Leche de loba para mis hijos

Harry Potter - J. K. Rowling
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Leche de loba para mis hijos
Summary
La esposa de Sirius lo ha abandonado para irse de vacaciones y lo ha dejado solo con un par de bebés que no sabe cómo cuidar, necesita ayuda, ¿Quién será su salvación?
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Chapter 3

McKinnon estaba colmando su paciencia, no solo se trataba de que abandonó a sus hijos durante tres meses, o que cuando regresó se negó completamente a atender a los bebés, lo que realmente le molestaba es que estaba comportándose como si no estuviera casada y fuera una madre.

Desde que habían regresado a Hogwarts se la pasaba de fiesta en fiesta con sus amigas, reuniéndose para “estudiar” o para ir de compras con las otras chicas de Gryffindor en las salidas de Hogsmeade, llegaba tarde a la habitación familiar y en ocasiones ni regresaba hasta el día siguiente, siempre que podía dejaba encargado a los pequeños monstruos con Tony, el elfo doméstico que la escuela había asignado para asistirlos, lo cual no estaba tan mal, porque era aún más responsable que la rubia.

Solo volteaba a ver a los niños cuando podía presumir o alardear de ellos como si ella fuera el premió a la mejor madre del mundo.

Lo peor de todo era que se la pasaba coqueteando con los chicos de otras casas, causando una serie de rumores desagradables en toda la escuela.

A él ni siquiera le importaba si ella estaba acostándose con media escuela, lo que le molestaba es que ella se quejaba cuando Sirius era el que se comportaba como un hombre soltero y eso que el solo salía de compras o se reunía con sus amigos para acompañar a Remus durante la luna llena.

Bastaba con salir a los entrenamientos, para que ella comenzará a quejarse y gritar de lo terrible esposo que era, lo acusaba de infiel e inmortal, ella ni siquiera bajaba la voz, despertaba a los niños en medio de la noche o en la madrugada. Aun cuando se escuchaban los llantos desconsolados de los pequeños, ella no dejaba de gritar, seguía lanzando esas horribles palabras con un tono violento que los asustaba, se le rompía el corazón cuando veía que los dos se acurrucaban temblando entre sus brazos.

Comenzó a pensar que Severus tenía razón.

—¿Crees que debería resolver las cosas con McKinnon y hacer que vuelva?, —le preguntó un domingo de agosto cuando regresaron de la madriguera.

El mestizo se encogió de hombros, —¿No habías dicho que juntos se la pasaban peleando?

—Bueno sí, —dijo rascándose la cabeza, —pero el señor Weasley dijo que no hay mejor forma para criar a un hijo que en familia.

Severus estaba sentado en uno de los sofás y pegaba algunas fotografías en un álbum que la señora Weasley les había regalado, —Yo no sé de hijos Black, —respondió y el Sangre pura soltó un bufido exasperado, —pero sé de padres, —continuó aun mirando el álbum, —los míos se casaron porque mamá había quedado embarazada, ellos no se llevaban bien y definitiva no se amaban, mi padre era un hombre conservador que odiaba la magia y quería que su esposa se quedara en casa a planchar, lavar y cocinar, por el contrario mi madre fue una mujer a la que le gustaba romper esquemas, no por nada termino teniendo relaciones sexuales fuera del matrimonio con un muggle a pesar de las restricciones de las familias antiguas… —lo miró a los ojos cómo pensando si estaba bien continuar, su mirada le hizo sentir que necesitaba ser digno de confianza para lo que estaba a punto de escuchar, así que se enderezó en el sofá. —Ellos peleaban mucho, no recuerdo exactamente cuando empezaron, pero en mi mente ellos jamás tuvieron una buena relación, quizá que yo fuera un mago provocó que padre se volviera alcohólico, regresaba a casa apestando a cantina y enojado golpeaba a mi madre y después comenzó a golpearme a mí.

—Yo no…

—No digo que eso es lo que vaya a pasar contigo, pero si ustedes pelean demasiado, —el trago saliva, —no creo que sea lo mejor que los niños crezcan en medio de eso.

—Tu… —Sirius pensó con cuidado sus siguientes palabras, —¿querías que ellos se separaran?

Severus se rio con amargura, —Yo quería que él se muriera, —eso lo hizo retroceder, le recordó un poco que Severus era un tipo de persona, del tipo que había odiado con toda el alma porque le recordaba a su familia.

Era toda esa oscuridad corriendo por las venas o el odio y desprecio congelado en los ojos, como si supiera cosas que los demás no saben, como si fuera superior a los demás.

Comenzó a preocuparse por el tipo de ser humano que se convertirían sus hijos si seguían estando expuestos a las peleas y discusiones que Sirius tenía con Marlen. No quería que las cosas entre ellos terminarán como terminaron con los padres de Severus o peor aún como sus propios padres, porque por lo menos Severus había regresado al buen camino y odiaría ver a sus hijos divididos entre dos bandos.

Sus preocupaciones siguieron aumentando con el paso de los días, paso septiembre estresado tratando de equilibrar todo y luego octubre buscando la manera de no explotar con sus amigos por sonsacar o alcahuetear a Marlene cada que podían. Claro que entendía que ellos no tenían la culpa cuando la rubia era la que se la pasaba haciendo lo que se le pegaba la gana, pero que intentarán disuadirlo de su enojo o encubrirla cuando sabían que había hecho algo mal, lo hacía sentir frustrado.

Luego a principios de noviembre cuando envío una carta a los padres de su esposa para hacerles saber sobre su comportamiento, el señor McKinnon, padre le dijo que hablaría seriamente con su nieta y que por favor le diera otra oportunidad. Sirius erróneamente pensó que las cosas empezarían a mejorar, pero entonces llegó la luna llena.

Le pidió a McKinnon que cuidará de los gemelos mientras el acompañaba a Remus durante su enfermedad y la dejo a cargo de ambos bebés, solo para que a la mañana siguiente se encontrará con que se había largado a no sé dónde y los había dejado solos toda la noche.

Llegó a la casa a eso de las seis de la mañana, estaba cansado y se sentía herido por el trato que le había dado lunático durante la transformación, solo para sentirse horrorizado cuando al cruzar la puerta escuchó el llanto ronco y agotado de los niños, corrió hasta la guardería y se encontró con ambos pálidos y enfermos.

Tony se apareció poco después de él, nervioso y apresurado, parecía una hoja de papel en cuanto vio a Sirius, comenzó a tartamudear una disculpa que el muchacho no le dejo ni terminar, porque en cuanto lo vio, le grito que fuera por la Señora Pomfrey.

Estaba tan aterrado que se olvidó completamente de estar enojado con Marlene, o de cualquier otra cosa, el problema con eso es que una vez que le dijeron que los gemelos se habían estabilizado, la ira brotó como una presa desborda, camino directamente a la habitación y la encontró vacía, furioso le preguntó a Tony por su paradero, pero el elfo dijo que ella solo le dio órdenes y ninguna explicación.

—Tony lo siente amo, —dijo al borde del llanto, —Tony fue llamado a las cocinas para ayudar a preparar comida para una fiesta y pensó que podría regresar rápido, pero…

—Sirius, —lo interrumpió la enfermera, —ellos están bien, pero necesitan estimulación positiva.

—Entiendo, —dijo mientras se giraba hacia la guardería.

—No tu no, —lo detuvo la mujer, —estas muy enojado, tu mágica incluso me hace sentir incómoda a mí, solo dañara más a los bebés.

—Pero ¿quién entonces?

—Alguien que ellos consideren de confianza y que sea cariñoso con ellos.

Severus entró a la habitación unos minutos después, aún estaba en pijama y tenía el cabello alborotado, miró solo por unos momentos la situación y luego sin decir nada caminó directamente hasta la guardería.

Era curioso que la única persona que se le viniera a la mente era precisamente Severus Snape, sobre todo porque los niños conviven con muchas personas, pudo haber pensado en su nodriza la señora Weasley, pero ella estaba lejos y tardaría más, o Remus que por sus instintos era aún más protector con los gemelos, no obstante él también estaba en la enfermería recuperándose, otra de sus opciones era Hagrid quien era la niñera favorita de los bebés a quienes les encantaba trepar por su barba, el problema con él era que era muy nervioso y ver a los pequeños en esa situación podría empeorar las cosas. Su querida prima Andrómeda estaría en el colegio antes de que pudiera pronunciar la palabra enfermos, sin embargo, tenía el mismo temperamento que Sirius.

Viajar a casa de los ancianos Potter no era una opción y la señora Rosmerta no podía cerrar su local todo el día para cuidar a los niños.

Lo cierto es que todo eso es lo que se dijo como excusa, cuando el nombre del mestizo ya había salido de sus labios, porque en el fondo sabía que Severus era un fuerte apoyo y su lugar seguro. Él no se quejó cuando se enteró del cambio de estilo de vida, como si lo había hecho sus amigos, diciendo que ya no era tan divertido como antes, ni lo había criticado por ser un padre a temprana edad y tampoco se burló de la situación en la que lo había estado poniendo Marlen a lo largo de los meses.

Él había sido más que amable y paciente con Sirius ayudándolo con la organización de su tiempo y enseñándole todo lo que debía hacer para cuidar de un bebé, era cariñoso con sus hijos y siempre estaba atento a su estado y salud.

Una vez que hubo despedido a la señora Pomfrey y que escribió una carta para Lord McKinnon, pudo calmarse, aunque sea un poco y se asomó por la puerta del cuarto de los bebés.

Encontró a Severus acostado en medio de lo que parecía un nido improvisado con almohadones y cobijas, arrullando a los gemelos, los abrazaba a su cuerpo y los cubría protectoramente con su propia magia.

—Sabes que el elfo no tiene la culpa, ¿Verdad? —dijo mientras frotaba la pancita de Pólux.

—¿Qué quieres que haga?

—Que le pidas una disculpa antes de que intente mutilarse.

—Pero…

—Nada de peros Sirius, —se había girado para quedar en una posición más cómoda, —tú mismo dijiste que no querías ser como tu familia y esto es lo que haría tu familia ¿no?

Sirius asintió, —excepto Regulus.

—Bueno, pero él es un caso perdido, —se cubrió con la manta para dar a entender que iba a dormir —ahora ve y salva los dedos de ese elfo.

Marlene regreso cerca de las nueve, tenía expresión de inocencia y detrás de ella estaban sus amigos que parecían avergonzados, jamás creía que le daría tanto coraje ver a James. Se hizo a un lado para que su esposa pasará e inmediatamente de que estuvo dentro despidió a los demás con un simple, “deberías ir a dormir, te ves cansado”, luego cerró la puerta sin siquiera poner atención a las quejas de las chicas.

Miro a la rubia con desagrado y cuando paso a su lado captó el olor a alcohol y sexo, —Date un baño y arréglate, tendremos visitas pronto y lo que menos quiero que sepan en que mi esposa es una puta.

La mueca de suficiencia de Marlene se rompió, —¡¿cómo te atreves a llamarme así!, —gritó.

Sirius la agarro de la mandíbula y forzó el brazo, con el que estaba planeando golpearlo, detrás de su espalda, —No grites mis hijos están durmiendo y no quiero que los despiertes con tus berridos, —por primera vez había miedo en vez de esa expresión cínica y aun cuando sintió algo de satisfacción se obligó reprimirse, —no colmes mi paciencia Marlene, no olvides que la sangre Black todavía corre por mis venas.

El resto de la mañana paso con más calma, durmió unas horas y se levantó a las 11:00 más tranquilo, fue a ver cómo estaban los niños, luego se dio un baño y se arregló, preparó un pequeño refrigerio para la visita que según calculaba estaría a punto de llegar y se resignó a comportarse como el heredero de una antigua casa que no era, al menos las arbitrarias lecciones que le dio su madre servirían de algo.

Los McKinnon llegaron puntuales a las 12:00 de la mañana, el anciano estaba platicando con el profesor Dumbledore, mientras los padres y hermanos de su esposa los seguían silenciosamente a sus espaldas, Sirius saludo apropiadamente a los ancianos y los invitó a pasar a la habitación familiar, sirvió los refrigerios y les habló sobre los problemas que había estado teniendo con la rubia, y aun cuando sus padres trataron de justificar la, Sirius pudo encontrar argumentos para debatir la situación.

Lord McKinnon, tenía una sonrisa tensa en el rostro y parecía algo incómodo al lado del director, quien por el contrario parecía más interesado por el color de las cortinas o el sabor del té que por sus problemas maritales.

La fachada de gran señor casi se le cae cuando Marlene se dio cuenta de que quienes eran las visitas, estaba vestida con un pijama desaliñado y podía ver las marcas de besos y mordidas que lleva en el cuello, no saludo a nadie, sino que caminó hasta la cocina para beber jugo directamente del cartón. Cuando por fin se percató de la presencia de sus familiares se quedó parada como un siervo frente a los faros. Sirius sospechaba que había fingido todo el teatro como venganza por lo que pasó en la mañana.

—¿Qué es lo que propone el señor Black para resolver esto? —dijo el anciano mientras se frotaba el entrecejo.

—¿Resolver?, —dijo con él entre cejo fruncido, —creo que el tiempo para esto ya pasó, le envié una carta hace un mes y usted me prometió un cambio de actitud, Señor no parece que ella esté haciendo las cosas mejor o ¿sí?

Puso la contestación que recibió sobre la mesa, el anciano no parecía enterado, pero cuando vio el sello de su casa, su mirada se dirigió rápidamente a su hijo, —Supongo que no hay de otra, —dijo con un suspiro, —cuando llegaran los papeles de divorcio.

—Qué, no, —exclamó la rubia, —no me voy a divorciar.

—No estoy preguntándote, —le gritó el mayor.

—Haré la solicitud el siguiente fin de semana, por lo que llegará a mediados de diciembre.

—Bueno al menos me dará tiempo de preparar el anexo para los niños.

—Pólux y Aphellon se quedan conmigo.

—Los niños deben estar con su madre.

—No dejaré a mis hijos bajo el cuidado de una mujer que les ha causado más traumas en el tiempo con ella que en tres meses siendo cuidados por un mortífago.

Cuando terminaron de discutir los acuerdos del divorcio y discutir las fechas y tiempos de visita, el anciano pidió que les diera algo de privacidad, Sirius tomó su pañalera y guío a Severus y a sus hijos fuera del área familiar, y en dirección a las mazmorras, para que pudiera cambiarse de ropa, el aún soñoliento y encamorrado, se dejó llevar de la mano.

El moreno estaba despeinado y se tallaba los ojos, tenía la voz un poco más ronca de lo normal. Se dió cuenta de que su apariencia suavizada por el sueño llamaba la atención de aquellos con quienes se cruzaban, lo que lo hizo sentir un extraño malestar.

—Yo no soy un mortífago Black, —dijo cuando estuvieron enfrente de la entrada de Slytherin, Sirius se dió cuenta de que había oído su conversación con los McKinnon.

Tomo el brazo del menor antes de que pasará por el muro encantado, —No creo que te vayas a unir al banco del señor Tenebroso, pero eso no quita que a veces seas una cosita oscura, una encantadora y adorable cosita oscura, —dijo mientras lo miraba a los ojos, —ahora ve a cambiarte te estaremos esperando, —dijo al tiempo que besaba su frente.

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