𝖽𝗂́𝖺 𝖨𝖵 : 𝖾𝖼𝗈𝗀𝗋𝖺𝖿𝗂𝖺

Harry Potter - J. K. Rowling
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𝖽𝗂́𝖺 𝖨𝖵 : 𝖾𝖼𝗈𝗀𝗋𝖺𝖿𝗂𝖺
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Summary
La primera ecografía del bebé de Remus , es un evento especial

Remus se sentía un poco deprimido; la guerra era un suceso que no quería volver a tocar, pero sin embargo, aquí estaba, viviendo esta experiencia poco grata para él. Lo único bueno en ese momento era la espera: su pequeño cachorro era lo único que parecía ser su única esperanza para luchar contra Voldemort. Estuvo a punto de perder a Sirius la última vez y ahora solo sabía que Harry estaba buscando Horrocruxes. Esto tal vez sería el final de un nuevo comienzo o tal vez solo empeoraría la situación.

A pesar de que adoraba estar embarazado y de haber experimentado un embarazo completamente sano y sin muchos malestares, la preocupación de que su bebé heredara su problema lo atormentaba. Su bebé, de cualquier manera, estaba destinado a recibir abuso si resultaba ser un hombre lobo, además de lo mucho que iba a sufrir con la luna llena. Sirius, por otro lado, estaba emocionado. Si bien Harry podía considerarse su primer cachorro, este era suyo para querer y amar. A veces notaba a Remus un poco deprimido, entendía sus razones y las comprendía, pero no sabía cómo distraerlo, al menos por un segundo, hasta que se le ocurrió una idea. Primero, necesitaba realizar una llamada.

—Tonks —dijo cerca de la fogata.

—Sirius —respondió una cara que apareció en la leña quemada.

—Necesito un favor —dijo, un poco apenado, pues para lo que le hablaba a su sobrina era para eso, un favor.

Aunque no mucho, se notó el entrecejo de su sobrina arrugado.

—¿Para qué? —dijo con duda y un poco de reto en su voz.

—Remus y el bebé —esperaba que ella fuera tan intuitiva como siempre.

—¿El bebé? ... Oh, ya —dijo, entendiendo a lo que se refería su tío—. Iré en la tarde, ¿vale? —dijo, para que luego la fogata volviera a la normalidad.

Más tarde, ya cuando la luna parecía asomar, Tonks llegó a la casa de la pareja. No era el mejor sitio, pero sí cálido y hogareño.

—Sirius, soy yo —dijo, tocando la puerta.

Cuando se abrió, no se sorprendió al ver a Sirius con la varita alzada y con una pregunta:

—¿A qué vienes?

Ella, con una voz regular para que no se escuchara mucho, respondió:

—Por el bebé... Me llamaste hace rato —dijo tranquila.

Sirius bajó la varita y la jaló dentro de la casa para después cerrar la puerta y abrazarla.

—¿Quién es, Sirius? —Se escucharon pasos en la planta de arriba que bajaban por las escaleras. Subió la mirada hacia donde sus oídos la guiaban.

—Tonks, qué gusto —Remus intentó bajar lo más rápido que le permitía su panza de embarazo.

—Mírate, Remus, estás radiante —dijo Tonks mientras lo acunaba en sus brazos en un abrazo algo incómodo debido a la panza de Remus.

—Gracias, Tonks —dijo con las mejillas sonrojadas y una tímida sonrisa—. No me molesta tu visita, pero ¿por qué vienes?

—Por él, de hecho —mencionó mientras acariciaba su vientre—. Recibí una llamada. Me gustaría hacerte una ecografía —dijo con un tono alegre.

—Está bien —dijo Remus, un poco sorprendido; se había resignado a no conocer a su bebé hasta que este naciera.

—Bueno, me gustaría que estuvieras acostado, pero ya bajaste. Vamos a la sala, ¿te parece? —dijo mientras recargaba su mano en la espalda baja de Remus.

Sirius, viendo esta acción como apoyo a su pareja, decidió guiar a Tonks y a Remus a la sala, hasta llegar a un sofá de dos plazas, algo viejo pero muy cómodo.

—Ven —dijo, intentando acomodar a Remus con cuidado.

—Estoy embarazado, no inválido —dijo Remus en tono de burla.

—Bueno, empecemos. Sonoscopium Revelare —dijo, apuntando su varita al vientre de Remus. De ella salió una luz dorada que pronto formó un círculo. Tonks empezó a mover la varita buscando al feto, hasta que apareció una pequeña forma, un bracito. Continuó moviendo la varita hasta que se distinguió una forma más clara: un pequeño bebé. Su bebé. Ese momento fue el más especial.