
“Cada mañana me despierto con su recuerdo en mí,” Regulus confiesa, su mirada clavada en sus manos entrelazadas sobre su regazo. “Me despierto pensando en sus ojos marrones y sus rizos azabache. En su piel... suave y su aroma a eucalipto. En sus labios paspados y gruesos.”
Respira hondo.
“Me acuerdo de cada día y de cada noche que pasamos juntos. Y de cada canción que bailamos…” sacude su cabeza y ríe por lo bajo. “Guardo conmigo cada foto que alguna vez nos tomamos, pero evito ver las películas y series que alguna vez compartimos,” se encoge de hombros. “Ya no bebo mi té favorito porque era el suyo también. Y a pesar de haberlo borrado, su número está grabado en mi mente, esperando ser marcado en el teléfono que se sigue oxidando.”
“¿Dices que tu teléfono se está oxidando?” pregunta la terapeuta con curiosidad.
Regulus se encoge de hombros y rueda los ojos. “Me refiero a que ya ni hablamos,” responde, subiendo la mirada hacia la terapeuta por primera vez en esa sesión.
“¿Cuándo fue la última vez que hablaron?”
Los ojos de Regulus se cristalizan y con voz temblorosa responde: “El día de la propuesta.”
_____
La puerta se abrió frente a él, mostrando a un sonriente James. “¡Hola!” su novio lo saludó rodeando su cintura con sus fuertes brazos y plantándole un beso en la mejilla.
“James,” Regulus suspiró y agarró, de ambos lados, la cabeza de su novio y lo besó. Podía sentir como volvía a estar seguro y protegido. Se sentía cómodo. Los labios de James eran su hogar.
Cuando se separaron, James sonrió tontamente. “Mmm, hola.”
Regulus imitó su sonrisa. “Hola.”
“Hola.”
“James…”
“¿Si?”
“¿Me dejarás entrar o planeas dejarme aquí parado?”
“Oh. Sí, claro,” respondió corriéndose a un costado para dejarlo pasar. “Yo me ocupo de tu equipaje, amor.”
Regulus se adentró al departamento de James y Lily, y lo recorrió con su mirada. “Es más grande de lo que me imaginé. No me dijiste que se podía ver el Empire State desde aquí.”
“Quería sorprenderte.”
“¿Lily ya se fue?”
“Su vuelo salió esta mañana.”
“¿Qué tal la convivencia?”
“Bastante bien… pero solo fueron dos semanas.”
Los ojos de Regulus se posaron en una bolsa llena de los colores: verde y rojo. “James, por favor dime que eso no es lo que pienso que es,” dijo señalando la bolsa con un dedo.
James salió de la habitación donde dejó el equipaje y miró hacia la dirección donde estaba apuntando. Sus ojos se abrieron de golpe. “En mi defensa… estaban con descuento.”
“¿Para qué necesitas tanta decoración navideña?”
“No es solo para mí. Sirius me pidió que comprara algo de decoración para su departamento nuevo con Remus. Además ahora te gusta la navidad.”
“A tí te gusta la navidad. A mí me gustas tú.”
James soltó una risita tímida. Regulus rodó los ojos.
“¿Reg? ¿Estás listo para las mejores vacaciones de tu vida?”
***
Regulus estaba cómodamente sentado con sus pies descansando en el regazo de James, quien estaba inclinado hacia él intentando inútilmente limpiar la mancha de vino que derramó en su camisa. Regulus no podía evitar reírse a carcajadas.
“¿Cómo rayos terminamos en el suelo?” preguntó James entre risas.
“Con el rosé barato de tu compañera de piso.”
“Lily. Qué gran persona al dejarnos su brebaje,” James arrastró las palabras.
“Ya no estoy muy seguro de eso. Esta camisa es muy cara. Y era mi favorita. Me la puse hoy para seducirte.”
“Grr, estoy muy seducido,” dijo, moviendo sus cejas seductoramente. “Regulus,” James estiró su mano hacia él. “Baila conmigo.”
“Solo si prometes no pisarme.”
_____
“Recuerdo que, mientras bailábamos, mis ojos se posaron en el ventanal. Podía ver los edificios de Nueva York… y tras ellos el cielo. Ese día estaba pintado de un color granate. Ese día todo a mi alrededor tenía su color. Mi camisa manchada de bordó, mis mejillas sonrojadas, las marcas escarlata que sus labios dejaron en mi clavícula. Estaba rodeado de él.”
“¿Qué pasó después?” pregunta la terapeuta.
Regulus limpia la lágrima que se le escapó. “El tiempo,” responde. “Entre risas y besos, vino y baile, se nos pasó la noche. Amaneció. El lugar estaba hecho un desastre. Nos pusimos a ordenar y a limpiar el resto de incienso que había caído en sus vinilos nuevos,” ríe por lo bajo, recordando lo último. “Era nuestro aniversario.
Al terminar me dijo que se iba a comprar nuestro desayuno. Una hora más tarde pude escuchar sus pasos afuera del departamento y abrí la puerta…”
_____
James dejó de caminar, sus ojos sorprendidos y hundidos de cansancio. Estaba en medio del pasillo con un ramo de flores rojas en una mano y una bolsa de cartón en la otra.
“¿Me compraste flores?” Regulus le preguntó con una sonrisa.
“Ví estas rosas y pensé en tí.”
Regulus se mordió los labios para no reír. “Claveles,” le corrigió.
James frunció el ceño confundido. “¿Qué?”
“Son claveles, no rosas.”
“Oh,” soltó decepcionado.
“Amo los claveles. Y por tí amo el rojo,” Regulus caminó hacia James y lo besó, tomando el ramo de flores. “Gracias.”
“¿Amas algo más?”
Regulus le sonrió. “A tí. Te amo.”
James le devolvió la sonrisa. “Te amo. Feliz aniversario, Regulus.”
“Feliz aniversario, James,” lo volvió a besar. “¿Qué me compraste?”
“¿Qué? ¿Los claveles no fueron suficiente?”
“Para comer, me refería.”
“Tu favorito. Nos costó diez días encontrar este lugar con Lily, pero quería encontrarlo para cuando estés aquí. Prometo que te gustará.”
“¿Hiciste que Lily vaya de lugar en lugar para buscar un buen té negro y scones solo para mí?”
“Sí, pero yo fui de lugar en lugar para encontrar cartas de tarot y cristales solo para Pandora. Así que estamos a mano con Lily.”
_____
“¿Te propuso ese día mientras desayunaban?”
Regulus corre su mirada de la terapeuta y sus ojos se empiezan a llenar de lágrimas. “Sí,” suelta en un susurro, su voz quebrada. “Fue una propuesta hermosa,” tartamudea entre lágrimas. “Dijo todas las palabras justas y quería decirle que sí. De verdad quería decir que sí, pero me asusté.”
_____
James estaba arrodillado frente a él. Entre sus dedos había un anillo plateado con rubíes en él. Sus labios, su hogar, tenían la sonrisa más hermosa y sincera que Regulus haya visto.
“Regulus Arcturus Black, desde el momento que te conocí- desde el momento que te leí, supe que cambiarías mi vida para siempre. Podía sentir con cada palabra escrita tuya que te necesitaba conmigo. Reg, me volviste a la vida cuando pensé que ya no podía aguantar más. Me ayudaste a volver a disfrutar. Me enseñaste a ver las cosas de manera distinta. Me demostraste lo que es el amor. Y ahora no puedo vivir sin él… sin tí. Eres todo lo que quiero y necesito. Eres la estrella que ilumina mi camino. Eres mi corazón. Te amo. Te amo tanto que no existen palabras para describir lo que siento. Te amo, Regulus. Te amo con tu buen humor, con tu mal humor, te amo cuando tus ojos brillan de amor por mí y cuando no puedes mirarme de enojo, te amo con compañía y cuando somos solo tu y yo, te amo cada segundo de cada día, te amo porque cuando estás concentrado escribiendo muerdes tus mejillas, te amo porque arrugas tu nariz cada vez que te hago un cumplido, te amo porque tus ojos son grises a la luz del sol y verdes en una luz tenue, te amo porque estamos hechos para el otro, te amo porque somos almas gemelas. Y porque somos almas gemelas estoy hoy aquí, arrodillado frente a ti. Regulus, eres el amor de mi vida ¿Te casarías conmigo?”
Sí sí sí
Sí sí
Sí
Los ojos de Regulus brillaban de amor. Su corazón acelerado agitaba su respiración. Su manos sudaban. Su boca se secaba. Sus ojos no podían apartarse de los de James.
“Te amo,” fue lo único que pudo salir de sus labios. La sonrisa de James comenzó a ensancharse. Regulus no podía dejar de mirarlo. “No.”
Y así como apareció, la sonrisa de James se desvaneció de su rostro. Sus ojos no decían nada. Sus cejas se juntaban con confusión. Bajó la mirada al mismo tiempo que la mano que sostenía el anillo.
Ninguno se atrevió a hablar.
Regulus no podía casarse con James. No podía casarse y punto. Tenía mucha oscuridad en él. Aceptarlo de esa manera, era aceptarlo para siempre. Era atar a James a su oscuridad. Atarlo a una mala relación. No podía permitir que James tuviera un futuro doloroso. Regulus no valía la pena. James se merece algo mejor.
Su relación empezó como una fantasía. Regulus se dejó llevar. Todo un año de tanto amor y pasión. Fue egoísta de su parte.
La propuesta hizo todo muy real. Regulus no podía permitir que James saliera lastimado. Ya había robado mucho tiempo de su vida. Era hora de dejarlo ir.
“No puedo casarme contigo, James. Lo siento,” dijo con un nudo en la garganta. “Creo que no podemos seguir con ésto.”
James empezó a temblar. “¿Ésto?” murmuró con dolor “¿Por qué?” Regulus podía ver las lágrimas caer al suelo. “¿Por qué?” repitió sollozando.
Las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas como cascada. “No puedo,” confesó entrecortadamente. “Perdón, James,” empezó a negar con su cabeza. “No puedo.”
El silencio rodeó la habitación. Ambos estaban temblando. Los ojos de Regulus estaban enceguecidos por las lágrimas y su cabeza no paraba de dar vueltas. James seguía sollozando, con sus manos en su cara.
Era definitivamente el final.
_____
“Se sentía así,” suspira con dolor, reviviendo el momento. “¿No es así como siempre termina esta mierda?” Regulus ríe irónicamente. Respira hondo y continua: “En fin… me fui unas horas después. Ninguno dijo nada. El silencio nos consumió. James se quedó en el suelo llorando desconsoladamente… el anillo olvidado frente a él.”
“¿Y después de eso no volvieron a hablar?”
Regulus niega con la cabeza.
“¿Hace cuánto fue ésto?”
“Hace seis meses.”
La sesión terminó minutos después. Regulus se sentía más liviano. Hacía meses que no hablaba de James. Meses en los que evitó a toda costa su nombre. Pero, por fin, pudo soltar todo eso que llevaba dentro.
Sirius y Remus lo incentivaron. Pasaron todo este tiempo intentando convencerlo de volver a terapia. Sus amigos lo apoyaban también. Todos los días recordándole cuán querido era y lo mucho que valía.
Sus seres queridos le hicieron ver lo equivocado que él estaba de sí mismo: La oscuridad que llevaba dentro no lo hacía indigno de amor. Esa oscuridad lo convirtió en la persona que era hoy. Y si seguía dentro de él era solo para saber en quien no quería ni debía convertirse.
Cuando llega a su edificio ve a Barty en la entrada, inquieto y con un cigarrillo entre sus labios.
“Barty,” lo saluda confundido cuando llega a él, su corazón acelerándose.
“¡Regulus! ¡Al fin!”
“¿Qué haces aquí? ¿Ocurrió algo? ¿Sirius está bien?” pregunta asustado, sacando, rápidamente, su celular del bolsillo para ver si tenía algún mensaje o llamada perdida. Nada.
“Todo está bien. Eh… solo que- tengo algo para tí,” dice abriendo su mochila y sacando un cuaderno rojo. El cuaderno rojo.
Regulus inhala sorprendido. “¿Qué-? Barty…” su respiración comienza a entrecortarse.
Barty lo toma de los hombros, el cuaderno todavía en una de sus manos. “Reg, respira. Está todo bien. Ja- eh… él fue a mi trabajo y me lo dió.”
“¿Lo viste?” sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas nuevamente ¿No había llorado lo suficiente hoy? “¿Cómo está?”
Barty le sonríe. “Ya sabes cómo son las reglas, Reg. No puedo decirte nada. Toma.”
Regulus agarra el cuaderno y pasa sus dedos suavemente por la tapa.
“Tengo que volver al trabajo. Me escapé para entregártelo lo antes posible. Pero apenas terminé mi turno volveré ¿Sí?” Regulus le asiente, sin apartar sus ojos del objeto y Barty le da unas palmaditas en su hombro como despedida y se va.
Regulus entra rápidamente a su edificio. Llega a su departamento agitado. Abre la puerta y lanza el cuaderno a su mesa de café. Se da una ducha, se prepara un té, y empieza a caminar de aquí a allá, cada tanto mirando de reojo al cuaderno.
Era de noche cuando, por fin, cobra la suficiente valentía para abrirlo.
10 de junio
Si estás leyendo esto, perdón.
Hace un año y seis meses nos conocimos. Llegaste un domingo a la librería en la que mi mejor amiga estuvo trabajando por meses. Y en busca de libros para leer durante la semana… me encontraste a mí.
Nos escribimos por días. Días que parecieron toda una vida. Y entre tinta y navidad nos enamoramos.
Quizás me apresuré. Me cegué de amor y jamás imaginé que no era lo que tú querías.
Imaginé el resto de mi vida contigo. Nos ví felices. Nos ví rodeados de amor, amigos, y familia.
¿Fue egoísta de mi parte no preguntarte si tú querías ésto también?
Nuestro amor era tan grande y mutuo que pensé que deseábamos lo mismo.
No quise asustarte. No quise alejarte. Perdón, mi amor.
“James,” suspiró con culpa. “No lo hiciste. Fui yo. Yo me asusté solo. No fue tu culpa, mi amor.”
¿Puedes perdonarme?
Cada parte de mi ser te extraña con tanto dolor.
Todo este tiempo lo pasé intentando sentir menos. Intentando no dejar de ser el James que todos esperan que sea. Y, por un momento, pensé que lo había logrado. Pero estos últimos meses han estado llenos de sentimientos confusos. Sentimientos como la incapacidad de dejar de pensar en ti. En nosotros. Sentimientos como soñarte cuando estoy dormido. Y, de hecho, prefiero dormir, porque es ahí donde te encuentro. Un sentimiento que es como una tortura. Pero uno al que no quiero, no deseo, y me niego a abandonar.
No te pido volver a lo que éramos si no estás listo. Pero te pido volver a empezar. Te pido tomarlo con calma esta vez. Te pido conocernos. Te pido hablar de lo que queremos y lo que no. Te pido comenzar una nueva aventura.
Esta vez lo haremos mejor.
¿Te atreves?
Siempre tuyo,
James
P.D: Te espero mañana a la mañana en la librería si la respuesta es un sí.
Regulus sonríe con lágrimas en sus ojos y la vuelve a leer.