Cueva de pesadillas

Harry Potter - J. K. Rowling
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Cueva de pesadillas
Summary
Muchos mencionan el vínculo que los hermanos tienen desde que nacen. En la familia Black jamás hubo vínculos de afecto y amor, pero Sirius y Regulus construyeron uno desde bebés y, aun con su relación tensa, ese vínculo jamás se rompió.Fue ese vínculo el que destruyó a Sirius, quien después de un día cansado, volvió a ver al hermano con el que no hablaba hace tres años, y fue espectador de su peor pesadilla.
Note
Tenía planeado hacerlo un poco más largo, pero esto fue lo que salió.La relación caótica y muy tensa de los hermanos Black me llamó la atención desde que los conocí, y quise escribir esto ya que me siento terriblemente mal que en el canon, Sirius no sea conocedor de la verdad de la muerte de su hermano menor; así que, escribí el cómo pensé que sería la reacción de Sirius sobre la muerte de su hermanito menor, y cómo serían los últimos respiros de Reg.Como ven el español es mi idioma natal, y aunque quería publicar esto en inglés, no tengo el suficiente conocimiento y fluidez del idioma. Además hay muy pocos fanfics en español, así que estaría bien agregar uno más en el lado hispano.

Hacía frío. Así inició la mañana. Fría, tranquila, vacía y raramente inquietante. La gente pensaba que sucedía por la tormenta que ocurrió en una parte poco lejana de donde residían, mientras que Sirius pensaba que algo inquietante pasaba. No se culpaba. Siempre odió estos climas. Le recordaban a cuando vivía en el número doce de Grimmauld Place; vacío, frío y un ambiente insoportable que te asfixiaba cuanto más tiempo pasabas ahí.

Lily y Remus son los que aman más esos días nublados y grises. Hablan de que son tranquilos y pueden tener paz. Sirius creía lo contrario. Él no podía tener paz.

Jamás tuvo paz, hasta que eventualmente conoció a sus amigos, claro. Conocerlos le salvó de esa tormenta y le aclaró sus ojos, irónica y odiosamente grises. Lo que lo ayuda un poco a despejarse ese pensamiento, fue que poseen un tono azulado que se ve en la luz. Poco para salvar, pero lo ayudaba.

Los ojos de su madre eran negros, como la noche, ni si quiera podías decir que eran grises. Si la mirabas a los ojos pareciera que te veía el alma. Los de su padre extrañamente cambiaban, a veces grises, a veces negros. No podías saber lo que pasaba por ellos. Sin embargo, los ojos de Regulus no eran completamente grises o negros, pero tampoco tenían el color azulado de él. Eran más oscuros que los suyos, y si lo veías de cerca, un color entre verde y gris se asomaba.

Cabía aclarar que era de conocer que toda la familia Black tenían ojos grises o negros. Raramente azules. Pero había pocos que los tenían diferentes. Los de Bellatrix eran completamente negros. Los de Andrómeda y Regulus rozaban el verde. Los de Narcissa y Sirius tenían azul grisáceo. Es gracioso. Andrómeda y él siempre se llevaron mejor que con los demás, igual que Narcissa y Regulus.

Pero claro, había muy poca gente que lograba observar los pequeños detalles de los ojos de la familia Black. Todas las personas a las que Sirius fue obligado a apretar y besar sus manos, observaban sus ojos, y era claro en la mirada de ellos que veían lo mismo que los demás: un gris frío y tenebroso.

Remus fue el primero que pudo observar su color azulado. O tal vez no fue el primero, pero sí fue el primero que se lo dijo de frente.

Recuerda esa noche. Estaban en las cocinas de Hogwarts porque, bueno, en ese entonces adoraban desvelarse comiendo e ideando bromas (cosa que dejaron poco a poco cuando comenzaron sus EXTASIS y BÚHOS). Luego de que Remus pidiera amablemente a los elfos comida para los cuatro Merodeadores, Sirius estaba sentado en una mesa, hablando mientras Remus lo miraba. El más alto estaba entre las piernas de Sirius por lo cual estaban en la misma altura. En algún momento, Remus levantó sus manos y le agarró las mejillas con tanta delicadeza, y Sirius, completamente enamorado, captó esa mirada tan diferente de los demás que jamás en su vida había recibido, proveniente de los ojos avellana de su novio.

“Son azules. Tus ojos. Todavía tienen ese gris que todos notan a primera vista, pero si te lograran observar mejor, el azul se reflejaría más que el gris. Son hermosos”.

Y, oh, cuánto amaba a Remus.

Fue una de las primeras personas que captó el azul. Aparte de Peter, James y Marlene, nadie más. Uh, tal vez Regulus, pero él jamás lo mencionó.

E ignorando el tema de sus ojos, el gris aún existía en su vida. Sí, es feliz y está satisfecho con lo que ha logrado hasta ahora sin la ayuda e interrupciones de su estúpida familia, sin embargo, todavía había días en los que simplemente... caía. La gente le hacía recordar que seguía teniendo sangre Black en sus venas, sus pesadillas lo consumían al menos dos veces cada semana, y luego se derrumbaba en el sillón de su casa y de Remus, o en los brazos de este último. Rara vez se desahogaba en los brazos de James. Desde que Lily y él se juntaron ha estado enfocado en su relación, y Sirius no quería molestarlo.

Sirius siempre creyó que librándose de las ataduras de sus padres podía estar libre. Pero cuando cumplió ese sueño y escapó, algunas personas o cosas lo obligaban a ser consciente de que no puede escapar fácilmente de algo, en especial de su sangre.

Todavía se sentía terriblemente mal con lo que pasó hace días. Estaba en el ministerio con Moody haciendo una investigación por los ataques de los mortífagos, cuando con una recepcionista que le preguntó su nombre para pasar al área de los archivos, al momento de decir "Black", no lo dejaron pasar. Moody arregló el asunto y pudo entrar, pero jamás volvió a querer hacer una misión si tenía que ser obligado a decir su maldito apellido.

Pero ahí fue ese día. Al ministerio.

James estaba con sus padres y Lily, pues Effie y Monty se han estado sintiendo mal; Remus estaba (está) en su misión súper secreta encomendada por Dumbledore; y Peter, bueno, ni siquiera sabía de él desde hace tres días. Probablemente estaba muy ocupado con sus propias misiones. Dumbledore traía a toda la Orden con misiones pesadas o de larga duración, y había pocas veces en las que alguien podía dormir bien. Nadie se quejaba, después de todo, estaban en medio de una guerra.

Dumbledore le había encargado a Sirius que fuera al ministerio para investigar sobre alguien que, se sospecha, es el mortífago que ha estado asesinando a familias muggles de cierto lugar de Francia. Marlene lo iba a acompañar, pero decidió pasar tiempo con su familia, pues su hermano menor enfermó. Sirius no se quejó.

En ese extraño día nublado, con posible caída de lluvia, solo y yendo al lugar donde no quería ir, había deseado que inmediatamente se acabara. Prefería estar distraído con cualquier cosa que afrontar algo, especialmente este día, gracias.

Cuando por fin había subido las inmensas escaleras de la entrada y entró al ministerio, anheló que al menos los resultados valgan la pena. Pero claro, la vida odia a Sirius Black y no le dio lo que quería. El mortífago fue asesinado hace dos noches por la mano de Bellatrix.

No es que no esté feliz de que ese mortífago ya haya dejado de asesinar, está feliz de que haya un mortífago menos, pero últimamente no tenía misiones en las que pueda distraerse de su devastadora soledad.

Así que ahora Sirius estaba en el sofá de su casa, sin haberse cambiado aún y con el estómago vacío porque no quería levantarse. Sus noches habían sido difíciles desde que Remus se fue hace cuatro días, y el insomnio aparecía cada noche. Poco a poco pasó de dormir diez horas, a dormir dos.

Que este día fuera veinticuatro de junio empeoraba sus pensamientos. ¿Y cómo no? Quería ver a Regulus, que cumpliría dieciocho años en unas horas. Joder, mandaría una carta, e inclusive un patronus, sólo para llamarlo idiota, mezquino, ególatra, imbécil y supremacista de sangre.

No mandó nada.

Desde hace años que no lo hace. Y no admitiría que le duele, aunque eso seguramente ya lo saben sus amigos y los Potter.

El último regalo que le dio a Regulus fue un anillo con una joya roja, porque recién empezaba su obsesión por ellos, y una camisa blanca con bordado dorado que estaba seguro que a él le quedaría perfecto, más aun sabiendo que fue la primera camisa de varón que Regulus obtuvo. Es lamentable que jamás se lo haya visto puesto.

El último regalo que Sirius obtuvo de Regulus fue un collar de oro, con una estrella como dije y con diamantes blancos brillando. En una de las lunas en las que acompañó a Remus en el Bosque Prohibido, arrojó el collar en el camino. Sin embargo, es consciente de que sus amigos saben que él fue a buscar el collar al día siguiente, y ahora lo mantiene en una caja oculta en su armario.

Todo ese intercambio de regalos en sus cumpleaños dejó de suceder desde que Regulus entró a Hogwarts para su primer año.

Sirius sabía que debía dejar de torturarse con esos pensamientos. Remus, James y Peter siempre se lo dicen, especialmente Remus, pero es inevitable. Ellos no tienen hermanos, no conocen el sentimiento de tener personas que protegerían ante todo lo malo, porque, aunque odie con toda su alma a Regulus, aún hay una pequeña parte de él que lo ama. Y le duele.

Pero no puede hacer nada para calmar ese dolor. En esta noche, donde siente que quemaría todos sus recuerdos con Regulus, también está el sentimiento de que daría todo por regresar el tiempo y hacer cualquier cosa por seguir al lado de Regulus, amándolo sin doler.

Y cuando el sueño lo atrapa entre sus brazos, lo primero que siente es frío.

Trata de darse la vuelta y acomodarse mejor en el incómodo sofá, pero cuando lo intenta, siente que está a punto de caer a un vacío completamente negro. Abre los ojos sintiendo su piel ponerse de gallina, queriendo agarrarse de algo, y al momento de sentir, extrañamente, una roca, jala su propio cuerpo haciendo fuerza y logra colocarse acostado en un suelo lleno de piedras.

Se levanta de inmediato de su posición y respira profundamente el aire. Se sentía como si estuviera en un lugar húmedo, y estaba en lo cierto, porque cuando sus ojos se adaptaron a la oscuridad, lo primero que alcanza a ver es agua. Hay agua por todos lados.

Al momento de levantarse, un mareo lo inunda y se estabiliza antes de caer de nuevo al doloroso suelo. Ya recuperado y seguro de que no volverá a suceder, en la cima de las rocas, que ahora se da cuenta que son cristales, logra ver a un joven con una criatura a su lado. Un elfo, cree. Parece inquietantemente familiar, y algo en él le dice que suba, así que sin pensarlo dos veces lo hace.

Cuando se va acercando tratando de no llamar la atención, se da cuenta que no es nada más ni nada menos que Regulus acompañado de, supone, Kreacher. El cuerpo y mente de Sirius dejó de funcionar por un momento.

“Reg-Regulus, ¿qué carajos haces aquí?”, llama incrédulo, y una ira lo inunda cuando Regulus no lo escucha. O tal vez sí, pero lo ignora. Sí, es lo más probable.

Regulus tendía a ignorarlo después de una discusión. Sirius siempre se molestaba por eso, hasta que dejaba el asunto así.

Al día siguiente aparecía un pastelito en su escritorio.

Era obvio que Regulus le había pedido a Kreacher que lo hiciera, pues Regulus no sabía cocinar. Pero se apreciaba el detalle. Sirius jamás le dio las gracias y Regulus jamás dijo nada.

“Regulus, ¿me estás escuchando? ¿Qué-? Espera, ¿qué estás haciendo?”, pregunta cuando lo observa tomar un cuenco entre sus manos.

Sirius dirige su mirada a las manos de Regulus, y, oh, temblaba. Pero eso no lo distrajo, lo que le llamó su atención fue el anillo con una piedra roja, colocado en uno de sus dedos largos y pálidos. Antes de tener una reacción después de su desconcierto, Kreacher habla.

“Maestro Regulus, creo que no es buena idea que haga esto. Kreacher puede beberlo, Maestro”, suplicó. Sirius está confundido.

“No te haré volver a pasar ese dolor, Kreacher. Lo haré yo.” La mirada que lograba ver Sirius de Regulus le daba un extraño sentimiento en su pecho. Se veía... seguro de hacer lo que sea que esté por hacer, pero, hay algo más ahí.

Kreacher parecía desconsolado y enfermo. Ese elfo le caía mal a Sirius, siempre estando ahí para despreciarlo y llamarlo traidor de sangre, pero siempre supo que Kreacher, desde que nació Regulus, lo adoró. Y eso no se escapa de sus ojos mientras ve al elfo mirar a Regulus con miedo y a la vez admiración.

Casi grita del susto cuando Regulus se da la vuelta y pareciera que lo está mirando a él, y es justo ahora que se da cuenta que ninguno de los dos que están frente a él, pueden verlo. Regulus no lo mira, ya que al parecer está viendo el agua que está a sólo unos metros de ellos, pero Sirius siente que sí lo está viendo a él. Y antes de terminar de procesar el pensamiento, teme, porque no quisiera que Regulus viera cómo se encontraba físicamente Sirius en estos momentos. Cansado y jodido.

Cuando Sirius aleja el pensamiento, su atención se dirige a los ojos de él. Es raro. Están completamente verdes, no hay una pizca de gris en ellos. Son simplemente... verdes. No hay más en ellos. Sirius se pregunta qué le ha pasado. E inevitablemente siente que empieza a extrañar a su pequeño hermano menor que siempre lo seguía en aquel lugar al que llamaban casa.

Regulus se ve tan cansado. Derrotado. No puede lograr digerir correctamente esa última palabra, porque, aunque Regulus sea una serpiente y un cobarde, jamás mostraba sus debilidades. Que ahora las muestre, es... desgarrador. Ese no es el Regulus que él recordaba antes de ir a su primer año, ni el Regulus que dejó atrás en Grimmauld Place.

No. No lo dejó, Regulus decidió eso. Decidió quedarse.

Sirius aleja ese pensamiento, con una ira en su pecho que se fue tan pronto como llegó.

Regulus se ve vacío. No como la máscara que siempre puso en Hogwarts o en las cenas familiares. No. Se veía completamente vacío. De alma y cuerpo. Odiaba cómo se veían los ojos del menor. Y odió cómo él mismo, en este momento, se siente culpable de algo que no tiene la culpa.

Se sobresalta cuando Regulus vuelve a dirigirse a Kreacher.

“Escucha, Kreacher. Cuando empiece a tomar esto, no dejes que pare. Oblígame a seguir tomando". Regulus miró intensamente al elfo. "Después de que esto esté vacío, toma el relicario y reemplázalo con este”.

Si Sirius se asustó cuando Regulus pidió que sea obligado a tomar una sospechosa sustancia de la roca ahuecada, casi jadea cuando sacó debajo de su camisa una réplica del collar que Sirius recibió de Regulus. Claro, no es idéntico. En vez de que sea de oro, el collar es de plata, pero técnicamente son iguales. Sirius no sabe cómo sentirse. Quiere llorar.

Regulus sostiene el cuenco de su mano con más fuerza, y agarra la sustancia de la roca ahuecada en medio de la isla. Sirius se da cuenta por primera vez que dentro hay un relicario verde con una "s" grabada en medio. Le recuerda a la reliquia de Salazar Slytherin. No le sorprendería que Regulus estuviera buscando las reliquias, especialmente la de Slytherin. Siempre fue un gran admirador de las cosas antiguas y de coleccionar.

Pero cuando escucha a Regulus jadear de dolor, Sirius duda que esté haciendo esto sólo para obtener una reliquia y coleccionarla. Y para su terror, los ojos de Regulus empiezan a soltar lágrimas después de la cuarta vez que bebe, y pronto ya no puede beberlo por su propia cuenta. Hace años que no lo veía llorar.

“K-Kreacher, duele. Para”. Llora, y Sirius está tentado a abrazarlo y decirle que todo estará bien. No lo hará. Kreacher sigue dándole la bebida por la orden que recibió de Regulus momentos atrás. Aunque no quisiera darle esa sustancia, la magia de darle órdenes a los elfos es más fuerte. “Duele. Duele. Por favor, para. Kreacher, para..., detente, ya no quiero”. Sirius haría lo que fuera por dejar de escuchar esto.

Luego hay silencio.

“¿Re-Regulus?”, lo llama con una voz entrecortada, aunque sabe que no servirá.

“S-Sirius”. Los labios de Regulus apenas se abrieron para dejar escapar esa palabra.

Está a punto de ponerse a llorar vergonzosamente.

“Sirius, Sirius... no, no, no es cierto. Perdón”.

Está confundido. No lo está mirando, pero ahora Sirius cree que Regulus está alucinando.

“Perdóname, Siri. Yo quería, yo... Sirius”.

Y Sirius no está preparado para ver llorar desconsoladamente a su hermano menor después de tantos años. Antes hacía lo que fuera para que dejara de llorar y sólo estuviera tranquilo, porque le dolía ver a su hermano así, y ahora cree que, con verlo de nuevo, podría romperse como nunca antes en cualquier momento.

Regulus está sentado agarrando fuertemente las rocas como si su vida dependiera de ello, y Sirius observa cómo Kreacher le da el último trago de la sustancia. Ya no había nada más para beber y el relicario estaba en medio de esa roca. Kreacher dejó el cuenco e inmediatamente reemplazó el relicario por el collar plateado de Regulus, ahora transfigurado y siendo idéntico a la reliquia.

Sirius inhaló profundamente cuando sintió la oleada de magia negra que provenía del relicario. Algo que pocos sabían, era que la familia Black era muy sensible a la magia, haciendo que ellos fueran más susceptibles a percibir la magia fácilmente y a realizar hechizos con sólo unos intentos. Sirius nunca le contó eso a sus amigos, se avergonzaba de todo lo que obtuvo de su familia, incluyendo su habilidad en el piano y su fluidez en francés y latín.

Claro, ocultar el hecho de que sabía francés no le duró mucho desde que entró en la Orden del Fénix. Dumbledore quería crear alianzas con magos franceses y Sirius era el único mago de la Orden que hablaba francés.

Volteó rápidamente al lugar donde se suponía que estaba Regulus cuando un quejido sonó en la cueva, y entró en pánico cuando no lo vio. El sonido del agua lo hizo voltear abruptamente que temió romperse el cuello. Regulus acunó débilmente sus manos para agarrar agua del lago. Sirius se apresuró a llegar a él.

Justo antes de tocar su hombro en un intento inútil de llamar su atención, unas manos salieron del agua seguido de cuerpos con piel gris. Tan inquietantes.

Inferi.

No tardaron mucho en agarrar el cuerpo delgado de su hermano menor, justo antes de que se oyera un grito proveniente de la boca de Sirius. A la par, Regulus siseó cuando un inferius rasgó sus piernas. Rápidamente olvidó que quería beber desesperadamente, y empezó a arrastrarse para alejarse de la orilla del lago.

Fue inútil, pues los inferi comenzaron a salir del agua dejando ver a más de una docena en un segundo. Todos soltaban gritos y balbuceos que no se entendían, y Sirius empezaba a entrar en pánico pues él no podía hacer nada para sacar a su hermano de ahí. Aún con ese pensamiento, sacó su varita y trató de conjurar hechizos de defensa. Ningún hechizo salió de su varita. Sin embargo, Regulus sí pudo conjurar un hechizo de fuego mientras se acercaba a su elfo.

Sirius recuerda cuando vio por primera vez una muestra de magia magnífica proveniente de su hermano menor. Obviamente fue testigo de la magia accidental de un Regulus muy pequeño, pero jamás vio magia intencionada salir de él, hasta hace años, en su cuarto año. Sirius y James estaban bajo la capa de invisibilidad tratando de entrar al salón de la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras; en este momento Sirius no recuerda para qué. Todos en ese momento estaban cenando, pero cuando entraron, se dieron cuenta de que el maestro y dos alumnos estaban en medio del aula. James fue el primero en identificar a Regulus como uno de esos alumnos.

Al parecer el otro alumno estaba teniendo fallas en sus defensas, así que el profesor le pidió a Regulus que peleara con él. Fue un poco rápido y Sirius comparó las habilidades de Regulus con las de Remus, quien era el mejor en Defensa de todo su año, pero eso no descartó que la defensa de Regulus fuera increíble para alguien de tercer año. Otra muestra de su magia fue momentos después cuando el otro alumno sangró de su brazo. Regulus lo curó de inmediato.

Después de ese momento, Sirius estuvo furioso por varios días. No podía aceptar que su hermano menor fuera perfecto en sus clases tal como lo era en su casa.

Pero aun teniendo eso en cuenta, de que Regulus era bueno en la magia tal como se le fue inculcado desde pequeño, no podía asimilar lo que veía en este momento: Regulus no estaba sacando todo su potencial.

Tal vez podía relacionar eso con que Regulus estaba siendo afectado por la poción que tomó hace sólo unos segundos (o incluso por las heridas de sus piernas que sangraban a brote), pero Sirius conoce a su hermano, o al menos lo conocía. Sirius nunca dudó que Regulus podía defenderse aun estando herido, un hecho que se plantó en su mente y lo dañó cuando recordaba en qué lado de la guerra se encontraba Regulus.

Y analizando a Regulus, no parecía estar dañado físicamente por la sustancia, por lo tanto, la poción sólo hizo que quisiera beber desesperadamente; posiblemente ardor y alucinaciones en el momento de beberla, considerando cómo se comportó. Así que no había manera de que Regulus no se defendiera como correspondía.

Aunque también recuerda vagamente que cuando Regulus está cansado física o mentalmente, no tiene ganas de hacer nada. Eso se manifestaba en su magia que se debilitaba. Walburga lo castigaba por dejar que el cansancio le ganara.

Pero era imposible que Regulus estuviera cansado, ¿verdad? En la escuela siempre estaba con su mirada altiva e indiferente hacia los demás. Incluso escuchó que tomaba clases extras (no por ser malo en sus clases, obviamente. Sirius cree que lo hacía cínicamente por diversión). Jamás se le veía cansado. No era posible que estuviera cansado. Además, se había enterado por parte de algunos compañeros de la Orden que Regulus ascendió a ser la mano derecha de Voldemort, compitiendo con Bellatrix. No debía estar cansado si era la mano derecha de alguien, especialmente de Voldemort.

Pero, ¿por qué Regulus lucía cansado en este momento? La mirada en esos ojos verdes que observó cuando inició este sueño estaban cansados y vacíos, pero no se comparaban con la mirada derrotada, labios mordidos y ojos cristalinos que se presentaban en la cara de su hermanito menor. Sirius sentía que se rompía por dentro, poco a poco.

Kreacher estaba detrás del cuerpo de Regulus, temblando como una hoja, con las orejas hacia abajo y una mirada desconsolada. En sus manos huesudas estaba el relicario que agarraba con tanta fuerza.

"Kreacher, prométeme una cosa". La voz de Regulus sonó tan baja, que si Sirius no se hubiera acercado hace segundos, no la hubiera escuchado. Sin esperar una respuesta, siguió: "vete de aquí y llévate el relicario. Destrúyelo, no importa cómo, destrúyelo y no regreses. Y no dejes que nadie se entere de esto".

El corazón de Sirius empezó a bombear tan deprisa. Sentía que sólo serían unos segundos más para que saliera de su pecho.

"Pero..., ¡maestro!" El elfo sollozó.

"Kreacher, es una orden. Vete de aquí, destruye el relicario y no vuelvas, por favor". Las últimas palabras fueron ahogadas por las lágrimas que soltó. La voz quebrada de Regulus lastimó más que lo que ordenó. La mano izquierda de Kreacher agarró con fuerza la camisa verde bosque de Regulus, y le dio una mirada tan destrozada. Regulus le sonrió. "Gracias por ser un buen elfo, Kreacher. Estoy agradecido por estos años de servicio y por tu compañerismo. Siempre fuiste un gran amigo para mí".

"Gracias a usted, Maestro Regulus. Kre-Kreacher está muy contento de haber servido al heredero de la más Noble y Antigua Casa de los Black". Kreacher parecía que iba a decir algo más, pero inevitablemente, la magia de los elfos lo arrastró, sacándolo de la cueva. Ahora Regulus estaba solo.

Sirius logró ver que sus lágrimas empezaron a salir con más frecuencia, y por un momento empezó a entrar en pánico cuando la imagen de su hermano empezó a ponerse borrosa, hasta que su mano subió a sus mejillas. Él también estaba llorando y no supo cuándo había comenzado.

Tampoco se había dado cuenta de que los inferi habían llegado hasta ellos, haciendo que ahora sólo unos tres metros los separasen. El hechizo de fuego que salía de la varita de Regulus ahora se estaba debilitando. Sirius se arrodilló al lado de su hermano, y lo observó por unos momentos.

Las piernas de Regulus aún sangraban, y en algún momento también había recibido un rasguño en la parte inferior de su cuello, cerca de su clavícula. Las heridas no habían dejado de sangrar. Su desordenada camisa verde estaba manchada en varias partes, no sabía de qué. Regulus siempre fue de esas personas que tenían su vestimenta limpia y ordenada, por lo cual esta imagen es algo que jamás olvidaría.

Sus mangas estaban arremangadas, así que podía ver más de cerca la horrible Marca Tenebrosa. Su mano izquierda estaba levantada porque sostenía su varita (Regulus es diestro; desde chico usaba la mano izquierda, pero Walburga siempre insistió en que usara la mano derecha), así que fue una ventaja al ver cómo la serpiente se revolcaba en la calavera de una manera tan inquietante.

Sin embargo, la imagen de la Marca no fue algo que llamó mucho su atención, como pensó que lo haría cuando la viera por primera vez de cerca. Ignorando la tinta negra en el brazo izquierdo de su hermano, había cicatrices que sobresalían arriba del tatuaje. Parecían cortes rectos pero disparejos entre sí. Como si fueran... intencionados. Su mirada se desvió a la muñeca derecha, y pronto identificó otros cortes en ese lugar.

Servir en la Orden del Fénix y estar en una guerra le dio la habilidad de diferenciar las cicatrices superficiales de las profundas, así que fue fácil saber que todos los cortes que veía, eran profundos.

De alguna manera muy dolorosa, recordó cómo siempre evitaba que Regulus saliera lastimado cuando vivía en Grimmauld Place. Asumiendo la culpa de los errores y accidentes de Regulus, distrayendo a su madre cuando el menor cometía un error, sacando a Regulus de su mente cuando se sumía en ella como una manera de escapar del mundo, y más acciones para evitar que Regulus fuera castigado por Walburga.

Al final, todo lo que hizo fue retrasar lo inevitable, porque Regulus, de una u otra manera, salió lastimado. Y Sirius no sabía cómo asimilar este descubrimiento.

Él siempre pensó que, si se iba de esa casa, sus padres ya no estarían enojados y ya no podrían descargar su enojo con cualquiera que se le cruce. Pero, aunque Regulus no fue lastimado físicamente por ellos, sí fue lastimado mentalmente, y eso llevó a que Regulus fuera a crearse heridas físicas, hechas por sí mismo o por la guerra.

Por eso mismo, ahora, viendo a Regulus sangrando, con esa mirada destrozada y con cicatrices, Sirius ruega desesperadamente a quien sea que esté escuchando sus pensamientos, que regresen el tiempo en donde aún hablaba con Regulus, donde aún podía salvarlo, donde aún podía darle su amor, donde aún podía ser su hermano mayor.

Pero a Sirius no le concedieron ese deseo, no fue escuchado, porque los inferi agarraron entre sus garras al heredero de los Black, debido a que, en algún momento, la magia que salía de su hermano se apagó.

Sirius odiaba toda cosa que le dieron sus padres, incluyendo su habilidad de percibir la magia de los magos y brujas. Una habilidad que le permitía sentir el núcleo mágico si se concentraba lo suficiente. Así que, sintiendo cómo la magia se apagaba lentamente del cuerpo de su hermano menor, empezó a odiar aún más esa habilidad.

Tal vez fue un efecto de la sustancia que Regulus bebió hace poco, o la pérdida de sangre al obtener unas heridas por los inferis. Sirius no lo sabía, pero sí sabía que fue dolorosa la manera en la que sentía cada pedazo de magia ser desprendido de Regulus. Y cuando su mano trató inútilmente de alcanzar el cuerpo del menor, sintió aún más la poca magia que quedaba de Regulus.

Los inferi arrastraron a Regulus al lago. El Black menor ya ni siquiera gritaba, se quejaba o ponía resistencia. Ni un sólo hechizo salía de su varita o labios, ya sea porque no quería o porque literalmente no podía.

Sirius corrió tras él. Tropezó varias veces por las salientes rocas que estaban en su camino. No le importaba la sangre que salía de sus rodillas y palmas cuando se caía, o las lágrimas que salían sin frenesí de sus ojos.

Él sólo se enfocaba en la mirada que reflejaba Regulus, porque al parecer, sus ojos se posaron en donde se encontraba Sirius, como si supiera que ahí se encontraba su hermano mayor.

"Sirius". Su voz sonó ahogada, mientras su mano izquierda soltaba su varita, dejándola caer cerca del lago.

"¡Regulus!", sollozó, estando cada vez más cerca de su hermano menor. "¡Levántate, idiota! ¿¡Qué carajos haces rindiéndote!?" Corrió con más fuerza. "¡Pelea!"

Sirius deseó haber recibido una mirada desafiante de su hermano menor. Incluso no se hubiera quejado si hubiera recibido un comentario burlón con un hechizo punzante, pero siempre y cuando Regulus se levantara y peleara.

Sin embargo, no hizo nada de eso. En cambio, recibió una sonrisa. Era una sonrisa con tanto amor, una sonrisa cariñosa, una sonrisa que se dirigía a su hermano mayor y que hace años no recibía.

Recuerda la última vez que Regulus le dio una sonrisa cariñosa y llena de amor. Fue la noche antes de que Sirius se subiera al tren que iba a Hogwarts para su primer año. Estaban hablando sobre cómo se iban a extrañar, y en un momento, Regulus empezó a llorar. Él siempre fue un niño muy sensible y que se mostraba débil con su hermano mayor. Regulus siempre lo necesitaba y Sirius siempre estaba encantado de ayudar a su hermanito.

Sirius abrazó a Regulus mientras lloraba, y le cantó una canción de cuna en francés que Andrómeda y Narcissa les enseñaron. Fue antes de que Regulus cayera dormido en la cama de su hermano mayor que le dio esa sonrisa, y Sirius se la devolvió, incluso con más intensidad.

Pero ahora, Sirius no le devuelve la sonrisa cariñosa a Regulus, en cambio una mirada llena de sufrimiento lo consume. Aun tratando de agarrar el cuerpo de Regulus, tratando de sacarlo de las garras y brazos de los inferi. No puede, porque dolorosamente sólo está ahí para observar.

Con una última sonrisa que le dio Regulus, Sirius grita mientras su hermanito menor es arrastrado al fondo del lago. Grita porque no pudo hacer nada. Grita porque sólo estuvo ahí para ver morir a su hermano.

Y aun cuando despierta de esa pesadilla, aun cuando el sol ya salió, aun cuando James lo sostiene entre sus brazos, aun cuando a su lado están Lily y Peter con miradas llenas de pánico, Sirius llora desconsoladamente gritando el nombre de Regulus.

Porque vio a su hermano morir, porque ahora perdió a su hermano por segunda vez, porque esta vez lo perdió para siempre.

Suena patética la idea de que Sirius sepa que su hermano está muerto cuando sólo era un sueño. Una pesadilla.

Pero Sirius lo sabe, porque sintió desgarradoramente la última pizca de magia de Regulus, escuchó el último aliento de Regulus, y vio la última sonrisa de Regulus.

Regulus estaba muerto.

Y Sirius no hizo nada.