
La Familia Dursley
Harriette Potter y la Piedra Filosofal
I.
La familia Dursley.
Si les preguntaras a los vecinos del tranquilo vecindario de Privet Drive sobre la familia Dursley, la familia de cuatro que han vivido en ese lugar por más de 10 años, la mayoría podría responder que eran una familia modelo.
El esposo, Vernon Dursley, quizás no era el hombre más atractivo, siendo de estatura promedio pero bastante obeso, era un hombre muy trabajador. Era el jefe de su propia empresa, tenía un auto nuevo más o menos cada año, lo que lo hacía un excelente proveedor para su familia.
La esposa, Petunia Dursley, quizás no la mujer más hermosa, con su nariz siempre al cielo y un largo cuello, era una esposa típica modelo. Una ama de casa dedicada a su familia, y si tenías la suerte de ser invitada a sus fiestas de té los sábados por la tarde, notarías lo limpia que es su casa.
El hijo mayor, Dudley Dursley, quien estaba un poco muy pasado de peso para sus joven edad, no era quizás el estudiante más brillante, pero era el líder de los jóvenes de los vecindarios aledaños, con sus juguetes caros y nuevos, y su altura mayor a su edad, hacían que los jóvenes niños lo vieran como un líder al que seguir.
Y finalmente la hija, Harriette Potter.
Oh, pero, ¿qué se podría decir de la pequeña Harriette?
Quizás que era una niña muy afortunada.
Los rumores corrían por Privet Drive como la pólvora. Las mujeres que eran capaces de asistir a las fiestas de té de la señora Dursley esparcían la información.
La señora Dursley tenía una hermana menor. Una mujer brillante con un futuro brillante por delante… enamorada de un vago perdedor y alcohólico.
Fue una noche, de un 31 de Octubre, hace casi 10 años atrás.
El vagabundo del esposo había bebido en exceso en las fiestas, había conducido como loco, y su esposa había muerto junto a él en un terrible accidente.
Su hija, su pobre hija quedo en orfandad.
Pero, para su fortuna, la Señora Dursley no permitió que el Sistema se llevara a la inocente niña de un solo año de edad a los orfanatos. Gentilmente ella y su marido la trajeron a vivir a su casa y la criaban como si fuera su propia hija.
La chica era bastante bonita, su cabello negro era tan largo, y sus ojos verdes parecían de muñeca. La señora Dursley siempre presumía de su buena crianza con la niña.
Aunque tenía 10 años era una chica centrada y sensata, callada y servicial, buena estudiante, educada, femenina y buena hija adoptiva.
Las madres del vecindario la señalarían y dirían sus hijas, ¿por qué no puedes más como la pequeña Harriette?
Pero. Si le preguntaras a la pequeña Harriette “¿como era tu familia?” ¿qué clase de respuesta recibirías de ella?
Seguramente ella misma diría que es una chica afortunada.
Una común y corriente chica afortunada.
.
Las mañanas de Harry Potter comienzan de la misma manera.
La chica dormía tranquilamente en su cama cuando, a las 6:30 am sonó su despertador.
Harry gruño, alzando sus cobijas rosadas sobre su cabeza, intentando dormir más. Era domingo, y sin embargo debía estar despierta temprano. Las buenas niñas se levantaban con el sol.
Pero ella solo quería seguir durmiendo. Había tenido un sueño tan agradable. Soñaba que volaba en una motocicleta. Había sido tan maravilloso, casi podía sentir el viento frío en su cara y ver las luces de la ciudad bajo sus pies mientras se aferraba a un hombre desconocido.
Por supuesto, esa no era la clase de sueños de los que pudiera hablar. Su tía Petunia se infartaría si supiera que Harry soñaba con motocicletas voladoras y hombres desconocidos llevándola a volar.
Harry suspiro, decidiendo deshacerse de sus sabanas para que la luz del sol la levantara de una vez.
No quería tener a la tía Petunia apresurándola tan temprano por la mañana.
Bostezo mientras buscaba sus lentes a tientas. Era su culpa haberse quedado dormida tan tarde. Había “tomado prestados” algunos comics de su primo, Dudley, y se había entretenido de más leyéndolos.
Harry no podía leer eso a la luz del día. No era lectura de señoritas. Era algo solo para niños.
Su tía era muy estricta sobre eso. Harry solo podía tener cosas femeninas.
Por consiguiente, su habitación, la tercer más grande en la casa, era rosa y femenina.
Sus estantes de libros tenían toda clase de cuentos de princesas, romance y de etiqueta. Su escritorio lleno de flores de papel y peluches. Su baúl de juguete estaba también repleto de peluches, muñecas, juegos de té y demás cosas de niña.
Su alfombra era un tono de rosa chillón con una princesa montada en un unicornio con alas. Los posters en las paredes también eran princesas. Y por supuesto, su armario rosa estaba lleno de vestidos de colores pastel, faldas largas de volantes y blusas iguales en tonos pastel.
Todo en la habitación de Harry sería el sueño de una niña.
Y por supuesto, Harry estaba muy agradecida de las cosas bonitas que su tíos le regalaban con la bondad de sus corazones.
Otros pudieron haberla dejado en un orfanato. O podrían maltratarla. O darle lo mínimo necesario para vivir, como habitación, comida y ropas, pero nada de juguetes.
Así que Harry no podía quejarse.
Mientras tomaba su ropa para el día, escucho los toques en su puerta.
— Harriette, querida, apresurate, hoy es un día especial —la voz de la tía Petunia rara vez era tan feliz por las mañanas—, hoy es el cumpleaños del rey de esta casa —decía llena de jubilo.
Harry suspiro, era el cumpleaños de Dudley.
Que bueno que había ahorrado su mesada para un regalo.
Su primo era extremadamente mimado. Siempre le encantaba ir por el vecindario presumiendo sus juguetes nuevos, y enfurecía si estos no estaban a la moda. A Dudley le encantaba llamar la atención de los demás niños con sus nuevos videojuegos, consolas, bicicletas y demás.
Y Harry, la perfecta prima, debía estar a la altura de las expectativas.
— En seguida voy, tía Petunia —respondía Harry con tranquilidad. A su tía le gustaba que Harry respondiera siempre con un tono de voz calmado y casi solemne.
Una vez Harry estuvo aseada y de regreso en su habitación, vistiendo una falda blanca larga y una blusa de manga tres cuartos en color azul cielo, Harry se preparo para el día, sentada frente a su coquetero blanco, con un enorme espejo y varias objetos sobre este.
Había algunos perfumes infantiles, su cepillo de peinar, y dentro de los cajones estaría sus lazos, moños y diademas.
Para una mujer, no había nada más importante que la apariencia, es lo que su tía siempre le decía.
Harry no estaba tan segura por qué la apariencia era tan importante, pero no es como si fuera a desacatar a su tía. Ella siempre hacía tanto por Harry, así que lo mínimo que podía hacer era tenerla contenta.
El cabello de Harry siempre era un desastre por las mañanas. Su cabello negro era abundante y mullido, era una odisea poder cepillarlo. Harry querría cortarlo, pero su tía lo prohibía. La feminidad de la mujer estaba en su cabello. Hasta que Harry estuviera felizmente casada, su cabello debía estar largo, sobretodo siendo una niña.
A su tía le encantaba presumir el cabello largo de Harry, que le llegaba ya por debajo de la espalda, diciendo cuan femenina y linda lucía.
Harry, por supuesto, no se quejaría jamás. Incluso si le llevaba casi media hora dejarlo presentable.
Una vez estaba peinado y sin nudos, lo recogería en una coleta de caballo, y con un lazo azul celeste, haría un moño.
Harry miro su reflejo con ojo critico, peinando el cabello que intentaba escapar de su agarre, y acomodando su mechón sobre su frente.
Había una cosa de la apariencia de Harry que la tía Petunia siempre encontraría desagradable.
La cicatriz en la frente de Harry.
Era una singular cicatriz con forma de rayo que corría desde el nacimiento de su cabello hasta por arriba de su ceja.
La tía Petunia siempre hablaba de, a la edad adecuada, enseñaría a Harry a cubrirla con maquillaje para que desapareciera de la vista, siempre diría “Para una chica su rostro es su vida. Muchos chicos no querrían salir con una chica que este marcada de esa forma” mientras fruncía sus labios con disgusto.
Aunque a Harry le gustaba su cicatriz, por lo singular que era, tampoco tenía pensamientos positivos.
Esa era la cicatriz que le quedo en la cara, desfigurándola para siempre, por culpa de su padre.
Harry ni siquiera sabía como se llamaba él, pero lo odiaba.
Su tía siempre hablaba de como su madre, Lily, era una mujer brillante y hermosa con un futuro brillante por delante. Pero era muy inocente. Y el majadero de su padre la había convencido de escapar juntos y casarse. El futuro de Lily se hizo trizas por el vago de su padre. Mismo que, conduciendo ebrio, causo un accidente en el que su esposa e hija viajaban con él. Sus dos padres murieron.
La tía Petunia odiaba a su padre, y Harry no podía culparla. Si su padre hubiera sido una buena persona, su brillante madre no habría tenido un trágico final.
Harry perdió a su madre, y la tía Petunia a su única hermana.
Así que la tía Petunia, quien se quedo con Harry y la criaba como a una hija, siempre diría cosas como “te cuidare bien, no dejare que eches a perder tu futuro como Lily”.
La tenía Petunia quizás era un poco controladora, pero lo hacía por el bien de Harry. Para que no tuviera un final terrible como su madre.
Harry, quien se graduaría en unas semanas, pasaría a la siguiente etapa de su educación en el Instituto para Señoritas, Santa Mónica. Luego entraría al colegio a estudiar una carrera femenina, quizás secretaria o enfermera. Conocería a un buen hombre, el cual sería aprobado primero por su tío y tía, y luego se casaría y tendría al menos dos hijos.
Su tía siempre repetía estos planes de vida para Harry cuando hacían sus tareas femeninas.
Para la tía Petunia, no había mayor felicidad que la de tener un marido, ser ama de casa y tener hijos.
Harry no estaba tan segura. Pero su tía quería que ella viviera la vida que su madre no tuvo la oportunidad de vivir. Su madre había abandonado sus estudios a los 17 años, se había quedado con su padre, embarazado a los 20, casada sin su familia, sin estudios, y muerta solo un año después.
Harry, al menos, no quería ese futuro para ella.
La niña salió de su ensoñación cuando la tía Petunia volvió a llamarla.
Harry peino su mechón de pelo para que le cubriera la cicatriz.
— Ya voy, tía Petunia —dijo mientras se quitaba sus lentes y se ponía sus lentes de contacto. Su tía siempre decía que los lentes se veían fatal en una dama, y Harry debía usar lentillas, incluso si eran incomodas, para poder verse linda.
La apariencia era lo más importante en una chica.
Bajo rápido por las escalera, parpadeando un poco para acomodar el cristal en sus ojos, e ir directo a hacer sus tareas.
Como mujer, debía aprender a cuidar su hogar para tener a su futuro marido contento.
Así que se puso a su labor mientras la tía Petunia acomodaba los regalos de Dudley.
Como era domingo, habrían dos celebraciones. La primera sería para Dudley y sus amigos más cercanos, y la segunda en la tarde para la familia y amigos.
La familia Dursley no era tan extensa. Estaba la hermana del tío Vernon, la tía Marge. No estaba relacionada de sangre con Harry, pero ella aún debía llamarla tía Marge, los padres del tío Vernon y un tío distante con una hija 3 años mayor de Dudley y Harry. Lamentablemente, la tía Petunia no tenía más familia.
Además vendrían algunos de los socios más íntimos del tío Vernon con sus familias.
Dudley siempre esperaba ansioso su cumpleaños, porque fácilmente podría recibir más de 30 regalos entre sus amigos y los invitados.
— Todo tiene que estar perfecto, Harriette, vendrá el Sr. Wright y su familia, así que hay que limpiar a fondo.
— Si, tía Petunia.
Cuando ya estaban por ser las ocho de la mañana, ambas mujeres se pusieron a hacer el desayuno, era una tarea laboriosa porque tío Vernon y Dudley comían mucho.
La tía Petunia tarareaba felizmente haciendo los waffles mientras Harry se encargaba de los huevos revueltos y el tocino.
Para las nueve el tío Vernon bajo a saludar a su esposa con un beso y a asentir la cabeza en dirección de su sobrina.
El tío Vernon no solía hablar mucho con Harry. Se iba temprano a trabajar, al regresar estaba en su despacho, en la cena solo hablaba de su día en la oficina. El hombre parecía hablar con Harry solo lo estrictamente necesario.
Harry se preguntaba si esto sería porque ella no era su verdadera hija ni sangre de su sangre, justo como las niñas de su clase solían decir.
Cuando Dudley bajo a desayunar media hora más tarde, la tía Petunia lo colmo de abrazos y besos y el tío Vernon le dio un fuerte abrazo diciendo orgullosamente que Dudley estaba un año más cerca de ser un hombre.
Al igual que Harry, el futuro de Dudley ya estaba decidido por sus padre. Estudiaría en el Colegio privado Smeltings, asistiría a una prestigiosa universidad y luego heredaría la empresa de su padre.
Dudley era educado para el éxito, era lo que el tío Vernon siempre decía.
Dudley lucía muy satisfecho de si mismo mientras caminaba al comedor para el desayuno.
Harry y su primo no eran particularmente cercanos. Harry siempre tenía toda clase de clases particulares, Dudley era un poco más libre para salir y jugar con sus amigos. De cierta forma, Harry envidiaba esa libertad.
Acallo su pensamiento mientras sonreía para felicitar a su primo con un regalo en mano.
Dudley lo apilo en la mesa de regalos, los cuales ya llevaban más de 15.
— ¿Habrá más regalos en la fiesta? —pregunto Dudley mientras se sentaba y Harry le servía un plato de huevo revueltos y tostada con manttequilla.
— Por supuesto, por supuesto hijo mio —decía contento el tío Vernon—, incluso los señores Wright vendrán, su hijo ira contigo a Smeltings, así que causa una buena impresión.
La familia Wright era un socio comercial nuevo de la compañía del tío Vernon. La compañía del tío Vernon fabricaba taladros y siempre habían grandes pedidos. Su tío tenía de meta volverla la más grande del Reino Unido en su rama. La familia Wright era una familia dueña de hoteles.
El tío Vernon hablaba de que la familia Wright podría conectarlo con la familia Mason, una familia dueña de una empresa de construcciones, y si podían asociarse, el futuro de Dudley sería brillante.
Las pocas veces que el tío Vernon hablaba con Harry, este remarcaba lo importante que eran las conexiones.
“Recuerda bien, chica, en este mundo no hay amigos, sino socios, es muy importante que la gente con la que te relaciones te de beneficios, sino, pierdes tu tiempo”.
Harry desayuno mientras el tío Vernon y Dudley hablaban de los planes para ese día.
Dudley tenía cuatro amigos cercanos, uno de ellos era hijo de un socio del tío Vernon, Piers Polkiss, otro era hijo de otra familia importante, Dennis Thompson, y los otros dos eran amigos de la escuela de Dudley, Malcom y Gordon.
Harry nunca lo diría en voz alta. Pero le daba envidia los amigos de Dudley. No porque fueran especialmente divertidos, sino porque Harry no tenía amigos.
Mientras que se hacía una fiesta para celebrar el cumpleaños de Dudley, en el cumplaños de Harry iban a un restaurante de elección de Harry, solo los 3 Dursley y ella. La familka del tío Vernon a veces mandaba regalos por correo, pero no vendrían hasta Little Whinging, Surrey a ver a una chica que no era su familia.
Y en el colegio Harry no tenía amigas. No solo porque la tía Petunia la tenía enlistada en diferentes clases extracurriculares o actividades como el piano o el ballet, sino porque las demás niñas creían que Harry era una estirada.
Dudley y compañía eran los lideres de la escuela, así que varios chicos ignoraban a Harry porque temían a su primo. La tía Petunia siempre instaba a Harry a demostrar que era la mejor, así que Harry tenía buenas calificaciones, ropa nueva y costosa, juguetes caros, y las demás niñas pensaban que era igual a su primo.
Harry aún recordaba con gran pesar como la tía Petunia intento hacerle una fiesta de cumpleaños hace dos años. Repartió las invitaciones pero nadie vino.
Harry mintió diciendo que olvido entregarlas.
Esa fue una de las pocas veces que el tío Vernon hablo con ella, solo para regañarla por hacer que perdieran el tiempo y el dinero.
Harry intento alejar esos pensamientos mientras veía a la tía ir a contestar el teléfono.
Harry miro a Dudley desenvolver sus obsequios felizmente.
Cuando Dudley abrió el suyo silbo.
El obsequio de Harry era un videojuego de peleas, Street Fighter 2, para la Nintendo de Dudley. A la tía Petunia no le gustaba mucho que Dudley jugara videojuegos violentos, pero era precisamente porque Dudley tenía los mejores videojuegos de la clase que los niños se peleaban por ser amigos del rubio.
— Caray Harry, me encanta, gracias.
— Dudley, Harry es un nombre de niño, llama a tu prima por su nombre —dijo el tío Vernon mientras leía el periódico.
Dudley y Harry rieron en silencio.
— Gracias Harriette.
— De nada Dudley, feliz cumpleaños.
Puede que Harry y Dudley no fueran realmente amigos, pero al menos su primo la llamaba por el nombre que Harry quería. No es que Harry odiara su nombre, per se. Pero Harriette sonaba muy anticuado, las niñas solía burlarse de ese nombre también.
— Oh, estas son malas noticias Harriette —dijo la tía Petunia. Dudley oculto rápido su regalo—, tu maestra de piano tuvo una emergencia, no tendrás tu clase hoy —dijo ella molesta.
A Harry no le gustaba particularmente el piano, pero a los tíos les encantaba recibir invitados en su casa y hacer que Harry tocara el piano para ellos por horas. Los invitados siempre felicitaría a los tíos por su educada y bien portada niña. Y los Dursley asentirían, diciendo que el padre de Harry jamás habría podido darle la oportunidad de encontrar sus talentos, que solo podían buscar el lado bueno a las tragedias.
Por otra parte, Harry evito sonreír, tratando de lucir apenada.
Los Dursley planeaban llevar a Dudley y compañía al zoológico. Harry jamás había ido porque la tía Petunia pensaba que no era un lugar para niñas, solo para niños, con todo el ruido y los animales.
A menudo la tía Petunia decidía de primera mano si algo era bueno o no para Harry, si algo no sonaba lo suficientemente femenino, estaba banneado para la niña. ¿Superheroes? no. ¿Princesas? Si. Tortugas parlantes? No. ¿Ponys parlantes? Si. ¿Zoologicos? No. Museos? Si. Harry a veces se preguntaba que hacía algo más femenino o menos femenino.
— ¿Qué hacemos, Vernon?, estoy segura que Harry no quiere estar caminando bajo el sol rodeada de animales todo el día.
— ¿Qué tal si le pedimos a la señora Figg que la cuide?
— Ay no, Vernon, esa mujer, mira su edad, ¿qué haremos si Harry piensa que esta bien llegar a esa edad con nada más que gatos?
Harry y Dudley intercambiaron miradas. A veces los adultos hablaban como si ellos no estuvieran. Harry suspiro. Quizás la dejarían sola en casa, preparando todo ella sola para la fiesta de Dudley.
Sin embargo, media hora después, Harry estaba felizmente sentada en la camioneta nueva del tío Vernon, entre Piers y Malcom, rumbo al zoológico por primera vez en su vida.
El día estaba soleado, así que Harry llevaba una sombrilla para ella y la tía Petunia. La piel blanca era importante para conseguir un buen marido, o algo así había leído su tía en algún lado, así que, por lo general, Harry tenía prohibido las actividades al sol.
Pero en este momento estaba muy feliz, incluso no le molestaba que Piers y Malcom estuvieran gritando alegremente en su oído, hablando de todos los lugares a los que irían.
El zoológico era enorme, con muchas familias yendo a todos lados, con niñas yendo a todos lados.
Aunque la emoción de Harry no duro mucho porque la tía Petunia no quería que Harry se alejara mucho, ni corriera de un lado al otro como una salvaje. Harry no dijo lo injusto que era que los chicos corrieran libremente de una exposición a la otra.
Los modales y el decoro ante todo, Harry supuso, aunque no estaba muy segura de lo que eso significaba, pero la tía Petunia siempre lo repetía.
Después de un rato, la familia y los cuatro amigos de Dudley fueron a un restaurante cerrado a comer.
Harry tenía tantas ganas de una hamburguesa como los chicos, pero la tía Petunia se negó.
— Las hamburguesas hacen que las chicas engorden Harry, mientras más delgada estés, más feliz serás. Así que tu y yo tendremos una ensalada.
Harry suspiro, pero no dijo nada. Al menos la ensalada estaba bueno, y la dejaron pedir un helado de postre.
Luego de la comida fueron a visitar la casa de los reptiles, para gran disgusto de la tía Petunia. A ella no le gustaba ningún animal, le parecían sucios y desagradables, sobretodo los feos como los reptiles.
Pero Dudley y sus amigos querían ver las serpientes, así que allá fueron.
Harry se paseo entre las vitrinas, admirando las serpientes y otros reptiles. A veces Harry ayudaba a su tía con las flores, y una vez se había encontrado con una serpiente pequeña y verde. Puede ser porque Harry era una niña y había visto muchas películas Disney, pero en ese tiempo casi casi escucho a la serpiente hablar sobre ser devuelta a la tierra porque tenía una rana que quería comer. Después de ello, Harry tuvo una fascinación con esos animales.
Claro que era una fascinación secreta. A la tía Petunia le daría un infarto si viera a Harry con una serpiente en su mano.
Harry miro a los niños golpear un vidrio y frunció el ceño. Los chicos querían que la serpiente se levantara, pero esta no se movía en absoluto.
— Que aburrido —se quejo Dudley luego de un rato.
— Escuche que tienen un camaleón enorme, vayamos a ver —dijo Piers y los chicos corrieron a otro lado.
Harry se acerco a la vitrina.
— Disculpalos, a veces no se dan cuenta que pueden ser molestos —dijo ella.
Y no era mentira. A veces Harry estaba estudiando y los chicos, en el cuarto de alado, gritaban al jugar los videojuegos de Dudley y no la dejaban concentrarse en paz.
Harry estaba por irse cuando algo increíble paso.
La serpiente se desperezo y la miro fijamente, luego asintió. Por alguna razón Harry sintió que la serpiente le decía algo como “estoy acostumbrado”.
Harry lamió su labio inferior, repentinamente excitada, miro a ambos lados para ver a sus familiares, pero no estaban cerca.
— ¿Me entendiste? —pregunto suavemente, y para su sorpresa la serpiente asintió—. Fascinante, ¿puedes entender a todos los humanos?
La enorme boa se quedo quita un segundo y negó, sacando su lengua larga, Harry sintió que decía “sé lo que sus acciones dicen, pero no entiendo su lengua”.
— Debes ser muy inteligente. ¿De donde vienes?
La boa movió lentamente su cola y señalo a un costado. Harry miro y con sorpresa vio el cartel.
“Brasil”.
— Oh vienes de Brasil, ¿es bonito allá?
La serpiente negó mientras movía su cola, más abajo. Otro cartel decía “Criada en cautiverio”.
— Oh vaya, seguro debes sentirte sola sin tu familia… —Harry mordió su labio ante esto, sintiéndose repentinamente culpable.
Harry juraba que podía escuchar un “Al menos cuidan de mi, y me traen toda la comida que quiera” Harry asintió.
— Es verdad, no hay que ser ingratos, yo…
— ¡Mira Dudley! ¡Tu prima parece hablarle a la serpiente!
El grito de Piers sobresalto a Harry, y los chicos corrieron a toda velocidad, casi empujando a Harry.
— ¡Les juro que se movía! ¿A que si, Harry?
Antes de poder responder, Harry vio a sus tíos y sus conocidas expresiones.
Ceños fruncidos, labios en muecas de disgusto, expresiones que ponían cuando cosas raras pasaban alrededor de Harry.
Ella se apresuro a negar, repentinamente sintiéndose culpable.
Cuando salían del zoológico, Dudley y sus amigos hablaban fascinados, pero Harry iba en silencio.
Su tía había puesto una cara de decepción y le dije— Ya tienes casi once años Harriette, espero no bayas por ahí hablando con animales. La gente pensara que estas loca. Comportate con más decoro.
— Si tía Petunia, lo siento.
En el regreso, sin escuchar la conversación de los chicos, Harry pensó en las cosas raras que siempre provocaban que sus tíos se molestaran con ella.
Recordaba una vez unas niñas rompieron su lapicero nuevo, estaba tan mortificada de que la tía Petunia la regañara, pero entonces, cuando reviso en sus cosas, la lapicero estaba como nueva.
En una clase de educación física, Harry hizo ejercicio sin usar la excusa que la tía Petunia le dio, y Harry termino cayendo y ocasionándose heridas en las manos. Temerosa de que la tía encontrara heridas y futuras cicatrices en sus manos, estas desaparecieron casi por arte de magia.
Luego de clases, una chica le pegaría un chicle en su largo cabello. Harry había estado mortificada de lo que diría su tía luego de que la enfermera cortaba su cabello. Pero mágicamente había crecido de un instante a otro.
Las niñas habían creído que la enfermera había logrado quitarle el chicle sin cortarle el cabello.
En otra ocasión, cuando Tina Harper y su pandilla la perseguían, Harry salto unos cubos de basura y puff, estaba en el techo de la escuela.
Cada vez que pasaban cosas así, la tía Petunia estaba inmensamente disgustada.
Decepcionar a su tía, quien gentilmente hacía tanto por ella, Harry era lo que menos quería.
Después de todo, no quería romperle el corazón, justo como su madre hizo.
Mientras salían del coche para preparar la casa para la fiesta, la tía Petunia llevo a Harry aparte.
— Harriette, sabes que no me gusta que llames la atención por cosas anormales como, como hablar con los animales. Solo los locos hablan con los animales.
Harry trato de no recordarle a la tía Marge, quien amaba hablar con voz de bebe a su perro favorito, Riper.
— Lo siento, tía Petunia.
— Escucha Harriette —dijo ella, extendiendo sus manos para tomar las de la menor—, las cosas anormales son peligrosas, y nada buenas para ti. Quiero que tengas una vida feliz, la vida que tu madre no pudo vivir, ¿lo entiendes? Y para eso, tienes que ser normal, ¿entiendes?, una niña normal, perfectamente normal.
Cuando cosas raras ocurrían alrededor de Harry, la tía Petunia siempre hacía incapie a la normalidad. Harry no pensaba que fuera para tanto, en las películas de niñas que veía, las princesas siempre tenían animales con los que hablaban. Pero no dijo nada.
— Lo sé tía Petunia.
— Bien. No quiero escuchar que estas hablándole a los animales de nuevo, ¿ésta claro? —Harry asintió?—, bien, ahora, necesito que me ayudes con la cena.
Mientras Harry se ponía a ello, pensó en algo.
Las personas siempre hablaban a sus animales, pero, ¿la tía tenía la impresión de que Harry hablaba y los animales le tendían?, ‘hablar como en una conversación de dos partes?
Harry negó.
Eso era tonto.
Los animales no hablaban.
Era solo que a la tía Petunia no le gustaba que Harry actuara un poco rara.
Eso era todo.