
Bubo Scandiacus
CAPÍTULO 6: BUBO ESCANDIACUS
POV HERMIONE
En el Emporio de la Lechuza hay decenas de especies de aves. El edificio es amplio e iluminado y se escucha el canto de muchas lechuzas al mismo tiempo. Draco y yo damos una vuelta general por el amplio salón viendo cada ejemplar, él me comenta el nombre de algunas pocas de las especies que conoce y de donde vienen. Me explica que algunas especies pueden ser más veloces y hábiles que otras, pero que al final, la decisión será mía. Todas han sido criadas en cautiverio y están entrenadas especialmente para servir a los magos para enviar o recibir correspondencia liviana, objetos o incluso vender algunos productos o periódicos. Debo admitir que todos son ejemplares preciosos.
−¿Se les ofrece algo, niños?
−Sí, señor. Mi amiga necesita una lechuza. Una que sea dócil, en lo posible –contesta él por mí, sin soltar mi mano.
−¿Sería tu primera vez? ¿O has tenido algún acercamiento con aves en el pasado? –me pregunta el hombre moreno en un tono empático.
−Lo más cerca que he estado de una lechuza fue en un zoológico, u observarlas de lejos en las ramas de algún árbol, señor.
Él se ríe suavemente.
−Entonces sí, debemos encontrarte un ejemplar muy dócil y sereno. Y tal vez… joven, así ambos podrán crear un vínculo recíproco. Es lo ideal para un principiante.
Nos pide que lo sigamos hacia un enorme cuarto donde tienen muchas aves más que en la entrada principal, mientras él toma un cuaderno del cajón del mostrador y empieza a leer para sí, analizando las opciones más viables para mí.
Se detiene frente a una jaula con el número 50, con el nombre de la especie y su fecha de nacimiento.
−Lechuza occidental, macho, aproximadamente un año y un mes, color marrón. Aunque tardó unos meses, con el entrenamiento adecuado conseguimos que se volviera un ave muy obediente y pacífica. En algunas ocasiones ha recorrido más de mil kilómetros y ha ido y vuelto a salvo. Puede cargas tres veces su peso.
Esa lechuza es majestuosa, grande, de oreja grandes y visibles, tiene una mirada penetrante y seria que nos escanea constantemente a los tres desde su rama. No emite ningún ruido al vernos, solo entrecierra los ojos cada tanto y mueve sus alas cuando cambia de posición. Draco no está para nada convencido de que sea la adecuada para mí y le pregunta por otra especie, recurriendo a mencionar un nombre científico que yo no reconozco, pero el vendedor, sí.
Así pasamos frente a cinco lechuzas más. Ninguna conforma a Draco, ya sea por el aspecto, el tiempo de vida, el poco entrenamiento, o pequeñas actitudes del animal que él considera que podrían ser un riesgo para mí o que serán difíciles de moldear. Por dentro pienso que su familia debe estar muy acostumbrada a tratar con ellas. Y sinceramente, ninguna hace yo que me sienta ligada emocionalmente a ellas, como me solía pasar cada vez mis padres llevaban a algún lugar para adoptar a algunos de nuestros perros y gatos. Me siento perdida con tantas alternativas, porque al fin y al cabo son animales, por lo que dejo que Draco y el vendedor me guíen.
Los tres adultos se unen a nosotros, justo cuando el vendedor nos está mostrando la sexta lechuza. Es Severus quien se acerca a nosotros y pone sus manos en nuestros hombros.
−¿Cómo van? –pregunta.
−Es complicado –contestamos casi al unísono.
−Nunca es fácil, chicos. Les advertí que iban a demorar.
El profesor Snape muestra compasión por nosotros por no estar conformes con las opciones propuestas. El matrimonio Malfoy observa a la distancia.
Luego de unas propuestas más, el ruido de un aleteo a nuestra izquierda nos toma por sorpresa. La mirada de Draco y la mía se centran simultáneamente a buscar el origen de ese ruido… y lo encontramos. Es una lechuza blanca que se está asomando como si acabara de despertarse y a la cual no habíamos visto antes porque ella estaba escondida muy en el fondo. Nos soltamos de Snape y corremos a verla.
−¡Es preciosa! –digo de repente cuando los ojos dorados del animal se fijan los míos.
Cuando Draco y yo nos miramos, sonreímos. El hombre se acerca a nosotros al notar nuestro interés en ella.
−Es un búho nival hembra. Su nombre científico es bubo escandiacus. Una gran lechuza blanca nativa de regiones árticas como América del Norte y Eurasia. Como su nombre lo indica, sobrevive incluso a las más bajas temperaturas y tormentas de nieve, sus plumas la protegen del frío y es capaz de mantener su propio calor. Tiene solo seis meses y aunque aún está en entrenamiento es muy obediente, cuidadosa y dócil. Ya que nunca ha mostrado señales de ataque o disconformidad con nadie, es muy poco probable que alguna vez desarrolle aversión o actitudes agresivas en las manos correctas, salvo que sea para defenderse de alguna amenaza.
−¿Puede verla fuera de la jaula? –interviene Severus.
−Por supuesto, profesor Snape.
El hombre busca un par de guantes y se los pone, también nos tiende dos pares largos de niños para nosotros dos.
−Úsenlos por seguridad.
Abre la jaula, despacio mete la mano acercando sus dedos a las patas de la lechuza, que voluntariamente se apoya en el brazo del hombre picotea juguetonamente sus ropas.
−Ninguna de las lechuzas jóvenes tiene nombre, por lo que puedes escoger el que quieras para ella, señorita Granger. ¿Deseas sostenerla?
Yo asiento y el hombre le da una orden a la lechuza para que se acerque a su mano para poder pasarla a la mía.
−Buena chica –le dice con cariño.
La felicita ofreciéndole un pequeño trozo casi deshidratado de carne cuando la ve en mi brazo sobre el guante. La lechuza come su premio en unos segundos y luego me observa tranquila, haciendo un sonido que identifico como de reconocimiento y alegría. Pero no dura mucho en esa posición. Vuela escalando mi brazo cada tanto hasta llegar a mi hombro, para luego pasarse al hombro de Draco junto a mí y juguetear con su cabello rubio mientras lo saluda con su canto como a mí.
−Hola, pequeña –la saluda Draco alegre, quien acerca su brazo a la lechuza luego de unos minutos de tironeo de mechones–. Ven aquí.
La lechuza se pasa a su mano, cerrada en puño y Draco acaricia su cabeza redonda blanca con unas pocas plumas negras y cortas. Ella cierra los ojos disfrutando de las caricias del él.
No solo es obediente, sino también juguetona y cariñosa.
−Tú también debes acariciarla. No te hará nada –me recuerda Draco en tono amable.
Con cierta inseguridad al inicio, acerco mi mano al ave y ésta sigue mis movimientos girando la cabeza sin mover el resto del cuerpo. Me detengo unos segundos antes de empezar a rozar su cabeza con las puntas de mis dedos y parte de su cuello, consiguiendo el mismo efecto que Draco, quien posteriormente la vuelve a posar en mi brazo izquierdo para que tome la decisión final. Su plumaje mayormente es blanco, aunque algunas plumas tienen manchas negras que aparecen desigualmente solo en ambas puntas de sus alas y su cabeza. Son pocas, pero suficientes para poder diferenciarla de las lechuzas albinas. Acaricio sus alas delicadamente y el contacto con su plumaje es agradable y suave. Para mí es la más hermosa lechuza que he visto en toda la tienda.
−Se ven bien juntas. Definitivamente, está destinada a ti.
Comenta Draco observándome a casi dos metros de distancia.
−Gracias. Creo que ya la amo –contesto.
−¿Y bien? –pregunta el vendedor tan expectante como el resto de los presentes.
−¡La llevo!
Nos dirigimos al mostrador nuevamente, una vez que la devuelven a la jaula. Allí me piden mi identificación personal para llenar datos de adopción. Pero recuerdo que solo tengo la documentación muggle y miro a Severus, quien rápidamente entrega un papel provisional autorizado y firmado por el Ministerio de Magia. Él explica que mi documentación como bruja está en proceso y me será entregada en el trascurso de este mes.
El hombre dice que no importa y que lo que le mostró ahora, tiene la misma validez. Llena una ficha con mi ciudad, mi real fecha de nacimiento, y mi nombre completo. También con la información completa del ejemplar que se compró.
El texto dice que me hago completamente responsable del cuidado y mantenimiento del animal; y en letras chicas aclara cuales son las tareas que no le debo designar a una lechuza mensajera y cuales están permitidas. Al ser reconocida como mi mascota, en caso de un problema legal, o pérdida del ave, si alguien la encuentra será fácilmente identificable como de mi propiedad y podrían quitármela o devolvérmela dependiendo la situación. Aquí se toman muy en serio la tenencia responsable de los animales y las criaturas mágicas.
También me entregan un libro con información sobre la especie que decidí adoptar y otro libro para aprender a entrenar a las lechuzas, cuáles son sus hábitos y como alimentarlas. Me entregan un kit inicial bastante completo con insectos vivos o muertos, semillas y alimentos que a ella le gustan, así como algunos productos para poder mantenerla limpia y varios tubos de pociones para desparasitarla cada un par de meses.
Severus Snape paga por todo, cargando la bolsa y la jaula con la lechuza por mí.
El almuerzo transcurre de forma agradable en un restaurante de una calle cercana. El menú es demasiado diferente al de los locales muggles. Pero por suerte encuentro opciones conocidas como filetes de carne con queso, acompañados con papas hervidas y huevos fritos. Mientras que para beber elijo un jugo de mix de frutas exprimidas. Draco también pidió filete de carne, pero acompañado con algo diferente, a excepción del huevo frito. Él nota que miro su vaso cada tanto y me pregunta si quiero probar.
−¿Qué es?
Severus había pedido algo parecido o igual más temprano, solo que no le pregunté que tomaba.
−Jugo de calabaza. Tiene un poco de canela –responde ofreciéndome el vaso que pone en mi mano sin que se lo pida.
Lo pruebo del lado que él no estaba tomando. Se siente raro en la garganta, pero al mismo tiempo, no. Es como lo que nosotros llamamos caldo, con la diferencia que este se sirve frío o con hielo a elección. También, tiene un sabor semi dulce en lugar de salado.
−¿Te gustó? –pregunta.
−Sí, no está mal.
No sé si sería algo que probaría por placer todo el tiempo, aún así el sabor es rico. Draco se debe dar cuenta que no estoy de todo convencida de querer seguir probándolo, por lo que él me sonríe amablemente y me saca el vaso de nuevo para volver a beber. En serio ¿soy tan fácil de leer? ¿o es que este niño es muy observador?
−No hace falta que te presiones a comer o beber cosas que no conoces o podrían no gustarte aún. Tómalo con calma. Tendrás todo el año para experimentar el resto.
Definitivamente, él es muy observador y analítico.
−Gracias, Draco.
−De nada.
−Entonces, Hermione –interrumpe Narcissa y ambos volteamos a mirarla–. Nos contó Severus que fuiste adoptada por muggles.
Noto que en realidad quiere decir otra cosa, como “Severus también nos dijo que alguien del mundo mágico te abandonó y terminante al lado de humanos normales”. Pero ¿quién le diría algo tan cruel a un niño que no tuvo la culpa de terminar en esa situación?
−Así es.
−¿Siempre lo supiste?
−Mis padres adoptivos nunca me han ocultado nada de lo poco que sabían de mí. Lo cual es casi un milagro, conozco parejas que nunca les han confesado a sus hijos que no eran biológicos y ellos lo descubrieron de la peor forma arruinando la relación entre las partes. Asumo que mis padres no querían que los odiara por mentirme, a mí… o ahora, a mi hermano adoptivo.
−Sí, eso pasa en todos lados, lamentablemente. ¿Y de qué trabajan ellos?
−Mi madre es doctora, está a cargo de una clínica privada y tiene un puesto bastante importante ahora mismo; y mi padre es empresario. Es dueño de una empresa familiar londinense que también tiene sedes en otros países europeos; y la familia Granger se dedica a hacer inversiones también. Papá dice que eso se debió a que trataron de trabajar mucho y progresar, antes de darse el lujo de incluir a más integrantes a la familia y cumplir su sueño de ser padres. Querían darnos la mejor vida que pudieran ofrecernos y lo hacen hasta ahora.
−¿Clínica privada? ¿Qué es eso? –pregunta Draco.
−Es un hospital, hijo. Como San Mungo para el mundo mágico, pero con medicina normal y tal vez un poco menos natural que la nuestra, porque la hacen en laboratorios. Y es privada porque no depende de los aportes del Gobierno. Las personas deben pagar o dejar un aporte mensual para atenderse.
−Ahora entiendo.
−Y San Mungo, querida, es diferente porque se usa magia, brebajes y pociones para curar o incluso revivir a alguien.
−Eso tiene sentido –digo.
Narcissa sonríe.
−¿Y cómo se les llama a los médicos en San Mungo? –cuestiono.
−Medimagos. En Hogwarts puedes salir con título de medimago o auror. De cualquier forma, puedes ser profesor o profesora para educar a futuros alumnos una vez que egresas, una vez que ganas algo más de experiencia.
−¿Los aurores donde trabajan?
−En el Ministerio de Magia.
−Se encargan de la seguridad de nuestro mundo, Hermione –suelta Lucius.
Él se mantuvo al margen de la conversación por hablar con Severus sobre algo serio que no entendí demasiado. Parecen llevarse bastante bien ellos dos. No obstante, su aclaración disipa todas mis dudas sobre los aurores.
−¿Qué se sentía vivir entre muggles siendo bruja? Obviamente no lo sabias hasta hace poco, pero… espero que sepas a lo que me refiero –pregunta Draco.
Asiento, por supuesto que entiendo a lo que se refiere.
−Siempre me sentí fuera de lugar, aún con todo el amor que recibía de mi familia. Con todo lo extraño que hacía casi involuntariamente, asustaba a muchas personas, sobre todo a mi madre, mis amigas y mis compañeros de clase en ocasiones. Mi padre en el fondo siempre supo que había algo raro en mí, solo que no sabía que era hasta que vinieron a hablarnos del tema –reconozco.
Draco empieza a reír.
−Me hubiera gustado verlo –bromea.
−Ahora que lo pienso a distancia es divertido. Pero eso me costó casi no tener amigos en jardín y la primaria. Estaba bastante sola porque pensaba que había algo malo en mí y no quería asustar a nadie más.
Él se pone serio cuando digo eso.
−Siento que te hayas sentido así, Granger –se disculpa y parece sincero–. Aunque ahora puedes intentar asustarme a mí, si quieres. Te prometo que soy menos impresionable y no huiré de una bruja como tú haga lo que haga frente a mí, como si hicieron tus viejos amigos.
De nuevo vuelve a bromear y me contagia la risa.
−Ellos ya te perdieron, mientras nosotros te recuperamos ahora después de una larga década. Ya no te sentirás una extraña nunca más, porque somos iguales que tú y te entendemos –agrega.
En ese momento no sé lo que pasa por mi cabeza, pero reacciono de la forma más impulsiva como nunca jamás hice. Me inclino hacia él y beso su mejilla para luego apartarme.
−Gracias, eso fue muy tierno.
Y de nuevo, aparece esa mirada de confusión en el rostro de Draco, traga saliva y sus mejillas se colorean ruborizándose intensamente, lo que se hace muy notorio en un rostro tan blanco y pálido como el suyo.
−¡¿Qué fue eso?! –pregunta atónito y con los ojos muy abiertos.
−Se llama muestra de afecto y agradecimiento, Draco. Es algo normal entre muggles –explico.
Por un momento, se me cruza por la cabeza que cometí un error, por la diferencia de crianza que posiblemente tuve en relación a la de ellos. Porque mi familia, de por sí, es muy amorosa, y demostrar afecto unos a otros de esta forma lo considero natural. Noto que Draco no es el único que me mira boquiabierto. También Lucius y Severus también nos miran desde mismo a ambos; Narcissa en cambio está sonriendo un poco y negando de forma divertida con la cabeza. Pero no tengo tiempo de pensar en eso porque Draco responde sonriente:
−Pues me gustó… mucho.
Ahora es mi turno de ruborizarme. No esperaba esa respuesta. Tal vez lo dice con el propósito de incomodarme. Y con eso… ambos quedamos a mano.