
Remus John Lupin estaba mirando el Mapa del Merodeador. Esa tarde matarían al hipogrifo de Hagrid, y presentía que Harry Potter iría a hacerle compañía al semigigante.
—Los extraño, chicos —susurró, mientras miraba un poco distraído. Hablaba de sus amigos, con los que había hecho el mapa.
Remus estaba solo, era el único merodeador que quedaba: James y Peter habían muerto, y Sirius estaba preso. O había estado, más bien: estaba prófugo ahora, queriendo matar a Harry.
—Sirius —suspiró Remus—. ¿Por qué lo hiciste? ¿En qué te convertiste, Canuto? Odio haberte amado. Odio haber tenido una relación contigo antes de que todo pasara... Al parecer nunca terminé de conocerte.
Pasó un tiempo, sonrió internamente al notar que tenía razón y que el trío de oro entraba a la cabaña de Hagrid, y de pronto vio que en en el mapa aparecía el nombre "Sirius Black", en el bosque prohibido. Tragó saliva, sabiendo que tenía que calmarse: Sirius no iría a visitarlo, Sirius era un asesino y quería matar a Harry, a su ahijado. Tenía que acordarse de eso.
—¿Por qué sigo enamorado? —se lamentó.
Veinte minutos después, Harry, Ron y Hermione salieron de la cabaña... Pero los acompañaba alguien, y Remus estaba seguro de haber visto mal, el mapa tenía que estar mintiendo por primera vez porque las personas muertas no aparecen... Los acompañaba Peter Pettigrew.
—No, no puede ser —susurró—. Peter está muerto...
Vio como Sirius, quien seguramente estaba en forma de perro, arrastraba a Ron y a Peter a la Casa de los Gritos, y que sus amigos iban tras ellos. En ese momento supo que debía actuar. Y ayudar a su... lo que fuera ahora. ¿Amigo? ¿Novio? ¿Ex?, ya que quería buscar a Pettigrew, quien al parecer no había muerto.
—¡Travesura realizada! —dijo ocultando el contenido del mapa.
Fue corriendo al sauce boxeador. Apretó el nudo y entró rápido, y se dirigió a la habitación de la Casa de los Gritos, donde escuchó los gritos de Hermione: Sirius Black estaba allí con ellos. Preocupado, subió.
—Alohomora —dijo apuntando a esa puerta. La misma se abrió de golpe y él entró, y examinó el panorama: miró a Ron, que yacía en la cama; a Hermione, encogida de miedo junto a la puerta; a Harry, que no dejaba de apuntar a Sirius con la varita; y a Sirius, desplomado a los pies de Harry y sangrando.
Lupin sabía que Harry no haría mucho ya que no sabía el Avada Kedavra. Pero por las dudas...
—¡Expelliarmus! —gritó, y las varitas de los tres chicos volaron hacia su mano.
Entró en la habitación sin apartar la vista de Sirius, y lo observó bien: su amigo estaba totalmente demacrado, y le dolió ver eso.
—¿Dónde está, Sirius? —le preguntó, con la voz algo temblorosa por la emoción, ignorando la mirada de Harry.
Sirius, muy despacio, levanto la mano y señaló a Ron.
—Pero, entonces... —murmuró Lupin—, ¿por qué no te manifestaste antes? A menos que... —De repente, los ojos de Remus se agrandaron, entendiendo todo—. A menos que fuera él quien... a menos que te transmutaras... sin decírmelo...
Sirius, mirando a Remus a los ojos, asintió con la cabeza.
—Profesor Lupin, ¿qué pasa? —interrumpió Harry en voz alta—. ¿Qué...?
Remus no le dio importancia a la pregunta de Harry. Se acercó a Sirius, agarró su mano ayudándolo a levantarse, y lo abrazó con fuerza. Lo había extrañado.
—Te extrañé —le susurró el licántropo al oído, con disimulo.
—Y yo a ti, Remi —le dijo Canuto del mismo modo.
—¡No lo puedo creer! —gritó Hermione.
Ese gritó logró que ambos se separaran del abrazo del que no querían separarse. Lupin giró hacia Hermione: la chica se había levantado del suelo y lo señalaba espantada.
—Usted... usted...
—Hermione...
—¡... usted y él!
—Tranquilízate, Hermione.
—¡No se lo dije a nadie! —gritó Hermione—. ¡Lo estuve encubriendo!
—¡Hermione, escúchame, por favor! —exclamó Lupin—. Puedo explicarlo...
—¡Yo confié en usted! —le dijo Harry—. Y en realidad era amigo de él.
—Están en un error —dijo Remus—. No fui amigo suyo durante estos doce años —eso a Sirius le dolió un poco, pero sabía que era cierto. Además, en Hogwarts y hasta la muerte de los Potter, habían sido pareja— pero ahora sí... —Sirius contuvo una sonrisa—. Déjenme explicarles...
—¡NO! —gritó Hermione—. Harry, no confíes en él. Ayudó a Black a entrar al castillo. También él quiere matarte. ¡Es un hombre lobo!
Cuando Sirius escuchó que la chica le decía a su ahijado que tanto él como Remus lo querían matar, estuvo tentado a decirle algo para defender a Remus principalmente, pero se contuvo. Miró a Remus igual que el resto.
—Estás acertando mucho menos que de costumbre, Hermione —dijo Remus, y allí Sirius supo que esa chica al parecer era muy inteligente, como Lily—. Me temo que sólo una de las tres. No es verdad que haya ayudado a Sirius a entrar en el castillo, y te aseguro que no quiero matar a Harry. —Se estremeció antes de continuar, y Sirius se acercó un poco a él—. Pero no negaré que soy un hombre lobo. —Black se acercó y lo acarició un poco para darle confianza.
Ron hizo un esfuerzo por volver a levantarse, pero no lo logró. Cuando Remus lo quiso ayudar, Ron exclamó:
—¡Aléjese de mí, hombre lobo!
Al escuchar eso, Sirius quería, nuevamente, defender a Lupin. Pero de nuevo, no lo hizo.
—¿Cuánto hace que lo sabes? —le preguntó Remus a Hermione.
—Siglos —respondió ella—. Desde que hice el trabajo para el profesor Snape.
—Estará encantado —ironizó Lupin—. Les dio ese trabajo para que alguno de ustedes se percatara de mis síntomas. ¿Comprobaste el mapa lunar y te diste cuenta de que yo siempre estaba enfermo en luna llena? ¿Te diste cuenta de que el boggart se transformaba en luna al verme?
Sirius se preguntó por qué Remus aún le tendría miedo a la luna.
—Las dos cosas —susurró Hermione.
—Nunca conocí a una hechicera de tu edad tan inteligente, Hermione —le dijo Lupin.
«No es cierto. ¿Y la pelirroja?», pensó Sirius.
—No soy tan inteligente. ¡Si lo fuera, le habría dicho a todo el mundo lo que es usted!
—Ya lo saben. Al menos, el personal docente lo sabe —dijo Remus.
—¿Dumbledore lo contrató sabiendo que usted es un licántropo? ¿Está loco? —preguntó Ron en voz baja.
—Hay profesores que opinan que sí —dijo Remus—. Le costó convencer a ciertos profesores de que yo era de fiar. —«Principalmente Snape», pensó.
—¡Y ESTABA EN UN ERROR! —gritó Harry—. ¡HA ESTADO AYUDÁNDOLO TODO ESTE TIEMPO! —Señaló a Sirius, quien evitaba mirarlos.
—No ayudé a Sirius —negó de nuevo Remus—. Si me dejan, les explicaré. Miren... —Les lanzó las varitas de nuevo al trío de oro y se guardó la suya. Sirius lo miró como si estuviera loco—. Ya ven. Ahora ustedes están armados y nosotros no. ¿Quieren escucharme? —Black notó algo de impaciencia en la pregunta, y sonrió para sus adentros.
—Si no lo estuvo ayudando —dijo el último de los Potter, mirando con furia a su padrino—, ¿cómo sabía que se encontraba aquí?
—Por el mapa —explicó Remus—. Por el mapa del merodeador. Estaba en mi despacho examinándolo.
—¿Sabe utilizarlo? —le preguntó, suspicaz, Harry.
—Por supuesto —contestó el licántropo—. Yo colaboré en su elaboración. Yo soy Lunático... Es el apodo que me pusieron mis amigos en el colegio... —Él y Sirius se miraron con disimulo, sonriéndose cariñosamente de la misma manera disimulada.
—¿Usted hizo...? —dijo Harry.
—Lo importante es que esta tarde lo estaba examinando porque tenía la idea de que tú, Ron y Hermione intentarían salir furtivamente del castillo para visitar a Hagrid antes de que su hipogrifo fuera ejecutado. Y estaba en lo cierto, ¿no es así? —Remus comenzó a pasear sin dejar de mirarlos. Sirius sabía que estaba nervioso ya que siempre que lo estaba, se ponía a caminar—. Supuse que se cubrirían con la vieja capa de tu padre, Harry,
—¿Cómo sabe lo de la capa?
—Las veces que vi a James desaparecer bajo ella —dijo Lupin—. Que tengan una capa invisible no impide que aparezcan en el mapa del merodeador. —Sirius sonrió para sí mismo sin apartar la vista del que alguna vez había sido su novio. No sabía qué eran ahora—. Los vi cruzar los terrenos del colegio y entrar en la cabaña de Hagrid. Veinte minutos más tarde dejaron a Hagrid y volvieron al castillo. Pero los acompañaba alguien.
—¿Qué dice? —interrumpió Harry—. Nada de eso. No nos acompañaba nadie.
—No podía creer lo que veía —continuó Remus aún caminando. ¿Sirius? Feliz de que Lupin supiera que él era inocente. Ahora faltaba explicarle mejor todo—. Creía que el mapa estaría estropeado. ¿Cómo podía estar con ustedes?
«El mapa del merodeador nunca miente», pensó Sirius.
—¡No había nadie con nosotros! —negó Potter.
—Y entonces vi otro punto que se les acercaba rápidamente, con la inscripción "Sirius Black". Vi que chocaba con ustedes, vi que arrastraba a dos de ustedes hasta el interior del sauce boxeador.
—¡A uno de nosotros! —dijo Ron, enojado.
—No, Ron. A dos —dijo Remus. Dejó de pasearse y lo miró—. ¿Me dejas echarle un vistazo a la rata? —le preguntó.
—¿Qué? —preguntó Ron—. ¿Qué tiene que ver mi mascota en todo esto?
—Todo —respondió Lupin—. ¿Podría darle un vistazo, por favor?
El Weasley metió la mano en la túnica y sacó a la rata, quien no dejaba de chillar y retorcerse. Lupin se acercó y examinó a Scabbers.
—¿Qué tiene que ver la rata en todo esto? —preguntó Ron.
—¡No es una rata! —gritó de repente Sirius. Ya no quería quedarse callado, se había quedado callado cuando su ahijado y sus amigos le decían cosas a Remus, pero ya no. Y si decían algo de Remus él saltaría enseguida a defenderlo.
—¡Claro que es una rata! —le dijo Ron.
—No lo es —susurró Remus—. Es un mago.
—Un animago —especificó Black—. Llamado Peter Pettigrew.
—Ustedes están locos —les dijo Ron luego de unos minutos de silencio.
—¡Peter Pettigrew está muerto, él lo mató! —dijo Harry señalando a Sirius.
—Esa fue mi intención —respondió Black—. Pero el pequeño Peter me venció. ¡Pero ahora me toca a mí!
Luego de decir eso, se abalanzó sobre Peter.
—¡Sirius, no! —gritó Remus, separando a Canuto de Ron y la rata—. ¡Espera! ¡No puedes hacerlo así! ¡Tienen que comprender! ¡Tenemos que explicárselo!
—Podemos explicarlo después —le dijo Sirius intentando soltarse, y dando un zarpazo en el aire para intentar agarrar a Peter.
—Tienen derecho a saberlo todo —le dijo Remus, agarrándolo más fuerte—. ¡Es la mascota de Ron! ¡Hay cosas que ni siquiera yo comprendo! —Remus sabía que con eso lo calmaría un poco, ya que Sirius quería que él entendiera—. ¡Y Harry...! ¡Tienes que explicarle la verdad a Harry, Sirius! —Y sabía que con eso lo calmaría completamente.
Sirius dejó de forcejear, pero solamente porque quería que tanto Harry como Remus entendieran todo: quería que Harry sepa la verdad, y que Remus se convenciera completamente de que él no era un asesino. Aún.
—De acuerdo —terció—. Explícales lo que quieras, pero date prisa, Remus. Quiero cometer el asesinato por el que fui encarcelado...
—Están locos los dos —les dijo con miedo Ron, mirando a sus amigos en busca de apoyo—. Ya tuve suficiente. Me voy.
Intentó levantarse sobre su pie sano, pero Remus volvió a apuntar con la varita a Peter.
—Me vas a escuchar hasta el final, Ron —le dijo—. Pero sujeta bien a Peter mientras escuchas.
—¡No es Peter, es Scabbers! —gritó Ron, intentando volver a meter a Peter en el bolsillo aunque la rata se resistía.
—Hubo testigos que vieron morir a Pettigrew —dijo Harry—. Toda una calle llena de testigos.
—¡No vieron, creyeron ver! —contradijo Black con furia, sin apartar la mirada de Peter.
—Todo el mundo creyó que Sirius había matado a Peter —confirmó Remus, notando sobre él la mirada de Sirius—. Yo mismo lo creía hasta que vi el mapa. Porque el mapa del merodeador nunca miente... Peter está vivo, Ron lo tiene entre las manos, Harry.
Harry y Ron se miraron.
Sirius sonrió al ver que Remus verdaderamente le creía. Cuando lo vio parado en la puerta pensó que no le iba a creer y lo iba a entregar, pero gracias a Merlín no lo hizo, al contrario: le creyó y ahora lo estaba defendiendo.
—Pero, profesor Lupin —le dijo Hermione—, Scabbers no puede ser Pettigrew. Sencillamente es imposible, usted lo sabe.
«La chica no sabe que somos animagos», pensó Sirius.
—¿Por qué no puede serlo? —le preguntó Remus.
—Porque si Peter Pettigrew hubiera sido un animago, la gente ya lo hubiera sabido. Estudiamos a los animagos con la profesora McGonagall, y Pettigrew no estaba en el registro.
—¡Bien otra vez, Hermione! —aprobó Lupin con una pequeña risa, risa que Sirius amaba y había extrañado mucho—. Pero el ministerio ignora la existencia de otros tres animagos en Hogwarts.
—Si se lo vas a contar, apúrate, Remus —le dijo Sirius—. Esperé doce años. No voy a esperar más.
—De acuerdo, pero tendrás que ayudarme, Sirius —respondió Remus—. Yo sólo sé cómo comenzó.
Sirius miró a Remus. Siempre lo ayudaría en todo, como antes. Lupin le sonrió al entender su mirada.
—La Casa de los Gritos nunca estuvo embrujada como todos dicen —dijo Remus—. Los gritos y aullidos que oían los del pueblo los producía yo. —Se apartó el pelo de los ojos, poniéndose junto a Sirius para contar—. Con eso empezó todo... cuando me convertí en hombre lobo. Nada de esto habría sucedido si no me hubieran mordido... y si yo no hubiera sido tan temerario.
—Ninguna de las dos cosas es tu culpa y lo sabes —le susurró Sirius, y Remus le sonrió de lado.
—Era muy pequeño cuando me mordieron. Mis padres lo intentaron todo, pero en aquellos días no había cura. La poción que me estuvo dando el profesor Snape es un descubrimiento muy reciente. Me vuelve inofensivo, ¿se dan cuenta? Si la tomo la semana anterior a la Luna llena, conservo mi personalidad al transformarme... Me encojo en mi despacho, convertido en un lobo inofensivo, y espero a que la luna vuelva a menguar. Sin embargo, antes de que se descubriera esa poción, me convertía una vez al mes en un peligroso lobo adulto. Parecía imposible que pudiera venir a Hogwarts. —Sirius sonrió. Agradecía a Merlín por haber conocido a Remus en Hogwarts—. No era probable que los padres quisieran que sus hijos estuvieran a mi merced. Pero entonces Dumbledore llegó a director y se hizo cargo de mi problema. Dijo que mientras tomáramos ciertas precauciones, no había motivo para que yo no acudiera a clase. —«Y gracias a eso te conocí, y pudiste hacerle competencia a la pelirroja en cuanto a inteligencia. James y yo nos enamoramos de los más inteligentes de nuestro año en nuestra casa», pensó Sirius. Remus miró a Harry—. Te dije hace meses que el sauce boxeador lo plantaron el año que llegué a Hogwarts. La verdad es que lo plantaron porque vine a Hogwarts. Esta casa... —Remus miró alrededor—, el túnel que conduce a ella... se construyeron para que los usara yo. Una vez al mes me sacaban del castillo furtivamente y me traían a este lugar para que me transformara. El árbol se puso en la boca del túnel para que nadie se encontrara conmigo mientras yo fuera peligroso.
—Remus —lo llamó Sirius.
—No, aún no lo puedes matar —negó Lupin.
—No es por eso —negó Black—. Hoy es noche de luna, ¿recuerdas? —le dijo preocupado.
—Tomé la poción, estoy bien —le dijo Remus, y siguió explicando—. En aquellas épocas mis transformaciones eran... terribles. Es muy doloroso convertirse en hombre lobo. Se me aislaba de los humanos para que no los mordiera, de modo que me arañaba y mordía a mí mismo.
—Por eso —interrumpió Sirius—, luego de las noches de luna terminabas un par de días en la enfermería. Cuando no sabíamos lo que eres nos parecía extraño ver que estabas ahí sin motivo, pero te acompañábamos igual. Cuando lo descubrimos, James y la rata inmunda dormían mientras yo, apenas veía que tú te ibas, me iba a la enfermería y me acostaba en la cama donde tú ibas a estar a la mañana siguiente (a pesar de que a Madame Pomfrey no le hacía ninguna gracia), para poder esperarte.
Remus le sonrió enternecido, abrazándolo.
—Gracias de nuevo, Canuto —le sonrió—. Bueno, siguiendo con la historia. En el pueblo se oían los gritos y los ruidos y creían que se trataba de espíritus especialmente violentos. Dumbledore alentó los rumores... Pero aparte de eso, yo era más feliz que nunca. Por primera vez tenía amigos, tres increíbles amigos: Sirius Black —él y Sirius se sonrieron—, James Potter y Peter Pettigrew. Ellos tres no podían dejar de darse cuenta de mis desapariciones mensuales. Yo inventaba historias de todo tipo. Les decía que mi madre estaba enferma y que tenía que ir a casa a verla.
—Lo cual nos resultaba cada vez más extraño, ya que parecía extraño que Remus fuera un sólo día al mes a ver a Hope si en serio estaba enferma, y que al día siguiente volviera y estuviera en la enfermería sin que le hubiera pasado nada —comentó Sirius.
—Me aterrorizaba que pudieran abandonarme cuando descubrieran lo que yo era —dijo Remus dándole una sonrisa a Sirius—. Pero al igual que tú, Hermione, descubrieron la verdad. Y no me abandonaron.
—¿Cómo lo descubrieron? —preguntó Harry, quien ya se había interesado en la historia. Remus miró a Sirius para que contestara.
—Me di cuenta yo de que algo andaba mal cuando vi a Lunático con Madame Pomfrey. Vi que iban al sauce boxeador así que agarré la capa de James y los seguí. Y ahí me di cuenta de que Remus era un hombre lobo, algo que ya sospechábamos. Sí, Remus, aunque no lo creas, James estuvo leyendo en la biblioteca para saber qué te pasaba —le dijo lo último a Lupin, y ambos rieron.
—Y no me abandonaron —continuó el licántropo—. Por el contrario, convirtieron mis metamorfosis no sólo en soportables, sino en los mejores momentos de mi vida. Se hicieron animagos.
—¿Mi padre también? —preguntó Harry.
—Sí, claro —respondió Lupin—. Les costó tres años averiguar cómo hacerlo. Tu padre y Sirius era los alumnos más inteligentes del colegio...
—Mentira, esos eran Lily y tú —interrumpió Sirius.
—... y tuvieron suerte porque la transformación en animago puede resultar fatal —continuó Remus sin hacerle caso a Black, aunque con un pequeño sonrojo—. Es por eso que el ministerio vigila estrechamente a los que lo intentan. Peter necesitaba toda la ayuda que pudiera obtener de James y Sirius. Finalmente, en quinto, lo lograron. Cada uno tuvo la posibilidad de convertirse a voluntad en un animal diferente.
—Pero ¿en qué lo benefició a usted eso? —le preguntó Hermione.
—No podían hacerme compañía como seres humanos así que me la hacían como animales —explicó Lupin—. Un hombre lobo sólo es peligroso para las personas. Cada noche abandonaban a hurtadillas el castillo, bajo la capa invisible de James. Peter, como era el más pequeño, podía deslizarse bajo las ramas del sauce y tocar el nudo que las deja inmóviles. Entonces pasaban por el túnel y se reunían conmigo. Bajo su influencia yo me volvía menos peligroso. Mi cuerpo seguía siendo de lobo, pero mi mente parecía más humana cuando estaba con ellos... Al transformarnos se nos abrían posibilidades emocionantes. Abandonabamos la Casa de los Gritos y vagábamos de noche por los terrenos del colegio y por el pueblo. Sirius y James se transformaban en animales tan grandes que eran capaces de tener a raya a un hombre lobo. Dudo que algún alumno de Hogwarts haya descubierto sobre el colegio tantas cosas como nosotros. Y de esa manera llegamos a trazar el mapa del merodeador y lo firmamos con nuestros apodos: Sirius era Canuto; James, Cornamenta; y Peter, Colagusano.
—¡Aún así, era peligroso! —dijo Hermione—. ¡Andar por ahí, en la oscuridad, con un licántropo! ¿Qué habría ocurrido si hubiera abandonado a los otros y mordido a alguien?
—Ese es un pensamiento que aún me carcome —admitió Remus—. Estuve a punto de hacerlo muchas veces. Luego nos reíamos.
—Cuándo lo intentaba —interrumpió Sirius —, aparecía en la enfermería al día siguiente con más marcas de las habituales, gracias a James y a mí. Y así descubrí que los ciervos tienen dientes. Deberían haberlo visto: un ciervo mordiendo a un lobo.
Remus no quería reírse, pero no pudo evitarlo, más por la manera seria en la que lo dijo Black.
—Lunático —lo llamó Sirius—. ¿Por qué hace un rato tú y la chica mencionaron a Snape?
—Trabaja aquí, Sirius —suspiró Remus—. Es él el que me está suministrando la poción matalobos.
—¿Debo agradecerle por el hecho de que ya no te duela cuando yo quede libre? —se quejó Black.
—Sé que no lo vas a hacer —se rió Remus, y miró a los chicos—. El profesor Snape era compañero nuestro. Intentó de todas las formas impedir que me dieran el puesto de profesor de DCAO.
—Siempre destacaste en esa materia —sonrió Sirius.
—Tú también —le sonrió Remus—. Snape ha estado diciéndole todo el año a Dumbledore que yo no soy de fiar. Tiene motivos... Sirius le hizo una broma que casi lo mató, una broma en la que me vi envuelto.
—Se lo tenía merecido —rió Sirius—. Siempre husmeando, siempre queriendo saber lo que hacíamos... para ver si nos expulsaban.
—Severus está muy interesado en averiguar a dónde iba yo cada mes —dijo Remus a los tres chicos—. Estábamos en el mismo curso, y no nos teníamos simpatía. En especial, odiaba a James. Snape me había visto atravesar los terrenos del colegio con Madame Pomfrey cierta tarde que me llevaba al sauce boxeador para transformarme. Sirius pensó que quería divertido contarle a Snape que para ir detrás de mí bastaba con apretar el nudo del árbol con un palo largo. Snape lo hizo, lógicamente. Si hubiera llegado hasta aquí, se hubiera encontrado con un hombre lobo completamente transformado. Pero tu padre, que había oído a Sirius, fue tras Snape y lo obligó a volver. Aunque Snape me entrevió al final del túnel, Dumbledore le prohibió contarlo, pero desde ese momento supo lo que yo era...
—Entonces, por eso lo odia Snape —dijo Harry—. ¿Pensó que usted estaba metido en la broma?
—Exacto —asintieron Remus y Sirius.
—Estoy arrepentido de esa broma que hice, y principalmente de meter a Remus en eso, sabiendo cómo se hubiera puesto si hubiera mordido a Snape —susurró Sirius—. Ahora —miró a Ron—, entrégame a la rata.
—Vamos —dijo Ron débilmente, apretando a Peter contra su pecho—, ¿quiere que le crea que escapó de Azkaban sólo para atrapar a Scabbers? Quiero decir... De acuerdo, supongamos que Pettigrew pueda convertirse en rata... Hay millones de ratas. ¿Cómo, estando en Azkaban, supo cuál era la que buscaba?
—¿Sabes, Sirius? —le dijo Remus—. Es una buena pregunta. ¿Cómo supiste dónde estaba?
Sirius metió una mano dentro de la túnica y sacó una página arrugada de un diario. La alisó, y todos pudieron ver la foto de los Weasley, de El Profeta. Scabbers se encontraba en el brazo de Ron.
—¿Cómo lo conseguiste? —le preguntó Remus.
—Fudge —respondió Sirius—. Cuando fue a inspeccionar Azkaban el año pasado, me dio el diario. Y allí estaba Peter, en primera plana, en el hombro de este chico. Lo reconocí enseguida, cuántas veces lo vi transformarse. Y el pie de foto decía que el muchacho volvería a Hogwarts, donde estaba Harry...
—Su pata delantera... —susurró Remus, mirando la foto, luego a Peter, y volviendo a hacer lo mismo un par de veces.
—¿Qué le ocurrió? —preguntó Ron, desafiante.
—Le falta un dedo —explicó Sirius.
—¿Se lo cortó él? —preguntó Remus.
—Poco antes de transfomarse —asintió Canuto—. Cuando lo arrinconé, gritó para que toda la calle oyera que yo había traicionado a Lily y a James. Luego, para que no pudiera echarle ninguna maldición, abrió la calle con la varita, mató a todos los que se encontraban a 7 metros a la redonda, y se metió a toda velocidad por la alcantarilla con las demás ratas.
—Mire, seguramente Scabbers tuvo una pelea con otra rata o algo así. Ha estado en mi familia desde siempre —dijo Ron.
—Doce años exactamente. ¿Nunca te preguntaste por qué vive tanto?
—Bueno, la hemos cuidado muy bien.
—Pero ahora no tiene muy buen aspecto, ¿verdad? —le dijo Remus—. Apuesto a que su salud empeoró cuando supo que Sirius se había escapado.
—Cuando entré a la torre de Gryffindor, lo hice para matar a Peter, pero Peter olió lo que ocurría y escapó, noté el olor de la sangre en las sábanas así que supuse que había fingido su muerte. Ya había resultado en otra ocasión.
—¿Y por qué fingió su muerte? —preguntó Harry, furioso—. Porque sabía que usted lo quería matar, como mató a mis padres.
—No, Harry —negó Lupin.
—Y ahora vino para acabar con él.
—Exactamente —asintió Sirius.
Remus lo retó por decir eso, y entre ambos lograron explicarles la verdad a los tres chicos.
—Ahora, Ron, entrégame a la rata —le dijo Remus cuando terminaron—. La obligaré a transformarse. Si de verdad es una rata no sufrirá ningún daño.
Ron, aunque algo dudoso, se la entregó.
—Ven, Sirius —le dijo Remus, entregándole una varita.
—¿Lo hacemos juntos? —le preguntó Sirius.
—Sí, sólo si te comprometes a no matarlo cuando recupere su forma humana.
—Lo prometo —dijo Sirius.
—¿Y cómo sé si creerte? —le preguntó Remus, desconfiando un poco.
Sirius agarró las manos de Remus y lo miró a los ojos:
—Juro solemnemente que mis intenciones sí son buenas —dijo despacio, sin dejar de mirarlo.
El juramento merodeador. Ahora Remus no tenía dudas de que Sirius no lo mataría.
—Pero le tiraré un petrificus totalus para que no escape —añadió.
—Bueno —se rió Remus.
Ambos apuntaron las varitas hacia Peter y volvieron a transformarlo en humano luego de años. Harry, Hermione y Ron observaron asombrados la transformación, y el hombre que había aparecido en su lugar. Peter no llegó a hablar.
—¡Petrificus totalus! —dijo enseguida Sirius señalando a Peter, quien se quedó hecho una estatua en la posición en la que se encontraba—. Ahora sí, no se escapará y yo quedaré libre.
Remus sonrió, y se animó a darle un beso en la mejilla. Sirius sonrió besando su frente.
—Ahora estaremos juntos, Remus, y perdóname por desconfiar de ti —le dijo.
—Ya no importa —negó Remus—. Vamos, hay que entregárselo a Dumbledore.
Hizo que el cuerpo de Peter levitara, y todos fueron al despacho de Dumbledore lo más rápido que pudieron.
—Profesor Dumbledore —le dijo Remus cuando Dumby les abrió—, tenemos al culpable.
Entraron con el cuerpo de Peter, y entre Sirius y Remus le explicaron todo. Dumbledore les creyó, algo que agradecieron infinitamente.
—Mañana iremos al ministerio y luego de que el señor Pettigrew cuente la verdad, quedarás absuelto —le dijo Dumbledore a Sirius, quien sonrió.
—Y Harry vivirá con nosotros —asintió Sirius—. Si quiere. —Miró a su ahijado.
—¿Y-yo...? —susurró Harry.
—Sirius es tu padrino, Harry. Te quitaron de nuestras manos —le explicó Remus.
—Le había dicho a Dumbledore que si les pasaba algo a tus padres yo cuidaría de ti con Remus —explicó Sirius—. Por eso me sorprendí cuando apareció Hagrid diciéndome que tenía que llevarse a Harry. Intenté explicarle pero sólo dijo que estaba obedeciendo órdenes de Dumbledore, por eso le di mi moto. Pensé que te llevaría con Remus, pero cuando me comuniqué con él, la última noticia que había tenido de ti era que habías sobrevivido a la maldición asesina de Voldemort.
—Intentamos explicarle a Dumbledore que no podías quedarte en la casa de tus tíos, pero no nos hizo caso —dijo Remus—. Y unos días después metieron preso a Sirius sin ningún tipo de juicio.
—Pero ahora sí podrás quedarte con nosotros si quieres —terminó Sirius.
—No —dijo Dumbledore—. Ya te lo dije, Remus: se quedará con sus tíos hasta que cumpla la mayoría de edad.
—¿Por qué? —le preguntó de mala manera Harry—. ¿Por qué tengo que quedarme con los Dursley?
—Porque allí estás protegido —respondió el director.
Remus agarró del brazo a Sirius para que no se transformara en perro y mordiera a Albus.
—Ya sé lo que quieren hacer —les dijo éste.
—Deje de usar la legeremancia con nosotros —le espetó Remus—. Y ni se le ocurra despetrificar a Peter —añadió, y se fue hecho una furia.
Sirius se convirtió en perro y lo siguió, sabiendo que Lupin iría a la Casa de los Gritos. Y así fue.
—Rem —lo llamó Sirius una vez que llegaron.
Remus, que estaba sacándose la ropa para transformarse, se sorprendió al escucharlo, e intentó volver a ponérsela, sonrojado. Sirius negó.
—¿Puedo? —le preguntó haciendo ademán de sacarle la ropa. Cuando el licántropo asintió, Sirius se la sacó con cuidado,
—Sos hermoso —le dijo y lo abrazó. Remus le correspondió un poco sonrojado apoyando la cabeza en su pecho.
—Ya no duele. Ya no me duele transformarme —dijo.
—Lo sé, pero igual quiero abrazarte. Es la primera vez que puedo hacerlo cuando te estás por transformar —le susurró Sirius besando su frente—. Te sigo amando —susurró.
—Yo también —le dijo Remus, justo cuando la transformación empezaba.
Sirius lo apretó más contra él mientras el hombre que amaba se transformaba en licántropo. Un rato después, la transformación había terminado, y Remus ya era un hombre lobo.
Sirius también se transformó en perro, y se puso a jugar con él. Cómo en los viejos tiempos salvo que ahora, Remus era consciente de lo que hacía.
Remus lamió la cara de Sirius, como dándole un beso. Sirius ladró y repitió la acción, sacándole un gañido tierno al lobo.
Ahora todo estaba bien entre ellos.
****
Horas después, la noche estaba llegando a su fin y con eso, la noche de Sirius y Remus, quienes no se separaron en ningún momento y, como en los viejos tiempos, volvieron a explorar Hogsmeade.
—Me quedaré aquí hasta que te transformes, luego me pondré la capa y te llevaré a la enfermería. No te dejaré solo en ningún momento —le dijo Sirius, mostrándole la capa.
El hombre lobo ladró asintiendo. Sirius se volvió a transformar en perro, y ambos aullaron a la luna, que lentamente se escondía para dar paso a una nueva mañana.
Sirius se transformó en humano de nuevo, y abrazó al lobo mientras se sentaba en el piso. El lobo apoyó la cabeza en las piernas de Sirius, transformándose de a poco, de nuevo, en Remus. Bastante débil, miró a Sirius.
—Ya te llevo, Moony —le susurró Sirius, alzándolo y poniéndose la capa luego de vestirlo con cuidado.
Primero pasó por el despacho de Dumbledore para decirle lo que haría, y Albus lo guió hacia una cama oculta en la enfermería, la cual Remus usaba luego de las noches de luna desde que había asumido como profesor.
Sirius lo acostó con cuidado allí, y lo miró. Remus se había dormido ya. Cada vez que Lupin se transformaba, a la mañana siguiente estaba muy débil, como ahora.
—No me gusta verte así —susurró casi inaudible Sirius, mientras Albus se iba. Canuto miró a Remus y con cuidado se acostó a su lado, viendo cómo el licántropo lo buscaba inconscientemente. Black lo abrazó con cuidado, viendo a Remus dormido en su pecho. Él se durmió también luego de un rato, como en los viejos tiempos.
Sirius, al final, quedó libre, y Peter fue condenado a cadena perpetua en Azkaban.
Luego de mucho insistir, consiguieron quedarse con la tutela de Harry (quien se adaptó rápidamente a no vivir con los Dursley), y se fueron a vivir a Grimmauld Place. Sirius le compraba la poción matalobos a Remus, quien pasaba las lunas llenas en su habitación con Black.
—Remus —lo llamó Sirius un día en el que estaban solos, aproximadamente dos meses después.
—¿Qué pasa?
—Quiero recuperar nuestra relación —susurró Sirius—. Esa noche de luna en Hogwarts, tú... tú me dijiste que me seguías amando y...
—¿Quieres saber si es cierto, no? —adivinó el menor—. Sí, Siri, es cierto. Sigo enamorado de ti, y tal vez fue un poco por eso que creí enseguida en ti apenas te vi ahí tirado...
—Entonces... ¿Quieres ser mi novio? —le preguntó Black agarrando sus manos.
—Sí —fue la respuesta inmediata de Remus.
Sirius hizo que lo mirara y, por primera vez luego de muchos años, lo besó. Remus le correspondió luego de un par de segundos.
Se besaron con lentitud y amor, intentando demostrar todos sus sentimientos hacia el otro en ese beso, intentando recuperar esos doce años perdidos, esos doce años separados. Sus labios se movían al compás de los del contrario. Ninguno quería dominar el beso, simplemente querían disfrutar de algo que habían anhelado durante doce años: los labios del otro.
Sirius había extrañado los labios de Remus, había extrañado sentir ese sabor a chocolate.
Una vez que ese beso tierno y lleno de sentimientos terminó, ambos juntaron sus frentes, calmando sus respiraciones.
—Te amo —susurró Sirius un rato después. Las palabras sobraban en ese momento.
—Y yo a ti —susurró Remus, sonriendo.
Ahora sí, todo estaba en su lugar.