
Chapter 10
Durante el resto de las vacaciones de Navidad la capa invisible permaneció doblada en el fondo de su baúl. Harry se la pasaba jugando ajedrez con Ron cuando tenían tiempo y aunque ninguno de los dos decía nada, en silencio parecían llevarse mejor y Harry consideró prudente sobrellevar esa extraña relación en buenos términos para que no se generara un ambiente tan pesado. No compartían mucha información el uno con el otro pero un día cuando estuvieron solos en la torre de astronomía, Ron se adelantó en hablar.
—Todavía me resulta increíble que hayas elegido a Malfoy como amigo y que esperes que la gente no crea que eres el próximo mini innombrable, encima quedaste en Slytherin. —Soltó mientras dejaba sus pies al borde del barandal.
Harry dejó su mirada puesta en el atardecer a medida que evaluaba las palabras y encontraba en el fondo, el momento exacto para comenzar a mover sus cartas.
—¿Sabes por qué no te elegí a ti? —Preguntó Harry sin verlo.
—¿Por qué?
—Porque arruinaste una posible amistad al burlarte sin tener privilegios y encima sentirte mal cuando te lo regresaron.
Ron se quedó paralizado mientras sus manos apretaban el metal que evitaba que cualquiera se cayera al vacío, le molestó lo que escuchaba pero no se precipitó en atacar.
—Malfoy se habría burlado de mí de todas formas, ya sea en ese momento o más adelante.
—Tienes razón pero que hayas expuesto la balanza tan pronto sin considerar si lo haría o no, fue estúpido.
—¿Y entonces por qué de repente quieres o pareces querer ser mi amigo? —Contrajo Ron mientras se volteaba sobre sus talones para así mirar fijamente a Harry.
Este se quedó observando el atardecer por unos minutos más y luego girar tan sólo su mirada.
—¿Por qué ahora tú pareces tan abierto a esa amistad? Se nota que no te propicia mucha emoción. —Respondió Harry con otra pregunta pero no le permitió responderla, supo que con el tiempo y con la confianza ganada, sería algo que sabría, aguardó un rato en silencio y finalmente dijo:— Eres valiente y lo suficientemente inteligente como para darme lucha en una partida de ajedrez, eso no sucede con casi nadie de mi edad pero eres tan inmaduro que te dejas corroer por las inseguridades, no me hace falta conocerte bien para saber que vives en las sombras de tus otros hermanos y te has metido tanto eso en la cabeza que tú mismo te haces fracasar.
Ron abrió sus ojos más de la cuenta al oír aquello, se sentía expuesto ante un análisis que un niño de once años le había hecho y que había dado justo en el blanco, sin mencionar que cierto calor le comenzó a invadir el pecho.
Harry sabía de qué se trataba, era la emoción de por fin ser visto, y hacerlo de manera inteligente con alguien emocionalmente débil, lo haría caer en la sensación adictiva de la aceptación, aceptación que parecía por primera vez recibir y era de parte de Harry, eso sólo generaría la silenciosa dependencia hacia la imagen que parecía reconocerte finalmente y eso era lo que Harry buscaba.
—Si te sigues viendo a través de los ojos de los demás, nunca vas a poder conseguir tu propia identidad. No considero que el hecho de que seamos amigos sea algo tan horrible e insoportable como parece ser. Si en algún momento te llegas a sentir humillado por mí, créeme que no será por tus carencias económicas sino por tu falta de inteligencia y si no carecieras de ello, sabrías defenderte ante Draco de la manera adecuada y no te sentirías humillado por no tener una alta adquisición económica.
Harry pareció dar en el blanco en todos los sentidos posibles. El pelirrojo se encontraba atónito y sintiéndose completamente al desnudo sin capacidad de responder, ni siquiera sentía que su cerebro estuviese trabajando para encontrar algún tipo de respuesta, estaba atrofiado y estancado.
Las palabras habían dado en su ego pero en un buen sentido. Harry lo había cuestionado pero también lo había aconsejado y en silencio lo aceptó, le hizo entender que Harry lo veía, lo reconocía y le estaba dando la oportunidad de acentuar su valor. Nunca antes le había pasado con alguien y el hecho de conseguirlo con el moreno, le hizo retorcerse en su posición.
—Pues, parecías bastante de acuerdo con los insultos de Malfoy. —Dijo Ron finalmente mientras veía al suelo.
—Guardar silencio no es estar de acuerdo cuando no es mi pelea, tú inicialmente la buscas o la sigues con ellos.
—¿Y crees que está bien no decir algo? Porque a mí me parece que si no dices nada ante algo con lo que no estás de acuerdo, es estar de acuerdo.
—No, no es así. —Sentenció Harry tornando su voz ligeramente más firme—. Tus ideales y tu manera de pensar es algo que debe verse en ti mismo, no en los demás, actúas y piensas con necesidad suicida y compulsiva en vez de con inteligencia.
Ron pareció reírse ante aquello último pero fue una risa cálida. Luego de un rato, Harry se unió a dicha risa.
—Eres todo un Gryffindor. —Dijo para luego voltearle los ojos.
—No es un cumplido, ¿Verdad?
—No, es mi manera de decirte que tienes cualidades que valen la pena. Potencia esos lados en ti en vez de hacer lo que los demás te digan o necesites salvación con mis palabras y tal vez, podremos ser en algún momento, grandes amigos.
La conversación finalizó allí y Harry no negaba que era grato conversar con el pelirrojo cuando estaban solos, era menos idiota y más sensato de lo que aparentaba, era justo lo que Harry había analizado cuando lo conoció, incluso podía percibir su notoria lealtad, el único problema es que para conseguirla, había mucho trabajo por hacer.
Draco había finalmente regresado de las pequeñas vacaciones, lo que era indudablemente el detonante del ahora buen humor de Harry. Apenas Draco llegó, lo primero que hizo fue buscar incesantemente a Harry, lo encontró en el campo de quidditch volando sobre su escoba.
—¿Practicando para la próxima victoria? —Gritó Draco desde el suelo.
Harry reconoció la voz de inmediato y bajó su mirada al suelo encontrándose con aquel iris grisáceo puesto en él, su corazón volvió a latir como recordaba que hacía naturalmente y el agarre sobre su escoba se tornó todavía más firme. Bajó en picada con sutileza y dejó la escoba en el suelo para caminar a escasos pasos hasta que se entretuvo al frente de Draco.
No hizo nada.
Cualquiera esperaría un abrazo, que Harry corriese como en las películas o en el ámbito natural donde dos amigos luego de no verse por mucho tiempo, consuman el sentimiento de haberse extrañado por medio de aquel gesto pero Harry se quedó quieto, simplemente extendió su mano y jugó con uno de los cabellos rubios que caían sobre la frente de Draco, un gesto suave, cálido pero lo más importante, físico.
Draco se quedó viéndolo con una ceja elevada pero luego sonrió.
—Me saludas como si fueses mi madre. —Agregó Draco pero no se quejó ante la caricia, la recibió.
Y Harry complacido le regresó la sonrisa.
—¿Cómo estuvieron tus vacaciones?
—Bien, estuve en la mansión, ¿Te llegó mi regalo?
Asintió y volvió a regresarle la caricia sobre el rubio y brillante cabello, sus orbes verdes detallaban a Draco como si pudiese deducir el valor y guardarlo como suyo.
—Lo hice, me encantó.
No mencionó que le tenía un regalo a cambio, prefirió guardarlo hasta que estuviesen en la habitación y se lo entregase o al menos hasta que lo creyera prudente. Se quedaron hablando trivialmente sobre todo lo que podían y alcanzaban, Harry no tenía mucho que contar más que su inusual buen trato con Ron.
Aquello pareció descomponer al rubio.
—Espero que no me obligues a fingir que me agrada como te agrada a ti.
—No, no si no lo quieres pero seguiré con ello.
Draco se quedó callado a medida que su ceño se fruncia. Si estaba molesto o no, no se lo hizo saber a Harry, simplemente asintió y continuaron con la conversación.
A partir de ahí, nuevamente, no volvieron a separarse.
Hermione, que volvió el día anterior al comienzo de las clases, estaba ligeramente desilusionada porque finalmente Harry no hubiera descubierto quién era Nicolás Flamel.
Aquello le cayó como un hierro caliente en el estómago pues se sentía cuestionado al mismo tiempo en el que sus habilidades lo eran y no iba a permitirlo, la mitad de las cosas que Harry a ese punto conocía, eran más de la que ella pudiese aprender por su cuenta, no estaba todo el día afanado en únicamente encontrar a Flamel pero ahora que con tanto afán Hermione pareció cuestionarlo, Harry la callaria.
Una semana después, regresó victorioso, o algo por el estilo ya que lo vio cuando uno de sus compañeros estaba devorando una rana de chocolate y dejó la caja sobre la mesa, Harry lo vio solamente por la imagen de Dumbledore pero al leer lo que decía, sus ojos brillaron.
—Lo encontré —susurró—. Encontré a Flamel, escuchen lo que dice: «El profesor Dumbledore es particularmente famoso por derrotar al mago tenebroso Grindelwald, en 1945, por el descubrimiento de las doce aplicaciones de la sangre de dragón y por su trabajo en alquimia con su compañero Nicolás Flamel».
Hermione dio un salto. No estaba tan excitada desde que le dieron la nota de su primer trabajo.
—¡Esperen aquí! —dijo, y se lanzó hacia el dormitorio de las chicas. Harry y Draco casi no tuvieron tiempo de intercambiar una mirada de asombro y ya estaba allí de nuevo, con un enorme libro entre los brazos.
—¡Nunca pensé en buscar aquí! —susurró excitada—. Lo saqué de la biblioteca hace semanas, para tener algo ligero para leer.
Al fin encontró lo que buscaba.
—¡Lo sabía! ¡Lo sabía!
—¿Podemos hablar ahora? —dijo Draco con malhumor.
Hermione hizo caso omiso de él.
—Nicolás Flamel —susurró con tono teatral— es el único descubridor conocido de la Piedra Filosofal.
Aquello tuvo el efecto que ella esperaba pero quién se adelantó fue Draco al ver el rostro en un silencio analizante de Harry.
—La piedra filosofal es una sustancia legendaria que tiene poderes asombrosos. La piedra puede transformar cualquier metal en oro puro. También produce el Elixir de la Vida, que hace inmortal al que lo bebe. —Agregó Draco como si lo supiera de memoria, conocía la historia de la Piedra más no de su creador, todo habría sido más fácil si lo hubiese sabido.
—La única Piedra que existe actualmente pertenece a Flamel, tiene seiscientos sesenta y cinco años. —Terminó Hermione al leer.
Harry abrió sus ojos impresionado por la información y al mismo tiempo conectando todos los cables que en algún momento no tenían coherencia entre sí. Eso era lo que guardaba el perro enorme, eso era lo que sea quién sea intentaba robar pero, ¿Qué tenía que ver Snape dentro de todo aquello? No creía que quisiera robar la piedra para sí mismo ni tampoco para uso de alguien más, tal vez la estaba protegiendo pero ¿De quién?
—¿Ven? —dijo Hermione, cuando Draco terminó de hablar en un susurro más para Harry que con ella.— El perro debe de estar custodiando la Piedra Filosofal de Flamel. Seguro que le pidió a Dumbledore que se la guardase, porque son amigos y porque debe de saber que alguien la busca. ¡Por eso quiso que sacaran la Piedra de Gringotts!
—No es raro que no pudiéramos encontrar a Flamel en ese Estudio del reciente desarrollo de la hechicería —dijo Draco—. Él no es exactamente reciente si tiene seiscientos sesenta y cinco años, ¿verdad?
Analizó nuevamente todo lo que sabían y todo lo que tenían puesto sobre la mesa, una cosa estaba clara. Ninguno de los tres iba a salir corriendo a rescatar la piedra filosofal pues eso no constaba en sus responsabilidades y si había dudas al respecto, el semblante de Harry lo confirmó. El único propósito para investigar aquello era nutriste y saber lo que bajo sus narices estaba ocurriendo pero ahora con la información, más lo que Harry sabía, ¿Qué se supone que debía hacer?
Ahora comenzaba a entender mejor las cosas, la capa, las charlas extrañas, los pensamientos intrusivos, la insistencia del circulo social de Harry, todo estaba guiando los pasos del muchacho hacia aquello pero ¿Por qué? ¿Quién en su sano juicio dejaría la responsabilidad de algo de esa magnitud en manos de un niño de once años? Bueno, Harry no era un niño común de once años pero era incoherente dejarlo incluso en sus manos, un objeto tan de alto valor como ese en manos equivocadas sería un desastre.
Harry no se encontraba interesado para nada en el oro ni tampoco en la inmortalidad, ni aunque aquello tuviese algún tipo de beneficio, Harry no lo tomaría. Engrandecer sus capacidades a costa de un objeto era humillante, sólo reflejaría que Harry por sus propios medios no era capaz, así que ese no era el propósito inicial o duda referente al objeto. No quería acudir a Snape, tampoco a su padre, quería ser capaz de tomar una decisión justa en base a lo que estaba sucediendo, había algo muy en el fondo que le hacía querer actuar pero no por compromiso con el resto del colegio o lo que cualquiera creería, era porque Harry quería saber quién estaba detrás de querer aquel objeto y si tal vez esa persona era la responsable de sus pensamientos intrusivos, implicaba que era la respuesta que necesitaba, no era un accionar por beneficio global, era únicamente por beneficio propio, quería la verdad.
La mañana después del partido de Slytherin contra Hufflepuff terminó sumamente pronto, evidentemente con la victoria de las serpientes. Toda la casa gritaba y proclamaba el nombre de Harry al haber atrapado la snitch mucho antes de lo esperado, estaban celebrando sobre el campo que ya anochecía mientras comenzaban a entrar, Harry se dedicó a buscar a Draco con su mirada y al verlo en la torre de astronomía corrió hacia él.
—¿Me esperabas? —Expuso Harry sentándose a su lado y dejando la escoba a un costado.
—¿A ti qué te parece? —Sonrió mientras le daba espacio.
Ambos se quedaron viendo el amplio patio que podían alcanzar a ver desde donde estaban, incluso parte del bosque prohibido, aquel que según Harry había escuchado, resguardaba criaturas espantosas y oscuras, algo que la atención de Harry captaba de sobremanera.
Fue entonces cuando vieron una figura encapuchada bajando sigilosamente los escalones delanteros del castillo. Era evidente que no quería ser visto dirigiéndose a toda prisa hacia el bosque prohibido. La victoria se apagó en la mente de Harry mientras observaba. No reconoció la figura que se estaba escabullendo.
—¿Lo ves? —Preguntó Harry mientras tocaba con su mano el hombro del rubio, este asintió.
—¿Qué hace?
—No lo sé pero sea quién sea, no quiere ser visto.
Harry sentía algo extraño con aquella figura, era una sensación amarga en el fondo de su estómago que nunca antes había sentido, si era alguien del colegio que sospechosamente se paseaba por el bosque prohibido sin querer ser visto, tal vez era el mismo que quería la Piedra. La molestia lo invadió, no tenía ningún tipo de necesidad ni tampoco era coherente buscar "salvar" aquella piedra, si el mismo director ni siquiera estaba atento, ¿Por qué un niño de once debía estarlo?
Sin embargo, había algo que movía a Harry, era intuición y razonamiento.
—¿Me acompañas? —Soltó Harry volviendo a tomar su escoba finalmente mientras volteaba a ver al rubio.
—¿A dónde? ¿Vas a perseguirlo?
Asintió.
Draco no cuestionó, se quedó un rato más sentado y luego de que Harry ya estuviese sobre su escoba, se montó en la parte trasera dejando sus pálidas manos alrededor de la cintura de Harry para no caerse.
Harry al estar en la parte delantera y sin que el otro lo viese, sonrió complacido sintiendo un exquisito burbujear sobre la boca de su estómago, saltó sobre su Nimbus 2.000 y se elevó. Deslizándose silenciosamente sobre el castillo, vio a la figura entrando en el bosque. Lo siguió.
Los árboles eran tan espesos que no podía ver a dónde había ido. Voló en círculos, cada vez más bajos, rozando las copas de los árboles, hasta que oyó algo. Se deslizó hacia allí y se detuvo sin ruido, sobre un haya asegurándose de que Draco también estuviese apoyado.
Con cuidado se detuvo en una rama, sujetando su escoba y tratando de ver a través de las hojas.
—Harry, siento que hay algo mal aquí. —Susurró sobre el oído del moreno.
—Lo sé.
Admitió Harry sin despegar su mirada de aquella figura, su mano buscó la varita en su bolsillo con el instinto por si algo malo sucedía.
—Mira allí —dijo Harry—. ¿Ves eso que brilla en la tierra? ¿Eso plateado?
Draco giró su atención hacia dónde Harry señalaba y lo que vio le hizo fruncir el ceño.
—Es sangre de unicornio. —Agregó Draco aclarando las dudas en la mente del moreno. Cada segundo que pasaba, el ambiente se sentía más y más pesado.
Se podía oír el agua que corría: debía de haber un arroyo cerca. Estaban atentos a cualquier ruido.
De pronto, en un claro un poco más adelante, algo se movió visiblemente, Harry tenía la desagradable sensación de que los vigilaban. Ya habían visto lo suficiente, no iba a seguir arriesgándose de esa forma, justo cuando volvió a aferrarse a su escoba para volar en ella, pasó algo que Harry jamás había experimentado y que lo dejó helado.
Un dolor agudo y completamente punzante le perforó la cabeza, algo que nunca había sentido, como si la cicatriz estuviera incendiándose. Casi sin poder ver, retrocedió pero fue un dolor tan ensordecedor que Harry se soltó de la escoba y cayó al suelo. Draco intentó sostener su peso al agarrarlo por acto reflejo de la camisa pero no pudo, rasgó la tela del moreno y se quedó con un trozo de la misma sobre su mano.
Desde donde aún se encontraba Draco con la escoba, vio el cuerpo de Harry tendido en el suelo, golpeado por las ramas de los árboles, aún aturdido y sin poder reponerse de lo que parecía ser aquel dolor que en primer lugar le hizo caer.
La figura encapuchada levantó la cabeza y miró directamente a Harry. La sangre del unicornio le chorreaba por el pecho. Se puso de pie y se acercó rápidamente hacia él...
—¡Harry, levántate! —Gritó Draco con el pánico puesto sobre su rostro. No sabía qué hacer y arriesgarse era impropio en él pero no se sentía capaz de dejar a Harry en el suelo sin ningún tipo de ayuda.
Descendió con la escoba e intentó mover el cuerpo del moreno para que subiese al objeto pero este parecía convulsionar ante el dolor que no se detenía y las ligeras heridas sobre sus brazos.
—¡Harry, no es gracioso, levántate!
Y Harry lo intentaba, todavía estaba consciente pero no podía moldear sus movimientos de manera coherente, el mareo por el dolor de su cicatriz más el impacto lo tenían confundido, sin embargo, no se permitió sucumbir, intentó sacar su varita cuando vio que aquella figura estaba ya a pocos centímetros. Draco lo notó con antelación, la boca se le tornó completamente blanca con un miedo que atacó cada centímetro de su cuerpo pero ya no había tiempo de pedir ayuda y no iba a permitir que le sucediera nada a Harry, con la poca valentía que cualquier Slytherin pudiese tener, sacó su varita y se puso al frente de Harry mientras apuntaba al encapuchado.
—Detente ahí. —Exclamó con firmeza mientras los rasgos de miedo desaparecían y el semblante de decisión hospedó sus rasgos—. O te asesino.
Harry veía todo desde el suelo aún en la búsqueda de su varita para así ponerse de pie y ayudar al rubio, sin embargo, lo que aquella imagen propició sobre su cuerpo fue increíble.
El hecho de que Draco se sintiera capaz de incluso amenazar de muerte o realmente matar a alguien por Harry le erizó cada vello de su cuerpo haciéndole sentir un placer que nunca antes había sentido y que movió su cuerpo en un vaivén de dopamina elevada.
Justo cuando la imagen pareció acercarse más, se oyeron cascos galopando a sus espaldas, y algo saltó limpiamente y atacó a la figura.
El dolor de cabeza era tan fuerte que Harry cayó de rodillas cuando intentó ponerse de pie. Pasaron unos minutos antes de que se calmara.
Cuando levantó la vista, la figura se había ido. Un centauro estaba ante él. Tenía cabello rubio muy claro, cuerpo pardo y cola blanca.
—¿Estás bien? —dijo el centauro estando por ayudarlo a ponerse de pie pero Draco se apresuró antes de que la criatura lo tocara para así él mismo ayudarlo a levantarse.
—Sí... gracias... ¿qué ha sido eso?
El centauro no contestó. Tenía ojos asombrosamente azules, como pálidos zafiros. Observó a Harry con cuidado al igual que a Draco, fijando la mirada en la cicatriz que se veía amoratada en la frente de Harry.
—Tú eres el chico Potter —dijo—. Es mejor que regreses a la escuela o con Hagrid. El bosque no es seguro en esta época en especial para ti. ¿Puedes cabalgar? Así será más rápido... Mi nombre es Firenze —añadió, mientras bajaba sus patas delanteras para que Harry pudiera montar en su lomo pero Harry no aceptó, con gesto educado negó y se volvió a acercar a Draco tomando a escondidas la mano del rubio, este le regresó el gesto apretando más su mano.
Del otro lado del claro llegó un súbito ruido de cascos al galope. Dos centauros más aparecieron velozmente entre los árboles, resoplando y con los flancos sudados.
—¡Firenze! —rugió el otro—. ¿Qué estás haciendo?
—¿Te das cuenta de quién es? —dijo Firenze—. Es el chico Potter. Mientras más rápido se vayan del bosque, mejor.
—¿Qué le has estado diciendo? —gruñó—. Recuerda, Firenze, juramos no oponernos a los cielos. ¿No has leído en el movimiento de los planetas lo que sucederá?
El centauro con el que hablaba dio una patada en el suelo con nerviosismo.
—Estoy seguro de que Firenze pensó que estaba obrando lo mejor posible —dijo, con voz sombría.
—¡Lo mejor posible! ¿Qué tiene eso que ver con nosotros? ¡Los centauros debemos ocuparnos de lo que está vaticinado! ¡No es asunto nuestro el andar como burros buscando humanos extraviados en nuestro bosque!
De pronto, Firenze levantó las patas con furia.
—¿No has visto ese unicornio? —preguntó Firenze al otro—. ¿No comprendes por qué lo mataron? ¿O los planetas no te han dejado saber ese secreto? Yo me lanzaré contra el que está al acecho en este bosque, ayudando a humanos si tengo que hacerlo.
Y Firenze partió rápidamente, Harry volviendo a montar su escoba pero esta vez, era Draco quién la manejaba, Harry se sentía tan exhausto que había dejado su cabeza recostada sobre la espalda del rubio.
—¿Qué era esa cosa de la que nos salvaste? —Preguntó Draco cuando acercó lo suficiente la escoba hacia el centauro.
Firenze redujo el paso pero no contestó. Siguieron andando entre los árboles y en silencio. Sin embargo, cuando llegaron a un lugar particularmente tupido, Firenze se detuvo.
—Harry Potter, ¿sabes para qué se utiliza la sangre de unicornio?
—No —dijo Harry extrañado por la repentina pregunta.
—Matar un unicornio es algo monstruoso —dijo Firenze —. Sólo alguien que no tenga nada que perder y todo para ganar puede cometer semejante crimen. La sangre de unicornio te mantiene con vida, incluso si estás al borde de la muerte, pero a un precio terrible. Si uno mata algo puro e indefenso para salvarse a sí mismo, conseguirá media vida, una vida maldita, desde el momento en que la sangre toque sus labios.
—Pero ¿quién estaría tan desesperado? —Preguntó en voz alta Draco—. Si te van a maldecir para siempre, la muerte es mejor, ¿no?
—Es así —dijo Firenze— a menos que lo único que necesites sea mantenerte vivo el tiempo suficiente para beber algo más, algo que te devuelva toda tu fuerza y poder, algo que haga que nunca mueras. ¿Saben qué está escondido en el colegio en este preciso momento?
¡La Piedra Filosofal! ¡Por supuesto... el Elixir de Vida!
La mente de Harry hizo cortocircuito de inmediato y el semblante se le tornó ilegible al entender y suponer de quién se trataba.. La única persona que pudiese estar detrás de semejante acto era nada más y nada menos que Voldemort..
Pero, ¿Voldemort en el colegio? ¿Bajó las narices del mismo director? ¿Qué se supone que estaba pasando? ¿Acaso lo estaban envolviendo en papel de regalo para entregárselo?
Habían tantas dudas pero Harry se sintió plenamente satisfecho al seguir sus instintos, había conseguido una respuesta estrictamente necesaria y ahora que sabía que Voldemort probablemente estaba detrás de todo aquello, era él quién podría darle respuestas.
Sólo necesitaba comprobarlo.
—¿No pueden pensar en nadie que haya esperado muchos años para regresar al poder, que esté aferrado a la vida, esperando su oportunidad?
Y ahí estaba..
Era realmente él.
—Esto ya había pasado antes, mucho tiempo atrás pero no fueron los unicornios quién perdían la vida a costa de que su sangre fuese producto de vida, fue un clan completo.
Harry no comprendió lo que quiso decir con aquello y la duda se plantó al mismo tiempo en el que sus labios se movieron para preguntar respecto a ello pero cuando Draco siguió volando a la par del centauro, oyeron una voz lejana.
—¡Harry! Harry, ¿estás bien?
Hagrid apareció de la nada y corría hacia ellos por el sendero.
—Por amor a Merlín, ¿Qué estaban haciendo los dos en el bosque prohibido? —Exclamó alarmado Hagrid mientras los evaluaba a ambos.
—Aquí es donde los dejo —murmuró Firenze—. Buena suerte, Harry Potter —dijo Firenze—. Los planetas ya se han leído antes equivocadamente, hasta por centauros. Espero que ésta sea una de esas veces.
Hagrid, Draco y Harry se quedaron solos ya a la entrada del colegio mientras el guardabosques repetía constantemente miles de cosas que Harry no entendía, simplemente sentía su cabeza todavía palpitarle ligado a lo que acababa de descubrir. Educadamente se despidió, Draco ni siquiera le dirigió palabra alguna y cuando entraron a la habitación, el rubio se cruzó de brazos con el semblante ya un poco más vivo.
—¿¡Estás loco!? Pudimos haber muerto, Harry. Te la pasas diciéndome que no debemos actuar sin analizar antes la situación y tú literalmente te lanzaste al vacío sin más, ni siquiera tenías un plan detrás de todo esto, si el centauro no hubiese aparecido, seguramente estaríamos muertos o quién sabe, tal vez....
Draco estaba ya desquiciado mientras hablaba y se movía de un lado a otro moviendo sus manos al compás de sus palabras pero Harry no lo escuchaba realmente, sólo podía pensar en el hecho de que Draco no había pensado ni un segundo en su vida antes de ponerse frente a Harry, había pensado en atentar contra la vida de alguien más por la de Harry, pudieron haber sido palabras vacías pero Harry no las sintió así y recordarlo le regresó el placer que crispó cada centímetro de su cuerpo.
Con la pequeña energía que todavía le quedaba en su organismo, Harry caminó hacia Draco y sin decir nada más, lo abrazó.
Fue un gesto tan desprevenido que Malfoy se quedó congelado sin corresponder el abrazo de inmediato, ni siquiera se había dado cuenta que Harry era por varios centímetros más alto que él. El silencio abrazó la habitación y después de unos minutos, Draco finalmente correspondió el abrazo sin entender a qué se debía pero sintiéndose reconfortado mientras sus manos envolvían la espalda del moreno.
—¿Lo habrías matado? —Preguntó en voz baja Harry con el brillo en sus ojos emanar de una manera tan oscura que de Draco haberlos visto, se le habrían crispado los pelos.
—Bueno, no sabía qué decirle para evitar que nos matara a nosotros. —Respondió dudoso.
Y Harry no insistió, si Draco habría sido capaz o no, eso estaba en duda, sin embargo, lo había pensado y aquello fue suficiente para que Harry tornara su mente en un cúmulo de necesidad asfixiante donde lo que más anhelaba extrañamente era que Draco ejerciera aquel tipo de poder sobre la vida de otro pero no por Harry, sino porque se sentía superior de la misma forma en la que el moreno se sentía pero también en un lado oculto de su ser, por Harry...
Ambos se acostaron en sus respectivas camas después de aquello, Harry ni siquiera visitó la enfermería, se sanó él mismo sus heridas al estilo Muggle y como ya conocía de memoria por conocimientos de su padre. Draco en silencio había quedado impresionado y se acercó para ayudarlo cuando debía limpiar ciertos raspones. Aquel día había sido el día donde ellos más contacto físico habían adquirido con el otro y para Harry no era extrañamente incómodo.
Se durmieron alrededor de las dos de la mañana y al día siguiente Harry supo por la forma en la que el director lo miraba, que sabía lo que había sucedido y su rostro lleno de satisfacción le hizo entender que había actuado de la manera esperada, sólo que aquel anciano no contaba con que Harry no lo hacía por las razones que se creían, Harry permitía que las cosas sucedieran así y le concedía la idea de que Dumbledore tenía el poder sobre aquello cuando en realidad era él y la situación se movía en base a sus propios planes.
En meses venideros, Harry estaba tan concentrado en sus exámenes pero también en intentar analizar cómo se suponía que Voldemort iba a entrar descaradamente al castillo que no pensaba en nada más, analizaba la situación y cada minúsculo movimiento.
Hacía mucho calor, en especial en el aula grande donde se examinaban por escrito. Les habían entregado plumas nuevas, especiales, que habían sido hechizadas con un encantamiento antitrampa.
También tenían exámenes prácticos. El profesor Flitwick los llamó uno a uno al aula, para ver si podían hacer que una piña bailara claqué encima del escritorio. La profesora McGonagall los observó mientras convertían un ratón en una caja de rapé. Ganaban puntos las cajas más bonitas, pero los perdían si tenían bigotes. Snape los puso nerviosos a todos (menos a Harry) respirando sobre sus nucas mientras trataban de recordar cómo hacer una poción para olvidar.
Harry lo hizo todo en una perfecta excelencia, tratando de hacer caso omiso de las punzadas que sentía en la frente, un dolor que le molestaba desde la noche que había estado en el bosque. Ni siquiera había conseguido dormir bien debido a las pesadillas.
Tal vez porque él no había visto lo que Harry vio en el bosque, o porque no tenía una cicatriz ardiente en la frente, Ron parecía más preocupado por la Piedra que Harry. Gryffindor al fin.
Al final de todo, Ron se había enterado cuando el rumor de Harry en el bosque prohibido se regó y corrió a averiguar si aquello había sido cierto, con información que ya sabían desde antes por medio de Hermione pero que Ron le contó creyendo que Harry no lo sabía, todo respecto a Flamel.
El último examen era Historia de la Magia. Una hora respondiendo preguntas sobre viejos magos chiflados que habían inventado calderos que revolvían su contenido, y estarían libres, libres durante toda una maravillosa semana, hasta que recibieran los resultados de los exámenes. Cuando el fantasma del profesor Binns les dijo que dejaran sus plumas y enrollaran sus pergaminos, Harry no pudo dejar de alegrarse con el resto.
—Esto ha sido mucho más fácil de lo que pensé —dijo Hermione, cuando se reunieron con los demás en el parque soleado—. No necesitaba haber estudiado el Código de Conducta de los Hombres Lobo de 1637 o el levantamiento de Elfrico el Vehemente.
—Basta de repasos —suspiró aliviado y cansado Ron, estirándose en la hierba.
Hermione, Draco y Harry lo miraron por un par de minutos antes de volver a enfocar su atención en los libros, para Ron, aquello era simplemente inentendible, no lograba comprender por qué se la pasaban más entre libros que disfrutando del tiempo libre.
El mal humor de Harry crecía y se frotaba la frente ya frustrado, el dolor en su cicatriz seguía latente pero no mencionó nada.
Draco se le quedó viendo un rato largo mientras en los pensamientos del rubio, regresaron aquellas imágenes de Harry en el bosque donde el dolor había sido tal que estuvo a punto de ver cómo perdía la vida frente a un encapuchado. El estómago se le revolvió y se puso de pie, estirando su mano hacia Harry sin mencionar nada, ya el moreno sabía lo que quería.
—¿A dónde van? —Preguntó Ron mientras abría sus ojos después de haberse quedado un rato largo en el pasto.
—Escapamos de ustedes. —Soltó Draco sin más ya entrelazando sus pequeños dedos con los de Harry.
Hermione y Ron quiénes ya estaban acostumbrados a ese tipo de tratos, lo ignoraron y se quedaron sobre el pasto.
Harry sólo sabía que Draco quería irse de allí pero no hacía dónde, simplemente le siguió los paso a medida que caminaban más y más por el castillo, ambas manos todavía se sostenían una a la otra y antes de que pudiese enfocarse de más en ello, ya estaban nuevamente en la habitación que compartían.
—¿Sucedió algo? —Inquirió Harry una vez que estuvieron en la habitación a solas.
—¿Te duele? —Preguntó de una vez refiriéndose a la cicatriz.
Harry no negó ni tampoco pretendió ocultarlo, simplemente asintió.
—Nunca te había dolido de esa forma, ¿cierto?
Negó.
—Te ha dolido desde que fuimos al bosque prohibido, ¿Y si fue algo que sucedió cuando te caíste?
—No, no es eso. —Agregó Harry—. No siento que sea algo físico, es más como algo psíquico.
—¿Qué piensas hacer?
Harry no sabía cómo explicarle sin confesarlo todo, si le decía a Draco la verdad de sus intenciones y que únicamente estaba dispuesto a indagar más allá era porque sabía y sentía en el fondo que las respuestas podían estar al alcance de su mano, un tipo de emoción que lo inclinaba a ese tipo de riesgo, toda la realidad estaría al descubierto.
—Pienso continuar.
—¿Arriesgarte así? ¿Acaso consideras que tienes tan sólo once años? Eres buen mago, Harry, pero no para llegarle todavía a los talones a....
—No lo hago con la necesidad de demostrar algo, Draco. —Lo detuvo de inmediato cuando supo a lo que se refería, frunciendo su ceño y sintiéndose ligeramente amargo—. No pretendo que lo entiendas, al menos no ahora.
Con aquello último, Harry cerró la posibilidad de seguir conversando, estaba dispuesto a irse de allí con Draco si así lo quería o sin él, tenía muchísimo que preparar si lo que suponía era cierto.
Y Draco se quedó allí, parado viendo la puerta cerrada sin entender el escozor que sentía sobre la boca de su estómago.
Para la tarde, Ron había corrido desprevenido buscando como un loco furtivo a Harry hasta que lo encontró, una vez se detuvo frente a él, intentó nivelar su respiración mientras Harry lo veía con el ceño fruncido.
—¿Qué haces?
Ron seguía sin responder mientras continuaba con jadeos.
—Hablé con Hagrid.. —Dijo pausadamente a medida que continuaba intentando recuperar el aliento.
—¿Y?
—Tenemos que ir a ver a Dumbledore —dijo Ron una vez que pudo calmarse—. Hagrid le dijo a un desconocido cómo pasar ante Fluffy.
Harry se quedó fijo y helado en ese instante pero no por miedo ni tampoco ante el escrutinio de no saber qué hacer sino ante la sensación que lo inundó, ¿Qué tipo de adulto le confesaba a algún desconocido el cómo domar a la bestia que casualmente protegía una reliquia importante en el castillo?
Aquello era por mucho, estúpido, pero no pudo continuar cuando una voz se proclamó en sus oídos.
—¿Qué están haciendo aquí dentro?
Era la profesora McGonagall, que llevaba muchos libros.
—Queremos ver al profesor Dumbledore —dijo Ron puesto que Harry aún seguía ensimismado.
—¿Ver al profesor Dumbledore? —repitió la profesora, como si pensara que era algo inverosímil—. ¿Por qué?
—Es algo secreto —dijo, pero de inmediato deseó no haberlo hecho, porque la profesora McGonagall se enfadó.
—El profesor Dumbledore se fue hace diez minutos —dijo con frialdad—. Recibió una lechuza urgente del ministro de Magia y salió volando para Londres de inmediato.
—¿Se fue? —preguntó esta vez Harry con el semblante tenso—. ¿Ahora?
—El profesor Dumbledore es un gran mago, Potter, y tiene muchos compromisos...
—Pero esto es importante. —Inquirió Ron nuevamente.
—¿Algo que tú tienes que decir es más importante que el ministro de Magia, Weasley?
—Mire.. —dijo Ron.
Pero antes de que Ron pudiese decir algo más, Harry se le adelantó.
—Teníamos una duda respecto a los exámenes, profesora, es que realmente no sabíamos si íbamos bien y nos preocupa nuestro promedio.
La profesora permaneció incrédula por unos segundos observando a ambos niños mientras las palabras le resonaban en la cabeza pero no insistió.
—Bueno, eso no es de vital importancia y debo decirles que ambos van hasta ahora bien. Salgan a disfrutar del sol.
—Sí, profesora, gracias. —Harry sonrió con calidez forzada y solamente cuando se fue, su semblante impenetrable regresó junto a un Ron incrédulo.
—¿Qué hiciste? Ella podía hacer algo.
—Ron, no seas tan inmaduro, primero, no podemos decirle a la profesora lo que sabemos porque en teoría, ni siquiera deberíamos saber lo que Fluffy esconde y segundo, piensa. —Remarcó el moreno volteando sus ojos—. Es una de los pupilos en el colegio cuando Dumbledore se va, ¿Por qué entonces se encuentra tan tranquila si supuestamente la piedra va a ser robada?
Harry no pretendió explicarle mucho más a Ron quien pareció quedarse en el aire sin ningún tipo de conclusión y eso al moreno no le importó, lo único que hacía ruido sobre sus oídos era que, evidentemente, aquello recaía a propósito en manos de Harry. Casualmente el director había salido de emergencia para atender ciertas circunstancias fuera del precinto, la profesora McGonagall se mostraba muy tranquila al respecto lo que quería decir que era ignorante a lo que sucedía y Hagrid había confesado en frente de un extraño el cómo domar a Fluffy, pieza a pieza, el rompecabezas comenzaba a armarse, la tensión a fomentarse en el estómago del menor y la crispante sensación de por primera vez tener que demostrar que sus acciones tenían un peso mayor y exclusivo para cuando su padre se enterara.
—Será esta noche —dijo Harry una vez que llegó al alcance de Draco, no había dirigido palabra alguna con Ron quién no se le despegó de encima y el cuál pareció atraer a Hermione—. Sea quién sea el responsable, pasará por la trampilla esta noche. Ya ha descubierto todo lo que necesitaba saber y ahora ha conseguido quitar de en medio a Dumbledore.
—Pero ¿qué podemos...?
Hermione tosió. Harry, Ron y Draco se volvieron. Snape estaba allí.
—Buenas tardes —dijo amablemente. Lo miraron sin decir nada.
—No debería, estar dentro en un día así —dijo con una rara sonrisa torcida.
—Nosotros... —comenzó Harry, sin idea de lo que diría pero con su semblante tranquilo. Sabía que Snape podría leerlo con facilidad si se lo proponía y por acto reflejo, subió sus paredes de oclumancia.
—Deben ser más cuidadosos —dijo Snape—. Si los ven andando por aquí, pueden pensar que van a hacer alguna cosa mala. Y Gryffindor no puede perder más puntos, ¿no es cierto?
Ron se ruborizó porque el único Gryffindor allí era él. Se dieron media vuelta para irse, pero Snape los llamó.
—Ten cuidado, Potter, otra noche de vagabundeos y yo personalmente me encargaré de que te expulsen. Que pases un buen día.
Se alejó en dirección a la sala de profesores.
Harry supo e interceptó de inmediato que aquella ligera conversación venía cargada con un sutil "Sé que tramas algo, sé que lo sabes y si sale mal, quedará bajo tu propia responsabilidad." No quiso pensar de más en ello, sabía que era en base al peso que ya mantenía en su espalda, sin embargo, no tenía intenciones de actuar sin ningún análisis previo.
Una vez fuera, en la escalera de piedra, Harry se volvió hacia sus amigos pero el que habló fue Ron.
—Bueno, esto es lo que tenemos que hacer —susurró con prisa—. Uno de nosotros tiene que vigilar a Snape, esperar fuera de la sala de profesores y seguirlo si sale. Hermione, mejor que eso lo hagas tú.
—¿Por qué yo?
—Es obvio, puedes fingir que estás esperando al profesor Flitwick, ya sabes cómo —la imitó con voz aguda—: «Oh, profesor Flitwick, estoy tan preocupada, creo que tengo mal la pregunta catorce b...».
—Oh, cállate —dijo Hermione, pero estuvo de acuerdo en ir a vigilar a Snape.
—Y nosotros iremos a vigilar el pasillo del tercer piso —dijo Harry a Draco—. Vamos.
Pero aquella parte del plan no funcionó. Tan pronto como emprendieron su viaje hacia la puerta que ocultaba a Fluffy, Hermione apareció.
—¡Lo siento, Harry! —se quejó—. Snape apareció y me preguntó qué estaba haciendo, así que le dije que esperaba al profesor Flitwick. Snape fue a buscarlo, yo tuve que irme y no sé adónde habrá ido Snape.
—Bueno, no queda otro remedio, ¿verdad?
Los otros tres lo miraron asombrados. Los ojos le brillaban.
—Iré esta noche y trataré de llegar antes y conseguir la Piedra.
—¡Estás loco! —dijo Ron.
Ron fue el único que saltó con un atisbo de impresión pero también de asombro ante la valía de Harry, Hermione y Draco lo miraron simplemente absortos y desconcertados. Ambos estaban en completo desacuerdo ante aquella acción e incluso atascados ante la lógica de que eso fuese realmente un pensamiento e idea del mismo Harry.
—No puedes —dijo Hermione—. Creo que no has considerado los hechos, Harry, si Dumbledore no está aquí y ningún profesor ha tomado la potestad de hacerse cargo, ¿Se te olvida que eres tan sólo un niño de once años?
—¿Y qué? —repuso Harry —. ¿No comprenden? ¿Esperar a que venga quién? Dumbledore se fue, McGonagall parece no tener el mínimo interés en el bienestar de la Piedra y aunque le digamos a un adulto, no..
Se calló de inmediato y los miró con furia. Pero la furia no iba direccionada hacia ellos sino, en el fondo, hacía lo que sabía debía hacer en base a ocultar y resguardar sus propias razones y secretos, Harry sabía que si quería conseguir respuestas al menos desde la boca de un asesino, debía arriesgarse y jugar sus cartas, cartas las cuales no manejaba sólo con valía pero sabía que, después de todo, estaba en desventaja, aunque no quisiera admitirlo, necesitaba a Snape.
—Escuchen, nos volveremos a ver en este punto en unos minutos, intenten conseguir más información a lo que puedan, ¿Sí? Ya vuelvo. —Expuso mientras con rapidez sus pasos empezaron a andar hacia el sentido contrario.
—¡Harry! ¿A dónde vas? —Hermione y Ron soltaron al mismo tiempo.
Pero el moreno no escuchó, siguió caminando sabiendo que aunque no lo dijera, era algo tácito.. Tenía que serlo, ¿No?..
Y como si fuese el sonido más esperado para Harry, los pasos se escucharon a su espalda y la sonrisa se ensanchó sin vergüenza alguna de mostrarla cuando se volteó sobre sus talones.
—¿Por qué te detienes? Vamos. —Draco lo miraba desafiante, haciéndole entender con su mirada que nada de lo que dijera le iba a hacer echarse para atrás y renunciar a ir hacia donde sea que fuese a ir Harry.
Pero Harry sabía que Draco no podía acompañarle, aún no, y aunque ver que le seguía sin ser llamado siquiera le hizo sentirse satisfecho, debía convencerlo de permanecer allí.
—Debes quedarte aquí.
—¿Y quedarme con el pobre y la sangre suc...
—Draco. —Sentenció sin siquiera darle apertura a una discusión pero la satisfacción llegó únicamente cuando Draco, a pesar de callarse, le mantuvo la mirada fija. En silencio lo estaba retando—. No confío en Ron, necesito que te quedes y me cubras a mí, no puedo confiar del todo en Hermione aún, prevalece mi confianza únicamente en ti, ¿Cómo voy a sentirme seguro si me resguarda alguien que no seas tú?
Harry tenía la seguridad de haber dado en el blanco, no había mentido al respecto sobre la confianza dudosa que sentía por el pelirrojo pero jugaba con la mente de Draco para hacerle sentir el poder de poseer la confianza ciega del moreno y pareció haber funcionado pues el semblante del rubio se suavizo, permaneció en silencio tal vez indagando en sus propios pensamientos y se dio la vuelta sin más.
Precioso peón.
Una vez que volvieron a separarse, Harry emprendió su viaje hacia las mazmorras de Slytherin, específicamente el despacho de Snape, esperando o más bien implorando que el mayor estuviese allí y así no perder más tiempo. La puerta grande e impenetrable se mostró frente a él, levantó su mano con un puño en la misma y tocó la puerta, no hubo respuesta más que el silencio prolongado en unos segundos y finalmente esta se abrió.
—Potter.
El ceño de Harry se frunció como acto reflejo. No creería acostumbrarse a ese apellido.
—Profesor, necesito...
—Ya lo sé pasa. —Lo interrumpió de inmediato y sin decir más, se dio la vuelta confiado en que Harry cerraría la puerta.
Efectivamente lo hizo. La cabeza del menor empezó a viajar en diferentes formas sobre cómo expresar lo que existía en sus pensamientos, pero, a pesar de estar ensimismado, sintió la pequeña corriente sobre su cerebro lo que lo hizo levantar sus paredes alrededor de la misma.
—Si ya lo sabe no hace falta meterse en mi mente.
—La oclumancia es un arte que se debe ejercer en todo momento, no sólo cuando sientas la intromisión.
Sintió el pequeño calor de la frustración. No permitió que este gesto se mostrara pero se sintió, en silencio, juzgado.
—Dime entonces, no tengo toda la noche.
Con un semblante sereno y sus pensamientos resguardados en una imnensidad de paredes oscuras e impenetrables, se sentó sobre el sofá frente al asiento del mayor y con un suspiro y respiración pausada, soltó.
—Vengo a preguntarle sobre Voldemort.