
Cassius estaba en su habitación, eran prácticamente las dos de la mañana, pero no podía conciliar el sueño, temeroso de soñar, pero más temeroso de despertarse y darse cuenta de que todas las cosas que soñó no son y nunca serán reales. Entonces simplemente estaba acostado inmovil en su cama mirando fijamente al techo esperando que el tiempo pasara. Hubiera estado así por el resto de la madrugada si no fuera que por el rabillo del ojo detectó un leve movimiento en el alféizar de su ventana. Era una lechuza. Cassius se levantó con cansancio de su cama y recogió a la lechuza. En su garra tenía una carta. Era una hoja simple, doblada de manera apresurada, el papel rasgado en las esquinas como si quien la escribió no hubiera podido controlar sus emociones. Su nombre estaba escrito con letras grandes y torcidas, casi ilegibles. Pero lo que más le llamó atención la fue el temblor en los trazos, como si la persona que la escribió estaba desesperada.
Cassius se quedó mirando fijamente la carta mientras pensaba. No quería abrir la carta. Estaba demasiado cansado de recibir cartas, hoy en día si uno recibe una es porque algo malo ha sucedido. Entonces Cassius espero y espero, estaba retrasando lo más posible el momento de abrir la carta.
Luego de un buen tiempo se armó de valor. Con manos temblorosas, Cassius abrió la carta. Sus ojos se movieron rápidamente por las palabras, y cada letra golpeada parecíalo con la fuerza de un martillo. Sintió el escozor de las lágrimas en sus ojos y todo lo que pudo hacer es desear que fuera mentira. La habitación parecía oscurecerse. El aire se volvió pesado y difícil de respirar. Cassius sintió que algo se rompía dentro de él, una parte que había logrado mantenerse intacta durante tanto tiempo. Se quedó inmóvil por un segundo, sin saber qué hacer, su mente dando vueltas.
Graham y Katie han muerto.
En la carta solo había una oración y cinco palabras. No tenía firma pero Cassius sabía quién o quiénes podían haberla escrito. ¿Porque quién más que sus amigos le escribirían para avisarle de la muerte de Graham? Marco, Adrián y…
Antes de que se diera cuenta sus piernas comenzaron a moverse. Salió de su habitación, atravesó el pasillo de su casa, y corrió. Sabía exactamente a dónde ir, aquel lugar donde siempre iban, cada vez que las noticias eran malas, cada vez que sus vidas parecían empeorar, un lugar para desahogar sus penas. El bar estaba oscuro, y casi tan vacío como la primera vez que fueron. El sonido resonó a través de la taberna cuando Cassius abrió la puerta de golpe. Allí estaban Adrian y Marcus, uno frente al otro sentados en su mesa de siempre junto con una botella medio vacía. No hubo necesidad de palabras mientras Cassius se sentaba y se servía un trago. Se contento con el reconocimiento sin palabras de sus amigos.
Se quedaron en silencio por un buen tiempo, cada uno atrapado en sus propios pensamientos mientras tomaban. La mirada de Cassius se deslizó inconscientemente a los dos asientos vacíos en la mesa y no pudo evitar el agujero que se formaba en su estómago. Graham... Ter... Una botella se convirtió en cinco cuando uno de ellos finalmente se dignó en abrir la boca.
Adrian fue el primero en levantar la vista de su copa, con sus ojos rojos de tanto llorar. “Sucedió hace tan solo tres horas… no pude avisarles inmediatamente había demasiadas personas… Y… necesitaba tiempo” dijo en un susurró, con demasiada pena y dolor para alzar la voz. Las lágrimas comenzaron a bajar por su rostro mientras sus amigos procesaban sus palabras.
Un silencio mortal cayó sobre ellos. Nadie sabía qué decir, Cassius y Marcus no sabían cómo reaccionar y Adrian no quería hablar más así que fijo su mira en su copa una vez más. El silencio continuó por mucho tiempo hasta que cada uno logró salir de su trance. Está vez Marcus fue el primero en hablar. “¿Cómo pasó?” dijo lentamente luego de un tiempo de luchar por encontrar sus palabras.
Está vez, la mirada de Adrián se dirigió en dirección a Marcus, se mordía los labios mientras abría y cerraba la boca tratando de hablar. “Habían capturado a Katie… la iban a torturar y… ya saben cómo es Graham” respondió con una voz más ronca que la última vez que hablo.
No eran necesarias más palabras, todos sus amigos sabían que Graham siempre estuvo perdidamente enamorado de Katie desde el tercer año, ahora ella era una conocida miembro de la resistencia, una organización que protege a los “sangre sucia” y actúa contra el régimen. Al ser miembro de una organización como está seguro de que la pobre chica sería torturada de formas horribles con el único propósito de obtener información de ella. Probablemente Graham estuvo presente durante su tortura, hizo algo que terminó con Katie y el ser asesinado por El Maestro.
“¿Recuerdan cómo nos conocemos?” dijo Cassius, demasiado atrapado en sus recuerdos. “Graham siempre fue grande, más grande que todos desde el primer año, pero siempre estaba tan asustado y nunca hablaba con nadie como si estuviera esperando ser golpeado”.
Marco ascendió. “Sí, tenía tanto miedo de todo. Le aterrorizaba la idea de meterse en problemas, y eso lo hacía blanco fácil, ¿cuántas veces tuvimos que defenderlo de esos idiotas?” la última parte lo dijo con una pequeña sonrisa en su rostro manchado por las lagrimas.
Adrián sonó débilmente, recordando el pasado. "Demasiadas veces. Recuerdo a aquel Gryffindor del último año que siempre lo aterrorizaba, ¿Lucas se llamaba?" Al ver el asentimiento de Marcus continuó, “Graham nunca se defendió, solo se quedó allí, recibiendo los golpes una semana en darnos cuenta que uno de nosotros estaba siendo molestado y cuando Terence se enteró de lo que estaba pasando fue directamente al. Profesor Snape”
“Si, luego de que nos enteramos nosotros cuatro no dejamos en paz a Graham. Siempre estaba alguno de nosotros acompañándolo no importa adónde iba. Recuerdo que Terence hizo horarios para poder acompañar a Graham todo el primer año”. Agregó Marcus a la conversación.
Cassius ascendió, sintiendo una punzada de dolor. “ Y ahora está muerto. Por amar a la gente equivocada. Por desafiar al régimen y tratar de salvarla”.
Marcus apretó los dientes con su voz cargada de rabia. “¡Maldito régimen! ¡Maldito señor oscuro! Nos han quitado tanto y… y” quería gritar, quería maldecir al mundo pero sus palabras quedaron ahogadas entre sus sollozos.
“Maldita sea”, exclamó Cassius, golpeando la mesa con furia. “Ojalá no hubiéramos ganado la guerra, si tan solo la luz hubiera ganado, probablemente estaríamos en Azkaban pero, ¿qué se diferencia Azkaban a la vida que estamos teniendo ahora?” Las lágrimas corrían por sus mejillas al igual que en la de sus amigos. Adrian ascendió mientras su rostro se empapaba. “ Terence… él sabía que esto no estaba bien desde el principio, y nosotros también, pero éramos demasiado cobardes para admitirlo. Nosotros… éramos demasiado cobardes para ir en contra de nuestros padres.”
“Y mira dónde estamos ahora”, dijo Marcus, su voz más calmada que antes, pero aún furiosa. “Somos parte de un régimen que asesina, tortura y destruye todo lo que toca. Graham se atrevió a desobedecer, al salvar a Katie, porque ella era una de esas personas a la que este régimen llama sucias, y mira como término”. Ante esas palabras Adrian cerró fuertemente los ojos, recordando cómo encontró el cuerpo de Graham abrazando el cuerpo de Katie, o al menos lo que quedaba de sus cuerpos.
El peso de su culpa era demasiado grande. Habían perdido demasiado, Terence, Graham, Katie, Harry, Fred, sus amigos, sus enemigos, sus profesores, sus familiares, muchos habían muerto en una lucha que no tenía sentido y que debería haber terminado hace veinticinco años. Todo por culpa de una ideología que nunca fue la suya, una guerra que desearían nunca haber ganado.
“Yo quería huir”, dice de repente Cassius. “¿Recuerdan nuestro sexto año cuando se realizó el torneo de los tres magos?” preguntó, con su mirada perdida en el pasado. Marcus y Adrián lo miraron, y asintieron lentamente. “sabía que el cáliz nunca elegiría a un Slytherin, aún así deseé con todas mis fuerzas que me eligiera. El premio era una gran suma de galeones. ¿Cinco mil, diez mil galeones? Ya ni siquiera recuerdo cuánto exactamente, pero… era suficiente. Lo suficiente para huir.”
Cassius hizo una pausa, limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano. “Yo… yo quería ganar ese dinero no solo para mí. Quería que los cinco fuéramos juntos, que dejaramos todo atrás, abandonar el continente y crear una nueva vida. Atravesariamos el mar, tal vez iríamos a Estado Unidos oa Japón. No lo sé, simplemente quería ir lejos de los susurros de la nueva guerra, lejos de las expectativas de nuestros padres… lejos de las miradas que nos acusaban de malignos simplemente por quienes eran nuestros padres. Al final estoy seguro que el cáliz ni siquiera considera mi nombre, un cobarde que huye no es digno de ser un campeón.”
Su voz se rompió en un sollozo, y por un momento no pudo hablar. Los otros dos lo miraban, conmovidos por la confesión de su amigo. Sabían que Cassius nunca habría hablado de sus sueños de escapar si no estaría tan borracho. Siempre había sido el que seguía el camino, el que intentaba no causar problemas y el que nunca mostraba debilidad.
“No eres un cobarde por querer huir Cassius”, dijo Marcus tan seguro de sí mismo que Cassius casi le cree. Pero esa es la palabra, casi. Cassius simplemente se acercó con la cabeza sin aceptar del todo las palabras de su amigo. “De todas formas, me doy cuenta ahora de que aunque hubiera ganado el torneo nada habría cambiado. Nunca tuvimos el valor de irnos. Éramos demasiado leales a nuestros padres, a su maldita causa... demasiado asustados de lo que dirían, de lo que harían.”
Marcus colocó una mano en el hombro de Cassius, su propia cara estaba cubierta de lágrimas. "No sabíamos... no sabíamos en lo que nos estábamos metiendo."
"Terence y Graham sí", respondió Adrian con voz ronca. "Ellos sabían. Y ahora… ahora están muertos. Y nosotros estamos atrapados aquí, viviendo en este infierno que ayudamos a crear.”
Los tres amigos se quedaron en silencio, cada uno atrapado en sus propios pensamientos de lo que podría haber sido. Las lágrimas continuaban cayendo, mezclándose con el alcohol derramado sobre la mesa.
Marcus fue el siguiente en hablar. “¿Recuerdan a nuestros maestros?” dijo con la voz rota por la emoción. “La profesora McGonagall… siempre nos decía que éramos valientes, que persiguíamos lo que era justo. Ella fue de las primeras en morir. Una maldición perdida, nadie sabe quién lanzó el hechizo. Y… y el profesor Flitwick, el profesor de encantamientos… siempre decía que ser fuerte no era una cuestión de músculos ni apariencia, sino que de espíritu y mentalidad. Murió defendiendo a un grupo de niños de primer y segundo año que no lograron escapar. Lo encontraron herido realizando un hechizo protego alrededor de los niños, las heridas fueron fatales.” Dijo Marcus en apenas un susurro.
“Y nuestros compañeros”, dijo Adrián, apretando su copa con fuerza. “Ustedes no estuvieron en la batalla pero yo sí, vi a tantas caras conocidas tanto en nuestro como en el lado opuesto de la batalla. ¿Recuerdas al chico Wayne? el que siempre estaba en la biblioteca y que era molestado por otros Ravenclaw por ser “raro”. Lo vi caer justo encima de Lucas, el mismo que hacía la vida imposible de Graham en nuestro primer año. Wayne cayó muerto, pero Lucas seguía vivo aunque no se podía mover ni evitar que el cuerpo de Wayne lo aplastara”.
Cassius sintió un mal presentimiento, pero aún así preguntó. “¿Cómo lo sabes?” Adrian rompió a llorar, ahora más fuertemente que nunca. “Fue mi hechizo el que mató a Wayne. Yo… no quería matarlo… simplemente estaba tirando hechizos a lo loco… y el…” dijo en un susurro, como si el hecho de que su confesión no fuera escuchada cambiaría el destino del niño. Marcus y Cassius simplemente se mantuvieron en silencio mientras su amigo lamentaba la muerte del niño y la sangre en sus manos. No podía juzgarlo ni reprocharlo, ninguno de ellos era inocente, cada uno había dañado y matado a personas incontables. Pero tampoco podía decirle que estaba bien, pues lo que hicieron nunca estaría bien. Simplemente tenían que vivir con el peso de la culpa. Así que se quedaron sentados en silencio esperando que su amigo se calmara más, mientras que cada uno disfrutaba de su bebida.
Luego de que Adrian se calmara fue Marcus nuevamente el que inició la conversación, Cassius cree que quería aprovechar este momento para confesarse, eso le deja un mal sabor de boca. “Tal vez no estuve en la batalla de Hogwarts pero sí vi cómo afectaba a los demás. Vi cómo afectó a mi familia. Mi padre… siempre fue un fiel seguidor del Señor Oscuro. Creía en la causa más que nadie que conociera. Pero después de la batalla, me encontré llorando en el sótano de nuestra casa. Nunca había visto a mi padre llorar, ni una sola vez en mi vida”.
Marcus tragó saliva, luchando contra las lágrimas. "Mi madre… murió en esa batalla. Ella… era el amor de su vida. Pero no fue eso lo que lo rompió. Fue lo que pasó después. Me dijo que, entre los cuerpos, vio a tantos niños… demasiados niños. Niños Que habían sido obligados a luchar. Que habían sido empujados al frente por desesperación y locura. Me dijo que por primera vez en su vida, se preguntó si todo lo que había creído era una mentira a otros, había sido por nada.
Cassius secó los ojos con el dorso de la mano, su voz apenas un susurro. "Mi padre también cambió después de la batalla. Siempre fue un hombre duro, nunca mostró emociones. Pero cuando volvió, estaba… vacío. Mi madre y yo vimos cómo se sentaba en su silla, mirando al vacío durante horas. Dijo que no podía dejar de ver los rostros de aquellos que mató, los rostros de aquellos que él conoció, que había llamado amigos."
Adrian se mantuvo en silencio todo ese tiempo, no quería hablar, solo quería olvidar todo lo que había pasado ese día, pero necesitaba sacarse el peso de encima, quería que alguien más compartiera su carga. Entonces habló, habló y desparramó su corazón para que todos lo vieran. "Y Alicia", continuó Adrian, "mi Alicia. Ella también murió… protegiendo a otros, como siempre hacía. Siempre tan valiente, tan… tan llena de vida. Dicen que la última vez que la vieron estaba ayudando a unos heridos, hasta que un mortifago la tomó desprevenida y…” comenzó ahogarse entre sus lágrimas.
Con esa confesión Adrian abrió las puertas para diversas emociones y recuerdos que sus amigos estaban tratando de olvidar.
Cassius añadió con un susurro. “Extraño jugar quidditch.” Marcus señaló ante eso y agregó: “Ollie era un buen capitán, un rival digno y… el amor de mi vida”. Sus dos amigos se sorprendieron por la confesión de Marcus, aunque no era un secreto entre el equipo de quidditch de Slytherin, el pequeño (grande) enamoramiento de Marcus por Oliver Wood, el capitán del equipo rival, este mismo nunca admitió su enamoramiento. “Dicen que murió enfrentándose a uno de nuestros oficiales. Siempre fue rebelde, siempre luchando por lo que creía justo, hasta el final." dice Marcus con ojos nublados y distantes.
Ahora cada uno no podía dejar de pensar en sus tiempos en Hogwarts, cuando todo era más fácil y perder un partido de quidditch se sentía como el fin del mundo. Estos pensamientos desencadenaron algo más. Los tres, antes cuatro odiaban pensar en su tiempo en Hogwarts, porque pensar en esa época es pensar en la verdad que tratan tanto de ocultar, es pensar en el primero de ellos que cayó ante la guerra…
"¿Y qué hay de Terence?" —Preguntó de repente Adrián, con voz entrecortada. "¿Recuerdan cómo se dejó la vida después de la Gran Batalla?" dijo Adrian, con sus palabras rompiendo un hechizo que llevaba en pie desde su muerte, como si se tratara de un tabú roto, los amigos se miraron con nerviosismo.
Un escalofrío recorrió a los tres amigos. Terence había sido uno de ellos, un miembro más del grupo que se había formado desde que eran jóvenes. Siempre había sido el más alegre, el que los hacía reír incluso en los peores momentos. Después de la Gran Batalla todo cambió. Normalmente a sus amigos les gustaba fingir que Terence murió en la batalla como muchos más, pues aún no lograrán superar la culpa de no poder haber detenido a su amigo. Al menos si dicen que murió en batalla pueden decir que tuvo una muerte heroica y la gente no preguntaría más. Se sienten culpables de haber estado para su amigo, todos estaban pasando por cosas horribles en esos días pero eso no los excusa de no darse cuenta de por lo que estaba pasando su amigo.
"No pude soportar la muerte de su familia", dijo Marcus, su voz baja y temblorosa. "Toda su familia... y el amor de su vida, Fred. Todos estaban del otro lado, del lado enemigo. Y cuando murieron en esa batalla... fue demasiado para él." dijo Marcus en un susurro finalmente admitiendo lo que pasó aquel día.
Cassius ascendió, registrando el día en que encontraron a Terence, un día después de la batalla para ser exactos. "Se quitó la vida en el apartamento que compartiamos , no mucho después de la batalla. Encontramos su cuerpo... y la nota. No podía soportar más. No podía seguir viviendo en un mundo donde todo lo que amaba había sido destruido, había escrito."
El silencio volvió a caer sobre ellos, pero no era un silencio vacío. Era un silencio lleno de fantasmas, de los rostros de aquellos a quienes habían perdido y de aquellos a quienes habían destruido. Cassius pensó en su propia familia, en los que habían apoyado al régimen, creyendo que estaban haciendo lo correcto, pero ahora veía la verdad. Vio a su padre, un hombre fuerte y orgulloso, llorando después de la batalla decisiva, dándose cuenta de lo que realmente había sucedido. Vio a su madre, que había estado tan convencida de que estaban en el lado correcto, ahora destrozada por la culpa y el arrepentimiento.
"Estamos atrapados", murmuró Adrián, rompiendo el silencio. "No hay salida para nosotros. No podemos escapar. Si alguien descubre cómo nos sentimos... si alguien se entera de lo que decimos aquí..."
"Estamos muertos", concluyó Marcus, su voz cargada de desesperación.
Cassius ascendió con la cabeza, sus ojos vacíos, mirando a la nada. "A veces pienso que... acabar con todo sería más fácil", confesó, su voz temblando. "Una vez... casi lo logré. Había tenido suficiente. Cada día era como vivir en un infierno. No podía soportar más la culpa, el dolor, el fingir cada maldito día."
Se detuvo, sus lágrimas cayendo silenciosamente por su rostro. "Pero Graham... él me detuvo. Me encontré un tiempo. Me habló, me escuchó, me hizo prometer que no lo haría. Me dijo que siempre había esperanza, que algún día las cosas cambiarían... Pero ahora que no está ... no sé cuánto más puedo soportar."
Adrian se estremeció ante la confesión de Cassius. "Yo... entiendo", dijo, su voz tan baja que casi no se oía. "A veces me siento igual. Cuando todo se vuelve demasiado... cuando las voces en mi cabeza no paran de recordarme lo que hemos hecho, lo que hemos perdido... sólo quiero que todo termine. He... intentó.. . Terminar con esto un par de veces. No tan en serio como tú, pero... me hizo daño sólo para sentir algo diferente al vacío.
Marcus quedó callado por un momento, luchando por encontrar las palabras adecuadas. "Yo también", admitió finalmente, su voz llena de dolor. "Pensé que si me hacía daño, si sentía dolor físico... sería más fácil sobrellevar el dolor en mi corazón. Pero no importa lo que haga, nunca se va. A veces pienso que ya no tiene sentido seguir viviendo así. Que todo lo que nos queda es una existencia vacía, finciendo ser algo que no somos, finciendo creer en algo en lo que nunca creímos."
"Pero, ¿y qué más nos queda?" preguntó Cassius con desesperación en la voz. "No podemos escapar. No podemos cambiar nada. Si supieran lo que realmente pensamos, lo que realmente sentimos, nos matarían. O peor, matarían a nuestras familias. Y entonces estaríamos perdidos de verdad."
Los tres amigos se miraron, compartiendo el mismo dolor, la misma desesperación. Habían sido empujados a un abismo del que no podían salir, obligados a vivir en un mundo que los asfixiaba con cada respiración. Estaban cansados de fingir, cansados de mentir, pero no veían otra salida. Estaban atrapados en una vida de desesperación, esperando un cambio que nunca llegaría.
El silencio volvió a caer sobre ellos, un silencio lleno de lágrimas no derramadas, de gritos no pronunciados, de sueños no realizados, amores imposibles y amigos que nunca volverán a ver. Sabían que no podían seguir así para siempre, pero también sabían que no había otro camino. Y así, continuaron bebiendo, intentando ahogar su desesperación, conscientes de que, sin importar cuánto lo intentara, nunca podrían escapar de la sombra que se cernía sobre ellos.
Después de esa noche en la que se abrieron y confesaron sus sentimientos más profundos, los amigos no volvieron a hablar y verso nunca más. Los rebeldes crecían en número, y las naciones vecinas se unían a la lucha contra el régimen del Señor Oscuro. Finalmente, los rebeldes lograron derrocar al régimen solo dos meses después de aquella noche. Ninguno de los amigos vivió para ver ese día. Marcus murió tres días después de su última conversación; algunos dicen que se interpuso frente a un hechizo que terminó inmediatamente con su vida. Una semana después, Cassius fue ejecutado por desobedecer las órdenes del Maestro, negándose a matar a una niña de sangre sucia. Adrian murió un día antes de la caída del régimen, así como Terence antes que él se ahorcó en el apartamento que compartían. Los libros de historia los recordarán como villanos, como asesinos que murieron cometiendo crímenes y luchando por lo que creian, pero ellos sabían que eran mucho más que eso, que, sobre todo, eran humanos y que finalmente fueron liberados del infierno en vida.