
Lo que pasa durante la noche, solo lo sabrán la luna y los involucrados.
Maratón 2/4
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Una semana más pasó, estaban a dos semanas de empezar las vacaciones, tan solo dos. Entonces, el ambiente ligero en las mazmorras había vuelto a desaparecer, los nervios y el miedo invadían el lugar, que ahora lucía más lúgubre de lo normal.
Draco sintió un deja vú, pero había algo diferente en esta ocasión, él y Theo eran ajenos a esa situación. Podía ser egoísta, pero en ese punto, ya no era su problema, había tomado una decisión, ya no dudaba de su elección, sabía que eso era lo correcto. Huir era lo correcto, no lucharía en una guerra que él no pidió y mucho menos planeó, que se encargaran de ello los involucrados directos. Potter, su supuesto ejército y el Señor Tenebroso junto a sus subordinados.
No valía la pena estar en medio.
Con aquello claro, salió de las mazmorras, siendo escoltado por Crabbe y Goyle, le hubiera gustado llevarselos, pero sabe bien que, bajo toda esa ignorancia, habita un fuerte sentimiento de lealtad para con sus padres y sus creencias. Dicen que la casa de la lealtad es Gryffindor, pero la lealtad no es algo de una sola casa, puedes buscar en cualquiera de ellas y puedes estar seguro de que encontrarás por lo menos a un estudiante con una lealtad más fuerte que la de un Gryffindor. promedio.
Draco considera que se promociona la casa de los leones se vende a sí misma como la casa de los leales y valientes por una cuestión de publicidad y escándalo. Ravenclaw es silencioso y cauto, muestra lo que desea que vean, Hufflepuff es más abierto, pero conoce los límites, y Slytherin, bueno, ellos muestran lo peor para guardarse lo mejor, por razones de seguridad.
Consideraba todas aquellas ideas durante su ida al comedor, los enormes muchachos se habían adelantado, dejando al rubio en medio del pasillo, poco le importó, era feliz despotricando mentalmente contra los estudiantes de túnicas rojas. Cuando un golpe en su hombro lo hizo girarse repentinamente, no vio qué o quién fue, el pasillo estaba desierto. ¿Algún fantasma? No… Cerró los ojos, concentrándose en sentir la magia del pasillo, un truco que había aprendido de su padrino, podía sentir una fuente de magia justo a un par de metros tras suyo, pero no había nadie ¿Un amuleto escondido? No… Esta sensación… Conocía la sensación, como si lo observaran, la había sentido algunas noches mientras vagaba por el castillo en sus investigaciones.
— ¡Draco, ven a desayunar! — el llamado de Pansy logró distraerlo y por fin, había perdido a la fuente mágica.
— Ya voy, ya voy —, susspiró y se dirigió al comedor para desayunar y luego empezar con una larga jornada académica.
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Volvió a su habitación, durante todo el camino había tratado de volver a sentir a la fuente de energía pero no había tenido suerte alguna y la sensación de sentirse observado tampoco estaba allí. No le dió más importancia, de seguro si había sido un fantasma o algún ente nuevo, nada que valga la pena. Lo importante estaba detrás de la puerta de su habitación.
Theodore estaba sentado en su escritorio leyendo un libro y escribiendo en un pergamino, la imagen le pareció divertida al recién llegado.
— No me digas que haces la tarea, Theo —, bufó ante el asentimiento del mencionado y continuó —, ¿De que te va a servir? Nos vamos en unos días y no importará que no entregues una tarea.
— Lo sé, pero es mi forma de despedirme, déjame ser responsable al menos en mis últimos días como estudiante de Hogwarts.
Murmuró un “como quieras” y fue hacia su cama, donde se recostó y tomó el libro que yacía en la mesita de noche. Había encontrado consuelo en ese libro, que aunque era muggle, Draco tenía la sensación de que hablaba del mundo mágico o que por lo menos, involucraba algo de magia. La vuelta al mundo en ochenta días, lo había encontrado un día que vagaba por las profundidades de la biblioteca, justo en el estante más cercano al suelo, el último de la fila de libros y aunque más delgado que el resto de libros, se le hizo muy fácil notarlo, algo lo llamó a tomarlo, y desde la primera página no pudo soltarlo, había quedado embelesado por la narrativa. Él también quería vivir esa aventura.
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No supo con exactitud cuánto tiempo pasó, Theo ya se había ido a dormir y Draco seguía leyendo el libro, con una pluma en mano haciendo pequeñas anotaciones en los márgenes. Hasta que se cansó, incluso con el frío de las mazmorras, se sintió sofocado, necesitaba salir a respirar un poco, ver el castillo un poco más.
Fue así que dejó una nota en la almohada de Theodore, en caso de que este despertara y no lo encontrara, luego se dispuso a abandonar su habitación. Con el verano a puertas, salir cubierto sería simplemente un suicidio lento, incluso si el colegio tenía hechizos para lidiar con el calor de la temporada, no eran lo suficientemente útiles, si lo pensaba bien, ningún hechizo parecía ser útil en ese castillo. Pronto se encontró murmurando un extenso monólogo sobre los pros y contras, muchos, sobre el colegio.
— Si tanto te molesta, no entiendo por qué no estás en algún otro colegio —, un suspiro cansado brotó de sus labios, esa voz lo volvió loco, oirla en clase estaba bien, oírla luego del toque de queda, no, para nada.
— ¿Cuánto más tengo que repetirlo? Todos lo saben, Potter, estoy aquí porque mi mamá no quería que me fuera muy lejos —, giró para verlo directamente a los ojos, reparando en su aspecto, se veía bastante mal, mal de verdad.
Lo analizó descaradamente de pies a cabeza, algo que no había hecho últimamente debido a lo metido que estaba en su propio mundo, y ahora que podía hacerlo, la imagen frente a él era simplemente lamentable.
Su piel estaba pálida, ya no tenía ese bonito tono bronceado natural, tenía los hombros caídos y estaba ligeramente encorvado, como si estuviese cargando un gran peso, su desordenado y enérgico cabello también se veía diferente, si, seguía desordenado pero no tenía esa vitalidad. , Draco pensó que incluso si se subiera una escoba y volara, su cabello no se movería libremente al viento como siempre ; entonces subió nuevamente a su rostro, analizándolo con énfasis, una punzada de pena le dió justo en el corazón, unas ojeras oscuras y enormes yacían bajo sus ojos, sus bonitos ojos verdes esmeralda que se veían nublados, podía distinguir la tristeza y la cólera que habitaban allí, no brillaban y por un momento temió que nunca volvieron a hacerlo.
Pero había algo que no entendía, ¿por qué? , Draco no se había enterado de nada grave que haya pasado con alguno de los Weasley, o algún otro Gryffindor, Ravenclaw o Hufflepuff, tampoco con los profesores, ¿qué había puesto a Potter en esa situación?
— ¿Estás bien? — la pregunta había salido sin su permiso.
— ¿Qué ahora resulta que tienes empatía? ¿Tú, Draco Malfoy? — el castaño se había acercado a grandes pasos y estaba frente al rubio, muy cerca.
— No es empatía, Potter, no creo llegar a tanto, pero las cosas cambian, por mucho que lo deseas, nada ni nadie es blanco o negro —, tentatimamente guió sus manos a los hombros del castaño y lo empujó suavemente, marcando una distancia más aceptable —. Definitivamente no creo ser la persona indicada, pero lo que pasa durante la noche, solo la luna y los involucrados lo sabrán, así que, si necesitas soltar lo que te aflige, siéntete libre de decirlo, yo no juzgo y —, señaló con el dedo a la luna —, estoy seguro de que ella tampoco lo hará.
Finalizó con una mueca que simulaba una sonrisa, se regañaba mentalmente, había sonado tan cursi que quería lanzarse un hechizo de memoria para olvidarlo. Pero estaba hecho y solo se quedó en silencio, sosteniendo la mirada a Potter, no esperaba que le contara lo que había sucedido, y no le importaba si no lo hacía, las palabras habían salido más como una mera formalidad, una un poco sincera.
— Falleció la única persona que pudo haberme dado la familia que siempre anhelé —, soltó el castaño tras unos segundos eternos.
Sus ojos se abrieron con sorpresa, aquella información no la esperada, no sabía que Potter tendría más familia o algo así, pero preguntar era arriesgado. Pronto los hipidos del castaño invadieron el silencio de aquel lejano pasillo, el chico de ojos verdes se había deslizado hasta el suelo y ahora lloraba contra la pared con las piernas pegadas a su pecho.
Draco procedió con calma, no queriendo alterar al muchacho, con lentitud se sentó a su lado y con una delicadeza increíble, posó su mano sobre la espalda de su contrario, acariciándola con parsimonia.
— Es mi culpa — habló el Potter —, todos dicen que no lo es, que no pude hacer nada, pero no es cierto, yo sé que no es cierto. Si yo no hubiera actuado como lo hice, él estaría esperando por mi para pasar juntos las vacaciones —, la voz temblorosa del chico se había agudizado con cada palabra —, no entiendo porque de entre todos, tenía que ser mi padrino. No entiendo por qué, cuando quiero a alguien y me quiere de regreso, está en peligro o desaparece o se muere.
El corazón de Draco se apretó contra su pecho, mordió su labio inferior, la culpa se arremolinó en su interior y tuvo la imperiosa necesidad de disculparse con él en nombre de toda su familia. Se lo debía de alguna manera, su abuelo había colaborado con el nacimiento del Señor Tenebroso, su padre era aliado activo de este y el propio Draco había hecho lo suyo molestando al castaño año tras año. Eso de fastidiar la vida de las personas… ¿Será algo genético tal vez? Por primera vez se sintió verdaderamente mal por sus acciones.
— Lo siento mucho… por todo —, las palabras se deslizaron por sus labios y Draco no hizo esfuerzo alguno por suprimirlas.
— ¿Qué dijiste, Malfoy? — podía justificar la sorprendida voz de Potter, incluso podía tolerar ese rostro de sorpresa, pero esa mirada incrédula y brillosa lo estaban desestabilizando, no quería repetirlo, disculparse era molesto, pero lo sabía, sabía que de un modo u otro, se lo debía.
— Lo siento, Potter, por todo —, lo miró a los ojos, reuniendo toda su fuerza de voluntad para continuar —, detesto disculparme, pero te lo debo, te lo debe mi familia, al menos tres generaciones te lo deben —, el aludido entreabrió los labios para contestar, pero el rubio prosiguió —, no digas nada, solo déjala estar, no tienes que aceptarla, no estás obligado.
El silencio volvió a reinar, no era incómodo, ni siquiera tenso, era un silencio tranquilo, solo dos almas coexistiendo en el ambiente, ninguno sentía la necesidad de hablar, simplemente era como si todo lo que debía decirse ya estaba dicho.
Perdido en la tranquilidad de la situación, el rubio sacó su libro, decidido a leerlo una vez más, no importaba que fuera la décima vez que lo hiciera, le fascinaba. Pudo leer diez páginas más, incluso si ya se sabía las líneas al detalle, las disfrutaba como si fuera la primera vez y
— ¿Qué lees? —, se había olvidado de la presencia de Potter.
— Un libro.
— Y volviste a ser él mismo —, vio al chico rodar los ojos —, me refiero a cual es el título del libro.
— La vuelta al mundo en ochenta días —, sin pensar respondió, al darse cuenta de su error, sus mejillas enrojecieron, de seguro Potter se daría cuenta que es un libro muggle porque él vivió en ese mundo y…
— ¿Hay un libro así? Nunca había oído de él, ¿De qué trata?
— ¿Nunca? — la negativa de su contrario lo tranquilizó e inevitablemente, su lengua volvió a soltarse —, este es el mejor libro que podrías leer en toda tu vida, te explico —, la emoción era palpable en su voz —, el protagonista es Phileas Fogg, un caballero inglés que hace una apuesta con los caballeros del Reform Club, en la apuesta él arriesga una parte de su gran fortuna y se compromete a dar la vuelta al mundo entero en sólo ochenta días.
— Eso no es posible, ¿ese señor era un mago?
— ¡No, eso es lo mejor de todo! Phileas no tiene magia, solo una gran intelecto y una puntualidad que pocos poseen, sus aventuras en cada una de sus paradas son muy divertidas.
— Se oye muy interesante…
— ¡Lo és! Me gustaría ser como él.
— A mi también… parece ser un hombre libre —, ambos cruzaron sus miradas, ninguno parpadeó, y el castaño sonrió suavemente —, ¿podrías leerme un poco?
Draco asintió, perdido en la bonita mirada esmeralda que ya no parecía tan nublada como cuando lo vió. Pero incluso si no hubiera estado perdido, lo habría hecho, porque se lo debía al castaño, y esa sería una forma de cerrar un ciclo de rencillas constantes y sin sentido.
— El año mil ochocientos setenta y dos, la casa número siete de Saville Row, Burlington Gardens, casa en la que murió Sheridan en mil ochocientos catorce, estaba habitada por Phileas Fogg, uno de los miembros más singulares del Reform Club de Londres…
Continuó leyendo, con la gracia de una poetisa, ambos perdieron la noción del tiempo, incluso perdieron la voluntad de ir a sus habitaciones.
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El rubio no supo cuando se quedó dormido, tampoco supo en qué momento había dejado caer su cabeza sobre el hombro de Potter, y grande fue su sorpresa a la mañana siguiente, cuando los primeros rayos del amanecer dieron contra su rostro.
Abrió sus ojos lentamente, sintiendo algo cálido sobre su mano, al enfocar su vista se dió cuenta de que era otra mano, inevitablemente pensó en Theodore, pero su mente le recordó que así no lucía la mano del chico, que si bien era más grande que la suya, era bastante tersa y algo más clara, a comparación de esa mano.
Entonces los recuerdos empezaron a llegar, era la mano de Potter… Se alarmó, pero estaba atado de manos, cualquier movimiento brusco podría despertarlo y Salazar sabe lo mucho que le costaría mantener la compostura, porque no podría comportarse como un niño malcriado y tampoco se permitiría huir, se vería demasiado vulnerable.
Tras unos minutos interminables logró soltarse del agarre de Potter, un agarre bastante fuerte, sin despertarlo, ya podía irse, no, se siente incorrecto desaparecer así nada más , guió su mirada hacia su libro, no lo pensó mucho antes de tomar su varita y lanzó un geminio, creando una copia exacta de su libro.
Dejó la copia en el regazo de Potter, no sin antes escribir un pequeño mensaje en la página en blanco.
Tómalo como una declaración de paz.
Y Potter, no es tu culpa, nunca lo fue y nunca lo será.
DM
Con aquello hecho, miró al chico una última vez y se marchó con dirección a las mazmorras.