Feliz en la mano del ogro.

Harry Potter - J. K. Rowling
G
Feliz en la mano del ogro.
Summary
Draco Malfoy solo necesitaba a sus padres, a quienes amaba con todo su corazón. Pero perderlos almenos le otorgó algo acambio.Como el único sobreviviente de la Casa Malfoy su magia se había multiplicado en un afán de protegerlo y evitar la extinción de su extirpe.Sería esta magia desbordante la que le permitiría terminar de tirar al precipicio a un hombre que toda su vida se había parado al borde del risco.
Note
¿Esto es gráfico?No creo realmente que sea porno muy gráfico o medianamente gráfico siquiera.

 

-Me siento taaaan bien. Mi mascota entiende exactamente lo que tiene que hacer. Eres un chico tan bueno, Harry. 

¿Estaba avergonzado?

Para nada. Ese era un sentimiento que hace mucho tiempo había abandonado en presencia de Draco.

Estaba desesperado por complacer. Deseaba recibir todas las palabras crueles y todos los halagos que Draco quisiese entregarle.

-Maestro...

Fue todo lo que dijo, pero fue una súplica.

Quería que Draco lo tocase, estaba desesperado porque lo hiciese. Necesitaba que lo usase como si solo fuese un juguete sexual. Necesitaba que lo tocase hasta que sintiese que cada nervio en su cuerpo estaba sobrecalentado. Necesitba que lo golpease hasta que le doliera con el solo contacto del aire. Necesitaba que lo marcase hasta que cada centimetro de su cuerpo estuviese cubierto por chupetones.

Harry lo necesitaba como nunca había necesitado a nadie antes.

No era una sorpresa. Se trataba de Malfoy.

Harry había pasado la mayor parte de su vida orbitando alrededor de Draco.

Había conocido su rutina mejor que la propia. 

Aprendio de memoria que prefería para cada comida del día.

Hizo todo lo que pudo para llamar su atención.

Cuando el mundo se fue en contra de Draco, Harry lo protegió.

Y fue ese último acto el que lo delato.

-Necesito... Maestro... Si me sigue mirando así... No quiero venirme sin que usted me toque.

Se masturbaba desnudo, de rodillas en la sala de su propia casa y frente a un Draco Malfoy sentado en un cómodo sillón con una copa de vino en la mano.

Mientras presentaba tan desvergonzada escena su mente divagaba, en busca de retrasar su orgasmo lo suficiente como para que Draco lo tocase.

Podía recordar cuando Draco le dijo que lo había descubierto.

Ese recuerdo solo le dio más ganas de venirse.

Porque todavía podía recordar el escalofrío que lo había recorrido cuando Draco le aseguro que sabía la enorme obsesión que él, Harry Potter, salvador del mundo mágico, poseía por el sucio mortifago que Draco era. Todavía temblaba al recordar como le había ordenado ponerse de rodillas.

-Eres una perra sucia. Una puta desesperada.

Su voz fue como un siseo, resbaladizo y fácil de pasar por alto. Su tono bajo solo le dio escalofríos a Harry y lo hizo asentir efusivamente a Draco, quien pareció complacido por aquello.

-Si estás tan desesperada porque te toque, entonces ven y convenceme de hacerlo.

Y entonces Draco dejo desaparecer la copa de vino y extendió su brazo izquierdo. La marca tenebrosa brillaba negra contra la pálida piel no cubierta por la camisa remangada. Harry sabía exactamente que tenía que hacer.

Soltó su polla mientras se arrastraba a cuatro patas hasta los pies de Draco.

Él era el Ministro de Magia, la mayor autoridad de la sociedad mágica Británica.

Pero justo ahora estaba restregando su cara contra aquella sucia marca. La beso, la chupo, la mordió y la lamio, se restrego completamente contra ella sin tapujos y sin apartar la mirada de Draco ni un segundo.

Draco lo miraba con una sonrisa divertida en los labios y unos ojos llenos de lujuria.

Y Harry se sintió feliz de haberlo sacado antes de Azkaban. De devolverle la mansión y gran cantidad de galeones a las manos de Draco. De no permitir que ningun guardia lo tocase mientras estuvo en Azkaban. De no dejar que pasase hambre o frío incluso en el lugar mas perecedero del mundo mágico.

Todo eso le permitía justo ahora chupar la polla que había anhelado desde que supo lo atraído que se sentía por Draco Malfoy.

Se ahogó felizmente con el caliente pedazo de carne que entraba y salía constantemente de su boca, hasta tocar la parte posterior de su garganta. 

Él era el Ministro, todo el mundo había puesto la sociedad en sus manos y a él no le importaba que el collar que Draco le estaba poniendo en el cuello estuviese imbuido de magia oscura. La magia oscura de Draco.

Tenía que esperarselo, Draco frecuentaba constantemente el callejon Knocturn y disfrutaba las maravillas de la magia oscura como nadie con quien Harry se relacionaba.

Pero a Harry no le importaba. Ya no podía importarle.

Había pasado mucho tiempo siendo noble y buen samaritano.

Se le había recompensado con una posición que él realmente no quería. Pero era la posición que le había permitido entregarle a Draco todo lo que quisiese. Fue esa posición la que hizo que Draco pudiese tener Gran Bretaña como su patio de juegos.

Y entonces el grito de placer final de Draco lo despertó de sus ensoñaciones.

Carajo. Enserio quería venirse.

Estaba manchado del semen de Draco y podía sentir la inmensa fuerza de la magia oscura en el collar que llevaba puesto.

¿Qué haría esta vez el collar?

La vez anterior el collar lo había llenado de ondas de placer al tiempo que evitaba que alcanzase el limbo del orgasmo. Se hubiese sentido tortuoso si no hubiera tenido la voz de Draco en cada segundo, susurrando todas esas cosas que lo hicieron tambalearse incluso mas que por el collar.

Eso estaba descartado está vez. A Draco no le gustaba usar el mismo acto dos veces seguidas.

Nisiquiera le importaba realmente que hiciese el collar. Solo necesitaba permitirse sentir la magia del collar para desear venirse.

Porque había estado obsesionado con Draco casi toda su vida, pero cuando acabó la guerra su afán por el rubio solo se multiplico.

Pero no podía pensar en eso. No cuando la magia aplastante y abrumadoramente superior de Draco lo estaba apretando en su expuesta posición en el suelo.

Rodillas contra el suelo. Rostro directamente en la alfombra. Manos encargadas de exponer su propio agujero.

Tal vez nunca debería permitirle a Draco tener un hijo, si es que eso quitaría el excedente de magia que lo abrumaba hasta convertirlo en un ser humano doblemente desperado por sexo.

Eso era lo que lo había roto en primer lugar.

Entrar en esa prisión y sentir esa atrapante magia proveniente de Draco recorrerlo y toquetear sin que nadie más lo notase, tentandolo a cada segundo. Con la discreción que solo una magia perfectamente manejada podía mostrar.

Draco nisiquiera tenía varita. La habían roto frente a sus ojos antes de tirarlo a las profundidades de Azkaban.

Poco posible contar las mentiras que dijo para tenerlo en su casa durante los primeros seis meses

Incluso menos posible era contar la cantidad de reglas que había roto para ahorrarle a Draco Malfoy diez años de condena en Azkaban.

Los favores que tuvo que reclamar para que todo pareciera no arreglado nisiquiera fueron suficientes. Si no hubiese sido por la ayuda de Ron y Hermione no hubiera podido evitar que todo saliera a la luz.

Las palabras que su mejor amigo le había dedicado ese día, cuando no supo darle una explicación correcta para lo que estaba pidiendo y Hermione no paraba de preguntar, siempre resonarian en su cabeza.

"Harry, has dado demasiado por todos. No hay nada en el mundo que no merezcas, hermano. Si esto te va a hacer feliz estoy bien con esa explicación, incluso si no lo entiendo. Quiero que seas más feliz de lo que eras incluso antes de la guerra".

El abrazo que Hermione le había dado después de escuchar las palabras de Ron siempre se sentiría cálido.

Y ahora era feliz. Tan feliz como creía posible ser.

Vivía la vida que quería vivir. Era apoyado por las personas que más lo amaban.

Y justo ahora podía sentir como la magia abundante del hombre con el que había soñado durante toda una vida lo lubricaba y lo rodeaba. Le daba vueltas y lo calentaba. Todo mientras la boca de Draco sobre la suya le hacía dar vueltas la cabeza. 

Dicen que el poder atrae poder.

Harry Potter nunca se había sentido atraído por el poder.

Hasta que le pertenecio a Draco Malfoy.

Harry Potter nunca se había sentido propiedad de nadie, incluso cuando fue el peón de todos.

-¿Eres mío, Harry?

Podía sentir como Draco lo llenaba, la inseguridad atraves de la lujuria.

Y Harry sonrió.

-Siempre, Draco.