Pasión, de esas cosas que (no) se pueden evitar
Quizás no era el mejor lugar para enredar las manos en su pelo,
quizás no era la mejor hora para arañar su espalda con las uñas,
quizás Lily debería haberse ahorrado el tirón de la corbata,
quizás James debería haber evitado que su mano se colase por debajo de la falda.
Pero es primavera y el calor no está solo en el exterior,
y el corazón palpita cada vez más rápido por la anticipación,
y sus ojos se encuentran y algo arde,
la piel en llamas y la boca seca.
Es rápido, es desordenado, es voraz.
Los sonidos de uno callados por la boca del otro,
James inhalando el aroma a cereza de su cuello,
como si fuese su único propósito en la vida;
Lily apretándose contra su cuerpo de pies a cabeza,
como si pudiera fusionarlos en uno solo.
Las agujas del reloj avanzan y el sudor y la saliva resbalan,
el resto del mundo es imperceptible para sus sentidos,
son sólo ellos dos,
y el deseo,
y las ganas,
y el amor.
Y la puerta abriéndose.
Quizás no era el momento ideal, pero lo hecho, hecho está,
y con las mejillas rojas de algo mucho más desagradable que la pasión
ambos entran a clase sin mirar a los ojos a su profesora.
Sintiendo el estómago revuelto,
las ganas de borrarte la memoria,
y las punzadas en el pecho que te piden esconderte bajo las sábanas,
juras que es algo que nunca volverás a hacer.
Pero al final es más fácil asumir el bochorno,
que decirle que no a la atracción de dos imanes.