
Antes de Partir
El día comienza de forma anormal. No se da cuenta al principio, porque, como es habitual, la tía Bella aparece con un crujido e intentando apuñalar su corazón mientras todavía tiene los ojos cerrados. Harry se tira a un lado, alcanzando rápidamente su propia daga debajo de su almohada; mientras él se mueve, Bellatrix rápidamente saca la hoja incrustada en el colchón. Estando a lados contrarios de la cama, ambos se miran fijamente, con dagas similares empuñadas en nudillos blancos y firmes. Mientras ambos se miran a los ojos, Harry se da cuenta que el cabello de la tía Bellatrix parece mejor arreglado que nunca. Desde que la conoce, sus rizos siempre han sido un desorden caótico, sin embargo, hoy parecen tener un orden. Definidos y suaves, parece que Bellatrix finalmente accedió a que Draco arreglara su cabello. Lo que es raro, ya que se lo había negado durante años.
Ambos están listos para comenzar a pelear, pero hay un fuerte estruendo cuando Dobby aparece en la habitación, interrumpiendo su duelo mañanero.
—Dobby trae un mensaje de la ama Narcissa, señora.
—¿Qué quiere ahora Cissy? —pregunta de mal humor, relajando su postura, dándole su atención al elfo. Harry, por experiencia, no se deja engañar por su tía y mantiene su cuerpo rígido, mirando fijamente a su oponente.
—La ama manda a Dobby a decirle, mi señora, que el amo Draco sabe dónde guarda sus venenos y de lo que es capaz de hacer si se entera que su arduo trabajo es despreciado de forma incorrecta. La ama Narcissa le hace recordar a través de Dobby que la señora Bellatrix recuerde sus prioridades.
Dobby desaparece, dejando atrás a Bellatrix, que gime alto y fuerte hacia el techo. Finalmente Harry se relaja cuando su tía se agacha y guarda la daga en su bota.
—Vamos mi Avada, mi hermanita y mi amorcito nos esperan abajo para desayunar. Ambos odian cuando llegamos tarde. ¡Recuerda, la última vez nos hicieron escuchar las risas de unos niños por horas! Ellos pueden ser malvados, mi Avada, muy malvados.
Sin explicaciones de qué exactamente estaba pasando, su tía desaparece allí mismo, dejando a Harry confundido. Se encoge de hombros, sin embargo, y también se aparece en el comedor, sabiendo que no llegara a nada cuestionando a su tía. De todos ellos, Bellatrix era la más criptica de todos y sacarle información siempre ha sido difícil, incluso bajo Crucio. Harry todavía no sabe dónde escondió a Rocky, la roca mascota que tenía y que de repente desapareció. Sospechaba de su tía y Draco, pero ella solamente se río en la tortura y Draco solamente tuvo que levantar una ceja para que Harry no tuviera el valor de lanzarle la maldición.
En el comedor ya estaban todos; Nacissa a la cabeza, con un delgado pijama de encaje y tomando té, a su lado estaba Draco, con su pijama de seda verde. Frente a él estaba un asiento vacío, donde Harry se sentaba siempre. En la otra punta de la mesa, estaba sentada Bellatrix. La comida estaba servida, y Harry alcanza la sopa de Hadas. Sus pequeñas alas crujen cuando las mastica, y las traga con un poco de veneno de Mamba negra. En su lugar, Draco junto a Bellatrix beben el veneno de una serpiente Krait; Harry patea a Draco por debajo de la mesa, aburrido y sin su dosis diarias de adrenalina, y Draco le devuelve el golpe con un ceño fruncido. Sabiendo que sus peleas siempre tienen que ser físicas gracias al decreto de Narcissa (“Si no tienen verdaderas intenciones de matarse entre sí, no involucren a la magia en sus niñerías. Hacer hechizos requiere de verdaderas intenciones para que sea eficaz” los había reprendido después de que se lanzaran infantilmente hechizos punzantes), Harry agarra su plato y lo lanza sobre su cabeza. Draco se ve tan ridículo que tiene la obligación de reír. Por supuesto, deja de hacerlo cuando Draco se lanza contra él con un tenedor en la mano y un grito de guerra. Ambos caen al suelo en un duro golpe, con Harry intentando que Draco no le apuñale los ojos.
Bellatrix deja de lado la carne de Troll para verlos revolcarse, vitoreando cuando los niños comienzan a usar sus puños después de que Harry tirara lejos el tenedor de Draco. Narcissa sigue igual de apacible, bebiendo té con calma y serenidad en la cabecera de la mesa.
Dobby vuelve a aparecer, haciendo que los niños dejen de jugar, para decepción de Bellatrix, que comenzaba a emocionarse después de que Harry le pegara un puñetazo en la mejilla a Draco, y Draco le partiera el labio a Harry.
—Dobby trae correo, señora.
—¿Llegaron? —chilló de repente Draco, separándose de Harry en movimientos erráticos— ¡Deben haberlo hecho!
—Obvio que sí, mi amorcito. Tú, tráeme eso y vete de aquí.
Obediente, Dobby le entrega el correo, desapareciendo después de dar una reverencia. Bellatrix incendia todo lo que no le interesa con magia no verbal, murmurando una y otra vez “basura” antes de que se incinere automáticamente en su mano, dejando un rastro de cenizas en el piso.
—¿Dray? —pregunta Harry tímidamente, agarrando un la esquina de su pijama para llamar su atención. El niño parecía vibrar de emoción cuando se voltea hacia Harry—. ¿Por qué estamos tan infelices?
—¡Nuestras cartas de Hogwarts deben estar ahí! ¿No es este el peor día de nuestra vida?
Harry sonríe, entendiendo al fin lo que pasaba.
Draco no dejaba de hablar de Hogwarts desde que Harry demostró ser mágico. Le contó múltiples historias, incluso le presto los viejos libros que su madre le había heredado. Estaba particularmente fascinado con Transfiguración. Más específico con el entrenamiento Animagus. ¡Pero que escalofriantemente seria que sus huesos se deformaran hasta convertirlo en otra especie completamente distinta! A pesar de decir que era indoloro en los libros, Harry esperaba que sea falso y hubiera cierto dolor en ello. O también estaría bien ser un hombre lobo, los libros decían que la transformación era dolorosa en cada luna llena. Guiado solamente por instintos salvajes, un humano rebajado a un animal, que solo vivía para cazar y comer. Harry no podría decidir cuál era mejor.
Bellatrix hace un ruido triunfante. Procede a leer en voz alta:
—Señor D. Malfoy, Grimmauld Place, Islington, Londres —lee, no sin hacer una mueca ante el apellido de su sobrino. Draco corre a buscar su carta, mientras Bellatrix sigue buscando entre el resto del correo. Cuando no hay nada, frunce el ceño—. No hay carta para mi pequeño Avada, Cissy.
—¿Disculpa? —sisea Narcissa, dejando su taza en su plato de porcelana en un tintineo que resuena por todo el comedor—. ¿Cómo que no hay carta para Harry?
Ella suena controlada, peligrosa. Sus ojos se fijan en la indefensa Bellatrix, quién parece estar a un paso de lanzarle a alguien un Crucio. Los niños se quedan callados; Draco arruga su carta entre sus manos, mientras que Harry se siente desolado. Sin carta, no podrá ir a Hogwarts… aunque, en realidad, eso le da igual. Tenía suficiente educación con las clases de la tía Bella y la tía Cissy, tampoco estaba particularmente entusiasmado por interactuar con más niños de su edad, sin embargo, no ir a Hogwarts significaba no estar con Draco; había estado con Draco desde aquel día en el parque, y separarse ahora era simplemente la peor tortura que alguien podría imponerle jamás. Y no era una tortura divertida como las de tía Bellatrix.
—¿Quizás todavía este en la Oficina de Búhos? —Ofrece Draco con dudas.
—Oh —Narcissa piensa en ello, diciendo reflexivamente: —La mansión está bajo Fidelius, y Harry no está oficialmente escrito como miembro de la familia Black. Técnicamente, para los búhos, no hay ninguna localización para Harry en este momento.
—¡Muy bien, mi amorcito! Aunque piensa un poco menos, de lo contrario te iras a Ravenclaw. Entonces, Cissy, ¿vamos al Callejón Diagon?
—Sí. De todos modos íbamos a ir para comprar los útiles escolares y sus varitas —se encoge de hombros delicadamente—. Bien podemos ir a solucionar todo este problema.
Con eso, todos se dispersan para prepararse.
Y Bellatrix tiene extremo cuidado en no deshacer sus rizos.
La primera parada en el Callejón Diagon es la Oficina de Búhos, donde la teoría de Narcissa es comprobada. Había una docena de búhos con cartas para él, pero que nunca llegaron debido al amuleto que mantenía oculta a la mansión Black. Harry tuvo un revoltijo en su estómago cuando leyó “Señor H. Potter, Alacena debajo de la Escalera, Privet Drive 4, Little Whinging, Surrey” como dirección. Había olvidado, por un momento, su vida antes de conocer a los Black. La alacena; ¿por qué estaba la alacena como destinatario? ¿Quién envió la carta sabía que él vivía allí? ¿Y no hizo nada? Nadie menciono el pasado de Harry, ya que él nunca lo hizo y la familia Black pareció respetarlo, pero hubo distintas reacciones al ver la dirección; Narcissa apretó los labios, viéndose profundamente disgustada con las cejas bajas y los ojos ardiendo en indignación. Bellatrix alzo las cejas, sin sonreír por una vez. Mientras, Draco no parecía entender muy bien lo que pasaba, pero supo que era algo malo por las reacciones de su tía y su madre, así que se mantuvo en silencio, intentando entender el problema, y porqué Harry se mantuvo tan callado incluso cuando lo pico con la varita de su madre entre las costillas para animarlo.
Sus pies los llevaron rápidamente a Gringotts, donde las hermanas Black unieron a Harry Potter, después de una extensa discusión, como el hijo adoptivo de Bellatrix Lestrange, y actualizando su residencia en la honorable casa Black. También tuvieron la sorpresa de que Harry tenia, de hecho, un montón de dinero a su nombre.
—Eres un gran partido, mi Avada —no pudo evitar decir Bellatrix, mirando con ojos grandes la cantidad de oro que tenía Harry—. Las chicas vendrán a por montones por tu mano cuando se enteren de tus bóvedas.
—Pero serian interesadas —refuto Draco—. Además, las niñas son feas, ¿por qué Harry querría una?
Mientras Bellatrix resoplaba y Narcissa intentaba disimular una sonrisa con tos, Harry silenciosamente le dio la razón a Draco. ¿Para que querría a una chica? Intercambio una mirada con Draco antes de ser arrastrado por Bellatrix chillando enloquecidamente sobre “el acontecimiento que arruinaría el resto de sus vidas”.
Lo que resulto ser una visita en la Tienda de Varitas Ollivanders.
—¡Garrick! —canturreo la tía Bellatrix el nombre del dueño, abriendo la puerta de un empujón— ¡Hemos llegado y será mejor que salgas de donde seas que estes!
Pasaron algunos segundos antes que un hombre saliera de la puerta de atrás, ganándose en el mostrador y recibiendo a la familia Black como corresponde.
—Es solo usted, señora —a pesar de sus palabras, el hombre realmente pareció esforzarse en aparecer tan rápido como Bellatrix lo llamó—. ¿Qué tenemos el día de hoy?
—Verás —empujo las espaldas de Draco y Harry, causando que den un paso adelante, llamando la atención de Ollivander sobre ellos—, estos serán la nueva generación de los Black en Hogwarts. ¿No son aterradores?
A su lado, Draco pareció inflar el pecho, orgulloso. Harry le sonrío educadamente cuando conectaron miradas. Los ojos del hombre se tardaron en él, y Harry tuvo que contenerse de hacer algo tan patético como inquietarse y arrastrar los pies frente a la presencia de la tía Narcissa. Las cejas de Ollivander se alzaron, con un repentino reconocimiento en sus ojos. Abre la boca, sin embargo, y para confusión de Harry, el hombre da un vistazo detrás de él antes de apresurarse a mirar a la tía Bellatrix nuevamente.
—Ellos son Draco Malfoy, mi hijo —habló por primera vez Narcissa desde la espalda de Harry—, y Harry Lestrange, hijo de mi hermana Bellatrix. Estamos en busca de sus varitas. Como sabrá, Hogwarts pronto abrirá sus puertas y es necesario que los chicos tengan todo lo necesario para empezar el ciclo escolar.
—Ah, claro, claro. Por supuesto…
Después es un aburrido minuto de desechar varita tras varita. Draco pareció estar emocionado en las primeras dos pruebas, pero se aburrió tan rápido como Harry. Para su suerte, la cuarta fue la vencida. Una bonita varita de espino y núcleo de pelo de unicornio que soltó chispas apenas agitarla. A diferencia de Harry, quién probo una decena de varitas antes que alguna se sienta bien. Finalmente, una varita reacciona positivamente ante su magia.
—Oh —suelta el hombre, dando una mirada rápida a Bellatrix. Parece dudar, pero se arma de valor y continua: —Madera de acebo, bonita y flexible… también con núcleo de pluma de fénix.
La sonrisa de Bellatrix se congela en su boca, y sus ojos de repente parecen lejanos y húmedos. Narcissa se queda inmóvil, fijando su mirada helada en el rostro de Ollivander.
—La varita escoge al mago, recuérdalo. Creo que debemos esperar grandes cosas de ti, Harry Potter…
—¿Harry quién? —interrumpe Draco, haciendo una mueca—. Mamá te dijo que es Harry Lestrange. ¿Estas senil o algo así?
—¡Draco! —siseo Harry, tirando del brazo de Draco para susurrar en voz alta: —Sé amable, por favor.
—¡Pero él empezó! ¿Qué apellido es ese, de todas formas?
—¡Aun así! ¡Debes ser amable!
—¡No quiero!
—¡Drake, tus modales!
Draco se burla, poniendo los ojos en blanco y cruzándose de brazos.
—Te pareces a mamá… —se enfurruña de mal humor, que es preferible a la batalla eterna de quién tiene la razón. En la mayoría de casos, Draco suele debatir por mera terquedad. Por supuesto, considerando que su madre no le ponga un alto antes y sea justa en cuanto quién realmente es más lógico.
Draco suele perder cuando tía Narcissa interviene en sus peleas.
Es un tonto dramático, pero Harry lo quiere con todo y defectos.
Afortunadamente, Draco hace la titánica tarea de mantenerse en silencio, haciendo que Harry pueda prestar atención nuevamente a su alrededor; el ambiente es tenso, pero Narcissa lo rompe cuando deja un pequeño saco sobre el mostrador. Se abre un poco, dejando ver varios galeones dentro.
Las hermanas Black intercambian miradas; Bellatrix comienza a parecer inestable. Ella salta sobre sus talones, haciendo rebotar ligeramente sus rizos sobre sus hombros. La mirada perdida de antes es reemplazada por una agudeza cortante, fijándose solamente en Ollivander. Ella le sonríe, mostrando incómodamente todos sus dientes.
—Espero sea suficiente por las molestias —dice Narcissa—. Nos vamos ahora, todavía debemos comprar libros y batas.
La despedida es obvia para Harry, así que toma la mano de Draco y sigue a la tía Narcissa, que hace revolotear su falda al salir por la puerta. Camina junto a los Malfoy, hasta que se percata que la tía Bellatrix no está con ellos. Volteando hacia atrás, Harry se sorprende al leer “Deambulando por un hechizo, volveré más tarde” en el letrero donde, hace un momento, decía “Abierto”.
Cuando vuelve a mirar al frente, se encuentra con la mirada de Narcissa. Ella estira sus labios en una sonrisa amable.
—Se encontrará con nosotros más tarde. Ella necesita hablar con el señor Ollivander sobre asuntos de adultos. ¿Por qué no vamos donde Madame Malkin, chicos?
—¡Madame Malkin, Madame Malkin! —repite entusiasmado Draco, balanceando el brazo de Harry junto al suyo—. ¡Vayamos con Madame Malkin y luego por helados!
—¿Podemos tener helado, tía Cissy? —Pregunta tímidamente Harry, emocionado con la idea pero sin atreverse a tener el mismo descaro que Draco.
Los ojos de Narcissa se suavizan con ternura.
—Claro que sí, querido.
Harry no podía dormir. En algunas horas la tía Bellatrix y la tía Narcissa lo dejarían a él y a Draco en la estación King’s Cross para que partan a Hogwarts. Estaba nervioso por este nuevo cambio, que parecía ser tan impactante en su vida como su encuentro con Draco aquel día. Ansioso y preocupado por lo que sería su futuro, patea las mantas y aterriza sobre sus pies. Sale de su habitación, con solamente la luna iluminando los pasillos.
Se dirige hacia el ático. El camino es familiar.
El lugar no contenía muchas más que cajas polvorientas enteras de objetos, mayormente malditos y oscuros, pero a Draco le gustaba pasar tiempo allí arriba. Es, prácticamente, su habitación. Tiene su lugar, por supuesto, pero no duerme donde se suponía debe hacerlo. Harry no esta al tanto de porqué, pero cuando le pregunto a la tía Narcissa al respecto, ella le comentó que era una preferencia de su hijo. Como un gato, Draco Malfoy duerme en las vigas del ático.
Entonces, en su insomnio, Harry marcha hasta allí, pasando fuera por las habitaciones de Regulus y Sirius.
—¿Drake? ¿Estás aquí? —pregunta una vez logra subir, entrecerrando los ojos a la oscuridad. Este lugar huele a humedad y polvo, sin ninguna ventana que pueda ayudarlo a visualizar mejor su entorno; tontamente, Harry dejo su nueva varita en su habitación, y todavía no aprendía a crear un Lumus sin ella, así que estaba a ciegas en el ático—. No puedo dormir, ¿puedo hablar contigo?
Y, como un espectro, la voz de Draco retumbó por todo el ático.
—¿Por qué no puedes dormir?
—No lo sé. Simplemente no puedo hacerlo. ¿Qué hay de ti? ¿Por qué estas despierto todavía?
Hay un silencio, lo que hace fruncir el ceño. Draco era de los que no se callaban nunca.
Después de un momento largo, él le responde con un susurro apenas audible.
—Nunca puedo dormir.
Eso era nuevo. Harry estaba intrigado.
—¿Por qué?
—…por la oscuridad.
—No entiendo —confiesa sinceramente, mirando a su alrededor. Aquí estaba incluso más oscuro que en los pisos de abajo. Harry se lo hace saber: —Pero aquí arriba no hay luz.
—Lo sé. Pero hay vigas, y yo estoy en ellas. ¿Me puedes alcanzar?
—No…
—Entonces estoy a salvo.
Era algo extraño de decir, pero nadie en esta familia parecía tener un concepto real de lo que era la normalidad, así que Harry lo deja de lado.
—¿Dónde estás? —pregunta en su lugar—, quiero estar contigo.
—Lumus.
De repente, una luz aparece desde arriba de la cabeza de Harry, un poco lejos de la entrada del ático. Mira hacia el punto de luz, que ilumina a su vez los rasgos de Draco; apoyado en una gruesa viga de madera, Draco se encuentra acurrucado sobre sí mismo, con solamente una manta en sus piernas. Parece pensativo mientras lo mira desde lo alto.
—No —finalmente dice—. Vamos a tu habitación, será más cómodo.
—Pero no te gusta dormir en colchones —contradice Harry—, te iras apenas me arropes.
—Que no lo haré, ¿de acuerdo? Te doy mi palabra.
—¿Lo juras por tu magia?
—Sí —acepta solemnemente—. Ahora vamos.
Draco se deshace del Lumus, dejando caer todo en oscuridad otra vez. De repente, Harry siente como lo toman de la mano, arrastrándolo fuera del ático.
Cuando se encuentran en la habitación de Harry, él se asegura de abrazar fuerte a Draco para que no se escape. Funciona, y despierta con Draco a su lado. Cree que es la primera vez que ve dormir a Draco, y esta tan fascinado por su expresión relajada, que, cuando la tía Bellatrix aparece para apuñalarlo como todas las mañanas, le dice que se vaya sin siquiera voltear a verla. Y, tan pronto como llega, la tía Bellatrix se va.
No sin antes darle una última mirada indescifrable antes de volver a aparecerse, dejándolos solos.
Cuando cruzan la barrera entre las plataformas nueve y diez, encuentran al otro lado el Expreso de Hogwarts. Harry esta impresionado, todavía sin acostumbrarse a todo esto de la magia; el andén esta lleno, y no puede dejar de ver a todos lados. Había múltiples familias despidiendo a sus hijos, que parecían nerviosos. Había padres, hermanos, tíos y abuelos despidiéndose afectuosamente. Vuelve su atención a la tía Narcissa, que había apoyado su mano en su hombro.
—Serás un gran mago, Harry —dice con una sonrisa sutil, pero con ojos suaves—. Acuérdate de beber diariamente los venenos que te empaque, y no bebas los de Draco, ya sabes lo fuertes que son. La última vez convulsionaste, y eso puede asustar a los demás; Hogwarts puede traerte tanta infelicidad como desgracias, así que ten en consideración que nosotras estamos aquí para ti, ¿de acuerdo?
—Sí, tía Cissy.
Narcissa parece complacida, y se aparta cuando Bellatrix se acerca a Harry. En su lugar, ella va donde su hijo, que intenta volver a organizar su cabello después de que Bellatrix lo revolviera con malicia. Narcissa se acerca a ayudar.
—¡Mi Avada! —lloriquea tan rápido como rodea a Harry con sus brazos, levantándolo en el aire— ¡Te extrañare tanto, tanto! ¿A quién despertare con mis tentativas de homicidio? ¿Quién me va a lanzar un Crucio tan dolorosos como los tuyos cuando no estes? ¡Oh, mi corazón esta rebosando de felicidad ante la perdida de mi Avada!
De repente, Bellatrix aprieta a Harry contra su pecho, hablando en voz baja solamente para ellos dos. Ella no sonríe, tampoco lo mira. En su lugar, mueve sus ojos entre la gente, mirando si alguien les presta más atención de la debida.
—Córtale la garganta a cualquiera que quiera utilizarte. Hazlos pedir clemencia mientras su cuerpos se retuercen como gusanos y estén chillando como cerdos. Písalos hasta que sangren bajo tus zapatos. ¿Me entiendes, Harry? Mátalos a todos cuando agarren tu codo en vez de tu mano. Tú eres Harry Black, no Harry Potter —dice sombría—. No me importa si tu varita es la gemela de ese bastardo sangre sucia, matare a quienes decidan tocar solo un pelo de tu cabeza, sean de la luz o sean uno de esos buitres. Tendré sus cabezas, te lo prometo.
Harry no comprende lo que quiere decir la tía Bellatrix, pero el momento pasa rápidamente cuando se separan. Ella vuelve a sonreír eufórica, mostrando todos sus dientes, como si no hubiera amenazado con hacer una masacre.
—¡Ten un horrible año escolar, mi Avada!
—¡Harry, vamos! —lo llama Draco, después de despedirse de su madre— ¡Se nos ira el tren y será tu culpa!
Se apresuran cuando el tren suelta su último silbido, y ambos saludan a Narcissa y Bellatrix por la ventana de un compartimiento vacío. Harry sonríe, aunque hay una profunda preocupación en el fondo de su pecho ante las palabras de su tía Bellatrix. No sabia a lo que se refería exactamente, pero parecía malo como para poder alterarla tanto.
Sin embargo, algo en sus palabras lo hizo sentir seguro. Quizás era porqué sabia, muy en el fondo, la clase de persona que era Bellatrix. Y con ello supo que cumpliría sus palabras llegado el momento. Ciertamente, para alguien más, el explicito “mataría por ti” de su tía no sería tan tranquilizador, pero para Harry, que nació sintiéndose inseguro y vulnerable en un entorno hostil, lo fue todo. Porque ahora alguien lo protegería, incluso si por ello debe derramar sangre.
¿Y qué si estaban un poco torcidos?
Puede que hubiera mejores familias que los Black, pero ahora es suya.
Su familia.