Ecos de la Eternidad

Harry Potter - J. K. Rowling Kuroshitsuji | Black Butler
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Ecos de la Eternidad
Summary
La muerte se presentó frente a ella y la proclamó como su igual, dándole una inmortalidad qué ella no deseabaUn demonio se paro frente a ella y le ofreció un trato, ella acepto
Note
Un pequeño one-shot espero lo disfruten.

En el antiguo y enigmático Castillo Tenebris, donde las sombras danzaban al compás del viento nocturno, Sebastian Michaelis se encontraba en su habitual rutina. Ya había preparado el desayuno para su lady, Adara Tenebris Grindelwald, y se disponía a organizar la correspondencia, cuando un leve susurro lo distrajo. Era Adara, con su cabello blanco plateado brillando tenuemente bajo la luz de la mañana.

"Buenos días, mi Lady", dijo Sebastian, su voz suave y controlada, mientras la observaba con sus ojos rojos como el vino tinto. La imagen de ella, tan pequeña y frágil, despertaba en él una confusión que no podía comprender del todo.

"¿Qué planes tienes para hoy, Sebastian?" preguntó Adara, su voz melodiosa resonando en el aire. Aunque su exterior reflejaba una calma serena, aquellos que la conocían sabían que su corazón llevaba la carga de un pasado trágico.

"Hoy tenemos una reunión con los Goblins para discutir el próximo trato. También he preparado un par de libros que creo que podrían interesarte", respondió él, manteniendo su característico tono profesional.

Adara sonrió, una expresión que siempre desarmaba la fachada de indiferencia que él se esforzaba por mantener. "Siempre piensas en todo, ¿no es así?"

Sebastian sintió un leve cosquilleo en su pecho. "Es mi deber, mi lady", contestó, aunque en su interior, esa simple frase sonaba vacía. La verdad era que su deseo de cuidar de ella había crecido a un ritmo alarmante.

Mientras caminaban juntos por los pasillos del castillo, Adara se detuvo en una ventana. Miró hacia el exterior, donde los árboles se mecían suavemente por el viento. "A veces deseo poder explorar el mundo más allá de estas paredes", dijo en voz baja, casi para sí misma.

"El mundo puede ser un lugar peligroso", respondió Sebastian, recordando su naturaleza demoníaca. "No todos los que caminan en la luz tienen buenas intenciones."

Adara lo miró, y en sus ojos bicolores había una chispa de desafío. "Pero también hay belleza, Sebastian. Quiero conocerla."

Sebastian sintió un tirón en su corazón, una mezcla de admiración y preocupación. "¿Y si te lastiman?"

"¿Y si no lo hacen?" replicó ella, su voz llena de determinación. "Mi madre sacrificó todo por mí. No puedo vivir con miedo."

Las palabras de Adara resonaron en él, provocando una tormenta de emociones que no comprendía del todo. Quería protegerla, pero también deseaba que fuera libre, que viviera sin las cadenas de su pasado.

Esa noche, mientras Adara practicaba en el piano, Sebastian se sentó a su lado, observando cómo sus dedos danzaban sobre las teclas. La música llenaba el aire, un eco de tristeza y esperanza. "Tocas como si estuvieras hablando con el mundo, mi lady", comentó, dejando escapar una sonrisa, una pequeña rendición a sus propios sentimientos.

Adara lo miró, sus ojos brillando. "¿Y tú, Sebastián? ¿No tienes nada que decir?"

"Solo que a veces la música tiene más poder que las palabras", respondió él, sintiendo la verdad de su afirmación. En ese momento, sintió que había algo más entre ellos. Una conexión que desafiaba su naturaleza demoníaca.

"¿Puedes sentirlo, Sebastián? La música, la vida, todo es tan hermoso, pero a la vez tan frágil", dijo ella, su voz temblando ligeramente.

Sebastian, atrapado en sus pensamientos, no pudo evitar acercarse un poco más. "La vida es un juego cruel, mi lady. Pero es un juego que vale la pena jugar, especialmente si uno tiene a alguien por quien luchar."

Ambos se quedaron en silencio, la atmósfera cargada de una tensión palpable. Adara cerró los ojos, dejando que la música la llevara a un lugar donde el dolor no existía. Por un instante, Sebastian sintió que, quizás, la eternidad no era tan abrumadora si podía compartirla con ella.

Mientras la melodía resonaba en el aire, el demonio y la hechicera se sumergieron en un momento de conexión, un eco de lo que podría ser. En un mundo lleno de sombras y luces, cada uno de ellos luchaba contra los fantasmas de su pasado y las incertidumbres del futuro. Pero, en ese instante, se sintieron vivos, juntos en su soledad, compartiendo un vínculo que ninguno de los dos podía comprender del todo.

Así, en el corazón del Castillo Tenebris, los ecos de la eternidad resonaron, mientras Sebastian y Adara exploraban no solo su mundo, sino también los profundos abismos de sus propios corazones.