Luz Verde (Green Light)

Harry Potter - J. K. Rowling
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Luz Verde (Green Light)
Summary
Hermione Jean Grange fue abandonada por alguna razón desconocida en el mundo muggle a corta edad y posteriormente fue adoptada por el matrimonio Granger, quienes le dieron su apellido y una verdadera familia.Una década más tarde, a la edad de once años, ella es visitada por un par de extraños, dos magos que le cuenta la verdad de su origen mágico y le ofrecen la posibilidad de asistir al Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería para convertirla en una gran bruja.En el trancurso de los días previos al inicio escolar se relaciona con Albus Dumbledore, la familia Malfoy y el profesor Severus Snape, que se convierte en su tutor legal para todo fin relacionado con el mundo mágico. Hermione forjará poco a poco una amistad con Draco Malfoy luego de un encuentro que, tal vez, cambie sus vidas para siempre.
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Secretos

CAPÍTULO 10: SECRETOS

POV DRACO

Camino delante de mi madre y Severus compartiendo una charla agradable con Hermione mientras comemos algunas golosinas al azar que vamos sacando de las bolsas de papel que nos entregaron en la tienda. Mientras algunas otras, fueron guardadas en la mochila beige de Hermione Para ella muchos sabores son nuevos y raros, pero me dijo que le gustan mucho. Aún así, tuve que prohibirle agarrar o probar todo aquello que sabía que no vendían en el Londres muggle, aludiendo a que iba a ser demasiado para ella por el momento, como dulces explosivos, demasiado ácidos o con sabores hasta los magos consideraban asquerosos y solo compraban para gastarle bromas a los amigos o enemigos.

−No te recomiendo que pruebes esas brujas fritas aquí, ni en tu casa, Hermione –comento cuando noto como mi nueva amiga lee la etiqueta con curiosidad.

−¿Por qué no? –pregunta inocentemente.

−Están hechizadas. Parecen simples bolas muy dulces y ricas, pero en realidad te hacen levitar.

−¡¿Estás bromeando?!

Me río. Me divierto bastante viendo como todo lo desconocido la sorprende. Creo que nunca se aburriré de pasar tiempo con ella.

−No, por desgracia para ti. Si quieres pruébalas esta noche en mi casa. Si te alejas demasiado del piso y te asustas, podré sostenerte –la tranquilizo.

−¿Por qué no me dijiste antes? –me reclama.

−Pensé que sería un mal menor para ti. Algún día vas a tener que volar, Hermione. Te estoy preparando por adelantado para que no te asustes cuando te coloquen frente a una escoba voladora y tus pies empiecen a separarse del suelo, por ejemplo.

Para ella incluso separarse del suelo un milímetro debería ser nuevo y extraño.

−Está bien. La rana de menta no me va a hacer nada ¿verdad?

−Los chocolates puedes comerlos sin preocuparte.

Hermione vuelve a dejar el paquete de brujas fritas en la bolsa para probar al fin el bombón de chocolate relleno envasado en una cajita en forma de pentágono. Desde que los vio en esas canastas me di cuenta que moría de ganas por comerlos. Sean muggles o hechiceros, todos aman los alimentos con cacao.

Después de unos minutos más, los adultos nos detienen y nos hablan.

−Tenemos planes con ustedes –empieza mi madre–. Hijo, tu padrino quiere pasar un rato contigo; y yo quiero ir con Hermione a algunos lugares que sé que te van aburrir. Debido a eso, preferimos separarlos.

−¿A dónde iremos?

−A un salón de belleza, y tal vez una tienda de ropa femenina. Tu padre ya está informado y me autorizó a llevarte.

−De acuerdo –acepta Hermione.

Estoy francamente sorprendido por todas las atenciones que mis padres tienen con ella, pero no me quejo, me alegra que la hayan aceptado tan rápido. Aunque muy en el fondo pienso, que seguramente mi madre quiere satisfacer algún deseo maternal truncado que no pudo experimentar por no haber tenido ninguna hija mujer y por vivir en una casa llena de hombres, lo que provoca que ese vacío lo quiera llenar con hijas ajenas. No es la primera vez que lo hace, ella también aprovechaba las visitas de mis primas paternas o incluso los cumpleaños de su sobrina, Nymphadora Tonks Black para comprar cosas para niñas. Por mí está bien. Dejaré que ambas disfruten este rato juntas y a solas. Tal vez Hermione también necesite una figura materna aquí, alguien que la entienda plenamente.

Las veo marcharse tomadas de la mano, hasta que Hermione gira su rostro un segundo y sus ojos café se clavan en los míos, le sonrío y me responde de la misma forma antes de volver su vista al frente. Ella realmente se ve aún más bonita cuando sonríe. Hace que sienta una calidez a la que no estoy acostumbrado y que al mismo tiempo me intriga. Ambas se pierden entre una multitud y ya no las vemos más.

−¿A dónde vamos primero, padrino? –pregunto.

−A la joyería –responde también sosteniéndome de la mano.

Lo sigo mientras damos algunas vueltas hasta llegar a un local en especial, uno de los tantos donde mi padre le compra regalos a mi madre por cumpleaños y aniversarios. Pertenece a un mago italiano que es excelente haciendo todo tipo de trabajos y artesanías con diversos metales y piedras preciosas.

Una de las cosas que escuché hablando a Severus y mis padres fue hacerle algún regalo de bienvenida a Hermione, mi madre propuso unos delicados aretes de oro o plata, por los otros dos propusieron que le regaláramos algún set con los aros y alguna pulsera o collar. Yo dije que sería mejor un collar para ella, porque en el colegio una pulsera que no le queda justa podía llegar a ser un obstáculo si usaba la varita, o que se le podía perder. Ahora llega la hora de elegirlos.

Severus pide que le muestren todos los collares, dijes o aros que te tengan y sean adecuados para una niña de once años. Mientras esperamos, él me ayuda a sentarme en una silla alta para que yo también pueda colaborar con la elección.

Las primeras selecciones de collares en oro que nos muestra una de las empleadas no nos convencen. Severus pide que nos muestre collares de plata y que en lo posible sean con motivos relacionados con la magia, tal vez con alguna piedra protectora con un lindo diseño.

Es ahí cuando encontramos algunas más adecuadas para la persona que recibirá el regalo. Mi padrino saca del estuche de terciopelo, un collar de plata con una luna menguante con pequeñas incrustaciones de una piedra transparente en los bordes y una piedra verde en forma bola pequeña colgando de una de las puntas de la luna. Es hermosa y no tan sobrecargada como otras que nos mostraron.

−¿Qué tipo de piedra es la del centro del circulo de plata? –pregunta Severus.

−Jade, señor Snape.

−¿La llevamos?

−Sí, me gusta para ella –respondo.

No tienen más variedad de colores, a excepción de un rojo sangre que descartamos, por lo que significa ese color en una luna. Aunque yo hubiera preferido una luna gris blanquecina normal para ella, ese verde no se ve mal. Los aretes los elijo yo. La mujer nos ofrece sets de dos pares y ambos con un repuesto de regalo por si llegara a perder alguno de ellos. Los pares se pueden combinar como queramos. Pienso que unos diseños más simples irían bien para que ella use en su rutina diaria, mis manos se van hacia uno de oro rosa con un centro de diamante en forma de corazón, y otro par de argolla con una frutilla colgante. Están tan bien hechos, que parece una fruta real en miniatura y tiene diminutas piedras rojizas y violáceas combinadas en toda la zona del fruto, menos en la hoja y la argolla que es de oro simple.

−¿Por qué elegiste esos? –pregunta mi padrino mientras la empleada guarda ambos pares con sus respectivos aretes de repuesto en una cajita.

−Intuición –respondo simplemente.

Me voy guardar para mí el hecho de que cada vez que la abracé, la saludé con un beso o la tuve cerca hasta ahora, su cabello y su piel olía deliciosamente a frutilla. Pienso que le debe gustar ese aroma en sus productos de rutina diaria o que usa algún perfume.

−Perfecto, cuando llegue el momento tú le darás este último regalo ya que fue una propuesta de tu madre, y yo el collar. ¿Podrás mantener el secreto hasta la cena de bienvenida en Hogwarts?

−Si me llevas a la tienda de Quidditch, sí.

No hay forma de que me guardé este secreto, salvo que obtenga algo a cambio.

−Trato. También te debo un regalo a ti por el mismo motivo. Solo no me pidas la nueva escoba. Tus padres me mataran si lo hago. Además de eso, tú ya sabes que tienes prohibido portar una en Hogwarts durante tu primer año.

−Lo sé. No pensaba pedir eso. Quiero algo más simple –le aseguro.

Mi respuesta lo tranquiliza.

−En ese caso, ya voy a pagar e iremos para allá.

Él me sonríe, remueve un poco mi cabello y me deja solo para ir a pagar el regalo planeado por los Malfoy y Snape para esa niña que entró a nuestras vidas hace apenas unos días atrás.

Mientras lo observo, me pregunto si cambiara su trato hacia mí y Hermione, a pesar de ser sus protegidos, una vez que esté frente al aula. Me cuesta imaginarlo como profesor, luego de haber pasado tantos años con él experimentando un trato más familiar de su parte.

Después de dar unas vueltas, entrar a varias tiendas y salir con varias compras en un transcurso de dos horas. Esperamos en el punto de encuentro a que lleguen ellas con nosotros. Mi padrino dice que seguramente demoren un rato más que nosotros en terminar con excursión, pero a mí no me molesta esperarlas. Por las mesas va pasando una moza que se detiene frente a nosotros y nos pregunta si necesitamos algo, sin embargo, Severus le dice que no pediremos nada hasta que vengan nuestras dos acompañantes, y la mujer asiente alejándose hasta unos nuevos clientes que acaban de llegar.

Ambos tratamos de ignorar al resto del mundo y él me hace preguntas sobre nuestras vacaciones familiares en tierra muggle, al menos las tres primeras semanas que pasamos en Italia, y en especial en Roma conociendo las ruinas de un mundo antiguo, incluso las tranquilas caminatas que hicimos sobre Via Appia, alejados del resto de los seres humanos. La última semana y media la pasamos en una isla bastante solitaria y con pocos habitantes, porque mis padres querían tener más libertad. Casi no hicimos amistades en esos sitios a excepción de los guías turísticos, un traductor y una familia italiana con varios hijos mayores que yo, con la que casualmente coincidimos en varias excursiones.

−¿No hiciste algún amigo?

−No, sinceramente. En la isla había una familia con dos hijos, una niña y un niño más o menos de mi edad, pero las pocas veces que intentaron hablar conmigo, descubrí que no teníamos nada en común, no había tema de conversación, ni podía hablarles de nuestras cosas. Esas pocas veces que nos cruzamos, nos aburrimos los unos de los otros.

Y por suerte fue así, porque ya me costaba lidiar con el acoso de esa niña en particular, después de muchas miradas envenenadas o de desagrado, comentarios despectivos de mi parte y de varios días ignorándolos cuando me hablaban, se dieron cuenta que solo quería que me dejaran en paz en mi soledad. Y nunca más me dirigieron la mirada cuando nos cruzamos.

−Aparte, no eran como Hermione –agrego al final.

−¿A qué te refieres?

−A que ni siquiera parecían tan cultos como Hermione, que también creció en el mismo ambiente que esos niños supuestamente. Estar alrededor de ellos me hacía sentir que yo sabía más de historia muggle, que ellos de su propio mundo. Preferían centrarse en cosas superficiales que no entendía y eso hacia me aburriera o desconectara bastante rápido. Hablar con sus padres era más interesante, en comparación. Creo que dijeron que tenían títulos universitarios y doctorados. Mamá dijo que es uno de los grados mayores que puede alcanzar una persona en su educación.

−Así es. Y si hablamos de un tema de normalidad, los niños que conociste están en el promedio o abajo del mismo. Hermione Jean Granger es una rareza incluso entre muggles y no lo digo porque sea bruja, precisamente.

−¿Es por esa ansias que tiene de saber todo lo posible e estar informada incluso sobre temas que no la obligaban a estudiar en su escuela?

−Precisamente, por eso creemos que va a llegar muy lejos en Hogwarts. Tal vez necesita algo de ayuda extra al comienzo de su adaptación, pero considero que puede convertirse en una gran bruja si pone el mismo empeño con lo todo relacionado a la magia. Salió con excelentes promedios de su escuela primaria, su padre nos mostró su historial escolar.

−No me sorprendería –comento orgulloso–. Ya te prometí que la ayudaré en lo que pueda. Lo haré porque quiero y ella me agrada.

−Lo sé. Eso se nota con solo mirarlos –acepta él.

−Fred, compórtate –grita una mujer en las mesas cercanas.

−No soy Fred. Él es Fred. ¿Eres nuestra madre y ni siquiera nos distingues? –responde un chico en tono severo y rencoroso.

Mis ojos entrecerrados se dirigen hacia el lugar de donde provienen las voces. No me había interesado en la charla de esa familia, hasta que ese chico lanzó un comentario que me descolocó. No entiendo como alguien confundiría a unos chicos.

−Son los Weasley. Los conocerás en Hogwarts, todos van a grados superiores y uno fue nombrado prefecto de su casa.

−¿Weasley? ¿El padre de esa familia no es un colega de mi padre?

Me suena el apellido, aunque no he recibido ninguna descripción positiva de esa familia. Mi padre dice que es una familia extremadamente pobre, porque tienen más hijos de los en realidad pueden mantener y nunca han tomado decisiones inteligentes como para cambiar el destino familiar. Estoy seguro que cuando se enteré que nos cruzamos a la mujer y algunos de los hijos, me dirá que no debo juntarme con ellos cuando esté en Hogwarts.

−Sí, trabaja en el Ministerio.

La explicación en un tono cansado, me dice a mi padrino no le importa demasiado, ni le sorprende. Supongo que tener que lidiar con tantos Weasley simultáneamente, todos los días del año, es más que suficiente para él y puede que le resulten un tanto problemáticos. Severus saca uno de los bombones de chocolate almendrados de mi bolsa de dulces y lo come mientras yo observo a la familia con curiosidad. Hay cinco personas, dos adultos de la edad de mis padres, y tres chicos adolescentes. Lo sorprendente es ver a los dos menores, están vestidos casi igual y son gemelos idénticos. Por lo único que puedes diferenciarlos es por el uso de bufanda o no. Eso explica el comentario confuso que escuché. Uno de ellos debe ser Fred y el otro… no sé.

La mujer se siente culpable por confundir a los gemelos.

−Lo siento, George, querido.

−Estaba bromeando, soy Fred.

El chico empieza a reír, seguido de su gemelo por haberle jugado una broma a su familia. Su hermano mayor lo golpea.

−¿Ese es el prefecto?

−Sí. Percy es muy buen estudiante y responsable. Eso debo reconocerlo como puntos a su favor. No puedo decir lo mismo de los gemelos –murmura temiendo que esa familia nos escuche.

Me siento apoyando mi espalda en el respaldo del sillón esquinero y me cruzo de brazos dejándolos descansar sobre mis piernas. Mi madre y Hermione están demorando demasiado. Ahora mi mente solo puede pensar en ellas.

−Espero que no les haya pasado nada en el camino –digo en voz alta hacia nadie en particular.

−Draco, cuando crezcas entenderás que una mujer te puede hacer esperar un siglo cuando se trata de su aspecto, su ropa, su maquillaje y la forma de arreglarse. Considera esto un entrenamiento para cuando tengas tu propia familia.

−Pero tú no tienes esposa. Tal vez yo sea igual.

−Solo porque nunca se dio y tuve otros problemas con los que lidiar en estos años desde la guerra. Tal vez, cuando seas más grande te lo explique. Pero en tu caso estoy bastante seguro de que seguirás el ejemplo de tus padres, comprometido incluso antes de terminar el colegio. Solo ¿te puedo dar unos consejos?

−¿Cuáles?

−No aceptes ningún compromiso si no amas de verdad a esa persona. Y no debe importarte el estado de la sangre o la crianza de un hechicero antes de llegar al mundo mágico. Eso es lo que menos importa en una amistad o relación sana, a fin de cuentas. Como dicen, no debes juzgar un libro por su portada, sino por su contenido. No permitas que tu padre te meta ideas raras en la cabeza, porque no sacas nada bueno haciéndote el malo frente a otros. Algún Malfoy debería cortar esa tradición que viene de generación en generación, podrías ser tú, si quisieras. Los tiempos cambiaron. Tus padres también, si soy sincero.

En este momento recuerdo todos los momentos que mi padre solía lanzar algunos comentarios muy poco amables hacia gente ajena a la familia y como mi madre controlaba la situación y a su marido cuando eso sucedía, solo para que yo no tenga que escucharlo. Hasta que esas críticas desaparecieron de la mesa y los salones de la mansión gracias a la menor de las Black hace unos cuantos años.

−Mi madre dice lo mismo –confieso.

−Lo sé, la guerra cambió a todos para bien o para mal.

−¿Cuándo me van a decir la verdad sobre la Guerra Mágica?

Sé que la mayoría de mis familiares, incluso mi padrino, tuvieron una participación activa junto a Voldemort, también que hicieron cosas de las que ahora se arrepienten por temor o por creer ciegamente en ideales sin sentido. Pero nadie me ha dado una explicación directa sobre el tema, lo poco que sé es por las conversaciones ajenas que he escuchado accidentalmente, y por los libros que he leído.

−Cuando tengas la edad suficiente para entenderlo sin juzgar y verlo de una forma objetiva sin tomar partido por nadie, porque tú no te viste involucrado directamente en ella. Por ahora disfruta sanamente de tu infancia. Si tus padres no te han dicho nada hasta ahora, es para protegerte.

−¿Protegerme de qué? –cuestiono cansado de la misma respuesta.

−Del pasado, de ti mismo, de otros. De todo y de nada en particular. Ya lo entenderás en el futuro.

−Creo que soy perfectamente capaz de entender ciertas cosas.

−Que seas capaz de entenderlo no significa que estés preparado para escucharlo. El pasado puede ser más oscuro y cruel de lo que has imaginado al leer esos libros de historia. Ni en Hogwarts se enseña eso en los primeros años, no en detalle. No haremos una excepción contigo, Draco.

−Está bien –me rindo con un tono de voz más calmado.

−¿De verdad?

−De verdad, padrino. Esperaré hasta ese momento llegue –contesto.

Aunque en el fondo pienso una vez más que lo que nunca me han dicho, debe ser algo muy turbio para que no quieran explicármelo. Para distraerme agarro mi bolsa de dulces y escojo algunas de esas gomitas que no le recomendé a Hermione, pero que a mí me gustan porque ya estoy acostumbrado a ellas a pesar de su extraño sabor. No vuelvo a hablar por un rato, solo me limito a escuchar todo a mi alrededor, sobre todo a esa familia que captó mi atención recientemente.

Con su ropa de segunda mano, la formalidad casi nula en sus interacciones y las dos personas que unieron al grupo, un joven adulto con una niña un poco más pequeña que yo, me doy cuenta que lo dijo mi padre aquella vez tiene algo de verdad. No obstante, las bromas que los gemelos se lanzan entre sí, o en conjunto, a otros hacen que me olvide un poco de eso porque son divertidos.

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