Bajo La Luz De Las Estrellas

Harry Potter - J. K. Rowling
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Bajo La Luz De Las Estrellas
Summary
Al finalizar la guerra Sirius y Remus van a Grimmauld Place para sellarla. Lo que no esperaban era encontrar en uno de los cuartos, una hermosa cuna que dentro tenía un pequeño bebé de no más un par de semanas.— Kreacher...— Es la ama Astra, hija del amo Draco y el... amo Harry.Lamentablemente en esta última guerra la vida de su ahijado y su sobrino fueron arrebatadas sin ninguna misericordia, pero antes de eso habían pasado unos meses raros donde Harry desaparecía cada cierto tiempo y a Draco no lo vio hasta que empezó la guerra en Hogwarts.La historia volvía a repetirse, una bebé quedaba huérfana por culpa de un loco aunque esta vez las cosas serían diferentes.
Note
Esta historia fue hecha basada en la increíble idea de Legend Ideas (bubblesoda_) de Tiktok. Vi su publicación y resonó tanto conmigo que me puse a escribir de inmediato. La idea es tan trágica y desgarradora pero al mismo tiempo tan llena de romance y lucha.Legend Ideas expresó que brinda su autorización para el desarrollo de una historia a base de su premisa. A partir de ahí, me permití añadir detalles de cómo sucedieron las cosas.Espero la disfruten.

“¿Estas seguro que la quieres sellar?” Remus alzó la mirada para contemplar detalladamente aquella casa que le traía tantos recuerdos.

Eran a penas un par de horas pasadas la medianoche y Remus podía sentir la helada brisa de la madrugada en su nuca. Frente a él, Sirius ya se encontraba subiendo las escaleras de la entrada. El pelinegro subía despreocupado moviendo con su pie algunas hojas y acumulaciones de polvo haciéndose paso.

“Mira cómo está.” Dijo mientras despejaba las escaleras. “Está vieja y descuidada.” Dijo fastidiado, inclusive con un poco de asco. “Y no es que me traiga tan buenos recuerdos tampoco.” Dijo el pelinegro sonando indiferente.

Remus comprendía muy bien a lo que se refería.

Sirius creció en el número 12 de Grimmauld Place, casa que ahora yacía abandonada. Desde que tuvo uso de razón, Sirius nunca se identificó con los valores y prejuicios que su familia le intentó inculcar. La ideología de los Black, que un mago era superior a otro por tener “sangre pura”, no era mas que eso, una ridícula manera de pensar. Por ese motivo, él se alejó de ellos y años después no se sorprendió en absoluto al enterarse que su familia lo había desheredado. Al fin y al cabo, mientras nada lo ate a los Black, él era más feliz. Años pasaron y la casa siguió de pie. Tras la muerte de los Black, el único heredero sobreviviente y por ende con derecho legal de disponer de ella, era Sirius.

“Me parece un desperdicio sellarla.” Remus dijo, aún contemplando la ahora antigua residencia. “Tiene buena área, varios pisos, es amplia y está bien ubicada.” Dijo levantando las cejas mientras alcanzaba a Sirius en el último escalón frente a la puerta. “Y no todos los recuerdos fueron tan malos.” Dijo Remus intentando hacer recapacitar a Sirius.

“Ya quedamos en conseguir un lugar mas pequeño.” Sirius rápidamente cambió el tema tras sentir un nudo en la garganta al recordar los años que Grimmauld Place sirvió como lugar de reuniones para la Orden del Fénix. Esos eran los únicos recuerdos gratos en esa casa. Pero en ese momento, pensar en ellos dolía. “Esta casa— ya cumplió su función” dijo en un tono algo triste, dirigiendo su mirada hacia la perilla de la puerta. “Ya no sirve para más.” Sirius dijo, completamente determinado en sellar la casa y mientras más rápido mejor. Sacó su varita de su túnica y procedió a ingresar al lugar que alguna vez fue llamó hogar.

Ambos hombres ingresaron al número 12 de Grimmauld Place cerrando la puerta detrás de ellos. Las luces de toda la casa mágicamente se encendieron. Por un momento se desubicaron al darse cuenta de la condición en la que se encontraba.

Estaba ordenada.

Se notaba claramente que no hace mucho alguien había estado ahí y estaba manteniendo la casa limpia y ordenada.

No tenía sentido.

Algo andaba mal.

Como si pudieran leerse las mentes, ya ambos estaban alerta cubriéndose las espaldas con varitas alzadas. Se mantuvieron quietos un momento, mirando lentamente y con detenimiento sus alrededores a ver si alguien se asomaba.

No pasó nada.

Cautelosamente avanzaron a través del pasillo, revisando los ambientes del primer piso. No encontraron nada que les llame la atención a parte del hecho que la casa estaba impecable.

Remus se acerco a Sirius y le susurró al oído. “No estaba así.”

“Lo sé.” Sirius le contestó también con un susurro. “Revisemos los otros pisos.” Dijo en voz baja. Hacía años que no veían la casa tan limpia y ordenada. Ni cuando la usaron como base para la Orden. Sirius tenía un mal presentimiento. “Mantente cerca.” Le dijo a Remus.

Remus lo escuchó y juntos subieron al segundo piso. Lo primero que se dieron cuenta era que el pasillo del segundo piso también se encontraba limpio. Sin embargo, todas las habitaciones a las que ingresaban mantenían su estado descuidado llenas de polvo como si no se hubiera ingresado a ellas en absoluto.

Sirius no le encontraba mucho sentido, Remus por otro lado se dirigió hacia las escaleras que llevaban al tercer piso, dándose cuenta de que éstas se encontraban igual de limpias que el pasillo y el primer piso.

“Sirius.” Remus lo llamó para enseñarle su hallazgo.

Sirius lo alcanzó al pie de las escaleras. Con el nuevo descubrimiento, Sirius ya estaba empezando a perder la paciencia. ¿Quien demonios había entrado a Grimmauld Place? ¿Quién estaba usando su casa sin su autorización? Sirius se sintió burlado, y esa sensación la detestaba terriblemente. Sin más, subió brusca y rápidamente las escaleras, yendo de dos en dos, ya sin importarle si alguien notara su presencia.

“Sirius!” Remus lo llamó en voz baja.

Al llegar al tope de las escaleras del tercer piso, Sirius apuntó su varita hacia lo largo del pasillo y exclamó. “¡Revelio!”

Chispas doradas salieron de la punta de su varita, la gran mayoría cayeron directo al piso pero unas pocas se acumularon ante una puerta que se encontraba al final del pasillo. Sirius se abalanzó a través del aquel pasillo hasta llegar a la puerta que el hechizo había marcado. Quien quiera que sea que haya invadido su casa, se tenía que ir. No estaba para jugar a las escondidas. Colocó su mano en la perilla y miró a Remus, quien se encontraba detrás de él consternado. El castaño asintió con la mirada, dejándole saber a Sirius que se mantendría a su lado. Ambos sostuvieron fuertemente sus varitas dispuestos a enfrentarse a quien sea que esté detrás de esa puerta.

Sirius y Remus ingresaron abruptamente a la habitación con varitas al frente, listos para luchar.

Ni en sus más locos sueños imaginaron lo que encontrarían en dicha habitación.

“¿Pero qué—?” Intentó decir Sirius desconcertado.

Tanto él como Remus se encontraban muy confundidos.

El cuarto era amplio y tenía las paredes un bello tono azul noche y en ciertas zonas particulares habían pequeños puntos escarchados que brillaban, simulando un cielo estrellado. En la pared del fondo había una ventana grande que dejaba entrar la poca luz que emitían los postes de la calle. Perpendicular a esa pared, había una cama mediana. La cama era sencilla, compuesta por un colchón sobre un catre y se encontraba pulcramente tendida.

Al frente de la cama, en la esquina lejana de la pared que daba a la ventana, había una mecedora de madera la cual parecía ser muy antigua.

Repentinamente, Sirius y Remus escucharon el piso de madera crujir a un lado de la habitación. Los magos aún alertas, apuntaron hacia la dirección de donde vino el ruido listos para atacar. Ambos giraron la cabeza hacia la pared que había estado detrás de ellos.

En aquella pared, opuesta a la ventana, había una cómoda antigua la cual tenía un par de peluches sobre ella. La cómoda hacía juego con una cuna que se encontraba a su lado en una esquina. Grande fue la sorpresa de ver la cuna resguardada por un elfo doméstico extendiendo sus brazos a ambos lados.

No había manera que Sirius no conociera la identidad de la criatura. La detestaba tanto como una vez detestó a su propia familia. “¿Kreacher?!” Dijo el pelinegro relajando el brazo con el que sostenía su varita.

“¡Amo Sirius!” El elfo exclamó aliviado al ver a Sirius. “Kreacher se alegra de que al menos un miembro de la familia Black se encuentre con vida.” Dijo el elfo, sin moverse de su posición protectora frente a la cuna.

Los tres se quedaron un momento en silencio, confundidos por el encuentro repentino. Mientras Sirius se dirigía a Kreacher, Remus no dejaba de mirar la cuna que el elfo resguardaba con tanto recelo.

¿Una cuna?

¿Qué hacía una cuna en esa casa? Remus no apartó su mirada de ella, explorando cada insignificante detalle, al igual que lo hizo con la casa.

Era una cuna pequeña de madera marrón oscuro con barras delgadas en toda su periferia que se hacían mas gruesas en las esquinas. Tal vez fue su subconsciente lo que en una primera instancia, evitó que Remus se diera cuenta del pequeño bebé que yacía dormido en la cuna.

Remus no podía creer lo que veían sus ojos. Frunció el ceño para agudizar su visión y asegurarse de lo que estaba viendo. Entre las barras de madera, yacía un bebé arropado y durmiendo plácidamente dentro de la cuna. Remus incrédulo negaba con la cabeza. No era posible. ¿Cómo sería algo así posible?

“Kreacher—“ Remus hizo una pausa, no creyendo lo que estaba a punto de preguntar. Al mismo tiempo, mil escenarios pasaban por su mente. “¿Hay— hay un bebé en la cuna?” Preguntó Remus intentando mantenerse calmado al no saber el contexto de la situación en la que se encontraba.

Sirius se quedó atónito al escuchar las palabras de Remus. Él no se había dado cuenta en absoluto de la presencia del bebé. Sus ojos se dispararon hacia la cuna donde efectivamente, como Remus había dicho, había un bebé muy pequeño durmiendo.

“Kreacher—” Sirius se tornó al elfo pálido, no muy seguro de qué decir pero consciente de que necesitaba una explicación.  

Kreacher sintió las miradas cautelosas de los magos sobre él. Lentamente bajó los brazos en señal de expresar que él no era ninguna amenaza. Volteó hacia la cuna lentamente dirigiéndose hacia una de sus esquinas y colocó ambas manos en aquellas barras de madera. Remus y Sirius notaron como el semblante del elfo se tornaba triste mientras miraba a la pequeña criatura.

“Es la ama Astra.” Dijo el elfo presionando fuertemente la barras de la cuna mientras giró su ahora seria mirada hacia los magos.  “Hija del amo Draco y… el amo Harry.”

El cuarto se quedo en silencio.

Sirius y Remus se encontraban atónitos. Ambos se quedaron sin palabras por unos segundos que parecieron una eternidad. Sirius creyó que había escuchado mal.

“¿Qué has dicho?” Sirius logró vocalizar unas cuantas palabras.

“Esta bebé es la ama Astra, hija del amo Draco Malfoy y el amo Harry Potter.”

Las claras palabras del elfo resonaban en las cabezas de ambos hombres. Los ojos incrédulos de ambos magos se lanzaron fijamente entre las barras, sobre la pequeña criatura de tez blanca y cabellos rubios que dormía plácidamente bajo mantas blancas. Sirius y Remus estaban paralizados, boca semiabierta, completamente incapaces de emitir sonido alguno.

No podía ser posible.

No.

No podía ser.

No había manera.

Eran los únicos pensamientos que llenaban la cabeza de ambos hombres.

¿Cómo podía ser algo así posible?

Abruptamente ambos sintieron el peso de las infinitas preguntas sin respuesta que se formulaban en sus cabezas. No podían creer algo semejante.

Tras un momento que pareció eterno para Sirius, las palabras del elfo se profundizaron en su cabeza, causando que él enloquezca.

“¡¿Hija de Harry y Draco?! ¡¿Que demonios estás hablando elfo estúpido?!” Sirius gritó acercándose al elfo tempestivamente. No podía ser. ¿Cómo se atreve ese elfo a mencionar a su difunto ahijado y sobrino? ¿Cómo se le ocurre decir un disparate como ese?

Remus inmediatamente se tuvo que interponer para que Sirius no alcance al elfo. “Sirius cálmate!”

Kreacher soltó un pequeño grito asustado y volteó la cabeza cubriéndose como si fuera a evitar un golpe. “Kreacher jamás mentiría a sus amos! Esta niña es hija del amo Harry y el amo Draco!” Exclamó el elfo usando un tono lleno de orgullo pero al mismo tiempo lleno de temor y desesperación.  “Kreacher vio a la ama Astra nacer con sus propios ojos! ¡Los amos la quisieron mucho y dieron su vida para que ella crezca en un mundo mágico sin maldad ni peligro!” Exclamó el elfo, su voz desesperada tornándose un poco triste al final.

Las palabras de Kreacher hicieron que Sirius se detuviera. Era como si repentinamente hubiera recibido un golpe en el estómago que lo dejó sin aire.

Se formó un horrible nudo en la garganta de ambos magos.

Harry y Draco habían muerto en la batalla Hogwarts hacía tan solo una semana.

El recuerdo de sus muertes aún estaba muy fresco en sus memorias. Sus sepelios, junto con los de las demás víctimas, se llevaron a cabo a penas dos días atrás. Fueron despedidos con todos los honores que se le podía dar a un mago. Sin embargo, el hecho que ambos siendo tan jóvenes hayan tenido que luchar contra Voldemort hasta la muerte para recobrar la paz del mundo mágico, era una realidad muy trágica y dolorosa.

Ahora ambos magos se encontraban parados frente a un elfo que decía que Harry y Draco habían tenido una bebé.

No podía ser.

El solo pensar en esa posibilidad era tan desgarrador.

No podía ser.

Sirius nuevamente intentó librarse del agarre de Remus. “¿Estás escuchando lo que este elfo idiota esta diciendo Remus? Eso es imposible!” Gritó Sirius en negación exasperado.

En ese momento Remus agarró a Sirius fuertemente por los hombros sacudiéndolo un poco y girándolo hacia él. “Escúchame!” Remus levantó la voz haciendo que Sirius deje de batallar un poco y lo mire fijamente.  “Han— han habido magos—” Remus intentaba hablar pero el también se encontraba tan desconcertado como Sirius. Se le hacía difícil encontrar las palabras. “Magos con— ‘sangre pura’ que— que han sido capaces de concebir.” Fue lo unico que Remus atinó a decir.

Sirius no dijo nada. A él una vez le contaron sobre la existencia de estos magos, pero nunca jamás creyó que de verdad pudieran existir. Era tan difícil de creer. Y de ser cierto, la situación en la que se encontraban era tan desgarradora. Esa inocente bebé en la cuna habría perdido a sus padres.

Era huérfana.

Habían tantas piezas de información que a ambos magos les estaba costando mucho digerir.

Al ver los ojos de su amante, Remus se daba cuenta de lo confundido y dolido que se encontraba el pelinegro. Suavemente colocó una mano en su mejilla y susurró. “Sirius. Hay una bebé en esta habitación. Kreacher dice que sus padres son Harry y Draco.” Remus pasó saliva. “Yo sé que esto suena— que esto es—“ El mismo Remus aún se encontraba tan confundido por la revelación del elfo que no encontraba palabras. Aún así decidó ser fuerte por Sirius. “Tenemos que escuchar a Kreacher.” Dijo ahora mirando al elfo.

Sirius, que aún se encontraba alterado, no dijo nada y atinó solamente a mirar a un lado y dar unos pasos librándose del agarre de Remus y alejándose de él y Kreacher.

Remus giró hacia el elfo que aun se encontraba presionando las barras de la cuna entre sus pequeñas manos.

“Kreacher. Explícanos por favor. ¿Qué— qué pasó aquí?” Dijo Remus con temor de lo que estaba a punto de escuchar.

Kreacher miró a Remus un poco más tranquilo y luego a la bebé. Sostenía entre sus manos las barras de aquella cuna, como si fuera lo único que lo mantuviera de pie. Se tomó un momento tras el cual miró a Remus con tristeza y comenzó su relato.

“Hace un año el amo Draco llegó repentinamente a esta casa. El joven amo estaba muy angustiado y gritaba maldiciendo todo a su alrededor. Se quedaba sentado en algún rincón de la casa por horas hasta que se tranquilizaba y luego se iba. En ese entonces, el amo Harry también llegaba a esta casa buscando paz en medio de la gran misión que se le había encomendado. Un día, ambos llegaron al mismo tiempo y se encontraron. A penas se vieron comenzó un duelo terrible que casi destruye la casa. Kreacher intentó detenerlos pero le prohibieron interferir. No fue hasta que el amo Harry bajó su varita y le dijo al amo Draco que termine con todo de una vez por todas. El amo Draco solo se quedo mirándolo y no pudo hacerlo.”

El elfo miraba a Remus con mucha pena mientras hablaba.

“Desde ese entonces ambos venían a esta casa frecuentemente y conversaban. Kreacher tenía miedo que se volvieran a pelear, pero eso nunca volvió a pasar. Al contrario, se quedaban hablando horas de horas y reían en compañía del otro. Kreacher se sintió muy aliviado de ver a los jóvenes amos encontrar algo de paz en medio de tiempos tan oscuros.” Kreacher decía con una ligera sonrisa recordando esas épocas. “Al poco tiempo, los amos se dieron cuenta de lo que en verdad sentían el uno por el otro y su relación se convirtió en más que amistad. Los amos se quisieron mucho.”

La sonrisa de Kreacher se desvaneció.

“Un día, el Amo Draco no se dio cuenta de que lo habían seguido. Kreacher sabía quien era ese hombre. Era el señor Walden Macnair. El amo Harry, el amo Draco y Kreacher lucharon contra él y apenas pudimos escapar.” Contaba el elfo tristemente. “Los amos se querían tanto que desde ese momento, se rehusaron a separarse. Prometieron que pase lo que pase, se protegerían el uno al otro y siempre estarían juntos.” Los ojos de Kreacher se llenaban de lágrimas. “¡Kreacher se quiso quedar con ellos, pero los amos no lo dejaron. ¡Kreacher quiso quedarse! ¡Kreacher debió haberse quedado con ellos!” Dijo el elfo ahora derramando lágrimas lamentándose.

Remus y Sirius se encontraban atentos a todo lo que decía el elfo. Ambos se encontraban incrédulos de que esos dos jóvenes que no se podían ni ver, hayan encontrado el amor en medio de una situación tan complicada. Aún así, ellos sabían que eran los menos indicados para hablar sobre ese tema. Se miraron un momento y continuaron escuchando al elfo.

“Varios meses después, el Amo Harry llegó a Grimmauld Place desesperado buscando a Kreacher. Kreacher vio al Amo Harry más delgado, agobiado y muy preocupado. El Amo Harry necesitaba la ayuda de Kreacher y lo llevó muy profundo al medio del bosque. Entramos a una carpa y ahí estaba el Amo Draco, echado en una litera, muy débil y demacrado.”

El elfo, que miraba a ambos magos, volteó a mirar un momento a la bebé.

“El amo Draco no se sentía bien, se cansaba mucho y no asimilaba nada de lo que comía. Decía que su barriga crecía, se sentía dura y que a veces se movía. Eso asustó mucho al amo Harry. No sabían lo que le estaba pasando al amo Draco. Kreacher ya sospechaba, pero no se atrevía a decirlo.” Dijo el elfo mordiéndose los labios un momento. “El amo Harry dijo que necesitaba a Kreacher para que busque y traiga a Madam Pomfrey. El amo Draco no quería que llamaran a nadie pero el amo Harry insistió. Fue muy difícil pero cuando Kreacher logró traer a la enfermera, con solo ver al Amo Draco, esa mujer ya sabía lo que le estaba pasando.”

“¿Ella lo sabía?” Sirius interrumpió al elfo molesto.

“El amo Harry le hizo jurar que no se lo revelaría a nadie.” Kreacher dijo temeroso. “La mujer dijo que algunos magos poderosos de sangre pura eran capaces de concebir. Era magia muy antigua y poderosa. El amo Draco tenía cinco meses de embarazo. Esa mujer dijo que era ya muy tarde para interrumpirlo.” Dijo Kreacher nuevamente mirando a la bebé. “Aun así, esa nunca fue una opción para los amos. Desde que se enteraron que venía en camino, Kreacher pudo ver cuán amada era la pequeña ama Astra. Los jóvenes amos tuvieron mucho miedo, pero su amor era tan fuerte que dijeron que harían todo lo posible para conocer a la ama Astra y que nazca sana y salva.”

“Dios mío.” Remus giró frustrado, llevándose las manos a los lados de su cabeza y dando unos pasos en la habitación. “A penas tendrían dieciocho años.”

Sirius se sintió tan impotente de no haber podido ayudar a su ahijado y a su sobrino. Pensamientos de fracaso y culpa llegaban a su cabeza. No aguantó más y abruptamente se lanzó contra el elfo agarrándolo toscamente del cuello. “!¿Y tu estuviste con ellos?!” Sirius gritó levantándolo. “!Criatura miserable! ¡¿Por qué no dijiste nada?!”

El pobre elfo soltó un grito ahogado posando su mano sobre la de Sirius que se encontraba sobre su cuello.

Inmediatamente Remus fue detrás de Sirius haciendo que suelte al pobre elfo. “Déjalo! Tú sabes bien por qué!”

“El Amo Harry— me prohibió—!” Dijo el elfo entrecortado por la tos.

La expresión en la cara de Sirius lentamente se tornó triste y decepcionada. Repentinamente se escucharon suaves gemidos provenientes de la cuna. Sin pensarlo dos veces Kreacher corrió al lado de la cuna donde yacía la bebé que había empezado a moverse amenazando con despertar. Kreacher colocó una mano sobre su pequeño pecho dándoles suaves palmadas y arrullándola “Shhh.”

“Maldita sea!” Sirius dijo entre dientes intentando con todo su ser contener los gritos de frustración que quería dejar salir de sus labios. Sólo se contuvo por la presencia de la bebé.

Tras un par de segundos, la bebe se calmó y siguió durmiendo.

Remus aún necesitaba más respuestas. “¿Ni siquiera fueron al Hospital de Magos?”

El elfo negó con la cabeza. “Los amos nunca quisieron ir ahí. El amo Draco tenía miedo que le hicieran algo. O peor aún, que le quitaran a la bebé o le hicieran algo a ella por ser hija de un mortífago. El amo Harry también tuvo esos mismos temores. Pero él además temía que el señor oscuro se entere de la existencia de su hija e intente llevársela o hacerle daño. Por eso decidieron esconderse.”

La impotencia de no haber podido ayudar a Harry en el momento en que él más los necesitó, nuevamente carcomía a Sirius y ahora a Remus, llenándolos de frustración y cólera. Los magos se miraban y cada uno respiraba profundo intentando mantener la calma y compostura para no gritar y despertar a la bebé.

Kreacher seguía dándole suaves golpecitos al pecho de la bebé con su pequeña palma y continuó su relato.

“Los amos dejaron a Kreacher quedarse con ellos. Kreacher veía cómo la barriga del amo Draco crecía. Los vómitos cedieron pero aún así, él se volvía cada vez más débil. Incluso su poder mágico se vio afectado, el amo solamente podía hacer hechizos simples. La enfermera dijo que eso era común porque era un embarazo especial. Kreacher prometió al amo Harry estar siempre al lado del amo Draco y cuidarlo.” Dijo Kreacher ahora sosteniendo las barras de la cuna con una sonrisa tranquila.

“Durante el resto del embarazo del amo Draco, estuvimos viviendo en distintos bosques en medio de la nada. El amo Harry se esforzó mucho por protegernos y mantenernos a salvo. Un par de veces casi nos encuentran, pero siempre pudimos escapar.” Contaba el elfo sonando aliviado.

“Cuando el amo Harry se veía obligado a salir en búsqueda de los horcruxes, Kreacher tenía que usar su magia para cuidar y mover de ubicación al amo Draco. Fue muy difícil, pero Kreacher lo protegió como lo prometió. El amo Harry luego mandaba su ubicación en galeones encantados y Kreacher llevaba al amo Draco a su encuentro.” Kreacher dejó salir una pequeña sonrisa. “Kreacher se ponía muy contento de ver a los jóvenes amos reencontrarse. Se sentaban abrazados frente al fuego a conversar de los nombres que le pondrían al bebé o si sería niño o niña. Bajo la luz de las estrellas, echados en el pasto, sentían cómo se movía su bebé dentro de la barriga del Amo Draco. Fue así como escogieron su nombre.” Dijo Kreacher recordando esos tiempos con cariño mientras nuevamente miraba a la bebé. Un momento después la cara del elfo se tornó sombría y triste.

“Una noche, el amo Draco comenzó con los dolores de parto. Los amos se asustaron mucho porque al amo Draco le faltaba todavía más de un mes para dar a luz. No estaban preparados. No sabían qué hacer o a dónde ir. Estábamos en el medio de la nada.” Dijo el elfo frustrado. “Kreacher tuvo la idea de regresar a la casa de los amos Black. Corríamos el riesgo de ser encontrados pero no teníamos otra opción. Al menos así el amo Draco podría dar a luz en una cama, bajo un techo tibio y no en una carpa en medio del bosque. Kreacher también intentó traer a la enfermera, pero hiciera lo que hiciera, Kreacher no podía entrar al castillo.” El pobre elfo comenzó a sollozar recordando el fracaso que sintió aquella vez.

“Reforzaron la seguridad cuando destruyeron el medallón.” dijo Remus sentándose en la cama colocando sus codos sobre sus rodillas cabizbajo.

“Kreacher tuvo que regresar con las manos vacías. El amo Draco lloraba y sufría mucho. No dejaba de gritar y retorcerse de dolor. El amo Harry también lloraba al ver que no podía ayudarlo más.”

“Maldita sea!” Sirius gritó asustando al elfo y a Remus. “¿Por qué no nos dijeron nada? ¡¿Por qué?!” Decía mientras se agarraba la cabeza. Sirius se sintió culpable e inútil. ¿Cómo había sido posible que su ahijado no haya podido confiar en él? ¿Tan poca confianza le tenía?

“Sirius, sabes bien que si Voldemort se enteraba de la existencia de esta niña, inmediatamente la hubiera mandado a matar.” Remus odió pronunciar esas palabras, pero eran la verdad.

“¡Pero nosotros podíamos haberlos ayudado!”

Remus movió negativamente su cabeza. “Nuestro bando tampoco fue seguro. Se llevaron a muchos de los nuestros y no pudimos hacer nada para evitarlo.” Remus lo miró frunciendo el ceño.

“Pero—“ Sirius fue interrumpido.

“¡¿Pero que más no entiendes Sirius?!” Remus no se contuvo más y gritó parándose de la cama en dirección a Sirius, sorprendiéndolo a él y al elfo. “¡Los padres de esta niña no querían que nadie supiera de su existencia hasta que ellos mismos se aseguraran que este mundo era un lugar seguro! ¡Libre! ¡No quisieron correr ni el mas mínimo riesgo!”

Desde el bacinete repentinamente se escucharon nuevamente suaves quejidos de bebé. Remus se arrepintió de haber alzado la voz y giró hacia la dirección de la niña acercándose a la cuna algo temeroso. Una vez a su lado, Remus posó sus ojos en la pequeña bebé que se encontraba despertándose en la cuna. El mago no pudo evitar conmoverse al ahora mirar detenidamente a la bebé y conocerla.

Nunca en su vida había visto una criatura tan hermosa y adorable.

La pequeña yacía echada en su cuna con sus puñitos a ambos lados de su cabeza. Era tan chiquita. Mientras Remus más la miraba, encontraba más rasgos de Harry en su pequeño rostro. La forma de sus ojos, su naricita y sus cachetitos rosados eran idénticos a los de Harry. Y en su tez blanca y en la delgada mata de cabellos rubios y pestañas largas, Remus veía a Draco.

Indudablemente esta bebé era hija de Harry Potter y Draco Malfoy.

Remus dejó de cuestionarse.

La pequeña poco a poco se movía más, movía sus bracitos y su cabecita de lado a lado mientras sus labios parecían que besaran el aire continuamente. Remus no sabía nada de bebés, pero era evidente que esa pequeña demandaba ser atendida.

En ese momento, Remus sintió una tristeza muy profunda.

Esa inocente bebé.

Ese pequeño ser, buscaba la atención de sus padres.

Padres que fueron asesinados sin misericordia hacía tan sólo unos días.

Remus no la podía dejar ahí. No se contuvo y se agachó extendiendo los brazos para cargar a la bebé.

Al levantarla, inmediatamente sintió lo pequeña, liviana y frágil que era.

“Con cuidado por favor señor Lupin.” El elfo extendía sus manos debajo de Remus siguiéndolo como si fuera a dejarla caer.

Remus la sostuvo entre sus brazos y se sentó en la orilla de la cama con ella. Con su dedo índice acarició la mejilla rosada de la pequeña. Al tacto la bebé giro su cabeza hacia el dedo de Remus, y una vez que lo encontró, por reflejo innato comenzó a succionarlo abriendo sus ojitos esperanzada de obtener algo de leche.

Esos ojos.

Eran los ojos de Lily Potter.

Los ojos de Harry.

Remus no se contuvo más y soltó en llanto abrazando a la bebé contra su pecho. Con cada sollozo lamentaba que esa bebita inocente, no conocería jamás a sus padres. Destino que conoció también su padre Harry.

La inesperada situación por la que estaban pasando y el ver a Remus llorar, fueron motivos suficientes para que Sirius reúna un poco de cordura y fuera al lado de Remus para consolarlo. Puso una mano en su hombro y lo presionó haciéndole saber que estaba ahí para él.

La pequeña Astra empezaba a moverse y a emitir suaves y adorables quejidos.

“Es hora de su leche pequeña ama.” Con un chasquido de los dedos Kreacher hizo aparecer un biberón tibio con unas cuantas onzas de leche y se lo extendió a Remus.

Remus, algo mas calmado, recibió el biberón y lo acercó a la boca de la bebé. La pequeña ya sabía qué hacer y recibió el biberón succionando ávidamente.

“Eso es pequeña ama.” Kreacher la felicitó. “Desde que nació, a pesar que fue muy pequeña, la ama Astra siempre termina sus biberones.” Kreacher dijo orgulloso.

Remus se compuso y no pudo evitar preguntarle al elfo. “¿Nació bien verdad?” Remus preguntó queriendo saber mas sobre los primeros momentos de la pequeña.

Kreacher suspiró manteniéndose por un momento pensativo, recordando lo que pasó esa noche.

“Fueron momentos muy difíciles para el amo Draco pero Kreacher estuvo a su lado y el amo Harry lo ayudó a dar a luz en esta misma habitación. El amo Harry fue el primero en cargar y abrazar a la ama Astra. El escuchar a la pequeña ama llorar nos dio tanta tranquilidad. Luego el amo Harry la puso en los brazos del amo Draco, Kreacher recuerda lo hermoso que fue finalmente ver al amo Draco tener entre sus brazos a su bebé. Kreacher nunca antes había visto al amo Draco llorar de felicidad.” Dijo el elfo limpiándose una lágrima que se le escapaba por el rabillo del ojo. “La pequeña ama lloraba muy fuerte en los brazos del amo Draco. En ese momento, bastó con un susurro de su padre, con solo escuchar la voz del amo Draco, la pequeña ama se calmó y dejó de llorar. Fue como si reconociera la voz del padre que la protegió y la trajo al mundo.” Dijo Kreacher con una pequeña sonrisa mientras se limpiaba las lágrimas con su ropa.

“La ama Astra nació tan pequeña y frágil que a penas llegaba a los dos kilos y medio.” Kreacher dijo acariciando la manito de la bebé. “Aún así, ella es muy fuerte y en solo un mes ha crecido mucho. Se porta muy bien y solo llora cuando necesita algo.” Dijo el elfo orgulloso. “Los amos fueron muy felices con ella. Kreacher nunca los había visto tan felices. Pasaban horas tan sólo mirándola. Cada vez era más difícil para el Amo Harry tener que dejarla para ir a destruir horcruxes.” Dijo el elfo con un tono triste en su voz. “Pero aún así el amo Harry decía que la ama Astra y el Amo Draco eran su fuerza y motivo para hacerlo.”

Sirius levantó las cejas. “Ahora todo tiene más sentido. El por qué vimos a Harry muy poco estos últimos meses. Solo venía para destruir horcruxes. Es más— recuerdas lo último que nos dijo?” Sirius se tornó triste. “En la última reunión, antes que lo veamos en la guerra?” 

Remus recordaba muy bien las palabras de Harry porque en ese entonces no tenía mucho sentido que un joven diga algo como eso.

“Tenemos que vencerlo. Por nuestro bien y el de nuestros hijos.” Dijo Remus quien ahora, con la hija de Harry en brazos, se daba cuenta del peso de sus palabras.

Kreacher se lanzó al piso a llorar.

“¡Oh! ¡El Amo Harry!” Dijo el elfo entre sollozos arrodillado en el piso. “Cuando el amo supo que tenía que ir al castillo, se despidió del amo Draco y de la ama Astra. ¡El sabía que era una pelea que le podía costar la vida!” Lloraba el elfo. “¡Mientras las horas pasaban y el amo Harry no regresaba, el amo Draco se paseaba en la habitación con la pequeña ama en brazos muriéndose de la angustia! Cuando ya no pudo más, le indicó a Kreacher de no dejar entrar a nadie a esta habitación mientras él iba a ayudar al amo Harry. Sólo— sólo si no regresaban—” Los sollozos de Kreacher eran aún mas fuertes. “Que deje entrar solo a miembros de la Orden. Y que le diga a la pequeña ama—“ Kreacher se acercó a la bebé, agarrando su manito. “Que ella siempre fue muy amada por sus padres, que ella fue todo para ellos y que así siempre sería hasta el último de sus suspiros.”

Las lágrimas de Sirius y Remus se acumulaban en sus ojos.

La pequeña silenciosamente ya había terminado de tomar el biberón y ahora se encontraba mirando fijamente a Remus.

Remus suavemente acarició sus rubios cabellos y la abrazó contra su pecho arrullándola.

Los presentes se quedaron en silencio un momento.

Sirius se sentó al lado de Remus de donde pudo ver con más claridad la carita de la pequeña Astra.

Para Sirius era como volver a ver a Harry de bebé, como aquella vez que sus padres orgullosamente se lo presentaron cuando a penas tenía unas semanas de nacido. Al mismo tiempo, era inequívocamente obvio que la pequeña también llevaba sangre Malfoy. El cabello de la bebé era el rubio más claro que sus ojos jamás habían visto.

La pequeña era hermosa e indudablemente hija de Harry y Draco.

Sirius no se contuvo mas dejando desbordar el montón de lagrimas y emociones dentro de él. “¡Yo! ¡Era yo tenía que morir en ese castillo! ¡No ellos! ¡Tenía que ser yo Remus!” Sirius decía señalándose a él mismo fuertemente sintiéndose culpable.

Remus también se conmovió al ver a su amor tan destrozado, dejando caer sus lágrimas.

“Hicimos todo lo que pudimos amor.” Dijo Remus con una expresión vacía, sintiendo lo mismo que sentía su pareja.

Que no fueron suficiente.

“Pero ahora ella— ¡Remus! ¡Ella es una huérfana! ¡Dejamos que maten a sus padres!” Sirius exclamaba entre sollozos.

“No.” Remus negó con la cabeza. “Tu sabes que no fue así.”

“¡Ellos eran tan solo unos jóvenes! Y ahora esta bebé—” Sirius decía sintiendo la culpa carcomerlo entero. Habían ganado la guerra pero ¿A que costo? La lucha por la paz del mundo mágico les arrebató dos magos muy poderosos, y por sobretodo increíbles seres humanos. En consecuencia a ello, una bebé recién nacida había quedado huérfana. Sirius no la podía abandonar.

“Ella vendrá con nosotros.” Sirius dijo impulsivamente, con un tono triste y serio al mismo tiempo.

Remus con la bebé en brazos, alzó la mirada hacía su esposo.

“Es hija de mi ahijado y mi sobrino. ¡Tengo todos el derecho! Lleva mi sangre. Vendrá con nosotros.” Dijo Sirius intentando calmarse y poner sus pensamientos en orden.

Remus en medio de tanta tristeza sacó una pequeña sonrisa. Estaba contento de que Sirius haya vocalizado deseos que él también compartía, porque no había manera que Remus regrese a la bebé a esa cuna. El solo pensar en soltarla se sentía como algo inconcebible e imperdonable, como un pecado. Todo lo contrario, sostuvo a la recién nacida mas fuerte contra su pecho.

“La querremos tanto como la quisieron sus padres. Nada le hará falta.” Dijo con amor, mirando a la pequeña que ahora sería su hija.

“¡Oh! ¡Amo Sirius!” El elfo de rodillas se acercó hacia Sirius y agarrándolo de su pantalón le rogó. ¡Kreacher quiere permanecer al lado de la ama Astra! ¡Por favor! ¡Deje que Kreacher sirva y cuide de la pequeña ama! ¡Por favor!”

Sirius y Remus se miraron y suspiraron.

“Has estado con ella desde que nació. Estoy seguro que Harry y Draco lo hubieran querido así.” Remus dijo antes que Sirius diga algo feo y fuera de lugar dado que el conocía lo mal que él se llevaba con el elfo. Remus miró a Sirius haciéndole saber con la mirada que era una decisión que ya estaba tomada.

Sirius rodó sus ojos y asentó con la cabeza. “Si. Claro.” Dijo con un suspiro.

Remus se paró lenta y cuidadosamente de la cama para no perturbar a la bebé que se encontraba queriendo conciliar el sueño entre sus cálidos brazos. Sirius colocó una mano en la espalda baja de su amado guiándolo hacia la puerta.

Remus con la bebé salieron de la habitación seguidos por Kreacher. Sirius fue el último en salir. Antes de cerrar la puerta, Sirius se quedó contemplando por un momento la habitación de la cual acababan de salir.

En aquella habitación, esa inocente bebé al abrir los ojos y tomar aire por primera vez, conoció a las personas que más la amaron en el tan corto tiempo que el destino les dejó estar juntos.

Personas que no lo pensaron dos veces y dieron la vida para que su hija crezca en un mundo libre de maldad y miedos.

Porque lo lograron. Y su hija ahora gozaría de un mundo lleno de amor y paz.

Tal vez Remus tenía razón.

Esa casa aún tenía valor.