
Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore estaba muerto.
Kingsley Shacklebolt y Remus Lupin suspiraron, reclinándose en sus asientos. Dumbledore los había dejado a ambos a cargo de la Orden del Fénix, y esta era la segunda noche de ambos sin dormir, la segunda de muchas más, ya que estaban en medio de una guerra. Y su bando había sufrido una de sus mayores pérdidas, sino la mayor, desde el comienzo de la guerra.
La población mágica estaba más afectada que la Orden respecto a esa noticia: el director de Hogwarts siempre fue un referente, y la muerte parecía algo muy trivial para él. Todos esperaban que Dumbledore escapara por siempre de la muerte, y aún ahora la mayoría esperaba que el mago apareciera en el Colegio Hogwarts dando explicaciones sobre lo que había pasado.
Pero ni Kingsley ni Remus lo esperaban.
La muerte de Albus había hecho que la guerra pasara a ser real para la sociedad, para los que no creían. Todos creían que si Voldemort había logrado matar al mago más poderoso del mundo y de la historia, cualquiera de ellos podría ser el próximo.
Remus había insistido que la Orden del Fénix retomara sus actividades una semana después del entierro de Dumbledore, porque eso hubiera querido Albus. Él no hubiera querido que la defensa del mundo mágico terminara con él.
Shacklebolt y Lupin estaban seguros de que podrían ganar la guerra. Aún con la muerte de Dumbledore y la traición de Snape, aún considerando que todas sus esperanzas estaban depositadas en un niño, en un chico de 17 años.
Y que Harry Potter ganara no era cuestión de fe, sino de lógica. Lógica porque Harry había logrado enfrentarse al Señor Oscuro cuatro veces, y las cuatro había salido más o menos ileso. O la evidencia de que la Orden del Fénix, traiciones y pérdidas de lado, estaba mucho mejor organizada que en la guerra anterior.
Por eso ahora tanto Remus como Kingsley estaban despiertos. Remus, porque recolectaba toda la información que le suministraban los infiltrados en el ministerio, y trazaba planes, y conseguía distraerse de sus problemas. Shacklebolt, por su parte, se quedaba para acompañarlo y preguntarle cosas sobre su día, intentando animarlo.
—¿Cómo estuvo tu turno cuidando a Potter? —le preguntó, sintiendo sus latidos acelerarse, como siempre que hablaba con el licántropo. Durante casi toda la semana, Harry había sido vigilado, esta vez, por Lupin.
—Bien —respondió Remus, escribiendo algo en un pergamino—. Harry no ha salido desde que yo empecé a vigilarlo. Pero…
—¿Pero? —le preguntó Kingsley, moviendo la varita para empezar a preparar café para Remus.
—Me preocupa cómo se sentirá Harry… Creo que después de lo que pasó no es bueno que pase tanto tiempo solo —dijo Remus. Kingsley pensó: «Como vos, ¿no? Vos desde ese día estás casi siempre solo»—. Tal vez podamos dejarlo salir algunas horas, para que vea a Hermione y a los Weasley… tal vez lo anime un poco.
Shacklebolt sonrió para sus adentros. Esos pensamientos eran tan Remus.
—Lo vamos a discutir en la próxima reunión —dijo, y se puso a escribir unos informes.
—¿De nuevo? —le preguntó Remus al verlo escribiendo, y se levantó para servir el café—. Ya te dije que los escribía yo.
—Disculpe, profesor Lupin, le juro que no se volverá a repetir. Por favor, no le quite puntos a Ravenclaw —dijo Kingsley con su mejor voz inocente.
—Esta vez se lo dejaré pasar, señor Shacklebolt, pero que no se vuelva a repetir —le siguió el juego Lupin, y ambos se rieron. Remus se sentó junto a él y le dio el café, y siguió escribiendo—. ¿Noticias de alguien?
—Hablé con Molly, y en la Madriguera está todo en orden. ¿Y vos? ¿Hablaste con alguien?
—Con Moody para el cambio de guardia —respondió Remus.
—¿Y con Tonks? —El auror no pudo retener su curiosidad.
—No —dijo Remus bastante seco.
—Perdón por preguntar —susurró Kingsley—. Es que… ya muy pocas veces te ves tan alegre.
—¿Ah, sí? —murmuró Remus, haciéndose el desinteresado. ¿En serio alguien había notado su abrupto cambio de ánimo desde la muerte de Sirius, el cual había aumentado tras la muerte de Dumbledore?
—Sí. Creo que todos nos dimos cuenta —respondió Kingsley. Cuando Remus sonreía, esa sonrisa casi nunca llegaba a sus ojos. Ya casi no se reía… Todo en él había cambiado.
—Estoy bien —dijo con sequedad Lupin, y terminó el café en silencio—. Hasta mañana, y te sugiero que vos duermas también —le dijo y se fue.
Kingsley suspiró. No debería haberle preguntado nada. No debería haber intentado invadir la privacidad de Remus. Claramente no siguió su consejo, e intentó buscar el borrador en el que escribía Remus, sin encontrarlo. Se lo había llevado.
Cerró los ojos, pensando. No podía entender por qué, de todas las personas del mundo, se había enamorado justamente de Remus John Lupin. No sabía en qué momento había sucedido.
Siempre había notado, si así se puede decir, a Remus. Desde que estaban en Hogwarts. Remus era un año mayor, y él, como toda la escuela, admiraba a Los Merodeadores. Y a veces se cruzaba con ellos en los pasillos o en los partidos de quidditch, siempre juntos los cuatro.
¿Cómo definiría a los Merodeadores, o, más bien, al Remus escolar? El chico de cabello castaño con cicatrices en la cara que, si no estaba en la biblioteca o en algún lugar leyendo libros, estaba haciendo bromas con sus amigos. El chico que estaba siempre pegado a Sirius Black, algo que a Kingsley a veces le molestaba cuando todos ellos se unieron a la Orden.
El único merodeador con el que a veces conversaba era James Potter. Y el tema siempre era quidditch. A Potter le apasionaba ese deporte, y Kingsley, golpeador del equipo de Ravenclaw, no se quedaba atrás. Y acabaron desarrollando una amistad deportiva, que duró hasta que el Gryffindor se graduó.
Con Remus a veces quería hablar, pero nunca había tenido la oportunidad, ya que el licántropo era muy tímido.
Pasaron algunos años desde su graduación, y Shacklebolt no había vuelto a saber de los cuatro Merodeadores hasta ese fatídico 31 de octubre. Ese día se enteró de que los Potter habían muerto a manos de Voldemort, y solamente Harry había sobrevivido.
Él estaba entrenando para ser auror, y el día en el que supuestamente Sirius Black había matado a Pettigrew y a 13 muggles, los llevaron a él y a otros aurores en entrenamiento a la calle donde había pasado eso para que se familiaricen con las cosas.
Y nada lo preparó para el olor de la sangre, para la destrucción que vio, para ver los cuerpos de los muggles muertos, para ver a los aurores desmemorizando a los muggles sobrevivientes…
Muchos de sus compañeros no resistieron, muchos de ellos abandonaron luego de ese día.
Pero lo peor no había llegado. Lo peor fue ir al Valle de Godric al día siguiente. Los pocos novatos que resistieron al día anterior fueron, junto a los aurores experimentados, a la casa de los Potter. Se respiraba un ambiente de muerte, de luto y de respeto, todo junto. Todo en los escombros de la casa de los Potter.
Uno de los aurores les explicó en voz baja lo que estaba pasando, cómo habían descubierto que James había muerto primero, y que luego había muerto Lily protegiendo a su bebé, el cual, milagrosamente, había sobrevivido.
Kingsley recordaba la tristeza que tenía ese día, al saber que el chico fanático del quidditch con el que había pasado tanto tiempo hablando, estaba muerto, y no había podido enseñarle a su hijo a volar tan bien como él, como una vez en Hogwarts había jurado que iba a hacer.
Estaba por amanecer, cuando todos vieron a un chico pálido, de pelo castaño, flaco, con las manos en los bolsillos de la túnica mirando desde una pequeña distancia lo que pasaba. Kingsley se acercó a él para pedirle amablemente que se retirara, pero cuando estuvo cerca se dio cuenta quién era: Remus Lupin, el último de los Merodeadores.
Remus recordaba que ese día, al enterarse de la muerte de sus amigos, había ido a la casa de los Potter para observar los restos, hasta que vio a un auror acercarse. No lo dejó ni hablar:
—Disculpe por interferir en la investigación, ya me voy —susurró.
El tono suave con el que había hablado, con aflicción y tristeza contenida, y su rostro, sus ojos totalmente hundidos y vacíos, con evidente dolor en ellos, habían quedado guardados en la memoria de Shacklebolt para siempre.
En el momento, había pensado en intentar reconfortarlo de alguna manera, pero, al ver la desolación silenciosa de Lupin, no tuvo el valor, viéndolo tan frágil que sentía que con el mínimo toque se rompería. Y Remus tampoco se sentía muy lejos de eso en ese momento. Se fue en silencio.
—¿Por qué, Sirius? —susurró para sí mismo, sin saber que su eterna pregunta sin respuesta (hasta 12 años después), sería escuchada por Kingsley.
Fue en ese momento que Kingsley entendió que su trabajo no sólo constaba de descubrir pistas y hechizos, recoger datos o averiguar los hechos del crímen, sino que también era evitar que otras personas tuvieran el trágico destino de los Merodeadores: que uno de ellos se quedara solo porque los otros habían muerto o los habían traicionado.
El camino de ambos se volvió a cruzar cuando tuvieron una invitación para unirse a la reconstituida Orden del Fénix luego de lo que pasó en el Torneo de los Tres Magos. La última noticia que había tenido Kingsley de Remus era que había aceptado un puesto como profesor de DCAO en Hogwarts, pero que había renunciado a fin de año por algún motivo que él desconocía.
Y la última noticia que había tenido Remus de Kingsley era que había logrado convertirse en auror. Ese era el sueño de tres de los Merodeadores: él, Sirius y James. Pero sabía que solamente James y Sirius podían llegar a serlo. Él era un licántropo, no tenía posibilidades.
—¿Por qué te fuiste de Hogwarts? —le había preguntado Kingsley unos días después de que ambos hubieran aceptado, una vez que se quedaron solos. Sí, sin Sirius.
—Porque soy un hombre lobo —había susurrado Lupin. Tenía miedo de que Kingsley se asustara al escuchar eso, pero se olvidaba de que Shacklebolt era un auror, y que si no se había asustado o deprimido cuando vio de primera mano todo lo que había pasado con los Potter y Sirius, no se asustaría con eso.
Kingsley simplemente le sonrió, palmeando su hombro, entendiendo por qué sus amigos cuidaban tanto a Remus en el colegio, y pensando que quizás su personalidad era un poco por eso, por ese temor a que la gente descubra su licantropía.
Shacklebolt recuerda cuando se les informó que se haría la primera reunión en el Número 12 de Grimmauld Place, y les habían dicho que Remus estaría allí, viviendo con Sirius. Él a veces se sentía incómodo en Hogwarts al ver cómo se miraban Black y Lupin, y se volvía a sentir incómodo al ver cómo en Grimmauld Place se miraban y se abrazaban ambos, y ver la sonrisa de Remus cuando estaba entre sus brazos.
El primer encuentro de la Orden del Fénix fue rápido, como una presentación entre antiguos y nuevos integrantes y una distribución de las actividades. Kingsley sonrió internamente cuando vio a Remus. El cabello castaño estaba mezclado con algunos mechones blancos, su rostro estaba abatido y pálido y tenía ojeras debajo de los ojos. Pero estaba sonriendo. Una sonrisa abierta, sincera… y completamente dirigida a Sirius Black. Kingsley estudió al otro hombre durante un tiempo, reconociendo los signos de Azkaban en su rostro.
Remus sonrió cuando Dumbledore presentó formalmente el auror al grupo y fue a saludarlo después diciéndole que lo recordaba de los tiempos de Hogwarts. Black simplemente movió la cabeza. Conversaron bastante tiempo sobre defensa contra las artes oscuras, política, hechizos, contra hechizos... Kingsley quedó admirado por la inteligencia del licántropo. Sirius los escuchó impaciente, murmurando "nerds" entre dientes.
Un buen auror sabe ver lo que no se dice, leer las emociones de las personas, leer su postura… Sabe que eso dice más que las palabras. Aún así, aún con los años que tiene como auror, aún sabiendo leer bien a las personas, a Kingsley se le dificulta leer a Remus Lupin.
Lupin estaba rodeado de un aura de misterio que encantaba a Shacklebolt más de lo que quería admitir. Quería desentrañar los secretos de Remus, saber lo que sentía, saber cómo estaba, saber lo que pensaba. Tal vez por eso cuando se dio cuenta ya se había enamorado del ex profesor.
Cuando Sirius aún estaba vivo y era un prófugo, él iba mucho a la casa, diciéndose que sólo eran las ganas de vencer a Voldemort. Remus siempre estaba allí con Sirius, y pasaban horas hablando. Black siempre estaba con ellos, la mayoría de las veces con una mano posesiva sobre el hombro o el brazo de su amigo; y cuando no era así, simplemente estaba sentado junto a Remus, mirando a Kingsley con desafío.
Cuando Sirius vivía, Remus siempre estaba sonriendo, siempre estaba feliz. Pero desde la muerte de Black, parecía que a Remus se le habían acabado los motivos para ser feliz: cuando sonreía, él notaba que esa sonrisa era falsa, casi nunca se reía, ya no tenía ese brillo.
Y él no era tonto. No por nada era Ravenclaw y auror. Había interpretado bien la posesividad de Black hacia Remus, y las sonrisas de éste último. Había notado como siempre se buscaban con la mirada, como se entendían sin palabras, como siempre tenían una cercanía muy física.
Sirius le dio más valor a las opiniones de Remus que a las de Dumbledore, y Remus ni siquiera dudaba antes de discutir con cualquiera para defender el derecho de Black de estar en la Orden y de participar en ella en la medida de lo posible. Y, cuando Lupin hablaba con alguien más, Sirius siempre estaba detrás o al lado del licántropo, como un cachorro buscando atención. Eso, cuando no estaba Sirius convertido en perro al lado de Remus.
Y no tuvo más dudas de que ellos estaban en una relación cuando estaba por entrar a la casa una vez. Lo hizo en silencio para no despertar el retrato de Walburga Black, y estaba por entrar a la cocina hasta que escuchó ruidos: se quedó espiando en la puerta, sólo para ver cómo Remus y Sirius se besaban con amor y pasión, viendo a Lupin sentado sobre la mesa… y con evidentemente poca ropa. Enseguida se fue.
Cuando Sirius murió, Kingsley vio como Lupin intentaba retener a Potter para que no se acerque al velo, y vio el evidente esfuerzo que hacía Remus para no soltarlo y correr él mismo hacia el velo. En el mismo instante en el que Sirius desapareció detrás del mismo, Shacklebolt sabía que el brillo jamás volvería a aparecer en los ojos de Remus Lupin. A menos que estuviera hablando de un recuerdo feliz con Sirius, claro.
Y ahora mismo Remus estaba en la pieza, la misma que tantas veces había compartido con Sirius, mientras pensaba en todo lo vivido con él.
Recordó el momento en el que se conocieron, a los once años, cuando él había llegado al compartimento de James y Sirius buscando dónde sentarse. Les había preguntado, muy tímido, si se podía sentar con ellos, y le dijeron que sí. Cuando empezaron a hablar, recuerda que Sirius le preguntó por qué tenía esas cicatrices, a lo que Lupin no había querido responder.
Recuerda el día en que sus amigos se enteraron de que era un hombre lobo, y el miedo que tuvo de que lo abandonaran; recordaba lo agradecido que estaba con sus amigos por no abandonarlo.
Ese día en el que sus tres amigos se convirtieron en animagos por él también fue algo inolvidable. Sirius le había dicho que no le dijeron nada sobre esa idea porque sabían que él iba a hacerlos desistir, y querían hacer sus transformaciones más soportables. Y así, todos los meses, cuando faltaba una semana para la Luna llena, lo cual también coincidía con los cambios de humor repentinos del licántropo, planeaban y repasaban lo que harían esa noche.
Remus sabía lo mal que le hacía recordar a Sirius pero no podía evitarlo. Intentaba aferrarse desesperadamente a sus recuerdos con Canuto para no venirse abajo, para intentar seguir resistiendo. Intentaba aferrarse a su fantasma.
Uno de los recuerdos tristes de ambos fue… el 31 de octubre de 1981: cuando murieron James y Lily Potter. Lupin aún recuerda cuando le dieron la noticia, y cuando le dijeron que Sirius había matado a Peter y a 13 muggles. Muy dentro suyo, nunca lo terminó de creer…
Recuerda esa noche que, aunque con algo de frío, fue a los escombros de la casa de los Potter para despedirse. Desde el día anterior había estado prácticamente mudo, aún en shock por todo lo pasado.
Se había acercado a lo que quedaba de la casa, con la misma desolación del día anterior.
—No… —susurró.
Se quedó allí parado con las manos dentro de los bolsillos de la túnica, observando. Su cuerpo podía estar allí, pero su mente, sus ojos inexpresivos, no. Estaba naufragando en los recuerdos que tenía con sus amigos y su marido. Cuando se dio cuenta, estaba amaneciendo. Y a pesar de eso, siguió callado mirando todo y pensando.
Vio que un auror se acercaba.
—Disculpe por interferir en la investigación, ya me voy —susurró Remus. Su dolor se notaba a pesar de que no estuviera gritando o llorando, y en ese momento a Lupin no le interesaba ocultar su dolor. Se había quedado solo—. ¿Por qué, Sirius? —susurró mientras se iba, sin reconocer a Kingsley Shacklebolt.
En ese momento Remus se sintió más solo que nunca. James y Lily habían muerto, igual que Peter. El asesino de Peter y en cierta parte de los Potter era Sirius, su esposo. Estaba solo.
Era el último de los Merodeadores.
Y lo fue durante años, hasta que vio a Sirius de nuevo en 1993 en la Casa de los Gritos, el mismo lugar donde habían compartido tantos principios de aventuras en el colegio. El mismo lugar donde habían compartido muchas cosas. Donde tuvieron la fantasía de ser felices.
El abrazo que se dio con Black en ese momento fue lo mejor del año para él: reencontrarse con su novio, marido, o lo que fueran ahora, y saber que era inocente. Era simplemente hermoso.
—Te extrañé —le había susurrado Sirius al oído esa noche. Escuchar su voz de nuevo fue, en ese momento, lo mejor del mundo. Escuchar esa voz en su oído al igual que cuando estaban en la cama, excepto que el tono de Sirius ese 4 de junio de 1993 era muy tierno, fue una de las cosas más lindas de ese día.
—Y yo a vos —había respondido Remus, emocionado y en el mismo tono de voz.
Cuando entró a la Casa de los Gritos y le preguntó a Sirius dónde estaba Peter, lo hizo con la voz temblando de la emoción. La emoción de volver a ver a Sirius, la emoción de saber que Sirius era inocente, y también la tristeza de ver a Sirius en ese estado.
Había amado a Sirius desde el colegio debido a toda la atención que Black le daba, a todos los cuidados antes y después de la Luna llena. Y ahora, aún con Sirius muerto, ese amor prevalecía.
—Te amaré siempre —susurró Lupin, mirando una fotografía de ambos, una en la que se miraban y se besaban.
Recordó que, luego de la muerte de Sirius, a él lo mandaron a Grimmauld Place, a esa casa. Lupin aún desconocía los motivos.
—¿Por qué? —había susurrado Remus, sentado en el sillón. El mismo sillón en el que habían estado juntos muchas veces.
Ese "¿Por qué?", se refería a Sirius. Le preguntaba a Sirius por qué se había muerto y los había dejado abandonados. A él y a Harry. Sabía que Potter estaba afectado, y que la Orden se preocuparía más por el chico que por él.
Y a Remus no le importaba, sabía que lo importante era Harry.
Ya estaba acostumbrado a sufrir solo y en total silencio.
Recuerda que Kingsley apareció allí esa noche, seguro que para hacerle compañía, pero que, al ver la mirada de Remus, sólo suspiró y acarició su hombro, quedándose a su lado en silencio hasta que Lupin se fue a la pieza para llorar.
Cada lugar de la casa, a Remus le recordaba a Sirius, mirara dónde mirara.
El sillón, era el mismo en el que habían estado muchas veces Sirius y él; a veces solamente sentados juntos abrazados, a veces en silencio y a veces hablando, y otras veces estaban haciéndolo, siempre y cuando no hubiera nadie.
El pasillo de la entrada, donde estaba el retrato de Walburga Black. Ese lugar no le gustaba ya que tenía que estar en total silencio para no despertar a la madre de Sirius. Pero, aún así, le recordaba también a su novio, aunque sea por el hecho de que era Sirius el que corría a cerrar las cortinas.
El comedor, donde comían estuviera la Orden o no, lugar que fue testigo de algunas defensas de Remus a Sirius. Por ejemplo, cuando Molly le estaba diciendo de todo a Black por querer que Harry sepa lo que hacía la Orden del Fénix. También, lugar de algunos de los besos más candentes de ambos, los cuales casi siempre terminaban con sexo.
La cocina, donde muchas veces Remus había cocinado para Sirius y viceversa. Sirius cocinaba para el licántropo generalmente luego de las lunas, ya que sabía que su novio estaba muy cansado para hacerlo. En realidad cocinaba para Remus siempre que éste se lo pedía.
El baño, el mismo lugar donde Sirius curaba a Remus y lo ayudaba a bañarse luego de las noches de Luna llena. Osea, uno de los lugares donde Sirius más lo mimaba aparte de la habitación.
El dormitorio de ambos en el último piso, en el que durmieron desde que llegaron. En el que podían estar teniendo sexo, durmiendo o simplemente acostados mimándose como a Lupin tanto le gustaba. Era un lugar especial y con muchos recuerdos para Remus.
Los cuales ahora eran sólo eso: recuerdos. Recuerdos que prevalecerán por siempre en su mente, a los que ya no se les sumarán más.
—¿Por qué tuviste que irte, Siri? —susurró, acariciando la foto.
Miró el pedazo de pergamino que tenía a su lado. En él había escrito algo sobre Sirius. Lo agarró y lo leyó:
"Sirius, te sigo extrañando. Hace más de un año de tu muerte, lo sé, pero aún así… apenas estoy logrando aceptar que ya no estás, apenas logro aceptar que… que moriste. Dumbledore también murió como ya debes de saber. Odié la muerte de nuestro líder pero odié mil veces más la tuya, y el hecho de tener que contener a Harry para que no corra hacia el velo, siendo que yo mismo quería correr hacia ahí… Fue horrible. Te extraño, mi pulgoso".
Remus, simplemente, agarra su varita y lo quema, para que llegue a Sirius. Aún recuerda cuando se cumplió un año de su muerte…
Flashback
Era 18 de junio, pero de 1997. Y se cumplía un año de la muerte de Sirius Black.
Remus seguía yendo a Grimmauld Place, principalmente cuando quería recordar a Sirius. Ese día se la pasó ahí, encerrado, llorando y comiendo chocolate. Hasta que sintió que tocaban la puerta de la pieza.
—¿Remus? —Era Harry—. ¿P-puedo pasar?
—Sí —respondió Lupin tratando de que no se note su llanto, pero no intenta frenarlo. No le interesa ya.
Ve cómo Harry entra lentamente y lo ve así, comiendo de a poco un chocolate entre lágrimas imparables.
—¿Remus? —murmuró.
—¿Q-qué, Harry? —susurró Remus.
—¿Cómo estás?
—Es 18 de junio, Harry —dijo Lupin intentando dejar de llorar—. Se cumple un año de la… de lo de Sirius —dijo sin animarse a decir "muerte".
Notó cómo Harry aguantaba las lágrimas e hizo que se acerque a él.
—¿Qué pasa? —susurró Harry.
—¿Aparte de que lo extraño muchísimo?
—Eran muy amigos, ¿no? —le preguntó Potter.
—Si hubiéramos sido sólo amigos tal vez no me dolería tanto recordarlo y tal vez no lloraría casi todos los días pensando que perdí al amor de mi vida —dijo Remus, limpiándose las lágrimas.
—¿S-Sirius y vos…? —musitó Harry.
—Sí. Fuimos pareja desde tercer año en el colegio. Cuando él fue encerrado en Azkaban, muy dentro de mí creía que era inocente, fue por eso que apenas vi que estaba en la Casa de los Gritos fui a ayudarlo, necesitaba saber si era inocente o no. Y lo fue…
—¿Por eso lo ayudaste?
—Exacto. Cuando me acerqué a él noté en su mirada que… que no era el culpable de nada. Pero me di cuenta cuando vi en el mapa a Colagusano, que Sirius era inocente, y su mirada me lo confirmó allá. En la Casa de los Gritos, el mismo lugar en el que vivimos muchas aventuras. Canuto siempre me hacía compañía, a veces incluso iba antes que yo, se escondía de los profesores y se quedaba conmigo mientras me transformaba, y luego llegaban tu padre y Colagusano. Me enojé mucho al saber que Peter nos había traicionado, al saber que le había revelado a Voldemort el paradero de tus padres, porque fue eso lo que activó la furia de Sirius hacia él. Si eso no hubiera pasado, Siri no hubiera estado 12 años en Azkaban, y yo no me hubiera quedado solo. ¿Lo peor? Hacía poco que nos habíamos… casado.
—¿Se casaron? —le preguntó Harry.
—Oh, sí —respondió Remus, sonriendo un poco y dándole un chocolate a Harry, quien lo aceptó comenzando a comerlo—. Un tiempito después de que lo hicieran tus padres. Teníamos muchos planes para nosotros, pero todo se vio arruinado cuando lo metieron preso sin juicio alguno. Dumbledore nos había dicho lo que pasó (la muerte de tus padres), y nosotros le habíamos rogado (y hasta nos habíamos enojado y le habíamos gritado de todo) que deje que vos te quedaras con nosotros, que por algo Sirius era tu padrino, que te íbamos a criar juntos como sabíamos que James hubiera querido. Pero no. Se negó a todo, te entregó a tus tíos y no dejó que nos acercáramos ni que te mandáramos aunque sea una carta. Dumbledore me ofreció el puesto de profesor de DCAO, y estuve a punto de rechazarlo porque aún seguía enojado ya que no tenía ni una noticia tuya.
—Pero aceptaste —sonrió Harry.
—Sí, porque sentía que estaba en deuda con Albus porque él me había hecho entrar a Hogwarts cuando ningún otro director lo hubiese hecho. Y también sentía culpa ya que él no sabía que Sirius era un animago, yo creía que Canu se había escapado por alguna magia oscura aprendida de Voldemort, pero la parte mía que aún creía en su inocencia me decía que se había escapado usando su condición de animago. Recuerdo esa vez que, cuando aún todos creíamos que era un asesino, me dejó una nota en mi despacho.
—¿Qué decía? —le preguntó Potter, y Remus la buscó. Cuando la encontró se la dio, y Harry la leyó en voz alta—: "Te extraño, Rem. Canuto."... ¿Eso nomás decía?
—Sí, eran sólo esas tres palabras pero que aún así significaron muchísimo para mí. Sentía que debía olvidarlo, que Sirius era malvado, pero a la vez sabía que no lo era —respondió Lupin, sonriendo con tristeza—. Luego de que Hermione y vos lo ayudaran a escapar, él se quedó conmigo en mi casa, y encontró el anillo ya que yo me lo había sacado. Me volvió a preguntar si quería ser su novio, y le dije que sí. De paso le conté todo: que lo seguía amando como el primer día, que aunque no sabía si seguíamos siendo algo aparte de novios…
—Ahí le tiraste tipo una indirecta, ¿no?
—Sí —sonrió Remus—. No pasó mucho tiempo hasta que me preguntó si quería volver a casarme con él, que prometía que ya no iba a… a pasar nada. —Se sorbió la nariz, agarrando una foto de ambos—. Yo acepté, y aunque hubiera sabido lo que pasaría hubiera aceptado igual, sólo que hubiera intentado estar más tiempo con él…
—En cuarto, cuando lo veía a través del fuego o a escondidas en algún lugar lo veía bastante feliz, pero nunca noté el anillo —dijo Harry.
—Porque sos igual que tu padre, por eso —le dijo Remus, y le mostró el anillo mientras también le mostraba algunas fotos de Sirius y él.
—Y yo que pensaba que era el que más sufría por la muerte de Sirius. Estaba muy equivocado —susurró Harry, mirando las fotos.
—Capaz lo seas, no sé —le dijo Remus.
—No, Remus —negó Harry—. Después de todo lo que me contaste y mostraste, me doy cuenta de que vos sufrís mucho más pero que la Orden sólo me da atención a mí, y que vos estás sufriendo solo…
—Siempre sufrí solo todo —le dijo Lupin—. Estoy acostumbrado.
—Pero no la muerte de la persona que más te importaba en el mundo.
—Bueno, es cierto. Aunque ya sufrí la muerte de mis padres, sí, pero ahí tuve a tu padre y a Sirius para consolarme. Ahora no.
—Le voy a decir a la Orden que… —empezó Harry.
—No, vos no le vas a decir nada a la Orden —lo detuvo Remus—. Harry, acá el que importa sos vos, no yo.
Harry suspiró y, con timidez, lo abrazó, sintiendo por fin que alguien compartía su dolor por la muerte de Canuto. Remus le correspondió, dejando salir sus lágrimas. Intentaba no llorar delante de la gente, pero ahora no lo podía evitar. Harry lloró con él.
Fin flashback.
Remus miró las fotos que tenía con su marido, y volvió a llorar en voz baja. Terminó por dormirse entre lágrimas.
Nunca notó que Kingsley Shacklebolt había entrado en silencio para ver cómo estaba, y que se le había roto el corazón al verlo así. Sabía que no podía competir contra un recuerdo, contra un fantasma. Por eso se alejaba y no intentaba nada.
Remus había cambiado mucho luego de la muerte de Sirius Black.