Bad Things

Harry Potter - J. K. Rowling Harry Potter and the Cursed Child - Thorne & Rowling Coraline (2009)
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Bad Things

Scorpius nunca había sido un chico especialmente apegado a Michigan, hasta cierto punto siempre había querido un cambio, de colegio, de aires, todo lo que implicaba el contexto escolar, pero no esperaba que sus padres tomaran una decisión tan apresurada como era mudarse a Oregon antes de que él entrara a la escuela preparatoria.

Tenía 15 años recién cumplidos, con la mejilla pegada a la ventana empañada del auto de su padre, Draco subía el volumen de la estación de radio dependiendo si la canción le gustaba, mientras que Astoria, la madre de Scorpius, le dictaba direcciones que el hombre seguía a último momento, lo que sacudía el auto de un lado al otro de una manera bastante molesta y dolorosa para su frente. Al final el chico decidió acostarse en los asientos traseros mientras esperaba que llegaran, su madre le había dicho que faltaba menos de una hora, pero el viaje se le estaba haciendo eterno.

“Sweet Caroline” de Neil Diamond sonó por el altavoz del auto mientras agarraban una curva especialmente apretada, Scorpius resopló antes de mirar a su padre a través del espejo retrovisor del auto, quien tarareaba la melodía. Compartían el mismo color de cabello y una estructura facial muy parecida, aunque sus ojos azules eran cortesía de su madre, quien tenía los ojos azules más grandes y bonitos que había visto jamás, y no lo pensaba solo porque eran heredados.

– ¿Falta mucho? – preguntó hastiado mientras dirigía su mirada al techo descolorido, trazando visualmente las marcas de oxidación.

– Lo suficiente. – Dijo su madre, la risa se escuchaba en su voz, pero Scorpius no estaba de humor para escucharla o bromear más al respecto, el mareo le pegaba especialmente fuerte en los últimos momentos de los viajes por carretera, así que no sabía que tan bueno era el sentir sus ojos desenfocados cada tanto. Pudo sentir la mirada de su padre a través del espejo retrovisor, pero, nuevamente, los ignoró y cerró los ojos, esperando poder adormecerse por el mecer del auto por el camino irregular y la voz de Robbie Williams en la bocina.

Se despertó después de un rato, sintiendo su boca seca y sus huesos rígidos, aun así el cielo no había cambiado en absoluto y sus padres seguían tarareando las canciones en la radio, aunque sintió la mirada de su padre más pesada de lo usual haciendo que se sentara, cuando miró por la ventana pudo vislumbrar un edificio extenso y de un débil color rosado, un letrero al costado que rezaba “Bienvenidos al Palacio Rosa”. Habían llegado.

El camión de mudanzas acababa de llegar junto con ellos, por lo cual decidió quedarse un rato más dentro del auto mientras sus padres resolvían todo el asunto de los muebles, hizo una mueca al sentir la humedad del ambiente contra su rostro, extrañaba la nieve de su antigua ciudad, era mucho más cómoda que esto, aunque sus padres habían intentado convencerlo de que esto era lo mejor para todos.
El camión de mudanzas se fue rápidamente, acomodaron lo mejor posible los muebles, sacando la computadora de escritorio de su padre para colocarla en una habitación llena de las cajas sin abrir, podían preocuparse por eso después, al menos según su madre.

– ¿Puedo salir? – Scorpius preguntó, se había puesto un suéter azul después de sentir el viento que empezaba a calar en los huesos.

– Ponte un impermeable, está muy mojado todo aún. No te ensucies. – Su madre estaba acomodando las cosas de la cocina mientras le respondía, su cabeza se movía incómoda gracias al collarín que tenía puesto desde hace días.

– Gracias, mamá. – Scorpius se despidió rápidamente, cogiendo su impermeable amarillo chillón, sus botas azules y saliendo apresuradamente de la propiedad. Su padre le había dicho que era una casa residencial, tendrían la parte más grande por suerte, pero encima de ellos y debajo vivían otras personas, sin hijos al parecer.

Scorpius caminó por el camino de piedras que llevaba al jardín de la propiedad, estaba descuidado y lleno de arbustos y malas hierbas, un poco típico del clima de agosto, las fuertes lluvias siempre lograron desmantelar un poco la naturaleza. Tomó una rama en forma de ‘y’ y corrió descuidadamente por todo el lugar, había conseguido lo más parecido a una varita de zahorí, su abuela, la madre de su papá, siempre le habló de eso, era algo importante para ella, su madre le decía que su abuela era un poco bruja, aunque su padre siempre lo negó, era una acusación un tanto escandalosa. Se centró en buscar un pozo con agua, moviendo la varita de un lado a otro.

Se alejó lo suficiente de la propiedad para llegar a una arboleda al costado de una colina empinada. Era una superficie rocosa, y se mantenía en un camino circular de la colina antes de escuchar el ruido de unas rocas cayendo cerca de donde estaba.

– ¿Quién anda ahí? – exigió, mirando hacia arriba para poder visualizar algo, más rocas cayeron, su corazón empezaba a latir con fuerza en sus oídos antes de agarrar una piedra ligera y lanzarla hacia el lugar de donde venía el ruido. Un grave gruñido se escuchó a través del silencio de la colina haciéndolo jadear, el miedo de haber encontrado a un animal salvaje se le plantó en el estómago mientras salía corriendo siguiendo el camino de la colina, casi tropezando con algunas de las rocas en el camino, terminó en un claro abierto, con columnas pequeñas de piedra y un círculo de setas a su alrededor, su respiración se empezaba a calmar después de no escuchar nada detrás de él, hasta que un maullido rompió su calma. Soltó un grito antes de mirar detrás de él, un gato esponjoso y anaranjado lo miraba altivo desde su posición sobre las rocas. – Casi me matas de un susto animal sarnoso. – Reclamó.

Lo miró con atención, no parecía callejero ya que se notaba lo limpio que estaba, pero no tenía ninguna placa a la vista, el gato no despegó su mirada altiva de él. – Estoy buscando un pozo ¿Lo conoces? – No hubo respuesta, fue contestado por el animal lamiéndose una de sus patas con aburrimiento. – Así que no hablas ¿Eh? – Frunció el entrecejo antes de tomar firmemente el palo que aún tenía en las manos, lo tomó por los dos palos más cortos en cada uno de sus manos y lo elevó frente a su pecho antes de exclamar. – Varita de zahorí, varita de zahorí, muéstrame ¡El pozo! – El aire había empeorado chocando contra el rostro con crudeza, antes de que un agudo bocinazo se escuchara a través de todo el claro.

El susto lo paralizó por un momento, haciendo que soltara un grito y mirara en la dirección de donde venía, era una motocicleta con un desconocido con una máscara extraña, dio varios pasos hacia atrás pegándose contra una de las rocas cuando vio que bajaba por todo el costado de la colina, no entendía de dónde había salido ni cómo no lo había escuchado antes, el terror se asentó en su estómago mientras pensaba en todas las cosas que sus padres le habían dicho sobre los desconocidos, las motocicletas y explorar en lugares desconocidos.
En cuanto bajó lo suficiente, pudo ver que eran dos personas, ambas con máscaras parecidas y extrañas, su corazón estaba completamente acelerado, sus latidos lo ensordecen mientras agarraba con más fuerza el palo que traía en las manos, soltó un grito y lanzó un ramazo hacia la motocicleta que había detenido un poco la velocidad, se tropezó hacia atrás cuando intentó tomar a la persona que estaba en la parte trasera haciendo que cayera de bruces contra el lodo, haciendo una mueca de desagrado.

Miró hacia arriba en el momento en que ambos se bajaban de la motocicleta, quitándose la máscara casi a la vez. Se sintió tonto, totalmente. Eran dos chicos, una chica y un chico de alrededor de su misma edad, el chico tenía una sonrisa torcida y divertida, mientras la chica mantenía su misma expresión seria antes de mirarlo. La chica era pelirroja, con el cabello un poco corto, apenas por debajo de los hombros y ligeramente rizado, tenía unos ojos azules penetrantes y una postura despreocupada. Mientras tanto el chico tenía el cabello oscuro, ojos verdes y una sonrisa divertida que hacía notar sus dientes un poco chuecos, tenía su “varita” en la mano.

– No me digas, vienes de Texas Utah – empezó mientras estudiaba el palo de cerca, Scorpius se levantó con la dignidad que le quedaba y lo miraba con el entrecejo fruncido. –, un lugar árido y seco ¿verdad? Había escuchado sobre el rastreo del agua, pero no suena muy lógico, digo, es solo una rama. – la pelirroja sonrió por primera vez, labios apretados y brazos cruzados sobre el pecho, aunque su miraba no se despegaba de Scorpius, el rubio los miró con molestia, sus pasos acercándose a ellos intentando verse lo más amenazante posible, se sentía ridículo después de caer de esa manera enfrente de chicos de su edad, encima por culpa de ellos.

– Es una varita de zahorí. – replicó antes de arrebatarle la rama, el chico soltó un ‘auch’ ligero y la pelirroja se tapó la boca para no reírse. – Y no me gusta ser espiado ni por tontos locos – los señaló a ambos con el palo. – ni sus gatos. – El gato anaranjado había trepado hasta quedar a un lado del chico pelinegro, sentado cómodamente al costado de su pantorrilla, casi como si quisiera caricias de su parte.

– No es nuestro gato – replicó la pelirroja mientras se ponía de cuclillas, el gato rápidamente acercándose a ella para tener caricias. –, él es silvestre, claro que lo alimento cada noche y me da las criaturas que caza.

– Se llama Crookshanks. – completó el pelinegro, sus ojos verde brillantes por diversión antes de mirar al otro chico. Scorpius miró incómodo la interacción entre esos tres, sintiéndose todavía más raro e inconforme con toda esta conversación. Soltó un suspiro disconforme antes de responder.

– Soy de Pontia.

– ¿De donde? – el chico de ojos verdes lo miró con una expresión divertida.

– ¿Michigan? No importa, yo vine aquí a buscar el pozo secreto, así que ¿Dónde está? – pisó con fuerza el piso para poder demostrar un poco de la frustración física que empezaba a sentir por esta conversación.

– Si pisas con fuerza caerás en él. – respondió la pelirroja de manera inexpresiva, Crookshanks ya en sus brazos. Scorpius dio un salto al costado mirando con atención el lugar en donde estaba parado, se veía solo como tierra mojada, no parecía tener nada hueco en él. El chico saltó desde la roca en donde estaba, sus pasos firmes mientras se acercaba al lugar, tomó una rama gruesa y la metió por debajo de la tierra, en cuanto empujó, un ruido de madera rompiéndose resonó en los oídos de Scorpius.

Frente a sus ojos había un pozo circular, estaba completamente oscuro, como si toda la luz hubiera sido tragada al final; Scorpius se acercó dudoso, con él muy sonriente al costado, Rose mantenía su mirada fría sobre ellos, ahora Scorpius entendía por qué se llevaba tan bien con el gato, sus miradas eran prácticamente iguales.

– Dicen que este pozo es tan profundo que, si lo miras desde abajo, podrás ver un cielo estrellado en pleno día. – dijo, su voz tomando un tinte sobrenatural y obviamente con intención de incomodarlo, Scorpius hizo una mueca mientras se asomaba, no se veía nada, las paredes del pozo eran visibles, no era más que tierra ahuecada, pero el fondo era simplemente un mar de negro.

La pelirroja se acercó hacia ellos, una piedra mediana en la mano, y la dejó caer sin dudar dentro del pozo. La piedra dio unos cuantos golpes alrededor, pero Scorpius nunca pudo escuchar cuando llegó al fondo. Sintió un escalofrío recorriendo toda su columna y podía estar seguro de que no se trataba del aire.

– Wow…

– Lo sé. – la chica se rio mientras sostenía sus manos en su cadera, era la primera vez que veía sus dientes. – Soy Rose, vivo arriba, y él es mi amigo, Albus. – se presentaron, Rose parecía un poco más divertida que hace un rato. – Y tú eres…

– Scorpius Malfoy. – El rubio se presentó rápidamente, alejándose del pozo y buscando con la mirada algo en lo que centrarse, el chico, ahora conocido como Albus, volvió a poner la tapa del pozo sobre ella, acercándose a Rose y recargándose sobre la piedra, Crookshanks seguía sentado a su lado, estoico, podría decirse que definitivamente no era un callejero si no fuera por su falta de collar. – No sabía que tenía vecinos de mi edad, mi mamá solo me habló de dos señoras del piso de abajo y un señor del piso de arriba.

– Eh, porque probablemente no los tienes, vivimos ahí arriba. – Albus señaló colina arriba, donde apenas se alcanzaba a ver otro par de casas, más pequeñas que la residencia. – Que raro, mi abuela no le renta a familias con niños. – Él tenía el ceño fruncido mientras miraba a la pelirroja, la cual simplemente se encogió de hombros, su sonrisa había desaparecido tan rápido como llegó. – De hecho, no nos deja ni acercarnos.

– ¿Por qué? – Scorpius preguntó, la curiosidad picándole profundamente, no parecía tener sentido ¿Por qué alguien no le rentaba a una familia con niños? Es decir, obviamente no parecía para jóvenes, todo anticuado y antiguo, pero de ahí a evitar niños sonaba raro.

– No lo sé, nunca nos quiso decir realmente, pero- – Su voz fue cortada por un grito profundo.

– ¡Albus y Rose! – ambos miraron para arriba, Albus más preocupado que Rose, quien simplemente suspiró, dejando una última caricia en la cabeza del gato.

– Tenemos que irnos, te veremos luego, Scorpius. – Se despidió el chico, poniéndose la máscara nuevamente para luego subirse en la motocicleta.

– Nos vemos, Scorpy. – La voz de la pelirroja fue ligeramente burlona, me miró fijamente por un momento demasiado largo para mí, un escalofrío me recorrió la espalda cuando miré un atisbo de sonrisa en sus labios, se puso la máscara justo como el chico antes de subirse detrás de él, sus manos flojas alrededor de su torso mientras él acelera.

– Nos vemos. – Dijo un poco tarde, su rostro en una mueca antes de dirigirse nuevamente a su casa, ya no tenía tantas ganas de investigar un pozo.