodido porque no llevaba ni dos horas en una cita improvisada con Remus Lupin y a Sirius le gustaba mucho.

Se dedicaba a escribir la columna sobre cine de El Profeta, lo que le hacía un verdadero friki sobre el tema, pero un friki de los buenos, no de los que te juzgan porque no has visto una película italiana de cinco horas en blanco y negro. Incluso compartían opiniones sobre algunas películas (Sirius le podría haber chupado la polla en el momento en el que Remus defendió que Steve Rogers era muy claramente bisexual).

Luego estaba el acento de Remus, que hacía que Sirius quisiera agradecer a la patria galesa mil veces, y que unido al humor sarcástico y algo seco del chico hacían que algo se retorciera de manera muy agradable en sus tripas.

Y aunque Sirius quisiera saber todo sobre Remus, Remus le pregunto sobre él. A que se dedicaba, mostrando interés por el tipo de fotografías que hacia Sirius en el estudio que tenía en custodia compartida con Marlene, lo que a su vez le llevo a hablar de su “familia”.

Sirius no hablaba mucho de su familia biológica más allá de su hermano Regulus, su tío Alphard y la familia de su prima Andrómeda; pero a lo largo de los años, se había encargado de formar la suya propia con sus amigos: James, Marlene, Dorcas, Peter, Alice y Frank. Incluso a su propio sostén de amigos se unió el grupo de amigos de Regulus cuando quedo claro que la relación de James y su hermanito era para toda la vida (y más le valía a Prongs, porque si no Sirius le hubiese asesinado), así que Evan, Barty, Pandora y el marido de esta, Xenophilius, también se convirtieron en familia.

A su vez, Remus le hablo de su padre, con el que tenía una relación tirante (Sirius sabía muy bien lo de tener relaciones difíciles con los padres), sobre su madre (quien pese hacia años había fallecido aun le llenaba los ojos de lágrimas), y sobre sus dos mejores amigas, Mary y Lily, que a su vez era parejas, y eso les convertía, en palabras de Remus, en los “supergays”.

Habían sido esas palabras lo que habían hecho que Sirius pidiera ayuda (sin recibirla) a James, porque Remus había dejado claro que era gay, pese a que no había hablado de ninguna relación previa, y llevaba a que Sirius, como muchas otras veces, se planteara su discurso. Estaba acostumbrado a tener que aclarar que, pese a que externamente se viera como un hombre, ahí abajo no tenía un pene, lo cual era un problema para muchos gays falocéntricos e imbéciles que se había encontrado a lo largo de su vida sexual. Así que había llegado el momento de que Sirius le dijera a Remus que era un hombre trans.

Podían pasar dos cosas: o que Remus se quedara (por favor, por favor, por favor) o que Remus se fuera y Sirius tuviera que ir a deprimirse al apartamento de su amigo y su hermano hasta que conociera a otra persona y tuviera que repetir el mismo proceso de nuevo.

Así que, y porque Sirius no era de los que se andaba por las ramas, en cuanto Remus volvió del baño, soltó la “bomba”.

−Oye, Remus. –Los ojos de color ámbar se clavaron en los suyos grises- Antes de seguir hablando creo que tendría que aclarar algo sobre mí.

Remus entrecerró ligeramente los ojos.

−No eres gay.

−¡Si soy gay! –Las palabras de Remus casi le ofendían- Soy muy gay, tan gay como Poe Dameron. –Remus se rio por esas palabras, lo cual le hizo pedir a Sirius otra vez que, por favor, no se fuera- Soy gay, pero… −“Las verdades duelen, pero desinfectan” solía decir Euphemia- Pero también soy un chico trans. Y no sé si eso es un problema para ti.

Remus siguió mirándole fijamente, lo que hizo que Sirius estuviera tentado a decirle que apartara la mirada, que dejara de mirarle y que dijera algo, porque odiaba esta incertidumbre.

−Estoy muy borracho para follar esta noche.

¿Qué?

−¿Qué? –Ahora era él quien miraba fijamente a Remus, sin estar seguro de si Remus le había escuchado correctamente o si estaba más borracho que una cuba- ¿Me has escuchado?

−Sip. –Remus marco exageradamente la “p”- Por eso te digo que no puedo follar contigo esta noche, pero me encantaría.

−Oh…

Era la respuesta más ridícula en la historia de respuestas ridículas, pero es que Sirius no se esperaba para nada ese racionamiento de Remus.

Remus quería follar con él. A Remus, gales, friki, gay, con una corbata horrible de tweed amarillo, quería tener sexo con él porque no le importaba que Sirius fuera un chico trans. Y aunque Sirius quería que esto pasará, se quedó un poco de piedra ante los ojos dorados de Remus (que ojos más bonitos tenía, el cabrón). Es más, sino hubiese sido por la mano de Remus colándose en su chaqueta, tocándole, y sacando las llaves del coche, Sirius no hubiese reaccionado.

Es más, todavía estaba un poco embobado cuando Remus, en un movimiento muy rápido para lo borracho que iba, le empotro (porque no había otra definición) contra el capo de su coche y le beso.

No fue un beso amable, ni mucho menos, fue uno de esos besos devoradores de almas, que pese a que notas que te falta el aire necesitas más, y más, y mucho más. Sirius paso del desconcierto a casi arrancarle la corbata a Remus mientras este recorrió con su boca la de Sirius como si fuera un mapa. Mère de Dieu, que jodido estaba.

Aunque, más jodido, y en un ámbito relacionado con el alcohol, estaba Remus, que dejo en claro que no podía tener más actividades que unos besos porque casi hace que los dos se caigan cuando perdió el equilibrio. De ahí, fue en caída, y Remus se convirtió en una persona muy borracha, muy dormida y tan poco habladora que Sirius no tuvo más remedio que llevarle a su apartamento porque no tenía ni idea de donde vivía Remus.

Lo único que dijo Remus fue que no iba a entrar en pánico, que necesitaba cargar su móvil y que el cuadro en la habitación de Sirius (regalo de James) era muy rosa y muy gay, a lo que Sirius le tuvo que dar la razón.

¿Sirius que hizo? Sirius se dio una ducha de agua fría, se puso su pijama y se acostó al lado de un muy dormido Lupin, rezando a quien sea para que esas mariposas que estaban saliendo en su barriga no se murieran.

 

* * * * *

 

Sirius iba a contratar a un exterminador. Le iba a pedir alguno de sus “puf-pufs”, se lo iba a meter en la boca e iba a matar a las jodidas mariposas de su estómago que habían surgido por culpa de Remus Lupin.

Tres días. Tres jodidos días.

En otra situación, Sirius se hubiese emocionado en el primero, deprimido en el segundo y superado en el tercero. Pero no.

Sirius se había emocionado en el primer día. Se había levantado con un Remus babeando su almohada y muy despeinado y le había encantado, así que, triste porque tenía que salir de la cama, le había dejado una nota, cubriendo sus bases. Para empezar, que Remus no entrara en pánico era importante. Sirius no quería que se arrepintiera o estuviera cabreado y que en venganza le destrozara la casa o le robara. En segundo lugar, le dio su número de teléfono, esperando que le llamara, e incluso le dio una tarjeta del sitio de tatuajes de Regulus porque era mucho más probable que alguien contestara a la llamada que si le daba el número del estudio de fotografía. También le dio la opción de quedarse en casa a esperarle (era la opción favorita de Sirius). Pero de todas, Remus había optado por la de entrar en pánico, y aunque no le robo ni le destrozo nada, había desaparecido.

Eso no desilusiono a Sirius, que le conto a todos sobre el chico que había conocido esa noche. Sus amigos tuvieron diferentes tipos de reacciones: James empezó a planear sobre cómo convencer a Remus de que le dejara pintarle, porque, por supuesto, tenía que pintar al futuro novio de Sirius; Marlene le regaño por pensar con su libido y hacer tan pocas fotos del evento; Pandora, por otro lado, le propuso hacer un amarre, ya que Remus se había dejado su corbata de tweed en el coche de Sirius; Barty y Evan, horribles como eran, querían saber con lujo de detalles como había sido el polvo, para después burlarse de él cuando confeso que no habían tenido sexo.

El caso es que esa emoción siguió durante el segundo día, unida a una gran fijación por tener su móvil siempre a la vista por si un número desconocido le llamaba. Y aunque Sirius estaba un poco decepcionado cuando el día paso y no recibió ni una llamada de Remus y eso tendría que haberle llevado a la parte deprimente de una relación que pudo ser y no fue, eso no paso, porque al tercer día, Sirius seguía tan emocionado con Remus Lupin que hasta pensó en otro plan.

El plan de Sirius consistía en presentarse en las oficinas de El Profeta, hacerse pasar por un tipo importante y preguntar por Remus Lupin para que le llevaran a su oficina y utilizar la maldita corbata de tweed para agarrarle a la mesa y montarle como si fuera un vaquero en esas películas del oeste que sin duda Remus había visto.

Para su desgracia, Dorcas, la realista novia de Marlene, le dijo que ese plan era una mierda. Así que Sirius estaba empezando a planear otro donde convencía a Frank y Alice, ambos policías, para que hackearan de manera muy ilegal sus bases de datos para conocer todo sobre la vida de Remus y presentarse en la puerta de su casa para atarla a la cabecera de la cama con la corbata de tweed y montarle como si fuera un vaquero en…

Las vibraciones en su teléfono le hicieron salir de su ensoñación, haciendo que las fotos que estaba revisando se desordenaran en la mesa por sus prisas por querer coger su teléfono. Oh, dios mío, y si era… Regulus.

Dime. –Sin duda su voz sonó quejosa por el teléfono. Estaba encantado de hablar con su hermano pequeño, pero esperaba que fuera Remus.

Cuanta emoción, hermano. –Dijo Regulus en francés. Era una de las cosas que mantenían de su familia biológica, el hablar en francés entre ellos.

No estoy de muy buen humor, Reg, ¿qué necesitas?

Yo nada, pero tengo alguien en el estudio que te necesita.

¿Y por qué James no me ha llamado con su teléfono? –Pregunto mientras distraídamente intentaba ordenar de nuevo las fotos.

No es James. –Su hermano sin duda se lo estaba pasando muy bien, se le notaba en el tono de voz- Pero tengo un periodista que te necesita porque quiere verte.

¿Qué haces con un periodista? –Fue tras el resoplido de su hermano a través del altavoz que los cables en el cerebro de Sirius hicieron la conexión correcta. Un periodista, en el estudio de Regulus…- ¿¡Remus está en el estudio!? –Había pasado a preguntar en ingles sin darse cuenta, saltando de su silla y haciendo que las fotos se volvieran a desordenar. Que le den a las fotografías.

Sí, y esta mirando demasiado fijamente los cuadros de mi marido ¿crees que quiere posar para él?

Regulus Arcturus Potter, como le asustes, te corto los huevos. –Amenazo mientras corría hacia el perchero para coger su chaqueta de cuero. Su hermano soltó una risita a través del teléfono.

Deberías venir rápido entonces.

Regulus no se lo tenía que decir dos veces, porque Sirius ya había colgado y se había puesto su chaqueta mientras maldecía el momento en el que esa mañana decidió que no le apetecía coger el coche. Ahora tenía que coger un Uber o un taxi, con suerte no habría mucho tráfico, y presentarse en “Ink Star” donde James y Regulus estarían torturando a Remus con historias increíblemente humillantes sobre él.

Y pese a sus prisas, Sirius tuvo que volver al estudio tan solo después de haber dado dos pasos apresurados en la calle, teniendo que volver a la zona del despacho donde había guardado la corbata de tweed.

 

 

 

 

 

 

 

* * * * * POV Remus * * * * *

 

James Potter era una persona peculiar, decidió Remus. Hablaba mucho y muy rápido, intercambiando el inglés con frases y palabras en español (“es que mamá es cubana”), moviendo mucho sus manos, y solo parecía tomarse respiros cuando Regulus, su marido (“es mi media naranja, mi alma gemela”), intervenía suavemente.

James le hablo de todo. De cómo había conocido a Sirius en el colegio y por tanto también a Regulus, de que su amigo Peter tenía un restaurante y odiaba la textura del merengue, de que Marlene y Dorcas eran las lesbianas más poderosas que había conocido, que Evan y Barty podían conseguirle desde marihuana hasta un horno nuevo, que Pandora podía limpiarle las energías y Xenophilius hacerle un análisis de sangre, y de que una vez Frank le puso unas esposas por decirle a su novia Alice que la podría pintar desnuda. James también le hablo de sus cuadros y su arte, y al igual que había hecho con esa tal Alice, le propuso a Remus que posara desnudo unas cinco veces, haciendo que Remus se pusiera rojo cinco veces y que Regulus casi se meara en los pantalones de la risa la misma cantidad de veces.

Obviamente, James también le “exigió” que hablara sobre sí mismo, y aunque Remus se consideraba una persona tímida, había algo en la persona de James Potter que hacía que te abrieras a él. Aun así, Remus tuvo cuidado de lo que decía, porque Regulus le observaba como un halcón a un ratoncito, y estaba seguro de que algunas de sus palabras irían directamente a Sirius.

Es más, pese a que Remus no había olvidado que estaba sentado en el sofá de “Ink Star” porque quería hablar y ver a Sirius, cuando este entro como un huracán por la puerta, su cabello negro suelto y un poco despeinado por el aire y su nariz roja por el frio de diciembre, a Remus se le ahogaron las palabras en la garganta y su corazón dio un vuelco.

Y al momento, sus ojos se encontraron, haciendo que Remus recordara de golpe lo muy atractivo que le parecía Sirius y que había tenido muchas ganas de encontrarse de nuevo.

−Sirius…

−Remus…

−¡Padfoot! –Intervino James, quien prácticamente vibraba en el sofá- Has tardado un montón.

−Había tráfico. –La mirada gris de Sirius no se separó del rostro de Remus.

−Estábamos hablando… −Remus vio por el rabillo del ojo como Regulus le hacía un gesto a James para que se callara- O quizás queréis hablar los dos solos.

−No estaría mal. –Dijo con un pequeño toque de burla Sirius.

−Estaremos en la parte de atrás. –Dijo Regulus, antes de coger a James de la mano y arrastrarlo a otra habitación.

−¡Piénsate lo de posar, Remus! –Grito James antes de que se escuchara un pequeño portazo, dejando a Sirius y a Remus solos.

−¿Vas a dejar que James te pinte? –Pregunto Sirius después de unos segundos de silencio en los que seguían mirándose como si fueran dos animales esperando a que el otro se moviera para atacar.

−No creo que me sienta cómodo dejando que alguien que no conozco muy bien me vea desnudo y encima me pinte.

−Oh…

Cachu. Esto no estaba yendo como Remus lo había planeado. Bueno, tampoco es que hubiese planeado mucho, pues se había dejado arrastrar por el convencimiento que Mary le había metido de que moviera su culo y fuera a ver a Sirius. Pero en el camino al estudio se había hecho un resumen mental de cosas que decirle, así que, trago saliva (Sirius siguió el gesto de su garganta con la mirada. Interesante) y habló.

−Quería pedirte perdón por no llamarte antes y aparecer así de golpe, espero que no estuvieras haciendo nada importante.

Sin duda fueron unas palabras adecuadas que decir, porque Sirius se relajó visiblemente y se separó de la puerta para andar hacia el sofá donde Remus seguía sentado.

−No te preocupes. –Casualmente, se sentó cerca de Remus, pero en la mesa hecha de pales- La verdad es que pensaba que no ibas a llamar.

−Pensaba no hacerlo. –Reconoció. Era tan fácil ser sincero con Sirius, otro punto a su favor y Remus había perdido la cuenta de los que llevaba.

−¿Entraste en pánico? –Volvía a estar ese deje de burla en la voz de Sirius.

−Un poco. –Volvió a reconocer con una sonrisa ligeramente avergonzada- Pero es que me han dicho que puedo ser un poco intenso cuando estoy borracho, y a lo mejor la cague un poco.

−Yo no diría que la cagases. –Había una pequeña sonrisa en el rostro hermoso y perfilado de Sirius, acompañado de una pequeña nube de sonrojo en sus mejillas.

−Si te soy sincero, tengo algunas lagunas.

Esto hizo que Sirius dejara de sonreír y su rostro hiciera algo raro antes de poner una perfecta cara de poker, con la boca en una línea recta y sus ojos grises sin brillo. Lo único que reflejaba que Sirius estaba nervioso o molesto (Remus no se podía decidir) era su mano yendo a jugar con un rizo que caí por el frente de su pecho.

−¿No te acuerdas entonces de lo que hablamos? –Remus negó- Supongo que al final no debimos beber esas ultimas pintas. –Pese a que lo intento ocultar, la voz de Sirius sonaba amarga, y Remus no iba a permitir eso.

−No me arrepiento de las pintas. Bueno, sí de la resaca, nunca volveré a mezclar vodka con cerveza. –Su broma no hizo reír a Sirius, ni siquiera sonrió- Lo que quiero decir es que hay algunas cosas que recuerdo, y otras no, pero eso no significa que me arrepintiera del beso… ¿Por qué nos besamos no? –La mirada y el silencio de Sirius le ponía nervioso, lo que hacía que Remus se viera obligado a llenar los silencios, aunque en el proceso tuviera que hacer un poco el ridículo.

−Nos besamos. –Confirmo Sirius, y Remus sintió que podía suspirar de alivio- Y casi follamos, pero tu dijiste que ibas muy borracho. –Esta vez, el que se sonrojo fue Remus.

−No hubiese sido un buen polvo. –Sirius tarareo su acuerdo con una pequeña sonrisa.

−¿Eso significa que te acuerdas que te dije que era trans? –No, Remus no recordaba esa parte en concreto, y se debió de mostrar en su cara la sorpresa, porque Sirius hizo una mueca y resoplo- No lo recuerdas.

−No… −Remus actuó rápidamente, estirando su mano para sujetar la muñeca de Sirius y evitar que este se levantara para alejarse- ¡Pero eso no significa nada!

−¿Seguro? –Cuestiono Sirius- Porque menuda cara has puesto.

−No soy transfobo. –Discutió rápidamente- Solo me sorprende que mi cerebro haya olvidado ese dato importante. –El rostro de Sirius seguía reflejando que no creía ni una de las palabras de lo que Remus decía, lo que a su vez le hizo preguntarse cuantas veces había pasado Sirius por una conversación de este tipo, seguida por un posible rechazo- Me gustas. Si he venido aquí es porque quería verte y que me cuentes cosas sin alcohol de por medio para poder recordarlas adecuadamente.

Sirius se mantuvo en silencio, buscando en silencio por su cara, cara en la que Remus intentaba reflejar toda la sinceridad que tenía. Debió conseguirlo, porque Sirius sonrió ligeramente y se metió la mano libre en el bolsillo de su chaqueta de cuero para sacar la corbata de tweed amarilla de Remus.

−Te la dejaste en mi coche. –Explico Sirius, estirándola hacia Remus.

−Me he vuelto loco buscándola, pensaba que me tendría que comprar otra. –Sirius se rio con la carcajada parecida a un ladrido que Remus recordaba muy bien.

−No más tweed, por favor.

−Creo que es peor la pana que el tweed.

−Ambos son horribles. –Discutió Sirius, claramente divertido antes de sonreír de manera ligeramente ladeada y muy traviesa- Te la devuelvo si me invitas a un café.

−Te la regalo si repetimos la conversación de la otra noche para que se me recupere el cerebro.

−¿Solo quieres repetir la conversación? –Y Remus era una mierda ligando borracho, pero sobrio, cuando venía de alguien como Sirius, era una maquina (perdón por el ego).

−Prometo no emborracharme, así que… −Ahora era el turno de Remus de sonreír de manera traviesa.

−Genial, chico de tweed. –La sonrisa de Sirius brillo como sus ojos. Dios mío, Sirius tenía muchos puntos para que Remus se enamorara perdidamente de él.